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Las Herederas de Violetta Beauvais (MM B: 111261)


Sagitas E. Potter Blue
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Prácticamente subió a Sagitas a empujones hacia el piso superior, aunque antes de eso hechizó la puerta para que nadie pudiera entrar y colocó el cartel de "CERRADO" bien visible. Necesitaba que nadie las molestara, al menos durante unos minutos. Iba a hacer lo mismo cuando alcanzaron la parte superior, pero Sagitas se le adelantó. Asintió con la cabeza y procedió a revisar rápidamente el lugar, como si buscara algo. Removió hasta las puertas de los armarios donde guardaba varitas y componentes de fabricación, así como otros artículos.

 

Cuando decidió que nadie las espiaba y que estaban seguras, soltó un profundo suspiro y se quedó mirando a la Potter Blue, que acababa de preguntarle si se había cortado el pelo.

 

En circunstancias normales, aquellas pregunta en un momento similar le habría causado un profundo estrés que habría terminado en un grito, o una burla. Pero en ese momento... no pudo evitar echarse a reír mientras se llevaba una mano a la cara y se cubría los ojos.

 

Eres increíble —le dijo, entre risas. Se acercó a ella y la observó, con gesto cansado y afectuoso. Toda la tensión que había acumulado en los últimos meses parecía haber quedado relegada a un segundo plano, y ahora la Gaunt lucía simplemente cansada—. No sé si te viene bien o no, o si sigues enfadada conmigo. Pero... yo necesito un abrazo —soltó. Y sin dejarle tiempo para pensar, la rodeó con los brazos y se mantuvo así durante unos segundos—. ¿Sabes? He pasado todo este tiempo preocupada por ti, pero no podía volver —se separó de ella un poco pero mantuvo ambas manos apoyadas en los brazos de la pelimalva—. ¿Estás bien? ¿Sigues siendo ministra? ¿Alguien te ha causado problemas? Tengo ganas de matar gente. No, no, es broma, olvida eso último. Es que tenía ganas de verte. Eres a la primera que he buscado nada más regresar... espero que Jeremy no se entere. Y hablando de eso... —frunció el ceño, recordando algo que la traía de cabeza—. ¿Cuánto hace que no le ves? ¿Sabes si... sabes si está con otra, o algo así? *****, soy un desastre.

 

Se separó de ella y puso los ojos en blanco. Los nervios la habían traicionado y había terminado soltando como cien preguntas en menos de un minuto. Le sonrió a modo de disculpa y se dejó caer sobre una de las sillas que había en la habitación.

 

Vale, disculpa mi intensidad. Necesito sentarme un poco, beber algo y que me pongas al día. Veeeeenga, no te hagas de rogar, amiga. Más aún cuando nuestra última conversación quedó a medias... con lo interesante que estaba —añadió, sonriéndole con gesto burlón. Dejó su varita sobre la mesa y luego se la quedó mirando, con los brazos cruzados. Quería dejarle bien claro que venía en son de paz... a pesar de lo que había pasado entre ellas unos meses antes.

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Decidido. Anne estaba loca, o un poco más loca que la última vez que la vi. Ese era un gran problema porque me interesaba que entendiera bien lo que tenía que decirle sobre mi cambio de bando. Cuando, después de trastear por medio altillo del negocio en busca de vete-a-saber-qué, se volvió y me dijo que era increíble, puse cara de no entenderla. Yo siempre soy creíble, incluso cuando miento..., o eso creía...

 

-- Pues claro que te doy un abrazo, amiga -- "siempre que no me avadees por la espalda antes de que te dé mi noticia", estuve a punto de añadir, aunque permanecí en silencio, mi amiga parecía no necesitar de coletillas hirientes en aquel momento.

 

Después, a mis labios se unió una sonrisa de orgullo al saber que yo era la primera en quien pensaba al volver, antes que el mismo Jeremy. Aunque dejé de sonreír ante el alud de pregunta que me lanzo encima. La zarandeé por los hombros.

 

-- Mujer, tranquila, que estás en casa, bueno, casi, este negocio es como casi nuestra casa, así que estás segura. A ver, por partes. Sigo siendo Ministra, no sé por cuanto tiempo antes de que me derroquen, pero soy la Ministra de Magia de Inglaterra aún. Jeremy ha sido el soltero más monje que he visto jamás, no te preocupes, te ha guardado casi luto por tu desaparición.

 

Su sonrisa me devolvió algo de tranquilidad a mí y mucho a ella, supongo, pues parecía estar volviendo a controla la situación, aunque fuera un poquito.

 

-- Vale, vale, un trago no te vendrá mal, amiga. ¿Te hace un whisky de fuego? Pero no toda la botella, que es de importación.

 

Moví la varita y me senté a su lado, mientras una botella en cristal tallado y dos vasos especiales de culo grueso se depositaban en una bandeja de plata que vino volando y se colocó bajo ellos, levitando a la altura de la mano de Anne, para que bebiera.

 

-- Me alegro que saques el tema de la última conversación que mantuvimos aquí. Tuviste la desfachatez de decirme que eran miembro de la marca y que Aaron era tu padre. -- Mi tono sonó muy duro, como si estuviera echándole en cara algo. Después, lo relajé y reí un poco. -- Si me enseñas tu Marca, yo te enseño la mía, Amiga.

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  • 2 semanas más tarde...

Se relajó al escuchar que su amiga seguía siendo ministra. Bien, al menos su amiga seguía en el lugar que merecía. Saber que Jeremy seguía soltero fue otra gran noticia, aunque eso no significaba que todo estuviese solucionado. Todavía tenía que hablar con él, explicarle porqué había pasado meses fuera y rezar para que la perdonase y no la mandase al cuerno. Solo de pensar en todo aquello le hizo sentir que se caería de la silla en cualquier momento.

 

Miró con ojos ávidos el whisky de fuego que le tendía su amiga y se sintió culpable, recordando la promesa que le había hecho a su amigo Amadou unas semanas antes. Nada de alcohol, prometió. Qué difícil sería cumplir con aquellas palabras así, sin más. "Ojos que no ven...", pensó mientras tomaba el vaso y le daba un sorbito.

 

-- Gracias, amiga, está de muerte --le dijo, soltando el vaso en la mesa mientras la escuchaba hacer referencia a lo que había pasado entre ellas la última vez que se habían visto--. Espera, espera, no hay porqué hablar de es...

 

Las palabras murieron en sus labios al escuchar sus últimas palabras. Había hablado de "la marca", y había dicho "la mía". La suya. Su marca. Pero ella... ¿qué marca? Por segunda vez en pocos minutos, sintió que perdería el conocimiento y se caería de la silla.

 

-- Amiga, se te ha subido muy rápido el whisky de fuego --comentó, intentando aparentar tranquilidad. No pudo evitar rascarse el antebrazo izquierdo, convenientemente cubierto por la tela de su jersey, intentando percibir si había entendido bien. Tras unos segundos de tensión, no pudo aguantarse más--. ¿Qué marca, Sagitas, qué marca? ¿Me estás diciendo que eres... tú...? Pero... Sagitas, me dijiste que pertenecías a la Orden del Fénix. ¡Me dijiste que los mortífagos éramos unos criminales y yonosé qué más! ¿Cómo...? ¿Cuándo...?

 

Paró de hablar cuando se dio cuenta de que las ideas se le atropellaban en el cerebro y no conseguía formular las frases completas. Era mejor esperar a que ella le diese una explicación. Solo entonces recordó otra cosa que había dicho.

 

-- Mi suegro, querida, Aaron era mi suegro y seguirá siéndolo si Jeremy no me manda al cuerno.

 

 

 

@@Sagitas Potter Blue

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  • 5 meses más tarde...

Tuve que suspirar con fuerza porque su comentario no parecían de alegría sino que, al revés, me sentí regañada, como si estuviera faltando a mi palabra que hubiera dado en algún momento, como si estuviera traicionando a nadie. En ese instante, arrugué ligeramente el morro y apreté la mandíbula. No era el recibimiento a mi noticia que me había esperado. Más bien, un abrazo, vítores y hasta (en una imaginación muy inspirada como la mía), un ramo de flores y una corona, como si hubiera ganado un concurso con mi marca.

Me bajé un poco el cuello de la camiseta color melocotón que llevaba en un gesto que permitía ver un trozo de calavera tatuada en el omoplato izquierdo. No dije palabra durante unos instantes, observando su reacción cuando viera aquella marca tan conocida por ella.  Después me cubrí mientras me encogía ligeramente de hombros. 

-- Digamos que... Tuve un cambio de opinión. Necesito algo que sólo puedo obtener entre vos... En el bando. Y varios hechos me hicieron ver que la Luz no es tan clara como dicen ni que la Oscuridad es tan negra como aparenta. Así que... Bueno... 

Volví a morderme el labio, sin saber qué decir. Vamos, no me esperaba una fiesta pero... ¿un abrazo, una sonrisa, un "enhorabuena, chavala..."?

-- ¿Te parece bien? -- le pregunté, algo flojo, indecisa de si me iba a lanzar un avada por haberle criticado hacía no tanto tiempo sobre sus ideales. -- Qué conste que sigo odiando a muerte a Aaron Yaxley. Se la tengo jurada y no te quiero mal, ni me gustaría saber que lo has dejado con Jeremy, pero ... Si no fueras su nuera, me sería mucho más fácil matarle. Sin remordimientos.

La situación estaba siendo algo incómoda y rascar la mesa de madera con la uña no era la mejor forma de mantener una conversación con mi amiga. Carraspeé.

-- ¿Se puede saber de qué huías? ¿Y por qué llevas tanto tiempo fuera? Si hubieras estado más tiempo aquí, te hubiera dicho todo ésto antes y no me sentiría tan violenta por decirte que me he cambiado de bando.

Empezaba a enfadarme. ¡Qué me gritara, que me diera una torta, que me regalara una sonrisa o una patada en la espinilla! ¡¡Pero qué hiciera algo!!

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  • 2 semanas más tarde...

Había ingresado en aquella tienda con un aire un poco pensativo y serio, frotando la varita que tenía entre sus manos con las preocupaciones golpeando en el fondo de su mente una y otra vez.

Comenzaba a sentirse una especie de espectro dentro de aquel sitio tan solo por las greñas y las expresiones con las que había salido de aquel pequeño especie de cobertizo donde se había encerrado a estudiar.

Capaz y si alguien le sacaba una foto mágica realmente podría hacerla pasar por una especie de fantasma, quizá asustaría a unos cuantos muggles y personas mágicas por las pintas que traía, pero al menos eran pintas de una residente de medicina en sus últimos años.

Pero lo más importante, era que había ido a aquella tienda esperando a que alguien la pudiese ayudar a darle mantenimiento a su pobre varita que de seguro había visto muchos mejores días en los tiempos pasados de uso.

No creía que voltear página tras página de estudio contara como para tener un ejercicio mágico así que tenía la esperanza de que si iba a aquella tienda podrían atenderla y entonces, dejar su varita como nueva.

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http://i.imgur.com/7WhajUW.gif ♥ TE AMAMOS SAGITAS ♥

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  • 1 mes más tarde...

Aún no podía salir del estado de shock en el que se había sumido. Sus ojos grises, que habían estado clavados en los de Sagitas al principio, se desviaron lentamente siguiendo el movimiento de la mujer mientras se descubría parcialmente parte de la marca, que tenía tatuada a un lado de la espalda. Era real, lo sabía. Lo sentía. Lo que le parecía irreal era que ese hombro fuera el de su amiga Sagitas. 

— Pues vaya cambio de opinión... —balbuceó, aún anonadada. Estaba tentada de alargar la mano para rozar aquella pequeña porción de piel, para ver si realmente aquella marca estaba vinculada a la que ella y decenas de personas más en el país, llevaban en su propia piel. Pero, a la vez, sentía una especie de conexión nada más que mirándola... volvió a pensar en que aquello era tan real como la vida misma. Tragó saliva mientras volvió a mirarla a los ojos—. ¿Que si me parece bien? —repitió, casi con torpeza. 

Volvió a tomar el vaso que le había servido su amiga un rato antes y acabó con el contenido de éste en un par de largos tragos. A pesar del tiempo que había transcurrido desde que Sagitas le había confesado su pertenencia a la Orden, Anne no había podido terminar de procesar aquel descubrimiento. Había vuelto a Londres con la firme intención de hacerle saber que estaba con ella, pasara lo que pasase y fueran cuales fuesen sus lealtades. Para ella, su amiga valía tanto como sus convicciones. Pero jamás se habría imaginado que se encontraría con aquel cambio drástico de perspectivas. Finalmente, tras escuchar lo que decía de Aaron, soltó una risita nerviosa.

— Ya, bueno. Ser del mismo bando no te convierte en amigo de todos. Lo sé por experiencia —confesó entonces, encogiéndose de hombros. Ahora sí, la miró a los ojos y le sonrió—. Supongo que no soy la más indicada para decírtelo, sobre todo después de mi larga ausencia y sin saber cuánto tiempo hace de esta pequeña... sorpresa. Pero te felicito, amiga, porque esa marca en tu piel demuestra que al fin has encontrado el buen camino. Espero que te tomes un rato para contarme qué te pasó para cambiar de bando y tomar semejante decisión. Ponme un poco de whisky, anda. Que estos sobresaltos no se pasan solos. 

Aguardó a tener algo de bebida en el vaso para responder sus siguientes preguntas. 

— Siento haber desaparecido sin más, Sagitas —comenzó a decir, con la vista clavada en el vaso que tenía frente a sí—. No quería meterte en mis líos... Tuve un... llamémoslo "problemilla" en uno de mis viajes a Egipto. Un pequeño malentendido que se transformó en un enorme problema. Me siguieron desde allí y amenazaron con acabar con todo lo que me importaba. ¿Recuerdas la nota que clavaron aquí, en el local? Me encontré una nota idéntica en mi castillo, y también en mis otros negocios. Todos estabais en peligro, así que decidí marcharme y dejarme ver lejos de aquí para que os dejaran en paz. Una vez me fui... no sabía cómo ni cuándo volver. Espero que nadie os haya molestado por aquí desde entonces —añadió—. Y ya que estamos, cuéntame... ¿qué ha pasado por aquí? ¿Qué me he perdido en estos... meses? ¿Años? No sé cuánto ha pasado ya. 

 

@ Sagitas Ericen Potter Blue

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  • 3 semanas más tarde...

En el salón de la mansión Potter Black 

¡Por los siete infiernos! Eso había exclamado al leer la carta ésta había llegado enrollada a las patas de un cuervo negro picando el cristal de una de las ventanas, para llamar mi atención. Por suerte, estaba ahí sóla y podía recibir el animal sin que nadie me molestase. Me rasqué la cabeza presa del nerviosismo... Lo que me pedía el consejo era demasiado caro pero aún así, entendía sus propósitos. Había que reforzar la seguridad en cada una de las comarcas en dónde existió la revuelta y encima, con un usurpador como Ministro de Magia Italiano había que temerse en lo peor...

- Pero es una barbaridad - dije en voz alta ante el silencio de la habitación. Tomé la varita he hice desaparecer la misiva incendiándola. El encargo era sencillo, dos mil varitas con la empuñadura con el símbolo de los Vulturi. Era necesario restablecer una nueva guardia y para más, nuevas armas que habían sido destruídas por la guerra que asoló Italia durante dos años. Me rasqué la cabeza con nerviosismo. Y no sólo para la guardia sino también para los delegados de cada una de las comarcas que componían el gobierno de mi clan en suelo italiano. Bufé... 

- ¡Claro! ¿Porqué no se me había ocurrido antes? - se me había olvidado por completo. Enseguida recordé que Sagitas, junto a otras brujas tenía un negocio de ese estilo en el callejón. Podría ir a Ollivanders pero siendo de la familia, esperaba que me hiciera un precio y al menos, iba vestida decentemente para la ocasión; un traje pantalón chaqueta negro con su correspondiente camisa, botas finas de aguja y una capa negra externa con color rojo sangre en el interior. Até el pelo en una cola de caballo alta, tomé la varita, el morral de cuero y que esperaba tener suficientes galeones para pagar el encargo, dirigí mis pasos hasta los terrenos y con un giro de mis talones, me desaparecí del lugar.

Enfrente del negocio de Las Herederas de Violetta Beauvais  

Cuando abrí los ojos aún el sol de la media tarde (?) resplandecía por los escaparates del callejón Diagón. Pero por suerte para mí, no había demasiada gente. Lo que menos me apetecía era ser demasiado visible pero con la ropa que llevaba cumplía bien su misión, eso y que llevaba la capucha puesta. Fruncí el ceño al ver el cartel de 'cerrado' pero si de casualidad estaban dentro... o eso, o tendría que venir en otro momento. Me puse en el primer escalón de la entrada y toqué el timbre con cierto ímpetu, era mejor hacer el encargo ya o tendría que acudir al mercado negro, algo de lo que no me hacía ninguna gracia. 

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  • 1 mes más tarde...

rh3T2A1.pngBostecé sin disimulo.

Desde que nos habíamos quedado sin socias, Anne y yo nos turnábamos para atender el negocio pues, tal como estaba todo en el mundo, pero sobre todo en Londres, temíamos represalias o ataques de todo tipo. Menos mal que las dos sabíamos defendernos y no teníamos ningún miedo, pero la propiedad seguía abierta mientras otros negocios habían cerrado y nos dedicábamos a proteger todos los materiales magníficos que había en el interior. Porque no sólo son las varitas lo que son valioso. El hacerlas a mano implica un montón de ingredientes de relleno, un montón de maderas de todo tipo e importe, implica los pomos rústicos o nobles, las fundas, las gamuzas de brillo o los lubricantes... Mil y un objetos relacionados con ellas que teníamos en el almacén. Además de ciertas cajas con un "No abras, que muerde" que @ Anne Gaunt M.  tenía escondidas, pero que yo había localizado. Es muy difícil que se me escapen ciertos rincones que ella creía escondidos.

Pues sí, bostecé porque hacía tiempo que no entraba un cliente y yo estaba aburrida y con un montón de... ¡Ah, no! Desde que ya no era Ministra, mi agenda estaba olvidada por algún sitio y tenía mucho más tiempo libre. Era una sensación agradable, maravillosa incluso, pero aburrida, tras un año de no saber lo que era el descanso. Apoyé la mandíbula sobre la madera del mostrador y empecé a hacer figuras con el aliento, hasta que sonaron unos pasos en la entrada y un timbre insistente que molestaba mucho, por cierto.

-- Entre -- dije. Pero no lo hicieron. -- ¡Demonios, qué pesados! ¿Es qué no saben abrir la puerta?

El timbre seguía gritando un sonido demasiado molesto que me obligó a levantarme e ir a abrir. Cuando llegué, noté que el letrero de la puerta ponía "Cerrado".

-- ¡Anda! Por eso no entraban clientes. Como se entere Anne...

Abrí la puerta y vi a mi ex-nuera y semper-sobrina @ Helike R V PB . Alcé una ceja y la miré de arriba abajo:

-- ¿Dónde está el fuego? ¿A qué vienen esas prisas?

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Levanté una ceja ante la contestación de mi ex suegra. Intentaba no montar la bronca en la calle, pero esa mujer me podía:

- Si tuviéseis el maldito cartelito ese de abierto, no tendría la necesidad de darle al cacharro ese - comenté, señalando al botón - menudo ruído hace. Así que, deja de protestar, ¿quieres? 

¡Pues sí que empezaba bien la cosa! Apreté los nudillos de mis manos debajo de la capa para no tener que sacar la varita. Suspiré y en un tono un poco amenazador he de reconocerlo le solté: 

- ¿Puedo pasar o hablamos de negocios aquí en la puerta? - Crucé mis brazos pero sin siquiera darle tiempo a nada más, pasé al interior. Y cuando me adentré en él me recordó a la primera vez que, en España había visitado una "franquicia" estilo Ollivanders. Un local en dónde también hacían varitas pero con el consejo de una de la mejores familias de fabricantes que había actualmente. Pero era otra época y otro Ollivanders por supuesto, pero todos por alguna razón habían heredado el don de hacerlas y sobre todo rasgos genéticos que los definían cómo de esa prestigiosa familia. 

Respiré hondo. El aroma a viejo (?) y a nuevo se entremezclaban, veía las cajitas detrás del mostrador y sentía la mullida alfombra a pesar del calzado que llevaba. Me rasqué la cabeza (no, no tenía piojos xD), era un acto reflejo de cierto nerviosismo mientras escuchaba cerrar la puerta. Me giré y hablé directamente a mi tía...

- Verás - tosí y no es que fuese por el polvo- recibí un cuervo, sí cuervo; animal de color negro... en dónde se me indicaba que debía comprar varitas. Necesitamos un montón y espero que tengas suficientes manos para hacerlas. Además de que tengan empuñadura y guantes negros de seda... Las capas para la guardia creo que tendré que ir a Madame Malkin -llevé mi mano a mi mentón, pensativa, mirando al suelo - estamos en un clima político complicado Sagitas y créeme que si la chispa se enciende, será culpa del sacerdote ese al que hay que quemar en una pira -bufé furiosa.

- Por el oro no te preocupes. El Consejo Vulturi te pagará bien si los resultados son más que satisfactorios... Busca a Anne para ello y contrata a más gente. Pagaré vuestro trabajo en cuánto mi gobierno me de el oro necesario para ello. Aquí tienes las indicaciones que he anotado para que os guiéis por ellas. Si necesitáis cerrar el negocio, hacerlo porque os hará falta tiempo -saqué con un toque de varita y lo cogí al vuelo el pergamino en dónde había dejado las instrucciones- es para la guardia en Italia. Hay un usurpador por allá y mucho me temo que volveremos a tener otro frente. Sólo espero que no sea otra guerra y que no se extienda. Busca aliados porque los vamos a necesitar... Es menester resguardar nuestras comarcas italianas y cuánto antes estén armadas mucho mejor... No sé si lo sabrás pero puede que haya movimiento de licántropos. Era lo que nos faltaba. Necesitaría más información para confirmarlo pero de ser cierta, todo el mundo; vampiro y humano además de otros seres, correremos un gran peligro a mano de esas bestias. Hace más de cien años que no tenemos guerra con esas alimañas pero, por si acaso hay que estar seguros. Avísale a Lisa, ella más que nada debería estar prevenida por si en su país hay lío gordo por esos cachorros de yorkshire con rabia -y sin poder evitarlo, solté una carcajada al darme cuenta de la comparación.

- En fin... si tienes café, te puedo contar con más detalle lo que necesito... El mínimo de pago, serían dos mil galeones y puedo subir la oferta - esperaba que eso fuese más que suficiente. Al menos en ese tema a pesar de los grandes gastos de las batallas italianas no habían mermado el tesoro real, no del todo. Las grandes casas que se habían rebelado, habían desaparecido y por supuesto, habíamos tomado todo lo que les pertenecían y las demás, a rendir el doble de tributos al consejo a las supervivientes. Y ese había sido un castigo bastante magnánime en cuánto a lo otro, un borrado de la historia puro y duro mucho más doloroso que pagar el doble de impuestos. 

@ Sagitas Ericen Potter Blue  cuando puedas sagis! mil besos! 😘😘

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Gruñí ante las protestas de mi sobrina Helike.

-- Estaba abierto, yo lo leía perfectamente, no protestes tú. -- Claro, si yo lo leía era que en el otro lado ponía que estaba closed, pero yo no doy mi brazo a torcer con facilidad, así que mejor que no me llevara la contraria. -- Este campanoide ruidoso lo puso Beltis hace mucho tiempo para enterarse de que alguien entraba en la tienda, si ella estaba en la trastienda. Aún no lo hemos quitado. Anne dice que es un recuerdo de familia y no me deja.

Se notaba que no me gustaba tanto aquel ruido, pero que me lo tragaba para no entrar en conflicto con mi socia, aunque debería tener más cerca los tapones de cera para cuando alguien lo usara o me quedaría sorda.

-- ¿En serio  no podemos hablar en la puerta? -- Le pregunté con sorna. Hacía frío y no pretendía resfriarme, ya sabía yo que ella, por ser de la raza de vampiro, no tendría nunca ese problema.  Ella entró sin más así que sólo pude cerrar la entrada tras ella. -- Bueno, venga, entra... Pero no te acostumbres.

¿Por qué era así de malucha? Supongo que yo me tomaba a broma las cosas porque la seriedad no iba conmigo, al menos que fuera ultra mega necesario. Le iba a pedir que se sentara cuando se volvió y me tosió a la cara.

-- ¡Por los dioses, muchacha! ¿No me traerás virus raros? Mira que tú no te mueres, pero yo sí. A ver, ¿qué es eso de un cuervo? Sé de golondrinas, Xell, o de murciélagos, Hayame, pero no sé de cuervos. Licántropos... ¿Los cuervos se aliaron con los bichos esos? ¿De qué hablas?

Si ella quería permanecer de pies, pues no me importaba, pero yo prefería sentarme así que me fui derechita a mi banco detrás del mostrador, mientras entendía que un cuervo le había pedido varitas. Enarqué una ceja aunque no la interrumpí, a ver si me enteraba mejor de lo que decía.

Pero no.

-- Espera... ¿Los cuervos tienen guardias con capas y un sacerdote que...? No me entero de nada. Espera, creo que necesito un chupito para entender de lo que hablas. ¿Quieres algo de beber, @ Helike R V PB ? ¿Sólo café? Qué decepcionante, sobrina.

Moví la varita para que vinieran a la mesa una botella de whisky de fuego, café y dos vasos de fondo grueso. Me serví en uno y dejé que ella se sirviera, si quería, no fuera que me dijera que la incitaba al alcoholismo. Ella hablaba de dinero de los Vulturi, algo que me sonaba a Italia.

-- A ver si lo entiendo, ¿me pagas 2000 Galeones por varita para cuervos, con pomos elegantes y guantes de seda? Creo que tus cuervos son muy raros, sobrina. 

Mientras esperaba que me contara algo más lógico, tomé un trago corto del vaso.

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