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Las Herederas de Violetta Beauvais (MM B: 111261)


Sagitas E. Potter Blue
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-- ¿En serio? ¿Es qué esto se va a convertir en una reunión familiar? -- protesté, al ver entrar a Xell y a Adrian. Con las tres que estaban dentro, y contándome a mí también, éramos seis familiares que estábamos en la tienda.

 

En realidad, debería estar agradecida que usaran el negocio para sus necesidades en vez de protestar porque estaban presentes. Pero tenía que reconocer que me podía la curiosidad sobre lo que Anne tenía que decirme y no soy una mujer paciente. Me gusta que las cosas sucedan al instante. Esperar no era para mí. Es por eso que estaba contenta porque ellas (y él) estaban allá pero, a la vez, necesitaba que se fueran cuanto antes para poder seguir la reunión con la Warlock.

 

-- Esta bien, esta bien... -- dije con algo de impaciencia, poniéndome delante de ellos, tras el mostrador. A la vez que hablaba, me colocaba un mandilón marrón de cuero por delante. Estaba nuevo, claro, acabábamos de abrir el negocio. -- ¿A quién le toca? ¿O es que sólo habéis venido a mirar y ver si dábamos algo de regalo por ser la inauguración?

 

Eso me lo creía de ellas, seguro que pensaban que habría llaveros gratis o marcadores de libros con la publicidad del negocio. O tal vez sólo esperaban canapés y champagne, alguna pequeña fiesta... Pues no, nada... No había nada de eso.

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Esperaba que me saludaran o que, al menos, me trataran con educación. Al fin y al cabo, era una cliente. Todo lo contrario, alguien me empujó y me dio un pisotón que me hizo saltar un ratito a la pata coja.

 

- ¡Tío Adrian! Creo que me rompiste una falange. Vaya pisotón...

 

No protesté más puesto que mi tío me abrazó con fuerza, demostrando que estaba muy contento de verme. Eso me alegró y le abracé con la misma fuerza emotiva, pues no la real. El tío Adrian era muy fuerte comparado conmigo. Le di un beso en la mejilla y después dejé de abrazarle, para poder hablarle con el mismo cariño que el me había dado.

 

- ¿Qué tal estás, tío? Hace mucho tiempo que no te veía. Pero no es culpa tuya - me apresuré a decirlo para que no tomara el comentario como una crítica hacia él. No tenía la culpa. - Llevo un año fuera del pueblo de Ottery y de Diagon, acabo de regresar al pueblo y vine a ver si hacen reparaciones... ¿Tú sigues viviendo por aquí? ¿En qué lugar trabajas? Yo he vuelto a Accidentes, necesito recuperar todo el dinero gastado en mi viaje que duró todo un año. Tuve muchos gastos..

 

Ahora, la voz de la tía Sagitas nos interrumpió. Parecía nerviosa, soltó que allá estábamos en reunión familiar. Me puse a reír porque tenía razón. Todos allí éramos familia. bueno, había dos personas mas que no lo eran. Pero éramos mayoría.

 

- No seas grosera, tía Sagitas. Venimos a verte y nos recibes con acritud. Te traigo mi varta porque tiene una grieta, ¿tiene arreglo o debo comprarme otra nueva?

 

Seguro que me mandaba comprar una nueva para ganar más dinero.

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Había mucho bullicio en la entrada del negocio y, al dirigirse Sagitas hacia allí para recibir a los recién llegados, el rostro de Anne se ensombreció. Aquella mujer no calmaría el jaleo: seguro que lo convertía en un auténtico maremágnum. Además, tanta gente... le costaría retomar la charla con su socia sobre aquellas cuestiones que la inquietaban.

 

Jessie no parecía del todo convencida de lo que quería, por lo que no respondió a la Gaunt y ésta pudo hacerle un gesto de disculpa para poder asomarse y ver quiénes eran las cotorras que parloteaban incesantemente en la puerta. Bueno, en la puerta no... ya estaban todos dentro.

 

No tardó mucho en comprobar que se trataban de conocidos de Sagitas, quizás familiares. Aquella idea se confirmó en su mente en cuanto escuchó la palabra "tía Sagitas". Tragó saliva: ¿serían todos como ella o los había en su familia... más tranquilos?

 

Decidió asegurarse de que todo estuviera en orden. Cruzó ambas manos en su regazo y se acercó hasta ellos con pasos lentos y medidos, como casi todos sus movimientos.

 

Bienvenidos todos a nuestra tienda. ¿Es una visita familiar o puedo ayudaros en algo? —los saludó con una fría sonrisa en los labios aunque ésta se congeló cuando clavó sus ojos grises en Sagitas. ¿La había oído decir "regalo"? Esperaba haber malinterpretado aquella palabra, o allí mismo sacaría su varita y armaría una batalla campal. Ya se sabía lo que decían de los Malfoy y su relación con el dinero...

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Al parecer Xell había vivido un año muy movidito. Me alegraba ver a la rubia tan motivada y de vuelta. Me había soltado todo tan rápido que casi no había pillado todas las preguntas que me había hecho, así que me dediqué a contestar por encima.

 

- No te preocupes, yo también he estado fuera mucho tiempo. Ya sabes, tengo muchos viajes programados y una familia muggle a la que atender.

 

Aquella información quizá era excesiva, nunca hablaba abiertamente de aquel tema, porque sabía que todavía en muchos lugares no estaban bien vistas las relaciones directas con muggles. Además, parecía que tenía hijos y algún compromiso amoroso, pero estaba bastante alejado de la verdad. Intenté disimular mi metedura de lengua y tras revisar de forma rápida las reacciones de alrededor, continué:

 

- Yo creo que todavía no estoy preparado para volver al caos de Accidentes. Estuve en Internacional una temporada, pero ahora quiero dedicarme plenamente al teatro-escuela, ¡os tenéis que pasar! Vamos a tener una función de una compañía de circo por primera vez.

 

Entonces reparé en la otra mujer que había en el local y que no parecía ser familiar. ¿Sería otra de las Warlocks? ¿Y Sagitas estaba diciendo algo de regalos?

 

- Pues yo la verdad es que he venido de casualidad. Al parecer la apertura de vuestro negocio está dando mucho de qué hablar --dije pensando en la conversación del Caldero Chorreante--. No sé si es una repercusión buena o mala, pero da que hablar y yo me he pasado por curiosidad. Mana --miré a la pelivioleta--, muchos ya sospechan que tienes algún trapicheo raro para poder mantener tantos negocios. --Hasta yo lo pensaba ya--. Pero bueno, ya que estoy aquí no me vendría nada mal una revisión de varita. --¿Qué demonios le pasaba a mi lengua, por qué hablaba tanto?--. Y si es regalado, aún mejor.

 

Sonreí mirando a las dos propietarias. Parecía una broma, sólo por el aspecto se notaba que no tenían nada que ver, por no hablar del aura tan diferente que desprendía cada una.

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Una chica salió a recibirnos y nos dio la bienvenida. Asombrada, miré a la tía Sagitas y le pregunté, muy bajo.

 

- ¿Quién es? ¿Es una socia?

 

Era raro. La tía no solía tener socios y ésta no era de la familia. Aunque yo llevaba un año fuera del pueblo y no conocía qué había hecho la tía Sagis en este tiempo. Si hasta era Warlock, esa noticia me había dejado muy sorprendida. Adrian también dijo que llevaba un tiempo fuera, así que él no podía ayudarme.

 

- Buenos días. No es una visita familiar. Yo soy cliente y tengo problemas con varita. O si es familiar ya que Sagitas es mi tía. Pero no sabía que ella era dueña.

 

¡Oh! El tío Adrian dijo que tenía una familia... ¿muggle? Me sentí excitada, tenía que conseguir que me explicara eso. Era muy curiosa. ¿Qué tipo de familia muggle? ¿Padres...? ¿Hermanos...? ¿Esposa e hijos...? Le dije que sí en bajito, que me pasaría por su local de negocios y solté una risita divertida. ¿Qué diría Sagitas cuando supiera que harían una representación de un circo en el teatro?

 

- Te quita el trabajo, tía - solté así, sin más. Pero dejé de reír. Adrian decía que el negocio daba que hablar. Las malas lenguas... Esas que critican a la tía por ser como es: MA RA VI LLO SA... - Pues será para hablar bien, por supuesto.

 

Era uan pregunta indirecta pues quería que nos contara más cosas. Aunque él también venía para una revisión de su varita.

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-- ¿Yo grosera? ¿Desde cuándo soy grosera yooooo...? -- sé que estaba dramatizando porque sí, había sido grosera con ellos pero era una grosería divertida. Si todos me conocían y sabían que no mataba una mosca. Bueno, tal vez le hiciera rabiar un poquito pero no, no mataría a una mosca. No era tan... mala... hum..., no, no lo era. -- ¿Cómo que tu varita tiene una grieta? ¿En qué líos te has metido últimamente?

 

Xell había desaparecido durante un tiempo del pueblo y había estado un período largo fuera, del que no conocía nada... ¿Qué habría hecho para astillar la varita? Eso sólo ocurría con enfrentamientos entre magia muy fuerte y... Ni pensar en qué o con quién se había enfrentado para astillar su varita. Suspiré, menos mal que sabía un poco del tema (no mucho, aquí la experta era Anne o Beltis) y seguramente podría repararla.

 

Sin embargo, no llegué a verla porque sentí la voz de Anne a mi lado y respingué. Casi había olvidado su presencia.

 

-- ¿Ya estás libre?

 

Mi pregunta se acopló a las respuestas de mis dos familiares, lo que me hizo sonreír. Xell repitió que venía a arreglar su varita y Adrian dijo que venía por los rumores, algo que me hizo fruncir el ceño. A veces, me cansaba de las habladurías de la gente del pueblo. Pero nunca hay mal que por bien no venga, el ser la comidilla de todos hacía que fuera conocida, algo que había favorecido que me eligieran guarlo en el Ministerio. Sonreí, divertida por mi último pensamiento.

 

-- Pues claro que trapicheo, querido Adrian. Yo soy dueña de medio Diagon sin que el Ministerio se entere. -- Me puse a reír pero me di cuenta que el rostro de Anne no era del todo feliz así que cesé mi jocosidad. -- Es broma, no supero el número de establecimientos requeridos. Que me mantengo dentro de las líneas de la Ley, Anne.

 

Suspiré. Nunca sabía cuándo una broma mía iba a ser bien o mal recibida.

 

-- Ella es Xell, mi sobrina por parte de Reena. Ha astillado su varita y tendremos que ver si merece la pena arreglarla o le vendemos un palo de madera para que aprenda a conservar las cosas. Él es mi hermano Adrian, también algo alejado de la familia últimamente. Ella es Anne, mi socia. Y somos cuatro, las otras dos aún no han llegado pero ya vendrán. Y claro que es gratis la revisión...

 

Mirada de reojo a Anne. Ya la pagaría yo de mi bolsillo si se enfadaba por ese motivo.

 

-- Adrian tiene un teatro lleno de gente que trabaja maravillosamente. Si le hacemos un buen trabajo, seguro que viene más gente a nuestra tienda. Es como... un Sin Cargo de Inversión futura...

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Entró como alma que se lleva el diablo, entre un soplo de aire caliente proveniente de las calles de Ottery y un revoltijo de gasa negra de su vestido. Cerró la puerta con un golpe seco y avanzó con una mano en el pecho hasta el mostrador. Respiraba agitadamente y tenía el rostro enrojecido. No parecía estar muy feliz.

 

- ¡Qué maldito calor! - dijo apenas con la garganta seca y la boca pastosa.

 

La ola de calor que azotaba Europa se había ensañado con Londres. Y tal vez para un londinense aquellas temperaturas fueran perfectas para un día de campo y picnic en el parque, pero para Beltis suponían agonía y horror. Elevó la varita antes de saludar a los clientes y acto seguido, unos copos de nieve comenzaron a caer desde unas esponjosas nubes grises que flotaban sobre sus cabezas. La nieve solo era un efecto para bajar la temperatura del local, que rozaba el infierno en ese instante (para ella, claramente). Poco a poco se acumularía sobre el mesón y las estanterías, para luego desaparecer.

 

- Buenos días - dijo al fin saludando a los clientes que atendía Sagitas.

 

Pasó detrás del mostrador e hizo un gesto reprobatorio al ver una varita astillada, tenía mala pinta ¿Se había sentado un troll sobre ella? ¿O se había topado con un sauce boxeador? Sin embargo, por mucha curiosidad que sintiera, iba a dejar que Sagitas se encargara de realizar la primera revisión, parecía cómoda con sus clientes. Sacó sus gafas del bolso y fue hacia Anne.

 

- Me he enterado de un cargamento de madera -miró por sobre su hombro y bajó la voz- que no podrá pasar por aduana. ¿Qué dices?

 

Muy rara vez algún despistado y poco profesional comerciante intentaba pasar objetos y materias primas peligrosas por la aduana, como si solo bastara con ocultar el cargamento en dobles fondos. Esta vez traían madera que no tenía permisos para entrar en el país, de árboles conocidos por sus propiedades mágicas, cosa que dificultaba aún más la obtención de la licencia de importación. Ellas podrían "ayudar" en el proceso. Si es que lograba convencer a Anne.

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Aún esperaba que Anne dijera alguna cosa sobre lo de "invertir" en una venta sin cargo cuando vi la entrada de Beltis. ¿Ahora...? ¡Demonios desdentados! Dos contra una no era nada apropiado en una pelea por si debíamos cobrar o no los servicios a Adrian. Así que simulé una sonrisa que intentara ocultar el miedo a que mis dos socias me pelaran por regalar cositas del negocio y le di la bienvenida.

 

-- Buenos días, Beltis, sí, mucho calor, sí... Eso... Sí, calor.

 

¿Por qué iba tan elegante? Yo siempre iba cómoda pero, a su lado, siempre parecía un payaso. Bueno, payasa, a mucha honra. Aunque un poco de envidia por el porte de mis socias... Sonreí y me apreté los labios en un gesto necesario para evitar que leyeran lo que había pasado mi mente. A ver quién acababa copiando las costumbres del otro, si ellas me hacían vestir elegante o yo conseguía que ellas calzaran bambas y tejanos desgastados y con rotos en las rodillas.

 

-- ¡Anda, qué buen hechizo! La nieve mola...

 

No tanto... Estaba dejando caer copitos en el suelo que se desintegraban y quedaban gotitas de agua, que a la vez se evaporaban enseguida y dejaban una marquita. Pronto parecería que no habíamos limpiado antes de inaugurar. Aún así, no le dije nada. Beltis es... Beltis, impone sólo con su presencia y es difícil decirle que no a nada. Si ella quería hacer nevar, que nevara; ya jugaríamos a hacer figuritas de ángeles en la nevada. Se fue hacia Anne y se puso a hablar por lo bajo.

 

Aunque quise oír, como que no... Teniendo a Xell y a Adrian al lado, charlando, no pillé ni una palabra.

 

-- Esta bien, Xell, a ver, dime de qué madera es tu varita, a ver si encuentro un remiendo. Creo que tenemos palitos de diferentes maderas y puedo ponerte un apaño para cubrir la grieta. Espero que la magia no se escape y no rompas nada mientras la usas. Si no sirve el remiendo, tendrás que comprarte otra.

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Mostré una amplia sonrisa a Anne cuando mi hermana justificó mi revisión gratis como una inversión. En verdad tenía razón, iba a recomendar a todo el mundo que fuera al teatro aquel establecimiento de varitas me cobraran o no me cobraran, pero aquello era mejor no decirlo. De hecho, se me había ocurrido una idea maravillosa.

 

- Y además --dije intentando completar las palabras de mi hermana--, se me ocurre que "Las Herederas de Violetta Beauvais" podríais ser la primera patrocinadora del teatro. Os daría publicidad e incluso podríais dejar tarjetas de visita en el mostrador de recepción. No os cobraría nada a cambio de que todos los empleados, estudiantes y afiliados del Ars & Vita tengan descuentos en vuestro negocio.

 

Hinché inconscientemente mi pecho; me sentía todo un empresario, aunque en verdad tenía poco de ello. Lo que sí tenía era mucho morro y mucha labia. La propuesta se vió interrumpida por la llegada de una figura imponente de blancos cabellos cortos. El halo que desprendía era indudablemente de poder, y no sólo externamente: su forma de mirar era de alguien muy influyente. Otra Warlock, sin duda, y por ende, colaboradora del negocio. Todas aquellas impresiones me fueron confirmadas por la reacción de Sagitas. ¿Se había puesto nerviosa? No lo creía, ella era muy desenvuelta y jamás se amedrentaba. Pero claro, aquella mujer dejaba tan claro su estatus a su paso que era imposible no sentirse alejado.

 

- Nieve, qué maravilla.

 

Hacía un calor horrible aquella tarde, eso era cierto, y adoraba sentir los copos caer por todas partes y rozarme la piel. Espera, ¿aquello estaba controlado no? La humedad no era buena para la madera. Bueno, quién era yo para cuestionar a una Warlock. La mujer de esbelta figura y cabellos cortos, Beltis (Beltis, Beltis, aquel nombre seguro que lo había visto más de una vez), se apartó con Anne para discutir algo, seguramente en referencia a su nueva empresa. Miré a Sagitas, que hablaba a Xell. Hasta entonces no me había dado cuenta de que mi mirada había permanecido atenta a cada movimiento efectuado por la recién ingresada.

 

- ¿Crees que les parecerá buena idea? Anne no ha dicho nada, aunque bueno, tampoco le ha dado tiempo... --le pregunté a la pelivioleta en un susurro, volviendo a postrar mi atención sobre las dos mujeres que hablaban junto a la puerta de la trastienda.

 

La idea de que cuatro Warlocks como aquellas fueran patrocinadoras del Ars & Vita se me antojaba muy, pero que muy seductoramente ambiciosa. Lo que seguía sin entender era cómo la pelivioleta había entrado en aquel grupo.

 

- Mana, ¿no te sientes rara compartiendo cargo con esa gente tan... --¿Cuál era la palabra exacta? ¿Estirada? ¿Seria? ¿Profesional? No, eso no, Sagitas era muy profesional; pero en el circo-- ...poco payasa?

 

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Aunque la tía empezó en plan broma diciendo que no era grosera, en un tono dramático que bien parecía una actriz de las que necesitaría el tío Adrian para su teatro, cambió en seguida el rostro hacia la preocupación, preguntándome por la grieta de la varita. Me encogí levemente de hombros para no confesar mis travesuras con incidencias graves que habían provocado que un trozo de madera cediera a la presión de la magia poderosa.No podía confesarlas así que miré hacia otro lado. Sagis habló con la otra mujer y respondió al tío Adrian, por lo que me libré de contestar.

 

Solté una risita cuando ella dijo que se mantenía dentro de la Ley y llamaba Anne a la socia. Me sorprendió que dijera que eran cuatro socias, algo muy anormal en ella.

 

- ¿También son Warlocks, tiita? ¿También es gratis el arreglo de mi varita? - Intenté aprovecharme de sus palabras. Yo no tenía un teatro como el negocio del tío Adrian...

 

La voz de una mujer a mis espaldas hizo que me sobresaltara. De porte elegante, parecía alguien de poder, de carácter. La nieve caía a su alrededor y nos saludó. Le contesté con educación:

 

- Buenos días.

 

Fue un escueto saludo, nos dejó al pasar y dirigirse hacia la otra socia de la tía Sagitas y empezaron a cuchichear. Sagitas parecía divertida con el hechizo de la nieve y su expresión me hizo sonreír de nuevo. Después me puse triste con su pregunta, totalmente necesaria.

 

- Mi varita es de madera de palisandro, muy difícil de encontrar. Es una madera noble. Tiene un color pardo muy lindo con pequeñas vetas oscuras, además de ser muy resistentes, aunque no pudo con un... hechizo. - No quería dar pistas, sobre todo porque estaba allá aquella mujer que parecía poderosa. ¿Quién sería? - Canalizan muy bien la magia y... Qué te diré que no sepas ya, ¿verdad, tiita? No quisiera comprarme otra. Ésta es la que me compraron mis padres biológicos y fue su regalo de cumpleaños que...

 

Me dieron ganas de llorar; quería que la tiita entendiera porqué era tan importante para mí conservarla.

 

- Los mataron unos mortífagos y me llegó después, tras su muerte, envuelta en una cinta rosada. ¡Por favor, Sagis! Di que puedes arreglarla.

 

No sé si me escuchó. Su hermano Adrian le estaba susurrando algo.

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