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La Torre del Dragón


Adrian Wild
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Resultado del dado: 2

 

 

Lo que coronaba la última puerta eran runas. Y la interpretación que extraje de su combinación no me gustó nada. Todo apuntaba a una sala de una gran peligrosidad, puede que incluso mortal. Aunque las otras también podían haberlo sido, de no resolver adecuadamente los acertijos de sus puertas. Me volví consciente de mi respiración, tratando de descifrar mi estado físico y mental. Estaba todo bajo control; sabía que podría con cualquier cosa que me encontrase al otro lado.

 

Mis alarmas saltaron cuando descubrí con bastante celeridad el sistema de apertura de aquella oscura puerta de mármol. No podía haber sido tan sencillo como desear con toda mi voluntad que se abriera. Pero así fue. Mantuve mi varita en ristre, abriendo bien mis ojos para observar cualquier movimiento dentro de la estancia, pero estos se toparon con una densa oscuridad. Avancé sigiloso hasta el marco de la puerta completamente abierta, donde volví a pararme. Revisé mis espaldas y, una vez hube comprobado que nada subía por las escaleras, volví a fijar la vista al frente, tratando de apreciar algo. Agudicé el oído. Podía escuchar una especie de aire circulando por la habitación, como... Una respiración.

 

Lumos —murmuré instintivamente al notar movimiento.

 

Al principio casi no pude diferenciar más que el reflejo de la luz de mi varita en una superficie tan blanca como la nieve, pero enseguida me di cuenta de que apuntaba directamente a un enorme iris multicolor. La criatura parpadeó, molesta por la luz que parecía haberla despertado de su sueño y pronto se alzó en aquel espacio que, a juzgar por la torpeza de movimientos de aquel animal, no debía ser mucho más grande que él.

 

Pues no, no es una broma.

 

El dragón, cuyas escamas brillaron a la luz de unas esferas que aparecieron, levitando por toda la sala, gruñó sin perderme de vista. Aparentemente no iba a iniciar ningún tipo de ataque, pero no podía esperar a que lo hiciera. Sin embargo, aproveché aquel momento de tregua para mirar por todos los rincones visibles de la sala, en busca de más posibles páginas o de alguna posible distracción para la criatura. No vi nada de aquello, aunque el voluminoso cuerpo del dragón tampoco permitía demasiado espacio para la vista.

 

Avis —conjuré apuntando con mi varita hacia una esquina del techo.

 

Los pequeños pajarillos salieron despedidos hacia allí, atravesando el campo de esferas luminosas, pero su vuelo no duró mucho. Una fuerte llamarada escarlata los atrapó y cayeron sobre el espacio que mi cuerpo había dejado vacío para meterse entre las patas del tremendo animal, aprovechando el despiste. Con aquel rápido desplazamiento había logrado ver un cuarto más de la habitación, pero también me acarreó un buen rasguño propinado con una de sus zarpas. Me alejé de sus patas traseras y apunté al suelo debajo de cada una de ellas para hundirlo con un par de "Deprimo". Conseguí que cada pata se colara en el hueco formado en el suelo de la habitación, limitando así sus movimientos.

 

Tuve que agacharme al ver que de sus fauces volvía a salir una gran llamarada que caldeó el ambiente y, por mi falta de rapidez y la falta de espacio, quemó parte de mi brazo anteriormente rasguñado. Apreté los dientes conteniendo el grito y rodeé al Opaleye de las Antípodas, poniéndome a su espalda. Casi no podía girarse a mirarme, con su cuerpo apoyado sobre el suelo y sus patas aprisionadas en los agujeros.

 

¡Aquí no hay nada! —chillé al comprobar que el resto de la sala estaba vacía.

 

Pero entonces, ¿qué protegía aquel dragón? ¿Acaso había fallado al abrir la última puerta? Fuera como fuese, tenía que salir de allí sin ser completamente chamuscado. Aproveché para aplicarme un rápido "Episkey" en aquel momento en el que el dragón intentaba desatorarse con enérgicos impulsos, ya que no podía extender casi sus alas en tan reducido espacio para poder volar. La quemadura me rabiaba, pero en cuanto escapara de allí podría tomarme el Remedio para Quemaduras que tenía en mi monedero de piel de Moke. Debía actuar rápido y con seguridad. Miré la luz que alumbraba el marco de la puerta abierta y luego, al hocico del dragón que gruñía, luchaba por girarse y lanzaba llamaradas al techo, explotando algunas de las esferas de luz.

 

Esperé a que girase la cabeza de nuevo hacia mí y, antes de que pudiera mostrar sus temibles dientes, grité:

 

¡Incárcerus!

 

Tres robustas cuerdas se amarraron alrededor de su hocico, momento en el que corrí de nuevo por debajo de sus patas delanteras y salí sin mirar atrás de la habitación.

 

Glisseo —conjuré apuntando a la escalera.

 

Los escalones se alisaron, pasando a formar una rampa en caracol por la que me deslicé hasta toparme de nuevo con la puerta de entrada a la torre. La torre de aquel Opaleye de las Antípodas. Chasqueé mi lengua tras beber un trago del Remedio para las Quemaduras y salí de nuevo a cobijarme en la torrencial tormenta de fuera. Sí, cobijarme. La oscuridad de la noche y aquella lluvia intensa eran mucho más seguras que el interior de la torre.

 

Maldición Adrian... —me reproché—. Ya les puede bastar con tres páginas recuperadas.

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✤ Viajero de la noche ✤

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Capturas dados:

 

Primer piso sin problema: 1

Segundo piso sin problema: 1

Tercer piso sin problema: 1

Desafío: 2

Recompensas: 8

 

 

Recompensas:

 

Por cada página del libro de Albus Dumbledore:

  • Primer piso superado y encontrada la página: 500 G.
  • Segundo piso superado y encontrada la página: 500 G.
  • Tercer piso superado y encontrada la página: 500 G.
Por vencer al Gran Drakan: 500 G + 1000 G (según resultado del dado).

 

Total galeones: 3000 G

 

1 punto en Mazmorras

Editado por Niko Uzumaki

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