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Cuidado de Criaturas Mágicas + Encantamientos


Sagitas E. Potter Blue
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Aquel paisaje de otoño era tan especial que mantuve la respiración ante la visión del lago y de los árboles. Aquel lugar del Bosque era maravilloso, me producía mucho respeto estar allá para hacer las clases que me habían asignado y, a la vez, me sentía muy bien contemplando aquellos colores de la Madre Naturaleza, que tantos secretos escondía entre ellos. Allá había todo un habitat de fauna y flora que quería mostrarles a mis dos alumnas de "Cuidados de Criaturas Muggles", @@Mica Gryffindor y @@Juv Macnair Hasani. En aquel lugar mágico, desarrollaríamos una práctica que animaría a las chicas a amar como yo amaba a aquellos animales mágicos y, ¡quién sabe!, tal vez podría hacer de ellas unas magizoólogas famosas como yo. En aquel lugar no sería la Ministra de Magia sino la experta cuidadora de las criaturas mágicas que halláramos.

 

A su vez, aprovecharía para enseñar algunos "Encantamientos" a @@David James Dumbledore, seguro que los tres alumnos podríamos aprovechar muy bien aquellas vistas. Esperaba que no tardaran en llegar, pues les había mandado unos pergaminos-traslador mediante lechuzas a sus domicilios habituales. Y esperaba que se portaran bien con los animalitos. Si algo odiaba es que alguien hiciera sufrir a las criaturas, despertaban mi mal humor cuando alguna de ellas era maltratada injustificadamente.

 

Miré el agua tranquila, bajo la que circulaban criaturas maravillosas que, en cierta manera me daban envidia. Me entraban ganas de sumergirme con ellas.

 

 

De: Profesora suplente de "Cuidamos Criaturas Mágicas" y "Encantamiento"

Alumnos: Mica Gryffindor - Juv Macnair Hasani - David James Dumbledore

Texto:

A las muchachas: en cuanto estéis listas, murmurar que deseáis acudir al punto de encuentro y este pergamino os llevará a un lugar maravilloso poblado de criaturas. Antes de saludarme deberéis, al menos, identificar a dos criaturas en los alrededores. Al alumno de Encantamientos, deberá traer algún objeto de cerámica que no tema perder durante la clase.

En cuanto a la ropa, aquí hay mucha humedad. Y no vendrían mal unas botas de agua. Y paciencia, traer mucha paciencia. Muchos de los animales hay que contemplarlos desde el silencio.

Saludos,

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Las criaturas se estaban volviendo una fascinación para la Nigromante, al tener cuatro hermosos dragones que de un momento a otro, se volvieron sus posesiones más amadas y valiosas. El huevo de dragón que le encomendará James, iría con ella a la clase, no podía dejarlo solo y menos descuidado. Acomodando algunas cosas dentro de una mochila, improvisaba con una chamarra una cuna para el pequeño, dejándolo dentro de un sitio cálido que le ayudaría a soportar el viaje. Metiendo además un libro que hablaba de las diversas criaturas mágicas que habitaban dentro de los bosques de Londres, varias de ellas vivían libres y sin el temor de verse atacadas por algún mago o muggle que buscará hacerse con su piel o algún elemento que les permitiera crear pociones o hechizos.


— Vamos, pequeño—dejando una ligera caricia sobre el cascaron esperaba transmitirle todo el amor que el despertaba en ella. Calzándose unas botas para la lluvia, no echaba en saco roto las recomendaciones de su profesora. Además de eso se puso unos cómodos pants y una remera corta— Creo que con esto bastará—alargando la mano tomaba un impermeable. Era mejor prevenir que lamentar, atando su dorada cabellera en una coleta alta, dejando de ese modo su marmóreo rostro descubierto. Era mejor tener la visión libre y no tropezar con las rocas que pudieran estar sueltas en el bosque.


— Estoy lista, no me he olvidado nada—siseó sintiendo como algo le jalaba hacia el centro de su habitación en la torre negra. Colgándose la mochila al hombro, desapareció tras escuchar a lo lejos el rugido de su dragón Kreston. Lamentaba no poder llevarle con ella, pero sabía que esa clase la dotaría de los conocimientos necesarios para poder manejarse mejor ante ellos y no errar a la hora de convivir con esas criaturas tan maravillosas e imponentes.


— Lo siento, pero no podes venir—Kreston miraba como desaparecía la rubia rumbo al punto de encuentro con la profesora Sagitas. Admirando todo lo que le rodeaba, aquel paisaje, le recordó sin dudas un sitio que visitará hace poco tiempo junto a su novio, James. Aunque ellos no fueron a un bosque como tal, podría definirse como el encuentro entre dos mundos que necesitaban afianzar la unión que les fue diseñada desde tiempos inmemoriales. Delante de ella a pocos pasos estaba un hipogrifo, alimentándose tranquilamente—Buen provecho—siseó continuando con su andar. Sintiendo el viento agitar su dorada cabellera, abrazaba la mochila para darle un poco de calor a su acompañante.


Quedándose con la boca abierta ante un Thestral, pocos eran capaces de verlos. Pero ella, al presenciar la muerte de su hermano, adquirió dicha capacidad— Imponente y hermoso—asintió continuando con su andar. Estaba segura de que dentro de poco se reuniría con sus compañeros de clase, no cabía la menor duda de que el destino se encargaba de que James y ella coincidieran en algunas clases—Esto ya no es casualidad, no claro que no lo es—acariciaba con parsimonia el anillo que le obsequiará en San Valentín, no se lo había quitado desde que se lo diera en la fiesta de las Togas. Le llevaba con ella en todo momento y eso le hacía sentirse mejor que bien en muchos aspectos de su vida, además de que le recordaba que el le acompañaba siempre.


Ladeando la cabeza se despabilaba un poco— Macnair—se presentó ante la profesora, asombrándose de ser la primera que llegaba a la clase. Eso de la puntualidad, le estaba pegando de lo mejor y ahora salía mucho tiempo antes, para evitar retrasos innecesarios.

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Fabricante de Mentiras. Aquel local había sido su hogar durante las últimas semanas, a pesar de que todo mundo creía que había regresado a su mansión habitual. No era así, eso no sucedería. Habían sido días difíciles, no solo adaptando el local para poder cumplir de a poco con la función que había desempeñado allí su hermano, sino también intentando conocer a su nuevo socio, el cual era bastante poco permeable a los demás. A pesar de ello, no se quejaba de nada, al menos tenía un sitio al cual volver.


Estaba intentando poner en orden la fachada que daba exterior, cuando notó unos golpecitos en la anticuada vitrina. Se acercó, lista para regañar a algún niño travieso, cuando notó que se trataba de una bonita lechuza. Sorprendida, abrió la puerta. Llevaba tiempo sin recibir una de esas. La dejó entrar y, tras hacerle unas caricias en la parte superior de su cabeza, le quitó el pergamino que traía con ella. Luego la vio marcharse, majestuosa y ágil, dejando atrás los lindes del callejón Knockturn.


Se sentó en el piso para leer el mensaje, no tenía tiempo que perder. Si se trataba de algún papel importante Mael podría llegar a esconderle la información, tenía que aprovechar el momento para ser quien leyera por primera vez… sus pensamientos se interrumpieron al notar que el mensaje provenía de una de sus clases. Sonrió tranquilamente ante sus propias ideas conspirativas, lo cierto era que su nuevo socio la tenía en vilo, intentaba confiar en él y, al mismo tiempo, no quería ser engañada.


Sonrió al leer la nota recibida fue hasta el fondo del local, segura de que allí encontraría al menos botas de lluvia. Encontró no solo eso, sino un equipo de agua completo, pero el color amarillo no sería lo más apropiado para no llamar la atención ¿o sí? Decidió quedarse solo con las botas, y vistió con ellas unos pantalones de mezclilla negros y una blusa verde musgo. Recogió su castaño cabello, como pudo, en un rodete que dejaría su rostro y cuello descubiertos.


Estaba lista, siempre lo estaba para una nueva clase, así que expresó al pergamino que quería acudir al punto de encuentro, y éste tomó un tono azulado y resplandeciente. Tomó el recién activado traslador y se desplazó hacia donde éste la transportaría. Torpemente, cayó al suelo apenas llegada al lugar, de cara a un arbusto amarronado. No pudo evitar detectar una babosa moviéndose por la misma. No quiso arriesgarse a tocarla, pues supuso que podría tratarse de una babosa carnívora.


Los colores invernales fueron atrajeron la atención de sus verdes ojos, los cuales parecieron intentar grabar los bellos detalles en su mente. Era un sitio bonito que, seguramente, estaría lleno de criaturas que observar. Se puso de pie, con la certeza de que la mitad se su tarea podría darse por cumplida. ¿Dónde encontraría a su profesora? Empezó a avanzar por entre la infinidad de plantas, arbustos y árboles, todos ellos teñidos de los tonos de marrón de los más variados.


Al observar con mayor detenimiento un árbol, notó que unas “ramitas” parecían moverse como si tuviesen vida propia. Esa criatura sí la reconocía, se trataba de un Bowtruckle. Sonrió al sentir cumplido su deber y buscó el sitio en que la clase se desarrollaría. Divisó entonces a Juve y Sagitas a unos metros, no era raro encontrarse ya con Juve en varias de sus clases, ni con ella ni con su pareja.


-Hola, soy Mica Gryffindor -saludó alegremente a ambas, no estaba segura de que la Ministra la recordara, había pasado muchísimo tiempo desde la última vez que la había visto, muchísimo tiempo y muchísimos sucesos, a decir verdad.

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¿Esto es todo? ¡Perfecto! —respondió a su elfo doméstico mientras cerraba el saco y se lo colgaba a la espalda. Gracias al pergamino-traslador que había recibido, llegar al lugar donde se llevaría a cabo la clase fue sencillo y rápido.

 

Se había preparado perfectamente para la ocasión siguiendo las instrucciones de vestimenta que la profesora había indicado. Llevaba unas botas de agua, el resto del vestuario que llevaba era cómodo. Últimamente estaba optando por usar las ropas más cómodas que tenía para acudir a la clases. En cuanto al calzado, hubiese sido sencillo hacer alguna clase de hechizo que le ayudase a que el agua no le entrase los pies, pero si había que llevar botas de agua... las llevaba.

 

Era demasiado curioso compartir profesora con las alumnas de Cuidado de Criaturas Mágicas. El mortífago estuvo a punto de anotarse a esa clase, pero por falta de tiempo decidió únicamente anotarse a una: Encantamientos. Sin embargo, era muy posible que una de las próximas clases a las que se anotase fuese CCM, por eso, no dejaría pasar la oportunidad de atender cuando la profesora les hablase de criaturas. Eso que podría tener aprendido para los próximos meses.

 

Era el último en llegar, aquello era un déjà vú. ¿Cuántas eran las clases que había compartido con alguna de las dos mujeres? Posiblemente más de tres. Entre libros de hechizos y otros conocimientos, las había visto demasiado. Por fortuna, una de ellas era su pareja así que se alegraba siempre que la veía y la otra, bueno, no la conocía demasiado pero era una Gryffindor. Al mago siempre le había gustado todo lo relacionado con Gryffindor y Godric Gryffindor.

 

Estaba preparado para aprender nuevas cosas sobre la magia. Aprender encantamientos sería positivo para seguir haciéndose cada vez más poderoso, más allá de que saber de encantamientos seguramente fuese muy útil para su día a día. Estaba con ganas de ver qué hechizos podría descubrir, aunque no podía negar que le había sorprendido tener que llevar algún objeto de cerámica. Cualquiera que lo viese a primera vista pensaría que lo hubiese olvidado, pero no...

 

Llegó a la posición de las mujeres y las saludó con una breve sonrisa.

 

¡Ya estoy aquí! —exclamó sabiendo que era el último. Dejó en el suelo el saco que había llevado hasta ese momento colgado en su espalda, fue un alivio hacerlo porque la realidad era que pesaba bastante. El saco llevaba un montón de cerámica, toda la que su elfo doméstico había encontrado por el Casillo de su familia. Ninguna de todas esas piezas era suya así que le daría igual perderlo todo.

 

 

 

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No me hicieron esperar; más bien, lo contrario. Entusiasmada por la presencia de un Kappa en el borde del río, no sentí llegar a mi compañera y amiga Juve hasta que pronunció su nombre. El animal gruñó, sintiéndose observado, y se hundió en el agua, casi sin dejar ondas en ella.

 

-- Sshhhh, Juv -- le dije, flojito pero con un tono alegre, al verla a mi lado. -- Esta zona está llena de animales que son muy cautos y, peor aún, son muy feroces. Bienvenida... Dime... ¿Qué animales has visto al llegar?

 

Esa era una pregunta que quería conocer porque iba a influir mucho en cómo continuaría la clase. La voz de la otra alumna sonó aún más fuerte y me encogí un poco de hombros. A lo lejos, una rámora se sumergía y sólo su cola plateada se dejó ver durante un breve instante.

 

-- ¡Ay, hola, Mica! -- Sabía quién era pero no sabía qué pensaba de mí, de aquella mujer que una vez era una payasa de risa estridente y ahora era una Ministra distante. Sin embargo, en aquella clase, iba a disfrutar de la locuacidad de sentirme lejos de la gente y del protocolo. -- Intenta que tus pasos sean silenciosos. Como lo decía a tu compañera de clase, Juv Macnair, aquí hay multitud de criaturas a las que les gustaría cambiar un poco su menú hoy. A ti también te haré la pregunta. ¿Has visto algún animal que hayas podido identificar?

 

Por tercera vez fui interrumpida, aunque esta vez ya no me pilló de sorpresa. Al ver llegar a David, noté que traía algo en su mochila que hacía cierto ruido que resonaba en aquel lugar como si fueran tambores, o al menos eso me parecía a mí, acostumbrada a gozar del silencio de aquella zona tan tranquila.

 

-- Hola, David -- susurré su nombre porque no quería que siguiera hablando en voz tan alta con las chicas y se asustara algún animal más. -- ¿Has traído algún cuenco de cerámica que no te sirva?

 

Sí, iba directa al grano. En realidad, me sentía culpable por no haber acudido antes a la clase y haber perdido el tiempo procrastinando con las criaturas marinas en vez de enseñarles algo a mis alumnos.

 

-- Te voy a enseñar a hacer cosas simples en un principio para saber si dominas el uso de la varita y la pronunciación. Es primordial eso, así que te aviso que nunca podrás hacer buenos encantamientos si mascas chicle o te pones a comer en la clase. Prácticamente todo hechizo es un encantamiento, siempre que no implique una transformación de materia. Y estoy segura que dominas muchísimos hechizos. Sin embargo, quiero que compruebes la magnitud de poder que genera una buena dicción y un buen movimiento de muñeca. Así que haremos algo tan sencillo como levantar un cuenco con un Wingardium Leviosa con un dedo sobre la lengua y después con la boca libre.

 

 

De reojo, vi cierto movimiento que me hizo dejar de lado el intento de mi alumno para ver qué sucedía. En un árbol, por detrás de las muchachas, un Clabbert intentaba robar algo de la mochila de Juve. Fruncí el ceño y levanté la mano para que ninguna de ellas se moviera. Susurré:

 

-- ¿Qué tienen ahí dentro que le atraiga, Juve? Debe de ser algo preciado para que este animalito se arriesgue a querer cogerlo. ¿Sabéis identificarlo? Sin hacerle daño, nada de varitas ni de.... ¡Eh, ladrón! Espera... ¿Es que traes huevos a clase? ¿Qué era eso? -- pregunté, algo enfadada al ver que el Clabbert se escondía de nuevo entre los árboles con algo en la mano.

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El estar dentro de un sitio como ese, le devolvía un poco de paz a sus días plagados de estrés. Era común verla ajetreada dentro del mundo mágico, pero nunca como en aquella ocasión, donde no le quedaba tiempo, ni para poder respirar. Le agradaba tener a Sagitas como profesora, trayendo a su mente el recuerdo de su duelo dentro de la gala de San Valentin. Esos momentos eran los que atesoraba como nada en el mundo, viviendo cada uno de ellos de forma intensa y desenfrenada.


— Un placer volver a verte—le saludaba con una ligera reverencia—Tuve la buena suerte de toparme con un Hipogrifo y un Thestral. El primero estaba comiendo y decidí observarlo sin hacer ruido y el segundo paseaba sin molestar a nadie. Son las dos criaturas que me crucé en el camino, pensé que me tocaría algo mucho más peligroso o que quisiera atacarme—sonrió al notar que Mica y ella, casi llegaron al mismo tiempo. El proteger a ese pequeño huevo de dragón, no era más que un acto de amor y atención para con el pequeño. Aunque eso se le estaba comenzando a complicar gracias a la aparición de un Clabbert.


— Es mío por un tiempo indefinido, aunque la posesión del pequeño está compartida con otra persona aquí presente—señalaba al recién llegado— Me ofrecí a cuidarlo porque me encantan los dragones y es la primera vez que tengo un huevo de esa especie a mi cuidado—explicó notando como el ladrón tenía el huevo en sus manos— No pienso atacarlo, pero tampoco dejar que arañe o rompa el cascarón—intentando controlar sus impulsos. Sabía de lo que era capaz y por el pequeño que habitaba dentro de ese huevo, no se lo pensaría dos veces.


— No lo he dejado solo desde que me lo han entregado, no es sensato dejar cosas como estás al alcance de personas descuidadas o criaturas traviesas—tocando con la yema de sus dedos la empuñadura de su varita, deseaba no sentir esas ansias por sacarla y atacar al atrevido malhechor— Acataré lo que indiques, pero que no se atreva a dañar a ese dragón o se las verá conmigo—respirando un poco más tranquila. Sentía la mirada de Sagitas sobre ella, sabía lo que hacía a la hora de manejarse con esa clase de seres, pero ella era otro cantar sin duda alguna. Jamás se contenía a la hora de defender lo que era su propiedad, siempre se dejaba llevar por esa vena protectora que afloraba en momentos como esos.


— Lo siento, no puedo controlar lo que he sido siempre. Tú sabes a lo que me refiero—indicó recordando sus batallas de antaño. Jamás la considero una verdadera enemiga, simplemente la veía como una mujer por la cuál sentía un profundo respeto y afecto. La idea de tenerle dentro de las filas tenebrosa, no hizo más que ensalzar sus ganas por enfrentarse a ella y ver de lo que eran capaces dentro del campo de batalla. Ahora volcaría su atención en aprender como cuidar a las criaturas mágicas, ya que tenía que dedicarles demasiado tiempo a sus seis dragones.


Dándose a la tarea de darles una estadía por demás comoda dentro de los dominios de la Fortaleza Oscura, alimentándolos con grandes cantidades de comida y una que otra victima que cayera en manos de la Nigromante—Me asalta una duda, ¿Cuáles son los cuidados adecuados que deben tener los dragones?, la especie influye en que estos puedan ser diferentes o se aplican por igual a todos ellos—su duda era razonable. Recordando a esos seis demonios que pululaban a sus anchas dentro de la Torre Negra. Su fascinación por ellos iba en aumento y quizás continuaría por el resto de su inmortalidad.



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La sorprendió un poco el tono del saludo de la Ministra. Era claro que la recordaba, ella también lo hacía, pero de tiempos tan distintos. Por un segundo la observó, anhelando aquellos momentos en que eran compañeras de bando y trabajaban codo a codo. Siempre había sido una persona divertida, admiraba eso. Casi no podía creer que se tratara de la misma persona que había dictado aquel cruel Edicto. ¿Un maleficio imperius? Tal vez podía ser, pero el enojo era tal que no había intentado llegar al fondo de aquel asunto.


Las palabras de la bruja de cabello violeta la hicieron regresar de aquel rincón de su mente en que todo ese hilo de pensamientos se desarrollaba. Asintió tranquilamente y procuró acercarse en la forma más silenciosa que le fue posible.


-¡Ajá! Vi una babosa carnívora y un bowtruckle. -comentó tras su compañera, quien había visto criaturas más grandes. Era evidente que el sitio guardaba muchas sorpresas.


Entonces llegó al lugar David, al que reconocía ya de varias clases y asociaba en forma directa con Juve, ya que según sabía eran pareja. Le resultaba agradable compartir clase con ambos, siempre se mostraban cordiales y atentos ante lo que los profesores les dieran como encargo.


Fue entonces cuando la profesora advirtió un animal intentando robar algo de la mochila de Juve, aparentemente con cierto éxito. Les preguntó si lo identificaban y tuvo que pensar un momento. Se trataba de una criatura de aspecto extraño, mezcla entre un mono y una especie de lagarto con una protuberancia en la cabeza.


-Es un ¿Clabbert? -aventuró, había leído de aquellas criaturas pero no había nunca visto una tan de cerca. ¿Acaso había logrado tomar algo de la mochila? ¿Sería algo importante?


Entonces su compañera contó que traía con ella un huevo de dragón, lo cual le resultó fascinante, aunque algo arriesgado. No sabían qué encontrarían en el camino en una clase como esa, no llevaría algo tan valioso nunca con ella. Pero no era quién para decirle algo al respecto, pues había una profesora que se encargaría de hacerle devolución, ya sea para bien o mal.


La Gryffindor prestó especial atención a la charla respecto a dragones, poco tiempo atrás había adquirido uno, pero el mismo estaba en la reserva así que no había experimentado sus cuidados de cerca. Llevó la mirada hacia arriba unos instantes mientras las brujas charlaban, notando aves de plumaje muy colorido revoloteando y posándose en las ramas de lo que parecía un árbol frutal.


-¿Qué son? -nunca había visto aves con tal belleza, necesitó preguntar.

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Recogí con atención los datos de mis alumnas sobre los animales que habían visto, un hipogrifo y un thestral por Juve y una babosa carnívora y un bowtruckle por parte de Mica. Supongo que debería haberme dado cuenta de lo diferente de nuestras percepciones pues cada una había visto animales de diferentes medios, de Tierra, de Mar y de Aire. Las tres éramos especiales y teníamos nuestra atención en seres diferentes, lo que podía hacer muy interesante la clase.

 

Pero no me dio tiempo de pensar sobre eso. Mi atención iba dirigida hacia el clabbert, como bien había descubierto Mica, y a la mirada de Juve. Mi compañera parecía deseosa de usar la varita para recuperar su huevo de dragón. ¡POR LA DIOSA MADRE TIERRA! ¡Un huevo de dragón!

 

-- ¿De qué tipo de dragón? -- Le pregunté, sin darme cuenta, muy interesada en saber si yo tendría uno de esos ejemplares en el Circo. -- Quiero decir, perdón... El clabber es un cruce entre mono y rana, así que se le da muy bien escaparse por las ramas de forma tan rápida que ni lo veremos huir, además que tienen gran capacidad para moverse por el agua y se nos escaparía de nuestras manos. Pero no estoy segura que fuera tan ágil para huir de las criaturas marinas que pueden merendárselo mucho más rápido aún. A él y al huevo, así que... Cambiamos el rumbo de la clase. Ahora el objetivo será salvar al huevo en primer orden, salvar al clabbert en segundo y procurar que ningún otro animal se veo implicado. Por cada uno que se una a la persecución, nuestra probabilidad de salir con vida va disminuyendo.

 

Suspiré, yo esperaba un día ameno y lo que menos quería era verme implicada en la "desaparición" de algunos alumnos y baja en los especímenes a estudiar, así que tendría que dejar claras las inquietudes de las chicas (y de David, si se atrevía a hacer buenos encantamientos para ayudarnos) antes de que todo acabara mal.

 

-- El Clabber suele comer animales pequeños como lagartos y pájaros pero no suele comer huevos. Aunque puede romperlos. Los dientes son afilados pero dudo que puedan romper la cáscara, sus cuernecillos son demasiado cortos para romperlos, pero se le puede caer al suelo y no sé si eso podrían resistirlo. Así, creo que esto es lo que vamos a hacer...

 

Me moví de forma muy lenta mientras el animal nos contemplaba con esa sonrisa tan amplia que en realidad era más truculenta que agradable.

 

-- Los Clabber detectan el peligro encendiendo esa pústula central en la frente. Hemos de impedir que se ponga roja. El animal empieza con un tono muy claro de amarillento que va subiendo de nivel hasta ser rojo luminoso, así que vamos a ofrecerle comida para que no pase como mucho del naranja y que vaya tomando confianza. Le ponemos la comida en un gran colchón de césped, heno, ramas, hojarasca para que , si se cae el huevo, caiga sobre algo blando. ¿Os atrevéis? ¿Dave, nos ayudas?

 

Ya respondería a Juve sobre cómo cuidar de los dragones, si éramos capaces de salvar la vida a éste y conseguir que naciera.

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La Vidente escuchaba las palabras de Sagitas, pero ni eso pudo apaciguar el mal talante que de un momento a otro se apoderará de ella. Ese pequeño se había metido con lo más valioso que llevaba la rubia a la clase, no permitiría que sus uñitas o dientes se colarán por se cascarón y en el peor de los casos se comieran al dragón que habitaba dentro de ese huevo.


—Bola de Fuego Chino—respondió mecánicamente. Intentando prestar atención a las palabras de la profesora— Es de la casa de Gryffindor, creo haber comentado que no es mío. Bueno si, pero no—hilando con calma sus ideas retomaba la palabra— James me lo ha dado para que lo cuide, porque a los dos nos gustan los dragones y bueno, creo que no hacen falta más detalles o ¿si?—dejando su vida privada sesgada de tajo. No eran necesario ahondar más en el tema, ya que no estaba ahí para ventilar su vida amorosa. Sino para aprender como cuidar a todas las criaturas que se pudieran cruzar en su camino o las que ya formaban parte de su amplia colección.


— ¿Darle de comer?—vaya faena. Era como premiarlo por la travesura cometida, dándole lo que el deseaba sin esforzarse demasiado— ¿Qué come el pequeño malhechor?—preguntó interesada en darle algo que le sacará de la cabeza el dañar al huevo de dragón. Mirando todo lo que el rodeaban, no se le ocurría un mangar ideal para el Clabbert. Ella se hubiera decantado por darle algunas frutas o carne, pero al desconocer la dieta de la criatura era mejor esperar por instrucciones por parte de Sagitas. Respirando profundo, no perdía de vista al Clabbert, calmándose un poco para no desatar su ira.


Era como tener un blanco en el centro del pecho, esperando a ser impactado por una flecha o una bala. Dándose el tiempo para analizar las posibilidades de ir contra el enemigo, pero sin buscar dañarlo o poner en peligro la vida de ninguna de las dos criaturas— Podemos cercarlo, ya saben ponerle una trampa y quitarle el huevo—comenzaba a pensar que la profesora, no tardaría en darle una reprimenda ejemplar. Realmente se estaba dejando llevar por sus ganas de matar, ¿Qué demonios le pasaba por la cabeza?.


Tenía que dejar de pensar en matar a todo aquel que implicará un daño directo a su persona o a alguien cercano a ella. ¿Cómo hacerlo?, si desde siempre se manejo de ese modo,, yendo a la defensiva, lanzando golpes tras recibirlos de lleno. Era como una maquina que solo reaccionaba de forma mecánica o porque estaba programada para hacerlo de ese modo, atacar y nada más que eso era lo que tenía almacenado en su disco duro. Notando que los demás se mantenían expectantes al accionar del animal, no le quedo más que hacer lo que dictaba la Primer Ministra.


—Pues a recolectar ramas, hojas y todo lo que sirva como una camilla improvisada y acolchada. Porque de otro modo el acolchado será otro—bromeó recordando que llevaba una manta para mantener caliente al huevo. Revisando el interior de su mochila, daba con una frazada de color rojo con detalles en dorado— ¿Crees que esto nos servirá de algo?—la extendió sobre el suelo lanzando sobre la superficie hojas y algunas ramas de diversos tamaños.

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Asintió al comprender que la clase cambiaría en base a lo sucedido, eso le resultaba por demás intrigante, aunque temía quedarse con la duda de lo que Sagitas estaría preparando realmente para la jornada. Sin embargo, aquel huevo de dragón debía, sin dudas, rescatarse antes de que pudiese suceder una catástrofe con él. Si bien sintió cierta preocupación al hablar de que disminuiría la probabilidad de salir con vida de allí, no podía renunciar a la aventura de colaborar con la causa.
Mientras escuchaba las palabras de su profesora respecto al travieso Clabbert notó que Juve tal vez no estuviese lo suficientemente atenta, demasiado preocupada por aquel preciado huevo. No la culpaba, si estuviese en su lugar estaría pasando por algo parecido. No se sorprendió que volviese a preguntar acerca de la alimentación de aquella criatura.
-Lagartos pequeños y pájaros – repitió las palabras de su profesora, pero muy simplificadas, como ayuda de memoria para su compañera.
Se dispuso también, moviéndose con mucho cuidado para no alertar al animalito, a juntar hierbas que pudiesen ser acumuladas como colchón ante la posibilidad de la caída del huevo. No estaba dispuesta a matar pájaros ni lagartos y no traía con ella comida de ningún tipo para ofrecer como carnada. Así que se quitó muy lentamente la capa para usarla como contenedor, la dispuso en el suelo y empezó poco a poco a cortar hierbas, con cuidado de no alertar a ninguna otra criatura de su presencia.
La Gryffindor tenía a pleno sus sentidos, la vista iba de un sitio a otro y estaba atenta a cualquier posible movimiento a su alrededor. Recordó que uno de los anillos en sus dedos tenía una finalidad afín a la misión que estaban llevando adelante y lo rozó con tranquilidad, concentrada en activar el Anillo de amistad con las bestias, intentando transmitirle a al Clabbert tranquilidad y la sensación de poder acercarse sin miedo al grupo. No sería dañado, al menos no por ellas.
Siguió juntando hierbas mientras sentía que la criatura estaba tranquila pese a la presencia del grupo allí. ¿Se habrían dado cuenta los demás de hacer lo mismo con el anillo? Una vez que la cantidad de hierbas era suficiente, hizo una bolsa improvisada con la capa y la trasladó hacia la zona debajo del ladronzuelo, dispersándola lentamente para empezar a formar el colchón deseado.

Observó a Juve al otro lado, haciendo algo similar pero con una gran y llamativa manta. No sabía si era lo mejor, ya que algunos colores podrían alterar un poco a otras criaturas ¿no?

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