El sermón del Arzobispo de Canterbury me aburría un poco. El líder de la Iglesia Anglicana estaba hablando del gran peso que le tocaría soportar al nuevo Rey, su Majestad Charles, desde este momento. La liturgia estaba siendo rápida, algo que agradecí, puesto que me sentía algo agobiada (¿Y por qué no decirlo? También maravillada) por todo aquella pompa antiquísima que rodeaba la Ceremonia de la Coronación. Banderas, símbolos, elementos religiosos y ancestrales nos rodeaban a todos los presentes.
Disimuladamente, mientras se celebraba el ungimiento del Rey en la intimidad de los biombos, busqué rostros conocidos entre los miles de invitados de todos los países. Se había producido un llamamiento a la Comunidad Mágica para estar también presente en aquel acto. Saludé muy discretamente a amigos y a... ¿enemigos? que se hallaban presentes. Sabía que, dentro de La Marca, se estaba produciendo una escisión entre los que tenían la idea de que la violencia y la acción directa eran necesarias en contra de mis ideas comedidas sobre la presencia mortífaga a nivel ideológico, extendiéndola en todos los niveles políticos y sociales. "Débil" me habían llamado...
Hoy le demostraría su error. Sólo los que me seguían con lealtad sabían de nuestras intenciones. Hoy sabría quienes estaban conmigo o quienes de los miembros de La Marca daban de lado mi liderato. Eso me daría mejor conocimiento de mi propio bando.
-- Sus Majestades...
Golpeé el suelo con mi vara y pensé en un Confundus que lo dirigí hacia la más grande figura del Reino Unido recién coronado.
-- ¡¡SEMPER FIDELIS!!
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