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La Isla de las Tormentas I - Buscando a Fawkes


Juliens
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Siente el frío del suelo en su espalda y pese a ello continúa tumbado en el suelo. No está cómodo, al contrario, lleva ahí tanto tiempo que ya le duele la espalda. Un dolor de espalda no es nada comparado con la agonía que ha vivido durante los últimos meses. Incluso, aveces en las noches, el dolor fantasma es aún peor. Aunque este último es menos frecuente conforme los días pasan. Están hablando, tirando ideas al aire, planificando lo que deben hacer para intentar de alguna forma entender el caos en que está sumido el mundo, para de alguna forma aportar a que aquel caos logre controlarse.

 

No está seguro cuantas horas pasan pero se levanta del suelo cuando se percata que Ellie y Kaori están dormidas. Él lleva muchas horas seguidas sin dormir y ya le hace falta. Pero tiene una misión importante por cumplir. Recuerda el ataque al MACUSA como si hubiese sucedido minutos antes, como si aún todo el mundo se acabara de enterar. Pese a todo el tiempo transcurrido aún no sabe nada Wilhelm, eso le preocupa porque debió escribirle, mandarle un patronus, lo que sea. Necesita saber.

 

No puede ir personalmente a cada sitio seguro en el que O'Brien podría estar porque es muy peligroso y le costaría muchas días. Se ha puesto en contacto con algunos aurores del MACUSA de confianza (los pocos que sobrevivieron al ataque) y ninguno sabe nada. Ha preguntado a cada ladrón del Simposio y ninguno sabe nada. Incluso ha mandado a algunas serpientes a investigar. De nuevo: ninguna sabe nada. Es momento de preguntar en lugares diferentes, es hora de cruzar líneas que él jamás dibujó pero que otras personas lo hicieron; líneas que la gente piensa que él no quiere o que no puede cruzar. Esas líneas en realidad no existen, desaparecieron hace tanto que ya ni siquiera recuerda un tiempo en el que existieron.

 

En cuanto sale del lugar seguro desaparece. Quiere levantar a un ejército, quiero que toda la gente se levante en armas. ¿Pero contra quienes van a luchar? Los nomaj están siendo movidos por el miedo que le tienen a aquello que no entienden. Claro que deben ser enfrentados, claro que deben ser detenidos. Pero levantar una ofensiva con el potencial de destruirlos no los haría tan diferentes de los mortífagos. Justo antes de desaparecer envía un patronus, espera que el mensaje le llegue a Vera. La cita en Hogwarts, más exactamente en el templo de los paladines.

 

La magia antigua protege el templo. Sin embargo es imposible saber cuanto tiempo será seguro, es imposible saber siquiera si resistió al ataque. Él espera que si, espera que el templo siga de pie junto a toda su magia y a todos sus secretos. La conexión que tiene con la magia paladín le indica que si, que se encuentra erguido todavía en el Bosque Prohibido. Hogwarts ha sido, durante muchos años, el guardián de los secretos de los paladines. Pero ya no es seguro. Junto a Vera deben moverlo, ocultarlo en algún lugar que sea mucho más seguro.

 

 

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Vera

 

 

Tallar metales con Oronhuk, el duende con el que trabajaba cuando no estaba entrenando en el Templo Paladín o realizando alguna misión para la Orden del Fénix, solía ser relajante. Últimamente, lo hacía durante bastante tiempo, teniendo en cuenta que sus lecciones con Mackenzie se habían suspendido de forma abrupta, cuando la bruja desapareció. Le habían dicho que estaba haciendo cosas para la Confederación Internacional de Magos, pero la historia era confusa.

 

Fuese como fuera, en aquel momento se esforzaba en tallar la fina orfebrería en la que el duende estaba trabajando y había decidido apartar sus pensamientos de cualquier otra cosa que no fuera aquel trabajo. Oronhuk también le ayudaba a concentrarse. Solía ser callado, pero aquel día estaba más silencioso de lo habitual. Sin duda, temía los últimos acontecimientos tanto como ella, pero era mejor apartarlos, no pensar en ellos. Ya había visto suficiente horror en su vida y tiempo habría para enfrentarse a aquel monstruo que se hacía llamar el Inquisidor y para ajustar cuentas con aquel Ministro mortífago que había sido el causante de todo lo que había venido después.

 

Oronhuk movió la cabeza a un lado y a otro cuando vio aparecer el patronus de Hobb. A Vera le sorprendió, pero no tanto como al duende. Era habitual que los miembros de la Orden del Fénix se comunicaran así para un montón de cosas. Lo que sí le extrañó fue la urgencia que se deducía del mensaje que traía el tigre de Hobb. ¿Qué había ocurrido para que la citara con tanta prisa en el Templo de los Paladines? Quizás tenía que ver con los ataques de aquel monstruo.

 

Se despidió de Oronhuk entregándole la pieza terminada en la que había estado trabajando. No tardó en llegar al Bosque Prohibido y poco después accedió al Templo, donde Hobb ya la estaba esperando.

 

—¿Qué ocurre, Hobb? ¿Porqué tanta prisa?

 

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Aparecer directamente en Hogwarts ya no es imposible. Todo lo contrario, es mucho más sencillo que aparecer en cualquier residencia que tiene los más sencillos hechizos de protección. Como magos han luchado guerras sangrientas, como magos han derramado su propia sangre en batalla tras batalla. Pero siempre las armas han sido, dentro de lo que cabe, parecidas. Magia contra magia, magos matando magos. No reconoce el lugar en dónde está, se le parte el corazón. Le cuesta mantenerse calmado pero logra controlar el ataque de ansiedad que estaba próximo a llegar.

 

Realmente no sabe que hacer. El odio, el resentimiento corre por todo su cuerpo. Pero sabe, en el fondo, quién es el verdadero culpable de lo que pasa en el mundo. Todo es culpa del Ministro de la Magia y de todos los locos fanáticos que son sus seguidores. ¿Acaso no habían en Hogwarts hijos de mortífagos? ¿Cómo es que la gente sigue manteniendo a Aaron en el poder? Ahora que se encuentra mejor esa será su misión de vida (luego de salvar el templo): asesinar al Ministro de la Magia. Tiene pensado hacerlo personalmente, por cada niño muerto, por cada adolescente, por cada persona o ser que inocente muerto por su ínfulas de superioridad y por su locura. Lo matará o morirá intentándolo.

 

Camina a paso lento mientras, con el rabillo del ojo, observa el panorama. Gran parte del bosque ha sido destruido y en algunas partes aún se pueden ver las columnas de humo que ascienden hasta el cielo. Antes de adentrarse en el bosque prohibido activa su Fortress para estar protegido de cualquier posible peligro. Gracias a los dioses el Templo se encuentra en pie; sin embargo, como lo pensó, la magia está débil. No el poder paladín, sino las protecciones que lo mantienen oculto y seguro.

 

Aunque han pasado ya varios minutos las lágrimas siguen bajando por sus mejillas. Es un llanto silencioso y que refleja toda la ira que hay en su corazón.

 

—Tenemos que mover el Templo, Vera. No sabemos si nos volverán a atacar o no. No creo que las protecciones se mantengan en pie si algo como lo de antes vuelve a suceder. Habla con el Aesir, no creo que yo le caiga bien. Se entiende mejor contigo. Debe haber una forma de mover este sitio, nuestra historia es mucho más antigua y dudo que en el principio este templo haya estado en Hogwarts.

 

@@Mackenzie Malfoy

Editado por Hobbamock Graves

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Vera

 

 

Así que Hobbamock teme por la seguridad del Templo Paladín. Vera está a punto de replicarle, de hacerle notar los encantamientos que protegen la fortaleza de los paladines, pero entonces recuerda los acontecimientos que han tenido lugar allí no hace mucho, cuando las fuerzas oscuras penetraron el lugar. Además, Hogwarts también estaba protegido por antiguos y potentes encantamientos y, a pesar de ellos, ha sido atacado y gran parte de la estructura del castillo ha quedado destruida. Probablemente Hobb tiene razón.

 

Höðr, el Aesir ciego, no está lejos de allí. Lleva días encerrado en la Herrería, forjando una espada que afirma estará dotada de legendarios poderes. Vera entra en la herrería y se sienta a su lado, observando como trabaja en la forja. No dice nada, en realidad no sabe bien cómo abordar la cuestión. Finalmente, decide que lo mejor es ir al grano.

 

—Deberíamos mover el Templo de lugar. Hogwarts ha perdido sus protecciones y el Bosque Prohibido es ahora un lugar muy peligroso. No sabemos siquiera si la caída de los encantamientos protectores del colegio ha podido afectar a este lugar también.

 

—Te deseo buena suerte con Thor y Odin —responde el Aesir sin levantar la vista del filo de metal en el que está trabajando.

 

—¿Que significa eso? ¿Que lo apruebas, pero no vas a ayudarnos?

 

—Significa que estoy muy ocupado —replica Höðr.

 

Vera sabe que esa es la forma huraña de Höðr de indicarle que lo deje sólo y se olvide del tema. Pero no está dispuesta a abandonar tan pronto.

 

—¿Y cómo se supone que puedo contactar con los dioses? ¡Vamos Höðr, tienes que ayudarnos!

 

—Dumbledore, lo hizo, ¿no? Bien podréis hacerlo vosotros también, entonces. Buena suerte.

 

—¿Dumbledore? ¿Quieres decir que Dumbledore convenció a los dioses para mover el Templo? ¿Que no siempre estuvo aquí?

 

Aquella información es nueva para Vera, que siempre ha pensado que el Templo Paladín se había creado en los tiempos del antiguo Director de Hogwarts y que había estado en el Bosque Prohibido desde el principio. La negación de cabeza del Aesir le confirma que ha estado equivocada. Guarda silencio y Höðr también, durante unos momentos que parecen eternos. Es el Aesir ciego el primero que taladra el aire con unas palabras que huelen a rabia.

 

—No, claro que no siempre estuvo aquí. ¿De verdad pensabas que la historia de los paladines empieza con Dumbledore? —El Aesir ríe con amargura. —Hubo un tiempo en que a los Paladines se les llamaba los Señores de la Tormenta y el lugar en el que se encontraba este Templo hacía honor a tal nombre.

 

El tono de las palabras del Aesir rezuma una mezcla de melancolía y desazón que a Vera le hace pensar que Höðr nunca ha estado muy conforme con el cambio de lugar del Templo. Eso le da una idea a Vera de la estrategia a seguir. Espera que su intuición sea acertada.

 

—¿Y si hacemos retornar el Templo a su lugar original? ¿Nos ayudarías entonces?

 

—¿A la Isla de las Tormentas? Pides demasiado, niña.

 

—¿La Isla de las Tormentas? Háblame de ese sitio —insiste Vera, tomando el hilo que el Aesir ha dejado caer. Debe seguirlo y ver adónde lleva.

 

—No debería —replica el Aesir, indiferente.

 

Extrañamente, varios destellos azules relampaguean en ese momento, alrededor del Aesir. Es como si los Duendes de la Tormenta, invisibles como son, salvo por esos pequeños destellos, se estuvieran arremolinando alrededor de ellos, escuchando interesados. De pronto, el Aesir se remueve incómodo y gesticula con los brazos, como queriendo apartar los destellos a su alrededor.

 

—No, no podemos. Marcharos de una vez. —Es la primera vez que escucha hablar al Aesir con los Duendes y Vera abre la boca sorprendida, muda de asombro. Así que los Duendes de la Tormenta también son capaces de comunicarse. Al menos con quien ellos quieren, claro. —Está bien, está bien, callaros ya. Se lo diré.

 

Vera no dice nada. Es obvio que los Duendes quieren que al Aesir se le suelte la lengua, por lo que guarda silencio hasta que éste decide empezar a hablar.

 

—Originalmente, el Templo Paladín se encontraba en la Isla de las Tormentas, un lugar inaccesible en el Mar del Norte. Cuando los dioses aún moraban en la Tierra, el Templo Paladín era su fortaleza de guerra y su base de entrenamiento. Crearon un lugar en medio del gélido mar, rodeado de brumas y nubes, que hacen la isla completamente invisible. Si alguien se atreviera a cruzar las brumas, se encontraría con un mar embravecido y una gloriosa y eterna tormenta. Allí los vientos huracanados no cesan jamás. Las olas alcanzan tanta altura como las cumbres de las montañas más elevadas y los rayos cubren el cielo de noche y de día, en medio de un fragor de truenos que rugen con la furia de mil titanes. Sólo los elegidos pueden cruzar la tormenta eterna y alcanzar la isla. Pero aquellos a quienes los dioses concedan tal favor, alcanzarán a ver el lugar más bello del mundo.

 

Los ojos ciegos del Aesir parecen estar soñando, transportados a un lugar que su corazón añora y su imaginación evoca absorta y embelesada.

 

—Parece un lugar hermoso y seguro. ¿Qué tendríamos que hacer para mover allí el Templo?

 

—Ese es el problema, niña. Lo que tendríamos que hacer es imposible de realizar. —El Aesir mueve la cabeza a un lado y a otro, como negando la posibilidad de hacer realidad un sueño.

 

Tras un largo silencio, Vera entiende que no le sacará más información al Aesir por el momento y se levanta para marcharse. Desde la puerta de la Herrería, escucha no obstante la voz del Aesir.

 

—Para empezar, necesitas a Fawkes, el fénix de Dumbledore. El pacto que hizo el antiguo líder de la Orden del Fénix con los dioses está vinculado a esa criatura. La última vez que intenté buscarla, sólo fueron cinco años perdidos. Pero eso no es lo único que necesitáis. Deberéis encontrar tres reliquias perdidas de Thor, Odín y Freyja y llevarlas a la Isla, junto con Mjölnir. En ese primer viaje, no contaréis con la ayuda de ningún dios y deberéis cabalgar la tormenta eterna y vencerla. Pero eso no es todo. Las puertas de la Isla de las Tormentas están cerradas a cal y canto para todos. Para entrar en la Isla la primera vez es preciso pasar por la Puerta de la Desolación. Una puerta que conduce directamente al Ragnarok. Deberéis luchar al lado de Odín y capturar a los diez demonios que provocan cataclismo sobre la Tierra. Sólo entonces se os permitirá atravesar la Puerta de la Esperanza y acceder a la Isla de las Tormentas.

 

Vera no dice nada. Casi está por darle la razón a Höðr y aceptar que la misión es imposible. Aún así, va en busca de Hobb para darle toda aquella información. Juntos decidirán si merece la pena arriesgarse en tan peligrosa misión.

 

 

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OFF:

Perdón la demora, semana horrible. Hobb, igual deberíamos abrir un topic aparte, no sé xD

Mañana intentaré responder el resto de roles que aún tengo bastante que leer de lo mucho que habéis posteado durante la semana.

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