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THB Potter

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Mensajes publicados por THB Potter

  1. La profesora Gryffindor fue la encargada de darle el visto bueno a mi formulario, así que agradeciéndoselo con una sonrisa, me dirigí hacia el sitio del examen. Esperaba aprobar en este país, aunque lo que había leído del tema no me inspiraba mucha confianza. Eran demasiado estrictos en sus principios, pero en fin…

     

    Pronto llegué a donde debía, si no, ¿qué hacía ese enorme letrero encima de una puerta que se veía más vieja que el Ministerio mismo?

     

    De acuerdo, exagero, pero supongo que el nerviosismo me estaba jugando malas pasadas. Las imponentes letras doradas que decían Exámenes de Aparición solamente me distrajeron un par de segundos, porque enseguida me enfoqué en la bruja que, abriendo de aquella la puerta antigua, abandonaba la habitación a su espalda sosteniendo un pisapapeles.

     

    Era más alta que yo y su cabello castaño, sujeto en una cola de caballo, mucho más largo. Su túnica me agradó, era de un tono turquesa oscuro que daba una imagen seria, pero al mismo tiempo amistosa. Su brillo labial era ligeramente rojo, ¿cómo lo sabía? Juraría tener uno idéntico en mi bolsa (aunque rara vez lo usaba) y en general, esa persona se veía sincera y justa. Era lo único que necesitaba saber.

     

    —Buenos días —saludó la mujer —Soy Paige y estoy a cargo del examen de Aparición. ¿Cuál es tu nombre?

     

    En vez de contestar verbalmente, le pasé mi formulario, el cual leyó con rapidez antes de colocarlo en su sujetapapeles.

     

    —Bien, sígueme.

     

    La señorita Paige me dio la espalda y con su varita, tocó un par de veces el sitio donde la puerta debía tener una manilla. Al instante, comencé a tener una visión de lo que me esperaba, pero no me complació del todo.

     

    Blanco, sólo había blanco allí. A donde mirara, lo único que rompía con ese panorama eran dos círculos rojos dibujados en el suelo, separados entre sí alrededor de diez metros. Nada más.

     

    —Ahora, las especificaciones —comenzó la señorita Paige, haciéndome dar un respingo —Pronto podrás comenzar. ¿Sabe todo de las tres D, cierto?

     

    Asentí vagamente, dándole a entender con un gesto que podía seguir.

     

    —Colócate en el círculo —señaló con una mano el que teníamos más cerca.

     

    Obedecí enseguida, sosteniendo mi bolsa contra un costado. Bajo la túnica, sentía mi falda marrón un tanto incómoda, preguntándome si habría sido adecuado ponerme unas sandalias rosas con tacón de cuatro centímetros. Quería dar buena impresión luciendo casual, pero no sabía a dónde tendría que aparecerme, así que…

     

    Una forma sinuosa comenzó a formarse enfrente de mí, ¿en las paredes y el techo? ¿Es que acaso nos trasladábamos a otro lugar? ¡Pero era mi examen de aparición, por el humo de Tezcatlipoca! ¿De qué se trataba?

     

    Cuando la figura quedó definida, casi me voy de espaldas. Ya había estado allí, aunque por equivocación, ¿era un chiste? Lo que estaba viendo en ese preciso momento era el exterior de la Torre de Londres, donde había terminado erróneamente al buscar datos para una tarea de la Academia. Y la punta de la torre quedaba directamente bajo el otro círculo de la habitación. Supongo que eso significaba que debía trasladarme allí.

     

    Suspiré. Ya me imaginaba que me pasaría algo así, con la suerte que tenía… ¿No podía haberme tocado algo como el Zoológico o Trafalgar Square? ¡Incluso Hyde Park o hasta Stonehenge habría sido agradable! Eso me hizo recordar algo.

     

    —Señorita… ¿Paige, cierto? —la nombrada asintió, con expresión seria —No voy a aparecerme en la Torre de Londres genuina, ¿verdad? Iría contra el Estatuto Internacional del Secreto de los Magos, ¿sabe? A los muggles les sorprendería y…

     

    —No te preocupes por nada —me cortó mi examinadora —Haz lo que tengas qué hacer.

     

    Inhalando con ganas, apreté un poco más mi bolsa y cerré los ojos por un momento, concentrándome. Mi Destino era la punta de la Torre de Londres. Mi Determinación, llegar allí de una pieza, fuera o no la verdadera construcción inglesa. Y mi Deliberación, como no, se manifestó en la sensación de vértigo y opresión que me envolvió en cuanto di un rápido giro sobre mi eje. Al segundo siguiente, ya no estaba en mi círculo… sino de pie en la punta de la Torre de Londres.

     

    Y juraría que era la real, puesto que sentía que mi pie derecho era molestado por algo un poco agudo. Tratando de ocultar mi malestar, observé a la señorita Paige, que completamente relajada, estaba de pie a unos metros de mí, escribiendo algo en un pergamino de su sujetapapeles con una larga pluma marrón. No sé, parecía como si la viera a través de la pantalla de mi televisor, cuando en realidad seguíamos en el mismo sitio.

     

    —Eh… ¿esto es todo? —inquirí con cautela.

     

    —Regresa al punto de partida y será todo.

     

    Bueno, eso era más difícil decirlo que hacerlo. Estaba plantada en un solo pie en lo alto de un monumento histórico londinense y por un instante, mi punto de partida se había hecho invisible. Pero aún así, me concentré de nuevo. Recordaba exactamente cómo era el punto de partida y dónde estaba, además de tomar en cuenta la posición de la señorita Paige y demás…

     

    Hice caso omiso al viento que comenzó a soplar y amenazó con tirarme de mi sitio. Simplemente cerré los ojos de nuevo y visualicé mentalmente a dónde iba. Giré de manera lenta sobre mí misma y la opresión en mi cuerpo me indicó que lo hacía bien. A los dos segundos, abrí los ojos y me vi en el círculo rojo de partida y, a juzgar por la mirada satisfecha de la examinadora, no me había escindido ni nada por el estilo.

     

    —Eso es todo —aseguró la señorita Paige, escribiendo una última nota —Puedes retirarte. Y si ves a alguien afuera, puedes decirle que pase.

     

    Asentí, caminando hacia la puerta de madera con paso lento pero firme. Había olvidado lo que era aparecerse en condiciones y no a toda prisa. Al abrir la puerta, me hallé con alguien que seguramente venía a lo mismo que yo. O eso deduje al escuchar su voz musitar algo sobre las tres D. No pude evitar sonreír antes de acercarme a esa persona con ganas de ayudar.

     

    —Si vienes al examen de aparición, puedes entrar —le indiqué —Te esperan.

     

    Aquella persona se apresuró a entrar a la sala y me pregunté, al caminar rumbo a la salida del Ministerio, si habría hecho bien el examen y cuándo sabría si lo aprobé o no. ¡Ah, daba igual! Me fui a buscarle algo a Chuckie, que no se me había olvidado que le debía un favor.

  2. Rol Avanzado 14

     

    De verdad estaba impresionada, ¿de dónde había sacado Beeltri semejante cerebro? Hice un mohín ante el hecho de que algo de lo que dije había sido aplicado, eso de un aficionado al arte. Aunque no en el sentido estricto de la palabra, porque el rubio Weasley había dado con un traficante.

     

    La señorita que nos había encomendado esa tarea felicitó a nuestro compañero y le entregó el tesoro. ¡Sí! Iba a alzar un puño en señal de victoria, pero preferí contenerme. No sería bien visto un espectác,ulo semejante.

     

    Finalmente podíamos regresar a la Academia, a mostrar que habíamos cumplido con el objetivo. Seguí al resto de mis compañeros hacia la salida del departamento, mirando distraídamente a mi alrededor. Me pareció ver un destello entre rojo y anaranjado pasando por encima de mi cabeza. ¿Alitas? Quise levantar una mano y comprobar si era él saludándolo, pero un tirón en mi muñeca me contuvo.

     

    Cuando me giré, no supe quién me había devuelto a mi grupo, así que me limité a encogerme de hombros y abandonar el lugar. Y lo importante era haber cumplido con la misión. Ya nos pondríamos a celebrar en cuanto tanto cansancio se nos pasara un poco.

     

    ***OFF***

     

    Sé que oficialmente ha terminado la clase de Rol Avanzado, pero no me quería quedar con la espinita y quise terminar mi rol en esta oficina. Así que salgo y espero que nos saludemos todos(as) en algún otro lado.

  3. Rol Avanzado 14

     

    Habíamos corrido con suerte, una de las empleadas del escuadrón nos avisó que tenía algo para nosotros. ¡Eso! No tendríamos que ir hasta el último sitio, después de todo.

     

    Nos hizo unas cuantas preguntas y en tanto, una compañera suya también nos ponía una tarea: mostrándonos la imagen de un cuadro, nos pedía “jugar” a los detectives. Parecía una cosa tras otra, la verdad. Pero estaban allí para eso, complicarnos un poquito la situación para probar cómo nos desenvolvíamos.

     

    Antes que nada, recordé las preguntas formuladas por la primera empleada, una regordeta castaña. Las pensé por un momento y descubrí que sabía la respuesta a una de ellas y hasta de manera extensa.

     

    —Disculpe, señorita… —llamé a la castaña que nos había atendido primero.

     

    —Evans. Minerva Evans —dijo.

     

    —Ah, gracias —le sonreí levemente —Señorita Evans, puedo contestarle la última pregunta. Por alguna razón, mi abuelo paterno me contaba una historia al respecto bastante disparatada…

     

    Casi me río al acordarme de la historia, pero preferí controlarme y contestar.

     

    —Según mi abuelo, Harry Potter acababa de salir de casa de sus tíos en esa ocasión. Era de noche, estaba oscuro y el chico andaba bastante alterado. Y fue en la calle Magnolia donde divisó a un enorme perro negro, que lo miraba con atención desmedida. De la impresión, Harry Potter caminó hacia atrás, tropezó y cayó.

     

    La señorita Evans arqueó una ceja ante mi explicación.

     

    —¡Eh, usted pidió la respuesta! Y debe admitir que es correcta, aunque Harry Potter no sabía que ese perro era su padrino en su versión animaga —me defendí enseguida, mostrando las palmas de las manos en actitud defensiva.

     

    Y es que no era mi culpa que el abuelo Alioth me narrara así aquel suceso. Era casi como si él lo hubiera vivido, cosa que era imposible. Según él, su padre se lo había contado, pero como nunca hablaba de su familia, no pregunté cómo se llamaba su padre. Gran error, ¿no?

     

    Como fuera, en tanto decía todo eso, a mi alrededor se iban juntando mis compañeros, enfrascados en resolver el otro misterio. Yo no había podido ver la pintura con claridad, pero al saber que era de Rembrandt, pude imaginarme que era buena. Solía ser algo clásica en mis gustos artísticos, la verdad.

     

    Así las cosas, intenté pensar como Magui sugirió, al estilo de Sherlok Holmes. Una vez intenté leer una novela de ese personaje, pero no es de mi género favorito. ¡Por la lanza de Izanagi, me estaba desviando del tema! Me aclaré la garganta y eso atrajo algunas miradas.

     

    —Le doy la razón a Magui de que los primeros sospechosos para robarse algo de este departamento serían sus mismos empleados —comencé, frunciendo el ceño —Nadie mejor que ellos para estudiar la dinámica y saber cuándo es vulnerable. De allí, podríamos pasar a preguntarnos por qué querrían robarse ese cuadro. Rara vez una persona actúa sin un motivo. ¿Habrá por estos lares algún aficionado al arte, quizá? —se me ocurrió preguntar, sin dirigirme a nadie en particular y señalando con un ademán el departamento entero.

     

    Esperé alguna respuesta a mis palabras, aunque no con demasiadas esperanzas. En ocasiones decía cosas tan raras… ¡Hasta yo me confundía! Pero esperaba que hubiera podido ayudar en algo.

     

    ***OFF***

     

    Y es cierto, cuando quise ver la pintura, el enlace no funcionó (quizá era cosa de la conexión que estaba usando en esa ocasión). Ahora ya la veo, pero aunque hubiera querido contestar, Beeltri me ganó, jajajaja. Espero ayudar en algo con la teoría del robo del cuadro... A menos que entendiera algo mal. Nos leemos después.

  4. Rol Avanzado 14

     

    Vaya, el tour no estaba siendo tan agradable, pero tampoco aburrido. Al llegar al Escuadrón para la Aplicación de la Ley Mágica, comencé a imaginar el arduo trabajo de las personas que lo integraban, afanadas en hacer cumplir las normas que regían la comunidad mágica británica. No sé, en México a veces parecía que no se lo tomaban en serio, ¿pero qué iba a saber? No era politóloga.

     

    Como fuera, me dediqué a escuchar cómo Beeltri se acercaba a la primera persona que encontraba y presentándonos como estudiantes de la clase catorce de Rol Avanzado, señalaba a la profesora Gryffindor e indagaba si había algo para nosotros. A los pocos segundos, el rubio fue a ayudar a un pobre mago que tropezó y cayó, regando pergaminos por todas partes, lo que casi causa mi risa. Sí, casi, pues de repente me imaginé en esa misma situación y pensé que no me gustaría que la gente se burlara de ello.

     

    Sin embargo, no pude contener una sonrisa. Las cosas graciosas no las hallaba con frecuencia en esos días, quién sabe por qué. Suponía que en parte se debía a los recientes pensamientos sobre mi familia, que acudían a mí por… No, mejor no pensar en ello. Traté de hacer mentalmente un borrador de un capítulo de un fic o quizá el inicio de una lechuza a mis primos japoneses, cuando sentí un toquecito en un hombro.

     

    —Casi me dejas —susurró Mâred con un fingido puchero de molestia.

     

    —Lo siento, ando divagando. Pero da igual —afirmé, sacándole una expresión confusa a mi prima —Con la suerte que tenemos, a lo mejor no hay nada aquí y nos tocará ir al último sitio.

     

    Eso ya lo había pensado, pero esperaba que no fuera cierto. ¿O quizá las profesoras querían que visitáramos todos los departamentos de la lista? No tenía mucho sentido, dado que nuestro grupo había ido saltándose el orden, por sugerencia de Dakota.

     

    Bueno, eso lo descubriríamos en cuanto termináramos con la tarea.

  5. Rol Avanzado 14


    Había estado de acuerdo con las respuestas para el segundo acertijo de a medida que las escuchaba, y estando a punto de decirlo, la señorita Sophie finalmente nos dijo que lo habíamos conseguido y le dio a nuestro compañero Mefistófeles el tan ansiado primer tesoro. Me sentí un poco mal al darme cuenta que no había ayudado mucho, pero al menos había prestado atención por si podía hacerlo.

    Mefistófeles me sorprendió un montón al despedirse tan efusivamente de la señorita Sophie. Un minuto, ¿iba para la Academia? Mencionó algo de dejar allá el tesoro y luego reunirse con nosotros, pero me preguntaba si sabría dónde hallarnos. Con eso de que salió a toda carrera…

    Tras esa… extraña interrupción de la dinámica, Beeltri sugirió irnos al Escuadrón para la Aplicación de la Ley Mágica. Me encogí de hombros y estuve de acuerdo, porque al menos ya nada más nos faltaba un tesoro. Hubiera querido ver lo que contenía el paquete que se llevó Mefistófeles, pero ni modo.

    Así las cosas, me animé a dedicarle una sonrisa a Mâred y ponerme en camino. Sonreí un poco con el ajetreo de aquel sitio, preguntándome por primera vez si no habría sido mejor trabajar en un ambiente así que en el del Departamento de Misterios.

    Sacudí la cabeza, quitándome esos pensamientos de encima. Había elegido ese trabajo por buenas razones y ahora que me lo habían dado, no iba a cuestionarlo. Además, eso me recordaba al segundo grupo, ¿cómo les estaría yendo? ¿Irían mejor que nosotros? Ojalá hubiera podido ir a mi departamento, me daba curiosidad…

    Bueno, para otra ocasión será.

    ***OFF***


    Ah... Voy de prisa a seguir al grupo (qué raro se oyó eso) aprovechando una racha de inspiración para los roles (el trabajo no me deja en paz, lo lamento). Ojalá en el siguiente lugar del Ministerio pueda participar más, jajajaja. Nos leemos.
  6. Rol Avanzado 14


    En la delantera, Dakota se encargó de abrirnos camino preguntando a la primera persona que encontró si tenía algo para nosotros. Eso era bueno, pues ya era el tercer lugar que visitábamos y varios de nosotros estaban cansados, desesperados o las dos cosas juntas.

    Cuando Magui contribuyó a preguntar por lo que buscábamos, fruncí el ceño. Sus palabras habían sonado un poco bruscas, pero no era quién para meterme en eso. Beeltri lo hizo, tratando de ser un poco más cortés, aunque creí comprender a las dos chicas, porque ya estaba comenzando a impacientarme con tanta vuelta.

    Pero en fin, grandes noticias en el aire, ¡aquí sí había algo para nosotros! Tía Gyvraine (ya sabía que era mi tía bisabuela, pues me había enterado que era hermana de Candela), pidió algo de paciencia y nos presentó a Sophie, diciendo que deberíamos pasar una prueba si queríamos obtener lo que habíamos ido a buscar. Ya sabía yo que algo de dificultad habría…

    La señorita Sophie hizo aparecer un pergamino con acertijos escritos. ¡Estupendo! Me gustaba resolver acertijos… O mejor dicho, intentar resolverlos. Varias veces tuve que darme de topes contra la pared cuando el abuelo Alioth me ponía alguno y sólo cuando no podía más, mandaba una lechuza a un amigo japonés, Sanji, para que me ayudara. Siendo él un genio…

    Como fuera, escuché atentamente a uno de mis compañeros leer los acertijos y de inmediato intenté hallar una respuesta.

    1- Un niño y una niña están sentados en los escalones afuera de su escuela. "Yo soy un niño" dijo quien tiene el pelo negro. "Yo soy una niña" dijo quien tiene el pelo rojo. Si al menos uno de ellos está mintiendo, ¿quién tiene el pelo rojo?

    2- Manuel fue a consultar su biblioteca tres tomos de una colección de cuentos, colocados de la manera usual, el primero tomo a la izquiera, el segundo al centro y el tercero a la derecha. Cada tomo tenía 100 hojas y cuando los abrió se dió cuenta de que una polilla había atravesado desde la primer hoja de primer tomo hasta la última hoja del tercero. Si las cubiertas ni contraportadas cuentan, ¿cuántas hojas atravesó la polilla?

    3- Juan necesita recoger de una laguna 5 litros de agua, pero solo dispone de dos jarras, una de 7 litros y otra de 4 litros. Describa el proceder de Juan para lograr su cometido.


    Sin embargo, en cuanto me concentré en el acertijo del agua (solía ser buena para los números), algunos de mis camaradas se me adelantaron. Así pues, tomé nota en una de mis libretas de cómo estaban quedando las respuestas:

    Cacería de Tesoros.

    Primer tesoro: Departamento de Cooperación Mágica Internacional.

    Respuestas a acertijos:

    Acertijo uno: Se llena la de 4 y se vacía en la grande. Se llena de nuevo la de 4 y se vacía parte del contenido hasta llenar la grande, por lo que en la jarra pequeña quedará 1 litro. Luego, se vacía la grande y el litro de la pequeña se vacía en la de 7 litros. Se llena de nuevo la pequeña y se vierte el agua en la grande, así en la grande se tienen 5 litros (Respuesta dada por Dakota S. Malfoy Haughton)

    Acertijo dos: Cuando ordenas los libros de izquierda a derecha se cuentan al revés, la hoja principal queda hacia la derecha, y si hablamos desde la primera hoja del primer libro en realidad del primer libro solo se cuenta un, si quieres la ultima hoja del tercer libro en realidad es la primera contando de izquierda a derecha… solo se contarían las 100 hojas del segundo libro mas una de los restantes, es decir 102 hojas (Respuesta dada por Mefistófeles Evil).

    Acertijo tres: El niño es el que tiene el pelo rojo (Respuesta dada por Belu Snape Malfoy)

    NOTA: Quien ya dio una respuesta, sea correcta o incorrecta, ya no podrá contestar de nuevo.


    A veces mi buena memoria funcionaba, pues que había recordado los nombres completos de mis compañeros. Lo último lo escribí a toda carrera, como un recordatorio de que si alguna respuesta era incorrecta, todavía podría ayudar. Así pues, repasé mis notas leyéndolas en voz baja, intentando encontrar algún error. Pero al menos en las de Mefistófeles y Dakota no veía nada. La de Belu no me convencía mucho, más que nada porque no explicaba cómo había llegado a ella, pero si era correcta, daría igual. Con que nos dieran el tesoro…

    —Ojalá que esto sea lo correcto —le murmuré a Mâred, que como casi siempre, estaba a un lado mío —Pero por si las dudas, hay que pensar en otras respuestas.

    Mi prima pareció no comprender, al menos por un segundo. En cuanto le mostré mis anotaciones, asintió y adoptó una expresión pensativa. Yo también, para ser sincera, pues quería que aquello saliera lo mejor posible. Así solamente nos faltaría un tesoro por encontrar.

    ***OFF***


    Perdonen la tardanza, compañeros, pero el trabajo sí que me agobia en estos días y no tenía cabeza para nada más. Apenas pude llegar, pero cualquier cosa, espero ser de ayuda.
  7. Rol Básico 13

     

    Algunos comentarios susurrados de Mâred me hicieron gracia, y eso que les presté atención a medias. Esperaba pacientemente la respuesta de la señorita Sullivan, quien parecía un tanto distraída con el barullo que los estudiantes generábamos.

     

    —Bueno, pues lo único que necesitas ahora es que te registres como extranjera en la lista que pediremos de tu familia. Después, cuando sea el turno de que todos los de tu familia se registren individualmente, es cuando te pediremos simplemente datos básicos, sin necesidad de una documentación elaborada y como te digo, aun faltan detallar algunos rasgos del proceso, los cuales se publicarán y se harán saber en el momento que el registro se lleve a cabo.

     

    —Muchísimas gracias por todo —me incliné en señal de agradecimiento, pero a medio gesto me detuve en seco, enderezándome y mostrando una mueca en el rostro.

     

    Hacía mucho que no usaba los modales orientales que me había inculcado la abuela Hien. En primer lugar, no eran aplicables a varias de las culturas occidentales (incluso me tachaban de excéntrica con la mirada). Pero más que nada, hacer cosas tan simples como reverencias y dar sufijos de respeto a las personas me provocaban un nudo en la garganta, ante el recuerdo de la abuela y algunos de mis primos a quienes, por cierto, debería escribirles próximamente, ¿cómo no se me había ocurrido antes?

     

    —A todos los estudiantes de Rol Básico 13 se les informa que tiene una hora para terminar todos los trámites o tendremos que partir sin ustedes —se oyó gritar al capitán Sparrow, lo que me sobresaltó. Debido a la concentración en lo que hacía, me había olvidado por completo de él —Zarparemos desde las costas de Londres donde ya habíamos aparcado... allí los esperamos. Los que no lleguen a tiempo deberán irse por sus propios medios para la Academia.

     

    Primero quería algo de comer (o eso había entendido, según palabras de mi prima) y ahora… ¿nos estaba apresurando? ¿Qué, ese tipo nunca había tenido que ocuparse de algo importante o simplemente le fastidiaba andar con nosotros? Para mí que era lo segundo, pero aún así…

     

    —¡Ese maldito escandaloso! —vociferé, espantando un poco a la señorita Sullivan, a una chica que recién se acercaba y a Mâred, que había estado tomando notas de las preguntas que los demás hacíamos —¿Qué se cree, tratándonos así? Ni que él fuera la gran maravilla…

     

    —Ah… ¿por qué no le hacemos caso y nos vamos? —comentó Mâred en ese momento, guardando sus pergaminos y mirándome con una ceja arqueada —Se nos acaba el tiempo, ¿no?

     

    —Sí, ya qué… —me encogí de hombros, metiendo mi libreta y mi bolígrafo a la bolsa, en tanto le dedicaba una ligera sonrisa a la señorita Sullivan —Gracias por todo y disculpe la molestia. Nos veremos después, seguramente cuando me registre como extranjera. ¡Que le vaya bien!

     

    Y tras agitar un poco la mano, me acerqué a Mâred y el resto de los que íbamos terminando, saliendo del departamento y preguntándome por qué razón me verían como si tuviera un tercer ojo en la frente.

     

    ¡Ah, daba igual! Ahora que íbamos rumbo al Maharella, debía revolver entre mis cosas a ver si aún me quedaban pastillas para el mareo.

     

    No le daría el gusto a ese capitán demente de limpiar su cubierta.

  8. Rol Básico 13

     

    —Calma prima, mejor que seas detallada a que hagas preguntas estúp,idas como otros.

     

    Las palabras de Mâred me ayudaron, porque tenía razón. Inhalé profundamente y entonces noté a una nueva integrante del departamento cerca de nosotros, ayudando a la señorita de ojos violeras a atendernos. Usaba túnica blanca, era de cabello castaño y ojos azules, con los que no dejaba de observarnos a todos. La había visto en alguna parte, ¿pero dónde? Cuando menos lo pensé, me veía fijamente y contestaba mi duda.

     

    —También responderé tu pregunta, pues mi oficina se encarga justamente de eso, la legalización de brujas y magos. Verás, por ahora no hay problema que tengas únicamente el permiso muggle, aunque en el mundo mágico eso realmente no es de utilidad los de migración no te buscarán aquí. Las legalizaciones y registros de los residentes de Londres apenas se llevarán a cabo, así que solo tendrías algún problema si después de todos los trámites tú aún no te registras, por eso te recomendamos estar atenta a tu familia y el proceso de registro.

     

    —Ah, qué bien —dije en voz baja, bastante aliviada, aunque reconociendo que había algo de tonto en mi duda. Le dediqué una leve sonrisa a la mujer, junto con una inclinación de cabeza.

     

    Cuando vi el gesto de aquella mujer por las nuevas preguntas que llegaban a sus oídos, abrí los ojos un poco más de lo normal, para luego inclinarme hacia Mâred con cierta prisa.

     

    —¡Es la jefa de mi casa en la Academia! —solté, entre nerviosa y asustada, acomodándome los anteojos.

     

    ¿Cómo no estarlo? Llevaba días en la Academia, pero pese a usar los dormitorios de los Centauros, no había sido particularmente sociable. Vamos, sabía quién era la señorita Sullivan, pero no había tenido la oportunidad de presentarme con ella. Prefería pasarme el tiempo en mi habitación, escribiendo y poniendo al día mis asuntos muggles, que aguantar un montón de parloteos que para mí no tenían el menor sentido. Por la mirada que me dirigía la señorita Sullivan, quizá me había reconocido, y no parecía muy contenta.

     

    —¿Gyvraine? —se interesó Mâred, arqueando una ceja —Prima, no te preocupes, que tu querida tía no te va a comer.

     

    —¿Mi qué?

     

    Eso no me lo esperaba. Entre una tarea y otra, Mâred y yo habíamos charlado bastante y así descubrimos que éramos parientes (por parte de los Triviani, la familia de mi padre biológico), pero saber que mi jefa de casa también era pariente…Sí que me hallaba con muchas sorpresas.

     

    Con mayor razón debía presentarme con ella la próxima vez que estuviera en la sala común de los Centauros. Pero por el momento necesitaba ponerme al corriente con eso de mi residencia en el país. Iba a dirigirme de nuevo a la señorita Sullivan, pero en eso atendió a otra persona y decidí no molestar. Pero en cuanto se desocupó, tímidamente me le acerqué.

     

    —Ah… ¿señorita Sullivan? —llamé, esperando no ser inoportuna —Para ponerme al día con los trámites de mi residencia, ¿qué voy a necesitarexactamente? ¿Algún documento en particular o simplemente seguir el proceso que aquí nos indiquen?

  9. Rol Básico 13

     

    Llegando al Ministerio de Magia (¿dónde atracó el Maharella? No querrán saber), nos dividimos en tres grupos. Las profesoras nos habían dado a escoger a dónde dirigirnos y mientras unos exclamaban emocionados por conocer a los cazadores de magos tenebrosos, otros estaban interesados en echarle un vistazo al lugar de trabajo del mismísimo Ministro de Magia.

     

    Yo, por otro lado, me uní a aquellos que querían ir al Departamento de Cooperación Mágica Internacional. Supongo que influyó en mí eso de tener varias nacionalidades mezcladas en mi genética. Para mi sorpresa, Mâred venía cerca de mí, junto con algunos compañeros más.

     

    —No soy inglesa precisamente y solicité trabajo aquí —fue lo único que me mencionó.

     

    Me encogí de hombros y nos fuimos con el resto de compañeros que irían al citado departamento. Al llegar, se notaba que era el sitio indicado, porque el factor predominante era la diversidad.

     

    Magos de todas las tallas y fisonomías paseaban por allí, ya fuera trabajando o resolviendo sus asuntos. Por andar bobeando con todo aquello, no me di cuenta que unos condiscípulos se habían adelantado a la primera persona del departamento que habían encontrado libre y le hacían varias preguntas. Sin perder tiempo, saqué una pequeña libreta y un bolígrafo, dispuesta a tomar notas.

     

    Una mujer muy bonita de ojos violetas se había encargado de responderles a mis compañeros y nos daba a entender que estaría a nuestra disposición de buena gana. Vaya, una funcionaria amable. En México no me tocaron muchas y llegando aquí, ni se diga… Aunque todas las que conocí eran muggles fastidiadas, pero ésa es otra historia.

     

    —Disculpe, señorita, me da curiosidad… —me decidí a intervenir después de otra pregunta de Celta, atrayendo algunas miradas curiosas, sobre todo dirigidas a mis herramientas de escritura —Lo que mencionó antes, que las familias les informarán de los requisitos necesarios a sus miembros no británicos, ¿hay problema si actualmente mi residencia en el país es legal solamente a la usanza muggle? Porque yo nací en México, pero mi abuelo materno era inglés y eso me facilitó el trámite del pasaporte…

     

    Me interrumpí, captando que la mujer se quedaba un tanto desconcertada con un argumento tan largo. Sonreí tímidamente en señal de disculpa, pero no podía evitarlo: prefería explicarme a detalle en cosas como ésas, para no dejar cabos sueltos y actuar correctamente. Así las cosas, incliné un poco la cabeza y me decidí a esperar pacientemente su respuesta.

     

    —Eres muy detallada, ¿eh? —murmuró alguien a mi derecha, con voz un tanto sarcástica.

     

    No me giré a ver quién era, pero como estaba segura que no se trataba de Mâred, ya arreglaría cuentas con quien había soltado semejante chistecito.

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  10. Al llegar al sexto piso detrás de Felicity, varios compañeros de clase y algunos magos, THB Potter no pudo evitar mover las manos nerviosamente.

     

    Seguía en el Ministerio de Magia, después que la señorita Weasley (que por cierto, había sido su profesora de Generales en la Academia) le diera el pase al Centro Regulador de Escobas, para realizar el examen de Vuelo. Se sintió mal al oírla decir eso de “dejar la tarea para el último momento”, pero no tenía la culpa de manera indirecta: había tardado un poco en convencer a su pariente de firmarle el formulario, pese a que se portó educada y alegre.

     

    Como fuera, ahora estaban ante una puerta que, según había oído, siempre estaba cerrada con llave. Uno de los magos delante de THB la abrió y frente a la bruja mexicana apareció un panorama que no era fácil de imaginar en el interior del Ministerio.

     

    Era irreal un jardín con árboles, un par de altas vallas, varias "trampas" mágicas... e incluso lo que parecían postes de quidditch. Más cuando veía en ambas direcciones y seguía distinguiendo las paredes. Al ver hacia arriba, la morena vislumbró el techo, cosa que la hizo sentir encerrada. ¿De verdad aquel era el mejor lugar para el examen?

     

    La morena y los demás examinados se sentaron un momento en algunas sillas dispuestas para la ocasión, pasando por turnos con los examinadores que los habían guiado. Nada más de ver qué les tocaba a algunos de los que iban antes, a THB se le ponía la carne de gallina.

     

    ¿Crees que sea difícil? —oyó que le preguntaba de pronto Mâred, sentada a su lado.

     

    Apenas si la había notado allí, puesto que no paraba de ver cómo otros se enfrentaban al examen, por si aprendía algo de ellos.

     

    No lo sé, quizá sólo aparente serlo —contestó THB con indiferencia. Así solían ser las cosas como estas, no quería preocuparse de más.

     

    Llamaron a Mâred y por primera vez desde que se acordaba, la mexicana la vio un poquito nerviosa. No sabía mucho de ella, no todavía, pero le daba la impresión de que necesitaba algo.

     

    Suerte, verás que todo saldrá bien —alentó, sonriéndole. Sí, eso hacía falta, que le demostraran que alguien la apoyaba. Siempre funcionaba con ella cuando tenía que volar y no quería hacerlo: sus abuelos le decían algo alegre y se llenaba de ganas.

     

    Poco después, Mâred regresó y no pudo contenerse al ver su aspecto. Sí que la habían hecho pasar un mal rato.

     

    Has acabado hecha un desastre —tuvo que decirle, como explicación a la risita que se le escapó.

     

    Mâred comentaba algo y le daba la razón… riéndose a carcajadas, por cierto. Eso a THB la desconcertó un poco, aunque se encogió de hombros ligeramente. Cada quién era libre de reaccionar como quisiera después de semejante experiencia.

     

    —Señorita Potter, por favor, deje sus cosas y tome una escoba —le indicó entonces un mago de túnica azul marino y semblante frío.

     

    La aludida, depositando su bolsa en su silla, reparó en el montón de escobas que estaban a la derecha, recargadas en la pared y en espera de ser usadas. Cuando fue a acatar la orden, descubrió que eran Moscardas, lo que le pareció lógico. Había leído que eran adecuadas para funciones de enseñanza y seguramente eran de lo más seguras para una evaluación como aquella.

     

    —Antes de comenzar, quisiera hacerle unas preguntas.

     

    —¿Sí, dígame? —THB apenas lo miraba por revisar la escoba que había elegido, pero prestaba toda su atención.

     

    —No es de Reino Unido, ¿cierto?

     

    —No, no lo soy, nací en México. Pero mi abuelo materno sí lo era.

     

    —¿Entonces está familiarizada con el vuelo?

     

    —Sí, por supuesto.

     

    —¿Tiene escoba propia?

     

    —Ahora mismo… No exactamente. Tengo una, pero no es mía, sino de una amiga que me encontré hace poco. Tengo planeado devolvérsela en cuanto tenga oportunidad y luego, comprarme una propia.

     

    —¿Cuál es la escoba que tiene ahora?

     

    —¿La prestada? Una Kamikaze 5000 (*).

     

    El examinador por fin mostró algo diferente con el rostro, pero a THB no le dio buena espina que arqueara una ceja de manera incrédula.

     

    —Esa escoba es muy… inestable para los estándares británicos —se decidió a comentar.

     

    —Sí, lo sé. Su aceleración es demasiada y el mango es muy delgado. Es que los japoneses son más pequeños y ligeros, ¿sabe? Así que para ellos está bien. Yo iba a comprarme una Tlaloca Siglo XXII (*) antes de venir, pero…

     

    —Esa escoba está peor todavía —masculló el examinador, girándose hacia el jardín.

     

    THB se encogió de hombros y sujetó la Moscarda con ambas manos. Ahora se acordaba que las escobas mexicanas no eran muy apreciadas por los europeos. Hoscas y pesadas eran los adjetivos menos groseros que les dedicaban, aún si eran falsos.

     

    —Bien, señorita Potter, lo que tendrá que hacer es dar primero un vuelo de reconocimiento, ¿sabe lo que es? —ella asintió, recordando haber leído un libro del abuelo sobre el tema —Luego, deberá ir entre los árboles a baja altura y gran velocidad, como si la estuvieran persiguiendo —el mago carraspeó y concluyó —Al final, de algunos giros y piruetas en torno a esos aros de gol de allá —señaló el otro extremo de la sala —y regrese aquí, justo a donde está parada. Todo eso en diez minutos —añadió, agitando su varita y haciendo aparecer lo que parecía la copia muggle de un holograma, donde una azulada carátula redonda marcaba, precisamente, diez minutos hacia atrás con una larga manecilla —¿Lista?

     

    THB, luego de quedarse medio segundo embobada con el reloj luminoso, se pasó una mano por la nuca y asintió apresuradamente. Tomó su posición, montando la escoba y sujetándose con fuerza. Mentalmente se repetía que no había nada qué temer, era un simple examen y así podría despedirse definitivamente del autobús noctámbulo y la red Flu, que atentaban contra su salud estomacal.

     

    —¡Comience! —ordenó el examinador.

     

    Al dar una firme patada al suelo, THB sintió que se elevaba de forma menos brusca a lo que estaba acostumbrada. Sí, en eso debía darle la razón al examinador, las escobas europeas eran más seguras que las de su país. Pero no siempre convenía la reducción de la aceleración.

     

    Dejando eso de lado, se estabilizó en pocos segundos y comenzó con lo primero, que según el viejo libro de su abuelo, era tomar suficiente altura para observar detenidamente el área de trabajo bajo sus pies, en todas direcciones. Eso le sirvió, más que nada, para ubicarse espacialmente, porque con lo que seguía, quizá se desorientaría.

     

    Al sentir que ya había tanteado bien el terreno, descendió hacia los árboles, que habían quedado a su izquierda, y comenzó a zigzaguear entre ellos a toda la velocidad que podía tolerar. Supo que cuando de verdad la siguieran ni le preocuparía eso, pero ahora era muy consciente del vuelo y la altura, así que lo hizo todo dentro de su propia tolerancia.

     

    Salió de los árboles por la parte más alejada de la puerta, y solamente así pudo darse cuenta que la túnica se le había desgarrado un poco de las mangas, igual que el pantalón. Genial, tendría que arreglar eso en cuanto regresara a la Academia. De momento siguió con lo suyo, dirigiendo la escoba hacia los aros de gol que se hallaban frente a ella ahora. A un buen tramo de distancia, pero frente a ella.

     

    Voló un poco más lento que antes, procurando mantenerse estable, pero de repente el viento se había soltado con fuerza, frenando su avance. Por suerte el cabello no le estorbaba, pero era muy incómodo que aquella ráfaga hiciera que le ardieran los ojos. Sin disminuir la velocidad, hizo un vuelo en espiral alrededor del primer poste al que llegó, ascendiendo con cierta gracia hasta llegar al aro, por el cual entró y salió en un parpadeo, para dirigirse al siguiente.

     

    Ahora hizo lo inverso, descender en espiral. Aquello la comenzó a marear, recordándole en cierta forma la red Flu, pero no se detuvo. Terminó cerca del suelo, donde sintió con más ganas los golpes del viento, para acto seguido ascender en línea recta a unos veinte metros, teniendo en mente con qué terminar. El examinador quería giros y piruetas, ¿no?

     

    Terminó haciendo unas cuantas vueltas al estilo de las montañas rusas muggles, quedando en ocasiones de cabeza. Sin embargo, al estar así, procuraba por todos los medios no mirar hacia abajo. Eso acabaría por darle un ataque de pánico, pensando que podría caerse, y estando tan cerca de…

     

    —¿Qué rayos…? —se le escapó soltar.

     

    De la nada, unos cuantos pajarillos estaban en torno a su cabeza y peor, la rodearon justo cuando estaba en una de sus vueltas, de cabeza y con el mundo al revés. Cometió el error de alzar una mano para espantar a las aves y luego mirar hacia adelante, esperando no haberse desviado del rumbo.

     

    Justo entonces miró al suelo, notando que no estaba precisamente a diez metros (había ido descendiendo conforme giraba en el aire). Estaba de nuevo a unos veinte y las manos le comenzaron a temblar. Casi suelta la escoba pero se ordenó mentalmente enderezarse y aterrizar, en tanto los pájaros no la dejaban en paz.

     

    El examinador la veía severamente cuando posó los pies en tierra con lentitud, temblorosa y enfurruñada. Con un movimiento de varita, el mago se libró de los animalitos, lo que dejó ver mejor la cara de THB, rasguñada y sonrojada. Sus ojos castaños lagrimeaban un poco, quien sabe si por el fuerte viento o por el temor de caer que le había dado.

     

    —¿Tiene algún problema con el vuelo, señorita Potter? —inquirió el mago con voz seria.

     

    La bruja, yendo a paso lento a depositar la escoba en su sitio y recoger su bolsa, se tardó en contestar. Cuando lo hizo, se le notaba un poco más tranquila, pero desanimada.

     

    —Ah… Antes de venir a Reino Unido, me diagnosticaron principios de Acrofobia.

     

    El examinador negó con la cabeza lentamente. Eso era un grave problema si se quería volar.

     

    —¡Pero estoy haciendo cosas al respecto! —se apresuró a defenderse la bruja —Ya tolero los puentes peatonales, ver por la ventana en edificios altos, ¡incluso subí al mirador de la Latino…!

     

    —¿La qué? —se extrañó el mago.

     

    —La Latino, la Torre Latinoamericana, en el Distrito Federal —especificó THB —Como sea, ¡quiero tener la licencia! Me siento más cómoda volando que usando la red Flu o el autobús que tienen en este país. Por favor, señor…

     

    Y finalizó su diálogo haciendo un gesto suplicante.

     

    —Pues no sé qué decirle, señorita Potter, tendré que consultarlo con mis colegas. ¿Está segura que es su único problema?

     

    —Sí, por supuesto. Vamos, ¡ya vio que sé volar! Incluso sabía lo que es un vuelo de reconocimiento, lo que seguramente ya no se usa mucho por acá.

     

    Sí se usaba, pero el examinador no iba a decírselo. Se aclaró la garganta y le indicó con un ademán que podía retirarse.

     

    —Le diremos si aprobó el examen en poco tiempo —le avisó con firmeza —Al menos lo que se le pidió estuvo bien, pero su problema… Es otra historia.

     

    THB asintió, comprensiva, haciendo una reverencia antes de volver junto a Mâred. Le contó brevemente la charla con el examinador y su amiga arqueó una ceja, como extrañada de que la morena de verdad tuviera Acrofobia.

     

    —Si no me aprueban ahora, lo harán a la siguiente —se decidió, haciendo que la otra le dedicara una sonrisa radiante de apoyo —Por el penacho de Cuauhtémoc que tendré esta licencia.

     

    Y respirando profundamente para calmarse, se colocó la bolsa en el regazo y se volvió a sentar. Tenía que decidir el medio por el cual regresar a la Academia.

     

    (*) Nombres de marcas de escobas fuera de rol. El de la marca mexicana, Tlaloca, se menciona en un fic que THB escribió en su vida muggle, titulado HHP: El Torneo de las Tres Partes.

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