Alexandra Evil Haughton D.

Aun tirada en el suelo muerta de risa, tapando los lugares donde había quedado todo a la vista, escuchaba los gritos de las chicas y el ruido del agua caer al suelo, estaba tan tentada de risa que no podía levantarme.

Entonces llega la figura mojada de mi querida profe riendo a más no poder, para ofrecerme su ayuda. Pero no pude levantarme ni un poco porque en un abrir y cerrar de ojos ella también había caído conmigo al suelo.

-¿Pensabas mojarme?- me dijo ella riendo tanto como yo, al lado mio en el suelo.

-Profee!!! no.-traté de poner cara de ángel, pero no pude.-Bueno solo un poco

De pronto se escucha un grito de guerra:

― Para la plebeeee ― y un algo nos cayó encima empapándonos a Hed y a mi por completo.

-OMG qué es esto??.-dije sacándome los zapatos que me hacían más resbaloso el piso.-Espera que me levante Fee y veras!!!.- le dije gritando pero riendo al mismo tiempo.

― Bienvenida Alexandra, he oído hablar mucho de ti ― me dijo Felicity antes de que pueda reaccionar. Le devolví el abrazo sorprendida por aquella declaración, dejando mis cosas en una silla cercana.

-Espero que sean cosas buenas.-le dije riendo con alegría, ya que dudaba que fuese por cosas buenas.

-Felicidades Alexandra.-escuché que alguien decía detrás mio-¡Bienvenida! ¿Eres mayor? Bueno equis, tienes de todo hay....- dijo mi bella profesora Hedwig, que estaba radiante y tan sonriente como siempre.

Estaba saludando a los chicos que estaban ya allí y a los que estaban llegando, pero sin entender nada quedé absolutamente empapada, con el cabello en la cara, todo pegoteda, y suponía que la ropa mojada no dejaba nada a la imaginación.

Era una guerra de agua, y estaba dispuesta a participar, pero en cuando quise ir apresurada a mojar a Hedwig, me resbale y me caí de pompas al suelo.

-Auch!!! alguien que me ayude.-dije muerta de risa desparramada en el suelo.

Ese día había sido bastante extraño: una lechuza llegó al castillo Dumbledore y tenía la etiqueta de urgente, me solicitaban en la academia lo más rápido posible.

Me vestí con un vestido negro, de seda, corto hasta las rodillas y bastante escotado. Me puse unas botas cortas del mismo color, arreglé mis cabellos, coloqué un poco de color a mi rostro y me abrigué para apresurarme a salir.

Una vez que llegué a la academia fui al lugar en el que tan urgentemente se me había citado, solo esperaba no llegar muy tarde.

Caminé por los vacíos pasillos, hasta llegar a los baños averiados, un lugar del que solo había oído hablar a mis compañeros y profesores. Me paré en seco en la puerta. "felicidades Generales 30". enarqué un ceja y entré despacio.

Era evidente que aquello era una fiesta: la luz ténue y cambiante, la música, los bocadillos, las bebidas, todo allí me indicaba que era una fiesta. Sonreí, puesto que las fiestas eran lo mio, pero si sabía mejor me arreglaba un poco más.

-Buenas a todas,.dije en voz alta, a las presentes, esperando a que me reciban.