Tamia Evil Ryddleturn

Empezaba a llenarse de apoco aquel lugar, estaba callada, algo retraída, así no era yo, pero había algo que no entendía que me reprimía a ser la misma, me solté el cabello haciendo que este fuera de un lado a otro para que se desenredara un poco, luego miré al este señor que había mencionado Akiles para que me sirva algo, moría de sed.

- Una mimosa por favor -

Le dije levantándome un poco de mi silla para que este extraño ser me viera, estaba extraña, tal vez necesitaba algo de alcohol para despabilarme y salir de ese cascarón tímido el cual definitivamente no era mi.

- Pues, que te digo Akiles, vine porque estoy inscrita en la academia, ademas me siento algo sola y algo me dijo que entre, tal ves la idea era encontrarte -

Me quede callada unos instantes pero luego que repasé mis palabras me di cuenta que lo que dije se podía malinterpretar así que de inmediato acoté.

-y a ustedes-

Me aproxime a la oreja de Akiles y susurre.

-Son extraños tu hermano y su amiga, no entiendo a que juegan-

Sonreí y en ese momento llegaba mi flauta, amaba el jugo de frutas con champaña. En ese instante se acercaron dos señoritas mas a nuestra mesa, cada ves había mas gente y me sentía ya un poco mas cómoda.

- Y cuéntame Akiles lindo, ¿a qué te dedicas, qué ha sido de ti, de dónde sacaste a tu hermano, qué es de tu vida? -

Eran tantas preguntas, tantas cosas, tanta curiosidad que tenía de su vida, que creía que lo noche sería corta, tenia luego que correr a ver mis clases y por ultimo buscar donde pasar la noche.

Era una verdadera sorpresa encontrar a Akiles en este lugar, el mundo es un pañuelo, había cambiado mucho pero en sus ojos había aun ese brillo que recordaba, casi nunca me olvidaba de las facciones y mas si eran personas tan allegadas a mi, aun recordaba cuando jugábamos en aquel patio lleno de tierra, cuando me caía siempre estaba el para ayudarme a levantar, tantas imágenes pasaron por mi cabeza antes de sentarme, que tuve que sacudir un poco mi cabeza para poder corresponder a los saludos.

Un apretón de manos con la mujer que compartía la mesa con los dos distinguidos caballeros, un delicado beso en mi mano por parte del hermano de Akiles, no sabía que tenía hermano, por qué senderos le habrá llevado la vida a aquel niño de rodillas raspadas y de ojos tristes.

- Mucho gusto, perdónenme por meterme así, sin invitación, nunca pensé que la visita a la académica me traería tan grata sorpresa, y con un gran complemento como conocer mas personas-

Creo que me dolerá la cara todo el día siguiente por la gran sonrisa que no se me borraba de la cara, la garganta se me secaba, necesitaba algo de beber.

-¿Qué están bebiendo, qué se puede pedir acá?-

Me acomodé un poco el cabello mientras trataba de ubicarme en la silla, me sentía un desastre, vestía unos blue jeans de cadera y una ligera blusa de tiras roja, nada extraordinario, muy informal.

Me sentía sola y deprimida, tenía que salir de aquel castillo, me recogí el cabello en una cola y salí de aquel lugar. Mi naturaleza era distinta, quería aventura, quería vivir, sentirme viva, solo vi a un elfo que me gritaba desde la puerta principal a donde iba, simplemente levante mi mano como para que se calle y darle a entender que lo que menos me importan es que sepan a donde voy.

Caminaba por las calles de esa ciudad, se me ocurrió ir a la Academia de Magia para saber si tal vez las clases rompían aquella monotonía que había vivido desde que llegué a este lugar.

Al entrar a los terrenos de la academia, observé una taberna y la entrada a la academia, hacia las aulas, una encrucijada se planteo en mi mente, ver mis clases o socializar un poco. La segunda era la ideal, necesitaba algo de música y un poco de alcohol en la venas.

Entre a aquella taberna, tal fue mi sorpresa que un rostro conocido encontré allí, pensaba no encontrar a nadie familiar, no sabía dónde ni cómo, pero sentí cuando sus ojos se clavaron en mi también

Me acerqué, estaba con otro muchacho, el cual también me examinó de pies a cabeza.

- Hola, no me consideres atrevida pero yo te conozco, Akiles, verdad?-

Aquel nombre simplemente se vino a mi mente, creo que me ruboricé de inmediato porque sentí como mis mejillas se calentaban y mi cabeza hervía de la pena, pero no podía quedarme con aquella duda.