Ronnan.

Un sol radiante ocupaba el cielo en el horizonte, bañando las paredes nacaradas con la luz que filtraba por entre los ventanales y empañaba mi rostro, obligándome a cerrar los ojos. Vrael nunca solía interrumpir aquéllos momentos de meditación que disfrutaba tanto, de modo que se entretenía con cualquier cosa mientras lo hacía, pero en aquél instante se vio obligado hacerlo ante la inesperada visita de una lechuza que con inteligencia supo escabullirse de los planes de mi gemelo. Sonreí sin inmutarme, escuchando el batir de alas que el ave producía al alejarse por el mismo camino que había llegado.

Con el mentón aún descansando sobre mi mano entorné la vista hacia la mullida madera del escritorio donde reposaba un sobre con mi nombre escrito en ella; mi hermano leyó la suya en voz alta, por lo que no necesite abrir la mía para saber que se trataba del mismo asunto; ambos sobres tenían el mismo sello. El entusiasmo de Vrael fue notorio, y antes de que pudiese evitarlo ya había tomado sus cosas y me llevaba gran ventaja en la repentina carrera, fue entonces cuando me deshice de mi cómoda posición frente a un sol que ya comenzaba a ponerse en la lejanía, levantándome para tomar mi carta y revisar la información, puesto que Vrael nunca mencionó la hora en que debíamos presentarnos en nuestra clase.

Con satisfacción descubrí que la cátedra sería por la mañana del día siguiente y que no habría de ser necesario salir corriendo del cuchitril que habíamos invadido aquél día, por lo que esa noche dormí con toda tranquilidad en la comodidad de un colchón viejo al que se le salían algunos resortes, y desperté lleno de energía a primera hora del día para desayunar y vestirme, percatándome un segundo después que Vrael había huido junto el morral donde los dos habíamos echado nuestras pertenencias, y donde además estaban mis zapatos y el cinturón de mis pantalones.

Me encogí de hombros, y me encaminé hacia el castillo de la academia de magia tras haberme lavado el rostro y haber aplacado mi largo cabello que recogí al final de cuentas. No tuve más opción que presentarme con la misma ropa del día anterior y con los pies completamente desnudos. Dado que mis pantalones oscuros presentaban mas aberturas de lo usual, di gracias a que mi chaqueta era nueva o habría parecido un completo pordiosero. Mientras me apresuraba a atravesar las calles de aquél curioso pueblo con una mano deteniendo mi pantalón para que no se resbalara por mis caderas, imaginaba que en algún momento alguien me paraba a regalarme alguna moneda.

A veces Vrael exageraba demasiado, y lo imaginé montando una tienda de campaña por allí, cerca del castillo, tras haber dado una vuelta en balde sobre el autobús noctámbulo; incluso cabía la posibilidad de que mi hermano había ignorado de que la academia se encontraba a menos distancia de lo que él creía, haciéndole salir de aquélla estancia con tantas horas de anticipación. Pero así era él, y así era como me gustaba que fuera; el mundo era nuestro escenario, las personas nuestros juguetes, y no había nada que fuera más importante para mi que aquél tonto que se había llevado mis zapatos.

Corrí el último tramo, encontrando demasiado fríos los escalones de piedra que tuve que subir para llegar hasta el aula de clases. La puerta abierta, dos brujas al frente de lo que parecía un grupo de monos esperando su banana, y mi hermano sentado en uno de los asientos del fondo con un aire de triunfo en esa expresión que me dirigía mientras yo me acercaba y tomaba asiento en una butaca a su lado, no sin antes pegarle un zape y señalarle con el índice un punto nada lejano por la ventana a su lado... desde allí se podía ver el cuchitril que habíamos invadido.

- !Eh! mas vale que me pases mi cinturón o pronto todos aquí se deslumbrarán con mis calzoncillos — murmuré hacia mi gemelo, atrayendo la atención de ambas profesoras que me pidieron presentarme ante la clase de inmediato, no sin antes tomar una de las últimas runas que quedaban dentro de una caja dispuesta sobre el escritorio. Despreocupado, y aún sosteniendo mis pantalones, regresé al grupo reunido junto a mi hermano, con quienes desaparecí gracias a la runas en nuestras manos. Al siguiente instante, lo único que sabía era que me hallaba mareado con ganas de devolver mi desayuno, y que nos encontrábamos en las afueras de un castillo diferente donde todo alrededor era de singular belleza.

Mis compañeros, incluido mi hermano, comenzaron a presentarse después de una "breve" reseña del lugar por parte de una profesora, mientras yo me dedicaba a colocarme el cinturón alrededor de mi cintura, sujetando así mi ropa; también me calcé con mis deportivos.

- Mi nombre es Ronnan... no es "Ron", ni mucho menos "Ronnie", sino Ronnan. Tengo 15 años, como bien mi hermano a especificado ya, y tras lo cual no me queda mucho que agregar que sea de vuestro interés - mojé mis labios un poco antes de continuar — No soy dado a concentrar mi atención en una misma cosa por mas de 5 minutos, así que espero no den más charlas largas por aquí; si me aburro tienden a pagarla quienes mas cerca se encuentren de nosotros..., así que, ya lo saben.

---- ¿OFF? ----

Hola, pues tras Ronnan pueden encontrar a Abel. Realmente tengo 19 años de edad, estudiante de licenciatura y desempleado. Me gusta leer, pero más escuchar música... amo la música. Me gustaría contarles algo más interesante como lo sería si cosechara rábanos y criara ovejas (? pero, por desgracia vivo de la manera más normal y sencilla en un suburbio donde existe un ritmo de vida establecido, y donde las aventuras y grandes historias solo pasan en mi cabeza. Soy mexicano, no fumo, no me voy de parranda... al menos no todos los días, y me gustan mucho los palitos de pan.

Me ha gustado mucho escribir esto aunque me tomo mucho tiempo, debo admitir