TanyLuna Triviani

Dicen que preguntando se llega a Roma pero la mortífaga no tenía que llegar tan lejos, tan solo al estadio New Trafford donde alguna catástrofe de la que aún no estaba bien enterada había ocurrido. Con un sólo objetivo en mente arribó al mencionado lugar bajo su capa de viaje negra y una capucha que ocultaba su rostro.

El lugar era majestuoso, Tany nunca había visto algo similar ya que dado su poco interés por el quidditch y los deportes en general (tanto en el mundo muggle como mágico) nunca había visitado un estadio antes. El verdor del césped se reflejó en su mirada de tono café haciendo que sus pupilas parecieran una gama entre estos dos colores. No se decidía en el color de sus ojos porque eran varias las emociones mezcladas en ese momento.

Avanzó en medio de la gente sin ser vista debido a que la confusión aún reinaba en el lugar. Veia pasar y pasar gente desesperada buscando a sus familiares y, siguiendolos no fue difícil dar con las carpas de San Mungo. Por ahí veía a uno que otro médico pero la mayoría ya había regresado al hospital.

La Triviani pensaba si debía o no quitarse la capa, despues de todo ella era empleada del hospital y bien podía decir que la doctora Saya la había enviado en busca de su bata de médico, pero después decidió que era mejor quedar en el anonimato, los chismes vuelan y ella no quería ser objeto de uno y menos en medio de una delicada misión.

Así pues, se paseó entre camillas, heridos y sanadores buscando disimuladamente una prenda de Saya y la encontró sobre una mesita donde descansaban varios ingredientes de pociones además de vendas y algodones. Pasó como quien no quiere la cosa por el lugar y sin ser vista tomó la bata y la escondió debajo de su capa y siguió caminando hasta salir del lugar de las carpas.

Buscó un lugar solitario por las entradas a las graderías y se sentó. Examinó detalladamente lo que había robado, especialmente en el área del cuello donde encontró lo que buscaba: unos cabellos dorados pertenecientes a la doctora en cuestión. Tomó todos los que encontró y los puso delicadamente en un sobre de papel.

Sabía cual sería el siguiente paso: ir a la lechucería y enviar a Mia con el sobre para Audrey y Marijo. Dejó la bata tirada en un basurero que encontró a la salida y se esfumó del lugar con aire triunfante.