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Zhoren Noemi Silver

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Mensajes publicados por Zhoren Noemi Silver

  1. El empleado del ministerio le había reiterado a Zhoren características sobre la posesión de varitas, cosa que a ella le entró por un oído para luego salirle por el otro; Zhoren Némesis no solía ser muy razonable. Su intención allí no era de charlar, y mucho menos de escuchar, pero mantuvo silencio mientras deducía qué probabilidad había de borrarles la memoria a los dos magos sin que nadie más se diera cuenta.

     

    -Pero por tratarse de la primera vez podemos llegar a un acuerdo extraoficial,- aquellas palabras de Datura hicieron que Zhoren dejara de divagar y prestara atención. "Extraoficial", aquella era una de sus palabras favoritas -por ejemplo podemos competir en algo y el que gane se queda con los objetos-

     

    Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Zhoren, disimulándola casi de inmediato. ¿Competir? quizá aquella palabra le gustase más aún.

     

    Zhoren era una persona sumamente competitiva, sin importar que dominase su parte humana o demonia, no por el hecho de ganar o perder, sino por la simple satisfacción de tomar riesgos.

     

    si llegas a ganar...- continuó Datura -...obtendrás los objetos de regreso sin preguntas de cómo los obtuviste pero aun así después los vas a tener que registrar aquí si no quieres que los confisquen de nuevo, pero si gano conservare estos sin ningún tipo de reclamación, por supuesto esto solo quedará ente los que estamos aquí.-

     

    Sin duda la mortífaga deseaba aceptar el reto, pero lo pensó por un minuto. Si aceptaba, podía usar sus habilidades y quizá llevarse sus objetos de vuelta sin multas, pero significaba pasar demasiado tiempo cerca de un auror, y eso siempre resultaba peligroso. Por otro lado, si no aceptaba, le tocaba dar explicaciones sobre cómo había conseguido aquellos objetos, y sinceramente ¿cómo explicar de dónde sacaste un cofre que te puede devorar la mano? ¿o con qué tipo de magia hechizaste un sopla burbujas para que hiciera pompas mortales? Cosas como esa no tenían discusión...

     

    -Un duelo.- dijo repentinamente Zhoren a la vez que se levantaba de su silla, mirando fijamente a su interlocutor, con un gesto poco amistoso -al próximo ocaso, en La Botica del Callejón Diagón.- agregó con firmeza, y le dio la espalda para caminar hacia la puerta, no sin antes dirigirle una gélida mirada a la secretaria.

     

    -Las reglas de siempre. Todo o nada.- fue lo último que dijo, ya bajo el marco de la puerta, y tras materializar su varita Sikenda en su mano derecha, abandonó la oficina, cerrando la puerta de un golpe que hizo temblar amenazadoramente el cristal.

     

  2. El elfo había temblado ante la presencia de Zhoren, quién sin duda pensaba sacarlo de su camino de una manera poco amigable, pero antes de poder hacer algo el elfo desapareció junto con el codiciado saco.

     

    -Me parece que no es la mejor manera de pedir las cosas señorita- dijo una voz masculina a espaldas de Zhoren.

     

    La bruja volteó la mirada de inmediato, alzando la varita de manera instintiva, y hubiese deseado usarla apenas notó quién era su acompañante: Datura, un funcionario que sin duda no apoyaba al bando oscuro. Pero estaba rodeada de Aurores, miembros de la orden, testigos… no podía permitir que su reputación se dañara así, no sin obtener nada a cambio.

     

    -Por favor tome asiento,- volvió a hablar Datura al notar que Zhoren se había mantenido en un gélido silencio -podemos llegar a un arreglo- el mago borró de su rostro la sonrisa que había tenido hace algunos segundos, y Zhoren se preguntó qué podía tener ella que le causase gracia.

     

    -¿arreglo?- preguntó Zhoren en tono frío, intentando discimular sus ganas de atacar al mago en ese preciso instante –no hay nada roto… aún.- agregó, observando fijamente el rostro de su anfitrión. Esta vez fue ella quien no pudo reprimir una distraída sonrisa.

     

    - Usted menciona que estas son sus pertenencias…- dijo el mago, retomando el tema como todo un profesional, digno de la burocracia -¿tiene alguna manera de comprobarlo?, y si es así déjeme informarle que ninguno de los artículos confiscados han sido registrados en el departamento, si los quiere de vuelta tendrá que pagar una pequeña cantidad de Galeones que asignare según el tipo de objetos (según su peligrosidad) y por supuesto tendrá que registrar cada uno de estos.-

     

    Zhoren escuchó todas y cada una de las palabras del mago, y luego simplemente rió, como si le hubiesen contado un ordinario chiste.

     

    -dígame señor Datura…- dijo la Silver, acercando su silla al escritorio del mago -¿es suya esa varita?- le preguntó, señalando el instrumento mágico del caballero –considero debe tenerla desde los ocho o nueve años, pero… ¿puede probar que es suya? Con documentos, quizá… pero, si yo rompo los documentos, ¿seguirá siendo suya?- la bruja se había inclinado hacia adelante, y observaba al mago fijamente –si me llevo su varita ¿seguirá siendo suya? …Si su respuesta es sí, entonces, yo puedo afirmar, señor, que las cosas que USTED ha tomado de MI tienda, son absoluta y totalmente MIAS.- afirmó la dama oscura, volviendo a reclinarse sobre el espaldar de la silla.

     

    La mortífaga hizo girar su varita entre sus dedos antes de guardarla en el interior de su túnica, y luego observó con aprensión al elfo que acompañaba al mago, cuidando el saco una vez más.

     

    -No creo que usted haya tenido que pagar por conservar su varita, o si… Datura?- Zhoren enarcó una ceja –Con saco o sin saco, con registro o sin registro, exijo que me devuelvas mis pertenencias.-

    Una bruja muy joven entró a la oficina luego de tocar un par de veces a la puerta. Había comenzado a trabajar en el lugar ese mismo día, y era una total desconocida para Zhoren, pero lo cierto era que estaba en el lugar equivocado en el momento equivocado.

     

    -Perdón que le moleste, señor Datura, pero si necesita una secretaria que tome nota,aquí me tiene.- dijo la muchacha de manera amable.

     

    Zhoren le dirigió una fugaz mirada, como si se tratase de una intrusa, y luego apretó el puño de la mano derecha.

     

    <<malditas formalidades>> pensó. Para Zhoren, no poder hacer las cosas a su manera resultaba poco agradable. Si no podía robar el saco con un mago en la oficina, era incluso más difícil con dos… debía hacer nuevos planes.

     

  3. Zhoren no recordaba exactamente cuál había sido la última vez que había pisado el interior del Ministerio de Magia; por naturaleza evitaba las cosas legales, pues su estilo era algo más... rudo. Pocas cosas podrían forzarla a caminar hasta allá, aquel lugar lleno de burócratas y legalidades, por lo que este asunto era para ella de mucha importancia.

     

    La pálida bruja de piel blanca y cabellera castaña caminaba a paso rápido por uno de los corredores del ministerio. Sus ojos miel rodeados de ojeras sólo observaban al frente, sin distraerse, y su rostro lucía inexpresivo al extremo, lo que en definitiva era una mala señal: en ese momento era Némesis quién éjercía control.

     

    <<No hay plumas en la costa>> pensó, cruzando hacia el pasillo de las oficinas del escuadrón para la Aplicación de la Ley Mágica, dónde estaba su objetivo.

     

    Su atuendo, una elegante túnica roja sangre con rosas negras bordadas, la cubría casi por completo, dejando a la vista unicamente sus manos y su cabeza, pues no estaba usando la capucha.

     

    -vaya... parece que están concurridos hoy.- comentó Zhoren para si misma, casi en un susurro, cuando avistó el interior de la oficina principal.

     

    Por un lado estaba su hermana Katara junto con otros mortífagos, tratando el asunto sucedido en su casa, mientras que más allá algunos otros magos chalaban sobre el castillo triviani... pero la atención de la fría mirada de Zhoren se estancó un poco más atrás, en el rostro de un mago que comenzaba a atender a alguien.

     

    -Datura. ¿dónde tendrá mis cosas, maldito emplum...- Zhoren no terminó la frase, pues en ese momento observó algo aún más importante: un elfo.

     

    Un elfo, en una oficina diferente, vigilaba algo que parecía un saco, y a juzgar por el tamaño, sin duda podía contener dentro todas sus cosas, y quizá las de alguien más.

     

    <<vaya vaya...>> pensó Zhoren, levantando la varita <<me han dejado mis cosas en bandeja de plata>>

     

    en un parpadeo la bruja desapareció de su lugar, y apareció instantáneamente en el interior de aquella oficina, al frente del elfo que cuidaba el saco. Parecía una oficina común, pero su propietario no estaba allí.

     

    -¿quién eres mugrosa criatura?- le dijo la mortífaga al elfo, apuntándole a la cabeza con la varita -apártate del medio si no quieres acabar rostizado. Eso que cuidas me pertenece.-

     

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