- Como amo Escocia... - soltó luego de un largo suspiro de alivio. Las maletas cayeron a sus costados y sonrió.
La verdad es que el lugar era perfecto. Las montañas, el aire puro, el lago, el castillo... Y ni hablar de las magníficas criaturas que se criaban allí (incluído un cierto especimen rubio con el cabello tomado en una coleta. Y una vez dentro del hotel se sintió satisfecha de encontrar un lugar lujoso, pero cómodo y acogedor.
Absinthe Malfoy si sabía como guardar el estilo incluso para una "aventura al aire libre". Pese a que planeaba pasarse unos días simplemente echada en el cuarto, disfrutando del spa y la buena mesa, iba vestida para la ocasión: pantalones ajustados color beige, largas botas de cuero hasta la rodilla, una chaqueta negra ajustada y el largo cabello blanco tomado en un rodete alto. Llevaba las manos enguantadas en cuero también negro y bajo la chaqueta, una blusa de mangas amplias.
La banshee adoraba los caballos alados, de hecho había montado una que otra vez de joven. Recordaba la primera vez que vio uno: un enorme Aethonan negro en medio de un solitario bosque en las afueras de San Petersburgo. De no haber sido por la nieve, se hubiera camuflado perfectamente. La pequeña Malfoy se había perdido durante una excursión con sus primos y, al borde de la hipotermia, se había encontrado frente a frente con el enorme ejemplar equino.
Todavía recordaba la condensación de su propio aliento y el del caballo alado, la respiración profunda del animal mientras la contemplaba con unos ojos tan negros como su pelaje. La niña había acercado una mano para acariciar el poderoso cuello, cálido en contraste con el frío invernal, mas la criatura se quedó allí, mirándola fijamente mientras ella lo acariciaba.
No fueron mas que un par de segundos, pero para ella fueron horas perdida en aquella oscuridad. Luego volvió a sentir el frío y alguien que gritaba su nombre, y cuando volvió a mirar, el caballo ya no estaba. En su mano, un par de mechones negros y en el suelo, una larga pluma oscura.
Un elfo doméstico apareció frente a ella, sacándola de golpe de sus pensamientos. Hizo una reverencia y habló con aquella voz aguda tan característica de los de su raza.
- Bienvenida a High Flights y a Linneh Castle. - nunca le habían gustado los elfos domésticos, pero había que guardar las apariencias y tratarlos bien cuandos e estaba fuera de casa - Mi nombre es Turku, para servirle.
Iba a contestar pero un poco más allá estaba Katara junto a dos pequeños niños. Iba a correr a saludarla pero olvidó un detalle: ella ya no pertenecía a la Marca y probablemente la habían desmemorizado... ¿La recordaría?
- Si, me gustaría hablar con Mackenzie, por favor. - el elfo inclinó la cabeza cortesmente y desapareció. Absinthe por su parte caminó hasta la recepción dende estaba Katara con los chicos. Los tacones de sus botas, que le otorgaban varios centímetros más de altura dándole una apariencia algo imponente para una mujer. - ¿Katara?
Esperaba que la mujer la recordase de alguna parte pues le tenía gran aprecio y había ayudado a salvarle la vida un corto tiempo atrás.