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En el Parque de las Lamentaciones


Helike R V PB
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Eran las cuatro de la mañana y no conseguía concentrarme en nada. Ni siquiera poder observar a través del telescopio, anotando las coordenadas de las estrellas que podía ver, conseguían mantener mi mente ocupada. Con el pijama puesto había dado vueltas a la habitación. No sabía porqué pero esa noche me sentía intranquila en mi habitación del Castillo Rambaldi. Éste estaba sumido en silencio y lo agradecía. Básicamente porque podía escuchar perfectamente cualquier ruido extraño que procediese al otro lado de las puertas del cuarto.


Sólo se escuchaba el suave vaivén de las cortinas que, eran mecidas por la suave brisa que había esa noche en Ottery. Me dirigí hasta la terraza y encendí un cigarrillo con la varita, a ver si así conseguía calmarme un poco. Aún así, me mantenía en alerta. Hacía mucho que mi casa no era atacada y no sabía si eso era bueno o malo. Pero preferiría que lo primero. No estaba para más sobresaltos. Seguramente fuese por eso, que esperaba ataques de cualquier tipo.


Terminé de fumarme el cigarrillo y lo apagué con la zapatilla, alcé la vista y a lo lejos, divisé que parecía existir algo en el parque que era llevado por mi tía. Era cómo una luz anaranjada. Achiqué más los ojos para poder mirar mejor. Puede que fuesen imaginaciones mías o quizás fuese el Guardián, que portaba el farol para poder vigilar mejor el lugar por la noche. Decidí que era mejor investigarlo.


Até mi pelo en una cola de caballo alta y me dirigí de nuevo hacia el interior de mi cuarto. Miré dentro del armario y mirando, me puse una camiseta blanca y chándal de color negro, acompañado por la chaqueta, además de mis botas de piel de dragón. Volví sobre mis pasos y fui hasta el escritorio, abrí el primer cajón y recogí todos los anillos que pude, poniendo en uno de mis dedos el anillo detector de enemigos. El resto, los puse en el monedero de piel de moke, que me lo puse al cuello.


Recogí mi varita de álamo y girando sobre mis talones, me aparecí a unos tres metros de la entrada principal del parque. La puerta principal estaba cerrada. Éste tenía forma de un dragón dormido, sonriendo abrí con cuidado la verja, y me adentré en el interior. Miré el anillo y éste de momento no me indicaba peligro alguno, todo, parecía que estaba en calma… Me adentré por el sendero que me llevaría hasta el interior de ese lugar y con la varita en alto intentaba observar todo… apenas había murmullo, sólo el de la hojarasca producida por mis pies al pisar, el de los animales nocturnos, pero nada extraño.


Me había adentrado cómo unos siete metros en el sendero cuando el anillo empezó a brillar en un tono rojo.


No lo esperé más y grité:


- ¡sectusempra! – de mi varita partió un rayo rojo, que de darle a la persona que me estuviese esperando, se le abrirían unas heridas tan profundas y sangrantes que acabaría muriendo al poco tiempo, desangrado. Intentaba calmarme pero aún así, no las tenía todas conmigo, sabría que recibiría otro ataque, así que, debía de estar alerta, para todo lo que pudiese pasar.


@@Binny Evans si no te molesta, usaremos (yo en mi caso) los hechizos del libro de la Fortaleza y el nivel de Mago Oscuro, he visto que tienes rango Templario, podemos duelear con esos niveles.


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  • 2 semanas más tarde...

Despertó una vez más, agitada y temblando. Corrían gotas de sudor por su frente y la tela de las sábanas le asfixiaba. La noche era interrumpida una y otra vez por sueños del pasado; las imágenes saltaban entre la cabaña junto al lago donde Alexander había encontrado una cinta de video antigua, y la carita de un bebé en los brazos de su compañera. Le aterraba que cuando al fin los recuperaba ambos se desvanecían y ella no podía impedirlo.

 

Lanzó las sábanas con desesperación mientras se sentaba al filo de la cama. Las manos le temblaban y le recorría un frío imposible de soportar con delgada la pijama de seda. Aún podía ver sus rostros, le dolía tanto la cabeza. Se frotó los ojos poniéndose en marcha para enjuagar su rostro y prepararse a dar un paseo, pese a ser casi las cuatro de la mañana. Tomó el vestido de lino que tuvo al alcance y escogió la capa de viaje verde oscuro con capucha que le cubría hasta las rodillas. Este último tenía un encantamiento en la tela que le permitía estar tibio sin importar el clima.

 

Giró sobre los talones de las botas altas y sin siquiera estar consciente apareció frente al hogar de la familia Rambaldi. Durante muchos años los había apartado de su vida pero ahora siguiendo el impulso del corazón estaba ahí, frente a la marea de recuerdos. Iba a entrar, iba a tocar la puerta y preguntar por Heliké, necesitaba hablar con ella.

 

Sin embargo, retrocedió. ¿Qué le diría? Con la vista fija en la acera caminó hasta un parque cercano y entró forzando el candado de la reja principal con un simple Alohomora. El interior estaba plagado de estatuas de guerreros romanos de mármol dispersos cada cuatro metros, cada cierto tramo aparecía un enorme jarrón repleto de flores. En los extremos las hadas volaban de árbol en árbol jugando a las atrapadas; y en el centro la pileta más grande como atracción principal.

 

Evans tomó asiento en una banca metálica junto a la pileta, dando la espalda a una estatua. Se arrebujó en la capa de viaje pensando aún en la cara del niño. Altair. No cayó en cuenta que alguien le había seguido hasta que escuchó el crujir de las hojas y giró al momento justo cuando el rayo rojizo iluminaba el aire.

 

—¡Protego!

 

¿Qué había sido todo eso? El escudo consiguió absorber el sectusempra. El rostro de Binny se iluminó con un tono sangriento hasta que el rayo se desvaneció. No vio el rostro de su atacante pero estaba libre para darle una probada de su propia medicina— Expelliarmus —dijo, el rayo golpearía de lleno en Heliké y su varita saldría disparada cuatro metros a la derecha.

 

Era una lástima que los faroles estuvieran apagados y la luna hubiese decidido esconderse ese día, porque no tenía idea de a quién enfrentaba ni si debía continuar con tal locura.

 

—¿Quién eres? Exijo saber quién me ataca —rugió, acercándose decidida hacia la silueta en medio de dos estatuas y un enorme jarrón copado de flores.

 

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Los ideales son solo palabras hasta que luches por ellos.

 

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Reí por lo bajo al ver cómo la voz asustada de la bruja me pedía que me identificara. Se lo tendría que trabajar bastante bien para que yo le dijese mi nombre.

 

- ¿Reconoces mi voz? - hablé alto y claro a pesar de que el lugar estuviese más oscuro de lo habitual. La luna estaba completamente oculta por las nubes negras que parecía que iba a caer una buena tormenta. Sobre todo, porque a lo lejos se escuchaba el retumbar de los truenos.

 

Esperaba que la tormeta se quedara por allá.

 

-absorvere - susurré yo, el efecto que tenía ese conjuro, era que se le partieran los huesecillos de la muñeca en dónde portaba la varita. Inmediatamente se escucharon varios cracks de rotura. Sonreí dichosa, pero no lo había previsto y la muy... había conseguido desarmarme enviándome mi arma mágica algo lejos. Rápidamente fui a por mi varita que, gracias a mi vista agudizada la localicé enseguida, a una distancia exacta de unos cuatro metros, cerca de una de las estatuas de mármol. Apuré el paso y la recogí del suelo.

 

- Tendrás que trabajar algo más, para saber mi nombre - seguí riéndome, mientras pensaba en el siguiente hechizo para lanzar mi ataque.

 

<< No conseguirás nada con desarmarme - susurré yo.

 

- anular morphos -susurré el conjuro. Tenía por efecto que la bruja realizase el hechizo morphos. Al menos, evitaría que hiciese animales para después atacarme de improviso. Pero sabía que no debía de confiarme así cómo así. No sabía cuánto poder tendría la bruja pero sabía que el suficiente para hacerme daño si lo quisiese.

 

Me daba lo mismo si me acusaba de usar magia oscura, había hecho el curso de Artes Oscuras y esa había sido mi especialidad durante mucho tiempo. Nada preocupante. Tenía gente en la Universidad en dónde podía testificar a mi favor.

 

Al poco rato, la hojarasca empezó a moverse con el movimiento de las nubes e instantes después, empezó a caer un chaparrón fuerte, tanto que apenas podía verse a dos metros de distancia. A lo lejos, se escuchaba el movimiento de las aguas del lago en la orilla, chapoteando con fuerza. Los rayos, antes lejanos ahora sonaban con más fuerza que nunca. Bueno, los rayos no, pero los truenos hacían un ruído espectacular. Iba a ser una noche, bastante interesante.

 

- Soy una de las matriarcas de la Casa Rambaldi. ¿Ahora, puedes ubicarte? - pregunté yo, con una sonrisa siniestra.

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«Heliké»

El sonido de su voz le golpeó en el agujero que tenía a la altura de la boca del estómago, donde los muggles sugerían se producía la nostalgia. Se sumergió en la más profunda contradicción interior a continuación: Entre la alegría de encontrarla —prueba irrefutable del destino para hallar respuestas— y el dolor de comprender que esta usaba magia negra, magia de mortífagos.

La varita de Heliké voló por el impacto del expelliarmus, pero no había quedado ahí. Binny tenía la muñeca rota, señal de un absorvere.

Cuanto dolor sintió a causa de ella. Hubiese llorado si aún le quedaran lágrimas, pero las había perdido cuando dejó de ser una niña. Reprimió en ese momento crucial el deseo de correr hacia Heliké y sacudirle desde los hombros para que entrara en razón... En realidad, se reprimía porque no prioridad dar a conocer su pena pues quién era Binny para que entendieran su lucha o mucho menos para que le dieran explicaciones por vivir. La muñeca quebrada era lo que menos le incomodaba, se había olvidado de eso cuando tomó la varita con la otra mano. Pero pensar en ella como asesina, como mortífaga, eso le mataba por dentro ¿Pero en realidad podía desconfiar de ella de esa manera?

—Accio varita —se oyó a si misma con la voz cargada de desdicha. El efecto había actuado antes de ver a la muchacha avanzar para recoger el arma mágica. En el segundo siguiente, gracias al hechizo, Evans sostenía firmemente la varita propia y la de Rambaldi. Con ello acaba la pelea, pese al gran espíritu de lucha de Heliké, porque así veía el Alma de ella, como fuego ardiente y abrazador, despiadado e implacable si desataban su furia.

Finalmente respondió.

¿Cómo podría olvidarte? Estás tan ligada a mi como lo estuvo Andrómeda y como lo estará siempre. Heliké, eres igual que una hermana para mi y yo la pariente más ingrata que pudiste hallar. Jamás olvidaría nuestra historia.

Se acercó lentamente, mientras la tormenta se propagaba a gran velocidad y un rayo rasgaba el cielo iluminando todo de plata. Evans se pudo ver con el típico gesto de preocupación en el rostro, pensó «Episkey» para curar la muñeca rota y quedar perfectamente ilesa.

A menos de un metro Evans hizo una reverencia, estaba cargada de honor como la primera vez— Al fin juntas, luego de tiempo, amiga mía. Ten tu varita, tengamos un duelo. Empecemos de cero, pero esta vez prométeme que puedo preguntar por el pasado y tu me ayudarás a entender.

Otro rayo había iluminado el jardín por completo y pudo ver aún más claro el rostro de Heliké. Con la misma naturalidad con la que un rayo aparece y se extingue le obsequió una sonrisa y tendió la varita a su dueña. La tormenta rugía amenazante y las gotas de lluvia empezaban a empaparlas. Fue como un concierto de bienvenida, un augurio de su fortuito reencuentro.

 

—¿Qué piensas, aún quieres continuar? Somos guerreras, nuestra danza es la batalla y nuestro saludo un rayo. Festejaremos este día con un duelo, pero uno correcto. Solo si te parece —rió, se sentía a gusto pero sabía que resultaría extravagante. Siempre lo era. @ si te parece podemos continuar la segunda parte de esta trama. Claro, en otro topic para no hacer enojar a los encargados jaja.

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