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Prueba de Metamorfomagia #9


Amara Majlis
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Era la primera vez que Amara no daba las instrucciones de lo que se debía hacer en su prueba, en su lugar, aquel día había optado por enviar a una lechuza blanca de ojos azules perteneciente a la Universidad con un pergamino atado en una de sus patas. El ave se posó en la cama de Helike, por órdenes de la Arcana el ave no podía retirarse hasta no obtener un paquete con la varita y más anillos de la mujer que se enfrentaría su prueba de Metamorfomagia.

 

Al momento en el que la mortifago tomara el pergamino con las instrucciones se encontraría con dos pergaminos, uno dentro del otro y uno más largo que el otro, ambos unidos por el anillo de habilidad que usaría dentro de la prueba. Dentro de aquel primer pergamino, el menos enrollado, se podía leer las instrucciones que debía seguir antes de entrar a la prueba. Amara le pedía a Helike amarrar su varita, anillos y objetos de los libros y habilidades que no podía utilizar en ese momento. En el Segundo pergamino se podía leer claramente.

Querida niña.

Espero que seas de esas mujeres que sigue instrucciones, si no has hecho lo que pido en el otro pergamino, no podrás dar inicio a la prueba de la Habilidad. Si es que en este momento ya hiciste lo de las instrucciones, seguramente te has dado cuenta que no estás en la comodidad de tu hogar y que este pergamino se convirtió en un traslador que te lleva al inicio de tu primer reto.

Te encuentras justo en el desierto del Sahara, no tengo que explicarte lo lógico. Así que seré clara y concisa, en algún punto del desierto en el que te encuentras, se encuentra una joya, un pequeño rubí que te llevará al siguiente reto. Piensa como la metamorfomagia te podría ayudar a encontrar aquella pequeña piedra preciosa. Cuidado con las personas y los cambios de clima que vas a sufrir.

Esto no es todo, antes de que empieces a buscar el diamante rojo, espero aun conserves el anillo que juntaba ambos pergaminos. Quiero que lo leas, será tu medio de comunicación conmigo.

Por el momento me despido, ya tendrás nuevas noticias de mí.

Amara Majlis.
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Había descansado lo suficiente o eso esperaba. Había salido del baño, enfundada en un albornoz y el pelo enrollado en una toalla. Sí, había sido bastante gratificante de echo. Claro que tampoco había estado así los dos días... Había procurado buscar información antes de que la señora le enviase instrucciones. No sabía cómo sería. Tenía cierta intriga con respecto a eso... En cuánto puso un pie en el otro lado, le llamó la atención que, en su cama con dosel había una lechuza preciosa...

 

- Hola bonita - sonrió al animal y éste elevó sus patas - vale, vale, lo capto -lanzó una risilla por lo bajo. Parecía que estaba bastante interesada en largarse del castillo -espera, antes de irte -rebuscó en uno de los cajones y le dio una chuchería lechucil por traerle el aviso- no sé que me da a mí...

 

Así que, se cambió apresuradamente por lo que pudiera pasar. Puso con premura sus ropas interiores, una camiseta blanca, una cazadora gris, pantalones y sus botas preferidas de piel de dragón. Ató el pelo en una cola de caballo alta. Si fuese a un clima cálido, seguro que se secaría en un plis plas... Aunque si tuviese que, metamorfosearse, suponía que eso, daría un tanto igual.

 

- Ya, cariño ya - escuchó el ululato del animal y pensó para sí "lástima que eres de la universidad, sino, te mandaba que te cocinasen en una olla" - tendría que prepararme. ¿No crees? - la lechuza la miró cómo quien diciendo "coge los pergaminos de una vez" - que sí, pesada...

 

Carai... Enculubró en su mente. Definitivamente la paciencia no era los fuertes de ese bicho y eso que venía de la Universidad. En cuánto lo tomó, se fijó en que llevaba una especie de anillo.

 

- Ésta arcana - sonrió y desenrolló el pergamino. Se dió cuenta que eran dos. Uno de ellos, le estaban indicando las intrucciones...

 

- aish, qué mujer más desconfiada -negó con la cabeza pero hizo lo pedido. Rebuscó en su monedero de piel de moke y cogió todos los objetos que le servían en su vida cotidiana. Anillos, varita, libros... y los guardó en el cajón. Entendía porqué lo hacía. No se podían hacer trampas y la varita, sobre todo, daba para ello. Bueno, al menos, no necesitaría agua, eso sí. No pudo evitarlo y lanzó una carcajada.

 

Sintió mover su pelo con cierta brusquedad. Algo tiraba de ella y menos mal, que tenía agarrado el anillo y ambos pergaminos. Sino, éstos terminarían volando hasta a saber dónde. Suspiró. Odiaba ese tipo de trasladarse. Sin darse cuenta o casi, se había dado de bruces al suelo... Maldijo en cuántos idiomas existía el hecho de que, siempre caía de la misma forma. No dudaba de que, la arcana se lo pasaría en grande. Negó con la cabeza y enseguida, puso el anillo de la habilidad que le había proporcionado su profesora.

 

- ¿Dónde demonios busco yo, ese diamante? Vale, rubí - negó nuevamente con la cabeza. Sacudió sus prendas de arena, maldiciendo de nuevo más que nada, por el implacable sol del lugar- bien pude traerme unas gafas oscuras - sacudió la cabeza- y necesitaré una brújula... aunque bueno - se fijó en el suelo. Estaba encima de una duna gigante pero, por lo que pudo apreciar el viento giraba desde el este. Así lo indicaba en el suelo movecido, que iba dejando sus propias huellas - entonces, tendré que ponerme a caminar. Generalmente, los beduinos estarán situados en sus cabañas de telas en algún oasis -caviló la mujer- pero necesito encontrar ese rubí... Más bien tendría que ir hasta una montaña. O seguramente, lo tengan una banda de ladrones - negó con la cabeza. Ya empezaría a dolerle cómo empezar a pensar. Así que, fue a lo más obvio. Se concentró, a pesar del intenso calor. Pensó en una mujer tradicional del desierto. En su mente estaba de una manera y, ¿su cuerpo?

 

Se fijó en las manos. Sabía que podía metatransformarse sin ningún problema y estaba segura que, en aquella ocasión, no sería menos. Sonrió de lado. Tenía las manos oscuras. Notó cómo había cambiado su cuerpo. El calor de la transformación lo había notado, desde la planta de sus pies, hasta el pelo de su cabello. No le sorprendería en absoluto que fuese de una tez muy morena y pelo negro. Miró sus ropajes y sorprendida, pareció ver cómo llevaba una túnica colorida...

 

- Vaya, ésto sí que es nuevo...

 

Sus botas se transformaron en cómodas sandalias romanas, éstas al menos, no se notarían si estuviese quieta. Decidió ir al norte. El desierto era infinitamente mayor, aunque encontrar a unos beduinos, sería tremendamente complicado...

 

- Supongo que buscarás algo más, ¿cierto, Amara? -dijo la bruja- tranquila, si es cómo creo que es, no tardaré de nuevo, en usar ésta maravillosa habilidad... - no dudaba por un segundo que recibiría las palabras de la bruja. Al menos, el sol del desierto no impediría que acabase deshidratada. Sólo esperaba, no estar demasiado tiempo en él. Odiaba las fuertes temperaturas.

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Majlis miraba el desenvolvimiento de Helike en el reflejo de la taza de té que en ese momento estaba bebiendo al parecer la mujer estaba aprendiendo a hacer uso de la metamorfomagia para beneficiarse de algunas situaciones donde el color de su tez no era la óptima para el tipo de clima que se presentaba en aquel lugar. Si de verdad se quería hacer pasar como una habitante de aquel lugar.

En el desierto del Sahara, se encontraban cuatro camellos que eran llevados por un hombre de unos 30 años, cabello negro y ojos cafés, su cuerpo era de complexión robusta, los brazos eran fuertes para poder tener el control de los cuatro camellos. En la Kufiyya, prenda que llevaba el hombre en la cabeza, tenía la piedra roja que la mortifago estaba buscando. Si Helike había prestado atención a las enseñanzas de la Arcana, cada prueba que ella le ponía trataba de no ser egoísta con la habilidad y de ayudar al prójimo.

La siguiente misión de Helike antes de encontrarse de nueva cuenta era ayudar al hombre, pero antes de eso iba a tener que dar con él, cosa que era muy complicada por las tormentas de arena fuertes que se estaban llevando en aquel lugar. Así que si lograba pasar diferentes desafíos donde tendría que hacer uso de la metamorfomagia para poder pasar por diferentes sitios hasta dar con la piedra roja y completando todos los desafíos se encontraría con ella de nueva cuenta.

Amara simplemente le deseo buena suerte a su taza de té que gracias a la conexión que tenía con el anillo esta le estaba trasmitiendo paz y tranquilidad para que pudiera continuar sin ninguna presión.
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No sabía cuánto tiempo había estado caminando, hasta que a lo lejos pudo divisar algo. Algo o alguien. La bruja no pudo distinguir mucho porque en esos momentos pareció que el clima había cambiado repentinamente... Volvió a maldecir nuevamente. Las fuertes ráfagas de aire la hacían temblar y las dunas no es que cooperaran precisamente. Éstas cambiaban repentinamente, derecha a izquierda según la voluntad del viento. Estuvo a punto de caerse varias veces, pero aún así se mantuvo firme. Siguió caminando. A cada paso que daba se hundía un poco más.

 

Volvió a lanzar varias maldiciones la visibilidad parecía que, por momentos era nula con tanta arena que llevaba el vendabal. Agradecería cualquier ayuda o al menos un lugar para guarecerse ante semejante tiempo. Aún prefiría estar en la selva. Bueno, dependiendo de qué misión se tratara... Siguió con algo de dificultad andando. Gracias a su vista agudizada pudo distinguir varios animales. Eran camellos. Y un poco más adelante a un hombre que parecía bien robusto. Heliké se sorprendió al verlo con semejante temporal.

 

Intentó apresurarse un poco hasta que divisó que el suelo era piedra. Suspiró aliviada. Al menos así sería mucho más fácil caminar sin que se le hundieran los pies. Saludó al hombre con un gesto en la cabeza. A pesar de su fuerza cómo la bruja, pudo notar, necesitaría algo de ayuda. La tormenta arreciaba bastante y aún así, los animales también necesitarían un poco de descanso.

 

- salam aleikum -saludó al hombre con una sonrisa y éste agradeció el saludo- déjeme ayudarle buen hombre - él me miró con un gesto inquisitivo y yo le señalé los camellos. Éste parecía que llevaba mercancía. Cómo los antiguos mercaderes que llevaban alforjas con mucho valor, mucho más que el oro. Asintió con la cabeza después de dudar un momento. Pensaría que no tendría suficiente fuerza pero a pesar de que su aspecto no era el de siempre, por suerte aún poseía la fuerza cómo un vampiro de la noche.

 

Por orden suya los animales obedecieron y la mortífaga tiró de las riendas. Empezaron a caminar nuevamente pero, en ésta ocasión, a lo lejos, divisaron una especie de oasis... "menos mal" pensó la mujer. El aire parecía mucho más violento. A pesar de que llevaba protecciones en los pies, notaba cómo las arenas se le metían por todos lados. Era muy incómodo... Y lo que pareció una eternidad, llegaron al bendito lugar. Éste ofrecía un refugio seguro, al menos, de momento ante la tormenta de arena.

 

Las altas palmeras, las hierbas propias del lugar, hacían del sitio un lugar idílico. Se pudo escuchar, el sonido del agua que emanaba del subsuelo como una pequeña cascada. Pararon cerca de un pequeño lago y los animales, se pararon a beber. La Rambaldi ayudó al hombre a descargar las alfojas y siguiendo sus instrucciones montaron una especie de tienda de campaña con telas y palos. En cuánto terminaron, se posaron en el interior y parecía que hacía mucho más fresco...

 

Ahora se paró a mirar al hombre. Con gran sombro se dio cuenta que tenía una joya en el gorro. "¿Será casualidad...?" Se preguntó la vampira. Recordaba lo que había hecho en la selva. Había ayudado a los indígenas gracias a su habilidad. Y relacionando ambas cosas, suponía que también tenía que auxiliar al árabe que tenía cómo acompañante en esa ocasión. Se fijó en cómo fue preparando varios utensilios y que, por supuesto, el té no faltaría en esa ocasión. No conocía mucho de su cultura pero sí sabía que el té y el café eran dos bebidas que consumían muchísimo. Sonrió al ver cómo le daba una tacita pequeña y que, Heliké se apresuró a tomar.

 

El mal tiempo arreciaba y parecía que no cesaría en esa jornada...

 

- ¿Cómo ha llegado una mujer cómo usted a éste sitio? -preguntó- discúlpeme mi nombre es Mohammed. Tenía que llevar éste cargamento al norte pero la tormenta -negó con la cabeza- me impedirá llegar, al menos hasta un par de jornadas más tarde sino amaina antes.

 

- Me llamo Heliké - Mohammed se sorprendió al escuchar mi nombre pero no dijo palabra- puedo echarle una mano. Y yo la verdad, necesito buscar unas montañas - me miró con ojos inquisitivos -bueno, es una misión - pero no podía evitar sacar sus ojos de la joya que tenía. Pareció darse cuenta y rió por lo bajo. Se sacó el gorro...

 

- Es parte de un legado familiar, generaciones atrás nuestra familia era rica gracias al comercio de la sal primero, y luego de la seda y de las especies exóticas - la bruja asintió con la cabeza. ¿Cómo podía arrebatárselo? Sabía que, no podía usar la violencia así cómo así... Una mano, por otra mano, un poco pensativa... Hasta que dio un trago al té que estaban saboreando y habló:

 

- si me permite ayudarle... Llegar hasta dónde tenga que ir... ¿Me llevaría hasta las montañas? -preguntó a Mohammed. Meditó durante unos segundos y éste asintió con la cabeza - supongo que está a mitad de camino. Yo le ayudo y usted como pago podría digamos, ofrecerme esa joya - él me miró airado. Negó y la bruja sonrió. Ya se lo esperaba...

 

- Usted podría darme ese anillo que porta. Parece que tiene el mismo valor - la bruja frunció el ceño. No, para nada podía dárselo aunque, recordando algo...

 

- Tengo algo mejor que el anillo -sonrió con cierto misterio y lo que menos se esperaba era que, antes de salir con el traslador, había puesto unas cuántas monedas de oro dentro de los bolsillos. No es que fuese a necesitarlo pero, nunca se sabía lo que podía suceder. Sacó unos cuántos galeones del interior de sus bolsillos y vio cómo el hombre los miraba con cierta codicia. Asintió con la cabeza.

 

- Por mí estoy de acuerdo - murmuró- esperemos que el tiempo sea mucho mejor. Ahora no podremos movernos. Si en unas horas amaina le ayudaré a llegar a dónde tiene que ir.

 

- Excelente - le dije con una sonrisa- me parece un buen trato.

 

¿Era eso lo que tenía la arcana planeado hacer con la mortífaga? ¿Ayudar al hombre y obtener algo a cambio? No lo sabía pero quizá si tuviese cuidado y no ser estafada por ese tipo. La bruja sabía que no podía confiarse así cómo así. Pero tanto él como la vampira, desaban las cosas que tenían cada uno. Sólo esperaba que la codicia no arruinara el viaje. Aunque, si bien pensado podía hacer una especie de poción para dejarlo k.o y arrebatarle la joya, para huír de allí lo más rápido posible.

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Helike apareció afuera de la pirámide tras terminar su última prueba, el recorrido desde el punto donde apareció hasta donde se encontraba la arcana eran unos cuantos metros. A espaldas de Amara se encontraba la Puerta de Metamorfomagia. La mujer de avanzada edad le dedicó una sonrisa a la Rambadi y extendió su mano, deseaba ver la piedra roja que debió haber recibido del hombre en aquel desierto.

Al tener la joya en sus manos la desapareció, debía regresar aquella pieza a su legítimo dueño, a cambio de aquello le regreso sus anillos, amuletos y su varita a la joven mortifaga. Era momento de realizarle la pregunta más esperada por todos los que se encontraban en aquel lugar.

Es momento que le haga la pregunta más importante. Pero antes, Señorita Rambaldi no sé cuántas veces ha estado frente a estas puertas, mucho menos sé cuántas veces ha leído estos pergaminos. Pero es importante que los lea con detenimiento antes de responder mi pregunta. —Amara le entregó un par de pergaminos. En el primer pergamino se hallaba el portal de las siete puertas y en el segundo se hablaba sobre los breves apuntes de las pruebas de las habilidades.

Dio varios minutos para que pudiera leerlos y después de que pasaran esos minutos, le miro a los ojos.

Después de leer ambos pergaminos, ¿Deseas entrar a la prueba del portal? —aun sin esperar su respuesta miro el anillo que esta portaba en su mano, un anillo de platino con un pequeño cristal de diamante incrustado y señalando el anillo agregó —Si decides seguir adelante, el anillo te permitirá estar en contacto conmigo. Si no es así, te pido de favor que me lo devuelvas.

La mujer argelina se quedó en la expectativa de la respuesta, no agregó en su discurso que en dado caso de que, al entrar, no llegará a terminar la prueba o decidiera abandonarla no podría volver a presentarla, ya que estaba implícito en los pergaminos que le había dado a leer. Ahora sólo quedaba que ella eligiera si estaba realmente preparada y cruzar el portal o irse de aquel sitio.
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Habían pasado las horas y finalmente la tormenta de arena rebajó su fuerza, hasta calmarse del todo. Ambos se miraron y sonrieron. Era hora de continuar la marcha. La mortífaga ayudó al mercader a recoger la tienda, repuso las cantimploras con mucha agua y las puso en las alforjas. Le daba pena abandonar ese refugio pero no quedaba más remedio que seguir con la marcha. Si quería seguir hacia adelante, era hora, antes de que otra cosa nos impidiera seguir el camino. Aunque lo mejor de todo, era que en el desierto, no había atracadores. O eso esperaba...

 

Antes de empezar a caminar, el hombre le dio el rubí a la mortífaga y acordándose del trato, ella le dio oro... Aunque lo que menos se imaginaba es que era un oro especial. Éste se desaparecía de los bolsillos al poco tiempo de ser recogidos. Intentó no esbozar una sonrisa burlona. Pero, estafadores había por todas partes. No le sorprendería en absoluto que, la joya que llevaba en los bolsillos fuese también falsa. Era un objeto muy valioso para ser llevada en un sombrero...

 

Tardaron varias horas en llegar hasta las montañas. Pero al seguir caminando, la bruja notó nuevamente el tirón que producían los trasladores. Cayó de bruces al suelo y de nuevo lanzó palabras malsonantes y juramentos por ese método de transporte, tan poco elegante. Por mucha práctica que tuviese, nunca acabaría de cogerle el truco a esa forma de moverse. Prefefería la aparición o incluso el volar con escoba. Al menos, no acabaría tirada por los suelos cómo si fuese una est****a sin magia.

 

- ¿Eh, qué? - sacudió su cabeza y se limpió un poco porque llevaba algunas arenas encima, cómo recuerdo. Pero por supuesto, la arcana estaba delante de ella. Sonriendo. La bruja esbozó una media sonrisa. Aunque se ensanchó más al ver cómo eran devueltas sus objetos más preciados. La varita y por supuesto el monedero de piel de moke. Pero sabía que lo que tenía en su interior, no debía de usarlos. Sólo el poder de la metamorfomagia, claro. Lanzó una carcajada que se convirtió en tos.

 

- Perdone arcana - sacudió su cabeza en señal de desaprobación - no pretendía burlarme de usted - se rascó la cabeza, hasta juraría que, por ahí también tenía arenilla. Escuchó lo que tuvo que decirle y tomó los pergaminos que ya le eran conocidos. Sí, a pesar de todo reconocía lo que había en su interior. Los desenrolló más que nada, para darle a entender que les prestaría la debida atención. Pero no tenía miedo. Ya había hecho esas pruebas antes, y sabía o esperaba, que al menos, culminara con la vinculación del anillo que tanto ansiaba.

 

- Por supuesto señora Amara - le dijo con una sonrisa amble - deseo entrar y que el portal me ponga a prueba. No quiero parecer soberbia ni mucho menos, pero ya tengo tres habilidades en mi poder. Bien es cierto que, las pruebas son todas diferentes pero al fin y al cabo se realizan dentro del Portal. Él decidirá si soy digna de vincularme con el anillo - no pudo evitar decir con cierta ceremonia en su voz. Quería ver, que respetaba la magia de los arcanos. Eran muy poderosos.

 

- Claro, claro. Pero descuide, sí acepto entrar - afirmó nuevamente con la cabeza. Recogió el anillo que le había dado. Era bastante hermoso. Éste era de diamante. Seguro que algún tonto muggle lo vendería de mala manera, para obtener dinero más rápidamente, sin tener en cuenta su enorme poder. Pero bueno, la bruja esperaba, tenerlo durante mucho tiempo en su poder. Por lo menos, para disfrutarlo y experimentar con algo que tenía en sus genes y que sabía que podría realizarlo.

 

- Así que, usted aquí, es la que manda - hizo un gesto con la mano en que lo abarcaba todo. Así le daría a entender que respetaba cualquier decisión que tomase. La Rambaldi, la verdad, estaba más ansiosa por empezar y esperaba no cometer errores. Salir dignamente y al final, a pesar de ser repititiva en su interior, conseguir esa habilidad que tanto ansiaba y que, de una vez había declinado en el seguir hacia adelante. Ahora estaba dispuesta a todo. A todo lo que el portal, quisiera enseñarle.

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El tiempo, en el portal transcurría tan rápido o tan lento como las personas lo decidieran. Un día dentro del portal podía ser un minuto fuera o bien podía ser un mes. Pero el tiempo fuera de este transcurría de manera normal, así que la Arcana esperaba que las elecciones fueran tomadas con rapidez. Había pasado media hora desde que le hizo la pregunta a Helike hasta el momento en que Amara miro a la Rambaldi aun fuera del portal, todo indicaba que, aunque su boca decía que sí, su cuerpo se negaba a entrar a enfrentarse a la gran prueba.

Señorita Rambaldi, vuelvo a preguntarle… ¿segura que esta lista para hacer la prueba del portal? —Era aquella la primera vez que preguntaba una segunda vez si alguien deseaba entrar al portal, igual era la primera vez que alguien se había quedado esperando frente al portal sin elegir si dar un paso al interior o seguir fuera.

¿Necesita algo más? —pregunto sin dejar de quitarle la vista de encima. Quizás la había juzgado mal y aun no estaba lo bastante lista como para seguir adelante. ¿Sería el momento de negarle el paso o de alentarla a que cruzará? La verdad era que, para la argelina, aquella mujer estaba lista para vincularse con el anillo. Así que esperaba que se decidirá y se enfrentará con la prueba que el portal le tenía.

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A la bruja le desconcertó la pregunta de Amara. No entendía lo que quería decir. Se suponía que había echo todo lo que la señora le había indicado. Entonces, ¿qué era lo que estaba pasando? No tenía ninguna duda de que quería entrar. Es más, estaba ansiosa. Pero algo debió percibir. Y eso me pareció extraño. Suponía que la mayoría de arcanos, los siete; tenían el don de la clarividencia. ¿Sería para avisarme de algún peligro en concreto? Negó con la cabeza y bufó.

 

- Por supuesto que sí, y me reafirmo en ello -asentí con la cabeza y me tranquilicé. Subí los peldaños que me llevaban a la pirámide y esperaba que el portal se fuese abriendo poco a poco.

 

- No quiero parecer una borde -le dijo con una sonrisa amable - pero creo que me considero lo suficientemente preparada para entrar, y allá voy -continuó con su sonrisa.

 

Tenía la varita en la mano y sintió como una energía renovada que le daba más confianza en sí misma y se sintió tranquila.

 

- No sé qué quiere con eso de que, si necesito algo más. Así que, deseo llegar hasta el final y que el portal me ponga a prueba -asintió con la cabeza nuevamente. Y ahora, parecía que el portal de la pirámide se abría poco a poco para hacer una entrada lo suficientemente grande para permitir el paso de una persona.

 

- Supongo que estaremos en contacto -le comentó nuevamente y accedió al interior de la pirámide para ir desarrollando las pruebas que le depararía uno de los lugares más mágicos que había conocido en mucho tiempo. Aunque, ya lo hubiese probado tres veces antes.

 

En cuánto entré al interior de la pirámide, la puerta de acceso se cerró completamente. Aún conservaba el anillo que me había dejado la arcana, cuando había ido a la selva. Era el anillo que en caso de necesitar ayuda, podría hacer una llamada de auxilio a mi "profesora" y que acudiese a mi rescate. Esperaba no tener que hacerlo.

 

Ya en el interior, todo era blanco sin ningún sonido en particular y pensé para mí "¿qué es lo que vendrá ahora?" Suspiré y eso consiguió tranquilizar un poco mis nervios. Parecía que iban y venían pero debía estar segura de que, dominaba la habilidad y eso me daba más confianza. Los nervios era por la incertidumbre de saber qué era lo que me deparaba dentro del portal.

Editado por Helike Rambaldi Vladimir
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La prueba del portal era tan volátil y tan cambiante como la personalidad de cada individuo que entraba a cada una de las 7 puertas. Amara había visto entrar a varios jóvenes a realizar su prueba de vinculación con la Habilidad de Metamorfomagia pero ninguna prueba era igual a la otra. Algunos regresaban a su infancia, otros se dejaban llevar más por sus sentimientos y otros más por algún suceso que podría cambiar su vida.

La arcana no tenía idea de lo que podía presentarle a Helike, simplemente esperaba que aquella mujer tuviese una buena actitud y realizara la prueba de la mejor manera para que logrará vincularse con el anillo que tenía en su mano. Claro si ella necesitaba ayuda o quería ser rescatada, Majlis con mucho gusto la sacaría de aquel lugar, pero no iba a poder volver a entrar.

La argelina esperaba con paciencia que Helike le mostrará un poco de lo que sería su prueba, esta podría estar en un universo paralelo, en un suceso de su pasado o en algo que sería un parteaguas de su futuro. Lo importante no era tanto en qué momento estaba llevándose a cabo la prueba, si no el cómo lo iba a lograr. De qué manera iba a hacer uso de la Metamorfomagia.

Vamos Helike, estas a un paso de vincularte. —pronunció Majlis mientras veía en dirección a la puerta de metamorfomagia que se acababa de cerrar con la Vladimir dentro. —Tu puedes pequeña.
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No sabía si era el influjo de la magia del portal, pero pareció sentir las palabras de la arcana. Eso le dio ánimos mientras, poco a poco el lugar se iba transformando. Primero en una pequeña mota de luz, después asomaron por el pequeño agujerito más cosas. Pero no supo porqué, tuvo el instinto de tirarse a tierra. El lugar parecía una balacera sin fin. Balas que iban de un lado a otro. Impactaban en los cuerpos de los soldados. Me arrastré cómo pude y comprobó cómo sus ropas eran de una enfermera de trinchera. Bufó. Era lo que le faltaba a esas alturas. Ni siquiera recordaba el momento... Se fijó en un camión a lo lejos y parecía que tenía extraños carteles pero en uno de ellos le indicó la fecha.

 

Estaba en la España de la guerra civil. En uno de los frentes más complicados de todos. La batalla del Ebro. No sería demasiado surrealista cuando se fijó que aún conservaba el anillo que le había dejado la arcana. Siguió arrastrándose un poco más. A lo lejos divisó una tienda de campaña con la cruz roja. Escuchaba al médico gritando y dándo órdenes. Se levantó cómo pudo y por poco no la alcanza una bala de lleno en el costado. Sólo sintió un escozor y lanzó un pequeño gritito... salió el doctor.

 

- ¡pero mujer, aún estás ahí! ¡Vaya! - exclamó el hombre- veo que te ha rozado. Ven, te curaremos eso - le dijo con una sonrisa- estás en una zona complicada. Los fascistas están haciendo de las suyas. Nosotros ayudamos a cualquier tipo de soldado pero esos... cerdos les importa un bledo quiénes sean, da igual... Ésta maldita guerra, una guerra entre españoles...

 

Iba mascullando maldiciones por lo bajo. La bruja sacó la camisa blanca que, en un costado ya estaba lleno de sangre. No recordaba participar en esos momentos en algo así. Supuso que, su memoria selectiva, lo habría borrado para evitar el dolor. Pero le resultaba terriblemente familiar. Tragó saliva. Si sangraba, quizá no fuese tan vampira cómo parecía hacía tan sólo unos momentos. Rechinó los dientes al sentir el escozor del alcohol en la zona afectada. Después de coserla y la bruja, al lanzar unos cuántos juramentos el doctor se rió...

 

- ésto no es nada. Hace poco se nos han muerto varios soldados - dijo apesadumbrado - lo raro que me parece es que hayas llegado hasta aquí sin ayuda y sin un tiro en la cabeza...

 

Cubrió la herida tapándola con un apósito y luego con vendas - poco podemos hacer por aquí. Salvo dar consuelo a los moribundos y sepultar a los caídos -negaba con la cabeza. Tiró los guantes hacia una pequeña bolsa y llevó tanto la aguja cómo las tijeras hacia un bote de lo que parecía desinfectante. Era lo que olía en toda la tienda y a la mortífaga no se le había escapado que, además, el olor a la sangre era bastante fuerte. Ahora todo parecía ser más real. Los quejidos de los heridos era más notable. Algunas compañeras iban de aquí a allá intentando dar un poco más de agua...

 

La Rambaldi se movió como pudo aún con la herida recién cubierta. Se puso de nuevo la camisa para evitar problemas mayores. Tomó los guantes con la intención de ayudar... Se fijó en que, una cartera estaba posada encima de la mesa. Había un hombre bastante mal. Tenía el estómago perforado. Su compañera la miró y negó con la cabeza. Recogió sus pertenencias y revisándola se dio cuenta que, había una fotografía de una mujer muy guapa y bastante mayor. No sabía si fue intuición pero enseguida supo qué hacer.

 

Olvidando todo lo que había en ese lugar y recordando la imagen en su cabeza, sintió como cambiaba por completo. Los demás parecían no darse cuenta de la transformación de la vampira y era mucho mejor así, tendría que dar explicaciones que no estaba preparada para ello. Suspiró y tomando un pequeño espejo que había encima del mueble, su reflejó devolvió la cara de la mujer de la fotografía. Sonrió con tristeza y se encaminó al soldado...

 

Éste tenía los ojos entreabiertos. No estaba ni dormido ni inconsciente. Sería de la morfina impuesta por las enfermeras para aplacarle el dolor y evitar la agonía de una muerte horrible. Estaba demasiado pálido. No sabía porqué pero la bruja presentía que su muerte estaba más próxima de lo que parecía. Suspiraba y jadeaba. A pesar de que apenas sentía el dolor se apretaba el pecho y las manos. Parecía que balbuceaba cosas sin sentido... Entre ellas, el nombre de Carmen... Debía ser su madre. Se acercó al hombre...

 

- Hijo, ya estoy aquí - abrió los ojos con sorpresa y alegría de verla ahí. Sí, se notaba que parecía estar más calmado a pesar del sufrimiento de sentir cómo la vida de uno se va apagando poco a poco...

 

- Señora, no debería estar aquí - replicó una de las chicas. Al menos, las ropas también se transformaron para dar más credibilidad al momento. La vampira sentía cómo se le encogía el corazón ante semejante escena. Con cierto tono en su voz no pudo evitar soltarle:

 

- es mi hijo, me necesita. Si estuvieras en su situación, harías lo mismo. No sé si tienes hijos o no, pero el día que los tengas, sabrás lo que significa la palabra madre - se marchó sin decir más palabras. El galeno que estaba cerca, asintió con gratitud en su mirada, a las palabras de la que se hacía pasar por un familiar del soldado - Luis, estoy aquí, estoy aquí - menos mal que había revisado la parte anterior de la foto e indicaba el nombre del hombre. Agarró su mano con fuerza, para transmitirle todo lo que podía en esos momentos. Un par de lágrimas salieron de los ojos de la bruja...

 

- madre, ¿recuerda? -suspiraba con fuerza e intentaba hacer algún esfuerzo - cuando me cantaba nanas, las tengo presentes - la vampira "disfrazada" de su madre asintió con la cabeza. No le sorprendió. Todas las madres, en eses aspectos eran todas iguales- se las... cantaba a mi pequeño antes... - el pecho se le subía y bajaba a causa del esfuerzo.

 

- tranquilo mi pequeño, tranquilo... mamá está aquí - Luis la miró con ojos agradecidos y amorosos y tras un lapsus de tiempo exhaló un suspiro acompañado de un ronquido y falleció. Quizá era el momento de volver, pero enseguida regresaron más soldados heridos, todos ellos de gravedad. La bruja hizo lo mismo con todos ellos. Sentía cómo su alma se engrandecía al ver que, conseguía ayudar a esos pobres chicos, a sobrellevar su final. Lo que le hizo raro era que nadie prestaba atención a esos cambios tan bruscos. Pero lo agradecía.

 

No era la primera vez que, tenía que apartar las lágrimas que caían de sus ojos. La emoción, el sentir gratitud y amor por parte de aquellos chicos a los que creía que era su familiar más cercano. Y después el final de la vida, por una mísera bala, o mortero que había sido tirada por culpa de una lucha absurda.

 

El médico gritó. Los demás también. No sabía qué pasaba pero daba la impresión de que desalojaban la tienda... En esos instantes, algo hizo explosión y todo se fundió en negro.

 

No sabía cuánto tiempo había estado así, pero, nuevamente, todo volvió a cambiar. Aún sentía cómo las piernas le flaqueaban por todas las emociones sentidas en aquella tienda de campaña. La cabeza le retumbaba. Necesitaba un reconstituyente bastante fuerte, para aplacar los ánimos. Desconocía por completo si el portal manejaba todo aquello pero no recordaba ese preciso instante, ese que explotara la granada en el interior de esas "urgencias" improvisadas.

 

Aún con la ropa de enfermera que tenía al principio, salió un poco tambaleante del interior de la pirámide. Tuvo que sentarse en las escaleras para reponer las fuerzas- necesitaré algo fuerte -le dijo a la arcana con una sonrisa -supongo que vería lo que pasó ahí dentro. Comprenderá que necesitaré un tiempo para reconstituírme ante tantas emociones juntas -bufó- ¿y bien? -le dijo. Se limpió las lágrimas. Parecían que éstas fluían al recordar todos esos momentos. Sí, había sido un recuerdo borrado de un momento de extrema dureza. Ahora sabía que podía metamorfosearse y no gracias a un anillo. Aunque lo necesitaba. Ahora tocaba esperar lo que le dijera la arcana.

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