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Probando...


Anne Gaunt M.
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Duelo básico.

Modelo nueva reforma

 

Se usarán los hechizos hasta rango MO y los libros hasta el de Auras, incluido.

 

Barra de daños:

Daño Leve: provocará 10 de daño.

Daño Grave: provocará 30 de daño.

Daño Crítico: provocará 50 de daño.

 

Puntos de vida: 100

Puntos de poder: Nivel 45 = 5 puntos de base + 1 punto cada 10 niveles (6 puntos adicionales en el nivel 60). Por tanto, 5 + 4 = 9.

 

*****

Miró el reloj que llevaba en la muñeca y echó a andar, consciente de que tenía tiempo de sobra para llegar. Pero, al contrario de lo que solía demostrar llegando justa de hora a prácticamente todo, aborrecía la impuntualidad. Además, la cita que había concertado era muy importante, lo suficiente como para que dejara durante un rato su taller dejando solo una nota, por si alguien la buscaba, diciendo que regresaría en unas horas. Que a lo mejor se convertían en días, si Leah le daba una paliza de muerte. Lo cual era lo más probable.

 

Aquella idea le arrancó una sonrisa: lo principal era tenerlo asumido. Sabía que el alumno podía superar a su maestro, pero también tenía muy claro que ella aún no se encontraba en ese nivel. No obstante, se sentía entusiasta con la práctica que llevarían a cabo. Al fin y al cabo, ambas habían caminado mucho para llegar donde estaban.

 

Se adentró en local abandonado tras mirar a su alrededor: no la seguía nadie. Activó los anillos de salvaguarda contra oídos indiscretos y el detector de enemigos, por si acaso, y luego comenzó a prepararse para el duelo. Se deshizo de su capa de viaje, la cual metió en el bolso que llevaba colgado a la espalda. También guardó sus zapatos y todos los complementos (pendientes, reloj...), quedándose solamente con los anillos de habilidades y los de poderes uzza, así como los amuletos. De esos sí que no se desprendía fácilmente.

 

Se quedó con un sencillo vestido camisero grisáceo, de tejido fino y ligero que le permitía moverse con comodidad. Además, era de manga corta y quedaba bastante por encima de las rodillas, casi cubriéndole lo justo. También llevaba el pelo muy corto, casi plateado y, vista desde lejos, más parecía un fantasma que una humana a juzgar por el color pálido de su piel junto con la combinación de colores que había escogido para la ocasión. Lo único oscuro que llevaba era, de hecho, el tatuaje de la marca tenebrosa en su antebrazo izquierdo, el cual no había ocultado como de costumbre: allí no las vería nadie para quien pudiera suponer un problema.

 

Levantó la mirada cuando la vio llegar y, al hacerlo, pudo comprobar también lo que las rodeaba. Aquel local había sido un almacén hasta que sus dueños lo habían abandonado, por lo que había quedado abandonado con algunas pertenencias en su interior. Concretamente, en la sala que ellas ocuparían, había una estantería metálica en un lateral con un par de cajas de cartón, así como cristales dispersos por el suelo que, antaño, habían compuesto las ventanas de la sala. En uno de los muros, el que quedaba frente a la pared donde estaba la estanteria, había un boquete enorme posiblemente provocado por una explosión. Los escombros quedaban repartidos por el suelo, aunque no parecían suponer un problema para la mujer y sus pies descalzos.

 

Por lo demás, tan solo había cajas de carton de distintos tamaños, algunas rotas y otras aún precintadas, pero todas apiladas en las paredes. Anne se había sentado en el suelo que quedaba en la parte posterior del lugar, frente a la entrada por la que había entrado la Ivashkov. Se levantó sonriendo, comprobando que estaban a una distancia óptima, de aproximadamente diez metros. Además, también había una distancia prudencial entre ella misma y la pared de atrás, para evitar golpes y colisiones no deseadas. Hizo una reverencia hacia su amiga y maestra.

 

Me alegra verte, Leah.

 

Adoptó directamente una postura defensiva, aunque no pensaba amedrentarse ante la experimentada combatiente.

 

No seas muy bruta, ¿vale? —le dijo, tras soltar una risita y alzar ambas manos en el aire con gesto inocente. Ya llevaba la varita en una de ellas, preparada por si se le adelantaba. Pero, no fue así, así que decidió dar el primer paso—. Disparo de flechas.

 

Una docena de flechas aparecieron para volar directas hacia el cuerpo de Leah. No se separarían demasiado entre ellas pero, si impactaban en su objetivo, agujerearían el cuerpo de la mujer en brazos, piernas, hombros y demás, aunque no tocarían ningún órgano vital, y supondría un daño grave. Además, las flechas que la alcanzaran no desaparecerían por sí solas por lo que, de no extraerlas y curarse, podrían derivar en daños permanentes.

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