Su mano reposaba inerte sobre el antiguo cuadro, un retrato suyo junto a su esposa. Un retrato de Adriano Wallace, el Ishaya. Mirshka Dupont había sido y era un simple huésped en el cuerpo inerte del antiguo patriarca Tonks. Scarlet inclinó la cabeza observándolo, el rostro del mago se veía velado por la muerte, pero no por eso seguía teniendo esa aura brillante, colorida, que ella le había conocido alguna vez.
La asesina de París, así la habrían llamado, su sangre, la del verdadero Dupont, había corrido desde sus colmillos, pero no le había matado, no entonces, lo había transformado, como muchos años antes había sido transformada ella. Su familia, de estirpe cazadora, había caído bajo una guerra que ni siquiera los debería haber involucrado, pero a la Akane eso no le importaba. Era muy distinta a la dueña del cuerpo que habitaba.
¿Él murió en paz? preguntó en voz alta el alter ego a su compañera. Darla sacudió la cabeza negando, una negación a medias.
No lo sé, pero ahora lo está.
La pelirroja caminó despacio y movió su varita, una gaza fina y casi de un lila transparente cubrió el cuerpo del mago.
No me corresponde a mí velarlo sino a sus seres queridos dijo con una frialdad que estaba lejos de sentir la Potter Black.
¿Y tú qué eras? preguntó su alter ego con expresión de asombro que se reflejó en su propio rostro.
No tengo idea los recuerdos de Darla eran mezclados, desde traiciones del mago hasta muestra de cariño y amistad, no, no tenía idea de quién era o había sido el que por un tiempo se llamó su abuelo en la Potter Black y luego fue el hijo de sangre de Scarlet, hijo por su conversión en vampiro, amantes no habían llegado hacer según afirmaba la Akane.
Sagitas estará muy apenada agregó el alter ego en su mente.
Y no es la única, Cye también, todos solo que muchos más que otros, pero ellas dos y Antara suspiró recordado el rostro de la semidiosa.
No he podido terminar de verle agregó la pelirroja mientras que con un nuevo movimiento de su varita diluía el recuerdo en que se veía el cuero del mago y sus retratos en la sala de su mansión.
¿Le han hecho homenajes? volvió a preguntar la Akane.
Sí y no, la Rambaldi me envió sus condolencias y preguntó si podía escribir, pero tú sabes que estaba demasiado partida al medio, se fue de malas de aquel lugar y no ha querido entrometerse donde no la llaman, tanto amor que le demostraban.
La expresión de Scarlet se reflejó en el espejo junto al cual en ese momento atravesaban.
¿Y entonces? preguntó una vez más.
Dicen que todo fue un mal entendido, ya tú sabes bien río entre dientes la Potter Black mientras se alejaba lentamente del lugar.
Le iba a extrañar. Sus canciones en las fiestas, sus fotos con sonrisa y expresión divertida, las tenía guardada y seguía haciendo esas morisquetas tan divertidas y tan características de él, pero no podía mirarlas, le daban nostalgia y no había vuelto a buscar el álbum I, porque estaba segura de que no debía quedar más recuerdos allí.
Una estrella más que se unía a la constelación del corazón, en silencio, y de improvisto, una estrella más que los guiaría desde el cielo con su fulgor, un fulgor con las luces y el color del arco iris. Una luz más fuerte, azul, llena las almas cuando sientes que un unicornio llora en un rincón.
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