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Al filo de la montaña


Juliene Black Lestrange
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Extendió sus manos, aspirando el olor a naturaleza, sintiendo como el aire pretendía hacer volar al mismo ritmo que él, esa mañana se había despertado con la gran duda de cómo sería morir al filo de una montaña, así que haciendo acopio de su impulsividad terminó escribiendo una simple nota que no había tardado en recibir respuesta, el Everest… ¿Cuántos no habían querido aventurarse en aquel hermoso paisaje natural? Pero se requería de años de preparación o, en su caso, de una asfixiante necesidad por el suicidio. Y de alguien dispuesto a seguirle sus locuras, por supuesto.

 

Así que ahí estaba a ocho mil ochocientos cuarenta y ocho metros sobre el nivel del mar, en la montaña más alta del mundo, donde tan sólo el frio era capaz de matar fácilmente a un humano, portando un ligero vestido de color violeta que la hacía resaltar en medio de tanta blancura, cualquiera podría dictaminar que no tendría por qué estar allí, pero siendo quien era no es que estuviese dispuesta a seguir reglas, mucho menos los que otros desearan pensar. Fue cuando avistó una figura a lo lejos que se dignó a extraer la varita de detrás de su oreja, en tanto traqueaba su cuello, tenía demasiado tiempo sin hacer aquello, sin embargo… ¿qué mejor que morir en “La frente del cielo”?

 

— Bienvenido seas al cielo, Vladimir.

 

Una ligera reverencia, antes de poner su varita en ristre, era el momento de que comenzara el show.

 

<<Disparo de Flechas>>

 

Conjuró, apuntando al mortífago, en tanto de su varita salía un puñado de doce flechas que se incrustaría en el dorso del hombre provocando un sangramiento que tendría que atender lo antes posible, suspiró, era una lástima que no pudiese hacer uso de sus antiguos hechizos, siempre la ayudaban de más en esos casos, pero había tomado su decisión y ahora debía sufrir las consecuencias.

 

— Si mueres rápido, será mucho mejor para mí.

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Allí estaba él, a casi nueve mil metros de altura montado sobre un gran caballo negro, mientras el viento hacía ondear la capa sobre su espalda. Hacía buen clima, por suerte, el cielo estaba despejado con su color azul infinito, cortando de golpe con el blanco de la nieve sobre la planicie en la enorme montaña. No habían arboles cerca, ni rocas descubiertas, solo era nieve allá, en la grandeza del cielo.

 

Su vestimenta era la usual, unos pantalones de cuero negro con unas botas altas hasta la rodilla, una camisa larga de lino del mismo color y un sombrero de ala ancha para tapar los rayos del sol, aunque toda esta indumentaria no le hacía falta para protegerse del frío, su media raza demoníaca lo mantenía caliente. Cabalgó hasta que notó una mancha rosada a unos cien metros de distancia, se bajó de su caballo y de su costado desamarró una gran espada mano doble que encachó a su espalda sobre la capa y que podía utilizar en cualquier momento en caso de necesidad.

 

Haciendo sonar pesadamente sus botas en la nieve caminó hasta quedar a unos nueve metros de la desafiante, observó detenidamente a Juliene, no le provocaba ningún tipo de preocupación, de hecho hasta un poco de gracia le hacía verle con ese vestido rosa tan...extravagante podría decirse; sin embargo no dejaría que ese tipo de pensamientos le hicieran perder el sentido del duelo y de su oponente que, bien podía ser bastante difícil, más sin embargo no dejaría que le venciera fácilmente.

 

-El placer es... ouups! ¡avis!- una parvada de doce avecillas no muy grandes aparecieron frente al mago para protegerlo de las flechas que había lanzado sin previo aviso, desapareciendo en el acto de ser impactadas por estas. Permaneció quieto observando la impaciencia con la que había comenzado el duelo. Hizo una leve reverencia mientras movía su varita circularmente hacia adelante y le habló.

 

-Como decía, el placer es mío... Y para tu desgracia, hoy no es mi día para morir, el Valhalla no está ansioso de llevarme, pero si tengo que ir, lo aceptaré sin problema alguno.-sonrió de lado y acomodó su cabello detrás de sus orejas mientras tomaba una posición de alerta, abriendo sus pies a la anchura de los hombros y manteniendo la varita en alto con su mano izquierda, mientras que la derecha la dejaría libre en caso de tener que usar su espada.

 

@@Juliene Black Lestrange

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Efectivamente, ahí no había nada.

 

Una de las principales razones por las que había elegido el Everest recaía en eso, no quería mantener una amplia ventaja para su enemigo, aunque esto también le dificultaba su propia labor, se encogió de hombros, admirando como el mortifago se deshacía con facilidad de su primer ataque, su cuerpo se volvió rígido a la habitual espera de un contraataque, sin embargo, este jamás sucedió y ella no pudo hacer otra que parpadear, demasiado acostumbrada a que sus adversarios no dejaran ni un momento de respiro no pudo evitar sentir que el verdadero despliegue de magia iba a suscitarse.

 

— ¿Puedo quedarme con tu sombrero cuando acabe contigo, primor?— si había algo que le encantaba hacer era hablar sin ningún reparo, además de crispar los nervios de aquel a quien conocía, sonrió— Sectusempra.

 

El rayo salió disparado de su varita, sintiendo un leve cosquilleo mágico al pronunciar el hechizo, tenía como objetivo impactarse en la anatomía de Vladimir, provocándole tres enormes cortes en el pecho del hombre que, al igual que hubieran hecho las flechas, pretendía hacerlo desangrar hasta la muerte y así terminar de una vez por todas con aquello, obteniendo como premio ese genial sombrero que tenía a tan solo unos cuantos metros de distancia.

 

— Y con tu caballo, por supuesto.

 

<<Seccionatus>>

 

Las medias lunas, cortantes y resplandecientes, fueron en dirección del mortifago, incrustándose en sus brazos y piernas, provocándoles graves cortes que lo harían desangrarse, cerró sus orbes amando cada despliegue de magia que evocaba su cuerpo, no existía nada como la adrenalina de esos momentos, debía admitir que era una de las cosas que más extrañaba, además de sus antiguos hechizos.

 

— En síntesis, querido, sólo termínate de morir, ¿quieres?

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Vladimir sonrió de medio lado, sintiendo que al fin tendría un duelo de verdad y no uno de practica como los últimos que había realizado. Aunque no tenía su rango ni sus hechizos, los que aún podía controlar le hacían excelentemente bien. Soltó la capa de su cuello y con una ráfaga de viento esta se fue volando por los aires hasta perderse en el blanco eterno de las nubes. Tomó su sombrero y lo soltó de igual forma, viéndose volar hasta perderse con el infinito.

 

-Yo no quiero que te mueras, Juliene, sería una gran perdida para el bando... Ademas no me gustaría lastimar a una hermosa dama como vos... no mucho.- volvió a sonreír y le hizo una pequeña reverencia. Al terminar este pequeño dialogo se percató que la joven no perdía ni un momento de su valioso tiempo, ya no quedaban magos o brujas con educación en aquellos días, había que seguir demostrando por qué los magos seguían siendo mejores que las demás criaturas por medio de su educación y cortesía.

 

-Zancadilla.- pronunció rápidamente mientras veía el rayo viajar hacia él y justo antes de que terminara de decir su segundo hechizo (intercala su segundo hechizo), por lo que sus doce medias lunas salían disparadas hacia el aire al ser Juliene derribada por el lazo mágico en su tobillo y perder el control de su brazo en su caída. Al ser su zancadilla un efecto de aplicación instantánea, apuntó su varia hacia adelante.

 

-Protego- musitó triunfante y aún ileso, ya que el resplandeciente escudo color ámbar y violeta bloqueó el rayo (sectusempra) que Juliene lanzó en primera instancia y que gracias a la distancia que había entre ambos duelistas le daba tiempo para defenderse. Un sectusempra le habría dado muchos problemas, aunque claro está, no lo habría matado.

 

-Hmm... baia baia...- dijo mientras entrecerraba sus ojos y le observaba aún en el suelo, llena de nieve hasta las orejas. -Mi caballo no te lo dejas ni aunque muera.- alzó sus hombros y sus manos de forma desinteresada, importando poco la palabrería necia que podía decir Juliene. Pensó para su más recónditos adentros, que no siendo de su mismo bando, ya le habría dicho hasta de lo que se iba a morir (?) sin embargo, por más que pudiera molestarle su lengua venenosa, como toda buena Slytherin, recordó mantener su perfil y su fidelidad al bando que había jurado defender.

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  • 2 semanas más tarde...

Silencius.

 

Aunque su posición en el suelo no era precisamente cómoda, todavía podía apuntar al mortifago para silenciar su escudo protector, sonrió con triunfo al ver como su sectusempra impactaba en la anatomía de su contrario, no era su culpa que su acompañante estuviese más entretenido en sus curvas que en el duelo, aun cuando sabía cómo el género femenino podría ser capaz de alterar la retina. Sacudió su cabeza antes de entretenerse en sus recuerdos, no era el momento para eso, sino para darle fin a aquella hermosa aventura friolenta.

 

— ¿Pérdida para el bando, Vladimir?— no pudo evitar una risilla— Deberías informarte un poco más, querido— en un alto impulsivo destapó su brazo izquierdo mostrando el muerto tatuaje de su marca tenebrosa—. Ya no pertenezco a ese lugar y deberías hacer más que protegerte de mis hechizos, no recuerdo que en las filas tenebrosas existieran cobardes, me das un poco de pena.

 

Suspiró, no era el momento para sacar su orgullo oscuro, había tomado su decisión de abandonarlo porque necesitaba una nueva perspectiva de vida, menos destructiva que la que poseía, se incorporó del suelo con un simple movimiento, dispuesta a volver al ruedo.

 

Sectusempra.

 

El rayo viajó en dirección al hombre, disponiéndose a realizarse tres severos cortes en el rostro, logrando que sangrara sin ninguna contemplación. Quizás ahora que le había quitado la tonta idea de que seguía siendo parte del bando el chico actuara como debía hacerlo uno de sus ex –compañeros.

 

— ¿Qué dices serpientita, al fin me mostrarás tu lado oscuro?

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