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Leah vs Jank


Jank Dayne
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>> Sencillo.. << - ¿Seguro que esta es? - pregunté, ajustándome el gorro sobre mi cabeza y sacudiéndome el suéter.


El anciano me miró como si algo apestara.


- Sí, obviamente. De otra forma no me habría molestado en pararme de mi letargo y traerte, niño.


- Bueno, gracias, ya no lo necesito - lo despedí, sin siquiera mirarle - y tengo veintidós.


El anciano cerró la puerta tras de mi acompañado de su lámpara de cera. Como la biblioteca donde me encontraba no poseía ventanas, tuve que tantear con los dedos hasta encontrar mi varita, metida entre los pliegues de mis medias de lana. Siempre me daba frío en los pies aquellas épocas, y como bono resultaba un escondite perfecto para mi arma. Solo que nunca recordaba en qué pie la colocaba..


- Lumos - y en la punta de Libra apareció una pequeña bola de luz que me fue suficiente para pasar por cada estantería. A medida que iba avanzando, me di cuenta que el anciano estaba en lo correcto: era una biblioteca completamente muggle dentro del mundo mágico. Solo habían diez estanterías repletas de libros viejos y dos estanterías, nada más. Biología, química, física.. En otra me encontré a un tal Sócrates. Pero el libro que buscaba estaba camuflado entre los libros convencionales, o al menos eso me habían dicho en The Hunters. Dentro de sus páginas se hallaban las pistas para encontrar a un criminal anónimo que, durante meses, había estado burlando las defensas de los aurores y había empezado a hacer lo mismo con mi bando. Necesitaba desenmascarar el asunto..


Después de recorrer por varios segundos, había visitado ya las diez estanterías, cinco de cada lado. Encima de las dos mesas que servían para lectura estaban colocados, por orden, los libros que me habían interesado, pero mi objetivo principal seguía siendo un fracaso. Y entonces...


- ¡PAFF!


Me giré con la varita en guardia. El anciano me había advertido que cuando un intruso se acercaba, la biblioteca soltaba una alarma muggle que simulaba el sonido de un libro al caer. Pero como no había luz exceptuando la que yo mismo proporcionaba, no pude ver su rostro en un principio. Sabía que a un lado de la puerta se encontraba el interruptor para encender los bombillos, pero dudaba mucho que el intruso se percatara; aparte, se delataría. Sin embargo, no tuve miedo, puesto que ambos estábamos en las mismas..


- ¿Quién anda ahí? - grité. En eso, la luz de mi varita logró iluminar la figura del sujeto. No alcanzaba a verle el rostro, pero visualicé perfectamente su posición, su silueta, e incluso me dio tiempo de marcar una distancia prudente de seis metros.


<< Esto será suficiente... ¡Confundus! >>


El hechizo se hizo efectivo, aunque claramente no podía verlo. El efecto cayó en los pensamientos de mi contrincante, que si bien no podría hablar ni realizar ningún movimiento, me daría tiempo para aproximarme y descubrir su identidad..

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—Anciano inservible.

 

Con una patada despreocupada, la mujer apartó el cuerpo del viejo como si no se tratara de nada más que un costal de plumas y sacudió a Texia como si quisiera eliminar rastros invisibles de sangre. No obstante, el bibliotecario estaba intacto, no había ninguna marca en su anatomía que delatara algún daño físico. Sólo una expresión de terror cruzaba su rostro arrugado, un miedo que no había llegado siquiera a expresar con un grito, porque la mujer había sido más rápida que sus reflejos apagados por la edad.

 

Había tenido la intención de mandarla a comprar en otro lado, hasta que vio la máscara de plata que tenía en el rostro y sus ganas se esfumaron, haciendo reaccionar a su cobardía como si le hubieran presionado un interruptor. Ella por su parte, no tuvo intención de hablar con él siquiera, desde que había pasado la puerta con la varita en mano sabía que iba a cometer un asesinato. O dos. Porque venía siguiendo a Jank desde que éste había decidido transitar por las calles de Londres sin protección. Era su nuevo objetivo, por no decir el mismo de siempre.

 

La túnica de batalla, impoluta, tan blanca que resultaba cegadora, se ceñía a su figura como un guante. De no ser por la Marca Tenebrosa, con la tinta impresa en su piel tan oscura como lo había estado el primer día y sus facciones ocultas por el metal, podría haber pasado por una fenixiana. Y ese era el punto de gracia. La gente solía pensar que los miembros de la Orden del Fénix, por más desequilibrio que causaran en la sociedad como los Mortífagos, eran buenos e inofensivos. Cuando reparaban en esos pequeños detalles es que entraban en pánico y le encantaba dejar esas expresiones de miedo talladas en sus caras.

 

Revisó el local en completo silencio, haciendo que sus botas de combate níveas hicieran el menor sonido posible y cuando se aseguró de que nadie estuviera acompañando a su primera víctima, se pegó a la pared de la puerta donde había visto pasar al Demon Hunter. Arrastró su espalda con la misma lentitud de antes y asomó los verdes ojos por el cristal. Vio la pequeña luz de Jank, producida por un Lumos, y una sonrisa de victoria iluminó su rostro con la misma intensidad. Estaba solo y, por ende, tendrían un duelo que sería digno de recordar. Los dedos tocaron el pomo, aún tibio tras el contacto del hombre que yacía en el suelo y pronto estuvo adentro, como una sombra.

 

Pero entonces el sonido se produjo y nada tenía que ver con el pequeño "click" amortiguado del pestillo. ¡PAFF! Cerró los ojos y se maldijo a sí misma, entendiendo la trampa. ¿Cómo es que había sido tan idi***? Se logró mover a penas dos pasos cuando su mente cayó presa de un hechizo que, si bien no podía identificar estando bajo su efecto, confundió su mente como la sacudida de un terremoto. Sus pensamientos perdieron el hilo de lo coherente, entremezclándose hasta producirle un fuerte mareo y para cuando logró pestañear, lo pudo ver frente a sus ojos.

 

Levicorpus

 

Con eso, miró como el cuerpo del Evans se alzaba ante sus ojos, colgando de un tobillo a varios metros de distancia, aún renuentes a acostumbrarse a la oscuridad del lugar. Sin embargo, estando en la posición de la Atkins, tenían una pequeña ventaja. Había dejado la luz de afuera encendida y podían verse ambas siluetas fácilmente gracias a la luminosidad que se adentraba por la ventanilla de la puerta. Las estanterías habían quedado a su izquierda y a la derecha de Jank, a varios metros de distancia, los suficientes para que ambos pudieran defenderse de cualquier hechizo capaz de controlar los objetos inanimados y entre ellos, había unos siete metros de distancia. La bruja sacudió la cabeza, consiguiendo un crujido y se enderezó.

 

—¿Estás nervioso, Evans? Atacar desconocidos parece ser una buena defensa, si me permites decirlo, pero no deja de ser cobarde de tu parte.

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