vs Ernest Macnair Wilfred

[Lyra Katara Selwyn]

Era un fin de semana largo, ni siquiera el cuidador estaba. Había conseguido el lugar ideal para el duelo con Ernest, la sala de juegos de una guardería.

 

Nadie nos vería puesto que el lugar estaba rodeado con una gran cerca blanca impidiendo que los posibles curiosos quisieran ver al salón de juegos, ya de por si era grande la distancia entre la cerca y el salón y ayudaban a bloquear la vista de los curiosos varios árboles.

 

Había varios salones, pero elegi ese en particular por la cantidad de cosas que había en él. Al abrir la puerta se podía ver al fondo la oficina del maestro, con la puerta abierta. Esparcidos por el lugar, había coches como los de la feria, de juguete de varios colores. Un par de pequeñas casas de patio en los extremos, donde fácilmente podían caber un par de niños de ocho años.

 

No podían faltar tres columpios para dos niños cada uno, varias mesas redondas y sillas en donde podían descansar si el juego los cansaba. Pelotas de diversos tamaños y bloques de juguetes.

 

No tenían cámaras de seguridad y el guardia había pedido esos días también, necesitaba vacaciones y pasar tiempo con su familia. Claro, a los dueños les extraño porque era un hombre bastante cumplido y casi nunca las pedía, pero esa vez no pudieron negarse. Era la ventaja de conocer gente que tenía la habilidad de la legilimancia y que durante una semana antes del duelo, estuvo convenciendo al hombre de que las pidiera.

 

Me vi reflejada en una ventana y pude completar mi vestimenta: tennis, pantalón de mezclilla negro, una playera de mangas cortas color gris claro. En la mano derecha llevaba mi varita y los tres anillos que me autorizaban a usar las habilidades estudiadas.

 

En el cuello llevaba todos los colgantes correspondientes a los libros y en cada colgante había acomodado como si fueran dijes los anillos correspondientes a cada uno. De todas formas, protegí el lugar tocando el anillo salvaguarda contra miradas indiscretas. Una vez activado el anillo, solo podía esperar que mi oponente llegara. Este hechizo no afectaba para nada el inicio del duelo.

 

Vi el felino blanco que estaba tatuado en mi antebrazo izquierdo, en ese momento estaba durmiendo, lo que indicaba que todo estaba bien. Escuché ruidos y vi a mi oponente.

 

-Bienvenido, Ernest. Empieza por favor.- Le pedí.

 

Era el único que hasta el momento me había aceptado un duelo para poder practicar los hechizos aprendidos en la Universidad, hasta el libro del druida. Entre los dos había una distancia de diez metros, la cual mantendría.

 

@@Ernest Macnair Wilfred