El ciervo de Oro del Bosque de los Espinos

[Sagitas E. Potter Blue]

 

-- Sólo es una leyenda -- le dije a Ela Karoline.

Mi amiga me había invitado a aquella tienda del Soho de Londres, porque sabía que amaba las antigüedades y que la curiosidad me haría abandonar la calma plácida de mi hogar. En aquellos tiempos revueltos, era mejor guardar distancias con los posibles peligros. Pero nunca negaba nada a mi amiga y, además, la leyenda del ciervo había llegado a mis oídos más de una vez.

-- Sí, sólo una leyenda...

Sin embargo, no podía negar el atractivo escaparate de aquella tienda en la que se exhibía la imagen de unas estatuillas de ciervos azules con los cuernos florecidos.

-- ¡No diga eso, Señorita! -- replicó uno de los dependientes de la tienda. -- ¿Por qué no puede ser cierto que exista un ciervo de oro en el Bosque de los Espinos, que sólo puede ser cazado en los días concretos en que florecen los cuernos de su familia?

Enarqué una ceja. Nunca me han gustado los charlatanes de feria, tal vez porque yo aprendí de ellos en mi infancia y sé reconocer cuando intentan timar a los ingenuos. Sin embargo, no podía negar que allá había magia antigua. Lo olía mi varita. Lo olía yo y seguro que Ela también. Algo había hecho crecer flores en aquella madera barnizada, aunque insinuar un Floreus era demasiado suave. Allá había algo más.

-- Dicen los manuscritos que una bruja maldita llamada XXX hechizó a estos padres que ocultaron al cervatillo para que no cayera en sus manos. Su sangre era necesario para un embrujo poderoso y quiso sacrificarlo por ser dorado. Al impedirlo, los convirtió en estatuas de madera. Sus astas florecen cuando el cervatillo sale de su escondite. En esos momentos, puede ser cazado... Se dice que la bruja pasea por el Bosque de los Espinos en su búsqueda...

La cháchara de aquel hombrecillo me enfurecía cada vez más y su descaro en tratar de timarnos a los presentes para que compráramos souvenirs de aquellos ciervos floridos hizo que mi carácter se hiciera levemente oscuro.

-- Sí, señor, lindo, muy lindo. Me llevo una... -- Y con mi sonrisa fácil supe enseguida que Ela sabría que sabría que iba a mover la varita. Ni le pedí permiso para actuar ni creo que ella hubiera permitido que, literalmente, obligara con un Imperio a aquel insulso monigote, envolviera la figura original en una bolsa de burbujas, la metiera en una caja y la pusiera dentro de una bolsa con el slogan de la tienda.

Salimos de allá, con mi sonrisa de triunfo reflejada en la cara.

-- Vamos, Ela, no me riñas... No he podido evitarlo. Si en verdad son ciervos hechizados, ¿no deberíamos devolverlos a su casa, junto a su hijo que les está esperando desde hace... miles de años? -- Le sonreí, esta vez más sincera. -- Además, tengo un manuscrito antiguo en casa donde se indica el lugar donde se encuentra El Bosque de los Espinos. Aunque es una leyenda de las que aparecen en libros de Beedle el Bardo... ¿Crees que habrá algo de cierto en ello?

 

[Ela Karoline]

La verdad es que Londres para Ela Karoline nunca perdía su atractivo, a pesar de los tiempos revueltos de la actualidad. La magia siempre estaba presente en cada lugar, en cada cosa que hacía, en todo,  y eso era maravilloso y constituía por si mismo una novedad que no dejaba de asombrarla,  sobre todo porque se sentía libre, confiada y dichosa,  por fin la bruja en su interior estaba floreciendo como los cuernos de aquellas estatuillas.

Pasear por los comercios sola no era divertido, pero cotillear con una amiga y mirar escaparates si que lo era, por eso había insistido en que Sagitas se aventurara con ella en aquel recorrido, abandonando la comodidad y seguridad de su hogar.

Y allí estaban mirando estatuillas de cuernos florecidos bajo la supervisor y platica de un dependiente que defendía la veracidad de la historia, leyenda o como quisiera llamarse.

La ingenua y credula bruja en el interior de Ela bullia,  mientras que la Potter, más experimentada, cauta y desconfiada arrugaba el entrecejo en una clara advertencia de que no estaba para timos. Aún así y bajo métodos de los  que la Lockhart no estaba convencida, salían de la tienda con una bolsa y dentro las dos estatuas.

-Te pasaste-  aseguró Karoline frunciendo el ceño -¡Pobre hombre! no había necesidad... miro la varita de su amiga -De eso-   pero enseguida el argumento de la reunión familiar acallo sus protestas y la mención de un pergamino antiguo atrajo toda su atención. Le gustaban los libros tanto como el chocolate, mientras más antiguos mejor, pues los secretos eran más jugosos y las historias menos fáciles.

Carraspeo como si con eso limpiase sus pensamientos y encontrara la llave que abría posibilidades -Y supongo que además de enseñarme el pergamino iremos de cacería al bosque de los espinos-  sus palabras claramente demostraban que creía en la historia, una que había escuchado de niña como  tanta atención que incluso recordaba el nombre de la bruja malvada.

-Adrihatis no estará  feliz con nuestra visita, te lo puedo asegurar-  la bruja oscura no admitía visitas en el bosque del que se creía ama y señora y menos  cuando un dulce cervatillo salia de su escondite. En el fondo, esta vez, la oscuridad que intuía en su amiga podía resultar… buena.  

Suspiro mirándola con sus grandes ojos esmeraldas -¿Qué estamos esperando?  vallamos a por ella-  dijo entusiasmada y segura de haberse embarcado en una legendaria aventura, cuyo final aun no esta escrito.

Editado 26 de Abril del 2021 por Ela Karoline