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.: Castillo Triviani :.


Mentita
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Susan se despojó de la chaqueta cuando el calor se hizo presente, sus agudos oídos estaban captando dramas y sorpresas dentro de su casa.


Por Voldemort, había olvidado que las cosas siempre están así de buenas aquí. Rió y se colocó la chaqueta en el antebrazo.


También miró a varios magos en las puertas del castillo, conocía a algunos pero a la aristocrática bruja la ignoraba. Tal vez eran la función de la noche, sería una lástima arruinarla, no se acercaría a ellos pero se aseguraría de que se dieran cuenta de su presencia en cuanto entraran. Con eso Susan reapareció en la alegre reunión familiar, justo en el momento en que Oriánthi soltaba esa bomba. Susan abrió un poco sus ojos ante la noticia y espero a que los orbes de los magos presentes se dieran cuenta de que había llegado.



Familia, les besaría las mejillas pero estoy tan aturdida como ustedes. Saludó y pasó los lilas por cada rostro Supongo que lo que empezó como una fina tertulia y terminó con secretos a la luz, alguien debe de decirnos que dejar a los hijos tirados por ahí está mal (?


Su sonrisa fue con sorna y lamentó no poder grabar el momento.


---Me alegra que Oriánthi sea de la familia. Dijo como si nada y tomó una galleta de la mesa Pero ¿Aaron Black Yaxley? Estamos en medio de una guerra y concuerdo con Matthew, el Ministro sólo nos sirve para mantenernos en nuestro pedestal o impulsarnos todavía a más. Mordió la galleta Esto no tiene que volverse sentimental, estás cuestiones políticas no deben tocarnos a menos que las necesitemos.


Tomó una silla y la arrastró lejos de la mesa para sentarse de piernas cruzadas sin perder de vista a su familia.


Los nuestros, los sangre pura Con un ademán le indicó a un Chuck que le trajera algo de beber Son los que estamos reunidos aquí y ahora, si el Ministro quiere pertenecer tiene que aportar y ponerle un par de buenas sonrisas a sus hijos.


Bebió de la copa y alzó una ceja recordando algo.


Sólo para hacer un paracentesis, en las puertas hay unas cuantas personas, vengo de torturar a alguien pero en serio me gustaría ayudarles con la que parece tener una corona invisible en la cabeza.




@Vengan a mí *-*

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Los ojos de Jeremy sobresalian de su rostro. Prácticamente lo único que había quedado rebotando en su mente en todo el discurso de su madre era que Aaron, el hasta entonces, padre de Matthew, también era el suyo. El drama podía sentirse en el aire. El vampiro se quedó callado sintiendo que furia se iba apoderando de él poco a poco. Casi no pudo escuchar a su hermano hablar de “Su” linaje inglés, y el beneficio monetario que eso atribuía al descender del Yaxley.

 

Zoella parecía haber vuelto a la mesa a su lado, como siempre debía estar, para todo lo que necesidades de ella. La niña Alondra, a quien Jeremy apenas conocía, parecía haberse decidido plantar raíces en la familia. Se compadeció de que no hubiera huido. Candela arruinaria su vida como lo hacía con todos. Encontraría la forma de utilizarla, engañarla y aprovecharse de su inocencia para beneficio propio.

 

No pudo contenerse más. Mirar a su madre con reproche ya no cambiaría nada. ¡El descaro de aquella mujer! Ella solo comía y bebía como si nada hubiera pasado. ¡Como si la vida siguiera igual cuando estaba todo patas para arriba! Para rebalsar el vaso, la prima Susan, luego de estar meses desaparecida, estaba ahí. Les dijo cosas sobre extraños en la puerta y se sentó a la mesa, demasiado llena Triviani. Hasta Lady había decidido hacerles una visita. ¿Tenía algo para confesar? Era el día perfecto para aquello.

 

La visión de Ashura solo hizo fruncir el ceño al vampiro de forma desagradable. Seguía juntando reproches para con aquella mujer de códigos cambiantes. Pero eso acabo con la poca paciencia que tenía y de la peor manera. Se puso de pie con tal brusquedad, que la silla fue a parar al suelo alfombrado, sin hacer ruido. Luego apoyó con fuerza las dos palmas de su mano sobre la mesa, haciendo que la cristalería vibrará.

 

-¿Me estás diciendo que todo en mi p.uta vida es una mentira? -Rugió en medio la cena, interrumpiendo todas las charlas, sin importarle nada. Sus ojos estaban fijos en la mujer que lo había traído al mundo - ¿Cuando c*** pensabas decírmelo? ¿Porque nos mientes? ¿No te es suficiente abandonar a tus hijos por todo el mundo? ¡Miramos! -Siguió gritando, mientras señalaba a todos sus hermanos - ¡Estamos aquí por ti, y tú sigues mintiendonos!

 

Jeremy estaba a parado al lado de la gitana, esperando… ¿Que? No sé sabía. Con Candela nunca se sabía que esperar. Un olor dolorosamente familiar le lleno los pulmones. ¿Callum? No, no podía ser. Él chico estaba de viaje buscando a Sandor. ¡Su maldito padre! ¡El padre que ambos compartían! “Él que ya no es tu padre” le dijo una voz en la cabeza. El átomo estaba ahí, como si su hermano estuviera en sus tierras. ¿Podía ser? No, Jeremy estaba inestable. Solo el saber que su pasado era una mentira le traía recuerdos al presente que ya no existian.

 

Una mujer ingreso al hogar Triviani y se presentó frente a ellos. Parecía demasiado importante como para ser de la familia. Los Triviani jamás usarían ese estilo de ropa. Ellos eran guerreros que peleaban en el barro, y no sentados en un trono cubierto de oro. La mujer les trajo vino, como si no tuvieran las bodegas a reventar. En el castillo, podía faltar amor, alegría, sonrisas y compañerismo... Pero alcohol… jamás.

 

-¿Quién demonios te invito a entrar a nuestro Castillo, extraña? -La enfrentó al ver que se sentaba para compartir la cena - No eres bienvenida. Lárgate antes de que tu cráneo adorne la mesita de luz de Amá.





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Callum deseó haber elegido cualquier otro día para decidir visitar a su hermano. Apenas había escuchado los pasos de alguien acercándose tras de sí, el Askar se había hecho a un lado, escogiendo apropiadamente un rincón entre las sombras que proveía el castillo para quedar envuelto en ellas y evitarse la incomodidad de tener que esperar a ser recibido junto a un desconocido.


Una mujer, ataviada con un disfraz muy renacentista, fue a parar a la puerta en compañía de su elfo doméstico. Si la extraña y altiva dama había advertido la presencia del rumano, ésta no lo demostró, y aguardó hasta que las puertas le fueron abiertas. Tras ella, al menos otras dos brujas entraron en el nido italiano, quienes descuidadamente dejaron la entrada expuesta para que Callum pudiese escuchar, sin quererlo, lo que estaba pasando allí dentro.


El primer pensamiento de Askar fue salir de allí y regresar cualquier otro día. Quizás nunca. Tal vez enviarle una lechuza a su hermano, citándole en cualquier otro lugar sería lo más apropiado; no obstante, la voz encolerizada de Jeremy desde el interior hizo que se olvidara de sus vacilaciones y decidiera entrar al castillo sin ser anunciado o invitado. ¿A quien podría estar dirigiendo su hermano todo aquel resentimiento?, se preguntó, adentrándose hasta donde se estaba llevando a cabo una "cena familiar", listo para entrar a los puños por el vampiro si era necesario.


En cambio, la escena con la que se encontró no parecía ser mas que un melodrama familiar que parecía encaminarse al desastre.


—Mírate —exclamó, interrumpiendo con aquélla voz grave y serena, cuando su hermano lanzaba improperios a la mujer renacentista. El demonio pensó que tal vez se estaba inmiscuyendo demasiado, pero pocas cosas le importaban demasiado, y Jeremy estaba en los primeros sitios de la lista —, como siempre... !la reina del drama!


Callum se acercó a la mesa, haciendo acopio de su desfachatez —Me he cansado de esperar afuera y he decidido que me invites a cenar... ¿o es que también querrás adornar la mesa con mi cráneo?

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Bebió otro pequeño sorbo de aquel vino, cuya experiencia en la cristalina copa estaba a punto de acabar. <Que inoportuno> fue lo único que atinó a pensar, ante impertinencia de un miembro de la familia Triviani que había osado amenazarla. Un encantamiento silenciador, uno solo hubiese bastado. En su fuero interno imaginó con puntillosa exactitud como hubiese sido la escena: su garganta secándose casi instantáneamente, los músculos contrayéndose y la consecuente desesperación en la mirada de su víctima. Si algo extrañaba Lucrezia de sus años en Florencia era, sin dudas, la impunidad que el poder le concedía para maldecir a la plebe. Sin embargo, en esas circunstancias, no podía actuar violentamente frente a extraños, menos aun con algún tipo de vínculo.

 

- No hace falta que mi cráneo ni ninguno de los que se encuentran en este salón terminen en la mesa de noche de nadie…- interrumpió, antes de clavar el fulgor de su mirada en Jeremy- sobre los que no se hallan aquí en este momento…no puedo responder.

 

Decidió que era un momento perfecto para volver a ponerse de pie. Dejó su copa de vino reposar sobre la mesa y retomó su pausada caminata alrededor de la mesa. El sonido de sus tacos volvió a imponerse en el salón, como un rítmico eco que en otra situación hubiera sido cuanto menos pintoresco. Su blanca varita se hallaba aun en su mano derecha, apenas sostenida en el aire con sus dedos índice y pulgar. La aristócrata la hacía girar sobre su propio eje una y otra vez, casi jugando con ella, como un método terapéutico para calmar tensiones.

 

- Me he enterado que se ha elegido a un nuevo Ministro inglés…- anunció al momento de pasar por detrás de Jeremy- y como toda elección es el perfecto caldo de cultivo para la lucha de poder, para el tira y afloje de la política, para establecer nuevos estatutos y un nuevo orden de las cosas.

 

Prosiguió una vez más con su elegante caminar, no sin antes acomodar la acampanada falda de su vestido que comenzaba a acusar pequeñas arrugas. Fue entonces que su mirada se clavó con cierto descaro en una mujer, la cual intuía la matriarca de la familia. Se trataba de una mujer de gélida piel blanca, cabello castaño y unos ojos…<bellos> sentenció Lucrezia en su cabeza, dejándose llevar por la admirable particularidad de aquel iris grisáceo. Aun con sus labios cerrados, acarició con la punta de su lengua la carnosidad del inferior.

 

- ¿Saben que fue lo primero que me comentaron cuando decidí viajar a este pueblo?- preguntó de manera retórica, elevando apenas su mano derecha para enseñar el brillo de su varita- Me nombraron el renombre de la familia Malfoy, de la familia Potter Black, del linaje Snape…todos ingleses. Todos ingleses.- repitió, dejando que la aversión corriera en su voz- Ni un ápice de presencia italiana hasta que por mis propios informantes encontré a los Triviani, alguna vez una de las principales familias de mi tierra.

 

Una vez más freno en seco. Había llegado junto a Candela. Por primera vez desde que se había adentrado en aquella sala se desprendió de su altanería elitista que transmitía su postura en un acto completamente novedoso que contradecía su educación aristócrata: apoyó sus muslos contra la mesa, adoptando una posición mucho más cómoda. Con la yema de sus dedos, cubiertos aun por sus blancos guantes, se tomó del borde de la mesa. Si algo de su formación diplomática utilizaba en demasía era su capacidad de contornear su actitud, logrando hablar de igual a igual con gente que no era de su círculo, y en ese momento había quedado frente a frente con la matriarca Triviani.

 

- Si hay algo que los Médici administramos mejor que las finanzas y la banca es el poder.- un destello desafiante iluminó una vez más su azul mirada, mientras analizaba detenidamente a Candela- Y lo que veo aquí, como si fuera la mejor inversión de nuestras vidas, es una clara posibilidad de acrecentarlo.

Editado por Lucrezia Di Médici

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Y de un momento a otro, mi pregunta quedó en el aire. La matriarca se encontraba callada, comiendo mientras observaba a la pequeña Alondra a su costado. Y todos callados, a la espera de su respuesta. Hoy, día de confesiones me enteraba que tenía otra hermana, Orianthí era parte del juego macabro de Candela hacia sus hijos, ¿Hará más regados por el mundo? Me encantaría enterarme de algún caliente latino, quizás lo usaría para mis macabros planes con cuerpos.

 

Escuché ruidos afuera, y sentí cuatro aromas diferentes, de los cuales tres eran conocidos ya. Y uno de ellos, me trajo gratos recuerdos del pasado. Mi hija adoptiva Lady había decidido venir a visitarme, pero vaya momento en el que legaba, para darle la buena bienvenida y presentarla a todos en casa. Reí internamente analizando la situación, hasta que la grata presencia de Susan que nos acompañaría en la mesa, junto a Ashura.

 

¡Vaya! Sin planearlo la reunión familiar había sido casi perfecta, lo que faltaba era la presencia de mis otros hijos para ser la cereza del pastel. Iba a objetar algo cuando la mujer desconocidas para todos o eso quiero creer hizo acto de presencia, con ese aire de grandeza que para nada le quedaba bien.

 

Me mantuve callada, mientras la mujer hablaba y se paseaba por todo el salón, hasta que se quedó a un lado de Candela. Quise aguantarme, pero no lo logré, y acto seguido solté una sonora carajada, ocasionando que todos me observaran extrañados. Carcajada que a duras penas pude calmar para hablar y dirigirme a la mujer.

 

- Si hay algo que los Médici administramos mejor que las finanzas y la banca es el poder - mofé, soltando una carcajada más fuerte que la anterior - Bueno, señorita Miss Pipirisnai, está en el lugar incorrecto si cree que puede hacerse nombre a nuestra costa - bufé, limpiando las lagrimas que habían salido por mis ojos gracias a las carcajadas - Váyase a beneficiar de otros, que de aquí lo único con lo que saldrá sera flotando. Porque tiene pinta de que no soportaría la guerra familiar con vida. Y creo que su vestido se ha llenado del vomito mio que está en la entrada - señalé al ruedo de su falda, riéndome más al ver lo húmedo por tropezar con la hielera que había usado minutos antes.

 

@Todes xD

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Matthew Triviani
Candela, parecía ya conocer a la mujer que se acercaba más hacia la mesa de los Triviani.
Suspiro después de un rato de silencio, no tendría más remedio que comunicarse con el elfo. De reojo, miro al sirviente, aun encorvado en una reverencia, y una mueca de disgusto se dibujo en sus facciones bonitas. Detestaba a aquellas criaturas, tal vez demasiado, razón por la que ella y sus hermanos habían optado por tener... Humanos en su lugar; inservibles en igual medida, pero al menos no tan desagradables.
Hizo caso omiso a las preguntas, solo miro a Zoella fugazmente aceptando lo que ella preguntaba.
No obstante, una mujer ególatra se adentro al comedor, el elfo balbuceo por un par de sugerencias y lo miro, sin darle tiempo a más explicaciones. Nuevamente tomo su vaso con el ginebra especial que había preparado y lo reposo en sus labios, bebiendo su contenido y disfrutando el ardor que provocaba en su garganta.
Desacomodo los cabellos de Oriánthi, y sonrió ante tal acción. Estaba orgulloso, de no sentirse el único con deseos de matar a quien atravesara la puerta.
Concuerdo contigo, dejemos de lado los sentimientos y centremos nuestros planes en expandir los negocios familiares respondió a Susan, con una sonrisa por su repentina aparición y busco con la mirada al patriarca de la familia. Candela parecía estar en un trance, analizando sus posibilidades de huida, sus hijos se habían encontrado. Pero aun debemos analizar, y planear como invadir la mente del Black, no sera presa fácil... Después de todo, es nuestro nuevo Ministro, y te digo más, me han llegado rumores sobre que volverá a funcionar Azkaban... ¡Si! bajo su mandato concluyo. Estaba desilusionado con que su padre buscara encarcelar nuevamente a los Mortifagos, ¿lo había dicho? no, pero el gitano siempre pensaba lo peor de las personas.
Dejó el vaso a medio camino con semejante pregunta insulsa en el aire y entorno los ojos intentando, en vano, que la pregunta se evaporará de su mente. ¿Cómo no iba a saber quien era la mujer sentada? Por lo tanto no respondió, se limito a terminar su trago y a retirarse a uno de los sillones más cercanos, donde se sentó con elegancia a media que se iba separando los botones de su vestido para poder respirar un poco mejor, sin querer, haciendo visible parte de sus tatuajes.
Se permito por primera vez, explorar el cuerpo de la mujer extraña con los ojos, dejando que su garganta se reconfortará con el ardor del Ginebra y su mente con la calma que predominaba. Pocas veces había presenciado situaciones así, incluso en los días donde las fiestas y las reuniones iban saltando de familia en familia dentro de las filas. Pero era verdad que de todas las familias, Triviani tenia un punto especial de prestigio que los separaba d los demás. Con sus ojos aun entrecerrados, agradeció en silencio aquellas palabras.
Antes de que te acerques más a nuestra querida y a veces odiada madre, y claramente, termine arrancando tu angelical cabeza de lugar sonrió con sorna Cuéntanos, ¿como podrías ayudar a expandir nuestros negocios? tomo impulso y se levanto del pequeño sillón, agitando a Frida, para que la vestimenta del gitano cambiara, de su vestido, a un estilizado traje de color negro, con una camisa azul Francia Eso no quiere decir que tu respuesta haga cambiar mi opinión enarco una ceja.
Con el rabillo del ojo, miro a los demás hermanos, todos, se incluía, a la expectativa de que Candela diera la orden de cercenar a la desafortunada invitada.

 

 

 

pd: perdón la doble mención, olvide a la cosa de Ori xD ♥

 

@@Candela Triviani

@

@

@@Ashura Lestrange

@

@@Lucrezia Di Medici Di Médici

@@Susan V. Goldstein

@Oriánthi

Editado por Matthew Triviani

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- La falta de ambición es el pecado de los mediocres.- sentenció.

 

Giró apenas su rostro, lo mínimo indispensable para poder posar su fiera mirada sobre Zoella por primera vez desde que su presencia había despertado una palpable tensión al salón, precedida por otros hechos que Lucrezia desconocía. Sin prescindir de la atención que había centrado en Candela, cuyos movimientos aun podía captar con el rabillo del ojo, se colocó de perfil a ella, con la intención de que pudiera apreciar la delicada belleza de sus rasgos italianos. Las minúsculas pecas salpicaban su rostro con una ternura que, podría decirse, chocaba con su personalidad que se intuía entre imponente y distante.

 

- No necesito hacerme nombre a costa de nadie, mi apellido me antecede. No quiero el poder, no al menos de la forma que te lo imaginas. No quiero usar a tu familia. Lo que quiero es- aquella interrupción, en la que se debatió internamente como proseguir, duró apenas un segundo.- elevarla del status que tiene actualmente. Quiero que, cuando la gente indague sobre los meses venideros, lo primero que venga a su mente sea 'Triviani'.

 

Mientras aquellas palabras emanaban con convincente firmeza de su boca, la joven Médici había realizado un casi imperceptible movimiento con su mano libre, colocando su pulgar y su índice en forma de medio círculo. La botella que momentos atrás había dejado reposar sobre la gélida madera de la mesa se arrastró hasta su posición, encajando perfectamente entre sus dedos. Se permitió apartar unos momentos la mirada de la alborotada situación que la rodeaba. Se abstrajo unos momentos de aquel ambiente amenazante, viciado por el aroma de la carne chamuscada y el alcohol estimulante. Su mente maquinaba sobre las razones de aquel encuentro y a la vez se había nublado repentinamente por los recuerdos de su vida en Florencia, el origen de aquel vino y de su afamado linaje. Olvidó por unos momentos las amenazas y el vómito que Passepartout se disponía a limpiar de la falda de su vestido.

 

- Hay un poder que se ejerce desde el escritorio, desde un atril, desde la comodidad de un despacho protegido por todo un aparato estatal y burocrático dispuesto para que nada cambie, para el status quo se mantenga.- sus ojos, brillando con la intensidad de dos zafiros, repasaban una y otra vez su apellido grabado en la pulcra etiqueta del vino - Pero hay un poder que se ejerce desde las sombras. Un poder que, a diferencia del anterior, no llega a los libros de historia…pero ahí está. Siempre.

 

De repente, el barullo que la rodeaba impactó nuevamente en la consciencia de la blonda, quien volvió a clavar su mirada en quien, según había confirmado por las palabras de Matthew, era la matriarca de la familia. Todo comenzaba a cerrar, de alguna u otra manera. Lucrezia bien sabía, gracias a su formación en el complejo arte de la diplomacia, que debía conocer a quien se enfrentaba. Si bien no había sido capaz de cerciorarse del aspecto físico de la matriarca Triviani, si estaba al tanto de parte de su historia y de sus modos...polémicos cuanto menos. Su primo, alguna vez un prestigioso mago de la comunidad mágica inglesa tanto a nivel ministerial como de los bandos que en ella se enfrentaban, había nombrado en más de una ocasión a la mujer que ahora Lucrezia tenía en frente. Con cierto tino, decidió ignorar los planteos de los demás miembros de la familia allí reunida, y volvió a clavar su mirada en los grises ojos de...

 

- Candela…¿Verdad? Thiago me habló bien de ti, si 'bien' es un halago para una demonio...

Editado por Lucrezia Di Médici

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Detuvo su hora de alimentación gracias a lo que sucedía minuto a minuto. Cuando minutos antes había remarcado no ser, para nada, del gusto familiar, toda una tropa se había presentado a la hora de la cena y la descolocó. No parecía tratarse de una reunión común como se hubiese esperado de ellos, de hecho, se notaba la resistencia a los propios impulsos destructivos y violentos con que, a menudo, solían entretenerla sus hijos.

 

— Ashura, veo que por fin has dejado el berrinche y te has dignado a aparecer. —saludó a la muchacha, sin dejar de escuchar el resto de intercambio de palabras de los presentes.— Tus hermanos son rencorosos, así que fíjate bien en lo que llevas a la boca, no debe ser muy grato. —advirtió y le mostró una sonrisa un poco falsa.

 

¡Hasta Susan había aparecido! Y su comentario respecto de Oriánthi, por el que quedó de piedra unos minutos y casi se atraganta momentos atrás al escucharlo, no pasó desapercibido. Definitivamente le parecía una broma fuera de lugar, una confesión de esa índole, con todo lo que estaba pasando en el castillo... Le dedicó una mirada fugaz a la hija de Ishaya y se prometió encararla más adelante, a solas, pues estaba completamente segura de no haber traído a la vida a un engendro de su hermano. Decidió responder a la segunda parte de su sentencia. No porque le restase importancia a la declaración de la muchacha, sino porque era información que la matriarca desconocía y no quería meter la pata.

 

Aaron no será parte de esta familia, Susan, qué locura. —rodó los ojos. La idea le parecía absurda y hasta le provocaba un poco de repulsa. ¡Un británico en la familia! Con los tiempos que corren...— Nada de sonrisas, aquí debe correr dinero y favores. Eso está claro.

 

Lo que le siguió a toda la marea de gente, proclamaciones y sentencias, fue el dramatismo de Jeremy, quien apenas reaccionaba a la noticia que le había dado la gitana. Candela elevó el índice para pedir un minuto y bebió dos tragos largos de su copa. No entendía las preguntas que su hijo le hacía. Le hubiese respondido que no, que no toda su vida era mentira, salvo la parte en que creía que Sandor era su padre y pues no, no lo era. Aaron era su padre. ¿Acaso no acababa de decírselo? ¿A qué venía la pregunta de cuándo pensaba hacerlo? ¿Cuál era la queja? Ni que se hubiese enterado por terceros. ¿Acaso no valoraba que lo sepa de la boca de su madre? Hombre, si ya nada parecía conformar a ese chico. A veces se preguntaba si siempre había sido así de exagerado y artista, o era producto de la compañía de lo que él llamaba 'amor'. Definitivamente, no creía que la Gaunt le estuviese favorenciendo la personalidad.

 

Así pues, decidida a ignorar el dramatismo del hijo mayor, y porque la gente seguía apareciendo en medio de todo el caos en el que se había convertido la cena, adoptó una postura relajada en la silla. Su mirada mercurio se paseaba de una de las recién llegadas, cuya presencia era de manifiesta molestia para la mayoría, a cada uno de sus hijos que se tomaban el atrevimiento de responder a sus palabras. Médici, le sonaba el apellido, pero desconocía a la mujer que había irrumpido en el comedor y que, Candela lo notaba, su aire de grandeza se asemejaba al de la realeza. Sabía que sus hijos no eran idi***s, parecían serlo con sus modos poco inteligentes y sus palabras mordaces, ellos advertían las notas de displicencia -aunque elegante- que les ofrecía la mujer de vestido bonito.

 

¿Thiago? —el nombre le hizo eco en la memoria. ¿Gryffindor? No hizo falta que hiciese la pregunta en voz alta. Aunque su recuerdo estuviese un poco afectado por la cantidad de años que habían pasado desde que escuchó de él, sabía de quién le hablaba.— No sé si hablar de mí sea para bien. Tendría que saber qué te ha dicho para juzgarlo yo misma. ¿Tu nombre? —estaba segura de que no lo había mencionado en ningún momento, pues le había pedido a Ashura que la presentase.

 

La Triviani se dio cuenta de que la hora de la cena se había perdido. En su lugar le quedaba un regusto amargo, no pudo disfrutar de toda la carne asada y de los acompañamientos que ésta tenía. Abandonó su asiento y tomó la copa de ginebra con una mano, la otra la apoyó en el respaldo de la silla y llevó hacia adelante, acomodándola. Allí, de pie, quedó evidenciada la corta estatura de la matriarca en matiz con la de Lucrezia, en parte por el exceso de calzado de ésta y la falta de la gitana. Su instinto primario le decía que le arrancase las pecas, que sucumbiera a las invitaciones violentas de sus hijos, quienes contemplaban a la mujer con ojos hambrientos y poco amigables. Se contuvo, le interesaba la propuesta que tenía para hacerle. Dinero y poder, debían ser palabras claves en el motus de Candela.

 

Pese a que me encanta que no tengan dónde sentarse, porque la mesa ha sido puesta para contados lugares, y ver a todos de pie es algo que me divierte, pasemos mejor a la sala. —invitó, sorprendiéndose en silencio de su habilidad como cabeza de familia. Jeremy era patriarca también, pero aún parecía afectado por todo lo acontecido, así que decidió hacerse cargo.— Quienes no hayan cenado, pueden tener aperitivos. —miró al Chuck que no se había movido de su lado y éste, tras un asentimiento, desapareció.

 

Mientras encabezaba la marcha, notó que un par de elfos ya estaba limpiando lo que había dejado la descompostura de Zoella en la entrada al comedor. Otros, entre tanto, acondicionaban el living para recibir a todas las personas que habían decidido asistir a un encuentro no planeado. Miró, un tanto extrañada, a un muchacho de piel pálida y ojos color avellana. Lo había escuchado dirigirse a Jeremy en algún momento, pero no le prestó demasiada atención. ¿Amigo o enemigo? Últimamente era una pregunta frecuente en los pensamientos de la bruja. A menos que se tratase de otra sorpresa más de la noche.

 

¿Una copa? —ofreció, por fin, a Lucrezia.— Los míos —dijo, en referencia a la familia que la acompañaba—, estamos dispuestos a escucharte. El Ministerio nos pertenece, desde las sombras, claro. El poder lo ejecutamos, muy a pesar de que los títeres británicos no sepan que somos nosotros quienes lo hacemos. Gracioso, ¿no? Pero anda, cuéntame, ¿qué ganarías con elevar el -cómo lo llamaste- estatus, de mi familia? —se acomodó en uno de los sillones que se encontraba en medio de la sala. Al frente y a los costados, otros de igual tamaño estaban preparados para los invitados. En tanto, los elfos se paseaban con bandejas llenas de bocadillos y bebidas.

 

 

@Todes son muchos xD

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~ Mosquito ~          Ianello 

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— ¿Y porqué habría de presentarte yo? — Bufó de manera burlona ante la petición de la medici.

 

— A menos que seas alguien de suma importancia, que lo dudo... — Exclamó viéndola de arriba a abajo sin importarle si la hería o no frente a toda la familia.

 

— Digo, no creo que tengas el semejante honor de que tu nombre salga de mi boca, cosa que no sucedería ni aunque me tuvieran bajo algún encantamiento, para ello, antes me saco globulos oculares y me los como como. — Puso los ojos en blanco gesto acompañado de una sonrisa burlona.

 

Alzó su varita rodeada por una pequeña serpiente desde el mango el cuál lo protegía un pequeño cráneo con forma humanoide hasta casi llegar a la punta. Se sirvió un poco de vino y mordisqueó una de las galletas a las que les había echado el ojo desde que había llegado a la habitación y se sentó cerca de Zoella y Susan que tenía tiempo sin ver.

 

— Vaya madre, alguna vez tenía que dignarme a hacer acto de presencia ante mis hermanos — Dijo con un tono divertido haciendo el gesto de una niña pequeña regañada por hacer una travesura con el fin de entretener a sus demás hermanos. Al menos creía que quitaría lo turbio de aquella visita con algo de humor. Le hacía mucha gracia el espectáculo que sus hermanos estaban montando a la recién llegada. Aquella entrevista parecía prometedora y sabía que en un futuro quizá podría sacarle algo de jugo.

 

@@Susan V. Goldstein@@@Candela Triviani@@Lucrezia Di Medici Di Médici

Editado por Ashura Lestrange
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- Lucrezia, Lucrezia Di Médici.- replicó a la pregunta de Candela. Por primera vez en su tono de voz se podía percibir algo de dulzura, una reminiscencia a la inocencia de su adolescencia.

 

En cualquier otra típica ocasión habría extendido automáticamente su mano para recibir un beso en el dorso de la misma, pero no en esa oportunidad. La aristócrata debía aceptar que se había metido en la boca del lobo; no contaba con la información previa necesaria para prevenir inconvenientes y la recepción amenazante, aunque sin afectar su postura firme, la había tomado por sorpresa. La superaban ampliamente en número y el ánimo hostil era tan palpable que repercutía en la mirada asustada de Passepartout, quién temía con acierto por la seguridad de su ama. Sin embargo, la invitación de la Triviani a pasar a la sala aportó a calmar, al menos momentáneamente, la tensión.

 

Lucrezia esperó a que la matriarca tomara la delantera antes de desprenderse de la comodidad que había ganado apoyada en el borde de la mesa. Aprovechó el instante en que Candela le dio la espalda para echar una rápida mirada a la mujer; era más pequeña que ella, pero la aparente fragilidad de su físico entraba en conflicto con la fuerte presencia de su naturaleza demoníaca ¿Cómo congeniaban la desfachatez de sus modos y el poder que ostentaban? Era algo que, por el momento, escapaba al entendimiento de la Di Médici, acostumbrada a relacionarse con nobles de su casta. Antes de apartar su mirada de Candela, pues el resto de la familia Triviani podrían advertirlo, centró su atención en la parte baja de su espalda. El blanco rostro de Lucrezia se iluminó con una media sonrisa pícara, nacida de su estimulada libido.

 

Aquella mueca no desapareció hasta que aceptó la copa que la mujer de grises ojos le había ofrecido. Apoyó sus manos en los apoyabrazos de uno de los sillones, separado apenas por un metro del asiento del que Candela había tomado posición, y se dejó caer con cuidado en él. El frío del cuero impactó en la blanquecina piel de Lucrezia, que se acomodó de forma que pudiera cruzar sus delgadas piernas por debajo de la falda de su vestido. Bebió un pequeño sorbo de vino y volvió a prestar atención a lo que la rodeaba. El ambiente físico era más cálido y confortable, aun en medio del sentido tétrico de la decoración y el mobiliario. En contraposición, aun podía sentir como las miradas de los variopintos miembros de la familia Triviani se clavaban en ella ¿Qué ventajas podría lograr en un contexto de desconfianza? Fue en ese momento que decidió arrojar todos los libros y procedimientos diplomáticos y protocolares a un tacho de basura imaginario.

 

- Antes de pasar a negocios y otros puntos de interés, sobre todo políticos…- aclaró, repasando los rostros de todos los presentes con aire desafiante- Me parece importante crear un ámbito de confianza que resulta difícil entre medio de los improperios que sueltan sus hijos, debo aclarar. Así que propongo un juego rápido.

 

La joven italiana elevó su mano diestra sobre la copa, que sostenía con elegancia a la altura de su busto. En ese instante todos los presentes pudieron advertir un detalle que relucía con el reflejo de las tenues luces que iluminaban el lugar: un anillo cápsula. Con ayuda de su dedo pulgar abrió el diminuto compartimiento y dejó que tres pequeñas gotas de su contenido cayeran sobre el vino, camuflándose en el alcohol. Cualquier ojo avezado en pociones podría reconocer con facilidad de que se trataba aquel líquido incoloro: Veritaserum. Lucrezia volvió a cerrar el compartimiento y llevó nuevamente su diestra a la altura de su vientre. Tomó una bocanada de aire y prosiguió.

 

-Tres preguntas. Piensa bien cuales pueden interesarte.- le propuso con firmeza a Candela, antes de beber todo el contenido de la copa en un santiamén.

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