Jesus Lestrange

Jesse asintió con la cabeza respondiendo a mi pregunta. Yo me apresuré a caminar junto a ella y volver a hacer el camino que había hecho anteriormente pero a la inversa. La puerta de la sala común se cerró tras nosotros y caminamos por aquel túnel que la precedía.

Al cabode unos minutos, nos encontramos con las escaleras, las cuales subimos a paso lento. El camino lo había hemos hecho en silencio, nos conocíamos pero todavía no teníamos mucha confianza para hablar de cosas personales, decidí romper el hielo.

- ¿Llevas mucho en esta casa?- pregunté mientras subíamos los últimos escalones hasta llegar a la trampilla.

Volvimos a recorrer los pasillos de la Academia rebasando el sector cercano a las cocinas. De nuevo aquel olor tan embriagador de comida penetró por mi nariz, provocando en mi una nueva sensación de hambre, pero no me detuve para poder seguir a mi compañera hasta el lugar indicado.

Tras unos minutos de recorrido llegamos a los jardines de la Academia, los cuales, nos saludaron mostrándonos un tapiz de diversos colores y con un ligero bamboleo a causa de la brisa que soplaba. El olor a perfume que emanaba de aquellas flores, me hicieron olvidar la sensaciñon de hambre que antes habñia despertado en mi.

- Son preciosos los jardines. Creo que aquí pasaré mucho tiempo de mi estancia en la Academia- le dije a Jesse.

Llegamos al lugar donde se estaba celebrando la clase de relajación. Ya había allí varios estudiantes. Algunos de ellos, me saludaron ya que yo previamente había perturbado su momento de relajación saludándolos y haciendo una escueta presentación. Les sonreí y asentí haciendo una reverencia con la cabeza pero no hablé para no molestarles más.

Una de las chicas me dijo que me uniera, a locual yo acepté acercándome hacia donde estaba ella junto con Jesse.

- Gracias por la invitación-dije en tono muy bajo.

Me acosté en el tapiz floral de los jardines y miré hacia el cielo, en pocos minutos ya había cerrado los ojos y mi mente se había trasladado al bosque cercano de donde yo vivía en mi Irlanda natal, me veía a mi mismo dando largos paseos con mi padre, el cual me enseñaba las propiedades de algunas plantas que allí crecían. En mi semblante se dibujó una sonrisa, realmente, estaba consiguiendo olvidar todo el estrés vivido en estos últimos días.

Miré de nuevo a toda la sala común encandilado de su belleza. En uno de esos vistazos, mis ojos se posaron en una chica que previamente estaba leyendo pero que había dejado su lectura y venía en mi dirección.

l principio, desde la distancia, no supe adivinar quien era pero cuando estuvo a unos pasos de mi, la reconocí, era Jesse y la había conocido en la despedida de soltera de Evarela.

- Hola Jesse, sí te reconozco perfectamente. ¿Cómo estás?- extendí mi mano y la estreché con la de ella acompañando el gesto con una sonrisa- Veo que vamos a ser comapñeros de casa.

En ese instante, ella me habó sobre una clase de relajación que iba a hacer la prefecta de la casa en los jardines de la Academia.

- Será un gusto acompañarte- mi sonrisa se hizo un poco más amplia- La verdad es que me vendría muy bien una clase así, entre los Generales y las clases de Rol y Duelo Básicos estoy un poco estresado- hice una pausa para luego añadir- ¿Debemos ir ya?- pregunté al ver que la chica se dirigía hacia la puerta.

Después del término de las clases de Generales, me asignaron a una de las cuatro casas de la Academia: "Tritones del Río Wye", por lo que me dirigí hacia la sala común de la misma. Atravesé las cocinas de la Academia, donde los embriagadoras olores a la comida cautivaron mis sentidos. Me detuve un instante y dudé si ir hacia los fogones para ver si algún elfo me podía dar algo de comer, pero pronto descarté esa idea, quería llegar cuanto antes a la sala común de mi casa y así poder conocer a mis nuevos compañeros.

Llegué hasta un amplio ventanal del cual podía apreciar el lago. Mis ojos se maravillaron con el paisaje que estaba viendo, una sensación de felicidad recorrió todo mi cuerpo: Esta casa promete, fue lo que pensé.

Cuando me dispuse a cruzar la puerta de la sala común, la estatua que tenía en frente hizo un movimiento bloqueándome el paso.

- Sin contraseña, no puedes pasar- miré asombrado a aquella estatua y me quedé sin palabras, no sabía la contraseña de aquel lugar.

De pronto, recordé que en la Academia me habían dado una nota con una serie de instrucciones para poder llegar a la sala común sin perderme, y en ella, había leído unas palabras al final de la nota, al principio no sabía para que eran porque no guardaban relación con el texto. Mi intuición me decía que probara con esas palabras para ver si eran las acertadas, mi intuición casi nunca me fallaba.

- Estrellas del río- dije y, acto seguido, la estatua dio un golpe en el suelo con su tridente, dejándome paso.

Sonreí porque una vez más mi intuición me había hecho tomar la decisión correcta. En el suelo, vi una trampilla por la que tenía que pasar si quería acceder al lugar, descendí los escalones lentamente pero con pasos firmes. Una vez que bajé los escalones, descubrí que había un túnel iluminado con antorchas de color azul.

Atravesé el túnel observando cada rincón del mismo, aquel lugar era desconocido para mi y no estaba de más observarlo con tanta intensidad como lo estaba haciendo yo. Mis pasos retumbaron por todo el túnel a medida que andaba, hasta que llegué a una puerta circular.

Abrí la puerta y cuando entré en la sala, mis ojos se abrieron de asombro. Era un lugar hermoso, lleno de cuadros de tritones y sirenas que me transmitía paz en mi interior. Miré hacia arriba y vi que a través del techo podía vislumbrar toda la vida que escondía el lago: Sin duda alguna, me alegro muchode haber entrado en esta casa, pensé mientras sonreía.

Dentro de la sala común había actividad, algunos alumnos estaban en los sillones sentados leyendo, otros hablaban al calor de las dos chimeneas que la sala contenía. Yo me quedé parado allí mirando a todos en general, hasta que por fin, me decidí a presentarme.

- Hola chicos, soy Jesus Lestrange, vengo de Generales 49 y me han seleccionado para esta casa

Después de hablar, me percaté que un grupo de estudiantes estaban haciendo unos ejercicios de relajación. Levanté la mano en señal de disculpa por si había perturbado su estado de paz por mi voz.