Eran las siete de la mañana y estaba levantada. La noche había sido terrorífica, tuvo una pesadilla y no logró conciliar el sueño. Estaba agotada y lo más cómodo era volver a la cama a intentar soñar con ovejas. No haría eso, aprovecharía para disfrutar más del día.
Lo primero era desayunar y para eso fue al Cacao Café. Abrió la puerta y se sentó en una de las mesas vacías. El nombre hacía que te entrasen ganas de tomar litros y litros de café, y eso haría, pero a lo mejor no tanta cantidad, un poco menos.
Sacó de sus pantalones vaqueros un par de monedas y las posó sobre la mesa, ya preparada para pagar nada más que la atendiesen. Se quitó la chaqueta negra y la dejó en la silla de al lado, dejando ver una camisa elegante. Deseaba ya sentir el café en su boca y lo acompañaría con un pastelito de chocolate u otro dulce.