http://fundacionlumiere.org/wp-content/uploads/2013/02/El_Chico004.jpg
Para la mujer, aquello fue lo más difícil que había hecho en su vida. Para su desgracias, sus padres eran magos venidos a menos que no le dejaron nada en la vida, excepto una conciencia de la Magia que ella no había heredado. Sí. Era una Squib, una maldita muggle conocedora del mundo mágico al que nunca podría acceder. Ese hecho hizo que tuviera un carácter huraño y desagradable. El hecho de haberse quedado embarazado siendo una jovenzuela sin desposar, a quien abandonaron con el niño recién nacido, agrió mucho más su carácter. El hecho de que el pequeñín, desde que abrió sus ojos al primer día de nacer, demostrara el poder mágico que tenía en sus manos, no ayudó a mejorar su carácter. Así que, en un ataque de lucidez, decidió abandonar a su hijo a una familia mágica que estuviera acostumbrada a objetos que vuelan y movimientos insospechados de cualquier objeto. Ella ya no podía más, no podía vivir con un... un... monstruo... que dominaba la magia. ¿Qué pasaría cuando creciera? Era una squib amargada pero conocedora de dónde buscar. El único pueblo mágico que conocía lo bastante lejos de su pueblo natal era Ottery. Pasó algunos días en el Ministerio de Magia de Londres, investigando las familias mágicas y su parentesco. Vio muchos nombres que sus padres repetían a menudo, algunas familias de gran abolengo en la magia que podrían hacerse cargo del bebé pero también deshacerse de él. Los magos de familias tan abolengas son muy restrictivos en la entrada de niños ajenos.
Al final, sólo tres o cuatro mansiones la convencieron para dejar al bebé en el lindar de su puerta. Finalmente, la mujer consiguió elegir la que consideró mejor preparada para soportar a aquella criatura. Así que un domingo, al anochecer, cuando la luz nocturna desfiguraba su contorno, entró en el pueblo, con el niño en brazos; caminó hacia la Mansión Vladimir y tocó al timbre. Después dejó el bebé dormido en el suelo, al lado de la verja, con un papel escrito a mano con un simple bolígrafo BIC.
“Querida Familia Vladimir:
Se llama Eufrasio Geriberto.
No puedo atenderlo, es capaz de hacer magia con las manos y sólo tiene cuatro meses de edad. Me está volviendo loca y acabaré por cometer una tontería. Os lo dejo para que lo cuidéis y apruebo su adopción si es necesario, con esta carta. Sé que tenéis menores a vuestro cargo, con contactos con otras familias con niños y que tenéis una guardería para niños mágicos. Confío que le deis la oportunidad de desarrollar su talento, algo que no podría hacer yo. Sabréis hacerle dominar sus poderes mágicos mientras que yo los sufro sin saber cómo enseñarle a no hacerlo. Además, sé que sois sacerdotisas y no os desharéis de él. Sé que lo cuidaréis como si fuera vuestro. Confío en ello.
Espero que sean felices con él. Yo soy incapaz de cuidarlo.
La madre de Eufrasio Geriberto."
Después echó a correr, alejándose de la mansión. No se sentía mal por lo que había hecho sino libre. Pero no podía permitir que la pillaran allá. Odiaba de nuevo ser una decadente squib y no saber aparecerse, como sus padres.