— El primer te amo, no quiere decir que haya sido el último—bisbiseó sabiendo que le escucharía con claridad— He dicho tantas estupideces en mi vida, no hay justificación para ninguna de ellas. Pero tú, demonios tú eres esa enfermedad que jamás se curará. El dolor que aprendí amar a pesar de que te alejé de mi lado, pagué un alto precio por mi necedad y ceguera desmedida—sonaba sincero y arrepentido. Nunca tuvo que doblegarse ante nadie, pero Kahlan era su única debilidad y fortaleza, el yin y yang que le da estabilidad, al caos que es su vida desde que saliera por patitas de Alemania.
— Vine aquí porque tu hermano me contacto, no ha sido elección mía en lo absoluto—endurecía su fisonomía. Comportándose meramente profesional, agotando toda posibilidad de poder tener un contacto más allá de lo permitido por sus superiores. Aquel grupete de hipócritas que se escudaban, detrás de valores que no profesaban, pero si vendía como una publicidad de políticos ávidos de poder. Las ganas por tenerle cerca aumentaba con cada respiración emitida por la Alemana, el perderse en ese mar verdeazulado que eran sus ojos tan enigmáticos y perfectos.
Decía demasiado con solo mirarlos, dejando reducida a una mera cortesía buscar que hablará de cualquier tema trivial para romper el hielo. Escuchar que mencionaba sus inocentes escapadas, causaba que sus labios se elevarán como lo hacen las aves, la primera vez que emprenden el vuelo— Vivimos demasiadas cosas, peleas que nos dejaban más que simples verdugones o raspones que sanaban a la mañana siguiente—lo recordaba con tanta claridad que todo a su alrededor, ya no estaba dentro de los terrenos de los Dumbledore.
Volvieron al sitio donde se vieron por primera vez, par de pequeños que estaban escondidos detrás de unos troncos. Ella en la parte frontal miraba esos ojos tan brillantes, semejándose a un par de estrellas que fueron bajadas del cielo y colocadas en sus cuencas, adornando esa cara que con el paso del tiempo se volvería uno de sus pasatiempos preferidos, para no aburrirse luego de terminar con su adiestramiento. El mirándole desde su trinchera, pelando los dientes como un cachorro que era amenazado por su presencia
— Si tienes razón, esos 10 años que pasaron fueron demasiado tiempo lejos de ti y tú de mi—caminaba con precaución quedando muy cerca de ella. Aspirando ese aroma que brotaba de su anatomía, fragancia matinal que abrazaba sus sentidos con un sentimiento que le calcinaba por dentro, emanando humo como si fuera una chimenea viviente. Satisfecho y convencido de que le amaba profundamente, arrancándose la maldita venda de los ojos, quedando delante de el, la imagen de la mujer que le enseñará la verdadera esencia del amor. El amor de su vida tocaba una sola vez a la puerta de los magos o brujas, aunque solían existir ciertas excepciones a la regla o eso le había chismeado su hermano mayor Julián.
— Estoy aquí por una encomienda a mi familia, no hay dobles intenciones o medias tintas. Te refresco la memoria con otro pacto, jamás disfrazar lo que sientes realmente por alguien o intentar reemplazarle con alguien que nunca podrá ocupar su lugar—esa jugada pudo resultar un poco sucia de parte del noble. Extendía la mano para tocar con las yemas de sus dedos la mejilla de la rubia, viéndose seducido por la frialdad que le trasmitía su naturaleza vampirica— Tenemos poco tiempo, pero la eternidad es solo nuestra—confesaba sin temor a ser rechazado por la mayor de los Blackthorn.
@ Kahlan Blackthorn