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May Malfoy

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Mensajes publicados por May Malfoy

  1. Ya era el momento de partir, ella lo sabía incluso con las cuerdas rozando su cuerpo. Sus ojos los mantenía cerrados pues la cuerda que tenía sobre ellos era lo suficientemente molestas como para añadir que se ocasionara un mayor daño. Sus tobillos y muñecas mostraban ya claros signos de maltrato, pero pronto terminarían y ella podría encerrarse en su casa... verlo. Aquella idea la hizo sonreír y sólo en ese momento permitió que el sueño la venciera; de inmediato, su cuerpo se relajó y pese a estar amarrada pudo sumirse en un sueño profundo sin pesadillas, ni siquiera sueños agradables... Su cuerpo necesitaba descanso después de tantos días en vela.

     

    Estaba segura de que había escuchado algunos ruidos pero estaba muy cansada para pensar de dónde provenían. La idea de que algo la detuviera más tiempo en la prisión no era para nada entretenida, había ya estado mucho tiempo ahí y quería salir de inmediato. Suspiró, había empezado a soñar. De un momento a otro, su cuerpo comenzó a desvanecerse de la celda en la que la mantenían cautiva, había concluido su tiempo en la prisión y ahora iba rumbo a San Mungo para que los sanadores la curaran lo mejor que pudieran, seguramente volvería a la prisión en un momento u otro pero por el momento no tenía la menor intención de regresar a ese lugar.

  2. Un par de pasos alertaron a la bruja que clavó su mirada en un punto distante en la celda, ni siquiera miraría a sus captores. Sin embargo, su mirada demostró su sorpresa cuando las cuerdas que sujetaban sus brazos y tobillos desaparecieron, aún más cuando la que la mantenía callada se desvanecía por arte de magia; aquellos tres puntos eran los que Mey había atacado cuando estaban en el callejón Diagón y los que parecían tener un ligero color rojizo. Sin prestar atención a las mujeres que permanecían frente a ella acarició sus muñecas y frotó la marcas que las cuerdas habían dejado, sin embargo, un brillo asesino atravesó por su mirada cuando escuchó a una de ellas soltar un mobilicorpus, ¿ahora a dónde la iban a llevar? Ella no quería moverse y tampoco quería que la sacaran de aquella celda, ella se iría cuando se le diera la gana.

     

    Cerró los ojos desganada, sabía que si las fenixianas se lo proponían podría moverla pero hasta ese segundo nada había pasado, ni siquiera un centímetro había sido levantada del sitio donde se estaba sentada. Fue entonces cuando les dedicó una sonrisa bastante burlona, la primera muestra de que era consciente de que estaba atrapada y de que ellas eran sus captoras. Sin embargo, algo no estaba bien, ella sonreía cuando debería estar al borde de un colapso nervioso por estar encerrada, pero no les daría ese gusto, jamás se los había dado y no comenzaría en ese momento; mucho menos porque se había dado cuenta de que la mujer que intentaba provocar un gesto en ella no sabía ni qué hacía el hechizo que le había lanzado.

     

    Sí, podía moverla, incluso lanzarla contra la pared si era un poco lista pero jamás podría hacerla hacer algo más; vamos, el hechizo no era un imperio para darle el poder sobre sus acciones así que, la Malfoy estaba segura. Arqueó las cejas mirando el tarro de comida que estaba frente a ella y sacudió su cabeza sonriendo para sí; un movimiento rápido de su pie volcó la comida. Ella jamás comería algo que le dieran en aquella prisión, ellos pensaban que era una mortífaga -cosa que no estaba errada- así que bien podrían querer envenenarla comiendo... aunque sabía que aquello era bastante irreal, los fenixianos tenían una doble moral terrible por lo que lo mejor era desconfiar de ellos.

     

    Volvió a girar su rostro hacia la ventana olvidando por completo a las mujeres que permanecían en la celda, si la lastimaban ella tendría todas las pruebas que necesitaba... sino lo hacían, bueno, igual bajaría un par de kilos y tendría ojeras pues quedaba claro que ella no cerraría los ojos -a menos que fuera totalmente necesario- durante su estancia en la prisión. Con lentitud llevó su mano hasta su cabello el cual permanecía recogido en una coleta, lo soltó y un suspiró de placer escapó de sus labios, era curioso los pequeños detalles que podían darle satisfacción. Sabía que debería dedicarles una mirada a sus captoras, quizás así podría averiguar algo interesante pero... no, no había nada interesante.

  3. Si May se había mantenido totalmente en silencio no era por la cuerda que llevaba en la boca, sino porque la situación no merecía ni siquiera su desdén, mucho menos sus gimoteos. Había sido una clara vergüenza que llegara por ella no un auror sino tres; ¿qué razón tenían para atacarla en ese momento? Al fin y al cabo, ella sólo estaba en una ¿cita? y no había hecho ni siquiera la menor insinuación de ser algo más, incluso cuando Allen le había preguntado sobre lo que ella quería que él hiciera al terminar la academia,la Malfoy había respondido con las palabras adecuadas, como si alguien se las hubiera dicho al oído. De hecho, cuando sopesó su captura sus ojos adquirieron un brillo sin igual.

     

    Allen tendría que estar preocupado por ella, aunque no pudiera verle el rostro en el momento de la captura la conocía tan bien que seguro en su cabeza podría divisar algunos gestos de dolor. Aquel era un triunfo para el bando pues, la castaña estaba totalmente segura de que por el simple hecho que los fenixianos se hubieran atrevido a tocarla estando él ahí, Allen elegiría mil veces seguidas el bando contrario es decir, el mortífago. Teniendo aquello en mente May podría soportar los siguientes días presa en aquel lugar, sabía que pronto Mey la botaría y aunque podría intentar librarse de ella o hacerle alguna travesura decidió que no valía la pena.

     

    Ni siquiera cuando cayó boca abajo la castaña soltó sonido alguno, aquella situación ya la venía venir. Estaba completamente segura de que no la recibirían con flores y en un mejor lugar, si ni las casas que apoyaban a los supuestos héroes eran decentes, mucho menos lo sería la prisión donde mantenían cautivos a los magos tenebrosos. Sin embargo, la mortífaga espero a que Mey saliera por completo de la celda para rodar sobre sí y quedar mirando al techo, no estuvo así por mucho tiempo pues la luz del amanecer le llamaba la atención, además de que quería tener una mejor visión cuando cualquiera se dignara a entrar a su celda. Con un poco de dificultad, consiguió sentarse sobre el mohoso colchón recargando su espalda sobre la fría pared; las cuerdas serían una molestia pero ayudarían en sus planes a futuro.

     

    Volvió a levantar el rostro, esta vez pensando que era lo que estaría haciendo su amigo... ¿debería ir a buscarlo en cuanto saliera o tal vez debería llamar por él? Afrodita podría encargarse de eso, aunque no estaba muy segura de querer que su hermana se encontrara tan pronto con Allen, había cosas que ella pediría que le explicara sobre todo porqué había permitido que sus muñecas se lastimaran tanto estando presa. La mortífaga cabeceó intentando descifrar como se vería al salir de ahí, tenía que verse mal... adolorida, cansada... torturada. Sí, eso sería fácil.

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  4. La castaña enarcó las cejas ante la evidente confusión de su prima, realmente parecía que May había hecho la pregunta más complicada del mundo y para la única que Gyvraine no tenía una respuesta clara. Sacudió su melena totalmente decepcionada de que su prima no pudiera darle más detalles sobre lo que ella tenía que hacer; al fin y al cabo, se suponía que ella estaba regresando al mundo mágico y lo menos que esperaba era que su familia supiera guiarla, tal vez los había sobreestimado demasiado. Una sonrisa burlona se dibujó en su rostro justo cuando la ojiazul proponía que juntas fueran a visitar a la directora de aquel lugar. Se encogió de hombros, sabía que no existía una alternativa ante aquella propuesta.

     

    —Pues vamos —dijo dando los pasos necesarios para colocarse a la misma altura que su acompañante.

     

    A pesar de que Gyvraine lograba rebasarla por al menos una cabeza, el porte altivo de ambas brujas no era tan diferente; sí, ambas eran familia y jamás podrían negarlo, obviamente no eran idénticas, pues ni siquiera hermanas eran, pero la forma en que se movían -incluso algunos gestos- las delataban. Nadie en su sano juicio podría comportarse como ellas lo hacían en algunas ocasiones. May se había perdido en sus pensamientos por sólo unos instantes, lo suficiente para que su prima pidiera detalles al recepcionista de la oficina, al parecer, ella parecía bastante cómoda preguntando las novedades del departamento, en cambio la base ni siquiera se había dado cuenta de su presencia.

     

    Otro comentario de Gyvraine en torno a la oficina sólo obtuvo un seco movimiento de la cabeza de May, ¿realmente pensaba que le interesaba todo lo que ocurriera allí? Bueno, claro que tenía un ligero interés por su trabajo pero si ella pudiera elegir estaría muy a gusto en su casa tumbada en la cama. Por un breve instante, la castaña se dio cuenta de que todo le parecía sumamente insignificante y eso le preocupaba, sabía que hace un año atrás ella se hubiera mostrado más dispuesta, incluso curiosa, sobre las actividades en el Ministerio, pese a que no era su sitio favorito, en cambio, ahora parecía realmente fastidiarle. La pregunta directa de la Malfoy la hizo levantar su mirada del suelo, aunque no estaba segura de cómo responder.

     

    —La verdad... —comenzó a decir con un tono de voz mucho más suave y casi inaudible— no lo sé. Supongo que necesito trabajar, distraerme y este departamento me viene tan bien como cualquier otro, estoy interesada en cuestiones de seguridad... y no sé. Sólo no sé, necesito hacer algo o terminaré encerrada en la casa —musitó.

     

    Tal vez aquellas fueran las palabras más honestas que ella había dicho en voz alta desde que regresara a casa, también eran las más serias pues ni siquiera con Allen las cosas habían logrado adquirir un tono normal; aquel hombre lograba ponerla nerviosa -a veces, hasta llegaba a molestarla- pero ella no podía escapar de él, tampoco es que tuviera muchas ganas de hacerlo. Estaba anclada a él hasta nuevo aviso y aunque le fastidiaba estar en el limbo no podía evitar sonreír cuando estaba o pensaba en él, de hecho en aquel mismo momento sonreía. La penetrante mirada de su prima provocó que ella se sonrojara un poco pero antes de que ella pudiera preguntar cualquier cosa se adelantó a hablar.

     

    —¿Es divertido tu trabajo? —sí, la pregunta era la más tonta que ella podía escoger pero realmente le intrigaba la respuesta. Después del Departamento de Cooperación Mágica Internacional, en el cual había trabajado, ninguno le había llamado la atención hasta ese momento y tal vez si conocía un poco más sobre él pudiera realmente interesarse, aunque fuera un poco.

  5. "Diablos", alcanzó a pensar la bruja antes de que la sonrisa que tenía dibujada se borrara completamente de su rostro. Entre todas las personas que podían haberla recibido tenía que ser su prima la primera persona con la que se topaba. May ni siquiera se dignó a girarse ante la brusca manera en que Gyvraine le hablaba, sabía que la estaba provocando y ella no picaría el anzuelo tan fácil, la última vez lo había hecho y ambas habían terminado envueltas en un discusión bastante acalorada de la cual la castaña había preferido marcharse antes que continuarla pero... ahora no podía huir, tenía que quedarse anclada a aquella oficina en la que al parecer su prima trabajaba, ¿cómo rayos iba a poder trabajar con ella si las dos parecían querer sacarse los ojos?

     

    Suspiró y sacudió la cabeza, tal y como lo hacía cuando se topaba con un niño pequeño o un animal enojado, sólo faltaba ponerse en cuclillas para estar a la altura de la criatura pero con Gyvraine no hacía falta eso, ambas estaban casi al vuelo así que la banshee sólo giró -con extrema lentitud, eso sí- para encarar a su prima. Le dedicó una sonrisa, como si en verdad estuviera encantada de verla; en realidad una parte de ella si se emocionaba de trabajar con ella, tenía muchísimo tiempo en que ambas no compartían un lugar neutral de trabajo, tal vez y sólo tal vez aquello les vendría bien para arreglar sus problemas familiares. Gyvraine jamás haría una escena ahí, bueno, al menos eso rogaba la base.

     

    —Hola primita —musitó arrastrando la última palabra en un intento inocente de fastidiar a la aludida—. No me he perdido, no voy a salir del país. En realidad, voy a trabajar aquí, contigo... porque, trabajas aquí, ¿no? —Las cosas habían cambiado desde su regreso, el número de magos había crecido de manera astronómica y la bruja había pensado que no le darían el trabajo después de estar fuera por tanto tiempo. Alicia era la que le había sugerido algunos lugares para trabajar, incluso le había sugerido aquella oficina pero cuando la mortífaga había pedido el empleo tampoco suponía tener mucho éxito en ese lugar.

     

    Sus palabras habían salido en un tono mucho más normal, cosa que ella misma agradecía. Volvió a llevar su mano a su cabeza despeinándose un poco pero sin poner especial atención en aquello, sus cinco sentidos se centraban en la mujer que estaba frente a ella; parecía que su prima había perdido un par de kilos, incluso su manera de pararse y sostener las hojas le eran tan extraños. Frunció el ceño; aquella mujer no se podía ser la misma mujer con la que había convivido por tantos años, es decir, físicamente era la misma Malfoy que ella había conocido tantos años atrás, pero había algo en sus formas, en su aura que la hacían diferente. La miró de arriba, ni siquiera le importó que el gesto pudiera parecerle grosero.

     

    —¿Entonces? —preguntó como si ambas hubieran estado platicando animadamente— ¿Qué es lo que debo hacer?

     

    Sus brazos se cruzaron automáticamente sobre su pecho apretando la gabardina entre éstos y su cuerpo, cualquier psicólogo le hubiera dicho que aquella era una muestra clara de que estaba montando una barrera entre ella y la persona que tenía enfrente, "tonterías", hubiera dicho la ojiverde. Ella ponía en duda los conocimientos de cualquier médico que dijera que conocía el por qué de sus acciones, nadie podría entenderla para saber por qué actuaba como lo hacía; bueno, tal vez si existiera una persona el globo que supiera un poco más de ella pero esa persona ahora le parecía distante, diferente y terriblemente hostil. Levantó una ceja retando a su prima, casi podía jurar que ella era capaz de saber lo que pensaba pero tampoco le interesaba demasiado.

  6. Cuando sus tacones tocaron el suelo de una de las chimeneas del Ministerio, May solo pudo llevar una de sus manos hasta su cabeza, tenía un dolor terrible como si hubiera bebido por una semana entera; aunque la realidad era que no había visto un trago en al menos tres semanas; algunos intentarían molestarla diciendo que era la abstinencia pero ella sabía que no era así, los dolores tenían una causa más profundo que una vulgar botella de alcohol. Sin embargo, ahí estaba ella, dispuesta a asistir al trabajo a pesar de sentir que su cabeza estallaría de un momento. Los broches de plata que llevaba sobre su cabello parecían aumentar el dolor de ella, por lo que con suaves movimientos se deshizo de ellos dejando que su cabello cayera en suaves ondas sobre sus hombros y espalda.

     

    —Genial... —murmuró cuando el ascensor desapareció antes de que ella pudiera subir a él. Maldijo en su fuero interno, aquel no sería un buen día.

     

    Llevaba más de un año fuera del Ministerio, era normal que hubiera perdido el toque para meterse a los elevadores, incluso encontrar la oficina del Ministro le había resultado complicado. Era una suerte que una voz en su cabeza la guiara casi por instinto, aunque si ella no se conociera lo suficiente hubiera pensando que aquellos momentos de confusión no eran más que pretextos para no llegar al trabajo. Pero no, no podía seguir retrasando más ese día. Quedaba más que claro que ella no estaba muy a gusto estando ahí, la mueca de sus labios la delataba, sobre todo cuando los había pintado de un color tan llamativo como era el carmín, no obstante, siempre podría culpar a su cabeza en lugar de afrontar la realidad: odiaba el ministerio y sólo estaba ahí porque necesitaba dinero. La cuenta de Cubias en Gringotts había disminuido velozmente desde la última vez que Afrodita y ella la habían utilizado y aunque sabía que su hermana la seguiría consintiendo, no podía permitirse seguir bajo ese diagrama; no era su estilo.

     

    "Al fin", pensó cuando el ascensor se detuvo frente a ella, "¿Es en serio?", añadió al ver que éste se llenaba tan deprisa que sólo quedaba un diminuto espacio para que ella pudiera moverse. Desabrochó la capa que cubría su vestimenta dejando a la vista una blusa blanca de botes con pequeño escote aunque al ver que el hombre que estaba junto a ella se inclinaba de más no pudo evitar soltar un bufido. "Sólo es una planta, sólo una", se repetía mientras intentaba apartarse de sus acompañantes, si el ascensor no llegaba pronto a su destino todos ahí terminarían muertos, seguramente a sus líderes no les haría mucha gracia que ella llamara la atención tan pronto. Hacía tan poco que regresaba al pueblo que hasta ahora pasaba perfectamente por una vieja amiga y no por una bruja tenebrosa.

     

    El característico sonido del elevador al detenerse en una planta la hizo aflojar sus puños, faltaba poco para que ella misma se hiciera daño. Sin pedir permiso empujó a aquellos que no salían en el primer piso y salió disparada hacia la oficina mirando su reloj de pulsera; maldijo de nuevo en silencio mientras entraba al que sería su lugar de trabajo. Comenzó a pasearse por el lugar leyendo cada una de las inscripciones que señalaba el nombre de cada una de las oficinas; a pesar de que podría haber pedido ayuda a la recepcionista ni siquiera se dignó a mirarla, el dolor de la cabeza la mantenía en un humor terrible. Con lentitud se deshizo de su capa dejando a la vista su atuendo completo, una falda recta azul marino completaba el conjunto de la blusa.

     

    Cuando por fin se encontró frente a la Oficina de Asesores, Protocolo y Prensa tomó aire en sus pulmones, tenía que dar una buena impresión. La radiante sonrisa que se formó en su rostro parecía iluminar su mirada que se destacaba detrás de un suave maquillaje, había hecho bien en elegir unos pendientes pequeños que por momentos se ocultaban en su cabellera pues así sería ella la que destacaría y no su indumentaria. Con paso seguro entró a la oficina, los escritorios para los empleados estaban dispuestos no muy lejos de la puerta, aquello le vendría bien, podría escurrirse rápidamente a la hora de la salida. Observó los demás elementos de aquella oficina, estaba bien amueblada y parecía ser un lugar interesante para trabajar, claro que lo sería; por algo lo había elegido. Si iba a sufrir trabajando, al menos tendría que encontrar algo que no odiara demasiado.

     

    —Hola... —dijo con voz cantarina. Incluso a ella le sorprendió notar que su voz parecía salir de una caja de música, sobre todo porque su cabeza parecía maldecirla por el tono agudo que había ocupado ¡y eso que sólo había sido una palabra!

  7. "El que está en prisión está en las celdas más bajas. El que está en prisión está sin ataduras", repetía una y otra vez la mortífaga en su mente. La castaña había aparecido en los pasillos de la prisión con una máscara puesta sobre el rostro, tenía un año sin poner un pie en ese lugar y de un momento a otro tenía que hacerlo por un extraño mandato; casi juraba que la mano -nada santa- de su hermana mayor había tenido algo que ver en la carnicería a la que la habían enviado. Acomodó su cabello en una coleta mientras recorría los pasillos lejos de cualquier otra forma humana o no humana que se encontrara ahí, sabía que sus compañeros de bando debían estar ahí pero aún no quería toparse con todos a pesar de que sabía que la recibirían de buen modo.

     

    —¿Dónde estará? —canturreó mientras descendía hasta las celdas donde sabía que encontraría al auror (Gitax)— ¿Quién rayos cerró esta celda así? —pensó cuando con un leve movimiento esta se abrió de par en par dejándole ver a un hombre semiinconsciente— Es una lástima, pareces un hombre atractivo... esperemos que eso le de un mejor aspecto a mi collar... —musitó mientras se colocaba en cuclillas a su lado con la varita sobre el cuello del auror.

     

    Volvió a ponerse de pie y se acercó hasta la puerta de la celda con el único propósito de asegurarse de que la hubiera cerrado después de adentrarse en aquella pseudohabitación; sabía que había torturar a los prisioneros pero hacer lo que tenía que hacer en un ambiente tan hostil le resultaba un insulto para su persona. La puerta estaba cerrada, al menos eso les permitiría tener mayor intimidad, no es que aquel chico fuera a conocer mucho a la Malfoy pero ella si terminaría quitándole algo que le dolería recuperar. Con suavidad tomó su mano observando cada uno de sus dedos, casi parecía que lo acariciaba pero en realidad la mujer sólo estaba tomando una decisión.

     

    —Será el meñique, ¿te parece? —preguntó como si en verdad le importara la opinión del encarcelado—. Ahora sólo necesito saber si lo haré con magia o de manera tradicional, ya sabes... cuchillos y esas cosas —Gitax parecía aún aturdido, al parecer lo que hubiera pasado en el castillo Peverell sería algo que jamás olvidaría, lo que ella jamás le permitiría olvidar que tenía que ser más cuidadoso durante cualquier duelo. ¿Debería dejarlo semidespierto o debería apiadarse de él y noquearlo para que no sintiera dolor alguno en ese momento? Lo meditó un segundo y después comenzó a apuntar con su varita hacia el dedo meñique de la mano que debería sostener su varita— Por favor, no grites mucho, no quiero que nos interrumpan.

     

    La sangre comenzó manchar sus dedos y casi podía jurar que en cualquier momento Gitax comenzaría a retorcerse para huir de ella, había sido un error no atarlo. Con un movimiento rápido de su varita apareció un grillete en el tobillo de su presa, no había manera de él se apartara mucho de ella y si lo hacía lo único que conseguiría sería perder la mano en lugar de un dedo. Ella sonrió detrás de la máscara, la sangre tenía una temperatura un poco más elevada que la celda, aquello era bueno pues debido a las gélidas temperaturas sus manos habían comenzado a entumirse; regresó a su tarea antes de que él pudiera quejarse demasiado, no quería tener que permanecer mucho tiempo ahí una vez que el mago se diera cuenta de que perdería su dedo.

     

    Un par de movimientos más con la varita y logró desprender aquel dedito de su dueño, para ese punto había hecho un charco de sangre fresca pero ella había obtenido lo que había ido a buscar. Lo miró una vez más y volvió a dar un par de golpecitos sobre su cabeza. No sabía si el hombre estaba más consciente que cuando ella lo había encontrado o más perdido de lo que él mismo hubiera deseado estar en aquella situación; para ese punto ella ya no le prestaba más atención de la necesaria pues se encontraba totalmente concentrada en hacer que cada una de las piezas ajustara a la perfección: un par de gemas, una cadena de oro y el dije estrella: el dedo.

     

    Cuando por fin tuvo listo el collar miró al hombre que se encontraba atado junto a ella, le dedicó una sonrisa burlona y apunto con su varita al grillete haciéndolo desaparecer, ahora se encontraba tal y como lo había encontrado, bueno, casi como lo había hecho. Sin hacer comentario alguno comenzó a caminar hasta la puerta de la celda y sólo cuando la abrió se giró para dedicarle las últimas palabras que escucharía de ella aquella noche, sabía que eran una clara amenaza pero tenía que hacérselas saber, al fin y al cabo, sería mejor que él estuviera preparado.

     

    —Sólo debo decirte que si no les gusta lo que he hecho... tendré que venir por otro —siseó antes de cerrar la puerta tras ella y girar sobre sus talones. Había estado mucho tiempo fuera pero ahora como mortífaga volvía a gozar de todos los privilegios que aquel bando le permitía, entrar y salir de Nurmengard a su antojo era uno de ellos.

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  8. Allen había tomado completamente por sorpresa a la bruja cuando se acercó para consolarla, sin saber como reaccionar ella se quedó completamente estática sintiendo la caricia sobre su mejilla y sólo hasta que él habló salió de su trance. Colocó su mano libre sobre la del pelinegro y la mantuvo ahí hasta que él terminó de hablar. Las cosas se habían complicado, y no, a la vez; por una parte ella sabía que todo se haría más sencillo para ambos pues ella podría guardar para sí ciertas cosas pero, la realidad es que no estaba segura de que él fuera capaz de aguantar el silencio de ella. Además, pronto comenzaría la academia, aquello le permitiría conocer a otras mujeres, mujeres menos complicadas que ella.

     

    —Tus padres no entienden que no te haremos daño... —murmuró más para sí que para él.

     

    Lo miró fijamente. Era terrible que él no pudiera verla, seguramente se sentiría halagado de que lo mirara tan embobada. Ella estaba confundida, tenía que admitirlo pero también era cierto que lo quería demasiado y que siempre se le haría sumamente atractivo, bueno, quizás sin aquel abrigo blanco se vería mejor; pero aún así le gustaba demasiado. Casi podía escuchar a su hermana preguntar "¿por qué él?", la respuesta era sencilla pero no era la que Afrodita querría escuchar. Esbozó una sonrisa burlona, su hermana no había logrado deshacerse de los ataques de la orden, era obvio, siendo tantos contra una... Seguramente se escaparía de la prisión pero por ahora le vendría bien que su hermana estuviera encerrada.

     

    —¿Quieres que vayamos a comer? —le preguntó cambiando radicalmente el tono y el tema. Si él quería estar con ella, estarían juntos por el tiempo que pudieran— Conozco un lugar bonito, ¿vamos?

  9. —¡¿Pero que diablos estás diciendo?! —gruñó la castaña mientras encaraba a su hermano.

     

    Se encontraba a centímetros de él, de no ser porque era su hermano y por lo furiosa que acababa de ponerse la mujer, cualquiera podría pensar que ella estaba a punto de besarlo. Sin embargo, aquello era lo más lejano a lo que ella tenía pensado en ese momento; una parte de ella quería asesinarlo de inmediato, otra estaba tentada a reactivar los calabozos de la familia Malfoy y recordar porque había sido mortífaga. Un par de rasguños no le harían daño, además en San Mungo siempre necesitaban sangre y seguramente la de su hermano no sería tan mala, pesada seguro, pero no podía ser de tan mala calidad, al fin y al cabo, era su hermano y la sangre era lo único bueno que tenía.

     

    —¿Sabes que eres un tonto verdad? —preguntó aunque no necesitaba la respuesta— Además, ese reclamo puede hacerse por los dos lados. ¿Por qué no me buscaste? Se supone que eres el mayor, se supone que tú debías cuidarme a mí; al menos eso siempre le dijiste a Blake que harías —dijo sin importar que aquello pudiera herirlo más a él que a ella. Sí, Blake había sido hermano de ambos pero Cubias siempre había sido inseparable de él y todo se había complicado después de la muerte de éste, de hecho, eso era algo que aún no habían logrado esclarecer.

     

    Los ojos de su hermano parecían irse hacia los atributos de Goshi, podía ser un tonto pero seguía siendo su hermano; sus debilidades no habían cambiado y ella lo aprovecharía. Con un suave movimiento sacó de su bolsillo interno la varita sosteniéndola a su lado, no lo había amenazado, esperaba que él rectificara sus palabras, realmente quería que lo hiciera. Incluso que se disculpara por lo de Blake. Afrodita siempre lo había culpado -junto con Ludwig- por la muerte de su adorado hermano, y si ella lo hacía era porque había gato encerrado, al fin y al cabo, ellos habían heredado todas las acciones del casino. ¡Esa parte era de ellas!

     

    —No cambias, ¿verdad? —murmuró golpeando su barbilla con la varita— ¿No reconoces a Goshi? Es obvio que no, si no la miras a los ojos no creo que logres hacerlo.

     

    El pasado de aquella generación parecía haberse escrito en una montaña rusa, tenía tantas vueltas y altibajos que simplemente estaba muy enredado pero todos habían aguantado, como podían pero lo habían hecho y ahora Cubias le echaba en cara que la culpa era de ellas por no haberlo buscado. Imposible, sencillamente imposible. La castaña miró a su hermana buscando refuerzos, sabía que Afrodita no se andaría con nimiedades, mucho menos con palabras tan ligeras como las que ella había dicho; no, Afrodita era la gemela de Lilian y si algo les gustaba a ambas eran los cuchillos, quizás hasta ella se les uniría. Cubias se lo había ganado.

     

    —Dame una buena razón Cubias... sólo una para no lastimarte, hermanito —musitó al tiempo que apretaba su varita contra el estómago de su hermano, un movimiento en falso y adiós sobrinos. Probablemente él odiaría haber sido uno de los maestros de duelos que ella había tenido, pero si ella había aprendido -y vaya que lo había hecho- Cubias tendría que tratarla con más cariño.

  10. ¡Pero vaya que hay cotillas en un pequeño pueblo! Al menos así había sido como May se había enterado de que uno de sus hermanos había regresado a casa y estaba ahí para quedarse. Bueno, decir "que había vuelto a casa" era mucho, el ingrato de su hermano mayor ni siquiera había tenido la decencia de pararse en el Mansión Malfoy para anunciar su regreso, mucho menos para mandarle una mugrosa lechuza con una nota mal escrita. ¡Pero qué cosas pedía aquella mujer!, ¡seguramente estaba loca! Pedirle a su hermano que le avisara sobre su estado era mucho, seguramente el tenía mejores cosas que hacer que acordarse de la menor de sus hermanas... ya verían si eso era cierto.

     

    Conocía el castillo Trivini, quizás había estado ahí en un par de ocasiones pero ahora su memoria poco recordaba de aquella residencia. Obviamente conocía a las matriarcas, una de ellas por casi nada había sido su hija, lo cual hubiera sido más que problemático para esas alturas del partido; sin embargo, al final, la boda jamás había ocurrido y ella podía decir que el único parentesco que la unía con los Triviani era el cariño incondicional a las matriarcas y la irracional atracción que habían vivido sus dos hermanos favoritos por ellas. Sí, tanto Blake como Cubias habían tenido algo más que una simple relación cordial con las matriarcas y ahora la bruja se encontraba ahí por uno de ellos; a pesar de la fuente de la llegada de Cubias, ella simplemente tendría que verlo con sus propios ojos.

     

    Aquellas fueron algunas de las razones por las que una mujer no mayor al metro setenta caminaba por las calles de Ottery; envuelta en un capa oscura como la noche se movía velozmente entre callejones para acortar su camino hasta el destino que buscaba. No tardo mucho en llegar, realmente cuando ella quería algo no había poder humano -o sobrehumano- que pudiera interponerse entre ella y su objetivo; aquella noche el objetivo era el Malfoy. Tenía largos meses, por no decir años, sin saber más que lo elemental de él, es decir, que él seguía vivito y respirando en algún punto de planeta, ¿dónde? ¡sólo él sabía!, aunque para ese momento tampoco es que a ella le interesara mucho; si él no se lo había dicho por algo sería, pero si algo jamás le perdonaría era que él desapareciera tan cruelmente de su vida, pues Cubias era el único recuerdo -vivo- que ella tenía de Blake.

     

    Sus mejillas estaban ligeramente sonrosadas cuando se detuvo en los límites del castillo, ¿qué rayos le diría? ¿Y si no estaba? ¿Y si al final todo era un chisme para que ella fuera a hacer el ridículo? ¡Pamplinas! Ella jamás haría el ridículo; además, estaba segura de que una de las figuras, que estaban frente a la puerta, era Afrodita. En efecto, los rumores volaban. Nuevamente apuro el paso, sí ya estaba ahí, ¿qué caso tendría hacerlo esperar? Además, estaba segura de que su hermana acababa de cachetear a alguien y si aquel no era Cubias, ¡qué la ahorcaran por curiosa!, pero ella quería saber a quien acababan de abofetear.

     

    —¿Goshi? —preguntó la bruja cuando se encontró a la mujer en el camino al encuentro de sus hermanos, desde aquel lugar ambas permanecían ocultas por algunos árboles, no sabía si la reconocería pues tenían meses sin verse pero seguramente no cualquiera le hablaría con tanta familiaridad— Son... mis hermanos, ¿verdad? —añadió muriendo de vergüenza, sólo aquellos eran capaz de hacerla pasar penas en casa ajena—. Este... ¿me acompañas o quisieras evitar este drama?

     

    Las últimas palabras las había soltado justo cuando ya había dado el paso; estaba segura de que ella la seguiría. No tardó mucho en llegar hasta la puerta donde se detuvo en seco haciendo a un lado la capucha que le cubría el rostro. Su cabello estaba suelto y sus rizos despeinados por la rapidez del trayecto; sus mejillas rojas por el frío y sus ojos miraban a Cubias con un brillo asesino. Ahora entendía porque Afrodita lo había golpeado; incluso ahí, teniéndolas enfrente de él, Cubias parecía ajeno a la presencia de sus dos hermanas, probablemente las que más lo quisieran. Era un insensato, siempre lo había sido.

     

    —Así que es cierto... —murmuró la castaña antes de acercarse a su hermano dejando caer una de su zapatillas sobre el pie de él. Era un gesto bastante infantil, es cierto, pero sumamente placentero.

  11. May estaba totalmente confundida; por una parte deseaba estar con aquel chico el tiempo que pudieran estar y por otro, sabía que lo más sano sería evitar ese tipo de relación. Pero... ¿Cuándo había seguido al pie de la letra las reglas? Su mano descendió con lentitud y tomó su mano por un breve segundo hasta escuchar las razones por las cuales no se atendía la vista. ¡Sus padres!

     

    -Pero Allen... Tu vista, no digo que sea un sentido sin el cual no puedes vivir pero ¿no extrañas ver el color del cielo o quizás ver a tu próxima mascota?... ¿No quieres ver...me? -acabó con un tono casi inaudible.

     

    Deseaba que él cambiara de opinión, realmente quería que fuera por su propia voluntad por la que fueran al hospital pero sino... Ella jamás podría borrar de sus pensamientos que él la había visto actuar tan fría. Odiaba sentirse tan tonta y fuera de lugar. Se acercó un poco más a él y lo tomó de sus manos.

     

    -Vamos al hospital, por favor -sus palabras podían sonar a ruego pero realmente le preocupaba.

     

    Las siguientes frases que le siguieron a todas las acciones intentaron apaciguarla pero no siquiera aquella sonrisa arrebatadora lo consiguió. Al contrario, sólo la ponía un poco más tensa; sus palabras le dolían y cada vez se convencía más que odiaba que el último recuerdo que él tuviera de ella fueran tan horrible.

     

    Sin meditarlo terminó con la distancia que los separaba; aquel momento era más que diferente al que habían tenido un par de días atrás. No sabía si él podía percibir que ella había acortado la distancia entre sus cuerpos, seguramente si, pues sus manos rozaban tanto el abrigo de él como la capa de la bruja.

     

    A penas toco sus labios con los suyos cuando una lágrima resbaló por su mejilla. Se separó de inmediato, no podía permitir que Allen notará que ella lloraba por él. Soltó una de sus manos algo bruscamente para poder limpiar su rostro; suspiró pero sólo cuando estuca segura de que su voz era el adecuado dijo:

     

    -No puedo obligarte a estar conmigo, ni siquiera a pedirte que me soportes... Pero si me necesitas siempre podrás contar conmigo.

  12. No había dado más de tres pasos cuando la voz del pelinegro la detuvo, sin embargo, ella no se giró para mirarlo estaba bastante herida por sus palabras y aquello había derivado en que su humor fuera pésimo; temía que si lo mirará, dijera algo de lo que en su cabeza pudiera arrepentirse. Era mejor escucharlo.

     

    Una a una las palabras de Allen fueron haciendo eco en ella, confundiéndola hasta más no poder; todo era más sencillo cuando quien le atraía era un Black pues, con el paso de los años, había aprendido a conocerlos bastante bien y ahora eran hombres bastante predecibles... Allen, en cambio, era un hombre a quien había dejado de ver por años y de quien sólo conocía su faceta infantil. Estaba segura de que había más por conocer.

     

    -Lo de la vista es curable, estoy casi segura sólo hay que llevarte con las personas adecuadas -comentó mientras volvía sobre sus pasos y lo miraba. Su cabello estaba ligeramente despeinado y su sombrero sobre la nieve. Sin prisa la mujer se inclinó para levantar aquel sombrero de paja que tanto quería; le dio un par de golpecitos quitando toda la nieve que tenía y lo colocó sobre su cabeza en la posición que él solía traerlo.

     

    Dio un paso vacilante hacia atrás intentando encontrar las palabras adecuadas con las cuales responder todo lo que él había dicho, no era tan sencillo cómo él lo veía; ni siquiera teniéndola a ella de su lado. El retorno al bando tenebroso era algo que ella ya había decidido y estaba segura que era cuestión de días, semanas a lo mucho, para que ella regresará a su casa; entonces existiría un camino, las órdenes seguro no habrían cambiado: eliminar a los aurores. Ella tendría que cumplirlas.

     

    -No es que no quiera estar contigo, ni que no deba estar contigo -lo corrigió mientras levantaba sus fríos dedos para acariciar las cicatrices del rostro de Allen-. Yo lo decía por ti; mi vida es algo complica y habrá cosas que jamás podré explicarte, ¿realmente estás seguro de que podrías estar con alguien que guarda secretos?

  13. Ya no faltaba mucho para llegar a la tienda de mascotas, menos para la clínica que tenía Hayame, si la castaña tenía suerte podría encontrar a su amiga ahí y ella curaría a Allen; al final con magia se curaban muchísimas cosas, la misma Malfoy había estado al menos diez veces muerta y aunque no sabía que tan bueno era, las diez habían sido capaces de regresarla a la vida; por lo tanto, ¿cuál sería el problema con arreglarle la vista al mago que estaba a su lado? Ninguno, y si Hayame no podía -cosa que dudaba- siempre podría recurrir a su prima o a su hermano, por problemático que fuera lo segundo.

     

    —¿Quieres dejar de decir tonterías? —dijo algo molesta aunque no sabía si estaba molesta por la actitud que él había tomado con ella o porque Allen siguiera viéndose como alguien situado en la base de la pirámide y a ella en la cima— ¡La gente puede verme como se les de la regalada gana! —añadió sin controlar el tono de su voz realmente enojada.

     

    Su mano aún sostenía la del pelinegro y no quería soltarlo, darle el bastón habría sido darle lo que le permitía alejarse de ella pero si eso quería eso haría. Con una suave floritura de su varita el bastón volvió a aparecer en la mano libre de Allen y, a pesar de que esa era la señal evidente de que tenía que soltarlo no lo pudo hacerlo, más por orgullo que por cualquier otra cosa. No podía creer que realmente alguien la estuviera echando tan fácil de su vida, pero tal vez él tenía razón; bueno, era obvio que traería problemas una relación entre ambos, pero ella podría defenderse bastante bien, al fin y al cabo tenía habilidades para las artes oscuras, él, en cambio, se las vería difícil si en algún punto la familia de May se enteraba de sus aspiraciones.

     

    —Dije que te acompañaré —reiteró la bruja mientras se obligaba a avanzar hasta la tienda de mascotas que estaba a no más de cinco metros de dónde ellos estaban— Aquí es... —murmuró deteniéndose frente a la entrada— Sabes... eres un tonto, no entendiste lo que quise decir y preferiste huir de inmediato; está bien, tal vez sea lo que tu quieras y lo que sea mejor. ¿Por eso te vas a España? No hay necesidad de que te vayas, no tienes que compartir nada conmigo, créeme soy bastante buena en desaparecer, así que si tanto te importuna mi presencia, será mejor que me marche... Hay dos escalones frente a ti, ten cuidado al subir.

     

    Aquellas fueron las últimas palabras que la bruja pudo decir con firmeza, sabía que si continuaba hablando la voz podría quebrarse y ella jamás mostraría debilidad frente a alguien que no fuera de su familia; mucho menos frente a un hombre. Suspiró y giró sobre sus talones dispuesta a regresar al Callejón Knocturn, al fin y al cabo, ¡¿quién se creía él para hacerla sentir mal?! "Necesito olvidarlo", pensó la castaña. Sí, tal vez una posición para borrarlo de su mente sería lo mejor, así él no tendría que soportarla y ella no tendría que lidiar consigo misma.

  14. —Cállate y vamos —fue lo único que pudo decir la bruja después de que las palabras de su rechazo la golpearan más que cualquier otra cosa. Tomó la mano que no sujetaba el bastón con una de las suyas y tiró de él sin ningún reparo. El bastón le estorbaba ahora para que ambos pudieran caminar tranquilamente por lo que con una rápida floritura de su varita lo hizo desaparecer. Estaba bien, si él no la quería de compañía ella no lo obligaría a que mantuviera una conversación con ella, pero él jamás podría decirle a dónde ir o con quién hacerlo.

     

    Lo miraba de reojo y estaba completamente segura de que haría pagar a los culpables, aquellas heridas no eran de un accidente común y corriente... Que tonta había sido, pero él aún más por no buscarla; bueno, tal vez a él no le interesaba tanto como ella pensaba y, al final, le había facilitado las cosas para que huyera de ella. Miro uno a uno los escaparates del Callejón Knocturn, ninguno tendría las mascotas que él buscaba, quizás las que ella era más a fin sí... pero no las de él.

     

    —No es compasión —murmuró de repente—. No es necesario que digas nada, no hay necesidad de que hables o quieras estar conmigo; te acompañaré y ya... Y para que te quede claro no compraría un animal, no porque no me gusten sino porque ya tengo suficientes —concluyó recordando a su lechuza, loba y caballo. Tenía meses sin jugar con su lobita, seguramente ya no sería una cachorra, pero tenía aún más tiempo sin dar una buena cabalgata, había pasado demasiado tiempo desde la última vez que tuviera el tiempo para hacerlo.

     

    Sujetaba su mano con la suya y aunque se mantenía fría y sin denotar cualquier emoción, que para ese momento hubiera valido exactamente lo mismo, pensaba en lo terrible que él la estaba pasando. Posiblemente lo mejor hubiera sido que se marchara cuando el pelinegro lo había pedido pero era terca y caprichosa, además de que odiaba que los demás le dijeran que hacer; esa era una de las muchas razones por las cuales había discutido con alguno de sus hermanos.

     

    —Aquí a la izquierda —dijo empujándolo con suavidad hacia una de las callejuelas que daban hacia la avenida principal del Callejón Diagón.

  15. La voz del ciego hizo que la bruja dejara de prestar atención a los muebles para girarse rápidamente a mirarlo, ¿cómo había terminado él en aquella situación? No habían pasado muchos días desde que se toparan en la tetería y ella lo hubiera salvado de un par de golpes y ahora lo veía así. Su rostro se descompuso sintiéndose bastante culpable por el chico, al final, él estaba solo por aquellos lares y ella no había ayudado a que se acoplara mejor a la ciudad, sin embargo, así era la vida y no podía arriesgarlo a que estuviera con ella si sus convicciones en torno al bien y al mal estaban tan arraigadas a su persona.

     

    —Allen... —susurró sin disculparse por el tono hostil que había utilizado— ¿qué pasó? —añadió aún en un suave murmullo.

     

    Dio un vacilante paso al frente mientras alzaba las manos con toda la intención de tocar su rostro. "No lo hagas, será más doloroso para ambos", murmuró la poca razón que le quedaba haciendo que ella se frenara en el acto, lamentaba pensarlo, pero era una suerte que él no la viera pues ahora sí parecía una soberana tonta. Recompusó sus facciones tomando aire, por lo visto las personas que se interesaban en ella terminaban teniendo graves accidentes; aún recordaba al primero de sus novios y su accidente en las escaleras de la Mansión Malfoy... su suerte era pésima.

     

    —Ahm... ¿la tienda de mascotas? —repitió el sitio que él buscaba como si a penas le cayera el veinte de que había hablado—. Justo iba hacia allá, puedo acompañarte —mintió mientras se alejaba del cristal y se ponía a su lado. Si, ella no podía estar con él pero tampoco lo aventaría a las frías calles como si nada. Sentía un nudo en la garganta mientras que sus manos se mantenían a sus costados cerradas fuertemente, casi podía jurar que de continuar así terminaría por hacerse daño; no debería haberse ofrecido a acompañarlo, debería haberlo enviado a casa de sus padres.

  16. La castaña pensaba acomodarse en casa de su prima para ello tendría que amueblar su habitación pues aunque Aleera había dispuesto una de las mejores habitaciones para ella el gusto de ambas era diferente; Aleera siempre había sido de un estilo totalmente hogareño y May temía que aquello fuera demasiado dulce, incluso para ella. Sin embargo, estaba segura de poder encontrar algunas alfombras, escritorios y libreros en el callejón Knockturn pues había una tienda que a ella le había llamado la atención desde pequeña.

     

    Su atuendo aquel día era diferente al que había lucido los días anteriores pues, llevaba un largo vestido en color malva que se ceñía peligrosamente a la altura de su cintura y luego caía pesadamente cubriendo hasta las zapatillas pero sin llegar a tocar el suelo; sobre éste una capa negra protegía a la mujer del frío casi aniquilador y una bufanda igualmente oscura se encargaba de cubrir su cuello, tapando a medias el dije de luna que llevaba en su cuello -un viejo regalo de Isabella.

     

    Llevaba un par de días sin saber de nadie pero eso le había dado tiempo a la ex mortífaga para meditar sobre muchos asuntos que tenía pendientes en su cabeza, sin embargo, al final, poco había logrado resolver pues había preferido evitar pensar una solución hasta que el problema fuera eminente. No obstante, si ella tenía un serio problema era que cuando se decidía a salir a pasear los problemas la atosigaban de inmediato, era como si éstos esperaran a que su mente se despejara tan solo un poco para atacarla.

     

    —¡Auch! —musitó la mujer al ser golpeada en los tobillos por un largo bastón blanco. Dirigió la mirada hacia el objeto que la había golpeado y aunque lo lógico hubiera sido desviar su vista hacia el hombre que lo sostenía no lo hizo, el abrigo que lucía era tan blanco que junto con la nieve, que cubría el suelo, y los rayos del sol-que al final no servía ni siquiera para calentar- la habían deslumbrado— Debería caminar más al centro de la calle... —añadió regresando su vista al aparador.

  17. Si, en efecto, se había comportado con una auténtica novata y ahora él cambiaba su actitud, incluso se arrepentía de lo sucedido; sus palabras eran claras y ella no supo lo mucho que le había gustado aquel momento hasta que él pareció echarse para atrás de sus acciones. No, no eran suyas... eran de ambos, ella lo había provocado también, ahora entendía porque su distanciamiento le había dolido. No obstante, intentó dedicarle la sonrisa más linda que tenía pero aún así la alegría no llegó a iluminar su mirada.

     

    —No... no fuiste tu solo —murmuró aunque dudaba de si quería que él la escuchara. Ella rio ante la clara broma que él hacia, incluso él reía— Tú siempre tan bromista —fue lo único que atinó a decir.

     

    Lo miró arreglarse el sombrero, sabía lo que seguiría a aquello. Se irían. Tan bien conocía a su amigo que cuando él le sugirió que se marcharan pudo moderar los gestos que hizo, asintió y tomó su mano para ayudarse a bajar de la piedra en la que estaba. El roce parecía quemarle pero aún no estaba lista para decirle adiós. Mantuvo su mano entre la suya como él lo había hecho cuando llegara a saludarla. En silencio comenzó a avanzar por el mismo lugar que habían llegado; la temperatura era cada vez menor por lo que ella regresó su mano libre a su bolsillo.

     

    Por fin llegaron hasta los linderos de la Academia, lo miró y volvió a intentar dedicarle su mejor sonrisa; esperaba que creyera que todo estaba en orden. Le dio un beso en la mejilla manteniendo sus labios ahí sólo el tiempo necesario para que él no se sintiera incómodo. Susurró un "nos veremos pronto" y desapareció girando sobre sus talones. ¡Qué suerte la suya al tener el examen de aparición aprobado desde mucho tiempo atrás!

  18. Había pasado.... Se habían besado y ella sabía perfectamente que después de ese suceso no había retorno. Las películas y los libros le habían mostrado un sin fin de veces y en innumerables veces que después de una situación como la que ellos vivían pocas veces se podía regresar al punto previo, en realidad, las relaciones justo a partir de ese momento se volcaban hacia un lado u otro de una balanza invisible. En silencio se preguntó hacia donde iría la de ellos. Tenían años sin verse, aún más sin conocerse y el futuro era más que incierto para ambos, ni siquiera sabía si se verían después de aquella noche. Sin embargo, no había podido evitar cerrar sus ojos cuando los labios de él se habían posado en los propios.

     

    Los segundos transcurrieron y aunque ella escuchó las palabras de Allen no respondió de inmediato, en su mente pasaban diferentes imágenes de lo que podría ocurrir con ellos y algunas no le agradaban. El hecho de que permanecieran aún a escasos centímetros tampoco ayudaba a que ella pudiera pensar con claridad, de hecho temía que se hubiera quedado embobada con su mirada más del tiempo necesario. Tenía que responder, pero ¿debía hacerlo en aquella posición o debería cambiarla? Le sonrió antes de comenzar a hablar tan bajo como él lo había hecho.

     

    —Si estuvieras con Azuka esto jamás habría pasado —murmuró con suavidad intentando mantener el ritmo tranquilo de su respiración—. Y no, no es porque le tuviera miedo a ella... en todo caso, era a ti al que traía cortito —bromeó.

     

    ¿Ahora qué debía hacer?, ¿debería alejarse o esperar a qué el lo hiciera? Al final, había sido él quien se había acercado demasiado a ella. Suspiró y comenzó a separarse de él lentamente haciendo para atrás, algo dentro de ella no quería hacerlo, estaba realmente cómoda en la posición en la que hasta un par de segundos atrás se encontraba. ¿Cómo había llegado a esa situación? Habían pasado muchos años y ambos habían cambiado pero incluso después de tanto tiempo él había logrado ponerla nerviosa. Parecía una completa novata.

  19. La Malfoy comenzaba a encogerse de hombros dispuesta a negar una respuesta clara para Allen cuando éste ya había terminado con la distancia que los separaba. Sus movimientos eran como los de un gato, ágiles, sigilosos y lo suficientemente precisos para ponerla en un aprieto. Para esas alturas era imposible que ella intentara moverse de su posición, cualquier intento de huída suponía acercarse aún más a él. No es que en otras ocasiones no escapara de situaciones similares, sin embargo, la cuestión aquí era que se trataba de él, de su amigo y ciertamente había logrado ponerla nerviosa.

     

    Su corazón latía tan aprisa que ella estaba casi segura de que si seguía con aquel ritmo taladraría su pecho. Era curioso, tan sólo unos minutos atrás hubiera agradecido enormemente que la temperatura subiera un par de grados, pero ahora agradecía el frío que existía pues eso mantenía que tanto sus mejillas como su nariz estuvieran sonrosadas; así, por más que él intentara ponerla en aprietos y sus mejillas quisieran delatarla tornándose ligeramente rojas, aquel hecho pasaría como un signo del frío que hacía en la región.

     

    Lentamente esbozó una sonrisa mientras se hacía ligeramente hacia atrás, hacia adelante era imposible con él casi sobre ella. Colocó una de sus manos sobre el pecho de él en un vano esfuerzo para que él le diera un poco de espacio. Unos centímetros era todo lo que ella necesitaba para pensar con mayor claridad. Sí lo pensaban bien, cualquiera en un su sano juicio se hubiera puesto nervioso ante tal invasión del espacio vital de uno; Ratzel decía eso, o al menos era una de las razones por las cuales Alemania se había ido a la Primera Guerra Mundial.

     

    Cuando vio que su amigo poco cedía decidió contra atacar, ¿qué podría ser lo peor que podría pasar? Su mente pareció quedarse en blanco, no había encontrado una respuesta clara a su pregunta y eso le había dejado como opción una respuesta casi idéntica a la del chico. Su sonrisa se transformó sutilmente hacia una más coqueta y llevó su mano, que hasta ese momento había permanecido el pecho del chico, hasta su sombrero para romper la "barrera" que les impedía estar más cerca. Ahora su rostro estaba a unos dos centímetros de él, sentía su respiración y sabía que él sentiría la suya.

     

    —Perdón... no entiendo la pregunta...

  20. Sabía que él negaría todo y que diría que ella le levantaba falsos, conocía al menos a una persona que sí había estado bastante interesada en él solo que no había dicho nada por un sin fin de cosas. Sin hacer mucho a sus recriminaciones se sentó sobre una de las rocas y se quedó mirándolo pues aún estaba de pie, le dedicó una abierta sonrisa intentando que él volviera a sonreirle pues había notado que quizás el tema le había molestado un poquitín.

     

    —¿En serio crees que sólo fueran paranoia? —preguntó realmente curiosa. Durante aquellos años ella había sido amiga suya pero jamás de su novia; habían mantenido una relación cordial, lo suficiente para estar en el mismo espacio y tiempo—. A veces creo que los hombres no se dan cuenta de muchísimas cosas, sobre todo cuando se trata de una chica interesada en ellos... eso o prefieren no saber demasiado sobre ello aunque lo sepan.

     

    Sí, sus palabras dejaban claro que Allen era un despistado en aquellas cuestiones pero, al final, no podía decir de que chica se trataba; algún dicho existía sobre no revelar aquellos datos. Se encogió de hombros ante sus cuestionamientos, él continuaría y ella tenía que encontrar una mejor manera de evadirlos. Comenzó a jugar con sus propias manos, aunque después sólo se dedicó a frotarlas. Pese a estar en un lugar donde las corrientes de aire se rompían pues el sin fin de rocas les impedían el libre tránsito, nada podían hacer contra la gélida noche en general.

     

    —Tenía mucho tiempo que no nos veíamos... ¿verdad que vendrás a verme más a menudo?, hasta podría presentarte a algunas amigas —añadió divertida—. Quizás así si me creas que eres coqueto —y antes de que él pudiera negarlo añadió—. Allen, cariño, jamás podrás negar que tienes cierto don para hacer amigas... digo, al fin y al cabo, y pese a tener por novia a tu ex novia... te hiciste mi amigo, ¿no? Algo interesante has de tener.

  21. Cuando Allen se quitó el sombrero ella no pudo sino mirarlo con curiosidad, sin embargo, al observar sus siguientes acciones la hicieron avergonzarse de mostrarse tan friolenta. Estaba a punto de decirle que no era necesario aquel gesto, no quería que él pasara más frío del necesario, sin embargo, el Abbadonia le ganó a la hora de hablar diciéndole que ella lo necesitaba más. Le sonrió y se acurrucó ligeramente en su abrazo. Las ruinas no estaban tan lejos, entonces ella podría regresarle su sombrero y evitar que perdiera sus orejas por hipotermia.

     

    —Gracias, he sido una tonta al salir sin una bufanda y unos guantes de casa...

     

    Entonces el retomó la charla sobre las mujeres y ella sonrió; sin duda las parejas amorosas sería un tema que daría para hablar ese día y muchos años más. Lo escuchó atento y negó sacudiendo su cabeza en varias ocasiones. Si pensaba que el tema de Azuka sería divertido cuando soltó aquel detalle en su conversación, el tema del coqueteo lo superaba; Allen se había defendido de inmediato de su suposición y, al mismo tiempo, había buscado atacarla, era una pena que ella ya estuviera preparada para aquella embestida.

     

    Aguardó hasta estar protegida por grandes rocas de mármol blanco para seguirle el juego. Lo había guiado hasta lo que parecía el centro de las ruinas, había un lugar donde ambos podían sentarse. Con lentitud se apartó y giró frente a él como si luciera su atuendo en un desfile de modas. Le sonrió y llevó sus manos hasta el sombrero de paja que había ayudado a calentar un poco sus orejas durante su caminata hasta las ruinas.

     

    —Siendo sincera soy bastante normal, ni muy muy ni tan tan —le dijo esbozando una sonrisa, mientras lo abraza con energía. Al parecer ya había recuperado el manual que decía cómo debía actuar con un viejo amigo— ¿Fan?, ¿novio?... ¿esos qué son? —preguntó de manera totalmente inocente, luego prosiguió —. Ya sé que este lindo sombrero combina con lo que traigo puesto —comentó mostrando su sueter rojo— pero seguramente te hace falta —dijo mientras volvía a ponérselo—. ¿Ah? ¿No eres coqueto?, ¿qué te pasó? Hasta donde sabía traías a muchas en la calle de la amargura porque ni siquiera las mirabas, de hecho los celos de Azuka no eran en vano y lo sabes muy bien.

  22. May se sentía realmente feliz, tenía muchísimo sin sentirse así: ligera, tranquila, como si lo único que importara fuera que el mundo siguiera girando, tal vez lo único que la atormentaba era que el tiempo siguiera avanzando. La luna ya había aparecido y ahora se encontraba reflejada sobre el lago, lo miró discretamente mientras sonreía y apretaba su mano, sabía que de un momento a otro él podría irse pero por el momento disfrutaba los escasos momentos con su viejo amigo.

     

    —¿No sabes que una mujer enojada es peor que cualquier otra cosa en el mundo? —le preguntó totalmente seria pero sin dejar de caminar a su lado— Y Azuka no sólo sería una mujer enojada sino celosa, esas dos cosas juntas no es para nada un buen escenario ni siquiera para alguien que sabe usar magia. ¡En serio! ¿Entre todas las cosas que te preocupan de lo que puede hacer tu novia tu piensas en los escándalos que te haría por tus viajes? —la risa que salió de sus labios fue cantarina— Seguro te los haría porque sabe que eres un coqueto —bromeó dándole un suave golpecito con su cadera lo suficiente para acercarlo al agua pero sin riesgo a mojarlo.

     

    La temperatura parecía querer alcanzar los 0° con rapidez y aunque sus manos se mantenían relativamente tibias sería casi imposible que pudiera soltarlo, su mano parecía haber perdido cualquier capacidad de movimiento. Un nuevo comentario sobre su ausencia sólo provocó que ella clavara su mirada en él por un breve instante, no sólo porque al parecer el entendía que era un escabroso para ella sino porque en ese momento una gélida ráfaga de aire los golpeó de lleno y ella no pudo hacer otra cosa sino encogerse en un intento de protegerse del cruel frío.

     

    —¡Alleeen! —exclamó la bruja al tiempo que otra ráfaga los golpeaba tras el comentario de su amigo. Esta vez alcanzó a girarse y a colocar su cabeza sobre el hombro de él— Sí, tienes razón... sería muy bueno que no retaras a la madre naturaleza —musitó mientras se separaba de él— ¿Quieres seguir caminando por el lago o prefieres ir hacia las viejas ruinas? Probablemente allá las corrientes no sean tan fuertes —añadió mientras señalaba hacia lo que parecían un sin fin de rocas abandonadas.

     

     

  23. La respuesta de Allen sobre las cuestiones de edad fue lo más serio que había escuchado en aquella velada y sólo entonces puso más atención en la persona de su amigo, era cierto, a pesar de no ser muchos los años los que los diferenciaban ella parecía mayor por el simple atuendo que lucía. Tal vez se había vestido muy formal para aquella cita, si hubiera elegido uno de sus vestidos floreados, unas medias y unos zapatos más bajos quizás hubiera pasado por su compañera de juegos. Lo miró un poco triste y recargó su cabeza en su hombro un breve instante, justo el suficiente para que él no notara el rubor de sus mejillas cuando mencionó que era linda. Negó con suavidad mientras volvía a mirarlo.

     

    —¿Sabías que el cuento de Peter Pan siempre ha sido uno de mis favoritos? —le preguntó aunque aquello era más una confesión.

     

    Con que era cierto lo de los conejos, pensó la Malfoy mientras intentaba encontrar cualquier signo de algún rasguño sobre él. No lo encontró, por lo visto había puesto los pies en polvorosa en cuanto se había topado con aquellas criaturillas. Una suave carcajada salió de sus labios y negó con delicadeza, realmente no podía imaginarse la escena pero estando él en ella seguramente había sido sumamente cómica. Dudaba mucho que la parte del pay fuera realidad, la idea de Allen en la cocina resultaba aún más inverosímil que una centena de graciosas criaturillas blancas persiguiéndolo.

     

    El cambio radical de la conversación provocó que su mirada se ensombreciera; la manera en la que él había abordado el tema era tan diferente a como lo habían hecho otras personas que le habían cuestionado lo mismo. Ahora ninguno de los dos gritaba y el pelinegro realmente parecía preocupado por ella. Pensó en qué sería de ella si Allen y Afrodita se topaban algún día, ¿sería capaz su hermana de instruirlo para que la tratara cruelmente por sus largas ausencias? Esperaba que no.

     

    —Lo lamento... —se disculpó la bruja— es sólo que... todo pasó tan a prisa que no pude decir mucho, sólo tuve que irme de la noche a la mañana y cuando intenté buscarte no fue tan fácil. ¿Recuerdas que tu novia te traía cortito?, ¿cómo podría buscarte sin que ella quisiera matarme? —añadió mordazmente mientras tomaba su mano para levantarse.

     

     

  24. La abrumadora muestra de afecto la dejó sin respuesta evidente, su reacción no había sido más que colocar una de sus manos detrás de ella para impedir que la fuerza del chico los hiciera caer a ambos. Sus tacones se habían clavado con fuerza en la tierra para evitar que ella se fuera de lado; sería un suplicio limpiarlos, ¡qué suerte que ese no era su trabajo! Él mantenía el abrazo pero ella ya no temía que ocurriera un accidente si se movía para intentar apaciguarlo. Sin embargo, Allen comenzó a hablar haciendo que ella detuviera su mano a medio camino de lo que serían un par de palmadas sobre su brazo, por lo visto había perdido toda su capacidad para reaccionar como debería hacerlo.

     

    —Así que estuviste de viaje... —murmuró más para sí misma que como respuesta a sus palabras. Casi podía imaginárselo aunque no a todos sus acompañantes, recordaba quizás a uno... máximo dos de sus amigos pero no más. La mención de sus padres la había hecho sonreír, entendía cómo se sentía él cuando tenía a sus padres preguntando todo el tiempo sobre sus andanzas, por suerte, hace mucho que los propios habían dejado de hacerlo también.

     

    Si la mención de sus padres la hizo sonreír su intento de explicación sobre el por qué había llegado tarde logro que ella riera. Era obvio que él la estaba engañando y, aunque estaba segura de que debería sentirse ofendida porque le mintieran en la cara simplemente le parecía adorable que lo intentara con aquella historia. Sacudió su cabeza sin borrar la sonrisa de su rostro, incluso sus ojos habían adquirido un brillo divertido y pese a que no lo miraba realmente le hacía bien su compañía. Lo había echado muchísimo de menos.

     

    —¿Realmente no encontraste un mejor excusa que una extraña reconstrucción de Alicia en el País de las maravillas? —bromeó mientras palmeaba su pierna, ahora estaba libre de su abrazo y eso la incomodaba. Se había sentido abrigada con su amigo cuidándola, tenía tanto que uno de sus amigos no la trataba tan bien; tal vez debería empezar a tratar a los demás con la punta del pie—, ¿yo? Ahm... también estuve de viaje, de hecho tiene poco que regresé... —fue entonces cuando hicieron eco en ella las últimas palabras de Allen— ¿Vieja?... ¿en serio me veo vieja? No debo de ser mucho mayor que tú... ¿cuántos años nos llevamos? ¿uno... dos?

  25. —¡¿Cómo dices?! —gritó la Malfoy mientras se ponía de pie frente a Allen. Sabía que él era un despistado de primera y que seguro la haría esperar, como era su costumbre pero... ¿llegar tarde y aún tener el descaro de echarle pleito? No, no, eso sí que no— Supongo que tu retraso tiene excusa, ¿no? —añadió haciendo caso omiso de lo que él había dicho.

     

    Lo miró de arriba a abajo y de regreso, había cambiado demasiado desde la última vez que se encontraran y ahora no sabía como actuar; tal vez debería haberle dado un abrazo pero él no lo había hecho y ciertamente ella ahora tenía pocas ganas de darle uno, además, si recordaba bien su pasado su novia siempre había odiado que las mujeres se le acercaran y ahora no sabía si la actual actuaba igual que la que ella había conocido. Golpeó ligeramente el tronco al tiempo que volvía a sentarse. Para ese punto había girado ligeramente su cuerpo hacia él pero también había cruzado sus brazos.

     

    —¿Quieres sentarte o prefieres que demos un paseo? —murmuró clavando su mirada en el lago, lentamente el sol descendía y parecía ser tragado por aquel cuerpo de agua; la temperatura hacía lo mismo y ella se regañó mentalmente por no haberse puesto también una bufanda que cubriera sus orejas y cuello. Metió sus manos a sus bolsillos y volvió a mirarlo fijamente. Sí, había cambiado demasiado y ella seguía sin estar segura de qué hacer en su presencia.

     

    Frunció ligeramente sus labios. Él tenía razón tenían demasiado tiempo sin verse, si hubiera sido cualquier otro le había reclamado el tiempo que la había tenido en el olvido pero con Allen todo era diferente, ella misma se había desaparecido de la vida de él por un largo tiempo. Si con sus hermanos habían existido algunas fugaces cartas y había vuelto al pueblo en algunas fechas especiales con él, el silencio había sido absoluto hasta que un mensaje de él había aparecido en su buzón. Suspiró mordiendo ligeramente su labio inferior en una muestra clara de nerviosismo.

     

    —¿Qué ha sido de tu vida?

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