Sir Nick Casi Decapitado

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La Casa Gryffindor fue fundada por el célebre mago Godric Gryffindor. Godric solo aceptaba en su casa a aquellos magos y brujas que tenían valentía, disposición, coraje, ya que estas son las cualidades de un auténtico Gryffindor. Los colores de esta casa son el dorado y el escarlata y su símbolo es un león. La reliquia más preciada de la casa es la espada de Godric Gryffindor, perteneciente, como su nombre lo dice, a Godric Gryffindor. Los estudiantes de esta casa pasan la mayor parte del tiempo en la Torre de Gryffindor, ubicada en el séptimo piso del Castillo de Hogwarts.

¡En guardia, Gryffindors!

Ha llegado el momento de demostrarles al resto de casas de Hogwarts quiénes son los que mandan en el quidditch del colegio. ¡Sacad vuestras túnicas escarlatas y pulid los palos de vuestras escobas! Se nos vienen unos días moviditos donde nos tocará demostrar porqué formamos parte de la casa de los valientes y osados.

La gala de San Valentín nos trae una actividad en la que no debéis dejar pasar la oportunidad de participar: el Torneo de las Casas patrocinado por el colegio Mahoutokoro.

¿En qué consistirá? En este topic os explicamos bien cómo se desarrollará y qué debéis hacer para triunfar en el deporte rey de nuestra sociedad mágica, cómo podéis coronaros como el/la mejor jugador/a de quidditch de todos y de qué forma podemos colocar a nuestra querida Gryffindor en cabeza del torneo.

¿Que queréis inscribiros? Pues no os hago esperar más, valientes Gryffindors, sólo tenéis que rellenar esta ficha:

• Nick:
• ID:
• Link a tu ficha de personaje (si no la tienes, ya la postearás más tarde cuando la tengas):
• Link a tu bóveda (si no la tienes, ya la postearás más tarde cuando la tengas):
• ¿Por qué quieres ser parte del equipo de Gryffindor?:
• Posición en la que te gustaría jugar:

- Oh, mi cabezaaaa...

- ¿Qué le pasa, Sir Nick? *le preguntó un alumno curioso*

- Que no se despega, joven. ¡No se despega... Mire!

*Levantó desde su mollera, dejando a la vista la unión que mantenía su cabeza pegada al cuello. El chico se arrepintió al instante de haber formulado su pregunta y caminó de prisa atravesando el cuerpo gaseoso de Sir Nicolas*

- Qué tal está usted, Matt?

*Saludó al chico que recién se unía a la celebración. Le gustaba conocer a todos los alumnos de su casa y ser un buen fantasma*

- Pero, dejando mi cabeza de lado, os propongo otro reto. Tenéis que montar un karaoke y a cantar canciones, durante una hora, que se refieran o tengan en sus letras nombres de colores. Valen todos los colores. Si nuestra casa obtiene el mayor número de canciones válidas, se llevará los puntos de este reto.

OFF: mediante rol, debeís cantar, en el plazo de una hora, a partir de la publicación de este posteo, canciones reales/existentes que contengan en su letra colores. Valen todos los animales. Pero debe llevar alguno. Un rol por canción.

—Puedes pertenecer a Gryffindor, Donde habitan los valientes

La voz de Sir Nicholas se escuchó en el momento en que su "casi decapitada" cabeza, seguida de su cuerpo, emergió de entre una de las bandejas de comida que se encontraban en la mesa de los Gryffindor. Los miró con orgullo, personas llenas de valor que enarbolaban -como él antes de ser casi decapitado- el estandarte escarlata de Godric.

Se elevó un poco, de esa forma en el momento en que las palabras emanaran nuevamente de sus labios la mayoría de los Gryffindors podrían escucharlo y de esa forma cumplirían con lo expuesto a una mayor velocidad que si tuviese que repetir más de una vez las instrucciones.

—Valientes leones, quiero escuchar su rugido. Me han contado que hay un reto, un reto que todos ustedes deben cumplir. Vamos a demostrar que no solamente somos los más valientes, sino que también somos los más sociales de esta velada


Off: a partir de este mensaje, debéis recolectar el mayor número de respuestas/posteos de alumnos de la casa, en rol durante una 1 hora. Todos los posteos que no incumplan las reglas del foro se tomará como válidos, siempre que sean on rol.

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El Gran Salón Comedor de Hogwarts lucía espléndido en aquella ocasión. En la entrada del mismo habían colocado dos enormes árboles de navidad ornamentados con coloridas esferas de cristal talladas con filigranas doradas, coronados en su punta por hermosas estrellas que brillaban como el oro con la luz de las antorchas. Las puertas se hallaban abiertas de par en par, dando la bienvenida a sus invitados.

Era inevitable no fijar la vista en el techo del comedor, allí estaban suspendidos brillantes cristales con formas de copos de nieve, cada uno diferente al anterior, junto con partículas de purpurina plateada y dorada en suspensión . La iluminación era cálida y acogedora. Y cada cierto intervalo de tiempo, unos cascabeles tintineaban por toda la estancia, como si los renos de Santa estuviesen correteando por allí.

La mesa de Gryffindor estaba situada en el extremo derecho del Salón, junto a los ventanales. Habían dispuesto una gran mesa alargada de madera maciza, cubierta con un mantel blanco nieve con bordados de un león rugiente. Se habían sustituído los habituales bancos de madera por cómodas sillas, las cuales estaban tapizadas con tela en tonos burdeos. La vajilla y la cubertería era de color rojo y detalles en amarillo.

Delante de los platos habían dispuesto unas tarjetas que recordaban las palabras que el Sombrero Seleccionador había dicho una vez, cuando el niño que vivió entró a Hogwarts. Aquellas palabras definían a la perfección el espíritu de la Casa de Godric Gryffindor. En aquellas tarjetas rezaba la siguiente inscripción:

« Puedes pertenecer a Gryffindor,
Donde habitan los valientes.
Su osadía, temple y caballerosidad
Ponen aparte a los de Gryffindor. »

Los centros de mesa eran unas figuras de unos leones con melena, en miniatura, que rugían como pequeños gatitos. Estaban sobre una plataforma circular, que se alzaba unos pocos centímetros sobre la mesa, en el centro de la plataforma se alzaba un alambre con una pinza en la punta que sostenía el Menú que degustarían aquella velada. Los pequeños leones se movían por arte de magia, de pronto corrían por la plataforma, miraban a los presentes con curiosidad, como dormitaban y emitían suaves ronroneos.

Nick Casi-Decapitado esperaba para dar la Bienvenida a todos aquellos que habían elegido la Casa Gryffindor. Intentaba estar animado, pues otra vez habían rechazado su solicitud para ingresar a jugar al Cabeza Polo. Y todo porque no habían sido capaces de separar su cabeza de su cuello ni con 45 hachazos. El fantasma sobrevoló la mesa en varias ocasiones, fingiendo felicidad pese a su 'desdicha', pues pronto llegarían los invitados a la Gran Cena de Navidad de Hogwarts.

Su cuerpo vibro ligeramente, miles de años, millones de años, viajaban por el torrente de energía que corría ahora por las venas de carne que contenían al poderoso ser, millones de imágenes caían y se acomodaban como magia en la memoria de la mujer, los recuerdos florecían, la conciencia se restablece, sentía el tibio corazon, que latía débil, pero que contenía una gran luz en su interior.

escuchaba como un eco lejano, las voces de las mujeres, apenas eran escuchadas por la poderosa entidad, no asi sus sentimientos, la fuerza se apoderaba de ella, la mente trabajaba, ahora era consciente de quien era, recordó, la primera vez que vio nacer el sol, creada por los dioses antiguos, enviada a ese pedazo de tierra para crear la vida.

apoyo suavemente, con delicados movimientos en la mesita donde descansaba, y todo con la punta de sus pies el frío piso, una cálida brisa envolvió el cuerpo de las mujeres, o lo que parecían ser en ese momento, el peligro había terminado, los espíritus habían sido contenidos y encausados, era sumamente difícil controlar las voluntades de las estaciones, habría que arreglar algunas cosas pues se habían insubordinado, dejando todo a manos de una sola de sus hijas.

aun no habían entendido, juntos era equilibrio, si uno solo faltaba seria un caos, jamas lograrían reinar o hacer su voluntad el uno sin el otro, se llevarían una buena reprimenda, hizo una reverencia hacia las mujeres y señalo con su dedo el vientre de Aleera, sonriendo, el pequeño lograría grandes cosas, estaba predestinado para cosas grandes.

habían pasado mucho tiempo dentro de esa cárcel de musculo huesos y liquido, era tiempo de volver a ser lo que eran. Lentamente fueron rodeadas por un haz de luz dorado como el sol del atardecer y desaparecieron, dejando el lugar envuelto en un halo de paz y armonía, como era natural, como debería de ser siempre, un obsequio de Primavera al que ella agrego un don, paz de espiritual al que ingiriese esas manzanas, ayudaría a la labor de la amable sanadora.

-Gracias a todas por su fuerza, y amor para conmigo, el fin, aun es posible, solo se a aplazado...por cuento tiempo dependerá de la raza humana...hasta entonces...-

el perfume a madreselva se esparcio por el lugar, canela en flor y aleli.

Un lacerante ardor en el costado, y burbujas de liquido carmesí salían con premura de los labios de la entidad, La Madre Naturaleza, se debatía entre la vida y la muerte, la delgada linea que sostenía el equilibrio del planeta; estaba a punto de romperse, negras sombras abrazando su cuerpo, tragado lentamente desde a punta de los pies hasta las rodillas, la nada se adueñaba de la esencia de vida, de la poca fuerza vital que le quedaba.

una oleada de calor la abrazo, una tibieza infinita, la vida misma la arrancaba de las garra de su peor enemigo, el vacío, el caos. La frágil figura fue arrancada del fondo, por su cuerpo escurría el agua, los empapados y largos cabellos marrones eran furiosamente abatidos por las embestidas del viento, que amenazaba con romper el hechizo de la sanadora, sin embargo, la presencia cálida de su hija; en pleno cenit del equinoccio, le regresaron algo de fuerza, aunque no era aun consciente de ello.

El alivio la hizo respirar, sentía el cosquilleo de la magia en su cuerpo, su mente, perdida aun, se debatía en un feroz duelo, la cordura, la nada y la realidad, sus delgados y ahora frágiles brazos fueron manipulados, la estaba ayudando, pero no era el efecto de la medicina lo que la empezaría a reanimar era el interés, el deseo ferviente por salvarla, el amor de un ser humano por su semejante.

Sin embargo, había pasado mucho tiempo ya, era apremiante su completa recuperación; o la tierra seria golpeada por una segunda ea de hielo, entreabrió los ojos, y lo primero que vio, fue la dorada cabellera de esa mujer, que le miraba con angustia, su corazon se entibio, ya no se sentía tan sola y a merced de lo desconocido, una segunda figura cerca de ella, una brillante cabellera color rojo, como los hermosos matices del otoño, se preocupaba, había una barrera, una delgada linea que sortear.

-Gracias...- susurro tomando suavemente la mano de la sanadora - muchas gracias...a las dos, ¿Quien soy? ¿Que hago aquí?

levanto los ojos a los rostros de ambas; estaban completamente empapadas y por un segundo deseo, que dejara de llover, no lo pensó, no lo ordeno, solo sintió que debería dejar de llover, las nubes se disiparon, asi como aparecieron; en un segundo solo quedaba el molesto viento que fue menguando lentamente tambien. El agua que casi llegaba al borde de la camilla, dejo de fluir.

-a ti, te conozco, ¿Quien eres? -

musito, mientras escudriñaba curiosa el rostro de el hada primavera.

Alguien intentaba detener la lluvia, mas solo logro amainar un poco las embestidas de las torrenciales cascadas que se abrían a diestra y siniestra, el viento se hacia gélido y los temblores abrieron sendas grietas a lo largo de las paredes y en una esquina de la edificación. La voz autoritaria pero preocupada de una mujer se escucho, muy lejos.

levanto el rostro con los mechones empapados y la vio, era cabellera roja no podía pasar desapercibida, una mano temblorosa, se levanto del frío piso y se estiro hacia la mujer en actitud suplicante, el dolor en el costado era lacerante las costillas rotas, punzaban y estaban a punto de perforar, los recien adquiridos órganos vitales de la Madre Naturaleza.

-ayúdame...por favor...-

alcanzo a balbucear con un hilo de voz, y cayo de bruces al piso lleno de agua, quedando inmersa en el fondo cristalino mientras enormes trozos de hielo continuaban cayendo inmisericorde mente en todo el lugar, nuevos temblores cimbraron el edificio desde los cimientos, el fin estaba cerca.

4a planta

El latir del corazon sobre su oído izquierdo, se alejo lentamente, ella yacía en una fría camilla en alguna planta de ese edificio, entreabrió los ojos, las tupidas y largas pestañas imposibilitaban una clara visión del entorno, sin embargo, se respiraba un ambiente de melancolía y tristeza, ideas incoherentes y visiones distorsionadas de la realidad. Sintió caer en en un pozo mas profundo aun.

Gritos y lamentos, altas lenguas de fuego consumiendo todo a su alrededor, caos, extermino, extinción, la vida se agotaba, se acababa el tiempo y no podían hacer nada, de desplomo en el fango viscoso que cubría hasta sus tobillos, a punto de caer, se detuvo el tiempo unos segundos, mientras una gruesa gota de sudor; quedo bailando de la punta de su nariz, la vio caer después, lentamente, como suspendida entre la gravedad de la tierra y su piel.

-primavera...hija mía...-

un segundo después, de nuevo la negrura, la oscuridad y el miedo, el flash de luz se había extinguido, pero se pudo de pie, el piso era frío, ya no estaba mas dentro de esa pesadilla, olía a enfermedad y a desesperanza, negras nubes se formaron en el techo de la planta y comenzó a llover, relámpagos y rayos impactando las paredes, causando algunos destrozos, un fuerte viento proveniente de la nada se desato arrebatando las hojas que algunas enfermeras llevaban entre las manos.

la punzada en su costado se hizo mas presente, haciéndola toser y dejar unas manchas de sangre en el piso, las blancas manos acunaron las costillas fracturadas y un delgado hilillo de sangre se hizo presente entre los hermosos y pálidos rostros de la semi diosa, camino de nuevo pegada a la pared y esta se congelo al igual que las puertas y los dinteles, al mismo tiempo una ráfaga de intenso calor los derritió, la lluvia no cesaba, ni el viento aminoraba.

-ayuda... por favor-

camino unos pasos mas, y sin poder evitarlos las rodillas le fallaron, el dolor se hacia mas intenso; y los cambios en el clima se hacían mas violentos por esa razón, apenas apoyada con las blancas manso sobre el frió piso, el cabello callo por los costados del hermoso rostro, levanto la mirada y entre bruma solo alcanzo a ver, las figuras de algunos seres humanos, y cayo de nuevo en el sopor de la inconsciencia.

El fuerte brazo del mago, la rodeó con facilidad, se sintió reconfortada, la tensión se alejaba, en segundos fueron envueltos por una espesa bruma y se sintió desaparecer del plano físico, ¿Como había hecho eso ese humano? ¿Qué clase de hombre era? en ese momento lo único que sentía, era la seguridad que le proporcionaba su pecho y la paz que respiraba en el.

Lo rodeo, con delicados brazos, estaba pálida, el tinte rosado que adornaba las tersas mejillas había desaparecido, nuevamente un temblor violento sacudió el Ministerio, las consecuencias ocasionadas por el movimiento de la tierra, estaban cobrando ya su factura, el meteoro había logrado sacar de su eje natural a la tierra y si no recuperaba la memoria, no habrá mundo que salvar.

Necesitaba de sus hijos, solo ellos podrían restaurar la memoria de la semidiosa, sin embargo se encontraban cada uno buscando un beneficio personal, o una venganza, si bien los humanos no eran benévolos con la Madre Naturaleza, pues poco a poco la asesinaban, acababan con ella, al paso de las eras en la tierra había llegado a amarlos de tal manera, que luchaba contra ellos mismos para mantener el equilibrio natural funcionando.

Una fresca briza alborotó los cabellos dorados de la mujer, mientras su rostro permanecía reposando en el amplio pecho del hombre de enigmática mirada, sin embargo se perdía lentamente en el estado de inconsciencia, el tiempo se agota, la bondad humana ayudaría a sanar un poco sus males, sin embargo, los seres naturales debían aparecer y ayudar a su madre, o perecerá para siempre y con ella, la vida sobre el planeta.

Ya no estaban en el atrio, el hombre de cabellos lilas la llevaba a otro lugar, donde probablemente, harían lo posible por salvarla.

Todo era tan confuso, las personas que se acercaban parecían buenas, sentía la tibieza en los corazones de esos seres tan peculiares, pero no entendía como podía hacer eso, ni porque el sentimiento de preocupación de los extraños, el ruido fuerte del viento impedía a la mujer en el piso escuchar mas alla de los que estaban cerca, sin embargo observo como la jovencita había prácticamente volado hacia atrás, como golpeada por o lajada por el pecho.

El costado punzo un poco al ser levantada del piso mojado por el caballero de cabellera violacea; sintiéndose segura en sus brazos, solo cerró los ojos y no supo más de ella, en el ambiente había rencor, recelos, se debilita más si esos sentimientos estaban cerca de ella, solo escuchaba el palpitar del corazón que bullía cerca de su rostro, y se recostó en su regazo.

el viento que azotaba solo uno segundos antes, cesó completamente, la lluvia dejó de caer el el frío, se disipó, los hielos se empezaron a descongelar, tal vez alguno de sus hijos estaba cerca, tal vez la inconsciencia era lo mejor para la mujer, que sin imaginar siquiera cuál era su nombre, era la que ocasiona las catastróficas consecuencias en el ministerio.

la recuperación de la mujer, era absolutamente necesaria, la tierra había sido movida de su eje natural y poco a poco las catástrofes climáticas y atmosféricas, se irán presentando, de cuando en cuando la tierra se sacudía desde su centro, inmensas olas se empezaban a formar, amenazando con barrer las costas cercanas a el viejo continente, la presencia de los elfos y hadas de las estaciones era necesaria, si no restauraban la memoria de la Madre Naturaleza, la vida en el planeta, estaba realmente en peligro.

hacia dónde la llevarían? Que planeaban hacer, ¿Donde estaban sus hijos? el tiempo se agota a, la cuenta regresiva había a empezado.

El “crack” hizo eco en su mente, no como si solo fuese una costilla rota a causa del golpe, sino su caja toráxica por completo, el viento la mantenía pegada a la pared, las fuerzas de la naturaleza desatadas, Eolo el duende del viento haciendo de las suyas; al no tener quien le sometiera, hacía estragos en el Ministerio de Magia, los gritos de los magos y brujas se escuchaban pidiendo ayuda, confundidos y golpeados la mayoría, la mujer, mas confundida que nunca y sin imaginar, que ella misa era la causante de todo lo que acontecía a su paso.

Como podría la Naturaleza controlar todos esos cambios, si no sabía siquiera que podía hacerlo, el viento furioso acometía en contra de todo lo que se encontraba en pie, derribándolo estrepitosamente, de nuevo entre los gritos ese rechinido particular de los engranes del elevador, y detrás de las puertas, la figura de un hombre, quien parecía ser alguien muy fuerte gentil, generosamente acudo en su auxilio

Con su diestra sosteniendo dolorosamente el costado, y un hilillo de sangre escurriendo por la comisura de los hermosos labios, se llevó la izquierda a los ojos para poder ver quien le hablaba, por fin la tranquilizadora voz de alguien. Dentro del vacío de recuerdos, existía también, el vacío de sentimientos, el no saber quién era, la eximia dolorosamente de todo cariño o apego a alguien. Dejando du corazón débil y confundido.

En medio de la fuerte ventisca, que a pesar de haber disminuido notablemente, aun le era imposible despejar su rostro de las hebras de cabello, lo único que alcanzo a distinguir; fueron unos enigmáticos ojos color violeta, y una flama de cabellos del mismo tono, danzando al compás de las ondas del furioso viento. El hombre, no estaba solo, alguien más le acompañaba, pero era tal su confusión, que sintió que era su imaginación, parte de la confusión que sentía, pues su instinto le decía que había alguien; más sus ojos y sus oídos, no podían sentir, veo o escuchar nada, que no fuera la varonil voz, del mago frente a ella.

La semi diosa hecha carne, lentamente, estiro la mano temblorosa hacia él, la presión de la costilla rota en el costado derecho, impedía que el aire fluyera con naturalidad a los pulmones, no alcanzo a articular palabra, solo los hermosos orbes color verde de la mujer, suplicaron y agradecieron la ayuda.

-por favor, ayúdame!...no sé quién soy, ni porque estoy aquí…-

Nuevamente la tristeza y soledad hacen presa de ella, amainando el viento, pero desatando de nuevo la lluvia torrencial que empezó a bañar inmisericorde a ella y as que seguramente, bien podría ser sus salvados, por un segundo; creyó estar sola en el universo, y ahora, esos ojos lilas, le abrían una luz de esperanza. Tal vez, no todo estaba perdido.

Una vos cristalina, y dulce, pero asustada distrajo la atención de La Madre Naturaleza, era una jovencita que corría aun contra el viento; que parecía por segundos querer arrancarla del piso, se poso junto a ella, intentando ayudarla, y sonrió, abrigada por el sentimiento de calidez que salia a raudales de ella, la medicina natural del universo, la cordialidad, el amor y la empatía con los seres vivos y el entorno.

solo ese gesto, y disminuyo el dolor sobre su costado

-Gracias…-

Susurro sonriendo tímidamente; entre las marañas escurriendo agua sobre su hermoso rostro.

Sentía las miradas asustadas sobre si, el revoltijo en su interior, esa sensación de no saber quién eres y donde estas, o porque ocurren las cosas, su piel temblaba y la sentía fría, pero no por sentir el frio mismo, sino ese frio que despierta en el alma; cuando sabes que estas sola, ese mismo frio que se perfila a el brillo de los ojos, y brota por los poros de la piel. ¿Quién era? ¿Dónde estaba y porque pasaban cosas tan extrañas a su paso, era acaso un mundo mágico.

Dejo los lúgubres pasillos totalmente congelados, ya no eran negros y lustrosos, ahora, eran tan blancos, como la cúspide de las montañas en el monte Everest. Se paró frente a los elevadores; y subió al primero que abro las puertas, quedando sola, en medio del chirriar de cadenas, andamios y poleas, la reja en el frente, la sostenía, solo sentía el aire a su espalda, indicando que se dirigía, a algún lado de ese misterioso lugar.

Una voz, en la parte superior le indicaba que había llegado al Atrio, y le deseaba un buen día, esa palabra vibro en su mente como si se tratase de una señal, algo intangible pero dentro de ella, en segundos le pareció no tan descabellado, un buen día, como tener un buen día, si ni siquiera sabía quién era y que hacia ahí, porque pasaban tantas cosas raras, primero la lluvia torrencial, después ese gélida temperatura , quería que su mente se acarara, que todo volara de su cabeza y quedarse en un reconfortante punto en blanco, donde no tener que lidiar con tanta interrogante.

La reja se corrió y le abrió paso para salir a lo lejos podía ver la luz de la salida, los ventanales dejaban colar los nutridos rayos del sol, un temblor de nuevo, todo a su alrededor empezó a colapsar, sintió una fuerte descarga eléctrica que le hizo perder el equilibrio y un viento tan fuerte la arrastro hacia uno de los muros, no quedo inconsciente pero si muy lastimada, apretó los ojos mientras gruesas lagrimas resbalaban por sus mejillas sonrosadas, era, como si nunca en su vida, hubiese experimentado el dolor físico.

-ayudenmeeee!...por piedad ayudenmeee!...-

Grito mientras un viento casi con la fuerza de un huracán; hacia remolino con sus largos cabellos, amenazando, con elevarla por los aires.

Su corazón temblaba, a la par que la tierra bajos sus pies, entre más tenía miedo, el temblor se hacía más y más intenso, al no saber que ella ocasionaba esas anormalidades, no se controlaba, entre caída y caída apoyaba sus blancas manos sobre el mojado piso del atrio, subió a duras penas al elevador al lado de algunos asustados magos que lograron salir, solo un poco mojados de ese fenómeno tan extraño, le ayudaron a ponerse de pie, ellos se secaban con sus varitas, y ella no tenía ni una.

Intento hacer lo que ellos que con solo un movimiento elegante las hacían aparecer, pero de su mano no salía absolutamente nada, uno de ellos divertido pregunto a su acompañante ¿Muggle? Y el otro rio con sorna, haciendo que los colores subieran a su rostro, al igual que la temperatura del elevador, rápidamente el termómetro que marcaba unos agradables 27°, subió a treinta y dos, treinta y tres, treinta y cuatro, treinta y cinco.

El elevador se abrió el grupo de magos y brujas salió tosiendo y empapados, pero ahora de sudor, acalorados y con la piel sonrosada, como si hubieran estado expuestos a los rayos del sol por varias horas, sufriendo quemaduras leves en la epidermis, solo le miraron aterrorizados y huyeron de ahí, dejándola sola, confundida y más perdida que nunca, extrañas cosas pasaban, y ella no tenía idea hacia dónde ir. Estaba en un largo pasillo, solitario y lúgubre.

Camino lentamente con el corazón tamborileando en sus oídos, pegada la pared, sus manos estaba heladas, rápidamente, el pasillo se empezó a congelar, copos de nieve de la nada y un vientecillo glaciar que movía los cabellos de la mujer, que a pesar de solo vestir una extraña túnica en cuatro tonalidades, no parecía sufrir ningún efecto del frio, sus pies caminaban ya sobre hielo, el cambio climático fue inmediato, se apoyó sobre una puerta que rezaba.

“Oficina Privada de la Directora”

Y esta se congelo al solo tocar el picaporte, entro, vio a una mujer que acomodaba documentos y que solo alcanzo a abrir los ojos, tornando su piel a un pálido azul añil, la mujer asustada retrocedió y cerro de golpe quedándose en el pasillo, pasando por un hall circular, totalmente lleno de nieve, sus cabellos escurrían gruesos copos de nieve, unas puertas giraban sin cesar, solo extendió sus manos al pensar que sería absorbida por estas y se detuvo.

“Sala de Las Profecías”

Intento abrir, pero se arrepintió, no quería que el frio intenso entrara y congelara alguien más, lo

que o entendía era como ella no sentía ese frio. Prosiguió su camino, el pasillo era largo, estaba confundida, y más desolada que nunca.

Un nuevo ciclo estaba a punto de concluir exitosamente, los elfos invernales, habían terminado su labor exitosamente, las altas montañas coronadas de nieve erguidas orgullosas saludando al firmamento, como las madre que alimentan a sus hijos, ellas alimentarían los bosques y los campos, a través de los ríos de agua clara, fresca y limpia, que las hadas primavera; se encargarían de hacer llegar, derritiendo lentamente las fríos hielos de las cúspides rocosas.

Miles de salmones recorrerían en camino de regreso a casa a desovar, los osos podrían alimentarse y criarían una camada de jóvenes oseznos; bien nutridos y fuertes, los cientos de animales que se cobijaban a las faldas de las grandes montañas, y hacían sus hogares en intricós recovecos de la espesura del bosque, nueva vida estaba a punto de surgir, el equinoccio de primavera estaba por llegar, sus hijos, sus amados hijos acudirían a visitarle.

Aun no sabía ni tenía idea de porque, en determinado momento eligió ese lugar, seria porque al estar rodeados de magia, ¿Dejarían de pelear entre sí? Como entristecía a la Madre Naturaleza, la eterna rivalidad de sus hermosos hijos, Elfos y Hadas, todos hermosos, todos con una misión, un trabajo, un propósito, la perfecta comunión, era lo que mantenía con vida al planeta entero, cada desavenencia significaba, una catástrofe.

La etérea y amorfa presencia, se materializo en el cuerpo de una hermosísima mujer, a los iguales, grandes y bellísimos ojos verdes, el cabello sedoso más allá de la curva de sus caderas, la exquisita forma de su rostro. Suspiro, hacia cientos de años que no se veía a sí misma, con esas características, asi evitaba el acoso de los dioses. Impaciente cubrió su cuerpo con una fina capa que miles de gusanos de seda tejieron para ella, adornándola con docenas de hojas y flores, como broche un enorme copo de nieve en plata y zafiros, y de zapatillas sandalias tejidas con fibras de plantas tropicales.

Sobre su cabeza se cenia una corona de hojas frescas y aromáticas, su piel despedía ese olor a tierra fértil, que recién fue bendecida con el regalo más preciado, la lluvia, afuera le esperaba un hermoso Pegaso blanco, al cual subió con delicadeza, alzando el cuello, todo ocurría con tranquilidad, el viaje seria corto, surcaba el firmamento, había tomado la forma de una mujer común, sin magia, solo la vio y se materializo en ella, no pasaría nada, solo sería una reunión de unos minutos y todo regresaría a la normalidad.

Todo fue tan repentino, un golpe de energía, sus pies ya no estaban en el mismo lugar, al mismo tiempo que cambiaba su energía dentro del cuerpo de esa mujer, una poderosa energía golpeo el campo magnético del planeta, desviando su eje, el suelo bajos sus pies no era firme, sintió el poderoso folpe en el centro de su ser, mil eones viajados a la velocidad de la luz fueron borrados de su memoria, cayo pesadamente al frio piso del atrio, segundos después, tambaléate, se puso de pie.

-donde estoy, que ha pasado…quién soy?...-

Observó la blancura de sus mano, la tela marrón de sus hermoso vestido un poco empolvado, toco su rostro intentando reconocerse, pero su m ente estaba en blanco, abrazo sus brazos con las manos y camino al interior siguiendo a un grupo de curiosos que después de detenerse a intentar ayudarle se introdujeron en el edificio gris, entre la multitud, asombrada por lo que veía, su mente un papel en blanco sin entender que era lo que hacía ahí.

Sintió un mareo leve y recargo su mano en el frio y reluciente muro, imágenes difusas, figuras femeninas y masculinas, nieve, hojas secas, aire y viento cálido, no lograba conectar, desesperada llevo sus manos a la cabeza para no gritar, pero su mente era un tornado de recuerdos confusos e incompletos, unas nubes negras se formaron en el atrio en cuestión de segundos, truenos y rayos, centellas, y un viento que arrastrarte al más fuerte, camino sosteniéndose lentamente por ese muro que la guarecía, mientras trataba de esconderse bajo un escritorio que estaba abandonado.

Se pavoneaba una vez más entre los pasillos del Ministerio. Veía cómo las personas quedaban totalmente bajo sus efectos y comenzaban a discutir, a hacer problemas. Pasó por el departamento de transportes, viendo a las empleadas tener un problema, igualmente en aplicación mágica, donde el jefe estuvo echando humos. Los aurores, la oficina del ministro, todo estaba bajo el control de aquella rubia impaciente. Sabía que podía dejarse llevar y conseguir el poder fácilmente, pero no era algo que le interesase. Solo quería su puesto como la dueña del amor.

Y a todo ello, pensando en los departamentos, se dio cuenta de que en ningún lugar más tuvo tanto efecto como en misterios, allí donde todos se encargaban de cosas secretas y que supuestamente nadie tendría que enterarse. No entendía sus roles, normalmente le serviría un poco de la información que manejaban los empleados de sus oficinas, sin embargo no le atraía demasiado. Tenía cierto miedo de las personas que guardaban secretos, tenían a actuar bien y dejarle mal a ella, pues de alguna u otra manera terminaba delatándose.

—¿Alguien quiere más chocolates? —susurró cantarina llegando nuevamente al departamento que llenó su mente los últimos minutos.

Era el que se encontraba más bajo en todo el ministerio, lo cual manipulaba su mente y le hacía sentirse un poco asustada. Sin embargo, no importaba lo incómoda que esté en ese momento, quería jugar un poco más. Pensaba en que quizá si hacía un poco más de caos podría vengarse completamente por lo menos por diez años de tristeza y soledad suyas. Pero pronto se dio cuenta de que ir a un lugar donde la mayoría estaba con odio a su alrededor no era algo bueno, nadie caería en más dulces porque ya todos estaban infectados.

Igualmente comenzó a pasearse por todos lados, haciendo ruido en cuanto sus tacos golpeaban el suelo. Encontró a personas de san mungo y demás intentando salvar la situación, rió cuando notó que nadie hacía caso. No había vuelta atrás. Comenzaba a amar ese departamento, todo porque al parecer todo iba mejorando para sí misma.

Sin detenerse en la oficina de enlaces, gabinete de seguridad, siguió errante olvidando por completo la posesión del mapa del ministerio, dejando que su imaginación sea la guía de su cuerpo. Se cruzó varias veces con magos vestidos elegantemente y con paso seguro. Apenas les observó desde su lugar, guiñando el ojo de vez en cuando y utilizando sus encantos para dejar bajo hechizos inmediatos pero no permanentes. Su mayor gusto era el ser centro de atención, por lo tanto enamorar momentáneamente a alguien no era algo que le disgustase.

Recordaba sin paciencia los hechos de su pasado, sintiendo como el fuego ardía en su interior buscando venganza en contra de todos aquellos que no la apoyaron. El juicio, la elección de quien sería el encargado de distribuir amor en todo el mundo, la imagen de unos duendes, magos y todos los seres del mundo se reunían en un lugar bastante espacioso. La pregunta que cambió su vida fue hecha, los magos votando por Cupido, como siempre porque él se veía mucho más tierno y representativo. Patrañas suyas, era un bebé gordo que apenas podía sostenerse con alas.

—Encima de todo usando mi nombre para la fecha —dijo con una sonrisa falsa, arrastrando las palabras y haciéndolas entendibles solo para ella.

Cerró el puño libre, disimulando un poco y sin perder su tiempo. Decidió dejar la mayor cantidad de chocolates distribuidos por toda la planta, si alguien tenía que pagar era el ministro. A él le dejaría el regalo principal si es que por lo menos lo encontraba. Asimismo chocolates rosas, el que tenía por efecto enamorar a las personas de todo lo que viese; azules, chocolates de la indiferencia; verdes, aquellos que cambiaban la sexualidad del que lo probase y finalmente el rojo, lujuria.

—Regalitos, feliz san Valentín —repetía cada que pasaba por un nuevo escritorio u oficina.

Aburrida y exhausta salió del último departamento al que llegó, dirigiéndose al último que visitaría. Sus pies ya no daban para más, había caminado durante todo el día, algo raro pues se acostumbrada a acostarse como alguien que no tiene ningún oficio. Dormir era uno de sus más grandes vicios, cuando no estaba haciéndolo no descansaba hasta encontrar un plan perfecto para hacer quedar mal a los demás. Esta vez había sido más cansado que las veces anteriores.

Respiró hondo poniéndose firme y preparando su mirada seductora volvió a ponerse en camino. Como última parada eligió al departamento de criaturas mágicas, ¿qué más gracioso que ir a un lugar donde los trabajadores estarían propensos a ver animales? Dejar bombones rojos para ese momento no era cualquier hecho, le haría estallar de risa más de lo normal. Se preguntaba cómo no se le había ocurrido antes cuando ya puso un pie en la planta.

Buscó animales con la mirada, pero no encontró más que magos llevando fichas y papeles, caminando a todas partes sin chocarse entre ellos mismos. Suspiró tristemente, aunque era un poco infantil su primer pensamiento fue el ver dinosaurios y dragones volando por todas partes, poniendo temor en el lugar. Sin embargo todo era diferente, al parecer cada rincón en el ministerio era una copia casi exacta del otro. No importaba, sabía que existía una reserva y alguno tendría que ir ahí.

Sacó entonces de su canasta el último chocolate rojo que encontró, asimismo el último rosa. El rojo era el que hacía florecer toda la perversión que se pudiese crear en una persona, obligándola inconscientemente que se le den los pensamientos inapropiados, en especial cuando se trataba de una persona con alto rango ministerial. El rosa hacía que toda persona que lo comiese se enamorase de lo que viese, sea lo que sea, humano u objeto. El amor rondaría por todo el departamento.

http://i.imgur.com/NlASam8.png Te amaré por siempre.. por favor, hazme caso. Sé mi Valentín.

http://i.imgur.com/RNj31w4.png Para la persona más dulce de este departamento y del mundo.. mi corazón.

Como su plan no era simplemente molestar a los del ministerio y lo dejó demostrado en su visita a San Mungo, decidió visitar también la central de periódicos mágicos, el Profeta. Para ello tuvo que salir del sitio en donde los magos se reunían a trabajar e ir al lugar con mayor número de negocios del mundo mágico, el callejón diagon. Según la dirección que le había dado una bruja viejita tenía que ir hasta el banco Gringotts y frente a él un edificio blanco.

Arregló su roja falda que le quedaba al cuerpo y comenzó a caminar por las calles tan llenas de gente. Se veía algo estresada por andar con tantas miradas sobre ella, ¿qué nadie podía visitar últimamente los lugares públicos con escote? El juego lentamente iba cansándole, dándole ganas de dar un largo sueño nuevamente para descansar, olvidar todo y volver a pensar en alguna manera de azotar al mundo con sus travesuras.

Observando su sombra dobló la última esquina logrando captar por fin al edificio torcido de los duendes, frente a él se encontraba su meta. Una sonrisa maliciosa tomó lugar en su rostro, desapareció antes de que ella se muestre inocente otra vez, algo difícil con la ropa provocativa que tenía puesta. Dando pasos rápidos esta vez entró al Profeta, ostentando en su brazo la canasta que guardaba los chocolates envenenados. Iba bajo la excusa de repartidora.

Paseó entre las oficinas pavoneándose sin permiso y huyendo de todo aquel que pudiese reclamarle su permanencia. Eligió el chocolate de color rosado, ese que haría que cualquier persona que lo comiese quedara bajo encantos enamorándose hasta de las cosas materiales, quién sabe si alguno de ellos tuviera pensamientos eróticos en el momento e intente tener relaciones con un objeto, extraño pero lo suficientemente vergonzoso como para divertirme.

Observó la canasta que llevaba con tristeza, la cantidad de chocolates había disminuido favorablemente y con ella el número de víctimas y risas que pasaba Valentina. Su vida era bastante divertida, en especial por las bromas que se encargaba de hacer, a las cuales les dedicaba el mayor tiempo de su eterna vida. Alguna vez la habían pillado mientras hacía sus travesuras, pero los castigos eran tan pobres que en poco tiempo volvía a la carga. Seguía con rencor hacía Cupido.

En esa ocasión se podría decir que era el centro de todo el ministerio, porque muchos magos habían caído bajo sus hechizos y pociones a través de las miradas, dulces y seducciones. Un poco exhausta por los tacones, se los sacó en uno de los baños. Sintió como el frío piso le daba un escalofrío y decidió volver a ponerse los calzados. Antes de seguir con el juego tenía que echarse más maquillaje, un poco de polvo, labial y alineador de pestañas. Nada del otro mundo.

—Oh... me enamoras, preciosa —se dijo a sí misma guiñándose el ojo en el espejo.

Salió lista para actuar nuevamente y buscó más nombres en el mapa del edificio. Otra vez su mirada vagó sobre los apellidos de más resonancia y aquellos que estaban resaltados con el color de directivos. Tenía nueva víctima, Reena Rosier. Rió por lo bajo, tenía un buen plan para llevar a cabo. Usaría con ella los chocolates verdes que cambiaba las preferencias sexuales, algo nuevo en todo el historial de vida de Valentina… pero muy útil según su opinión.

Decidir cada vez era más fácil, ahora lo único que quedaba era regresar a la segunda planta y probar suerte con ella y por qué no sus empleados. Después de todo su plan general era ir contra toda la comunidad mágica, por no apoyarla cuando se postuló como imagen del amor y usar un nombre similar al suyo: San Valentín. Todavía con pensamientos de rencor engendrados en su interior llegó a la segunda planta, visitándola nuevamente pero con otros fines.

Hechizó entonces unos cuantos chocolates del mismo color. Estos comenzaron a desaparecer y llegar a los escritorios de aquellos con quien más posibilidad tenía de acertar. Todos los bombones tenían en el reverso una nota de amor para facilitar la credibilidad de los empleados y jefes de oficina. Lo único que le quedaba era sentarse a observar cómo ocurrían las cosas, iría a las bodas si era necesario ver los efectos de dichas personas. Muy entretenido.

http://i.imgur.com/8rMc20s.png

Nuevamente en el atrio, luego de haberse cambiado su ropa y ponerse una más formal para el trabajo de ministerio, desplegó el mapa que llevaba en mano. Miraba atentamente cada punto del edificio que señalaba el ancho papel que sostenía, iba tachándolos en la mente de acuerdo al interés que les ponía o si fueron visitados antes por ella misma. Principalmente se encargaba de ver los nombres de los directivos, serían los que más regalos recibirían.

—Departamento de transporteess... —arrastró la frase señalando con el dedo para no perderse— Mía Black Lestrange —terminó una vez encontrado a la encargada de dicho sector—. Perfecto, me gustaría conocerla.

Se levantó entonces del suelo sacudiéndose la capa negra con capucha y corrió al ascensor. Al principio este medio de transporte dentro del edificio le encantaba, pues podía jugar con los magos presentes y regalarle chocolates extra. Sin embargo, luego de haberlo usado tantas veces simplemente le daba igual encontrar a alguien allí, por eso ni siquiera se atrevía a mirar al chico baboso que se recostaba cada vez más hacia ella. Al principio lo ignoró, luego lo regañó y desapareció.

Con los ojos rodando, demostrando lo cansada que estaba de ese tipo de actos, caminó lentamente por la recepción de la sexta planta. Miró a los costados sin parecer sospechosa, dispuesta a encontrar a alguien que pareciese ser la directora. Sin más sacó un chocolate rojo, el que causaba lujuria extrema a la persona que lo probase, algo que le haga subir la temperatura y estar dispuesta a hacer todo por terminar con dichos efectos, los cuales le obligarían a ir a SM.

Haber terminado con la decisión no fue fácil, al final optó por dejar dos tipos de chocolates. Uno verde, que causaba en especial el cambio de preferencias sexuales, especial para los magos machistas y las brujas tiernas. Y obviamente el rojo, que ya tenía nombre. Hechizó entonces los bombones haciéndolos vagar por el sitio sin poder perderse, pues cada uno tendría una nota especial que incite a los trabajadores, sea quien sea, probarlos.

http://i.imgur.com/NlASam8.png Para la directora más bonita, en este día tan especial... Sé mi Valentín...

http://i.imgur.com/hqv7Q43.png Te amo y no puedo aguantarlo. Espero que algún día puedas poner tus ojos sobre mí... Anónimo.

La mujer que antes la atendió fue un poco necia. Al poco tiempo que le había entregado los chocolates se los comió, cambiando de preferencia. Tanta risa le causaba que prefirió ir lejos a descargarse. La primera mujer cayó y esperaba con ansias que terminara igual la directora del departamento. No tenía nada en contra, pero le agradaría ver a alguien con tan alto rango en el ministerio se paseara lujuriosa, mirando con otros ojos hasta a los elfos mágicos.

Una vez parada su gracia volvió a recorrer aburrida por la planta, encontrando en el suelo un mapa que no tardó demasiado en entender, se trataba de información perfecta para su plan. Tenía una lista de nombres, lo que significaban los empleados de cada rama, el sitio de cada oficina, el cargo que cada uno de los trabajadores ostentaba. Sus ojos brillaban como nunca, quién diría que sin haber intentado nada hubiera encontrado un tesoro. Todo iba bien.

Sin perder más tiempo siguió recorriendo el lugar, asechando las oficinas vacías y queriendo encontrar a alguien para continuar con su juego. Intentaba correr de las personas que podrían levantar alarma, pero de un momento a otro encontró a una mujer de cabello oscuro y ojos claros. Se mordió el labio viéndola de lejos, no se aguantaba de entregarle unos. Con su canasta avanzó por su cubículo acercándose y una vez estado en una distancia aceptable alzó la caja.

—Hola... vengo aquí porque un chico buen mozo me mandó a traerte unos chocos —comenzó dulcemente, con ella (Laura Haughton) debería actuar como una copia de niña inocente—. Estos son para ti, espero que los disfrutes.

Le pasó entonces el regalo y guiñó el ojo al hombre que estaba haciéndole compañía (Seba Granger). Era genial hacer aquello, conocía nuevas personas por todos lados, claro que podrían ser sus amigos en un futuro lejano, cuando olvidasen la pequeña broma que les había hecho. Más aún a la mujer, quien había recibido el chocolate que hacía enamorarse de todo el mundo. Entonces se le ocurrió dejar otro para el hombre, sacó uno azul, el de la indiferencia a todos y se lo entregó.

—Este te lo entrego personalmente, nos vemos más tarde. Muchos encargos, muchos, muchos —salió de allí, esta vez dirigiéndose a la oficina del ministro.

http://i.imgur.com/RNj31w4.png Para la personita más bonita de todo el mundo mágico...

http://i.imgur.com/u6ekmFc.png El amor a primera vista existe, ¿tú lo crees?

Todavía vagaba por los pasillos del departamento de misterios cuando se enteró que un grupo de gente se había tomado la molestia de comer los chocolates que dejó. Se aguantaba la risa tapándose la boca fuertemente con una mano y con el otro brazo abrazando su panza. Feliz por haber tenido resultados hurgó más oficinas, buscando personal. En lo personal no le molestaba que los mismos consumieran los siguientes chocolates, pero deseaba tener nuevas víctimas.

Mientras caminaba pavoneándose por el lugar pensaba en lo bonito que iba a ser si es que ella se encargaba de San Valentín, puesto a que no solo lo iba a hacer más divertido que Cupido el cursi, sino que muchas personas más estarían abiertas a participar. Lo malo no era solo eso, sino que en años anteriores, cuando se hacía el juicio para elegir a quien que representara al amor, el Ministerio de Magia entero se había puesto en contra suya eligiendo a su enemigo.

—Pagaran por haberme hecho eso, todas las generaciones —murmuró metiendo la mano en su canasta—. “Cupido será más tierno” “Llamará más la atención” —repetía las palabras grabadas en sus recuerdos, había cambiado la voz y arrugaba la nariz, como burla—. Se enterarán con quién no hay que meterse.

Había impuesto el odio antes, ¿qué le faltaba al departamento? Mientras unos se odiaban, otros podrían enamorarse de cualquier cosa. La idea que obtuvo sin pensar demasiado le pareció genial, unos querrían con todo su corazón a los que estaban planificados para el odio. Acarició la envoltura con una malévola sonrisa, dejaría esta vez chocolates rosas por la primera oficina que encontrase. Esperando que muchos sean los que comiesen de él corrió a esconderse de nuevo.

Sus torneadas piernas fueron moviéndose lentamente en la segunda planta, buscando a aquellos que se podrían inmiscuirse en sus planes. Los del escuadrón que estaba pisando eran una amenaza incomparable para su reputación, la cual había guardado por años en la comunidad muggle. Buscaba acción, sí. Pero por un momento se dio cuenta de que estaba tan metida en su afán por dejar chocolates que había terminado por rincones desconocidos del ministerio.

Sabía que había dejado muchos chocolates, pero también tenía certeza de que alguno se daría cuenta más rápido de la cuenta matándola o peor, dejándola en cautiverio por el resto de su vida. El escuadrón, que a la vez de contener el equipo de seguridad mágica tenía al sumo inquisidor, se encontraba bastante calmado. No podía creer que este no estuviera rebosando de quejas de magos tontos. Mejor para ella, encontraría a sus víctimas más rápido.

—Elfo... —habló amablemente a uno que estaba recorriendo por ahí (Aang)— tengo algo para tu amo... ¿podrías dárselo por mí?

Esperó su respuesta, se había arrodillado frente a él para alcanzar su altura. Lo miraba con sus ojos brillantes, intentando obligar mentalmente a la criatura que le hiciera caso. Y, no sabía si era por aquella razón o simplemente porque era muy atento con su amo, pero este accedió educadamente. Luego de la respuesta obtenida le pasó el chocolate de envoltura negra, la cual lo obligaría a odiar a todos sus compañeros y subalternos, obligando a que haya una ruptura de grupo.

El elfo se llevó el chocolate y no se detuvo con los resultados. Sino que siguió moviéndose por el territorio que pertenecía al escuadrón, interesándose cada vez más por él. Encontró oficinas y se quiso meter a ellas, pero la calma era lo que la llevaría al éxito. Nunca antes había hecho algo tan grueso, normalmente eran simples bromas a las parejas, aquella idea que tuvo fue la máxima y por lo tanto debería tener más cuidado que las veces anteriores.

¿Por qué no visitar también a San Mungo? Después de todo, mis queridas víctimas necesitarían ir a aquel hospital para salir de los efectos tan extraños de mis chocolates. Para evitarme problemas fui hasta el lugar, cuidando mi vestimenta y cada detalle, pero sin quitarme aquel toque coqueto de encima. Mi cabello suelto caía en cascada sobre mi espalda, hasta mi cintura, regalándome un aspecto más juvenil y fresco. Los tacones hacían ruido, ya no importaba, ahora no huía.

Guiñé el ojo a más de un sanador buscando alguna sala que me ayudase en el labor de San Valentín. Pronto llegué a la segunda planta, la recorrí entera buscando a alguien a quien hacer caer en mi trampa, pero nada, debería seguir buscando. Llegué a la tercera y no conseguí demasiadas respuestas, algunos estaban muy ocupados y no los veía tan interesados en mi escote como para caer bajo mis malas intenciones. Suspiré cuando llegué a la quinta planta, al parecer con nadie podría jugar allí.

Al ver que no encontraba forma exitosa de hacerlos caer, prometí que a la primera persona que viese le dejaría los chocolates. Entonces, siguiendo el plan, cerré los ojos con ternura, como si estuviera siendo víctima de algo terrible. Moví la cabeza y volví a abrir, mostrando mis orbes oscuros. Sonreí juguetona, tenía mi nueva carnada y la utilizaría. Caminé como si nada hasta llegar a una cierta distancia inútilmente, abrí la canasta y saqué un lindo chocolate.

Lo dejé en uno de los asientos de ahí, haciendo un ruido inesperado llamando la atención de la pelinegra. Eché a correr buscando un escondite, no me habían encontrado en ningún departamento del ministerio, pasando desapercibida bajo sus propias narices, un paso en falso podría condenarme nuevamente. Por lo tanto, el cuidado que tenía sobre mi persona era excesivo. Entré en el primer armario de limpieza que encontré, mirando con la nariz arrugada los trapeadores.

Azul, ese era el color de la envoltura de la caja de chocolate. Los había comprado de una famosa dulcería en Diagon, donde la mujer era muy amable y me dejó una gran cantidad de dulces, aparte de los que llevé a experimentos. En mi placer y emoción busqué cinco pócimas diferentes para darles un toque mágico a cada bombón. El que le tocaba a la mujer que acababa de ver (Lili Luna) le obligaría a tratar con indiferencia simplemente hasta a sus seres más queridos del mundo mágico.