Jump to content

Prueba de Nigromancia #1


Báleyr
 Compartir

Publicaciones recomendadas

¿Cuánto había pasado? Otra vez esa sensación de que el tiempo se le escapaba, parecían haber pasado días.

 

- Señora Malfoy - dijo Tomás - En la próxima encrucijada es a la derecha.

 

- Está bien -

 

Llevaba a los niños de la mano, a pesar de la notoria sensación de que dejaba de ser ella misma con aquellas actitudes, las manos templadas de los pequeños envolviendo a las suyas se sentía demasiado agradable como para retirarlas. Si tenía que ser sincera, era lo más agradable que había sentido desde que comenzó la Prueba.

 

La Prueba aún no ha comenzado. Se interrumpió a sí misma. Esto eran solo obstáculos a superar antes de llegar a lo que era realmente importante. Las sombras comenzaron a disiparse y el césped bajo sus pies tomó el color verde de la vida. Los niños salieron corriendo a través del claro. ¿Cuántos habían pasado ya? Aunque este era diferente.

 

- ¡Mistify! - gritó Elsa al otro lado - ¡Ya casi llegamos! ¡Apúrate! ¡Quiero ir con mi mamá!

 

No supo porqué, pero un nudo le apretó el estómago en ese momento. No vería jamás a su madre, al menos no la vería con vida. La mujer llevaba siglos muerta. Elsa estaba radiante, tenía una túnica blanca, similar a la de Mistify y el cabello tan rubio que casi parecía plateado. Las mejillas regordetas y los ojos abiertos de par en par, absorviendo con ansias todo a su alrededor.

 

- ¡Por aquí! ¡Por aquí!

 

Giró a la derecha en el próximo túnel que se le antojó demasiado oscuro, aunque la luminiscencia al finalizar la hizo apresurar el paso. Tomás seguía de cerca a su hermana, con esa actitud protectora tan peculiar en los hermanos mayores. También llevaba una túnica, pero era negra, al igual que su cabello y la profunda mirada. No parecían familiares. Eran como poner a un Black y a un Malfoy, uno al lado del otro, las diferencias eran demasiado notables.

 

¡Ohhh...! - ambos se tomaron de la mano y alzaron la mirada hacia la estructura delante de ellos, visiblemente sorprendidos. Mistify se detuvo tras ellos, pero su verde mirada volteó en busca del Nigromante. Parpadeó muchas veces, sus ojos acostumbrados a la semipenumbra se quejaban de la intensidad de la luz actual. Tomás y Elsa señalaron la puerta de entrada a la bruja, pero no se movieron de su lugar.

 

- Baélyr nos dijo que teníamos que esperar aquí - Tomás se sentó en el suelo y Elsa se volvió hacia Mistify.

 

- Regresa pronto, Mistify, tenemos que ir a ver a mamá - la niña se abrazó a las piernas de la mortífaga que quedó petrificada en el lugar. ¿En serio se estaba sintiendo culpable? No respondió, tan solo le abrió el abrazo y sin volver la vista atrás se encaminó hacia la luz azul-dorada que emitía la edificación., justo en donde la puerta de cristal había quedado abierta para ella.

 

A pocos metros por delante estaba el Nigromante, pero Sagitas aún no había llegado allí. Era una sala circular y el Arcano se había posicionado justo en una de las puntas de una estrella que tenía siete picos. Mistify pudo ver a las más cercanas, cada una poseía un grabado que recordaba a una de las siete habilidades de los magos. Supuso que en donde estaba el viejo, sería la que tenía que ver con la Nigromancia.

 

Cuando iba a dar un paso al frente, la oscuridad comenzaba a envolver todo el sector una vez más. ¿Hasta cuándo? Pensó.

http://i.imgur.com/TRNQW.gif

http://i.imgur.com/cPHx0.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

-- Una cosita...

 

-- ¿Y qué cosita es?

 

Mi pregunta me hizo sonreír.

 

-- Empieza por la letra... "S"

 

Arrugué el ceño e hice ver que pensaba mientras tres chiquillos pequeños me rodeaban, agarrados en sus brazos, como si fuera una rondalla. Giraban a mi alrededor y extendí los brazos, intentando agarralos mientras decía nombres con "S".

 

-- ¡Sapo! ¡Serpiente! ¡Serio! ¡Sal! ¡Salchichón...!

 

A todas mis palabras respondían con un "noooo" muy largo y lo acompañaban de risotadas hasta que mi última palabra les hizo parar en seco. Toqué con mis manos a una de las niñas y la traspasé.

 

-- ¿Ya no queréis jugar? -- Era curioso que hasta ese momento no me hubiera dado cuenta que eran fantasmas.

 

Bueno, sí que lo había sabido desde el principio pero mi mente, sencillamente, no había hecho caso, porque en el fondo eran chiquillos muy agradables, que me recordaban mucho a mi hijo Ithilion. Supongo que no quería creerlo para no sentir empatía con ellos. Eran dos chicos y una chica, ésta última se puso a llorar flojito. Me sentí fatal y me acerqué un poco a ella.

 

-- No llores... Es que no me salían más nombres...

 

Siempre he sido mala con las palabras...

 

-- No es eso -- dijo uno de los chicos, rodeándo, la con uno de sus brazos. Entre ellos parecían poder tocarse sin problemas. -- Es que morimos hace poquito y aún no lo ha superado.

 

La niña se cubrió las manos con la cara y, aunque era capaz de ver a través de ellas, intenté no mirarla. No me gustan los niños que lloran, aunque sean fantasmas.

 

-- Teníamos que jugar contigo y hacerte feliz para que nos curaras...

 

-- ¿Curaros?

 

-- Sí -- dijo el tercer chiquillo. -- Volver a la vida...

 

-- No voy a hacer eso -- protesté -- Estáis muertos. No... no deberíais volver a vivir sin...

 

No sabía como argumentarlo. ¿Para qué iba a revivir a aquellos tres niños? ¿Quién iba a cuidar de ellos? Si algo tengo es un sentido de la responsabilidad muy grande y no había motivo para hacer pasar a aquellos niños por el trauma de volver a la vida. Además, ¿de qué habrían muerto? ¿Y si tenía que hurgar en sus cuerpos para restañar sus heridas antes de volverles a traer a este mundo? Además, ¿no estarían mejor muertos?

 

Creo que aún no estaba preparada para volver niños al mundo de los vivos.

 

-- El Señor del Anillo dijo que tú nos harías felices si te ayudábamos. Lo intenté, pero después dijiste "salchichón" y...

 

La niña volvió a sollozar. Suspiré. Miércoles de Báleyr, ¿por qué niños? ¿Por qué no asesinos, borrachos, ludópatas, viejos o lo que fuera, antes que niños?

 

-- Nos morimos de hambre. Los tres. Vivíamos en un refugio durante la guerra, pero nuestros padres salieron una vez y no volvieron. Nos quedamos allá, esperando, hasta que un día tuvimos a mucha gente a nuestro alrededor que nos acompañaron aquí, mientras nuestros cuerpos se quedaban quietos, abrazados...

 

Retrocedí un paso y maldije de nuevo al Arcano. Aquello era jugar sucio. No pude dejar de pensar en Ithilion y, sin darme cuenta, les pregunté por sus nombres. Craso error; no debiera implicarme.

 

-- Rose, Louis y yo soy Antoine.

 

-- ¿Franceses? ¿De qué guerra...? -- lo supe antes de que hablaran. La segunda guerra mundial. Mi mandíbula tembló levemente, ¿cómo iba a devolver a la vida a aquellos tres niños si no había nadie vivo que pudiera ayudarles a seguir vivos? Entonces caí en lo que había dicho de que podían ayudarme. -- ¿Qué tipo de ayuda podéis ofrecerme en este lugar?

 

Lo dicho... Cuando escuché la respuesta me confirmaron que Báleyr jugaba muy sucio. Devolver a la vida a tres niños que quedarían solos en aquel mundo y que seguramente no sobrevivirían a cambio de llegar al final del laberinto y adquirir mi habilidad. Mi dignidad de persona y mi sentimiento de madre perdidos, borrados de un plumazo, a cambio de ser Nigromante. Cerré los ojos. Era una terrible decisión.

 

-- No sé si...

 

-- ¡Tienes que hacerlo! Aún podemos ayudar a Charles. Estaba con nosotros y no lo hemos vuelto a ver. Seguro que aún está allá, esperándonos.

 

Ahogué un gemido. Sabía que era imposible ese detalle. Si aquella era la prueba, sólo podía revivirlos para poder pasar. Pero... ¿qué sería de ellos? ¿Qué tenía en mente el Arcano Báleyr sobre su suerte?

 

-- Por favor... Sólo nosotros sabemos el camino para salir del Laberinto. Está encantado para que nunca lo encuentres y perezcas.

 

-- Tal vez entonces podría ser nuestra mamá...

 

Reconozco que las palabras de la niña fueron el resorte que me hizo reaccionar. Estaba dispuesta a dejarlo allá. Yo, que me había enfrentado a puentes de álmas, a ánimas poseídas por demonios, a mí misma más profunda... No iba a seguir para impedir la ignominia de volverles a dar la vida a aquellos pequeños. Pero... Yo tenía un pequeño que también me esperaba. Tenía que salir del laberinto para volver a verle. El gemido que crecía en mi interior se hizo más intenso y doloroso pero lo acallé e intenté mantenerme fría. Por Ithilion. Por mis seres queridos que tenía que volver a ver cuando saliera de aquella maldita prueba de Habilidad.

 

-- Si os doy la vida... ¿Me enseñaréis el camino?

 

Los dos niños dijeron que sí al instante. La niña dudó, supongo que aún atraída por tener una madre que cuidara de ellos. Se les veía tan pequeños, tan débiles, tan vulnerables... Pero después asintió levemente. Presión de grupo, supongo...

 

Creo que es lo más difícil que he hecho nunca. Si me había quejado alguna vez de lo horrible que fue reparar el cuerpo de aquel ser fallecido en la cueva del Arcano y/o en el cementerio, esto fue lo peor del mundo, muchísimo peor. No sé como el Arcano había encontrado los tres cuerpos pero yacían agarrados, el niño mayor protegiendo en un abrazo sin fin a los otros dos, la niña en medio. Los tres me miraron y sentí otro desgarro por dentro. ¡Por los dioses, nunca había pensado que sería tan doloroso ver a niños muertos...!

 

Pero lo hice. Con rabia, con determinación, con furia hacia mí misma y hacia el mismo Báleyr que me obligaba a plantearme una vida mucho más dura y horrible que se alejaba de mi idea romántica de cómo y porqué se podía devolver la vida a los muertos. Lo hice, muy a mi pesar y decidida a hacerlo, sin embargo. Esta dicotomía era para volverse locos y dudé si yo no lo estaba en cierta manera para haber aceptado ese reto. Cuando los tres se levantaron, había felicidad en sus rostros, pero mi corazón lloraba por dentro.

 

Nunca más a niños.

 

-- Vamos, te enseñamos el camino.

 

-- ¡Tenemos que darnos prisa! En cuanto te dejemos fuera del laberinto, buscaremos a Charles.

 

-- Venga, corre, vamos... Por aquí, a la derecha... No. Esa derecha no, la otra derecha...

 

Dejé que me guiaran, mi mano agarrada con fuerza por la del muchacho más grande, Antoine. No me soltaba aunque durante unos instantes luché por no sentir su mano viva, el latido de su pulgar, la fuerza de sus ligamentos regenerados. No me había causado ninguna sensación devolver la vida a aquellos muertos en el cementerio. ¿Por qué sentía desagrado al contacto con este chiquillo? No tendría más de unos ocho o nueve años...

 

Tardé mil vidas, estoy segura, en cruzar aquellos tortuosos caminos entre setos laberínticos que parecían cerrarse en cuanto pasábamos. Nunca hubiera encontrado la salida, yo sola, sabía que había sido necesario. Pero también había sido totalmente egoísta en mis elecciones.

 

Mis elecciones...

 

Había dejado tantas cosas por conseguir ser una Nigromante... Aparte de mi mente la preocupación por los niños y admiré aquella pirámide que se veía en cuanto salí del Laberinto. Los niños gritaron de alegría y retrocedieron.

 

-- ¡No corráis y...! ¡Y tener cuidado no tropecéis con...!

 

Ya no estaban. ¿Por qué me preocupaba de ellos. Delante de mí tenía lo que había venido a buscar: Maese Báleyr y Mistify estaban allá, a unos paso de distancia. Pero permanecí quieta, pensativa, valorando lo que había hecho, lo que había conseguido y lo que había perdido por el camino hasta la pirámide. Contemplé mi alrededor. Era bello, luminoso y elegante, con una decoración muy alquimista y, en cierta manera, me daba la sensación de que era lo que siempre había buscado. Sentí las palabras del Arcano, preguntándonos si queríamos seguir adelante.

 

Los chillidos alegres de los niños habían desaparecido. Delante de mí, un viejo tuerto que resultaba, a pesar de ello, imponente en aquel silencio. La luz desapareció y la oscuridad sumió nuestro entorno como si la Muerte nos rodeara. No, no era como... Realmente, la muerte nos rodeaba.

 

-- ¡Qué demonios...! -- dije, encogiéndome un poco de hombros, gesto que seguro que ninguno habría visto. -- Ya que estoy aquí... Sigamos...

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Se le erizó la piel a medida que la oscuridad comenzaba a rodearla y esta vez no era por la Magia cuya fuerza podía percibirse hasta al respirar. Supo que no eran solo tinieblas, sino la Muerte misma rodeándola.

 

- ¿Están dispuestas a enfrentar la prueba de la Habilidad de Nigromancia? Hasta tres veces puedo preguntar, nunca más de tres. Si tres veces se niegan, el portal tampoco se abrirá. Si ahora el portal se abre, no existe vuelta atrás.

 

A Mistify le pareció que el Nigromante había realizado aquella pregunta un millar de veces, puesto que la recitó de un tirón, como un alumno en su Primer Año de Hogwarts recitaría el nombre de las cuatro casas y sus fundadores. Solo entonces notó la presencia de Sagitas, había llegado en algún momento y estaba parada muy cerca de ella. La miró de arriba a abajo ¿acaso ella llevaba la misma desprolijidad encima? Para cuando quiso bajar la vista hacia su atuendo la oscuridad era completa, no veía nada que estuviera más lejos de su propia nariz. Sin embargo escuchó fuerte y decida la voz de su compañera.

 

- Ya que estoy aquí... Sigamos...

 

La hechicera de cabello rubio asintió al mismo tiempo, le tomó unos segundos darse cuenta que seguramente Báleyr no podía verla. Sagitas tenía razón, habían pasado demasiadas cosas para volver hacia atrás, no se lo perdonaría jamás.

 

- Por supuesto que estoy dispuesta .

 

Su tono alto y tan decidido como el de su compañera. Soltó el aire de una vez cuando terminó de hablar, fue como quitarse un peso de encima, a pesar de que nada había comenzado aún y todo lo anterior solo era un preámbulo. Intentó relajarse, calmar los latidos de su corazón que parecía intentar escapar de su pecho. Volvió a respirar, esta vez pausadamente, una y otra vez. Solo le restaba esperar a lo que el Nigromante y su Portal tenía esta vez preparado para ella.

http://i.imgur.com/TRNQW.gif

http://i.imgur.com/cPHx0.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Estaban listas. El manto de la muerte se encargó de brindar la oscuridad, el miedo y las dudas suficientes sobre la pregunta que realizó. La segunda pregunta había sido formulada de manera formal y de la misma forma las dos brujas habían contestado. No había marcha atrás, en cuanto el portal de la Nigromancia se abriera debían saltar dentro y sobrevivir a la prueba que el portal les pondría. La Nigromancia estaba relacionada con la muerte, con un mundo tan perverso y oscuro que no estaba al alcance de aquellas personas que no tenían oscuridad en su propia alma. La oscuridad era lo que realmente protegía el alma, los rituales, los ingredientes de criaturas puras eran simplemente un catalizador.

 

—Todo su aprendizaje durante la clase fue una ilusión —dijo en cuanto ya las dos habían decidido hacer la prueba.

 

No tenían ya vuelta atrás. Podían huir, más no podían escapar de su destino. Si se arrepentían en ese momento el Portal lo sabría, se cerraría y jamás dejaría que afrontaran la puerta de la muerte. Aunque habían decidido ya, era el momento en que el Portal se abriera en que deberían tomar la verdadera decisión. Era el momento en que debían decidir para ellas mismo si estaban dispuestas a pagar el precio. Golpeó el suelo con la vara de cristal. El mato de muerte no era necesario, había estado presente para evitar que el precio fuera cobrado.

 

—Durante su entrenamiento han realizado todo el proceso de forma indirecta. Saben hacerlo, de eso no tengo duda. Pero jamás sus vidas estuvieron realmente en peligro, no fueron afectadas, no pagaron el precio que debían pagar. Sientan ahora el peso sobre su propia alma. El manto de la muerte que los protegía ya no está. Mi protección ha desaparecido.

 

Golpeó el suelo por segunda ocasión y la pesadumbre debió hacerse presente. Sentirían en ellas el peso de haber traído a la vida a las personas en el cementerio. Sentirían el peso de mover sus cuerpos por el mundo de los muertos aunque en realidad él también pagó ese precio. Ellas no tenían el poder ni los conocimientos para realizar ese viaje. Jamás podrían volver a hacerlo. Lo lograron gracias al manto de muerte, la protección que Báleyr solía colocar en todos sus aprendices. Y quizá lo que más les pesaría sería, sin lugar a dudas, desterrar a una alma con su propia apariencia. Seguramente los reflejos fueron vistos de forma que se les hiciera más fácil, pero el precio a pagar en su alma, en su inconsciente, sería igual. A partir de ese momento debían luchar contra la oscuridad, evitar que esta consumiera sus almas. Seguirían el camino del nigromante tanto si lograban superar la prueba como si no lo hacían. Si triunfaban tendrían la ayuda del anillo de la habilidad, si no lo lograban jamás podrían invocar a las almas pero si que lucharían diariamente con la oscuridad en su cuerpo.

 

 

Observó el suelo. La sala circular en la que se encontraban no contenía únicamente al Portal. Dentro de la estrella había miles de anillos. Anillos con símbolos, anillos que les permitirían enfrentarse al portal. Eran los símbolos de la habilidad. Tomó dos anillos en los que relucía el símbolo de la Nigromancia. Al instante las puertas sobrantes desaparecieron . La Puerta de la Nigromancia desprendía aquella aura negruzca presagio de la muerte. Entregó un anillo a cada bruja.

 

—El Portal ha sido activado ante sus afirmaciones de seguir adelante. No pueden retroceder o jamás volverá a abrirse. Les he entregado el Anillo del Aspirante. Estos están vinculados al mío. Gracias a eso, si decidan abandonar, pueden desear con toda su voluntad hacerlo y tocar el anillo. Volverán y el Portal se les cerrará para siempre. No puedo ir con ustedes. Nadie cruza dos veces la misma puerta al menos que se enfrente a la prueba de la Tabla Esmeralda. Y jamás nadie cruza una tercera.

 

Mientras daba la explicación de como funcionaba el Portal las dos Aspirantes se colocaron el anillo. En ese momento los grabados internos cambiaron, únicos para cada persona. Aunque no estuviera aún vinculado, aunque quedara aún enfrentar la prueba ellos ya los habían reconocido; adquirieron los grabados conforme a su personalizad.

 

—Desde el momento en que ingresen al Portal perderán conciencia de quienes son, o de que es lo que hacen en el mundo al que lleguen; destellos de su motivación, de su vida. Pueden visitar el pasado, el futuro o quedarse en el presente. El Portal los enviará a mundos existentes o a mundos fantasía. Podrán viajar a realidades alternativas. Pueden regresar vivas o muertas, triunfantes o con un fracaso. O pueden jamás volver. Puede el Portal cerrarse y ustedes quedar atrapadas y perdidas en mundos distantes.

 

<<El Portal los pondrá un reto en el que tendrán que superar varias pruebas relacionadas con la vida y con la muerte. ¿Serán capaces de matar a alguien si se les presenta como un reto? ¿Podrán revivir a un enemigo o a un desconocido sin siquiera estar cocientes que de ello depende su triunfo? Estas experiencias podrían surgir de sus mentes, sin embargo será siempre el portal quien decida. Ustedes no tendrán la capacidad de decidir.

 

<<Jamás pierdan de vista el anillo. No sabrán que es el anillo ni para que sirve, al menos que decidan abandonar. Sin embargo, el anillo los guiará. Brillará en momentos difíciles, les invitará a perseverar, los alentará a superar todos los retos.

 

<<Han habido casos en que el Portal los lleva al mismo lugar cuando los transporta a otros mundos. No se puede prever, es poco probable que suceda. Pero si se dan la mano, si cruzan el umbral unidas es mucho más probable que suceda. Aunque al final, es el Portal quien toma la decisión. Es el portal quien decide finalmente si hace caso a esa unión de manos.

 

Sus dedos se movieron hasta la puerta de la habilidad. La tocó haciendo que esta desapareciera. En cuanto lo hizo, dio paso a una oscuridad segadora. Aquella negrura era imposible de recrear, no había posible que algo con tanta capacidad para absorber la luz pudiera existir siquiera. Por allí estaba la puerta, negra como nada. A la espera de las aspirante, a la espera de ponerles las pruebas que definirían posiblemente sus futuros.

 

 

nuRQYmF.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Me sorprendió sentir la voz de Misty. Durante unos instantes, en medio de aquella negrura tan oscura, había olvidado que estaba con ella y con el Arcano. Sólo yo y mis pensamientos pésimos invadían mi cabeza cuando la voz femenina los interrumpió. Respingué al darme cuenta de su firmeza. ¿Por qué yo no podía sentirme como ella? ¿Por qué tenía la sensación de que todo iba a ir a peor a partir de aquel momento?

 

Tal vez porque el "positivismo" realista del Arcano no ayudaba.

 

-- ¿Cómo que una ilusión? -- ¿Una ilusión? ¿Qué era lo que nos esperaba ahora entonces? ¡Por los dioses...! ¿No habíamos sufrido ya bastante? -- ¿Cómo qué aún no hemos pagado lo que teníamos que pagar? ¿Usted vio a esos niños?

 

Con un gesto desesperado señalé al exterior del portal y me di cuenta que... que no había exterior. No había nada. Sólo estaba el Portal de Nigromante y el anillo en mi dedo, nada más. Ni veía a Misty ni a Báleyr, casi no me veía a mí misma, no veía nada... Todo era la peor oscuridad del mundo. Guardé silencio, no por el respeto que se merecía el anciano tuerto sino porque era incapaz de pronunciar palabra. Lo de antes había sido casi como un juego, lo peor quedaba ahora por pasar.

 

Miré el anillo, apenas detectable en mi mano excepto por su peso. No acostumbraba a llevar joyas, era una mujer sencilla en la decoración, muy parca en la estética propia y casi nunca llevaba encima los anillos de los libros de poder o incluso el anillo de mi boda. Nunca olvidaba mi saquito de Sacerdotisa, pero tal vez porque necesitaba agarrarme a un vestigio que me mantenía dentro de los límites que me había marcado como Suma Mujer Espiritual, algo que era muy fácil de romper. Los hilos entre el Bien y el Mall son muy delgados, a veces casi inexistentes y las semillas del Manzano de Avalon siempre me habían dejado elegir el lado correcto; a veces no muy firme, pero siempre seguía viva.

 

Pero ahora... Eso de que iba a sentir el peso de mi propia alma..., que su protección había acabado...

 

-- Yo me siento igual -- dije.

 

¿Para qué diría yo nada? De repente, sentí terror por almas perdidas, por los muertos que un pasado lejano había torturado con mi varita, recordé mi propia muerte y la lucha que mi elfo Harpo tuvo que hacer con la propia Dueña de la Guadaña para impedirme, finalmente, cruzar hacia el limbo. Recordé... Recordé demasiadas cosas.

 

Y grité, sintiéndome desvalida. Intenté en vano quitarme el anillo, que ahora pesaba toneladas y parecía destrozarme la falange de la mano que lo sostenía. Grité más fuerte y el anillo pareció clavarse con garras. Entonces... lo noté.

 

Aquello era un lugar desconocido, un pasillo ensangrentado, una escena de dos muggles muertos en el suelo adoquinado de una calle sin fin. Un compañero con máscara oscura se reía, me tomó de la cintura y me dio un beso. Le di un codazo y lo rechacé, mirando los dos cuerpos yacentes mientras veía su alma que salía de forma vaporosa.

 

-- ¿Pero qué es esto? -- dije, con voz entrecortada. ¿Dónde demonios estaba? ¿Qué había dicho el Arcano sobre...? No recordaba nada, ni mi nombre ni qué hacía allá, con la varita levantada, con aquellas ropas oscuras, con... ¡¡ con faldas largas y zapatos de tacón de aguja!! Con una apariencia muy distinta a la mía. -- ¿Quién...? ¿Qué...?

 

No entendía nada, mi respiración era entrecortada. El mortífago, quien volvió a abrazarme y se levantó la máscara para dejarme ver su rostro sonriente, volvió a agarrarme, levantó mi mano libre hacia el cielo en un signo de victoria y soltó una risotada horrible.

 

-- Esto, Sagitas, es tu rito de iniciación. ¡Bienvenida a La Marca! Ya eres una mortífaga reconocida. Has matado a tus dos primeras víctimas. La Tríada + 1 estará muy satisfecha de ti.

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

¿Darle la mano a ella? Sin dudas el Nigromante estaría de broma, ni que fuera una chiquilla para ir de la mano con nadie a ningún lugar. Ni hablar. ¿Qué podría tener ella en común con aquella bruja? Absolutamente nada. Tenía vagos recuerdos de ella cuando se unió al grupo de La Marca Tenebrosa, pero la hechicera lo había abandonado poco después. ¡Era una traidora! No había nada que detestara más que a un traidor, a alguien que abandona los ideales mortífagos por seguir a la preciada Luz. ¡Já! No le alcanzaban los dedos de las manos para contar luego a los arrepentidos, aquellos que habían optado por seguir el camino del "bien" y que transcurrido un tiempo se daban cuenta de cuán equivocados estaban y querían regresar. Si fuera por ella los aceptaba y luego los mataba. Quién traiciona una vez, vuelve a hacerlo. O al menos esa era su teoría.

 

Traspasó el Portal inmersa en aquellos pensamientos, hasta que no supo en realidad qué estaba pensando. ¿Qué tenía que atravesar exactamente? ¿Qué estaba haciendo allí?

 

Parpadeó. La luz brillante del sol entraba por sus retinas. Hubiese sido perfecto, sino fuera por el lugar en el que se encontraba. Era un cementerio. ¿Qué hacía allí? Avanzó hacia tres figuras que estaban realizando un rito funerario. Su mirada se paseó por los alrededores y supo que estaba en los dominios de los Malfoy's. ¿Quién había muerto?

 

El anillo en su dedo brilló, pero la bruja no lo notó.

 

- ¿Qué ha pasado? - las tres figuras por delante de ella no se movieron de su lugar, observaban la lápida sin hablar.

 

- Ha sido una tragedia - la bruja de la derecha pareció responder a la pregunta. Llevaba el cabello violeta recogido, Mistify la conocía muy bien, era Gatiux. - No debió ser así, no lo merecía - se lamentó.

 

- ¿Estás bien? - Mistify se preocupó por su amiga.

 

- Todo estará bien - la bruja del medio, de elegante túnica esmeralda era Mackenzie, que abrazó a su acompañante.

 

Mistify cruzó los brazos. ¿Quién era tan importante que merecía las lágrimas de las personas más importantes de su vida?

 

- Chávez le advirtió - el tercero era un elfo doméstico de piel apergaminada y mirada peligrosa - Chávez sabía que era peligroso.

 

- ¿Qué cosa era peligrosa, Chávez? - preguntó una vez más la bruja de cabello dorado, pero el elfo no giró para responderle, la ignoró. ¿Qué se creía ese maldito elfo ahora? ¿Desde cuándo no le respondía?

 

- Chávez irá a hablar con el Arcano, él puede volverla a la vida.

 

- ¿A quién hay que volver a la vida? Elfo presumido ¡Yo puedo hacer eso! Puedo revivir a quien sea! He practicado días enteros la Habilidad.

 

- Su cuerpo se ha perdido, es imposible - respondió Mackenzie, el tono de voz cargado de pesar. - No hay nada que podamos hacer.

 

- No sabía eso - dijo a su vez Mistify, como si aquella respuesta fuera dirigida a ella y no al viejo sirviente familiar. - ¿Pero de quién estamos hablando? - No debía ser muy importante si tan poca gente había concurrido a despedirse.

 

En aquel momento las tres figuras giraron hacia Mistify, caminando hacia la bruja que les sonrió.

 

- Mack, llevaba tiempo sin verte, te eché de menos - le dijo a su hija dando un paso para abrazarla, pero sus brazos se cerraron en el aire y cayó al piso con las manos sobre la tierra removida, mientras los tres seguían rumbo hacia la Mansión sin percatarse de su presencia.

 

Mistify alzó la mirada. Su expresión pasó de la sorpresa al terror en pocos segundos mientras el anillo le infundía esperanza. ¿Esperanza de qué? Aquella lápida rezaba: "Mistify Malfoy".

http://i.imgur.com/TRNQW.gif

http://i.imgur.com/cPHx0.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Resté quieta, petrificada, absorbida mi atención por la sangre derramada, ajena a los toqueteos con los que mi compañero quería celebrar la muerte de aquellas dos personas. Estaba absorta con la mirada fija en aquella pareja, hombre y mujer, seguramente los padres de una niña que berreaba a su lado. No tendría más que seis o siete años, tal vez más. Se la veía tan pequeña y desvalida. Me deshice del abrazo de aquel mortífago y me acerqué a ella.

 

La niña se escurrió por la sangre de sus padres e intentó refugiarse en la oscuridad del callejón en el que nos encontrábamos.

 

-- ¿Cómo te llamas?

 

-- ¿Quieres que la matemos, quieres que la matemos? -- la voz exasperadamente ansiosa de mi compañero me enfurecía. Levanté la mano, siguiendo con la espalda hacia él, mientras me agachaba delante de la niña, manchando mi ropa de aquella sangre, repitiendo la pregunta a la niña.

 

-- Jessie... Jessie Arantes...

 

No me sonaba para nada, no reconocía aquel nombre. A decir verdad, apenas recordaba mucho de mí. Que aquel hombre me hubiera llamado Sagitas tampoco me ayudaba. Sentía un ligero vahído y una nebulosa me mostró a una mujer de pelo violeta que se peinaba delante de un espejo y supe que era yo. Pero empezó a latir con fuerza la vena de la sien. El mortífago seguía insistiendo con su voz quebrada por la emoción y la niña lloraba, ahora más queda, como si supiera que no debía interrumpir. Necesitaba decidir algo, ¿pero qué?

 

Todo era borroso, como si no existiera, como si algo se estuviera borrando. Negué con la cabeza.

 

-- Sólo es una niña.

 

-- ¡Matémosla...! Hagamos el amor en la calle, sobre su sangre.

 

Volví la cabeza hacia él, lentamente, con asco. ¿Qué hiciéramos qué? ¿Qué matáramos más? ¿Por qué habíamos matado a aquellos seres? Aquello era un error. Algo me decía que matar a aquella pareja era un acto que iba a pagar muy caro. Suspiré y me levanté, indecisa a cuanto lo que debía hacer pero muy segura en cuanto a lo que no debía de hacer.

 

-- ¡Estás borracho! Vámonos de aquí.

 

¿Quién debía sentirse orgullosa de mí? No me sonaba el nombre pero de repente supe algo, fuera lo que fuera aquella Tríada, aquel mortífago, yo misma con la participación en aquellos asesinatos, los odiaba; le odiaba; me odiaba...

 

-- Venga, Sagitas... Matémosla...

 

La niña sollozó un poco más fuerte. Sentí lástima. Por mí. Sentí lástima por mí, era una asesina. Nunca debiera haber llegado a aquel extremo. No era mi camino, no era el destino que había soñado para mí, que desconocía pero que intuía que no era ese. Parecía haber olvidado todo, deseos, anhelos, satisfacciones, perspectivas de futuro... Pero no quería ser una asesina. Así no. Ese no era el camino a seguir.

 

Entonces, sentí un calor en mi mano izquierda. Llevaba un anillo en el dedo anular que parecía brillar en la bruma de aquel callejón londinense. ¿Era un anillo de casada, de pedida, fruto de alguna compra compulsiva en Harrods? ¿Y por qué sentía calor en la mano pero el anillo estaba frío, helado, como la Muerte misma?

 

-- ¿La matamos? ¿La mato yo? ¿La matas tú? -- la ansia bailaba en los ojos brillantes del mortífago y escupí en el suelo. Después solté mi hechizo.

 

La maldición imperdonable salió de mi varita. El "Avada Kedavra" impactó de lleno en el hombre, quien no tuvo ni una oportunidad para rechazarla, ebrio y exaltado como estaba por el olor de la sangre que empezaba a secarse en el pavimento. Mi rosto, impertérrito, le vio caer. Su máscara rebotó contra el suelo y abandonó su rostro del todo, dejándome ver sólo un lateral de aquella cara que seguro que nunca olvidaría. Un ojo gris permaneció abierto, mirando sin mirarme, pues la vida ya le había abandonado cuando chocó contra el suelo.

 

-- Seré una asesina, pero yo decido. Nadie más que yo decido.

 

Había silencio. La niña había dejado de llorar y me miraba, demasiado asustada hasta para secarse las lágrimas que resbalaban por su faz pálida. Entonces me fijé en sus padres. Una mujer con cara amable y un hombre con pinta de ser latino. ¿Sentí compasión? No estoy segura. El anillo seguía brillando y puse la mano delante de mí, como si fuera una protección. ¿De qué y contra qué?

 

A través de su brillo vi tres... tres algo... ¿Qué era aquello? Si creyera, diría que eran fantasmas, o tal vez las tres almas de los tres muertos que estaban a mis pies. Fui moviendo la mano y noté que se iban haciendo más visibles a medida que el brillo les afectaba. Algo empezó a hurgar en mi memoria y las sienes parecían estallar con el esfuerzo de recordar. ¿Pero recordar el qué?

 

-- Soy Jo Rowling. Él es mi marido, Jorge Arantes. Por favor, ayúdanos...

 

-- Soy tu compañero, ¿cómo te has atrevido a asesinarme?

 

Me froté las sienes con mis manos, cerrando los ojos, apretando con fuerza los dedos en la cabeza, ¿cómo era posible que sintiera a aquellos muertos? El brillo del anillo se hizo más fuerte y empecé a sentir ansiedad, desasosiego. Sólo quería irme de allá, desaparecer, que aquello no hubiera pasado. Yo no era una asesina, yo estaba allá por... ¿Por error? ¿Estaba segura que era un error? ¿Había sido una decisión propia, una decisión de mis superiores, una misión que no recordaba? ¿Por qué tenía una laguna que me impedía pensar con claridad?

 

No sabía quien era yo, esa Sagitas que había mencionado el hombre asesinado. No sabía quien era Jo Rowling ni quien era su marido, ni qué hacía yo en la Marca ni porqué me había convertido en una matarife. Sólo sabía una cosa: los dos primeros muertos no debieran haber muerto por mi mano, si alguien me tenía que llamar asesina era por haber acabado con la vida del mortífago, algo que había hecho con la conciencia tranquila de que él no debía de seguir existiendo. Era como si en mis manos tuviera el poder de decidir quién moría o no y había decidido que aquel borracho patán que se escondía tras una máscara no merecía la vida.

 

¿Y la merecía yo, que había dejado a aquella niña huérfana? El mundo parecía diluirse, como si realmente mis actos tuvieran un precio muy grave, muy grande, muy pesado, como si el matar a aquellos muggles hubiera afectado a toda mi existencia.

 

-- Lo siento... Si pudiera... Si sólo pudiera con mi deseo volveros a la vida... Yo...

 

¿Cómo iba a justificar aquellas muertes a quienes me habían mandado infiltrar en aquel bando asesino, luchar desde dentro contra aquellos malditos asesinos cuando yo misma me había convertido en uno de ellos? ¿Y de qué demonios estaba hablando si era incapaz de recordar nada?

 

Y, como siempre, para llevarme la contraria a mí misma, mis labios empezaron a hablar algo, una jerga que desconocía, unas frases que sonaban a cánticos, unas oraciones a algún Dios Mundano tal vez. No sé... Pero sabía lo que hacía y lo que hacía parecía que venía a mis labios porque ya lo había hecho alguna vez. Era una locura, hacer algo que no recordaba pero sí sabía porque lo estaba demostrando con mis palabras.

 

Acababa de actuar como una Nigromante y devuelto a la vida a aquellos padres. El mortífago se acercó a mí con rabia y me exigió lo mismo. Sonreí, con una mueca de sarcasmo y murmuré una oración tan gris, oscura y terrible que supe que mi alma se estaba pudriendo al pronunciarla. Y, sin embargo, seguí haciéndolo.

 

-- Tu alma se destruirá para siempre y nunca podrás encontrar el camino a tu cuerpo. Vagarás eternamente en el Lago de las Penumbras.

 

¿Pero qué había dicho y/o hecho? Aquel cuerpo se descompuso ante mis ojos y el alma impía gritó de forma salvaje mientras se diluía de nuestro universo. Tras limpiarme el sudor y ver moverse aquellos dos cuerpos, supe que si no curaba sus heridas no serviría de nada.

 

-- Episkey -- dije en voz alta, ante la madre. -- Episkey -- también curé al marido, quien pareció darse cuenta de mi presencia por primera vez y salió huyendo.La mujer, sin embargo, como se espera de una madre, se agarró a su hija y pareció implorar clemencia con la mirada, protegiendo con su cuerpo a la niña, para impedir que le hiciera nada.

 

Seguí el callejón vacío con la mirada y sonreí, ahora triste.

 

-- Ese hombre no te conviene, debieras dejarlo. Cuida de tu niña, parece una chica inteligente. Y... -- Tenía que hacerlo, así que sonreí con cierta alegría falsa para no asustarla más de lo que estaba. -- Olvidarás lo ocurrido, si alguna vez viene a tu memoria, creerás que fue un sueño, una pesadilla, tal vez una historia que escribir como si fuera un cuento. ¡Obliviate!

 

Después, sin saber qué fue de aquella Jo Rowling ni de su hija, desaparecí en un torbellino sin destino, pues, al fin y al cabo, yo no había hecho nada para desaparecerme. Era como si me moviera el destino...

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

¿Porqué sus lágrimas mojaban la tierra revuelta si estaba muerta? Su mirada llegó hasta el anillo que brillaba en su mano izquierda. Era un brillo esperanzador, pero Mistify no tenía esperanza alguna. ¿Cuándo había muerto? Intentó recordar lo que había sucedido, pero no le fue posible, su mente era un caos, repleto de sombras grises que no alcanzaba a comprender.

 

- Hola - Era una voz aniñada. Una jovencita que la observaba a pocos pasos acompañada por un muchacho un poco mayor que ella - ¿Porqué lloras?

 

- ¡Métete en tus asuntos! -

 

- Tú eres mi asunto - la niña no parecía enfadada, sino que parecía darle pesar el estado de la hechicera.

 

- No soy asunto de nadie ahora mismo - Mistify se puso de pie y le dió la espalda para ir... ¿adónde pensaba ir? ¿Se convertiría en uno más de esos patéticos fantasmas de la Mansión? No quería eso para ella, no estaba preparada para morir. ¿Qué decía? ¡Estaba muerta ya!

 

- ¿No nos recuerdas? - que el joven la interrogase hizo que se volviera. Ambos se sostenían la mano, aquello le resultó conocido - Soy Tomás y ella es Elsa-

 

- No, no los recuerdo - ¿No los recordaba? ¿Seguro?

 

Ambos niños se miraron.

 

- No tengo porqué recordar muggles -

 

- ¿Muggles? ¿Qué son muggles? - preguntaron al unísono como si se hubieran puesto de acuerdo para esa pregunta en particular.

 

Mistify puso los ojos en blanco y meneó la cabeza. Lo único que le faltaba era vérselas con un par de niños muggles siendo ella misma un fantasma. Por Voldemort... era un fantasma. Todo había terminado ¿o comenzaba? Se tomó la cabeza entre las manos, las sombras de su mente no se iban, estaba confundida.

 

- No te preocupes, ya pasará - le dijo Elsa - Pero ¿en verdad no nos recuerdas? Nos hemos visto hace muy poco.

 

Por entre la bruma de sus pensamientos asomaban los rostros felices de los niños, cerca de una colosal pirámide ¿Qué era eso? El anillo volvió a infundirle esa sensación esperanzadora. Se sentó sobre su propia lápida, mirándolos con atención.

 

- Si... quizás... -

 

- ¡Sabía que no ibamos a pasarle por alto Señora Malfoy! - en el laberinto de su mente aquellas palabras parecieron cobrar algún sentido.

 

- ¡ No grites, Elsa! - bufó su hermano y la niña se encogió de hombros, como si no le importara su opinión.

 

- ¿Qué quieren?

 

- Ayudarte, tú nos ha ayudado antes -

 

- ¿Yo les he ayudado? - enarcó una ceja, no podía ser que lo hubiera hecho ¡eran muggles! Jamás ayudaría a un par de muggles, ni por todo el poder mágico del mundo.

 

- Bueno, si... pero no.

 

- Ya... - Mistify suspiró.

 

- ¿Recuerdas el laberinto?

 

Iba a preguntarles qué laberinto, pero la palabra no salió de su boca. Por supuesto que no lo recordaba. Lo que si recordaba era que los niños habían muerto hacía siglos atrás y que ella los había vuelto a la vida en la clase de Nigromancia. ¿Fue en la clase de Nigromancia? ¿Porqué no podía apartar la maldita bruma de su mente? No le permitía pensar con claridad.

 

- ¿Ya murieron de nuevo? - había rastros de sorna en su tono de voz.

 

- Bueno... es que... - ambos se miraron como si no quisiesen decir algo, la bruja se puso de pie, aunque todavía sin saber dónde ir. Se restregó los ojos, agotada. ¿Acaso un fantasma podía agotarse? Miró a los niños, un rastro de culpa pasó entre las sombras, pero lejos de querer verla, ella la ocultó.

 

- Nos han explicado porqué lo hiciste y que en realidad no lo hiciste.

 

¿Qué dice? Volvió a llevar la mano derecha a sus ojos. Lo hice para pasar la clase, para aprender, por supuesto. "Pero no te importó que ellos ya no pudieran cuidarse por sí solos ¿verdad? No te importó que eran solo niños. Solo te importó el poder, la necesidad de saber que eras dueña de la muerte y de la vida de esos niños. ¿Cómo puedes ser tan malvada?"

 

- ¿Quién dijo eso?

 

- ¿Qué cosa? - dijeron ellos otra vez al unísono.

 

Mistify tardó unos segundos en comprender que la voz provenía de su interior. "Debes aprender que no eres dueña de la muerte de nadie, ni de su vida".

 

- Soy dueña de lo que quiero ser dueña - se dijo a sí misma. "Vas a perder la poca bondad que te queda en esa alma partida". - Yo no tengo alma - "Todos tienen alma...a veces en pedazos, pequeños trozos como los tuyos, que no te animas a juntar, por temor a volver a amar".

 

- Me da igual en qué condiciones está... -

 

De algún modo la varita mágica apareció en su mano derecha y apuntó con ella al par de niños, que se abrazaron entre si.

 

- Con esto al menos ya no sufrirán ¿eso es lo que querían, verdad? - y mientras de sus labios surgía un cántico que alguna vez había aprendido, y de su mente algunas de las sombras comenzaron a develarse, de la punta de su instrumento mágico salían zarcillos de tinieblas que se enroscaron en las dos criaturas como una serpiente, y a pesar de que gritaron y pidieron clemencia, la oscuridad fue absorbiéndolos, conduciéndolos inexorablemente a la desaparición total.

 

Cuando Mistify bajó la varita, la pequeña pareja ya no estaba allí y el escenario cambió.

http://i.imgur.com/TRNQW.gif

http://i.imgur.com/cPHx0.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Caí al salir de aquel torbellino en el que había girado, con el que me había alejado de aquel callejón muggle, y noté enseguida que me había roto el tobillo en la caída, o al menos eso parecía por el dolor y por la hinchazón rápida que había crecido por encima del borde de mi bamba. Apreté los ojos para aliviar el daño mientras apretaba la pierna unos centímetros por encima. No me atrevía a tocarlo. No era la primera vez que me rompía un hueso en una cabriola del Circo (o en situaciones mucho peores que me negaba a recordar porque aún dolía más todos aquellos ataques y derramamientos vanos de sangre inocente) y sabía lo que tenía que hacer. Una Ferula, un Episkey, un cura-sana-culito-de-rana y quedaría como nuevo y podría levantarme.

 

Sin embargo, mientras aguantaba el golpe del primer dolor, miré a los lados para saber donde estaba, sin aplicarme el ansiado hechizo sanador que cortara de raíz aquel mal. Por un momento, aquel lugar me pareció conocido, pero si lo era, una bruma cubrió mi memoria de nuevo y me dejó de nuevo confusa. ¿Qué pasaba conmigo? ¿Por qué no podía recordar nada? Sí, vale, sabía que era Sagitas, una mujer que acababa de matar a un hombre oscuro, a un mortífago, porque se lo merecía. Y había vuelto a la vida a unos muggles desconocidos porque... porque me había dado la gana. Pero en sí, ¿quién era yo, qué hacía dando tumbos con una varita, sabiendo utilizarla y, sin embargo, no recordando cuándo había aprendido a hacerlo?

 

El gruñido no me dio tiempo a seguir sintiendo lástima por mí misma. Una sombra grisácea se acercaba a mí con demasiada velocidad y apenas tuve tiempo de girar unas cuantas vueltas desesperadas para evitar el ataque de aquella bestia.

 

Era un dragón, un hermoso ejemplar de Colicuerno Húngaro y sólo había visto uno como ese el día en que... que... ¿Cuándo? Una opresión me apretó tanto el pecho que pensé durante un instante que estaba sufriendo un infarto. Después reconocí el dolor por el desasosiego de saber que algo malo, malísimo, iba a ocurrir, porque ya había ocurrido alguna vez, y que no podría evitarlo.

 

-- ¡JACK!

 

Mi grito me sorprendió tanto a mí misma como a la fiera que acababa de destrozar con su fuego un hermoso valle a los pies del lugar donde me encontraba. Aquella escena me recordó algo, como un déjá-vú de algo vivido. El hombre de mi vida, mi marido, corría hacia mí, blandiendo su varita y lanzando mortales hechizos contra el draconiano espécimen que nos atacaba.

 

-- ¡Mi Niña, escóndete en la cueva!

 

Mi Niña...

 

¡Cuánto tiempo hacía que no oía esa voz llamándome así...! Era exasperante sentirme perdida entre unos recuerdos olvidados en algún pliegue de mi memoria y no poder acceder a ellos. Sabía que aquel era mi marido, con quien me había casado hacía poco en la playa de mi país natal. Sabía también que aquel dragón me iba a destrozar, yo y mi maldita manía de explorar territorios salvajes para recoger hierbas mágicas en lugares insospechados y peligrosos... Sabía que ya había pasado por esto antes y que iba a sufrir. Mucho.

 

-- ¡Jack!

 

Era una maldita cría, entonces me di cuenta, pues mis manos eran más jóvenes y firmes que las manos que habían matado al mortífago en mi experiencia anterior. Mis ropajes eran coloridos, llamativos, de una quinceañera alocada que llevaba un colgante de flores recién cogidas de un prado de margaritas, una jovenzuela que yacía con el tobillo roto delante de una gruta, a la que apenas podría llegar si me arrastraba, suponiendo que mi marido, mi joven y gallardo marido recién casado conmigo, podría detener al animal.

 

¿Cómo podía saber que era eso? ¿Es que ya lo había vivido y estaba condenada a revivir una y otra vez esta situación tan dura? El dragón se lanzó contra mí y puse mi brazo como arma contra sus garras. Sentí el viento de sus alas, el calor de su fuego, el quejido de dolor mezcla humano mezcla animal que casi me destrozó los oídos. Cerré los ojos esperando el final, pero no llegó. Jack se había metido en medio y le había acertado con su hechizo justo en su lugar más débil. A cambio, había recibido el ataque hacia mí dirigido, al interponerse con su cuerpo delante de mí. Al abrirlos, vi el dragón que llevaba su cuerpo entre sus garras mientras caía en picado por el despeñadero.

 

-- ¡Jack! -- volví a repetir, como si sólo su nombre fuera lo que yo supiera decir, entre lágrimas que impedían encontrar mi varita. Cuando lo conseguí, ya era tarde.

 

Curé mi tobillo y, sin esperar los minutos mínimos para garantizar que el hechizo sanador hubiera hecho resultado, bajé por la colina escarpada en busca del cuerpo de mi marido. No debiera haberlo hecho. Estaba destrozado, ya no era él sino un amasijo de huesos y carne ensangrentada que no podía llamarse ni cuerpo. Lloré amargamente, imploré a los dioses que me lo regresaran, juré que lo traería de vuelta conmigo...

 

Entonces me sorprendí cantando una letanía conocida, más o menos la misma que había pronunciado con los muggles con anterioridad. ¿O después? Ahora mismo mi cabeza no estaba para entender los movimientos del antes-después de mi existencia. Sólo sabía que iba a recuperar a Jack, que no iba a permitir que siguiera muerto, él que había dado la vida por mí...

 

-- Por favor... Otra vez no...

 

Dejé de llorar, al sentir hablar a aquello. Mi respiración seguía entrecortada por los sollozos internos que ahora hacía por dentro. Miré lo que acababa de hablar y no sé si sentí miedo, compasión, asco...

 

-- Déjame ir, Sagitas. No lo vuelvas a intentar. Has fracasado demasiadas veces... Déjame ir... Cada vez duele más, cada vez te haces más daño y...

 

Me senté de golpe en el suelo. No me había dado cuenta que había estado mucho tiempo arrodillada frente a aquel cuerpo, ahora ya frío. ¿Cuánto tiempo llevaba así, en aquella postura? Estaba agarrotada y los huesos destrozados del que en un momento fue mi marido lucían una sangre reseca. ¿Cuántas veces había intentado traerlo de vuelta al mundo de los vivos? ¿Cuánto tiempo llevaba haciéndolo?

 

-- Déjame descansar, Sagitas... Déjame ir... Prometo volver a verte algún día... Pero ahora... Déjame, no lo intentes más.

 

¡No, él había muerto por mi culpa! Pero había cansancio en aquella voz, no esperanza o alegría por volver a la vida, sino sufrimiento y desánimo. Por él, supongo; por mí, tal vez... Algo brillaba en mi mano ahora, el anillo que llevaba puesto y que no sabía aún cuándo lo había comprado, lucía de un color azul hielo. Supe que, si lo intentaba de nuevo, funcionaría. Ahora sí. Sería la última vez, la definitiva...

 

-- No, Sagitas... Debes dejarme escoger a mí... Vete... Déjame descansar en paz, aléjate de aquí y vuelve al pueblo...

 

El anillo brilló con más fuerza y me negué a escuchar aquella alma mil veces herida por mis intentos baldíos. Ahora podría, ¡lo sabía! ¡Estaba segura! ¡¡Podría devolverle la vida!! Sólo tenía que recomponer sus huesos, sus órganos, hacer de cirujano o de carnicero. ¡Me era lo mismo lo que sufriera! ¡Volvería!

 

Puse la mano delante de él, con el brillo aturdidor que casi me cegaba. Ignoré su grito de dolor y el movimiento convulsivo de la masa de carne y huesos entremezclados que luchaba por vivir de nuevo. Yo era Sagitas, la Nigromante, tenía el poder de la Vida y de la Muerte en mis manos. Yo...

 

Bajé la mano poco a poco, alejando el brillo de él. No lo supe en aquel momento pero estaba llorando. Verle debatirse, escuchar sus gritos de dolor y de súplica para que le dejara abandonar este mundo y entrar en el de los Muertos...

 

-- Debo dejarte ir...

 

Algo me decía que era lo correcto. Podría traerle, seguramente... ¿Pero sería capaz de soportar su odio por mi egoísmo, el sufrimiento que le producía para dejarlo en un cuerpo que no resistía su llegada y lo mataba casi al instante que revivía? ¿Cuánto lo había torturado por mi propia ambición de no perderlo y demostrar que podía hacerlo?

 

-- Ve con los Dioses, Jack. Algún día te veré de nuevo -- le dije a mi marido, ya cadáver de nuevo.

 

Y cerré los ojos, sintiéndome morir por dentro. Era una lección difícil la que había aprendido. A veces, poder no es querer, querer no es poder, poder no es deber y deber no es lo correcto. A veces, sencillamente, tienes que dejar que las cosas fluyan como están escritas...

 

Me alejé caminando de allá, sin rumbo, sin saber ni cómo ni cuándo, ni siquiera si algún día volvería a verle y si él me perdonaría aquel sufrimiento vano que le había hecho padecer.

kNTUx8c.gifsf6Sw.gifHdDMuO2.pngXXBPo79.gifKRLtVZp.gif

D69M3Vr.jpg

  tOWLU4S.gif  KhGckEc.gif.6e9b2b71e2797bafac6806b66df1d1b0.gif     Icr0JPz.gif

0jsC0dL.pngWliKSjc.pngckkcxVm.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

El Portal había sido duro. Se había encargado de poner a prueba a sus aprendices de forma dura. Sagitas había logrado el equilibrio en lo que debía hacer. Báleyr había visto las decisiones a las que se enfrentó. La Nigromancia era oscura, perversa la mayor parte del tiempo. En la clase habían llegado a una acuerdo no verbal, les había derrumbado todas las paredes de la moral, de las buenas costumbres y de lo ético. Les había enseñado cuando debían actuar y los motivos. Sagitas era, al parecer, una bruja a la que en la actualidad si que le importaba hacer bien las cosas en el sentido tradicional de la palabras. Actuó cuando debía hacerlo, y de la misma forma hizo que su moral detuviera el impulso de traer a alguien a la vida. Su esposo estaría agradecido, por su puesto, pero el rencor jamás los hubiera dejado ser felices en aquella ilusión creada.

 

Mistify, en cambio, parecía ser una mujer que había recorrido mucho más mundo en cuanto a la muerte se refería. Sagitas no era una santa, en absoluto, pero al Tuerto le parecía que la bruja Malfoy era quien más afinidad y quien más relacionada con la muerte había estado. Mostró el otro lado de la moneda, que era también muy válido. Y pese a eso, se mostraron sus miedos, aquello que era más fuerte que la nigromancia, aquello que carcomía su alma de formas que pocos lograban entender: Le temía a Muerte. Se había visto de esa forma.

 

-Les he enseñado bien - murmuró el arcano a la soledad.

 

Cuando ambas pasaron a la dimensión de la irrealidad, al mundo de las verdades alternas condimentadas de las verdades conocidas, el portal retornó -de alguna forma- a la normalidad. Su negrura dejó de oscurecer los alrededores y se limitó a emitir un brillo blanco que indicaba que la prueba se estaba desarrollando. ¿Había sido todo eso? La experiencia le dictaba que si, ambas brujas habían logrado demostrar lo que el Portal necesitaba que se demostrara.

 

Las figuras de las, ahora Nigromantes, tomaron forma material en la sala dela Pirámide. El portal se desactivó y comenzó a girar nuevamente para con su magia mostrar siete puertas separadas de forma simétrica en un circulo. Sonrió, había pasado mucho tiempo desde que todos quienes cruzaban el Portal de la Nigromancia volvían con vida y triunfantes.

 

-El Portal las ha juzgado. Son ahora Nigromantes. Nunca olviden todo lo que les he enseñado. No olviden que la Nigromancia es tan amplia como las mismas Artes Oscuras. No olviden que su alma, su humanidad, corre riesgo con cada acción que realizan.

 

Los anillo del Nigromante se habían vinculado finalmente a Sagitas y Mistify. Tenía una protección adicional, leve, que les permitiría canalizar mejor el poder. Y todo aquello que seguramente iban a aprender con el pasar de los años (relacionado a la Nigromancia) iba a ser un Saber al que Báleyr tendría acceso.

nuRQYmF.png

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Esta discusión está cerrada a nuevas respuestas.
 Compartir

Sobre nosotros:

Harrylatino.org es una comunidad de fans del mundo mágico creado por JK Rowling, amantes de la fantasía y del rol. Nuestros inicios se remontan al año 2001 y nuestros más de 40.000 usuarios pertenecen a todos los países de habla hispana.

Nos gustan los mundos de fantasía y somos apasionados del rol, por lo que, si alguna vez quisiste vivir y sentirte como un mago, éste es tu lugar.

¡Vive la Magia!

×
×
  • Crear nuevo...

Información importante

We have placed cookies on your device to help make this website better. You can adjust your cookie settings, otherwise we'll assume you're okay to continue. Al continuar navegando aceptas nuestros Términos de uso, Normas y Política de privacidad.