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Prueba Nigromancia #5


Báleyr
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Después de anunciarle a Juv su siguiente acción la bruja se encamino hacia el portal, allí dentro se encontraba su siguiente reto, traer el alma de aquel individuo que a título personal no significaba nada, pero que para su objetivo inmediato lo era todo. Sin titubear nuevamente abrió el grimorio retrocediendo un par de páginas para encontrar el cantico que le permitía accesar tras aquel velo al mundo de los muertos. Una vez que empezó a entonarlo un resplandor se hizo más y más latente iluminando de manera llamativa el corredor, Cye comenzó a escuchar una serie de voces lo que le indicaba que el portal estaba listo, de un golpe cerro el grimorio y lo sujeto contra su pecho, lo sentía como su única garantía para salir viva de aquel lugar, sabía que si las cosas se ponían difíciles en sus páginas encontraría la ayuda que el arcano desde quien sabe donde le pudiera mandar, por cierto ¿Dónde estaría Báleyr ahora? Seguramente sonriendo por lo difícil que se había tornado todo aquello, en especial por su estupidez con la enredadera.

 

Mientras atravesaba el portal desecho la chispa de resentimiento que se albergaba a causa de aquel incidente, concentrando todos sus sentidos en las voces y sintonías que empezaba a encontrarse, como en las veces anteriores las almas acudían a su encuentro, algunas amables, otras suplicantes, cada una tenía su propio argumento, su forma peculiar de pedir que le llevara consigo. A diferencia de las veces anteriores, Cye no sintió pesar, sus sentimientos hasta el momento no significaron un lastre, y esa impersonalidad le permitió evadir y avanzar, dejando atrás formas, colores y voces que no necesitaba.

 

Hasta que de pronto un alma surgió de en medio de otras dos, una que estaba a tono con el cuerpo que había dejado en la piedra, arrogante, altivo y por supuesto guapo, ahora tenía un aire familiar que antes no reconoció y que no terminaba de ubicar, esa mirada la había visto antes, pero ¿Dónde? El se rio y la rodeo, la nigromante permaneció quieta y atenta, hasta que sintió la energía que casi rosaba su oreja derecha y entonces un susurro le informo “Miren a quien tenemos aquí, la niña de papi y mami, la consentida, la mimada, la joyita de la casa” al principio sonó divertido y luego se torno agresivo el tono, con un dejo de ira contenida.

 

--No sé qué quieres decir, ni a donde quieres llegar-- sentencio la Lockhart con poca paciencia --Pero lo tomare como un gracias por venirte a buscar, quien quiera que seas-- soltó en un tono peligrosamente calmado, ya no era la misma, nunca más lo seria, era parte del precio pero tampoco estaba dispuesta a perder los estribos con un provocador que no conocía de nada. Entonces el hombre soltó una sonora carcajada. ”¿Agradecerte yo? Ni en mis pesadillas, donde por cierto tu eres el monstruo” ahora la enfrento lacerándola (hipotéticamente) con la mirada

 

”¿En verdad no sabes quién soy her-ma-ni-ta? Soy el hijo que tu madre abandono por irse con tu padre a cuidarte, soy la conciencia de una mujer que me deshonro y que le rompió el corazón a su padre” Cye no podía dar crédito a las palabras, seguro que era un invento para sorprenderla y lo había conseguido --No tengo hermanos, soy hija única y mi madre no haría eso, ella adoraba a mi abuelo-- otra carcajada surco el espacio ”¿Tu abuelo? Tú te quedaste con los cuidados y mimos de mama, pero yo… yo tuve y siempre tendré el amor de mi abuelo, uno que por cierto te detesta y no te reconoce como parte de la familia, es que mírate, jajaja, mamá se moriría si viera que su blanca palomita anda jugando con magia oscura” esta vez la miraba con el más infinito desprecio, como alguna vez la había mirado su abuelo según el relato de su padre.

 

”Crazy nunca te reconocerá, nunca serás una Malfoy, eres buena, dulce defensora de las causas perdidas, eres…digna nieta del Lockhart” escupió por fin poniendo el dedo en una llaga que Cye creía cerrada, lo cierto es que había logrado avivar aquel rencor dormido contra el famoso ministro al que con gusto enfrentaría, por supuesto con sus motivos velados, nunca la había reconocido de pequeña y de grande a pesar de haberlo tenido en el asiento de al lado en una velada, no le había dicho quien era, pues el apellido Lockhart no era el de la familia de su padre así que poco podría reconocerla, tampoco creía que le interesara, un sentimiento que era reciproco y con creces.

 

--Si soy una Lockhart por elección y por sangre y soy todo lo que dices a mucho orgullo, porque ¿qué ciencia hay al ponerse del lado de la fuerza pero no de la razón? ¡Ah se me olvidaba! no conoces esa palabra, te queda como tarea cuando regreses al mundo de los vivos-- estaba roja de la furia, nadie nunca la había sacado tanto de sus casillas y parecía que la nigromancia revelaba el lado más oscuro de la sacerdotisa hasta el grado de querer abofetearlo y usar la violencia con sus propias manos. --Por cierto… no has de ser lo mejor del mundo cuando tan joven terminaste aquí-- esta vez quien se mostraba despectiva era ella.

 

--Vine por tu alma, sin saber quien eras y tu boleto está a punto de expirar, así que más vale que me sigas de regreso o te quedes aquí sin tu querido abuelito, aunque probablemente si te quedas te hará compañía muy pronto-- soltó y comenzó andar de regreso al portal, apenas había dado unos cinco pasos cuando el alma se apareció de frente sujetándola de los hombros. ”No te atrevas nunca más a darme la espalda o te daré la paliza que nuestra mamita no te dio” le dijo gritando y sacudiéndola con violencia, pero por la rabia que sentía la nigromante apenas sintió nada, aunque el contacto la quemaba.

 

”Si piensas que iré contigo para que te llenes la boca diciendo que me reviviste es que estas loquita, yo nunca te deberé nada, nada, al contrario de ti, que me debes mi infancia feliz… pero tranquila, la cuenta la salde con nuestra mamita cuando la mande a este mismo lugar con tu querido papito” Las orbes celeste de la chica no podían dar crédito a lo que estaba escuchando, de pronto sintió que lo que corría por sus venas no era sangre sino veneno, quiso lo que nunca, pensó en lo que nunca y sintió tanto, tanto rencor que la varita resulto en su mano izquierda, lo miro como nunca había observado a nadie.

 

--Si fuiste capaz de tal atrocidad, esto es el paraíso para ti, no creas que yo perdí más que tu, mi madre se había alejado mucho antes por tu querido abuelito, que no debe quererte tanto pues teniendo tanto poder y estoy segura que el propio arte de la nigromancia y no te buscado. JAMAS seré una Malfoy no por el apellido, porque hay personas respetables que lo portan, sino porque se necesita una pureza, una esencia y una determinación además de principios para ser una Lockhart, valores que tu nunca conocerás-- de inmediato una sonora bofetada se estampo en la mejilla del alma quien en aquel plano parecía totalmente corpóreo tanto como Cye, este le sujeto la mano y le pregunto qué haría con la varita pues estaba muerto, a lo cual la bruja no contesto, se necesitaba más determinación y valor para no condenarlo al hades eterno que la que se requería para aprovecharse de su condición y vetarle para siempre la entrada al mundo de los vivos.

 

--No sería yo si te maldijera, pero tampoco te rogare-- forcejeo para soltarse y comenzó andar y luego se giro para amenazarlo --Pero en tu cochina existencia vuelvas a ponerme una mano encima y más vale que te quedes aquí, porque allá afuera tienes los minutos contados, de eso me encargo yo-- irónicamente estaba dispuesta a llevarlo a restituirle la vida pero también a quitársela una vez que lo viera fuera de aquella clase. Camino de frente hacia el portal sin detenerse hasta alcanzar la puerta, se giro sabiendo que él no vendría y lo atravesó molesta consigo misma, por la ira, por haber fallado en traerlo… pero no arrepentida, molesta porque parte de su secreto de origen ahora era del conocimiento de un ser más, de Báleyr, molesta porque a veces el sentido de justicia es como un chinche quejumbroso que te frena y no deja darle rienda suelta a ciertos sentimientos, pero sobre todo molesta por haber cedido ante la violencia física.

 

Al estar del otro lado y ver el cuerpo inerte le apunto con la varita tentada a calcinarle, a destruirlo, pero no tenía sentido, sin alma era simplemente carne que volvería a descomponerse a pesar del trabajo que había efectuado, de la intensión, la única satisfacción es que la decisión de no ocuparlo no había sido suya sino de su dueño. Lo cubrió con la sabana nuevamente, sin delicadeza y empezó a caminar hacia el siguiente obstáculo.

 

Hasta ese momento no había pensado en Juv, no sabía si lo había logrado, si estaba dentro del portal o si por el contrario había regresado ya y se le había adelantado, de todas formas no quería compañía no en ese momento. En su mente una pregunta rondaba, ¿obtendría el conocimiento a pesar de no haber traído el alma? Tendría que esperar a encarar al arcano para saberlo.

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El regenerar un cuerpo, le había resultado una tarea sumamente sencilla, coser, zurcir o resarcir el daño que la piel pudiera haber sufrido al momento de morir o antes de que el alma se separará del estuche que la mantenía a salvo de todo peligro. Sí que era una ardua tarea, pero Malfoy conocía con pelos y señales el método idóneo para evitar desperdiciar tiempo y energía, elevando su conocimiento hasta lo más alto recordó cada una de las enseñanzas de Báleyr.

 

─Es momento de reparar el daño que te han causado…─deslizando cuidadosamente sus dedos por el pecho desnudo del hombre, no detectó la pena que lo pudo haber aquejado a la hora de partir del mundo de los vivos. Deseaba conectarse con eso sujeto que le resultaba extrañamente familiar, no podía dar con el sitio y lugar exacto donde le conoció en el pasado─Me pareces tan misterioso y enigmático, justo como suelo ser la mayor parte del tiempo…─revolviéndose dentro de ella un cúmulo de pensamientos y sensaciones.

 

Extrañamente una sola persona, podía causar ese efecto en la Nigromante, pero desgraciadamente había fallecido hacía más de 10 años. ¿Por qué justamente ahora se cruzaba en su camino este joven?. Sería capaz de enviarle un mensaje desde el otro mundo su anterior amigo del alma, aquel con el que solía causar terror donde se aparecía─Realmente te atreverías…─tomando entre sus manos el rostro pálido del castaño, olisqueaba sus labios con sumo cuidado. Jamás se podía descartar del intento de suicidio o la muerte accidental, aunque todo aquello quedo de lado al notar un par de hematomas en su caja torácica.

 

─¿Quién pudo masacrarte de este modo?...─cuestionamientos iban y venían en su cabeza, analizando de cabo a rabo diversas posibilidades. Era como rearmar un puzzle con piezas extraviadas en momentos y situaciones diversas, reencontrar cada uno de los pasajes que había iniciado y concluido antes de morir.

 

Sus sentimientos eran una mezcla extraña, no podían definirse con claridad o darles un mote definitivo. Ahí radicaba lo complicado de su vida y su existencia dentro del mundo mágico, justamente ahí radicaba su esencia más pura y siniestra, desalmada y sin el menor remordimiento en ella─Un lastre más que tendré que cargar…─soltando violentamente al cráneo del joven se resistió a sentir pesar por el mismo. Iría por su alma, buscaría hasta en el último rincón del otro mundo y se la devolvería, pero no esperaba obtener unas gracias como recompensa o algo similar a eso. Detestaba esas muestras de aprecio que solían emplear los magos y brujas, simplemente por el hecho de agradar o intentar recompensar la acción a su favor o beneficio personal.

 

Moviendo su varita a diestra y siniestra, sanaba y curaba todas las heridas. La piel amoratada recuperaba su color pálido, no tenía calor en ella, pero si una coraza que estaba como nueva. El conocer el cuerpo humano a detalle, sí que era una tarea complicada, pero para una persona como Juv, aquello era una tarea que se podía concretar en un santiamén. Cerrando sus ojos, iniciaba un nuevo ritual, entablando una conexión con el cuerpo─Corpo, Vitae, Revitalis, Ánima, Reconstractus, Regeraus…─siseaba sintiendo como la anatomía estaba completamente sanada. Sus pasos la alejaron de la cama de piedra, atrayéndola al portal que momentos antes abriera para poder entrar en el sin contratiempo alguno.

 

Nuevamente una oleada de lamentos y quejidos, azoraban sus oídos turbando por momentos su concentración, el puente de almas condenadas estaba a pocos metros de su ubicación. Ahora no sería seducida tan fácilmente por las tentaciones, ningún alma o espectro la alejaría de su objetivo, cruzar, obtener el alma que buscaba e ir al encuentro del Arcano. Se le hacía raro, no haber escuchado una sola palabra o sonido de su parte, posiblemente deseaba que Cye y Juv nadarán por ese mar con sus propias aletas, dejándolas a mar abierto, arriesgándolas a que se partieran algo más que el alma para demostrarle que eran merecedoras de obtener la tan anhelaba habilidad de Nigromancia. Sus ojos estaban fijos en la estructura de madera, ardientes llamas se elevaban por los costados, parecía que cada uno de los visitantes tenía un paisaje muy diferente.

 

─Esto ha cambiado un poco…─esbozando una ácida sonrisa en sus carnosos labios. Jamás de cansaría de agradecerle todo aquel paraje de aventuras y conocimientos a Báleyr, atreverse a caminar por las brasas ardientes del mundo de los muertos, solo había podido conseguirlo aquel sabio anciano. Nadie como el para hacerla que se pusiera de cabeza o lanzarse a un precipicio plagado de diversas criaturas feroces. Las fauces de un dragón, no eran de temer para Malfoy. Solo el carácter frio y altivo de su actual Arcano, sí que le podía hacer cuestionarse un mundo de cosas y la más importantes de ellas, estaba por ser puesta a prueba en diversas formas. Matizaría todo a su modo, orillando a las circunstancias a ponerse de su lado, confiaba en que sus habilidades y conocimientos le serian de gran ayuda.

 

Malfoy, ¿Eres tú?...─una voz la saco de su momento de cavilación. Era como volverse a ver atrapada por ese par de gemas esmeraldas, abrazada por ese calor que brotaba de su cuerpo y la terquedad que expulsaban todos los poros de su cuerpo. No podía ser verdad, no de ese modo tan cruel y artero, volverse a topar con ese hombre, sí que le había trastocado como un golpe certero en la nuca. Sus ojos se reencontraron con esa mirada angustiada y suplicante, implorándole un poco de piedad o tal vez lastima. ¿Qué demonios hacía en ese sitio?. Realmente había muerto al perder contacto con ella o era una ilusión maquinada por su cabeza, posiblemente era la conexión que sintió con el cuerpo que sano antes de entrar al portal.

 

─Tú eres el alma que busco, ¿no?...─le cuestionó deseando atacarlo con su varita. Era tan grande el odio que le profesaba, no había cabida para nada más que eso dentro de ella y lo tenía más que asimilado. Volvería a matarlo una y mil veces, pero sabía que esas una y mil veces, él le pediría que le sanará y le regresara a su lado. Maldita era la costumbre que tenía el destino de colocarle la misma piedra en el camino, aquella piedra que, al pasar de los años, ya era una montaña difícil de franquear o esquivar. No sentía temor o dolor, solo aversión por tenerlo ahí, justamente delante de ella con ese porte tan quitado de la pena─¿Para qué demonios deseas volver?...─lanzándole aquella duda como un puñal afilado, deseaba que el mismo le diera justo en el corazón. Aquel órgano vital que de una u otra forma dejaría de latir, no importaba que tuviera que arrancárselo con sus propias manos y lanzarlo al séptimo círculo del infierno.

 

─Sé que puedes salvarme, ¿Por qué no aprovechar tan jugosa oportunidad?...─acortaba con cada paso la distancia que los separaba. El del otro lado del puente y ella a poco de cruzarlo, si podía pasarle por alto, no le quedaba más que llevarlo con ella. No se la pondría fácil, si tanto deseaba recuperar el cuerpo que había hurtado, antes tendría que enfrascarse en una batalla con la Nigromante. Era un arma de doble filo, pelear por volver al mundo que abandono tan prontamente o quedarse en ese agujero a pudrirse por el resto de su eternidad─Tú eliges...─espetó sin un solo gesto en su marmóreo rostro. No temía perder o ganar, solo deseaba hacerse con el anillo de la habilidad y salir de ese sitio de una vez por todas. Tenía una prueba que enfrentar dentro de la pirámide, sitio que era la cúspide de todo aquello, el cierre final que nada, ni nadie le impediría tener.

 

Ríos de sangre empapaban el suelo que rodeaba el puente, almas aferradas a escapar, escalaban con dificultad. Cuerpos mutilados retrataban el pesar que los aquejaba, cruzando el primer tramo del puente, consiguió alejar algunas gracias al grimorio que llevaba consigo─Flagelare, Condenae, Inferno, Ánima, Purgae, Condenaes…─amansando a sus posibles atacantes, decidió que era momento de enfrentarse a su enemigo. El poder de la oscuridad que habitaba en ella se acrecentó poco a poco, intoxicando todo su interior, infectando sus sentidos, despertando de forma irremediable a la bestia que dormía en lo más profundo de su ser. Aquella hidra de nueve cabezas de nombre War, asesina nata y controladora de las acciones sanguinarias y vejaciones que desde siempre cometió Juv en contra de los que consideraba sus enemigos o personas que no merecían vivir dentro del mundo mágico.

 

─Cuidado con perder el eje de las cosas, vine por tu alma y nada más…─rompiendo de ese modo el lazo que los unió desde siempre. El vínculo estaba extinto por completo, no importaba que le devolviera la vida, no existiría motivo o razón para que le estuviera agradecido. Caso contrario con el primer cuerpo que sano y volvió al mundo de los vivos, matices y contrastes entre ambos hombres, similitudes que se diluían como pintura en agua, desdibujándose poco a poco el nexo que tenían con la rubia ojiazul oscuro. Su cuerpo se vio azotado por fuertes oleadas de calor, lava ardiendo era lanzada por su contraparte, enemigo acérrimo que hoy buscaba matarla a como diera lugar.

 

Brotando de ella una de las tantas cabezas que poseía la hidra, emergiendo como el tentáculo de un kraken que golpeó salvajemente a su objetivo. Magulladuras severas y cortes se abrían en la piel del castaño, daño provocado por una oleada de odio puro, resentimiento y tal vez, solo tal vez un dejo vago de lastima y desprecio. Nuevos golpes iban y venían contra esa alma, estando consciente de que todo era observado por el único ojo del Arcano, aquel que podía ser duramente lapidario si se lo proponía. Ambos estaban al filo de la navaja, ella sangrando por diversas heridas, pero el sangrando por un orgullo que difícilmente podría ser resarcido con éxito. Tenía que llevarlo con ella, convencerlo de un modo menos agresivo, pero como hacerlo, si lo odiaba como a nada en el mundo.

 

Debía ser analítica y reflexiva, no descabezada y vengativa. Alargando la mano para tomar el brazo ensangrentado del hombre, no le quedo más que frenar la batalla e ir en busca de la salida. Secándose el sudor dela frente ennegreció un poco su angelical y marmóreo rostro, perdiéndolo en una capa de sangre y tierra. Caminando ambos sin decir una sola palabra, ya iba pensando en cómo explicarle el porqué de todo aquello, sacándose de la manga una perorata parecida a la que le diera a su primera víctima. Sus ojos iban fijos en el frente, no le había mirado una sola vez y agradecía que él tampoco le buscará la cara o se ganaría algo más que una nueva tunda. Saliendo del portal el alma estaba en el sitio idóneo, justo al lado de la cama de piedra─Corpo, Ánima, Vitalis, Rencarnae, Infernus, Demonis, Oscuratae…─abriendo una brecha por donde entraría el alma─Vamos tenes que volver…─mirándolo fijamente continuo con el canto. Sin detenerse un solo instante, sintiendo como se quedaba sola, nuevamente lo había conseguido traerlo de vuelta, dejándolo protegido de cualquier ataque.

 

─Tengo que irme…─despidiéndose de vio engullida por una ilusión que parecía más real que otra cosa. Era idéntica a ella, similar en el cuerpo y la personalidad, pero con un detalle que resaltaba, ante todo, carecía del brillo que los orbes lapislázulis de Juv solían tener. Era como una réplica inexacta en parte, deseosa de sembrar el terror en todo el mundo mágico, asesinando a destajo a todo aquel que se cruzará en su camino─¿Ahora te ha pegado el sentimentalismo barato?...─le cuestionaba al menor de sus hermanos. Ya no se reconocía al ser oscuro que solía hacer, ahora solo estaba esa mujer que detestaba todo lo que le rodeaba, infestada por una sed de odio y venganza desmedidos.

 

Su contraparte estaba muerta, no quedaba nada de la antigua Juv. Ahora solo revestía una parte de ella, aquel cuerpo que estaba siendo consumido por una oscuridad que dentro de poco no dejaría nada con vida, exterminando a la humanidad entera. Era lo que deseaba en el pasado, pero el haber abusado de la Nigromancia, sí que le estaba cobrando un alto precio, sentenciándola a perder la poca cordura que conservaba antes de dejarse arrastrar por ese nocivo deseo de matar y solo matar. No le importaban las consecuencias o lo que pudiera perder, ya no tenía nada más que beberse la sangre de sus víctimas a boca de jarro.

 

─No me importa, jamás me voy a arrepentir de la decisión que he tomado. Este ha sido el camino que tome y si para ello debo perderlo todo, pues que así sea…─perdiéndose en esa imagen que poco a poco se desdibujada en su cabeza. Era una persona desalmada y malvada, no encontraba nada de malo en seguir acrecentando ese lado siniestro que poseía y seguiría poseyendo a pesar de todo.

 

Pero el desprenderse de sus dos hermanos, aquellos seres que eran todo para ella, compañeros de vida que le ayudaron a obtener parte de lo que poseía no era posible. Tenía tiempo para pensar en dejarse perder o no por al abuso de la habilidad que obtendría, no se cegaría antes de tiempo y menos se comería el cerebro con acontecimientos que estaban lejos de ese lugar. Ladeando la cabeza con fuerza, no perdió tiempo y se dirigió hacia donde estaba la pirámide, sitio donde el Arcano las estaba esperando para dar inicio a la verdadera prueba.

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Apenas había caminado un tramo cortito o eso le pareció a la Lockhart quien seguía molesta e incómoda por quien había encontrado dentro del portal --¡Un hermano, maldita sea!-- mascullo mientras examinaba la ruta a seguir dentro del laberinto, su instinto le indicaba que era hacia el frente pero un resplandor en el desvió hacia la derecha llamo su atención y como siempre ella no se iba a quedar con la curiosidad aunque en su cabeza se repitiera “La curiosidad mato al gato” inhalo una gran bocanada de aire y se adentro en busca de la luz, pero solo encontró un gran espejo sostenido por magia según sus sospechas.

 

Rodeo el espejo sin encontrar nada, y volvió a pararse de frente viendo su propia imagen de cuerpo entero reflejada en el --¿Qué me quieres decir?-- pregunto aunque era ilógico que el objeto contestara, para su sorpresa el espejo comenzó a resplandecer de nuevo y cuando los destellos luminosos lo abandonaron ya no era su imagen la que se refleja sino la de una mujer idéntica a ella en lo físico, pero diferente en muchos sentidos.

 

Al observarla descubrió el paso de los años en su piel, canas disimuladas por el propio color dorado de una cabellera descuidada y poco abundante, el anillo de la nigromancia se alojaba en el dedo corazón junto al de compromiso, casi instintivamente busco la mano derecha para comprobar si el de bodas seguía donde debía y con alivio lo vio resplandecer, así que seguía casada con Ishaya, quien de cierta forma era su contraparte y equilibrio. Sus ropaje no eran los que hubiera elegido, los tonos oscuros y pocos luminosos era más como los de su madre y… ¡el amuleto no estaba!

 

--Esto es una patraña, yo nunca dejare de ser una...-- “cuidado, no estás sola” le advirtió su conciencia y tenía razón aun no sabía cuál era la tendencia del arcano fuera de esos muros, posiblemente en su brazo se mantuviera oculta la marca de los seguidores de Voldemort y permitir que su mente se abriera, descuidar palabras o acciones podían dejar a la vista su oculta identidad como Fenixiana poner en peligro a los suyos y a los que por asociación serian atacados como miembros de la Orden del Fénix. Tenía que serenarse, se giro dándole la espalda al espejo ¿Por qué el arcano le mostraba su yo de esa forma? Volvió a mirar la imagen y se sentó en el piso frente a ella. Cerró los ojos y aquieto sus pensamientos hasta solo escuchar su propio corazón, entonces volvió abrirlos al escuchar un “pisss, pisss” los abrió era ella misma con una sonrisa sádica en los labios, toda luz había huido de su alma y atendiendo a sus temores, la imagen se descubrió el brazo donde un tatuaje cobro vida --Estas loca yo no puedo haber…-- enmudeció y eso basto para que su mente trabajara con velocidad como si la sagacidad que había estado nublada se instaurara de nuevo.

 

--Eres como el espejo de Oesed, pero tu muestras mis peores temores, eso es, me muestras lo que sucederá si…-- que tenía que ver todo esto con la prueba, “abuso” -Abuso de la nigromancia, en eso me convertiré, ¡claro! Perderé mi rumbo y la luz de mi alma para convertirme en esto-- dijo un tanto sorprendida del giro que podían dar las cosas, no solo se trataba de abandonar ideales, sino de perder el norte, de consumirse en el proceso, de que la oscuridad encontrara asiento dentro de ella. Aun así no iba a renunciar, volverse ese ser era un riesgo genuino y latente, pero usar el poder de la nigromancia con inteligencia, diligencia y razón era lo que en realidad esperaba lograr y probar que aunque fuera una sacerdotisa, una fenixiana y una ciudadana digna y honrada podía tener control de una habilidad de magia tan oscura para hacer bien.

 

--No renunciare a la Nigromancia porque estoy segura que tu nunca llegaras a ser-- se levanto del suelo alejándose del espejo para volver a su camino --Estos pocos minutos fueron toda tu existencia, no más-- la roca que había masajeado mientras pensaba sentada en el suelo y que aún conservaba en la mano, la lazo estrellándola contra el cristal despedazándolo en muchos pedazos que rompieron el silencio y cayeron al piso junto con el marco desatándose una especie de bruma oscura que la rodeo intentando paralizar sus acciones y pensamientos, pero la sacerdotisa era demasiado terca o muy hábil y confiaba en su capacidad de crear luz y conectarse con su elemento, extrajo a Belisama, su varita y dibujo un circulo en el suelo al tiempo que invoco el elemento fuego a través de un “incendio”, una chispa era lo que necesitaba para que las energías se fusionaran, en un abrir y cerrar de ojos estaba rodeada por un circulo luminoso que en armonía con el poder y conciencia de la bruja se elevaba cubriéndola toda y alejando la bruma hasta disolverla del todo. Cuando Cye estuvo a salvo el fuego se extinguió y ella comenzó a correr hasta que estuvo fuera del desvió y a pasos de la entrada a la pirámide con una sensación de liberación, Hizo una pequeña inclinación a la pirámide como si fuera una fuerza viva y luego traspaso la puerta hasta situarse a varios pasos del arcano. Fue entonces que se encorvó un poco hasta poner las manos en sus rodillas a modo de apoyo para no caer al suelo y tomar un respiro haciendo que el aire entrara en sus pulmones tanto por su propio bien como por el del bebe, que ya se estaba estresando.

 

--Arcano-- hizo una venia casi imperceptible a Bályer y fue entonces que noto que Juv no había llegado, tal vez la había pasado en la carrera. Cuando pudo respirar sin complicaciones fue que comenzó a estudiar la sala circular admirando no solo sus dimensiones sino la exactitud y la belleza de la misma y también noto el pedestal con los dos anillos ¿llegaría alguno a su mano?

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─Ha sido realmente extraño…─siseó sin aminorar el paso, no podía perder más tiempo para llegar a la pirámide. Entrando por la puerta principal de esta, no pudo evitar esbozar una sonrisa ácida en los labios. Lockhart siempre deseando impresionar con ese lado “bondadoso” que poseía, no entendía como no se cansaba de ser tan benevolente e ingenua─Te venia pisando los talones…─expreso con un brillo malicioso en sus orbes azul oscuro. Ella no consideraba la prueba como una competencia o como un juego del gato y el ratón, justamente por eso no se precipito en cada uno de los pasos que la condujeron hasta el recinto mágico. Se había tomado su tiempo para analizar todos y cada uno de los acontecimientos, recuerdos iban y venían en su cabeza, revoloteando como cuervos ansiosos por devorarse un buen trozo de carne.

 

El encuentro con aquel par de jóvenes, no era menos que una mala pasada del destino. Matices que le daban a su vida un toque peculiar y especial, jamás echaría en saco roto lo aprendido en cada uno de esos momentos, vivencias y experiencias que le permitieron conocer la vida humana desde diversas perspectivas. Sus enemigos y amigos marcaban siempre un parte aguas, ya fuera positiva o negativamente─Me he tomado mi tiempo, no podes echarme eso en cara o ¿si?...─desviando su vista hacia Báleyr esperaba que comprendiera su demora. Desde que entro a esa mazmorra comprendió a la perfección que nada sería sencillo, no le otorgaría el anillo de la habilidad así como así y mucho menos por tener el título de la hija del Ministro de Magia. Dentro de esa clase los títulos nobiliarios quedaban reducidos a motes sin razón o sentido de ser, ahí radicaba lo mágico de todo aquello que tenía que ver con la Nigromancia.

 

Despojarse de todo lo material y vano, para poder acceder algo mucho más importante y con un valor incalculable. Por eso le parecía justo enfrentarse a más de una prueba antes de acceder a la definitiva, ¿Por qué no hacerlo?, ¿Por qué no jugarse el todo por el todo?. Al grado de entregar su vida de ser necesario, ya conocía el otro lado de la moneda y no le atemorizaba terminar sumergida por toda la eternidad dentro de un rio de lava, despellejándose por completo, para dentro de unas horas volver a reconstituirse todo en ella, quedando intacta. El purgar una condena, no era tan severo o flagelante como muchos se lo imaginaban─Pase por mucho, pero creo que es el castigo justo a mis primeros desatinos dentro de este adiestramiento…─inclinando ligeramente su cabeza reconsideraba con esa acción sus errores cometidos. No era la clase de persona que se iba arrepintiendo de la nada, pero tampoco pasaba por alto excusarse de forma sincera cuando la situación lo requería.

 

La pirámide era diferente a como la recordaba, no daba con el mismo paraje que le condujo hacia ella la vez que presento la prueba de Animagia. Posiblemente cada Arcano la adecuaba a sus necesidades y a los obstáculos o sorpresas que la prueba tuviera preparada para cada uno de los alumnos. Esperaba que le tocará de nueva cuenta revivir algún cuerpo o salvar un alma de su eterna condena, extrañamente le había tomado gusto a esa práctica y estaba segura que no sería la última vez que tuviera que emplear ese tipo de magia. Solo deseaba que no fuera para salvar a sus seres amados o personas que, por alguna extraña razón, aunque le costará admitirlo formaban parte fundamental de su existencia como vampira.

 

El vivir y el morir eran parte de la existencia de los seres vivientes, comparados con el ying/yang. Si ella empleaba erróneamente los dones que le otorgaba la Nigromancia, no le quedaba la menor duda de que el castigo o sanción por dichas atrocidades sería altamente costoso y no le quedaría de otra que pagar el saldo a cubrir y desprenderse de algo sumamente preciado para ella. No le importaba que su arrogancia volviera aflorar en todo su esplendor, ya sabía cómo manejarla y ponerla a raya─Estoy lista y preparada para la prueba final, no tengo duda alguna de que deseo enfrentarme a lo que sea para obtener el anillo que otorga la habilidad de la Nigromancia…─asintió categóricamente mostrándose decidida y tajante. No daría un solo paso al costado, no echaría por la borda todo su trabajo y mucho menos se dejaría amilanar por el miedo.

 

El miedo no era una opción dentro de sus cualidades, simplemente se dejaría llevar por lo que el destino dictaba. Eso sí, no permitiría que este empañará sus planes para hacerse con la sortija, aferrándose con uñas y dientes a su mayor anhelo. Sabía que fuera de ese lugar le esperaban las dos personas que había salvado del mundo de los muertos, ya le tocaría elegir cuál de ellos permanecería a su lado y cual sería alejado de su presencia por toda la eternidad. Había elegido regresarles su posesión más preciada, aquella que si no era valorada podría perderse en un abrir y cerrar de ojos y difícilmente les seria restituida a los que por apostar erróneamente sus cartas la perdieron de forma irremediable. Sus pensamientos iban y venían, atrayendo hacia ella esa fuerza que desde siempre la mantuvo en pie─No creo que seas una buena aliada de la oscuridad…─sonrió centrando su vista en Cye.

 

Sería una desgracia para la oscuridad tener en sus filas a un ser tan “bondadoso” y “débil”. Estar dentro de la boca del lobo, no era como irse de camping o pasarse un día entero dentro de un spa, se nacía con mala entraña o se nacía con un halo dorado sobre la cabeza. Ahí destacaba la dualidad entre ellas, Lockhart entregada a la luz y bondad y Malfoy consagrada a la oscuridad y la maldad pura. Jamás se vería como una persona sentimental o amorosa, no le iba esa personalidad que iba salvando a todo aquel que se cruzaba en su camino. Ella prefería lo práctico cortar de tajo el problema, exterminar a los que consideraba indignos habitar dentro del mismo mundo que ella, sometiéndolos a las peores torturas y vejaciones. Lanzándolos al séptimo círculo del infierno, no sin antes hacer pedazos el cuerpo material que les podría servir para volver del más allá.

 

Esperaba que Báleyr, les diera luz verde para comenzar con la prueba. Además de indicarles las instrucciones a seguir, anhelaba iniciar de una buena vez. Aunque algo dentro de ella, le obligo a calmarse y serenarse, no era necesario lanzarse al vacío de una, no sin tener todas las armas para poder salir bien airada de esa prueba de irse con un anillo como recompensa o mejor dicho, como un logro que atesoraría para siempre.

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La nigromancia no consistía únicamente en dar vida a otra persona. El poder de un Nigromante llegaba al punto en que podía salirse de control. El Tuerto lo sabía, y sabía también el precio que se podía llegar a pasar si se cometía la imprudencia no tomar decisiones correctas. Cada mago era un mundo, por su puesto. Para uno traer de vuelta a alguien podía ser un sacrilegio mientras que para otro traer a esa misma persona podía significar su salvación y el clímax de su magia como nigromante.

 

Por eso él no salía juzgar las decisiones de sus aprendices, al menos no la mayor parte del tiempo. Ellos eran libres de forjar su propio camino y de pagar el precio que eso significaba. Tampoco era tan mundano ni banal como para llegar a pensar que la vida se dividía en blanco y negro. Era todo, de nuevo, cuestión de las decisiones que se tomaban.

 

—Han tomado decisiones que forjarán su destino. No teman a la muerte, pero tampoco crean que esta las tratará de buena forma si llegan a descuidarse.

 

En su mano se podía ver aquella negruzca vara de cristal que le permitía agudizar su poder mágico. Hacía falta en situaciones como esa, situaciones en que debía romper la realidad y dejar que El Portal se hiciera presente en su máxima expresión de poder. Aún no lo activó, quedaba tiempo.

 

—Los anillos del aprendiz me permitirá estar al tanto de su prueba y también podré de esa forma salvaros la vida. Recuerden que siempre deben buscar una ancla con la realidad. Si se sienten en peligro y quieren desertar deben encontrar esa ancla y yo podré traerlos. Por su puesto, el Portal jamás lo dejará volver por esa puerta. No sabrán que se enfrentan a una prueba pero muy en el fondo encontrarán la fuerza necesaria para continuar.

 

Colocó en el suelo, en frente del portal, los anillo del aprendiz que preparó para aquella ocasión.

 

—Hasta tres veces puedo preguntar, nunca más de tres. Si tres veces pregunto y obtengo negativas El Portal se cerrará para siempre. Más si creen no estar preparadas, negativamente pueden responder y volver en otra ocasión. Los actos, como espero hayan comprendido hoy, son mucho más valiosos que las palabras. ¿Desean enfrentarse al Portal de la Nigromancia? Tomen un anillo y estarán vinculados a la prueba que definirá si obtienen o no el poder dela Nigromancia de forma definitiva...

 

Golpeó el suelo siete veces, como siete son las habilidad y siete las puertas de El Portal. Como siete fueron los horrocruxes que Voldemort creó con la finalidad de vencer a la muerte. Acto seguido tocó en siete puntos diferentes de El Portal haciendo que una puerta de sombras absolutas se hiciera presente.

 

—El Portal las transportará al pasado o al futuro, a un mundo real o a uno de fantasía. Tomará de sus mentes fragmentos de importancia y recreará aquello que él crea que es la mejor forma de probar su valía con la muerte.

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Siete veces retumbo el báculo de Báleyr contra el suelo, siete veces que anunciaban el principio del fin. Solo tres veces preguntaría., si estaban preparadas o no, tres veces que se grabarían en su piel como hierro ardiendo, plasmando en ella una marca que permaneciera por el resto de su eternidad─Estoy lista, estoy lista, estoy lista y siempre lo estuve…─respondió confiada de los conocimientos que poseía. No echaría en saco roto esa oportunidad, no perdería el hilo de la situación, costará lo que costará llegaría al final del camino. Avanzando con una seguridad desmedida hacia donde estaba en anillo de Nigromancia, calzó este a la perfección en su dedo corazón, percibiendo la magia oscura que emanaba de tan preciada joya.

 

El momento de la verdad estaba a pocos metros de ella, resplandecía como mil soles, pero quemaba como la lava más pura que inundaba los mares que existían dentro del infierno. Un profundo ardor se extendió por su clavícula, quemando su nívea piel, abriendo pequeños surcos que se extendieron por toda su extremidad superior. Ahí estaba la marca que tanto se había esforzado en mantener a raya, aquella condena que cargaba sobre sus hombros y los de sus dos hermanos. Los trillizos Malfoy, no tenían la más remota idea del castigo infringido en ellos, tormentos incesantes los acecharían por el resto de su eternidad. Heridas sanguinolentas se abrirían de cuando en cuando, pústulas que, al intentar ser sanadas expulsarían gases y sustancias toxicas para el que tuviera contacto con ellas.

 

─Ha iniciado…─siseó adentrándose en el portal. La marca de Caín, aquel hombre que se había atrevido a sesgar arteramente la vida de su hermano Abel. Envidioso, cegado por un odio descomunal que le carcomió por dentro, orillándolo a matar al único ser que podría acompañarle por el resto de su vida, acciones como esas cobraban un alto precio que muy pocos estaban dispuestos pagar. El anillo se había amoldado a su dedo a la perfección, despertando en ella un cúmulo de sanciones extrañas y nuevas para la Nigromante, quejidos y lamentos se agolpaban en su cabeza, cuerpos mutilados se extendían por todo el camino a andar, suplicando una mano amiga que los arrebatará de tan flagelante tormento. Su marca se mantenía ardiendo, destellando como una estrella que jamás moriría y esparciría su polvo por el oscuro cielo─Parece que la Nigromancia ha elegido un arma de doble filo…─el grimorio estaba afianzado con firmeza por su diestra.

 

Delante de ella sombras iban y venían de un lado otro, sino estuviera segura de que eran almas. Posiblemente las hubiera confundido con dementores, aquellos seres que se encargaban de arrancar los buenos y sentimientos de las personas, dejándolos huecos como un cascaron de huevo que había perdido su clara y yema sin esperarlo siquiera. Ahí justo en un rincón permanecía una sombra de gran tamaño, admirando al resto sin prestar demasiada atención a la recién llegada. Sus orbes lapislázulis estaban analizando cada uno de los movimientos del ser oscuro, delineado la capucha que cubría su faz, jugando con las posibilidades de dar con la identidad correcta de esta. No respondía al cantico lanzado por el grimorio de Malfoy, no danzaba al mismo ritmo que el resto, no se inmutaba en lo más mínimo. Tal vez, no le interesaba formar parte del espectáculo o simplemente se estaba reservando para lo mejor─¿Te conozco?...─inquirió la rubia quedando muda al toparse con el rostro de esa desconocida.

 

No daba crédito a la imagen que le obsequiaban sus ojos, harapienta y sin más que un par de anillos en sus huesudas manos. Uno de ellos pertenecía a la habilidad de Animagia y el otro al de Nigromancia, ¿Cómo demonios fue a parar tan preciado poder en un ser tan insignificante ante sus ojos?. No entendía nada, solo se limitaba a mirar la boca torcida de la mujer, contrastado con aquel rostro desencajado sacado de una película de terror muggle. Nada en ella era lo que se esperaba, ropajes hechos girones, huesos expuestos y cabellos enmarañados─¿Cómo te llamas?...─le cuestionó sin perderla de vista. No quería sorpresitas de momento, ya las dejaría para más adelante y si el portal se lo permitía, iría mucho más allá de los límites de este─No me reconoces…─siseó revolviéndose en el rincón─No soy la misma, lo sé…─bajando la mirada se perdió en un mar profundo sin posibilidad de volver a mirar a la rubia.

 

─Porque te conocería, no creo que hayamos tenido el placer o ¡si?...─mordiendo su labio inferior rebuscaba afanosamente en sus recuerdos. Rostros y más rostros iban y venían, paseándose como los protagonistas de una obra de teatro muggle o los aspirantes a un casting. Sus manos deseaban tocar las de la ojiazul oscuro, comunicarle de esa forma que estaba cometiendo un gravísimo error y que aún estaba a tiempo de dar la vuelta y volver por donde había venido. La Nigromancia era un don y una maldición, no se podía jugar con ella, no se podía apostar el todo por el todo, no si se esperaba ganar el doble de lo invertido en tan macabro juego─Definitivamente, no te conozco…─evitando prestarle más atención de la debida retomaba su andar despreocupada. No sin antes quedar presa de un nuevo escozor en su piel, aquella marca aumentaba más y más de tamaño, extendiendo el dolor que acabaría por consumirle por completo.

 

Era la prueba final, el consagrar su vida a una habilidad que le había mostrado los dos lados de la moneda o tirarse sobre el suelo a llorar y pedir que el Arcano la sacará de ese suplicio─No, no y no…─canturriaba sintiendo un par de huesos tomar su brazo─¿Cómo te atreves?...─espetaba arrogante. Zafándose de ese trozo sin vida, contendiendo sus ganas por pulverizarla con un solo movimiento de su varita o en el peor de los casos castigarla con uno de los tantos hechizos que resguardaba su preciado grimorio. Era de esperarse su reacción, el verse detenida por esa mujer que hasta hace unos momentos era una desconocida y que ahora se empecinaba en captar la atención de Malfoy─¿Qué puede ser tan importante que no acabas de decírmelo?─expreso mostrándose un poco hastiada.

 

─Vaya que tienes mala memoria, poco te acordas del daño que te causó esa marca que apareció en tu piel tras cruzar el dichoso portal…─arremetiendo contra la joven decidió que era momento de soltarle poco a poco lo que tenía reservado para ella─Estás aquí aspirando a un poder superior, tal y como lo hizo aquel que término con la vida de su hermano menor. No aprendiste nada en todos estos años, ahora la Nigromancia se extenderá como un virus dentro de ti y unido a la marca de Caín, despertará el verdadero ser oscuro que ha dormitado en ti durante años…─soltó sin anestesia. Malfoy no se inmutó en lo más mínimo, ¿Por qué le importaría perder más de lo que ya había entregado durante toda su vida?, ¿Qué más daba perder un poco más de todo para obtener algo que nadie podría ofrecerle a manos llenas?. Ahí radicaba la diferencia entre la mujer que intentaba disuadirla de su decisión, mostrándole solo el lado que le convenía de todo aquello.

 

─Caín, eligió matar a su hermano por envidia. Yo me desharía de los míos por algo más que simple poder ilimitado y creo que sabéis a lo que me refiero…─esbozando una lóbrega sonrisa en sus labios permitía de ese modo que la marca hiciera lo suyo. Condenarla por el resto de sus días, aceptando todas y cada una de las condenas que eso conllevaba, vagar por el mundo sin tener consuelo, acostumbrada a matar a todo aquel que considerará débil para habitar el nuevo mundo que estaba a poco de descubrir. El cielo se oscureció por completo, dando paso a una noche que abrazaba todo con sus sombras, sembrando en el interior de las almas un temor que jamás habían experimentado, no era como el que le habían delegado su juez a cada una de ellas.

 

No aquello, sí que iba mucho más allá de la comprensión humana, aliada a Osiris y Caín, comprobaría en carne propia lo que era vivir y morir al mismo tiempo. Morir para renacer y renacer para morir, justo precio para lo que obtendría al final. Viajaría primero al pasado, después al presente y remataria con el futuro, cada uno de ellos sentirían el dolor en carne viva, quemándose dentro del cráter de un volcán activo, extinguidos por las llamas de un infierno que irremediablemente estaba consumiendo a la joven de dorados cabellos.

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Apenas llegaron el arcano las observo sin hacer comentarios sobre sus actuaciones y mucho menos emitió algún juicio, más bien se concentro en lo que estaba por venir, poniéndolas al tanto de lo que iba a ocurrir una vez que respondieran afirmativamente y tomaran la prueba. Pasado y presente podían mezclarse y un ancla a la realidad debía procurar por si querían renunciar. Pero la Lockhart ni siquiera contemplo tal posibilidad de renunciar, deseaba como pocas veces, esa habilidad, quizás fuera su perdición pero no daría marcha atrás.

 

Contemplo fascinada los movimientos que Bályer hacia con su vara de cristal golpeando el piso y luego tocando en siete puntos el portal para que la puerta por donde accesarian se abriera. Cye se agacho y tomo el anillo restante y se lo calzo en el dedo índice de la mano izquierda, enderezándose y pronuncio --Lista y decidida a tomar la prueba-- Luego con paso lento avanzo hasta la puerta que esta vez no resplandecía como otros portales, sino que más bien era de una negrura absoluta que amenazaba con tragarse a quien se acercar. Apretó la mano donde había calzado la alhaja sintiendo la fuerza de la magia oscura que la impulsaba a proseguir. Al fin desapareció en medio de aquel agujero negro para comenzar la verdadera prueba.

 

Dentro del portal sus pensamientos se esfumaban como la espuma, el único nombre que permaneció latente fue el de “Ishaya”, “Ishaya”, pensar en él era automáticamente sentir la ternura, la pasión, y el amor materializado en ese bebe que también la acompañaría a su prueba, era su presente, su futuro, su motivo, su ancla a la vida. Unos pocos pasos y olvido todo, dentro era un enorme corredor donde no se apreciaba a nada ni a nadie, de cuando en cuando mientras avanzaban aparecían arcos con más oscuridad ¿Qué pasaba si se desviaba? En el siguiente lo averiguaría, decidió entonces fue cuando el arco se dibujo y la aprendiza de nigromante se apresuro a adentrarse, era un espacio reducido con pequeños hoyos negros en el suelo, y pequeñas ventanas en la pared, del tamaño de su delgada anatomía, al menos hasta sus hombros, se acerco y metió una mano pero no paso nada, era frio nada más, inconscientemente acaricio el anillo y apenas empezó a percibir un sollozo que le pareció familiar, proveniente de la ventana, acerco el oído y como si una fuerza oscura la empujara su cabeza se sumergió en el agujero.

 

..…--- 1---…..

 

Ante sus ojos apareció aquel cuarto oscuro con solo una ventila procedente de una ventanita que estaba a una altura que ella no podía alcanzar, pues ya no tenía la altura ni la edad suficiente, era una enana de apenas un metro de altura próxima a cumplir los siete años. Escucho pasos que la hicieron caer de la escueta cómoda por la que estaba trepando para tocar aquel hilo de sol que se colaba en medio de aquella negrura.

 

--¿Hasta cuando lo intentaras mocosa del demonio?-- escucho que le decía tras girar la llave que abría la puerta y verla en el piso con uno de los cajones sobre la cabeza --No hay salida, aquí te quedaras hasta que tus papitos vengan por ti, no creas que voy a dejar salir a un monstruo como tú con las demás niñas-- grito una voz que denotaba enfado, la mujer corpulenta oculta en un habito y excusada en la autoridad que le daba ser la regente de aquel lugar de donde la pequeña torre era solo un punto y la pequeña Cye una simple oveja en medio de un gran rebaño.

 

--¡Quiero salir! ¡Déjeme salir!-- grito la flacuchenta enana abalanzándose sobre la mole que representaba la directora del colegio quien de un solo manotón y sin contemplaciones la tiro contra el muro. --No saldrás y más vale que te acostumbres a la idea, disfruta tu comida-- comento tras una sonora risotada, a la que la Longbottom respondió con una mirada hostil y una llamita que comenzaba a encenderse. Tras el silencio y la vuelta a la tetitrica soledad, la niña encontró la fuerza para estrellar la bandeja contra el marco de la ventanita, parte de los alimentos cayo al vacio, pero otra quedo allí pegostosa. Cansada y adolorida se dejo caer en el frio piso hasta que sus ojos se cerraron e imaginaba que alcanzaba a la ventanilla y que los barrotes se abrían para dejarla pasar. Como si sus sueños tuvieran el poder que despierta ni tenia se hayo al otro lado suspendida de los barrotes con la nada reclamándola, desanimada, temblorosa y atónita se soltó mirando a su alrededor e incapaz de detener la caída que la llevo al siguiente recuerdo.

 

..…---2---…..

 

--Tengo sueño-- susurro bostezando ante la caricia de una mano que conocía bien, aunque en realidad el perfume del mago llegaba primero a sus fosas nasales que sus acciones. -Abueloooo- se quejo removiéndose bajo las sabanas de aquel rosa suave que adquirían una tonalidad más encendida debido a los rayos del sol tras las cortinas descorridas.

 

--Es hora de irnos, no querrás que perdamos el carruaje mágico o ¿sí?-- aquellas simples palabras hicieron que la jovencita de 15 años casi 16 saltara de la cama y corriera hacia el baño para aparecer cinco minutos después envuelta en un overol de jeans y una franela blanca, unas zapatillas deportivas y una coleta alta en la que estaba escondida aquella mata de risos dorados, cero maquillaje, cero perfume, cero arreglos más que lo básico. --Así no atraerás a ningún chico-- siseo su abuelo ante el aspecto desgarbado de la bruja que era todo lo contrario a él que perdía horas acicalándose. Ella rio y contesto de buen talante --¡Yo no voy a casarme nunca! no vez que soy un alma libre y por cierto vas retrasado, no querrás que el carruaje mágico nos deje o ¿sí?-- alzo una ceja y jugó con las palabras, otra sonora risa y echo a correr hasta alcanzar el borde de aquella escalera labrada deslizándose por el barandal que adquirirá nuevo lustre tras el paso de la tela a gran velocidad. Lo mejor era el final, siempre cuando estaba a punto de caer al final de la madera su abuelo aparecía y la tomaba en el aire plantándole un beso en la frente y depositándola en el piso.

 

Esta vez cuando corrió hacia la puerta del castillo y la abrió en vez de un soleado día como esperaba, la oscuridad la reclamo jalándola hacia su tercer destino.

 

..…---3---…..

 

--Es usted muy amable, gracias por preocuparse por mi bienestar-- le decía a un mago la rubia que ahora contaba con 17 años y una apariencia más sofistica y glamorosa, nada que ver con el desastre que fuera a hasta los 15, también más centrada y más abrumada por las responsabilidades. El castillo de su abuelo estaba casi destruido, había mucho trabajo por hacer, y este hombre de mirada directa, modales refinados se ofrecía a montar vigilancia para evitar que fuera atacada por vándalos, la verdad… no sabía si se refería a Fernando Black que acababa de ofrecerle lo mismo, pero algo en su interior se removió, la curiosidad dormida hasta entonces empezó a despertarse y él, él se metió en su mente de a poquito haciendo que el nombre de Adriano Wallace la hiciera sonreír y cobrara una importancia que marcaria su vida.

 

Todos esos eran recuerdos de su pasado, pero eran tan claros, podían sentir y ver a las personas, las cosas como si volviera a pasar, o ¿realmente nunca habían pasado y lo estaba experimentando por primera vez? Medito por un minuto incapaz de romper el velo que la había envuelto entre el pasado, el presente y el futuro, incapaz de saber qué rumbo tomarían las cosas y quedándose a merced de aquella magia oscura que la embriagaba como la mejor y más efervescente botella de champagne.

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Su lado oscuro comenzaba acentuarse con más fuerza dentro y fuera de ella, aquella marca se extendía por algo más que su clavícula marcando un sendero que se abría una brecha entre la poca cordura que le quedaba y la locura que carcomía su cerebro. Entendía que el morir era un proceso por el que todos los seres humanos pasarían, nacer, crecer y morir, pero el perder la vida para ella, no siempre significaría el fin de un proceso o ciclo. Sino el inicio de algo que marcaría su vida y de los quienes le rodeaban, ya fuera en el ámbito laboral o personal. No se mostraría como era en un comienzo, aquella prueba dejaría secuelas que transformarían todo en su interior y exterior─Es una elección tomada desde hace mucho tiempo…─heridas profundas se abrieron en su piel, laceraciones dolorosas que le provocaron de un momento una arcada involuntaria.

 

Ya le habían matado en el pasado y parecía que esos recuerdos afloraban como una condena eterna. Su cuerpo magullado por el tiempo y las batallas, no era la mejor imagen de ella en esos momentos─Estaís jugando con fuego…─sentenció mirando al sujeto que estaba delante de ella. Portaba una varita oscura como el ala de un cuervo, destacando en sus labios una sonrisa que dejaría helado a cualquiera pero no a Malfoy─Decidiste levantarte de tu tumba, ¿no?...─replicó notando a su rival elevar con parsimonia su arma─Atácame con lo mejor que tengas, no pienso dar un solo paso atrás…─trayendo a su mente el recuerdo de su esposo. Aquel hombre que era un pilar indestructible en su vida, cable a tierra que la mantenía por momentos alejada de su objetivo principal.

 

Aquel par de ojos castaños, ávidos de tanta fuerza y carentes de un objetivo en específico. Aún con todo eso, no le echaba en cara su ausencia, como hacerlo, si comprendía a la perfección que no se necesitaba tener a una persona cerca para sentirla como tuya por el resto de tu eternidad. Un fuerte golpe la devolvió al campo de batalla, transportándola al interior de una de las celdas de Nurmengard, la prisión donde varias personas habían purgado penas más flagelantes que las que se imponían dentro del mundo de los muertos. Hecho un despojo humano, le miraba detrás de esa maraña oscura que simulaba ser su cabello, contrastando con ese par de gemas esmeraldas─Un traidor a la causa o mejor dicho a su causa…─clavando su afilada katana en su pierna ya lastimada, le arranco un placentero grito de dolor.

 

─Elegiste mal el sendero que recorrer dentro del mundo mágico, no hay peor error que el de oponerse a una fuerza tan poderosa…─no le importaba lo que pensará de ella y las conclusiones que sacará sobre el sitio al que pertenecía. Era un secreto a voces para mucho, pero para ella portar aquel tatuaje era un honor que pocos merecían y que los que lo gozaban, no siempre se atrevían a mostrarse como eran realmente. Ese par de orbes lapislázulis delineaba el contorno de su cuerpo, olisqueando la sangre que expulsaban cada una de sus heridas, tentándola a vaciarlo en un santiamén─Podria matarte o torturarte por el resto de la noche. dudo que vengan por ti y si lo hacen correrán tu misma suerte, quedar heridos o en el peor de los casos morir…─lamiendo sus labios saboreó el temor que emanaba de su piel. Aquel aroma que era embriagante para la rubia, seduciéndola a dejarse llevar por su lado más sanguinario y toxico.

 

─Espero que te agrade tu suite, no podés pedir nada mejor y agradece que no te coloque en la que está cerca de la cueva de los dragones. Te aseguro que se darían un festín sin fin al tenerte como plato fuerte…─desviando su vista hacia la reja decidió que era buena idea quedarse de guardia. Algo dentro de ella se removía con fuerza, despertando una inquietante sensación al tener a pocos metros de ella a ese hombre. Algo en su sangre la incitaba atacarlo con todo el poder que ostentaba, pero igualmente le impedía sacarse de la mente que todo aquello lo estaba haciendo por vengarse de la familia de ese desdichado. Jamás había tolerado que le humillarán, mucho menos si eran seres inferiores a ella y no había nada que echará por tierra esa apreciación─Dale las gracias a tu hermana…─asintió categóricamente. Era momento de comenzar a saldar cuentas, arrancándole algo más que unos litros de sangre del cuerpo, al punto de llevarlo a una agonía que se extendería más de lo debido.

 

─Comienza a rezar, porque el infierno está a poco de engullirte dentro de el…─acortando la distancia que lo separaba le clavo una daga en el cuello, deseaba que se llevará más de un recuerdo. Porque tenía muy presente que las cicatrices, nos demostraban y dejaban en claro que el pasado había sido una realidad aplastante y lapidaria. Deslizando su diestra por el rostro ennegrecido del sujeto debido a la mugre que lo empañaba, marcaba con sus uñas sendos rasguños que le daban un poco más de dolor y sufrimiento, comenzaba lo mejor de todo aquello y no le quedaba la menor duda de que difícilmente podría olvidarse de ella.

 

─El destino ha decidido por ambos, yo que pensaba que sería de otra forma…─reprimió el impulso de molerle el cuerpo a golpes. Su amor propio era la peor frenta contra ella, atacarlo como con ese descaro era como lanzarse al vacío sin tener oportunidad de salir bien librado de partirse algo más que la cabeza tras impactar con todo contra el suelo. Su nombre, su aroma, todo eso le provocaba unas nauseas inmensas, pero detrás de todo aquello el “amor” que creía sentir por él, no era más que una pantomima del destino. Ella no era capaz de amar a nadie, nadie salvo el padre de tus trillizos. Volvía a perderse entre los dos mundos, el de los recuerdos y la realidad, siendo arrastrada por diversas sendas y momentos, batallas encañizadas y momentos que dejaron una honda huella en su memoria.

 

Su vida era una montaña rusa, aderezada con infinidad de detalles que jamás se cansaría de recopilar y revivir al mismo tiempo─Fuiste menos que un pasatiempo, jamás sentí nada verdadero por ti…─le tacaba de un modo artero. Disfrutando el dolor que lo aquejaba en el corazón, aquel órgano que pocas veces era dañado de una forma tan certera─Yo no poseo uno, por eso no puedo decirte que sientes en este momento. Has sido algo pasajero, divertido o al menos eso intente creer…─pateándole el abdomen seguía vengándose de todo lo que sus hermanos hicieron contra ella.

 

El tiempo se detuvo por un breve instante, develando otro misterio que desde hacía mucho tiempo se empecino en resguardar a piedra y lodo. Su cuerpo era atacado de nuevo por la marca de Caín, elevando el sufrimiento en ella, lacerando tan profundo que sus ansias por acabar con todo serian de proporciones épicas. No se frenaría ante nada, acabaría con cada uno de los que le mataron en el pasado, alcanzando con eso el clímax que tanto deseaba encontrar. La pieza del puzzle que le podía fin a todo aquello, desatándose una batalla que sería librada por ambas partes, la que deseaba despertar su bondad extinta desde que nació y el lado oscuro que le abrazaba todo el tiempo. Su personalidad estaba definida por la maldad y el terror, no deseaba cambiarlo por nada del mundo y costará lo que costará se mantendría con la misma postura siempre.

 

─Tu sangre emparará por siempre las plantas de mis pies, tus lamentos serán el cantico que me haga dormir por las noches y tus huesos el cobijo que me cubra de fuertes ventiscas…─aquella proclamación era un juramento. Vibraría eternamente en el cuerpo inerte de ese sujeto, acompañado por las palabras de odio que jamás se cansaría de profesarle. El amor era un lastre para ella y el exterminarlo, sí que era una misión estilo imposible, pero justamente por eso le gustaba la idea. La prueba de Nigromancia abrió una puerta que difícilmente seria sellada, escapando por ella todo aquello que era nocivo para los enemigos de Malfoy y que le daba las fuerzas para seguir adelante.

 

Cobrar la vida de cada uno de ellos, le permitiría vengarse siete veces, siete veces que serían empleadas por ella con creces sin lugar a dudas.Como es ahora será siempre, siempre será la misma hora y el mismo momento, aunque la muerte será diferente volveré para vengarme siete veces de todos y cada uno de ustedes…─afirmó esperando el ataque del hombre que seguía delante de ella.

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Ciertamente la Nigromancia, en conjunto con el poder del anillo y la magia que poseía la bruja que ahora lo portaba, encontraba diversas manera de expresarse, estaba manifestando algo a través de aquellos recuerdos o visiones, pero era muy confuso, a algún lado debía llegar con aquello, pero Cye cada vez tenía menos certeza de si era un recuerdo, una premonición hacia el futuro o sencillamente lo estaba viviendo, excepto cuando se trataba de Ishaya a quien el calor de su corazón y el profundo amor (magia antigua) la mantenía anclada a la realidad.

 

..…---Pasado---…..

Un año había pasado desde que la directora la viera apuntar con un trozo de madera y tumbar a otra chica que intentaba imponerse. La habían aislado y por supuesto toda educación y atención habían sido privadas, sus padres no estaban al tanto y dudaba que regresaran por ella en menos de 24 meses, pues en su pueblo se libraba una batalla mágica, además de los problemas del matrimonio para mantenerse juntos a pesar de las inclinación opuestas entre el padre y la madre. Según su padre Matías era por su propio bien aquel alejamiento, cosa que ahora entendía no había funcionado, sin varita y sin la posibilidad de canalizar su magia la rubia se hallaba a merced de aquella religiosa que de santa no tenía un pelo.

 

Escucho los gritos de las chicas abajo en el patio donde eran sacadas en las noches a modo de castigo, haciéndolas pernoctar varias horas en el inclemente frio y con tan solo la luz de la luna y las estrellas. Cye les grito para ver si la escuchaban como resultado se convirtió en el fantasma de la torre desde esa noche en más, solo que era un fantasma pedigüeño, poco a poco, noche tras noche fue sugestionando a las niñas para que hicieran lo que ella quería y ¿Qué era eso? Pues que le abrieran la puerta que la mantenía separada de la libertad, claro que eso no ocurrió sino hasta una negra noche en la que como de costumbre se había quedado dormida al borde de las lagrimas, maldiciendo su suerte, si, había aprendido a maldecir, había albergado odio en su corazón por todo lo que le arrebataron y también la magia que a falta de un conducto para canalizarla se había acumulado como un peligroso volcán a punto de hacer erupción.

 

Lo que tanto había esperado por fin sucedería, escucho el clic de la cerradura y la puerta se abrió, cuando sus orbes celestes la enfocaron ella simplemente se desvaneció haciendo un salto en su memoria o en el tiempo.

 

..…---Futuro---…..

 

La imagen de un espejo frente a la amplia cama de su alcoba le devolvía la imagen de una Cye a punto de culminar su embarazo, junto a ella Ishaya dormido abrazándola, la aprendiz de nigromancia sonrió, eso no era nuevo y sin embargo le proporcionaba un calorcito maravilloso. El Espejo seguía mostrándole cual aparatejo muggle llamado televisión, el repentino despertar del mago, tras la desaparición de la rubia en dirección al baño, la llegada intempestiva de un trío de sanadoras que además eran familiares y que hicieron que la atribulada Cye se recostara, de pronto una enorme explosión de fuego y energía se reflejo y cuando esta se disipo dejo ver a la pareja sosteniendo no a uno, sino a dos bebes.

 

--¡¡No puede ser!!-- ella solo esperaba uno, eso, eso le había dicho su sanadora de cabecera, la imagen le mostro el rostro del que Ishaya sostenía, pero cuando ella trato de ver el que ella tenía en brazos todo se desvaneció y el destino o aquel maldito portal la llevo a enfrentar otra situación de su pasado, dejándola con dos hijos y uno sin rostro que pudiera ser la representación de muchas cosas o de sus propios temores porque no naciera sano.

 

..…---Pasado---…..

 

-Apresúrate abue- urgía la Lockhart en plena adolescencia, para que su abuelo después de haber bajado del carruaje mágico se aventurara con ella por aquel bosque maravilloso. Su pasado la unía a los animales y a la vida silvestre, y lo que ella creía presente en ese momento, parecía tener algo más que ofrecerle de la mano del hombre que más había querido y más tiempo se había quedado en su vida. Los dos tomados de la mano caminaba por una vereda de arboles hasta encontrarse a orillas de un lago, fue allí donde su abuela Sheila le estaba esperando para entregarle el secreto sagrado del sacerdocio.

 

El lago reflejaba a ambas brujas vestidas de blanco y una daga ceremonial que pasaba de la mayor a la menor, mientras que el mago se había quedado dormido al pie de un árbol, no por casualidad, sino para que sus ojos no vieran el ritual secreto y antiquísimo del traspaso y unión a la orden sacerdotal. Rápidamente el recuerdo se transformo al momento en que en ese mismo bosque el mago fue herido por un hechicero que buscaba destruir al grupo de sacerdotisas. Cye hizo lo posible por salvarlo y fue entonces cuando su varita se quebró y posteriormente fue forjada con un nuevo núcleo, uno muy poderoso, pero los minutos de Gilderoy estaban contados.

 

Cye lo vio morir en sus brazos, sin que su magia ni la sacerdotal que poseía (porque el conjuro impedía que otra sacerdotisa actuar) le pudieran salvar. Los ojos de la bruja se anegaron de lágrimas recordando el dolor que la invadió y la partió en dos, era la segunda vez que su lado oscuro se manifestaba y el resultado era un muerto y no precisamente su abuelo. El hilillo de hiel amargo que creía haber dejado atrás volvía a surgir envenenando su alma. ¿Porque, porque?, maldita sea, ¿porque revivía todo ese dolor y todas esa frustración? En breve sabría porque.

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El Nigromante seguía la prueba con atención desde la puerta de la Gran Pirámide. Era inevitable recordar todas aquellas pruebas que había presenciado en su vida e incluso la suya propia. De pronto, todos los años que fácilmente olvidaba, cayeron sobre sus hombros, como pesadas rocas. Inspiró profunda y lentamente, y se apoyó en el bastón durante unos segundos, luego se enderezó y volvió a abrir los ojos. La muerte era inexorable, todos sucumbían a ella, antes o después. Era algo que los magos solían perder de vista mientras más poder y conocimientos acumulaban. La eternidad no estaba hecha para sus cuerpos.

 

A él le quedaba un hilo de vida que podría durar tanto como unos minutos como otros varios lustros. Si algo había aprendido de la Nigromancia era justamente a enfrentarse a la muerte y a tratarla con respeto, jamás con arrogancia. Entre los vivos su conocimiento era casi ilimitado e inigualable. Frente a la muerte, solo podía pedir permiso como un mero aprendiz.

 

- Memento Mori - susurró desde la puerta de la Gran Pirámide.

 

Sus alumnas continuaban viajando entre los mundos que sus propias mentes construían, su más grande prueba, el mayor obstáculo. Comenzaba a preocuparse ¿Necesitarían de su ayuda? Si no pasaban la prueba, entonces, el error no sería de ellas, sino de él y su mal juicio al creerlas listas. Les había enseñado bien y poco a poco le habían convencido de sus propias aptitudes. Pero nunca se sabía lo que podía suceder en esa última prueba.

 

Báleyr solía calar muy bien a sus alumnos, de hecho le costaba aceptar nuevos estudiantes y a pocos soportaba durante las clases. Solo unos cuantos eran los que lograban llegar hasta esas puertas como Juv y Cye. Así que les daría más tiempo. La muerte reconocería su habilidad y por eso la prueba sería más larga. La de él duró una eternidad.

 

Extrañamente, no sentía que el portal se hubiese corrompido como aquella vez. Mejor así.

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