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Estudios Muggles


Sagitas E. Potter Blue
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Estoy acostumbrada a alumnos activos, extravagantes y con ganas de aprender. Pero ninguno de ellos habían tenido la osadía que aquellos dos muchachos estaban usando para huir del barullo armado por mí desde el estrado.

 

¡¡Me encantó!!

 

No se me escapó el uso de la magia a pesar que había dicho que nada de varitas en este viaje. Pero he de reconocer que soy una bruja de mente abierta y que nadie muggleoso se había dado cuenta de eso. Los hechizos no verbales son ideales para estos casos y los habían aprovechado muy bien. El método del disfraz era el más habitual entre nosotros los magos para pasar desapercibidos, así que intenté aguantarme la risa al ver a la mujer musulmana que se subía al vehículo. También he de decir que en varias clases había enseñado a conducir a mis alumnos, para que supieran llevar un vehícul0, porque era una buena tapadera entre muggles y porque era muy divertido.

 

Lo que no me esperaba es que ellos se pusieran al mando de un coche y se largaran, sin respetar ni una sola de las señales muggleosas que dirigían el tráfico.

 

-- ¡¡Demonios!! -- exclamé al ver que aquello se me iba de las manos. Si al menos supieran conducir... Pero no... -- ¿A quién se le ocurre conducir tan mal en plenas fiestas y con una musulmana dentro? ¡Ay, ay, ayyyyy, que estos muggles cuando temen algo, son irracionales!

 

Para mí desgracia, los policías se habían tomado muy en serio mis acusaciones y perseguían a mis dos alumnos como si fueran terroristas. Así que me tocó intervenir.

 

Como estaba escondida, nadie vio mi cambio a un ropaje de camuflaje. Me costó una lagrimita perder mi lindo vestido pero todo el mundo gritaba delante del Big Reloj y era mejor sacar de aquel embrollo a los alumnos antes de que fuera a peores. Si miedo me dan los Aurores y los Inquisidores en una investigación oficial, más miedo me daba la bronca que pudiera echarme la Directora del Centro Educativo; Anne era un cielo pero no soportaba que se le murieran los alumnos en salidas no-programadas por el Ateneo.

 

Así vestida, me presenté ante los policías que rodeaban el auto robado y estrellado. Mi cara era seria y nadie reconocería a la mujer que cantaba como loca en el escenario. Bueno, tal vez si se fijaran un poco en el pelo violeta pero... ¿Quién se va a fijar en eso?

 

-- Buenas noches. Teniente MacPotter. Vengo a buscar a los dos sospechosos de Terrorismo y llevarlos al Pentág.... -- No, leñes, el Pentágono era en otro país. -- A la Torre, para su detención e interrogatorio. Por favor, el Ejército se hace cargo. Dejen paso...

 

Y me dejaron paso. Estos muggles se creen cualquier cosa.

 

-- A ver, ustedes dos, salgan con las manos en alto y.... -- juro que me salió así, sin pensar. -- Y saltando a la pata coja.

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Una parte de sí estaba aliviado porque su compañero parecía haber entendido que la distracción venía de parte suya y, de alguna manera, se había hecho con un coche y ahora estaba valiéndose de él para -- algo peligrosamente -- abrirse paso entre medio de la multitud. La otra parte, sin embargo, estaba severamente preocupado por los incidentes de seguridad que ambos alumnos y la profesora habían causado en aquel festival; la policía londinense tendría un importante festín para comenzar el año y lo más probable era que, para frustración de los oficiales públicos, sus investigaciones no llegarían a absolutamente nada: los tres magos disponían de recursos para escapar de allí indemnes que los muggles no podían ni imaginar.

 

Nathan se preguntaba dónde estaba su profesora mientras contemplaba como Ernest operaba el carro mágico de manera desastrosa, poniendo en peligro la vida de varias decenas de muggles que apenas llegaban a correrse para que el auto no le aplastase los pies. En cuestión de segundos, los pocos oficiales presentes se repartieron entre el telón encendido fuego (del cual Nathan se alejaba cada vez más, como la mayoría de la gente que lo rodeaba) y el auto en el cual iba Ernest. Esperaba que el mago tuviese la sensatez de escapar en cuanto fuese posible o muy probablemente sería arrestado y luego, como cualquier otro mago haría, utilizaría la aparición para zafarse generando aún más problemas.

 

Contrario a lo que esperaba, y casi como si Ernest lo hiciese a propósito, el joven condujo (si eso podía llamarse conducir) hasta donde estaba el Weasley, quien aún vestía como una mujer musulmana, por lo que no tuvo más opción que adentrarse en el coche y cubrirse el rostro mientras Ernest hacía lo posible para manejarse entre la multitud. No obstante, a pesar de que Ernest libraba una batalla campal contra los pedales y que la multitud hacía lo mejor por moverse del camino, finalmente los oficiales de seguridad les alcanzaron y los rodearon a una velocidad asombrosa, sin dejarles otra opción más que detener el coche (lo cual hizo Nathan, algo bruscamente, valiéndose del freno de mano).

 

Nathan casi esperaba que los oficiales los arrastrasen fuera del vehículo, más ellos se vieron interrumpidos por una oficial mujer con traje de camuflaje que se hizo presente entre medio de ellos. Pudo escuchar su voz que junto con sus rasgos faciales la delató como su profesora, quien finalmente había acudido en su rescate al ver cuánto se habían desmadrado las cosas. Echándole una última mirada a su compañero y valiéndose del pañuelo para cubrir la mayor parte de su rostro, salió del coche con las manos en alto y rápidamente comenzó a saltar en una pata mientras la otra se mantenía en el aire semi-flexionada.

 

- Cuánta falta de respeto. La comunidad londinense nunca me había hecho esto. No sé quien es este joven, el me obligó a entrar en su vehículo. Nada de torres ni que se yo que se cuanto, quiero mi abogado ya mismo señora y no me venga con esas cosas del ejército ni que cosa ni nada, soy una ciudadana y como tal demando respeto. - dijo Nathan, tratando de agudizar su voz para recurrir a su falsetto, que simulaba la voz de la mujer.

Editado por Nathan A. Weasley

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El Gryffindor no supo ni como pero pudo llegar hasta el joven Weasley disfrazado de musulmana que gracias a dios pudo subirse y detener el coche sin problema alguno antes de que matara a algun cristiano musulman o zapoteco.

 

-Dios, si alguien me invita a otro rol que involucre algun artefacto diabolico como estos juro que me negare a decir palabra, maldigo al que se le haya ocurrido que treparme a un auto fuese buena idea- dijo algo furico el joven Gryffindor, mientras sentia como el lazo del zancadilla se debilitaba y veia como varios guardias iban con la intencion de detenerlos cual si fueran terroristas.

 

Sin embargo una oficial de pelo violeta, que ahora ya sabria distinguir, miro como fingia ser un guardia ante los muggles que iban y no pudo aguantarse una risa al oir lo ultimo que dijo, sin embargo al oir las cosas que la "mulsumana Weasley" decia enarco una ceja sorprendido.

 

-Claro que me conoce ella Señorita Oficial..- dijo saliendo del vehiculo saltando en una pata sin separarse mucho de Nathan- Es mi esposa pero se enojo conmigo porque no le compre tamales- dijo y sin esperar un momento o minuto mas le dio un beso en el cachete a Nathan- No te enojes conmigo princesa- dijo conteniendo una pequeña risa fingida ante la loca y fingida escena de amor que estaba protagonizando ante la maestra. - Espero no haber atropellado a alguien sin querer que lo que menos quiero es encargarme de una multa ahora..- dijo el joven esperanzado

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Era algo muy serio lo que había ocurrido en aquel lugar pero sólo por ver a mi compañero Nathan saltando a la pata coja con aquel vestido de mujer musulmana, había valido la pena. Sólo por eso, no me importaba lidiar con los Inquisidores por hacer magia delante de los muggles y con la dirección de la Academia por poner en peligro a dos alumnos. Intenté no reírme; por muy gracioso que fuera, si iba disfrazada de militar debía permanecer dentro de ese papel. Estaba en juego mucho más que una diversión de fin de año; unos años en Azkabán no sería nada gracioso.

 

-- Mujer, ya tendrá su abogado en el calabozo. Si no se lo puede pagar... -- ¡hum...! ¿Cómo era aquello? Con la de veces que lo había oído en las pelis muggleosas. -- Tendrás derecho a uno de oficial, digo de oficio. Tienes derecho a callarte pero no a dejar de dar saltitos. -- No, creo que eso tampoco era. -- Tiene derecho a...

 

¿Tamales? Lo sentía mucho, ahora no pude dejar de reírme a carcajadas, al imaginarme a la musulmana comiendo tamales con la pata coja y abrazadita a Ernest. ¡Demonios de muchacho, me impedía hacer bien mi papel! ¡Mira que llamarla princesa delante de todos...!

 

-- ¡Vale, vale, está bien! ¡¡Miren todos para la cámara!! Esto es Objetivo Indiscreto, para la televisión nacional. Han sido motivo de una broma para celebrar el año nuevo. Todo es una grabación así que ahora... ¡Saluden a la cámaraaaa!

 

Y mientras aplaudía y sonreía, consiguiendo que poco a poco los presentes se relajaran y también aplaudieran y dieran saltos de alegría, retomando el aire festivo del año nuevo, me giré a los dos alumnos y enarqué una ceja.

 

-- Sonrían y saluden. Les apruebo a los dos sólo si ponen cara creíble de que ésto es una inocentada.

 

Volví a aplaudir y a saludar mientras les cogía de la mano y nos alejábamos, lanzando besitos al aire y, a la vez, llevándolos hacia un callejón donde nos desapareceríamos para ir al Ateneo de nuevo.

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