Encantamientos y Maestría con Escobas

[Anne Gaunt M.]

Recordaba cuánto la había seducido la idea de volar en una alfombra cuando era joven. Al final había conseguido aprovecharse de sus influencias y posición en el Ministerio para poder probar una, y casi podía sentir cómo la misma emoción que la había embargado entonces se apoderaba de ella poco a poco al pensar que iba a montar en otra. Le encantaba volar, era una de las sensaciones que más le agradaban desde que era niña. Le divertía acordarse de los gritos de Shiro, su padre, cuando planeaba por el claustro del monasterio donde había crecido con aquella escoba de juguete que uno de los frailes más ancianos le había regalado cuando el sacerdote la había adoptado. También se acordaba de lo mucho que había disfrutado como jugadora profesional de quidditch. Pero todo eso había quedado atrás.

 

Regresó al presente cuando la voz de Dave cortó el hilo de sus recuerdos. Tomó la alfombra enrollada que le tendía y luego le observó proceder, no quería reconocer que ya sabía cómo funcionaban aquellos artefactos. A continuación, colocó la alfombra extendida en el suelo e imitó los movimientos del Black Lestrange. Se sentó sobre ella y concentró su magia en el objeto que tenía bajo su cuerpo. De esa forma, la alfombra comenzó a elevarse lentamente del suelo hasta que estuvo aproximadamente a medio metro, momento en el cual la Gaunt levantó la mirada para ver a su profesor.

 

— Parece que no es tan difícil, ¿no? Tú dirás.

 

Le sonrió amistosamente. Le estaba gustando la clase. Dave le dijo entonces que ella pondría el siguiente destino, por lo que empezó a volar subida en la alfombra un poco más rápido, mientras le hacía gestos para que la siguiera.

 

— Vale, vamos a darnos una vuelta.

 

Dicho aquello, hizo que la alfombra ascendiera unos cuantos metros (alrededor de diez metros del suelo) e incrementó la velocidad un poco más hasta que el viento hizo que se le removiese el corto cabello castaño. Tuvo que entornar los ojos para protegerlos del polvillo que flotaba en el aire. Pero no había nada comparable con aquella sensación.

 

Al cabo de unos instantes, disminuyó la velocidad y buscó con la mirada a Dave.

 

— La verdad, no sé qué destino escoger ni qué tenías pensado para la clase después de este vuelo maravilloso. Así que... quedo a tus órdenes. Al fin y al cabo, no podemos ir hacia nuestra zona en alfombra. ¿Seguimos por aquí o vamos regresando?

 

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