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Prueba de Videncia #17


Sajag
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- Buenos días, Señor Dayne.

 

La voz del Arcano apenas resonó en la tranquilidad del lago. El día, apacible, era magnífico para empezar aquella prueba de Videncia. El rostro impasible no miró al pupilo que se acercaba sino que siguió oteando el paisaje, como si las líneas de energía le estuvieran dando señales, como si estuviera viendo algo en el aire. Y, seguramente, era así sólo que nadie podría ver lo que él percibía.


- Su misión va a ser complicada y la finalidad de la misma es que llegue vivo al interior de la Pirámide para poder cruzar el Portal y adquirir su vinculación con la Habilidad de la Videncia. No estoy seguro aún que esté preparado pero confío en usted para que lleve el desarrollo del cometido a buen término. Estoy seguro que lo intentará con todas sus fuerzas.

 

Aún de espaldas al muchacho, le señaló una mochila que había en el suelo, a sus pies.

 

- Dese cuenta que aquí hay muchos ojos que le observan, amigos o enemigos, que le ayudarán o entorpecerán en su cometido. Nos rodean... Nos vigilan... Criaturas, humanos, seres... Cualquier cosa que imagine puede estar ahí, esperando el momento para cazarle. No se descuide... Es usted una presa apetecible. Si quiere ser Vidente oficial va a tener que demostrar algo más que su Visión, ha de utilizar el ingenio junto a su Ojo.

 

La mochila levitó y se puso a su altura, para que la cogiera.


- Estas son las únicas instrucciones que recibirá, preste atención:

  • En el interior encontrará múltiples regalos. Le ayudarán a pasar las pruebas. Contienen todo tipo de objetos, comida o animales (algunos en letargo, otros en sus huevos todavía) que necesitará en algún momento de la prueba. Podrá usar uno o varios en cada uno de los obstácul0s, eso depende de usted. Es su elección decidir si los usa o no y el número empleado; el que use, no podrá volver a ser utilizado jamás.
  • Los regalos están protegidos mágicamente para evitar cualquier intrusión. Sus lazos y papeles de envoltorio son irrompibles y no se puede penetrar en ellos más que con el Ojo Interior. Adivine cuál es el más correcto en cada una de las tres ocasiones que los necesitará. Entonces sólo tiene que decir: "Este uso ahora" y se abrirá en su mano.
  • tiene que sortear tres obstáculos:
  • la barquichuela ha desaparecido, hundida en el fondo del lago que rodea; algo o alguien del entorno puede ayudarle y la solución la tiene en la mochila. Cuando la consiga, cruzará el agua y llegará a la orilla.
  • la flora que da acceso al laberinto ha desaparecido en una fornida maleza de rosas maléficas. Rozar los tallos supone sufrir un horrendo dolor y un efecto parecido a sus Embrujos Punzante; ciego y herido, sólo deseará la muerte. No hay manera de atravesar ese muro, ni por aire ni por tierra. Sólo podrá usar la varita una vez, para hacer un Accio y conseguir el agua salvadora que se encuentra en la puerta de entrada al Laberinto que usted no verá aún. Allá hay un vaso en el medio de dos grandes recipientes de agua, uno a su derecha y otro a su izquierda. El antídoto lo lleva usted encima. Decida de cuál tinaja bebe porque su Ojo Interior le mostrará el agua que es correcta para mezclarlo en la dosis necesaria; una contiene la poción de esencia de la vida y sólo le falta el ingrediente que usted lleva escondido en uno de los regalos; la otra sólo es agua y, por mucho que añada cualquier elemento, no servirá para salvarle. Vaya con cuidado, en cuanto beba, deberá cruzar por el estrecho sendero de un palmo que se abrirá hasta usted y sólo tiene cinco minutos para atravesar el laberinto, pues ambas puertas están conectadas. Si no sale a tiempo, se quedará encerrado de por vida y sus huesos servirán como recuerdo de su fracaso
  • la tercera prueba se le dificultará por el tiempo. Tiene cinco minutos para cruzar el laberinto. Encontrará tres jaulas con tres animales dentro. Sólo uno de ellos emitirá el sonido que le permitirá llegar a la pirámide, así que decida si tendrá tiempo de llevarse al animal elegido o si llegará usted solo antes de que no tenga salida. Recuerde que, a veces, es mejor un fracaso y seguir vivo que un acierto que le lleve a la Muerte. La Pirámide flotará ante sus ojos y sólo el animal conseguirá que la plataforma escalonada aparezca, para ascender hacia el interior de la misma.

El Arcano se negó a tener ningún contacto visual con el muchacho. Se giró poco a poco y, cuando sus rostros se cruzaban, desapareció de su vista. A lo lejos, su voz llegó de nuevo. Se encontraba allá, en la otra orilla y, ahora sí, se atrevía a mirarle, en la distancia.

 

- Por supuesto, no puede usar la magia más que en el momento que le he anunciado. En el resto de la prueba, espero que su destreza con la Videncia le permita llegar vivo hasta mí y que me traiga a mi animal preferido. He puesto a mi mascota en sus manos y agradeceré su gesto cambiándosela por el anillo. Le veré, o no, en el interior de la Pirámide, en la sala del Ouroboros. Namasté!

El Arcano Sajag de la Videncia desapareció de su vista.

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Cuando Sajag desapareció, Jank tomó la mochila y se puso en marcha.

 

Había repasado ese día cientos de veces la noche anterior. Quiso escudriñar su futuro, adivinar la manera más rápida de cumplir lo que el arcano interpondría en su camino, o incluso tener la solución inmediata. Pero en cuanto echó una vista al lago su perspectiva cambió. Pudo sentir a decenas de estudiantes como él, llenos de curiosidad, ambición, positivismo. Sintió sus pisadas como si fueran las suyas propias, hundiendo el barro entre las botas. Por unos segundos, deseó que la energía que dejaron en el éter fuera lo suficientemente contagiosa.

 

Primero, se dispuso a buscar la barquichuela. Caminó durante algunos minutos y se encontró varias vías, todas para bordear al lago sin perderlo de vista. Muchas vistosas; otras, poco alentadoras. Varias eran delineadas por hermosas rocas que formaban un patrón que, sin mirar demasiado, apuntaba a ser el correcto. Sin embargo, Jank se fió del Ojo, ese que le decía que debía tomar el más largo, rústico y oscuro, pues pese a las dificultades que presentaba, tarde o temprano lo llevaría a la pirámide.

 

- Bingo.

 

Divisó, cerca, lo que en su momento pareció haber sido un humilde puerto para botes. Jank se aproximó y notó que la cadena seguía atada a uno de los pilares, pero se perdía entre las profundidades. Lo consideró entonces el momento oportuno para hacer uso del primer regalo. Se sentó de rodillas para extraer varios paquetes. Al final, cuando los colocó enfrente, dos de ellos parecieron brillar... O algo parecido; estaba seguro que éstos lo ayudarían, pese a no saber a ciencia cierta qué contenían.

 

Respiró hondo.

 

- Este uso ahora - dijo dos veces al seleccionarlos.

 

El primero, de lazos dorados, contenía un martillo ajustable a sus manos. Jank lo movió entre los dedos y notó que cambiaba su masa y tamaño según lo que pensara. Su lado opuesto, en lugar de tener un sacaclavos convencional, llevaba una pica afilada. El segundo, que estaba envuelto de papeles rosados, resguardaba una pecera repleta de Plimpys. Achinó los ojos para detallarlos. Eran miles, millones, y cabían mágicamente dentro de aquel limitado espacio. Aun así, le costó interpretar el uso que tendrían.

 

Para deducirlo, miró hacia el horizonte. El día estaba nublado, pero los rayos del sol avisaban de un hermoso día oculto tras las murallas grises. Tomó unos segundos para observar tal fenómeno natural con más tiempo y atención que durante cualquier otra circunstancia. No se había percatado que, pese a que las nubes cumplían un cometido vital para el mundo y éstas, a su vez, también eran hermosas, secuestraban al sol de las miradas de quienes necesitaban su calor. Allí no notaba la diferencia, por supuesto; el clima era cálido y la lluvia que arrojarían no lo afectaría. Pero de haber estado en Islandia, por ejemplo, las nubes traían muerte a una persona tan descubierta como él pues estaban cargadas de una tormenta de nieve.

 

Así veía a los Plimpys. Hermosas criaturas, encerradas por otra especia dentro de una cápsula de cristal. Por una parte estaban a salvo de los depredadores acuáticos y de la "gente del agua", quienes ataban sus patas y los exiliaban al abandono. Sin embargo, estaban privados de su libertad. Zanjados de su propio destino, ya que la decisión de ser capturados no corría por su cuenta. En esos casos, Jank prefería darle el privilegio a la naturaleza que eligiera sus destinos.

 

Arrojó la mitad a las aguas del lago. El sonido fue gracioso, casi pegadizo, pero la diversión duró poco. El hombre presenció la llegada de cuatro Grindylows que se asomaron a la superficie cuando los peces tocaron sus aguas. No había visto tales criaturas en su vida, pero aún así notó que estaban atadas tanto a la madera como a la barchicuela, la cual resurgía de las profundidades con el jalar de las criaturas. Jank fue arrojando los Plimpys formando una línea recta, para así atraerlos y que el bote se acercara a la punta del muelle. Cuando lo hizo, arrojó el resto de la pecera al agua y corrió hasta las cadenas para romperlas.

 

Los Grindylows se dieron cuenta al escuchar el sonido de la pica contra el metal. Las criaturas saltaron hacia él casi al unísono. Dos se abalanzaron contra sus piernas, uno rasgaba su pecho y el otro mordió el brazo con el que había roto las cadenas. Jank se pasó el martillo hasta la mano libre y, siguiendo las instrucciones de la única clase de cuidado de criaturas mágicas que recordaba, aplastó los dedos del mordedor con el martillo. Éste se retorció de dolor sobre la madera del muelle. Dayne repitió el proceso con los otros tres, y aprovechó sus quejidos para cortar las ataduras que los aprisionaban. Al final, les dio un empujón para devolverlos a las aguas. Algo le decía que no lo molestarían de nuevo.

 

Sin demasiado preámbulo, tomó los remos que ya estaban sobre el muelle y empezó a remar encima del bote. El agua se drenó mágicamente, dejando el asiento seco. A mitad de camino, Jank abrió la mochila cuando el dolor en su brazo se volvió insoportable. Tomó uno cubierto de pintura verde, tan ligero como una pluma. Dentro había un pequeño frasco cuyo contenido parecía interactuar. Se deshizo de la tapa y vertió el contenido sobre la herida. Ésta se cerró mucho más deprisa de lo que hubiera hecho un Episkey. Solo quedaría la cicatriz de la mordida; tenía la certeza que se convertiría en una buena anécdota para el futuro.

 

Encalló la barchicuela en la orilla y siguió el trayecto hasta la entrada del laberinto. Las rosas que vio al principio le dieron un mal augurio, cosa que lo hizo detenerse. Sajag tenía razón acerca de éstas. Extrajo a Libra del interior de su bota izquierda y, parado frente a la maleza, tuvo la tentación de tocarlas, como si del cuento de la reina Aurora se tratara. La única diferencia era que nadie lo salvaría si lo hiciera.

 

<<¿Me tengo que deshacer de la maleza o solo atraigo al vaso?>> pensó, a sabiendas que de su vara estaba limitada solo a ese hechizo. Las pequeñas decisiones se engrandecían con las circunstancias.

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El Arcano suspiró, algo desanimado ante lo que había sucedido en la primera prueba.

 

- El Muchacho tiene el Don, no hay duda - dijo en voz alta, como si alguien pudiera escucharle. Y sí le escuchaban pues siempre hay alguien o algo que escucha pero en este caso concreto, el Arcano hablaba consigo mismo. - Pero aún no lo usa. Intuye, actúa con corazón y con cabeza, sabe usar el raciocinio y la intuición pero... La Videncia no se intuye. Se aplica.

 

No sabía bien como avisar al muchacho. No sólo tenía que ver sino también tenía que saber lo que veía. En aquella batalla acuática, había ganado sólo porque su raciocinio y la observación le había llevado a aplicar la lógica de los regalos pero... Debería haber visto el contenido de los regalos y ver qué esos eran los correctos por su contenido. Había parado de Ver en el momento que su Visión le enseñaba los regalos correctos, había abandonado justo cuando le iba a mostrar el contenido. Para un Vidente no existía la Sorpresa sino el Conocimientos. Y el señor Dayne se había sorprendido con lo que había encontrado tras sacar los envoltorios.

 

- Deja demasiado al azar... No sobreviviría a la segunda prueba con eso... Si no sabe lo que necesita, verlo no le servirá de nada.

 

Pero Sajag sonrió al aire que movía su melena castaña. Al fin y al cabo... ¿No era el Azar el motor de la Adivinación? Esa fina línea entre Suerte y Certeza es lo que marcaría la posibilidad de vincularse con el anillo o fracasar el mero intento de llegar a la Pirámide. A ver qué tal se le daban las siguientes pruebas antes de tomar la decisión de presentarlo ante el Portal.

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La escena que se formuló en su mente le advirtió. Pasarían minutos para que fuera visitado por indeseables; debía apresurarse.


- Accio.


Cuando tuvo el vaso sobre su regazo y los recipientes agua frente a sus ojos, Jank se sentó en el suelo, cruzando sus rodillas. Recordó la conversación con Sajag frente al Guardián del Lago. Al concentrarse lo suficiente, incluso podía escuchar el bullicio de los estudiantes y el agua del gigante derramarse sobre las aguas desde su canasta. Cerró los párpados. Ahora necesitaba comprender lo que veía. A partir de entonces, el único ojo que lo guiaría sería el que llevaba dentro.


Posó la palma de su mano por encima del recipiente a su derecha. La mano se ensombreció al instante, permitiéndole ver cómo, de seleccionarla, su garganta se hidrataría durante unos minutos, pero la muerte dentro del laberinto tardaría menos. Se vio ciego, sangrante, y hasta pudo sentir el choque de su cuerpo contra el suelo cuando se diese por vencido. Eso lo hizo ampararse a la tinaja a su izquierda, que con solo observarla fue suficiente para verse a sí mismo superando la segunda prueba. Jank soltó el aire contenido en sus pulmones, aliviado.


<<Una botella afilada, como una daga>> pensó al tomar uno de los regalos, envuelto en pliegues marrones.


-Este uso ahora.


Una daga de vidrio se posicionó sobre su mano, tal y como había previsto. Ese era el ingrediente que necesitaba; lo había visto. No tardó en preparar la mezcla con el agua salvadora. Saltaron varias burbujas al chocar los elementos, solo para desplegar un olor que previamente sabía que conocería ese día.


- ¿Estás seguro?


Se giró rápidamente. Nadie estaba tras su espalda. Echó un vistazo a sus laterales, al suelo y al cielo. Todo estaba despejado pese a las nubes que lo cubrían. Aun así, sabía que no había terminado.


- ¿Confías tanto en ti mismo, jovencito? Es una decisión permanente. Allí dentro no hay segundas oportunidades.


Esta vez, a unos cuantos metros a su diestra, captó la imagen de una persona cubierta por una túnica color plomo. Miraba hacia abajo y a juzgar por su tono quebradizo, podía deducirse su avanzada edad. Jank tenía muy claro los avisos de Sajag, por suerte, y su Ojo Interior le había advertido con tiempo para afrontar la situación de manera correcta. Contó dos segundos más para que, al lado contrario, apareciera otro sujeto envuelto en telas carmesí. Éste se acercó, sin dejar que viera su rostro.


- Yo te puedo ayudar a hacer el correcto- dijo, amable - si me permites el vaso, con gusto te daré lo que quieres.


Jank solo lo miró, casi sonriendo.


- Tú lo beberás y me dejarás aquí. Ya lo vi. Y no pasará.


Ambas figuras desaparecieron mediante una nube de humo gris cuando Jank bebió del agua. Al instante, frente a él, se abrió un estrechísimo sendero de un palmo al cual no dudó en aventurarse. El viento le dio la bienvenida al laberinto. Le recordó a sus paseos en Niza, persiguiendo a los conejos de su tía para hacer la sopa. Años después lo consideraría una barbarie, pero lo que más le agradaba de todo eso era el jardín, cuyo principal atractivo era el laberinto creado para encerrar las plantas más valiosas de la familia. Claro que ya no estaba en Niza, y no estaba allí para cazar conejos.


Después de treinta segundos buscando el claro más cercano, llegó hasta una trifurcación del laberinto. Su Ojo Interior le decía que el primero lo llevaría hasta una trampa creada por lazo del diablo, pero que al tratar de defenderse, el terreno se llenaría de brea y lo dejaría petrificado de por vida. El tercero sí lo llevaría hasta la pirámide, aunque no se vio a sí mismo llegar hasta las jaulas, por lo que desestimó la idea. El segundo camino era el indicado desde el principio, pues en este sí pudo visualizarse llegar hasta las criaturas. Pero para eso debía correr, y rápido.


El intrincado camino se hizo más fácil a medida que dejaba que su Ojo Interior lo guiara. Por éste pudo evitar flechas ardientes que salieron disparadas al tomar un cruce, pudiendo esquivarlas con tranquilidad al haber visto su recorrido y punto de origen. Lo mismo pasó con diversas enredaderas, arenas movedizas y paredes de ramas que se cerraban milésimas de segundos después de que pasara. Jank nunca había experimentado tanta seguridad al descubrir que el futuro estaba lleno de oportunidades, siempre y cuando confiara en lo que viera.


Las tres jaulas se presentaron ante él, que estaba sudando por tantos brincos y aceleraciones, posicionadas en un círculo perfecto cuyo final conducía a un único camino. Jank, que ya había visto de qué animal se trataba, abrió la primera jaula y extrajo al Augurey para colocarlo sobre su hombro. Se arremangó la camisa para que el animal pudiera colocar sus patas sin destrozarle la piel, pues vio que al cantar apretaba las garras. De pelajes negros verdosos, parecía poseer características especiales para lo que continuaba.


Cruzaron el último trecho, que resultó ser un pasillo creado por las propias ramas que se fue cerrando con rapidez. El sonido del cierre tras su espalda fue preciso, justo como lo había previsto. Frente a él se alzaba la pirámide, gigante si se lo preguntaban. El Augurey extendió las alas, apretó con fuerza las garras (que solo desgarraron la tela) y se preparó para cantar.

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El Arcano esperó al muchacho durante horas pero... La luz de las estrellas brillaron sin que él apareciera. No se extrañó aunque le embargó la tristeza. Sabía tanto de Videncia que no se le escapaba lo que puede originar un pequeño matiz en una decisión, un leve momento de indecisión al hacer algo que provocaba un cambio aberrante en el final que se buscaba. Seguro que el Sr. Hank habría perecido en el intento de encontrar el vaso y el agua correcta e incluso de pasar por las rosas malévolas y asesinas...

 

Sajag bajó la cabeza y sopló sobre sus dedos. Una corriente de aire recorrió la instancia y apagó todas las velas que aún permanecían mágicamente encendidas. Era el momento de regresar a casa y pensar detenidamente en lo que había sucedido. Había puesto la esperanza en el muchacho y... había fracasado. No. En realidad el fracasado era él por creer que podría ayudarle a despertar el Ojo Interior cuando, en realidad, era obvio que había fracasado en su cometido. Salió de la pirámide y oteó el horizonte muy oscuro. Ahora descansaría.

 

Mañana hablaría con los Directores para comunicarle el fracaso en la primera fase de la prueba y una petición informal de la búsqueda del cuerpo por la entrada del laberinto. ¡Quién sabe! Tal vez aún llegaran a tiempo de sacarle con vida...

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  • 7 meses más tarde...

El Arcano encontró el cuerpo de su pupilo en aquel laberinto y sintió pena. Le había creído muy capaz de conseguirlo, le había visto siendo, le había visto luciendo el anillo... Y ahora estaba allá. Perdido.

 

Sajag era un Maestro de entre los Maestros. Como todo Arcano, había vivido la dureza de todas y cada una de las pruebas. Sabía lo duras que eran las pruebas. Conocía el beneficio de no dejar pasar a pusilánimes o débiles que no conseguirían salir nunca del Portal. Era mejor desahuciar a los pupilos antes, mostrarse inflexibles, no dejar que continuaran...

 

- Lo que hay ahí dentro es peor que la Muerte; mejor no dejes que entren si no están preparados. De la Muerte se vuelve; de un intento fallido en el interior del Portal, no - le había advertido su maestro Arcano, cuando le enseñaba el camino.

 

Todos lo sabían, era mejor no entrar que fallar. Por eso, las durezas de las pruebas de Habilidades eran legendarias; los Arcanos no dejaban entrar a nadie sin que lo mereciera. No tenían piedad. Sin embargo...

 

Sajag actuó de forma diferente a la marcada. Los otros Arcanos estarían en contra de permitir nuevas oportunidades. Todos eran duros y rectos. Tal vez, sólo Rosália le entendería cuando decidió que el joven y delgado muchacho volviera a intentarlo. El resto le hubieran hecho olvidar todo y le hubieran devuelto a su mansión, para curarse.

 

El Arcano de Videncia sabía que eso era lo correcto, aunque rompiera las normas de todos los Grandes Sabios. Él Veía a Jank siguiendo la línea de Videntes del mundo... Para ello, debía cruzar de nuevo y llegar al Portal y pasar la prueba.

...

...

...

 

- ¿Te parece bien quedarte dormido en el día de la Prueba de Vinculación, muchacho? - le preguntó el Arcano Vidente a Jank Dayne. Estaba tan cerca de su cara que podía contemplar sus pecas. - ¿Cuánto tiempo llevas tirado sobre la hierba? Anda, levanta, ayúdame a cruzar al otro lado...

 

Sajag le señaló el gran río que separaba este lado del Ateneo del otro en el que estaba la isla de la Pirámide.

 

- En algún lugar hay una barca y un remo, guíame a ellos y yo haré que funcionen. Pero no te será tan fácil. Tienes que Verlos... Sin usar ningún tipo de Magia. Sólo con tu Habilidad de la Videncia. A estas alturas no vamos a engañarnos. La tienes. Úsala. No voy a tener piedad, muchacho. Si quieres llegar a la prueba del portal, debes demostrarlo.

 

Una cuerda apareció de repente y ató a Jank con las manos en la espalda; una venda oscura cubrió sus ojos, apagando su mirada. El muchacho, maniatado y ciego, sólo podría usar su Ojo para encontrar el medio de pasar.

 

- Si los Ves, se materializarán. Ten confianza en ti, lo tienes en tu interior y los sabes.

 

¡Claro que lo sabía! Aunque había hecho que perdiera los recuerdos de su última prueba, el muchacho recordaría, como en un Déjà vu. Al fin y al cabo, esos reconocimientos de experiencias no vividas eran, en realidad, recuerdos mágicamente olvidados.

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Lo primero que hace Jank antes de abrir los ojos es llevarse las manos al cuello. Tiene la garganta reseca. Luego, las pasa por sus mejillas, por sus labios, como si creyera imposible que todavía estuviesen allí. No sabe si ha despertado de un sueño o de la muerte; a esas alturas, daban casi lo mismo. Cuando abre los párpados confirma que su corazón todavía late, pues de otra forma no habría podido sentir la respiración de Sajag sobre su frente. Fuerza su mente para tratar de dar con el momento en el que se internó allí, pero tal acción solo procura que sienta una punzada desde la nuca. Lo mejor será que deje las preguntas para después.


- Yo.. . - se levanta como puede. La tierra se ha adherido a sus bermudas, lo que le hace pensar que lleva tiempo tirado allí. Se rasca la cien, también sucia. La escena lo hace viajar, como de costumbre, a los tiempos más relajados de su vida, cuando podía darse el lujo de internarse en el bosque más cercano a su hogar, nadar unas horas y dormirse en la orilla durante días. Definitivamente la sensación no es la misma.


Jank respira hondo cuando escucha las indicaciones directas de Sajag y asiente rápidamente. Evita pegar una brinco cuando siente sus brazos pegar contra la espalda; por el contrario, suelta el aire que tenía retenido. Debido a sus palabras, no se alarma cuando una venda le arrebata la vista física. Extrañamente, la actitud pragmática del arcano lo motiva más de la cuenta. Como guerrero, Jank prefería planear estrategias rápidas, enfocadas al objetivo. A veces no era lo más efectivo, pero ahora sabe que esta vez sí funcionará.


Espera hasta que el viento sea su único parámetro. Se queda parado allí, pies sobre la tierra, durante unos segundos que se extienden más de lo esperado. Sus ojos abiertos se hallan resguardados tras la oscuridad que ofrece la tela. Pero en realidad, siente que está viendo mejor que nunca. Lo compararía a soñar despierto. No, porque para soñar se necesita estar dormido, y no recuerda haberse sentido más despierto. Lo está viviendo.


A unos veinte metros hay un Swooping Evil dormitando dentro de un capullo verde y repleto de púas. Ahora sabe que debe brincarle por encima, pues las ramas donde estaba guindado se han roto y están ocultos tras las niebla. No muy lejos de allí se aprecia una nube negra que ha descendido del cielo y corta el camino. Cuando una ardilla intenta cruzar al otro lado, su cola termina calcinada. Jank se muerde el labio cuando escucha el gemido del animal. El orden de los disparos, sin embargo, siempre es el mismo y al mismo tiempo..


Más adelante, el camino se abre en tres. El primero parece contener una corriente de aire que parece susurrar secretos. El segundo, el que está frente a ellos, prevalece en silencio, pero el follaje es tan denso que solo parece vaticinar oscuridad. El tercero es el más angosto de todos, y es donde logra escuchar algo parecido al sonido de la madera chocar contra un metal. Pero, ¿y el lazo? También lo ve. ¿Dónde está.. ?


Es tentado a seguir el instinto más obvio, pero entonces...


- ¡No es ninguno! - grita. Hace una seña con la cabeza, algo cómica, para que Sajag lo siga y empieza a caminar rápidamente. La atadura de sus manos lo obliga a inclinarse para tener mejor control de sus piernas - ¡Lo vi, Sajag! Durante las batallas debes guiarte por el instinto. El olor a la sangre, al sudor, el nerviosismo en el rostro de una bruja que está siendo apuntada por la espalda, una tos. Estás constantemente tentando al destino... ¡Salta! - exclama dos segundos antes de que, a la velocidad que van, pisen el lugar de descanso del Swooping -. Me costaba entenderlo antes. Veía pero no creía.


Llegan hasta el lugar donde la nube amenaza con detenerlos. Cuando el rayo derrite la cola del roedor lo toma como su pase de entrada.


- ¡Derecha!


TZZ, el rayo impacta en el suelo, a la izquierda de ambos.


- ¡Izquierda!


TZZZZ, esta vez, a la derecha.


- Avanzamos tres pasos... ¡ATRÁS!


El rayo impacta tan fuerte sobre la tierra que se crean varias partículas de fuego, las cuales rebotan hacia un grupo de flores alejadas. Una vez fuera del alcance de la nube, Jank las pisa para evitar el incendio que pudo haber acabado con la fauna del sitio. Después avanzan hasta que sus pies se detienen frente a la división de caminos. Respira hondo y niega con la cabeza.


- En el pasado habría elegido el tercero sin dudarlo - confiesa - sí, me habría llevado al lago, pero no tendría barca ni remos. En eso se ha resumido mi vida. Me enfoco en el objetivo y no en cómo cumplirlo. Cuando a veces lo único que necesitas es ver - su voz sale suave, como las manos de una madre que acarician el rostro de un recién nacido -... Y dar un paso.


Los magos se adentran al único espacio que hay entre el segundo y tercer canal, repleto de Lazo del Diablo. Está cubierto por una burbuja de niebla negra que lo protege de los rayos del sol, por lo que ha aprovechado para reproducirse tanto que Jank siente hasta los pies cubiertos, dando la impresión de que se sumergieran en un charco sólido y movedizo. Pero quien sabe lo que debe hacer no teme, y el lazo lo percibe, así que pronto son liberados y expulsados al otro lado. El sonido del río le sonsaca una sonrisa.


Se lleva una mano a la frente, tratando de que el sudor no irrite la zona donde la tela lo oprime.


- Nunca me había sentido tan seguro. Es extraño - dice, recostándose del tronco del único árbol que persiste a unos cuantos pasos de la orilla. Jank sube el brazo y pasa los dedos por la madera del remo -. Sé cómo lo bajará, pero, ¿a quién se la ha ocurrido montar la barca sobre las ramas de un olmo?

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Sajag sabía que el muchacho sabía... En algún momento dejaría de pensar en cómo podía estar sucio y sobre cuánto tiempo llevaba tumbado para pasar a buscar el medio de pasar aquel río. No era difícil. No era fácil. En realidad, el hecho de tenerle atado y con los ojos vendados le hacían más fácil de llevarlo a cabo. En el fondo, el Arcano era un buenazo y le había dado una pista para no confundir la realidad con la Visión.

 

- No tenga prisa, muchacho. Búscalo bien...

 

Fue lo único que pronunció. Llegaría el momento en que el Sr. Dayne podría utilizar la Habilidad en todo momento sin necesidad de aislarse del mundo exterior. Pero el Arcano entendía que, ahora, era mejor guardar silencio mientras él buscaba la barca perdida. Le pudo seguir todos los pensamientos y se permitió sonreír en cada uno de ellos. No importaba, Jank Dayne no le veía; tenía los ojos tapados. Y si era capaz de verle sonreír, sería porque su Ojo Interior se había abierto para cumplir la primera prueba.

 

Le dejó hacer, despacito, siguiéndole a unos pasos, con las manos en la espalda. Se sintió orgulloso cuando el muchacho reflexionó sobre la situación. Ahora Veía porque Creía...

 

- Bravo, muchacho...

 

Las cuerdas y la venda desaparecieron en cuanto Jank encontró tanto el remo como la barca. Sajag le hizo un saludo de reconocimiento tras el cual, ambos estaban en la orilla, esperándoles.

 

- La barca la montó un carpintero muy hábil, no lo dudes - le contestó.

 

Entró el primero en la barca, que oscilo levemente con el peso adicional del Arcano. Después esperó a que él subiera para hablarle de la segunda prueba.

 

- El olmo de donde la hemos bajado - incluyó amablemente al muchacho, puesto que él la había encontrado - tenía una plaga de hiedra venenosa. La madera de esta barca está impregnada de ella y nuestra piel la está absorbiendo. Lamento decirte que nos quedan apenas quince minutos de vida.

 

Sajag miró hacia la orilla. De forma mágica, el remo y la barquichuela avanzaban sin impedimentos hacia ella; aún así, el trayecto sería de unos diez minutos. El tiempo corría en su contra.

 

- No hay manera de usar la magia en ésto, muchacho. Ningún hechizo de varita u objeto mágico de esos que adquieren en los Falsos Libros de los Uzza. - Casi pareció que escupía al decir la palabra; todos saben que los Arcanos y los Uzzas se odian entre sí y que sólo se toleran por el contrato firmado con la Dirección del Ateneo. - Llegaremos a la isla con una pequeña franja de arena y tierra antes de adentrarnos en la maleza y arbustos que intentarán detenerla. Esta es su segunda prueba.

 

Controló los latidos de su corazón poniendo dos dedos en la vena del cuello. Hizo un pequeño gesto de contrariedad bien visible.

 

- En la isla no crece ningún antídoto. Pero tiene "suerte". Esta prueba la han hecho muchos pupilos antes que usted y han ido plagando la isla de objetos, magia, pociones y todo tipo de deshecho mágico que les obligamos a dejar en tierra antes de llegar a la puerta del laberinto. Encuentre algo que nos salve o estaremos muertos. Tendrá que Ver a tres de esos pupilos escondiendo algo y comprobar si sirve. Dese prisa, esta vez sí que el tiempo es importante.

 

Sajag sufrió una convulsión que le hizo encogerse en el suelo de madera, entre un par de tablones. Tardó unos segundos en recobrar el aliento.

 

- Me temo que he sido muy optimista con el tiempo en cuanto a mí se refiere. No calculé que, con mi peso, sufriría antes los efectos que usted. Le tengo tanta consideración y le creo tan capaz de salvarme que he puesto mi vida en sus manos. Recuerde... Si me muero, nadie le podrá vincular al Anillo de la Videncia, aunque la Dirección recurra a Báleyr para que nos resucite.

 

El Arcano gimió y tuvo otra convulsión. A partir de aquí, perdió el conocimiento y Jank Dayne no podría comunicarse con él hasta que le diera el antídoto.

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