Libro de la Sangre XXXI

[Jeremy Triviani]

No era raro que al Triviani le fuera mal o hiciera algún hechizo mal. Era hasta sorprendente que algo le saliera bien a la primera. Al principio pensó que había conseguido derribar a su contrincante, pero luego noto que se había casi matado él mismo.Su corte no dejo de sangrar con su intento de sanarse y tuvo que aparecer Sagitas para ayudarlo a no morir.

 

Avril parecía haberse quedado congelada, o algo parecido. La sacaron del duelo en lo que uno tarda en pestañear. Así que el vampiro aprovecho para hacerle una señal de pulgar para arriba a su hermano. Más que nada para darle a entender que le encantaba el conocido tapado de plumas. La atención del mago fue rápidamente trastocada cuando vio al hombre del gorro amarillo frente a él, dispuesto a reemplazar a la Malfoy.

 

-No puede ser - Se lamentó el vampiro viendo los huevos caer por un agujero que había producido en el suelo.

 

"Maldición" pensó inmediatamente para que el hombre del sombrero amarillo tuviera problemas a la hora de seguir lanzando hechizos. Todos los que pronunciará a partir de ese momentos saldrían mal o de forma ridícula.

 

-¡Matthew! ¡El dragón está cerca tuyo! -Grito avisando a su hermano cuando vio la gran figura de la bestia cerca de donde los otros estaban dueleando. Apenas había notado que estaba lloviendo y que el lugar estaba resbaladizo por la tierra mojada, que ya se había convertido en lodo. ¿Los huevos habían sobrevivido? Tendrían que averiguarlo.

 

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[Sagitas E. Potter Blue]

No sé lo que me hizo sospechar de todo lo sucedido. El Hombre-Gorro-Amarillo había usado un hechizo impreciso e inútil para el duelo, como si no supiera qué hacer. A la vez, yo llevaba toda la clase diciendo que veníamos a robar huevos de dragón. ¿Cómo se le ocurría usar la varita de esa manera? Por cierto, que su forma de usarla era peculiar, sin fuerza, sin fiereza, sin templanza... Casi como si le tuviera miedo...

 

Las alertas estallaron tarde, por supuesto, pero ahí estaban: me sobraba un alumno..., había pedido que trajeran un pañuelo amarillo y él no lo llevaba, sólo ese ridícul0 y feo gorro amarillo, su forma despistada de atender a clase..., su poco don para los hechizos..., sobre todo el desconocer quién era puesto que siempre, más o menos, todos los vecinos de Ottery nos habíamos visto en algún momento, fuera en el ministerio o en alguna taberna o en algún grupito "secreto" en los que conectábamos... Pero aquel era un señor totalmente desconocido del que no sabía ni el nombre. Pensé con fuerza en los nombres de los alumnos que me había dado Candela para la clase (sí, ya lo he dicho, tarde reflexionaba sobre el tema) y recordé que eran dos chicas y dos chicos. Así que...

 

¿Qué demonios hacía GorroAmarillo en mi clase?

 

Tal vez aquel fuera el problema más grave que tenía entre mis manos en aquel momento. Que Matthew estuviera a punto de ser atacado por un dragón de forma inminente no me pareció tan feo como que se me hubiera colado un polizonte en aquella aventura un tanto "ilegal". No me gustan los testigos cuando hago travesuras. Pero tampoco podía interrumpir el duelo ahora... ¿O sí...? Al fin y al cabo, soy la profesora... Si con estas meteduras de patas me puedo seguir llamando eso...

 

-- ¡Eh, esperar, esperar, que entro! -- grité.

 

Había dejado a Avril fuera de la verja que delimitaba el espacio de los dragones, protegida por magia para que ningún animalito la tocara. Sólo me faltaba que hubiera sobrevivido a un viaje entre fieras criaturas aladas pero muriera devorada por un coyote. Cuando comprobé que estaría bien si la dejaba un momento sola, entré de nuevo en el campo de duelo y me acerqué a Maida. La muchacha sufría las consecuencias de no curarse de un hechizo que, en sí, aparte de escandalosamente sanguinario, no debería haberle causado más problemas.

 

-- ¡Otro que gusta de matar al contrario! A los jóvenes de hoy en día os gusta mucho ver la sangre... En mis tiempos... -- le gruñí a Matthew. -- La has dejado p'al arrastre. Mejor la saco del campo antes que termine con ella. Los dragones de la reserva tienen una dieta muy estricta y no puedo dejar que sus huesos aparezcan dispersados o habrá alguna innecesaria investigación...

 

Por supuesto que no quería que eso sucediera. Si al menos estuviera en mi circo, sabría cómo deshacerme de un cadáver sin deja huella.

 

-- ¡Eh, tú, GorroAmarillo! Deja de decir tonteras y ayúdame con ella. Aún acabarás haciendo daño a alguien.

 

El hombre estaba moviendo la varita de un lado a otro, intentando provocar un incendio, como si tuviera lengua de trapo, lo que deduje ya que de su varita salieran pequeñas brasas que se pegaban a ella y que él sacudía contra el suelo. Aún quemaríamos la Reserva, hum... ¿Es que ni siquiera sabía pronunciar bien el hechizo? ¡Oh, tal vez...! ¿Alguien habría usado una Maldición contra él, tal vez Jeremy? Intenté disimular una sonrisilla que se desvaneció al instante cuando los dragones sobrevolaron nuestras cabezas casi a ras del pelo, atraídos por el olor de la sangre y, supongo, algo enfadados por lo sucedido con los huevos. Me agaché de forma instintiva y volví a llamar al hombre; a éste también lo quería fuera.

 

-- Venga, cójale de las piernas y yo de los brazos. ¡Eh, Jeremy, sigues con Matthew!, ¿vale? Que Gorro-Amarillo me ayudará a poner sana y salva a Maida. Os esperamos detrás de las vallas y... Ya sabéis, quien me traiga un huevo entero, aprobará el libro.

[Matthew Black Triviani]

Parecía ser que su ultimo ataque había dejado mal a su indefensa tía Maida. La realidad era que ella debía aprender a defenderse, pero su baja motivación por dañar a su familia era una desventaja. Una mueca de costado se figuro en la comisura de sus labios al ver como Sagitas se llevaba la bruja, junto con el hombre del gorro amarillo... Una situación un poco extraña, pareciera que estaban tomando un cadáver para tirarlo en los acantilados.

 

La profesora lo había regañado por su actuar, Matthew no conocía otra manera, más que asesinar... Aun que eso estaba por cambiar, la reciente llegada de su hija a su vida, fue un golpe algo grande y que lo ha hecho reflexionar sobre todas las cosas que ha hecho mal en su corta estancia en Londres. Ahora le tocaba batir a duelo con su hermano, el auto proclamado ElFavorito. Hizo rodar sus orbes avellana mientras giraba y lo tocaba con la mano izquierda, la nalga derecha del Triviani, y con la misma, donde estaba ubicada la daga, un pequeño corte limpio en su codo. Haciendo una pequeña Marca de Sangre con forma de lobo, pronunciando la palabra Obedire toco su Amuleto Volador y dio un pequeño salto hacia atrás para quedar a 3 metros de distancia, después de todo ya lo había matado una vez con una pala en la mansion Riddle, pero en aquel lugar no habían alfombras en cual podría esconder el cadáver. (?)

 

Lo que debía hacer su hermano durante la siguiente acción era de lo mas fácil. Matthew tan solo pretendía que el muchacho invocara una serpiente venenosa frente a él y pusiera a bailar allí con ella, de forma que le diera un toque de humor a aquella prueba que se estaba desenvolviendo de una manera sangrienta.

 

La sonrisa del gitano había crecido.

 

Su Anillo Detector de Enemigos ubicado en dedo indice de su mano derecha, comenzó a causarle un ardor, cuando levanto su cabeza y observo el cielo, un Colacuerno Hungaro estaba volando en círculos sobre ambos magos, la mirada de ellos se habían cruzado por un segundo y estaba seguro que sus pensamientos se conectaron; intentar matar el dragon, robar sus huevos y vender su piel al mercado... Estaba seguro que el Sr. Borgin pagaría una buena cantidad de galeones por aquellos tesoros... O bien podría ser un regalo para Amá Candela.

 

Bajo a gran velocidad de los cielos haciendo una especie de trompo, generando un gran rugido que despertó los sentidos de Bayzard, de su boca una gran holeada de fuego... Se reflejaron en los orbes del mago, era algo maravilloso, un conjunto de colores amarillos, anaranjados y sutiles rojos. Salvaguarda Mágica pensó y su cuerpo se volvió intangible para que su ataque no lo tocara, a su derecha un corral de hipogrifos entrecerró los ojos y apunto a uno; Orbis Bestiarum generando un anillo dorado en el cuello de uno, para someterlo a su control y ahí ordenarle que peleara con el Dragon. Sabia que no era rival para aquella criatura tan imponente, pero al menos lo dejaría en paz por un buen rato y daría tiempo de pasar calidad con su hermano preferido... El único que tenia. (?)

 

Yo juro... vocifero Triviani con una sonrisa mal intencionada Prohibido atacar. concluyo su orden, apuntando a su hermano.

 

Con ello al menos no intentaría matarlo. Y, si lo hacia... Ya no podría besarle más a escondidas...

 

 

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[Jeremy Triviani]

El rubio no esperaba tener que sentirse un poco acobardado cuanto la sombra del dragón los cubrió desde el cielo. Atino a mirar para arriba y casi se desaparece con rumbo al castillo Triviani ante semejante espectáculo. El dragón estaba furioso. Lo único que lo detuvo a irse de allí para salvar su vida, fue que realmente quería aprobar ese libro y que estaba su hermano en aquella arena junto a él. ¡También la amiga de su novia, claro! Pero no es que fuera menos importante, sino que Sagitas los había metido allí con dragones y ya sufrían dos bajas en el alumnado, Jeremy no estaba muy contento con eso.

 

Su hermano pasaba en aquellos momentos a su lado, y le tocaba la nalga, por lo que el vampiro aprovecho y también lo toco a su vez, en el pecho dándole un pequeño empujón y dejándole una Marca de Sangre con la forma de una pala.

 

-¡Morphos! – Dijo cuando le entraron grandes ganas de bailar con una serpiente.

 

Una gran roca que estaba en uno de los limites del ingreso a la sección de los Dragones, se convirtió en una Serpiente Taipan adulta de un metro de largo, con la sencilla orden de ir a por el huevo para traérselo a él, luego del baile hermoso que estaban haciendo. Su otra orden era protegerlo del dragón, cuando este bajara a comerlos como si fueran tentempiés.

 

-Obedire, corre desnudo a buscar el huevo, Matthew – Dijo para que Matthew dejara su varita en el suelo y corriera desnudo para ir en busca de su huevo. El del dragón, claro, no los que les faltaban a él. Esos parecían estar perdidos por algún lugar del mundo.Si es que se habían formado cuando nació.

 

De repente el Triviani se había puesto violento. ¿Seria la falta de sangre que lo estaba afectando? Aun se quería comer a sus compañeros, pero solo a los que peleaban. Las chicas quedaban fuera de eso, ya que se habían dado por vencidas muy rápido. Anulando su instinto de cacería.

 

 

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