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Libro del Equilibrio - Agosto


Khufu
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Estaban en una especie de coliseo, que aunque no era tan amplio, ni tan intimidarte como el antiguo Coliseo Romano, ubicado en Italia. Era bastante funcional para los Uzzas, porque les permitía conocer las capacidades duelísitcas de sus pupilos en algunas ocasiones, justo como sería en cada momento, ¿el motivo? sencillo, era un círculo con arena en el centro, sin signos o dibujos que evidenciará a quién podía pertenecer y las butacas, se encontraban vacías.

 

El sitio era austero, sin embargo, existían algunos pequeños detalles que podían ser de gran utilidad en un duelo, como lo eran pequeñas piedrecillas, ramitas de árboles y cosas más que podían ser destinadas para cualquier fin por alguno de los duelistas y que de momento parecían estar esparcidas de manera despreocupada o como si alguien hubiese olvidado retirarlas.

Tenía que esperar a que el alumno hiciese acto de presencia así que se dedicó a cerrar unos segundos sus ojos, disfrutando de la soledad del lugar. Hasta que escuchó como a lo lejos comenzaban a resonar las pisadas de alguien, ese alguien era obvio que era su alumno, así que sin dilación hizo aparecer su arma mágica y conjuró su vara de cristal, con la que se sentía mucho más cómodo para trasmitir las enseñanzas de su pueblo a aquel mago.

 

Enfocando su mirada, descubrió como con un poco de retrazo llevaba el mago, así que decidió que era momento de comenzar.

 

—Bienvenido, espero que estés listo. En esta primera parte de la clase, vas a aprender a manejar los hechizos duelistícos del libro —informó con calma— ¿Qué has leído del libro? ¿sabes cuántos hechizos con fines duelísticos posee?

 

Sus preguntas eran meramente con la finalidad de realizar un sondeo y conocer los conocimientos previos con los que contaba su alumno, así como un pequeño preámbulo como para comenzar a lanzar alguno que otro hechizo del libro.

 

Flechas de Fuego —pensó, logrando que de su vara de cristal saliesen varios filamentos de fuego, los cuales comenzaron a avanzar rápidamente hasta el cuerpo de David, con la intención de impactar y causarle quemaduras sobre la piel del cuello y rostro..

 

~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~ * ~

 

Te dejo alguna información relevante:

 

—El duelo tiene la finalidad de durar 3 semanas. Comienza el 05 de agosto y finaliza el 23 de agosto, ambos días inclusive.

—Permitidos hechizos de neutrales, neutrales graduados, Libros de la fortaleza, la Sangre y el Equilibrio.
—La duración será extensa, por eso se permitirá un transcurso como máximo de 48 horas, para que se consideré impactado un hechizo.
—Tras 96 hrs sin respuesta y sin previo aviso al Uzza, se considera que el alumno desea abandonar la clase y por ende, para continuar deberá volver a matricularse, en caso de que el Uzza se ausente más de este periodo máximo de ausencia, se le asignará al alumno un nuevo Uzza, quien será el encargado de continuar con la clase.
—Mismas reglas que de un duelo común.
—Dudas y consultas en el tópic ->Dudas: Libro del Equilibrio
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Había pasado mucho tiempo desde el día en el que fue a adquirir el libro hasta que finalmente decidió que era el momento de ir a clases para vincularse al mismo. Tiempo en el que había estado más preocupado de hacer otro tipo de cosas, pero era el momento de adquirir más poder, más del que seguramente habría tenido jamás.

 

Se había presentado en el lugar adecuado. Era un coliseo, era bonito, pero tampoco era nada del otro mundo, no le impactaba estar en un sitio así y no iba a dejar que el lugar le intimidase. Siempre había sido una persona muy segura de sí misma, aunque esa seguridad le habían traído algún que otro problema en diferentes momentos de su vida.

 

Visualizó el lugar, también a su profesor. Ya llevaba la varita en la mano, sabía a lo que había ido hasta allí. El vestuario que había elegido para la ocasión era sencillo, se lo había visto a muchos muggles. Unos jeans azules, una camiseta de manga corta porque el verano estaba en su parte más complicada y unas chanclas, un calzado que consideraba bastante cómodo.

 

Se colocó a unos nueve metros del profesor mientras observaba las cosas que por allí había. Pequeñas piedrecitas que no eran de gran tamaño, ramitas de árboles, lo que parecían ser escudos como aquellos que usaban los gladiadores en el Coliseo Romano... escombros de vete a saber qué, que tampoco tenía un tamaño muy grande aunque sí más que las piedrecitas. En cualquier caso, se aseguró de no colocarse a menos de siete metros de todas esas cosas.

 

Saludó al profesor con un gesto de cabeza mientras asentía. Claro que había leído el libro, había tenido mucho tiempo para hacerlo. Levantó la mano con cuatro dedos, indicando al profesor que cuatro eran los hechizos y así demostrar que sí le había echado un buen vistazo al libro. Y fue una suerte que decidiera hacerlo con la mano y no de palabra, porque más pronto de lo que esperaba tuvo que concentrarse. Le venía un ataque.

 

Varita en mano se preparó. Los filamentos de fuego se acercaban a su posición, pero tenía la situación controlada. Pensó en un Salvaguarda Mágica. Desde el mismo momento que pensó en eso, el joven Gryffindor se volvió intangible y vio como cada uno de esos filamentos de fuego le traspasaba sin hacerle el más mínimo rasguño. Era el primer ataque del que se libraba con éxito.

 

Pero no había tiempo para celebraciones. Era su momento de atacar y apuntó a su profesor. Era el momento de probar un nuevo hechizo que nunca antes había utilizado. Rápidamente por su mente pasó uno, pensó en: Arena de Hechicero.

 

El resultado de los huesos cristalizados de un mago se materializó y lo lanzó al aire con la intención de cegar a su adversario. Si la persona encargada de enseñarle no hacía nada para evitarlo, su visión se vería afectada y tendría que limitarse a usar hechizos que no requiriesen de puntería durante un tiempo.

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En cuanto llego´el alumno hasta su posición, una sonrisa se formó en sus labios. Sabía que un buen pupilo, se habría puesto a leer lo poco que el libro le permitía una vez siendo aceptado como alumno, que si bien era poco, al menos el nombre de los hechizos le permitía descubrir y con ello, comenzar a hacerse una idea rápida acerca de que era lo que se podía esperar con su compromiso. para con la clase y eso lo tranquilizó un poco porque a pesar de tener sus reservas de transmitir sus conocimientos a los ingleses, al menos le gustaba que mostraran interés, así que comenzaría a ponerlo a prueba.

 

—David, dime ¿qué son las flechas de fuego y para qué sirven? —preguntó con tranquilidad, observando como las sorteaba de manera rápida con un salvaguarda mágica— Así como el hechizo que usaste para defenderte.

 

La finalidad de la clase, era comprobar que tanto habían aprendido hasta el momento los alumnos y qué estaban por aprender con su guía, así que al instante en que sintió como el sol comenzaba a subir lentamente, negó con prontitud, le agotaba un poco el calor debido a su edad, pero no le molestaba. Así que mirandolo con tranquilidad, cerró los ojos y permitió que el efecto de visión borrosa de penetrará en sus ojos.

 

—Buena jugada, pero no la mejor morphos —siseó, consiguiendo que en el instante en que sus ojos fuesen afectados el pantalón del mago, se convirtiera en una avispa marina e inyectara su veneno en su piel, envenenándolo rápidamente.

 

Era lo primero que haría, pero aún tenía algo más bajo la manga, así que pensó un simple maldición, consiguiendo que el siguiente hechizo de su contrincante, saliera como una burla del original y por ende, perdiera la posibilidad de atacarla o protegerse correctamente.

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La pregunta que le formulaba era muy sencilla de responder, acababa de defenderse de ellas y solamente tenía que describir aquello de lo que se había librado solo unos instantes atrás.

 

Son filamentos de fuego. Sirven para incendiar la piel y causar heridas… —respondió con tranquilidad. Eran una especie de flechas mejoradas porque además de quemar venían una detrás de otra. No era algo que le gustaría sentir en su cuerpo —Yo me he defendido haciéndome intangible. Un hechizo muy efectivo para evitar un ataque o para entrar en casa sin molestarte en abrir la puerta —contestó con un pequeño toque de humor.

 

Estaba feliz por haberse defendido correctamente, pero lo estaba aún más al notar que, posiblemente distraído por la conversación que estaban manteniendo, el hechizo cegador que había lanzado anteriormente le había dado de lleno. Tenía que ser incómodo no ver durante un tiempo. Por desgracia, justo después de eso vio como sus pantalones se convertían en una avispa marina que le envenenó antes de caer al suelo y morir por no estar en su hábitat. Le alegraba ver muerto a tan asqueroso animal.

 

Cinaede

 

Pronunció con cierta rabia justo después. Sabía que estaba envenenado y que tarde o temprano tendría que curarse, pero no había demasiada prisa, aún podría hacerlo después. Tras pronunciar ese hechizo su contrincante empezaría a sentir que un gas invisible penetraba en sus vías respiratorias, cortándolas, para pasar después a la sangre. Ambos jugaban con veneno, pero él tendría que darse más prisa en curarse porque el veneno utilizado por el joven mago era más rápido y más efectivo.

 

Durante unos segundos no pasó nada, o al menos nada que él supiese. Esperó una posible reacción por parte de su adversario, pero al ver que en principio no sucedía nada, decidió que era mejor volver a atacar. Temía que le hubiese enviado algún hechizo no verbal que le impidiese realizar su siguiente movimiento, pero aún así probaría suerte.

 

Pensó en un Flechas de Fuego. Gratamente sorprendido vio como una andada de filamentos de fuego viajaban en dirección del Uzza. Si había intentado algo para evitar su ataque, claramente había fracasado. Uno tras otro los filamentos se desplazaban en dirección al pecho del Uzza que si por algún motivo no se defendía correctamente, estas le impactarían provocando heridas sangrantes y que su piel se incendiara.

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El Cinaede de David salió distorsionado gracias al hechizo maldición que le había lanzado con antelación. Escuchó cómo la palabra cortaba el silencio sin producir ningún efecto y cómo el chico esperaba que pasara algo. Por un momento, el guerrero tuvo la intención de explicarle qué había pasado, pero por la expresión del pupilo, que apenas podía distinguir gracias a la arena que apenas empezaba a remitir, pudo determinar que lo había intuido para entonces. Antes de que lo atacara de nuevo, el guerrero pensó en una Salvaguarda Mágica y se volvió intangible, mientras los filamentos de fuego pasaban a través de él.

 

—Que manía tienen los ingleses con la invasión —respondió entonces, a la broma que había hecho el chico.

 

Khufu no carecía de humor, de hecho, podría haberse interpretado aquella frase como humor negro. Pero en su rostro, como siempre, no se reflejaba nada más que la seriedad más pura.

 

—Hay un hechizo que es lo contrario a las Flechas de Fuego, capaz de enfrentar a grandes criaturas. ¿Cuál es? —le avisó con un gesto que iba a volver a atacarlo, más por mantenerlo atento que por cortesía.

 

Tal como había hecho él, el guerrero lanzó arenas al viento y estas se aglomeraron entorno a la cabeza de David, entrando en sus ojos para impedirle ver durante un tiempo. Ahora no podría hacer hechizos que requirieran puntería y él, tras un pestañeo, acababa de recuperar la visión. Sus ojos estaban rojos, pero no reflejaban ningún tipo de dolor. Estaba acostumbrado o, más bien, sabía disimular la pequeña comezón que generaba el hechizo al finalizar.

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