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Prueba de Videncia #23


Sajag
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Sajag, a estas alturas de su vida recibía pocas, muy contadas sorpresas. Saber que las cuarenta y ocho horas que le había otorgado a un antiguo alumno para probarse a sí mismo que estaba apto para usar el Anillo de la Videncia, sin duda, era una de las que recordaría en los siguientes años. Él había estado listo para ver, en su momento, pero la había faltado determinación. El tiempo, cosa siempre intrigante y curiosa, era indiferente a las necesidades del ser humano, quizá en su momento, él había estado listo pero no había querido verlo al final. Y la voluntad, siempre juega un papel importante en el uso y abuso de una habilidad tan viscosa como podía resultar la Videncia.

 

Tanto tiempo señor Dayne —saludó casi en un susurro.

 

Estaba justo detrás de su alumno. Nada era más estimulante que la construcción del Ojo Interior y contemplar el desarrollo de sus destrezas a expensas de las debilidades del individuo. Frente a ellos, el laberinto, ¿sería muy distinto al que tenía Jank dentro de sus pensamientos? Pronto estaría solo, confrontando aquello que no había querido confrontar tiempo atrás. ¿Se encontraría con su futuro o rendiría cuentas sobre su pasado? Una barca pronto apareció en medio del lago, y al mismo instante, un anillo se materializó entre los dedos del Arcano, salvo las tonalidades, era el calco exacto. La isla que protegía las habilidades de los Arcanos se mostraba diferente a todos y todos los que por ahí habían pasado tenían una perspectiva distinta cuando terminaban sus estudios, su preparación. Sajag no esperó el saludó del joven, no indicó nada, hizo el ademán de llamar con una mano la barca y desapareció, convirtiéndose solamente una voz que guiaría a su alumno si se viera realmente en una encrucijada. Confiaba en que no sería necesario, sus cuarenta y ocho horas habían sido las necesarias, en términos coloquiales, seguramente para el mago sería un trámite a realizar y el Arcano vería ampliado el círculo de Videntes que determinarían el camino en medio de la Guerra Mágica de la que todos parecían hablar fuera de las paredes de Mahoutokoro.

 

La barca llevaría a Jank a su prueba y pronto se vería envuelto en un tornado, un tornado, qué, de alguien haber revisado una bola de cristal o unas cartas, le mostrarían una feria de curiosidades, como las del inicio del siglo XX. Con mujeres barbudas en las esquinas y enanos con el rostro pintado, con letreros mal dibujados, anuncio de una vidente que todo lo puede, estafa, trucos baratos, el desprecio total a la habilidad que se ejercía entre ellos. Y en medio de todos, una niña, de ojos pardos, ¿color miel? Quizá. ¿Quién era esa niña y porque parecía estar tan tranquila en medio del caos que suponía una feria de ese tipo? Si él no se decidía a controlar el destino de su barca, el tornado le mostraría el mismo escenario, sin embargo, algo habría en el lugar de la niña. Un interminable río de sangre que parecía no tener inicio.

 

No puedes salvarlos a todos —seseó de manera omnipotente en el oído de su pupilo.

 

@@Jank Dayne

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En Noruega, cuando nieva, hace frío.


Realmente frío. No como el que se muestra en las postales al extranjero, evocando una imagen hogareña y pacífica. La cruda realidad se presenta más abrasiva que el fuego y tan salvaje como una tormenta tropical. Los animales se esconden, los árboles quedan sepultados y el alimento se vuelve mito. Los que nacen y viven dentro de sus ciudades más recónditas saben que, cuando se trata del frío, no existe más remedio que el poner todas las esperanzas en el instinto. Al final del día se vuelve el único método de supervivencia. No queda de otra que acostumbrarse. Y quien no lo hizo seguramente conserva su cuerpo intacto, pero inerte.


Jank se acostumbró a vivir con este frío. Su padre solía enviar a sus hijos de cacería y recolección en medio de las ventiscas incluso cuando las despensas estaban llenas y la leña entera frente a la chimenea. Afuera, en medio del bosque y la pesada nieve, sus hermanos y él aprendieron que nadie más que el instinto velaría por sus pellejos. Ese que los guiaba a esquivar un inestable trozo de hielo o explorar la guarida de un Yeti hambriento. De niño esta lógica le parecía absurda, inaudita, provocando un sentimiento de rencor que poco a poco fue moldeando una personalidad irreverente. Ahora, como adulto, lo entiende. O al menos cree hacerlo cuando Sajag atrae hacia la orilla una barca.


- No fue mucho tiempo, maestro - responde sin saber que a sus espaldas ya nadie escucha sus palabras -. Yo lo sentí como un parpadeo.


Un nudo en el estómago se va formando lentamente a medida que la barca avanza entre las aguas calmas. Recuerda la última vez que estuvo allí, aunque prefiere obviar el fracaso y dejar espacio para el futuro, que era siempre lo que importaba y que, por algún motivo, le costaba tanto aceptar. Jank nota que el aire se empieza a hacer más denso al cabo de apenas uno segundos; pasado el minuto, se percata del tornado que se ha formulado frente a sus ojos y del que nada podría hacer para escapar. Lo sabe porque ya lo ha visto. No sabría decir si en sueños o hace apenas unos momentos: de lo único que tiene certeza es que entrar allí será vital para continuar... En todos los sentidos.


Las figuras se presentan sobre su mente, ojos y oídos tan rápido como el aire que lo sacude hacia todas direcciones. La escena se torna lúgubre, hostil, pese a que se encuentra en el epicentro de una feria. Pronto descubre el por qué. Los enanos, las mujeres barbudas, el engaño y las mentiras.. No era de extrañar que el ambiente se volviera pesado e intratable, aunque algo en su interior vibra distinto cuando trata de darles la espalda. Muy en el fondo se identifica con ellos. Años atrás se presentaba ante sus rivales y amigos como el duelista prodigio, un héroe abnegado a quien no le importaba sacrificar su vida por la de otros. Pero, al igual que una bola de cristal falsa o unas profecías inventadas, no era cierto. Así como el objetivo de los falsos profetas consistía en obtener remuneraciones, el de Jank se basaba en el reconocimiento, en esa maldita necesidad por ser reconocido y, en el futuro, felizmente recordado. Quiere ayudar, proteger, sí, pero a su modo.


En el medio de las farsas se destaca una figura infantil. Sus ojos parecen tener vida propia, como si le pertenecieran a alguien más, alguien que está encerrado dentro de un cuerpo frágil e impávido. Tiene las manos tras la espalda, tal vez sujetando un objeto, y balancea sus zapatos de atrás para adelante.


-- ¿Estás perdida? - pregunta él, agachándose para estar a su nivel. Ella mira hacia los lados.


-- No lo creo --- responde ella. Su voz es dulce pero traviesa -- ¿Y tú?


Cuando Jank abre la boca para continuar la conversación, una explosión a sus espaldas hace que gire la cabeza. En el plano físico seguramente se trata de un rayo provocado por el tornado, pero dentro de su visión todo es más radical. El fuego de un hechizo empieza a consumir la tela de campaña donde atienden los lectores de cartas astrales, y a la izquierda de eso, unos enanos desembolsan los cuchillos en medio de una pelea callejera. Dayne extrae la suya también, decidido a intervenir, pero la niña le sujeta el brazo.


--- ¿Estás seguro? No queda mucho tiempo..


--- ¿Tiempo para qué.. ?


--- Para ti. El pasado se pelea con el presente por el protagonismo, y en cambio el futuro... - la niña rebela estar sosteniendo un barco en escala dentro de una botella que se llena poco a poco de agua ---. Oh, pobre futuro, que lo piensan tanto y lo atienden poco..


Jank se muerde el labio. El hombre que lee las cartas y sus clientes ya se encuentran afuera, solo que sigue pensando cómo apagarlo. Los enanos han arrojado las armas y ahora pelean a puños.


--- Podrías quedarte y ser el héroe --- la niña se encoje de hombros --. Si lo haces, por favor, por favor usa capa. ¡Como los muggles!


<< Sí, podría.. >>. En antaño le había funcionado, ¿por qué no habría de hacerlo ahora? Todo se basaría en adelantarse por apagar las llamas sin que nadie se lo pidiese y separar a los enanos con la excusa de que funcionaban mejor unidos que separados. Demasiado fácil, y lo suficientemente llamativo para que la gente hablase de sus actos por días. Pero no era necesario. Nadie realmente necesitaba su ayuda. Y él más que nadie lo sabía.


--- No, ya no. No puedo salvarlos a todos. No debo hacerlo.


Cuando abre los ojos la tormenta ya ha desaparecido y la barca, extrañamente completa, flota a apenas unos dos metros de la orilla. Jank se relame los labios y es así que cae en cuenta de lo mucho que ha tardado dentro del trance. Sin embargo, no cambiaría por nada la sensación de tranquilidad que ahora apacigua los latidos de su antiguo corazón indeciso. Arrastrando la barca hacia la tierra escucha que alguien a sus espaldas carraspea. Sabe quién es.


--- ¿Más consejos?


La niña de ojos color miel se quita el lazo de seda negra que daba forma a su peinado y se lo entrega. El aire del ya distante tornado hace que su cabello se revuelva por todos sitios.


--- Te la regalo - dice encogiéndose de hombros, apenada --. Seguro le das un mejor uso. A mí me gusta cómo se ve así.


Sin previo aviso, desaparece. Jank se queda examinando la tela durante unos segundos. Lo que él y los Dayne llaman instinto comienza a crear cientos de alternativas, hasta que por fin decantó en una. Se lleva la seda oscura hacia sus párpados, lo anuda tan fuerte como puede y se asegura varias veces de que sus ojos no capten si quiera los rayos de sol.


--- Así continuaré, maestro Sajag, donde quiera que estés --- avisa, sabiendo que el Arcano ya lo sabe --. Para ver se necesita un solo Ojo.


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Sajag sonrió y soltó una carcajada, tomándose la abultada barriga con ambas manos mientras vio a Jank Dayne colocándose la venda sobre los ojos. Eso su alumno no lo pudo oír porque no quería que él creyera que se estaba burlando de lo que acababa de hacer. En realidad, el Arcano estaba complacido con la decisión de Dayne y también con sus palabras, desafiantes pero ciertamente valientes. Sólo un Ojo para ver.

-En ese caso, joven Dayne, permítame que esta prueba tome un rumbo nuevo- susurró en el oído del mago, mientras con un movimiento de su varita cambiaba completamente el escenario-. Frente a usted hay un laberinto largo, extenso, de enormes setos que no permiten mirar sobre ellos. Dentro de él, las cosas no siempre son lo que aparentan y la vista juega siempre un papel importante en esta parte. Pero como ha decidido prescindir de la vista, tendremos que usar sus otros sentidos- y lo que en principio iban a ser escuetas palabras para guiarlo como "adelante", ahora se habían convertido en una extensa explicación de cómo jugaría él con su discípulo-. Atraviese el laberinto, señor Dayne. Nos veremos en el la Gran Pirámide- finalizó.

Lo que Jank no sabía ni podía prever era que el laberinto ahora actuaría de forma diferente a la que había planeado en principio. Como bien Sajag le había explicado, estaba diseñado para presentar desafíos físicos y psíquicos, entre ellos algunas criaturas que podían volverse hostiles, hechizos que actuaban de forma extraña, quizá alguna inversión de gravedad o setos que se movían, cambiando de posición los corredores. Eso, todo eso, ahora el mismo mago tendría que sortearlo sin ver, sólo con sus otros sentidos y su Ojo interior, lo que significaba que no habría retrasos netamente físicos, sino psicológicos, actuando dentro de la mente misma de Dayne.

Dando los primeros pasos dentro, Jank se toparía con una serie de secuencias que lo llevarían a un momento clave de su pasado: su relación con su padre. Allí había habido momentos en los que él habría tenido visiones pero quizá sólo las había tomado como sueños. Ahora, encontrándose de nuevo en aquel escenario, él tendría que discernir qué cosas habían realmente sucedido y cuáles eran pura invención. Pero como todo buen engaño, estaba plagado de verdades, quizá algunas que el mago no estuviera dispuesto a aceptar y, claro, también de mentiras que quizá no querría soltar. Todo el camino dentro del laberinto lo viviría dentro de su propia cabeza, en aquellos recuerdos, porque para despertar por completo el Ojo había que quitarse pesos del pesado, sino era imposible avanzar hacia el futuro.

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El segundo siguiente en que Sajag deja de hablar, Jank arranca a correr.

 

Sus zapatos se desvanecen a medida que se adentra al laberinto, pues se convence que sintiendo la tierra bajo sus pies podrá conectarse mejor con el terreno y eludir los peligros que se originen a partir de éste. Recuerda bien la última vez que se enfrentó a la misma situación, aunque prefiere olvidarlo de nuevo. Toma la misma doctrina que adopta durante las batallas, determinando que lo mejor será centrarse en objetivos cortos y rápidos, como evitar salir mutilado o engullido por una criatura siniestra. El diario vivir de una persona que solo se enfrenta al lado hostil de la magia.

 

Sin embargo, a medida que avanza, siente que sus pies se van enfriando cada vez más. A los pocos segundos, la nieve cubre más allá de sus tobillos, impidiéndole continuar. Físicamente sus ojos se encuentran nublados, pero no los necesita para saber dónde se encuentra, quién está tras sus espaldas y, sobretodo, el por qué. Su estómago se encoge y de su garganta no se emiten más que resoplos. Si bien está consciente de lo sucedido, sabe que ese no totalmente él. El hombre solo está visitando al niño que cazaba osos y venados bajo la lupa ineludible de Frankor Dayne.

 

- Leonard ya está en casa devorándose lo que cazó. ¡Camryn y Myla también! - grita, furioso, intentando inútilmente avanzar ágilmente sobre el muro de nieve. Incluso la ballesta que ha de usar para darle caza al venado que se halla refugiado tras unos matorrales muertos está cubierta de hielo. Puede detectar, sentir el sufrimiento de la criatura incluso a casi cien metros de distancia. Está asustada, hambrienta, ignorante del factor más importante: le imposible conseguir refugio y alimento para el crudo invierno que apenas inicia - ¡Dame mi varita y te lo demostraré!

 

- Ellos usaron magia - responde Frankor desde las alturas de una colina, a cientos de metros de su hijo. El eco de su voz hace que las paredes blancas que cubren la tierra se muevan, aumento las probabilidades de una inminente amenaza -. No tendrá el mismo mérito.

 

No entiende. No comprende por qué le exige más, por qué existe una barrera entre él y sus hermanos. ¿Es falta de amor, de apego? ¿Qué ha hecho para merecer ese trato hostil? Aun así, lejos de desear explicaciones, se enfoca en salir del problema. No le quedan más alternativas. En Hogwarts no existen pruebas tan absurdas, y solo debe esperar cuatro años más para liberarse. Pero, en el fondo, sabe está mintiendo. En el fondo sabe por qué su padre lo somete a tanta presión. Frankor y Jank pueden ver. Más allá de objetos iluminados por la luz, padre e hijo pueden ver de verdad.

 

La primera vez que sucedió, a sus cortos seis años, Jank despertó a su padre en medio de la madrugada, empapado en sudor.

 

- Viene por mí, padre. ¡El hombre encapuchado viene por mí! - nunca había hablado el noruego tan fluido como aquella noche - ¡Rayos verdes, monstruos oscuros, fuego de animales horrendos.. ! ¡Todos me persiguen, padre! ¡Me matarán!

 

Recuerda cómo Frankor solo sonrió después de bostezar. Se levantó de la cama y lo sujetó por los brazos.

 

- Pensé que tardarías más en verlo. Ven, duerme conmigo hoy. Te presto mi piel de Zouwu.

 

Arropados en cama, Jank iba narrando el aspecto específico de cada peligro que lo asechó en la pesadilla. Esa noche aprendió acerca del Fuego Maldito, el Avada Kedavra, los Expectros oscuros.. Pero cuando estaban apunto de volver a dormir, quiso saber una última cosa.

 

- ¿Y el hombre, padre? ¿Qué quería, quién era?

 

Frankor miró el techo unos minutos. Se notaba cómo armaba y destruía la respuesta en su mente una y otra vez.

 

- Pertenece a un grupo oscuro, hijo. Tienes que acostumbrarte a verlos, porque te visitarán en tus sueños más a menudo. Nunca debes darles el chance de atacar primero; les encanta usar el hechizo verde del que te hablé. Ellos... - resopló, ampliamente consternado -.. Ellos serán parte de tu vida, lamentablemente. Tienes que ser fuerte para vencerlos. Yo te ayudaré.

 

- ¿Cómo se llama? - quiso saber aún.

 

- El que viste en particular, quién sabe. Pero siguen al Señor tenebroso, ese que el Ministro dijo hace unos días que ha vuelto - cualquier adulto se habría percatado del esfuerzo que requería normalizar esa sentencia.

 

- Mortífagos… - murmuró Jank.

 

- Sí, mortífagos.

 

De repente deja de hacer frío; la sangre le hierve. La colina también parece percibir la alteración y comienza a perder estabilidad. El calor que emana de sus dedos descongela la ballesta.

 

- Eso es, sigue - dice su padre de improvisto -. No toda la magia proviene de los hechizos, Jank. El poder que más necesitas es el que jamás debes mencionar.

 

La nieve se desploma finalmente, formando una avalancha de proporciones grotescas. El chico aprovecha la turbación para zafar sus pies de la prisión helada y arranca la carrera, a sabiendas que logrará salvarse. Coloca la flecha en posición, se desliz hasta caer sobre sus rodillas y aprieta el gatillo. La flecha se dispara y pese a que la criatura ya está huyendo, le impacta en el cuello, pues ya ha visto su recorrido antes. El chilido que emite es anormal, inunda todo el lugar, muy parecido al lamento de una sirena. Jank quiere llevarse las manos a los oídos, y es cuando se percata que está congelado de pies a cabeza. La avalancha se acerca sigue su curso, amenazante, pero él ya no tiene miedo. Ha cumplido su objetivo. Lo que pase después le resulta indiferente.

 

El impacto contra su cuerpo le devuelve a la realidad. Allí, en el presente, está suspendido en el aire, atrapado por cientos de ramas y lazos que luchan por atraerlo a la tierra. La gravedad se ha vuelto, por tanto, subjetiva. El primer instinto le invita a deshacerse de sus ataduras, volviéndolas cenizas, o incluso doblegándolas a su voluntad. Pero eso no tendría mérito alguno. Por el contrario, se relaja. Ahora entiende que todos son partes de la misma naturaleza. Que la magia nace de un mismo lugar.

 

- Te libero, laberinto - piensa, o quizá lo dice; a esas alturas le cuesta distinguirlo -. Así como la nieve atrapada en la colina, como el frío congelador, como el venado hambriento. No lucharé contra ti. Cumple tu cometido, porque yo lo haré también.

 

Las raíces lo arrojan al suelo bruscamente. Cae encima de un charco de tierra húmeda que se ha creado gracias a la lluvia. A partir de allí, llega a comparar los acontecimientos con una danza cuya coreografía se sabe de memoria. Esquiva una manada de Tebos furiosos cuando pasa por una intersección, salta en cada una de las piedras flotantes que continúan un pasaje del laberinto sin suelo, elude la cueva donde descansa el Nundu y llega a tiempo para apagar una vela de un soplido que pudo haber causado el incendio que acabaría por arruinar todo el esfuerzo. Cada acontecimiento lo había soñado en algún punto de su vida. Ahora sabe que lo ha visto, no lo ha imaginado. Y que en lugar de escapar, debe afrontarlo.

 

A Jank Dayne se le ve llegar a la entrada de la Gran Pirámide cubierto de lodo, mojado, rostro repleto de hollín. A su indumentaria apenas le quedan unos tirajes arrugados. Lo único que sigue intacto es la venda que cubre sus ojos, tal y como lo ha previsto. Se la quita.

 

- Maestro Sajag, he conseguido llegar en una pieza. ¡Las visiones no se equivocaron!

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En todo momento el anciano estuvo siguiendo a Dayne, a través del laberinto, viendo desde una distancia prudente cómo el mago se esforzaba en cada paso que daba y cómo hacía uso de su Ojo interior. Jank podía ver ahora, tan claramente como había visto algunas escenas de su vida en su propia mente en otras circunstancias. Podía ver y Sajag veía con él.

 

Siempre le había dicho a sus alumnos, los que se atrevían a preguntar, que él era capaz de ver si ellos iban a conseguir el anillo o no, pero que ninguna visión era definitiva y podía cambiar en el transcurso del tiempo. A veces, saber lo que iba a pasar no era la mejor forma de enfrentarse a ese futuro, sino una más del destino de burlarse de nosotros y de cómo seríamos incapaces de cambiarlo, porque quien sabía lo que su futuro le deparaba, estaba sujeto a realizar acciones que finalmente lo llevaran a él, por más que quisiera evitarlo.

 

Y este era el caso del señor Dayne.

 

Cuando se paró frente a él, al final del laberinto, Sajag se lo quedó mirando un extenso momento antes de sonreír de forma bonachona, como siempre hacía y señalar las ropas sucias de su alumno.

 

-Casi en una pieza, señor Dayne- expresó, soltando luego una carcajada-. Las visiones a veces sí se equivocan, Jank Dayne, nunca apueste todos sus huevos de Occamy a una visión- lo último le salió un poco en un susurro sombrío, mientras su mirada de oscurecía brevemente. Pero luego volvió a tener aquella sonrisa suficiente, bonachona, en aquel rostro tan alegre y regordete y le indicó con una mano a Jank que lo siguiera a la Pirámide que tenían detrás-.Las visiones no siempre son certeras porque varían de acuerdo a sus intervinientes. Sin ir más lejos, el único motivo por el que Harry Potter venció al Señor Tenebroso fue porque el segundo no entendió que una Profecía depende enteramente de sus actores y, en el momento en el que él decidió actuar, puso en marcha un plan que estaba muy por encima de sus conocimientos- hizo una pausa mientras ascendía los escalones.

 

-A veces los magos son muy pedantes, señor Dayne, creyendo que pueden influir en ciertos aspectos de la magia que están más allá de la comprensión, incluso, de un Arcano viejo como yo... o como Báleyr- hizo una mueca al nombrar al Arcano de Nigromancia-. Recuerde esto, señor Dayne, las visiones pueden tomar rumbos diferentes si los actores lo desean, pero casi siempre se cumplirán. Aún así, no debe confiar siempre en sus visiones- aclaró, para que no hubiera lugar a dudas de lo que había dicho en principio.

 

Por fin llegaron, luego de la escalinata y atravesar unos cuantos arcos de piedra, al círculo de siete estrellas, el Ouroboros, donde sobre la pared había siete puertas, los Portales. Cada uno para una habilidad, que sólo se abrían cuando un alumno estaba listo para acceder a la prueba final que lo vincularía. En aquel momento, la puerta de Videncia marcaba el Norte y un brillo perlado se extendía debajo y a los lados de la enorme puerta de piedra, marcada con antiguos símbolos rúnicos, algunos que ya no se enseñaban en Hogwarts. Sajag se giró para observar a Jank y abrió una mano frente a él, donde descansaba un anillo muy parecido al suyo.

 

-Cuando decidas cruzar el portal, lo harás con este anillo en tu dedo- comenzó-. Esa será mi forma de verte y escucharte por donde sea que el portal te lleve. Si tienes problemas, lo sabré y te sacaré de allí, pero habrás perdido un intento para realizar la prueba y el portal se resentirá- explicó, mirando al joven mago a los ojos-. Yo no podré influir en nada de lo que allí suceda, sólo seré un expectador y, por eso, señor Dayne, le deseo mucha buena suerte. Lo estaré esperando aquí, pase lo que pase- finalizó, sentándose en el suelo de piedra, justo en el centro de la estrella y dejando que Jank tomara la decisión de ingresar o no en el Portal.

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Asiente y observa el brillo que destila de las orillas de la puerta. Respira hondo, tratando de adoptar una posición neutral, aislada de falsas expectativas. El anillo que ahora decora su dedo irradia una energía casi tan atrayente como lo que sea que se oculta tras los símbolos rúnicos. Nota cómo su poder lo invita a explorarlo, a no contenerse. Ha sentido eso antes.


Entra.


El salón a sus espaldas desaparece, y con éste, gran parte de su pasado. Se encuentra en un estadio iluminado por las típicas luces incadescentes que tanto muggles como magos optaban para dar visibilidad a los partidos. Solo que allí nadie está alegre o lanzando pitidos llenos de euforía. Por el contrario, todos parecen asustados, reprimidos, algunos incluso aguantando el llanto. Familias enteras, amigos, conocidos. Unos llevan varitas; otros, pistolas. Jank se ve forzado a ignorar la exagerada iluminación que tanto lo molesta con tal de enfocar su mirada y enterarse de qué o quién atrae tanto la atención.


Apenas se percata su estómago se contrae.El centro del campo es protagonizado por una tarima flotante que sirve de piso para al menos treinta personas desnudas, atadas y heridas. No se escucha una sola palabra, ni siquiera de las víctimas. El silencio resulta insoporable. Lo primero que intenta hacer es desvainar su varita y terminar con aquella atrocidad, pero rápidamente se da cuenta del cambio de actitud colectivo que acarrea tan solo la intención del movimiento. Ahora siente el peso de, al menos, diez mil personas. Su rostro es proyectado en la pantalla principal. Los amordazados también lo observan, inexpresivos.


- Magia - empieza a decir una mujer a sus espaldas - Magia. Él tiene magia, todavía.


- Es.. Es un mago - comenta un anciano, esperanzado. De repente detecta rostros llenos de lágrimas, sonrientes, impactados - ¡Este chico tiene magia!


- Magia. Magia. ¡Magia! ¡Existe todavía! - las voces se acumulan en su mente, y los portadores se le acercan desde todas partes - ¡Sálvanos, mago, sálvanos!


- ¡Dame un poco de poder, Jank! - grita una chica cuya voz reconoce, pero la multitud que se va acumulando en cuestión de segundos no le permite descifrar su rostro -. ¡Haz que mi varita se active, al menos unos segundos!


- ¡Haz que el mundo vuleva a ser el mismo, mago, haz algo!


- Tal vez si lo toco absorberé un poco de sus poderes...


Jank los aparta suavamente al principio, tratando de buscar la salida, pero al cabo de unos segundos debe recurrir al Repulsor. Sin embargo, llega un punto en que no es suficiente: lo tienen rodeado. Siente manos que le tocan el rostro, dedos que jalan su caballo y oye su ropa ser rasgada. Sujetan su brazo izquierdo, el derecho, lo empujan. Logra ejecutar un Ascendio, pero cuando llega a la última planta del estadio, ya cientos de personas lo esperan allí. Lo inmovilizan y alzan por encima de sus cabezas, prometiéndose unos a otros que la magia, sea como sea, podrá ser transferida a ellos.


Quiere hablar, usar magia para para espantarlos y desaparecer después, pero le han quitado la varita y cubierto la boca. Es tanta la gente que se le encima que el suelo se desploma por el peso. Pronto pierde la capacidad de respirar. Pese a la muerte inminente, prefiere enfocarse en lo est****o que ha sido por dejarse arrebtar su arma mágica. Nunca, ni siquiera durante las más peligrosas batallas, habían logrado arrebatársela sin el uso de varios hechizos. Se siente defraudado de sí mismo. Al final, el mago que tanto aclaman no es gran cosa.


Cierra los ojos cuando la oscuridad lo devora.


El calor hace que los abra. Los abusadores han desaparecido. Jank se toca el pecho y respira aliviado. Tiene muy en cuenta que se ha tratado de una visión, pero se ha sentido tan real como cualquier otra vivencia. Aun así, eso no ha sido lo peor. Ahora se encuentra en medio de Guernsey, en un tiempo que promete ser más cercano. Esta vez sí escucha gritos, solo que en lugar de euforia y vitoreos, están cargados de espanto y desesperación. El pueblo a su alrededor está en llamas. Casas, hostales, escuelas, iglesias y plazas. El fuego que consume el hogar de miles de personas está convirtiéndose en cenizas frente a sus ojos.


Jank vuelve a alzar la varita sobre su cabeza, pero es detenido por un rugido a sus espaldas. El chorro de llamaradas letales que desprende un Galés Verde a sus espaldas choca contra el faro de la isla, que a los pocos segundos estalla en cientos de pedazos y el resto se desploma sobre las aguas. Las sireñas aledañas deben esquivar los pedazos gigantes de roca para salvarse, al menos aquellas que tienen suficiente suerte y agilidad. El fuego abrasador tampoco ha perdonado a las criaturas de su pueblo, quienes inlcuso bajo el agua son susceptibles a las altas temperaturas y expresan su agonía a través de un escandaloso llanto.


<< Esto es antes >> comprende << Este es el inicio del fin >>


Mira hacia el cielo. Más de diez dragones sueltan llamas de sus fauces al unísono. Sus jinetes usan sus varitas para arrojar hechizos a diestra y siniestra, derribando las pocas defensas de los magos que intentan proteger a los civiles y a los suyos. Desde los barcos invasores se disparan cientos de rayos naranja que impactan contra las pocas edificaicones en pie. El calor comienza a ahogarlo, o quizá es la impotencia. Nada de lo que le muestra esta visión se tratan de parábolas o mensajes encriptados; por el contrario, todo parece tan real y tangible como un recuerdo de ayer.


Jank apunta su varita hacia uno de los jinetes y, sin decir palabra alguna, dispara un rayo hacia su cabeza. El ataque impacta al mismo tiempo que una lanza encantada atraviesa su pecho, de lado a lado. Ha sido proyectada con tal fuerza y precisión que su filo se clava en el suelo. Una única lágrima cae sobre su mejilla derecha, y antes de tocar el piso, se congela. Cierra los ojos.


Al abrirlos, se ve a sí mismo en Campoestrella, el antiguo Castillo de los Dayne. Está totalmente reconstruido, hermoso, y sus puertas yacen abiertas para nuevos y viejos. Jank se adentra por la puerta principal, curioso. Una luz blanca lo recibe, como cuando era niño. Su padre no había escatimado en explicaciones sobre la importancia de los fuegos fatuos y su relación con los espíritus de los antepasados. En resumidas, cuando los Dayne morían, se convertían en uno, y cada que podían se materializaban para mostrar "el camino", sea cual fuese, al miembro que más lo necesitara. No tiene dudas de por qué ahora lo ve él.


Dentro del Salón de las Estrellas pueden oírse voces cuyos acentos relatan procedencias de todo el mundo. Jank sonríe, satisfecho, aunque decide no entrar, pues la luz se ha detenido encima de una estatua en el patio, encima de una fuente que expulsa litros de aguas multicolores. Se acerca más y más,, pero se detiene cuando reconoce el rostro y, sobretodo, la escena que está inmortalizada. La punta de la lanza es la responsable de cambiar la frecuencia y colores de las aguas, mientras que la posición del brazo que esgrime a Libra, su varita mágica, parece recibir energía la energía del sol que es tranferida al arma que le quitó la vida.


<< Futuro, futuro y futuro. Solo hay futuro para mí >>


El anillo brilla, brilla tan fuerte como lo hacían las luces del estadio, las llamas del galés o el espíritu guía de sus ancestros. Una vez más, cierra dos de sus ojos. El tercero estuvo, está y estará abierto.

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Desde que Jank Dayne ingresó en el portal, el anciano de Videncia se mantuvo sentado delante de la puerta, observando con su ojo interior todo lo que el mago transitaba. Todas las pruebas, desde el momento en que fue nombrado Arcano, habían sido distintas para cada alumno y supo que nunca se repetiría ninguna, porque las vivencias de cada mago o bruja que pasaron por ella habían sido distintas. Aún así, Sajag observaba, con una mano estirada casi posada sobre el hombro de Dayne, cómo se desenvolvían las visiones que rodearon y acosaron al mago.

 

Todas esas manos en el estadio, tocándolo, tirando de él, no eran sino la representación de otras cientos de visiones, pequeñas e insignificantes quizá, que habían pasado por el tercer ojo de Jank Dayne a lo largo de su vida o que pasarían a medida que continuara. El Arcano sabía desde el momento en que lo volvió a ver plantado en su casa, esperando que él le dijera que podía realizar la prueba, que aquel sería uno de los finales a los que podría enfrentarse el mago. Y mientras mantuvo su mano estirada, casi tocando el hombro de Jank Dayne, Sajag se mordió el labio inferior, esperando... midiendo.

 

Finalmente lo vio de nuevo en aquel castillo, presente. Presente. Antes lo había sentido ausente, distinto, alejado de quién era y de lo que podía hacer o llegar a ser. Pero en aquel castillo, mientras se dio cuenta de lo que en realidad era, de quién en realidad era, el Arcano de Videncia bajó la mano y no tocó el hombro de Dayne.

 

Jank cruzó el portal de nuevo.

 

-Has retornado- dijo el Arcano, con voz cansina, mientras se ponía de pie-. Lo has hecho bien, Jank Dayne- ambos anillos, el del Arcano y el de Jank brillaron con una tonalidad cobriza y la calidez se extendió por sus manos y sus brazos, dando por completa la vinculación del anillo-. Has logrado tu cometido y ahora posees por completo una apertura al Tercer Ojo- Sajag le puso, por fin, la mano sobre el hombro al mago-. No te pierdas en las visiones y mi casa siempre estará abierta si necesitas guía... joven vidente.

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