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Prueba de Nigromancia #21


Báleyr
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Su pupilo debería presentarse allí cuando el sol estuviera cayendo en el horizonte. Nada bueno podría lograrse si aquellos dorados rayos se interponían a los planes del averno. Una lechuza de plumaje oscuro —ni muy anaranjado, ni muy rojizo— picotéó la ventana de Matthew Triviani y luego su mano para entregarle las coordenadas donde se encontraría con el Arcano, aunque si el muchacho era lo suficientemente listo o ya poseía vinculación con otras habilidades poco relacionadas con Nigromancia, sabría que el punto resultaba habitué. Báleyr se había esforzado enormemente para que no lo pareciera, e incluso hubo decidido marcar la odisea del mago unos cuantos metros antes de llegar al lago, sitio pactado con la mayoría de sus alumnos.

Para su fortuna, y no es que contara con mucho, cuando el último vestigio de sol dejó de pegarle en el rostro, una sombra amorfa surgió más allá. Primero pareció una mancha con movimiento, luego se fue alargando y como si el suelo fuese un imán la succionó hasta devolverla a donde pertenecía, detrás del pelinegro. Báleyr saboreó los resquicios de hierbas en su lengua y botó la ceniza apagada de la pipa para rápidamente llenar la misma con el brebaje de un frasquito mediano que pendía de su cuello, entre los pliegues de su túnica. Cuando el par de ojos oscuros y penetrantes de Triviani estuvieron a metros más, una densa nube de humo lo recibió rodeándolo sin pedir permiso.

—Buenas noches señor Triviani ¿Ha descansado bien?— no esperó mucha respuesta —Pues si aun su respuesta es afirmativa, si está completamente seguro de querer realizar ésta prueba, lo que le espera tras de mi no será tarea sencilla, pero déjeme decirle que valdrá la pena...

En sus palabras había una única mentira y no estaba muy preocupado en desvelarla. Aunque Matthew cruzase el mapa hasta la tan ansiada pirámide, si ésta misma no lo consideraba digno, todos sus esfuerzos serían en vano. Pues la misma habilidad escogía a sus catalizadores en el mundo de los vivos.

Hizo una pausa teatral y continuó.

—Primero voy a necesitar que deje todas sus pertenencias en ésta bolsa. Le prometo que las cuidaré y se las entregaré una vez todo ésto acabe.

De la manga de su túnica dejó caer un fino manojo de tela que al atraparlo antes de tocar el suelo se transformó en un saco. Con cuidado lo abrió para que su alumno depositase varita, anillos y cualquier otro artefacto mágico que le facilitase las cosas, pues para sortear cada adversidad repentina debería valerse de los propios conocimientos sobre la Nigromancia. Acto seguido, volvió a calar profundo de su pipa y tras desearle buena suerte soltó todo el humo que cupo dentro de sus viejo pulmones. Cuando la neblina que apestaba a hierbabuena se disipara, Báleyr habría desaparecido.

"Muchos de mis alumnos están acostumbrados a cruzar en barcaza. Pero usted está un poco más lejos del lago ésta vez, señor Triviani. Por lo que si quiere cumplir con el primer reto deberá eludir la mascota de un viejo amigo quien estará custodiando los botes que le permitirán llegar al laberinto. Sea amable con ella, pues mi amigo está de viaje y me pidió se la cuidase"

° RETO 1 °

Completamente solo, Matthew Triviani se toparía con el inmenso perro de tres cabezas, rabioso por proteger lo que le hubieron encomendado. Había quienes decían que solamente existía una persona capaz de dominar a la bestia. Si lo conseguía, podría huir sobre una balsa hasta avistar orillas seguras. Pero como nada era perfecto y Báleyr era bastante ingenioso cuando se lo proponía, las ánimas despertarían e intentarían tumbar la barca para hacerse con el alma del hombre que la conducía; si no las controlaba podría perecer, más si lo lograba, llegaría a la entrada del laberinto en una sola pieza.

° RETO 2 °

Allí tampoco lo estaría esperando el Arcano, éste reposaba tranquilamente en la cima de la pirámide, a donde Matthew aspiraba a llegar o eso creía él. En ésta ocasión le había dado unos momentos de gracia, el silencio resultaría perturbador, las inmensas rejas que mantenían cerrado el intrínseco laberinto se abrieron emitiendo un rechinido ante sus narices. Podría transitar sin miedo a que algo o alguien tratase de matarlo porque no pasaría, allí todo estaba sumido en una profunda tranquilidad, la madreselva había trepado por cada pares hasta apoderarse del último de los ladrillos grisáceos. El cielo nocturno era un manto incrustado de diamantes sobre su cabeza y la luna, más grande que de costumbre, iluminaba cada rincón sin dejar detalle a la imaginación, por lo que no sería difícil para el mago dar con el centenar de puertas que había desperdigadas por ahí, aunque solo una fuese la correcta.

Cuando por fin diera con ésta, haciendo uso de su raciocinio o poder de deducción, lo que prefiriese, entraría en una habitación con luz artificial donde habría otra puerta sin pomo ni cerrojo que solamente se abriría diciendo las palabras correctas en el idioma correcto. Pero cómo sería él capaz de adivinar aquello, bueno, Báleyr dispuso un cuerpo semi desnudo —cubierto con una sábana blanca de la cintura a las rodillascon una nota clavada en el pecho.

"¿Recuerda nuestro viejo ejercicio? Espero que sí pues deberá ponerlo en práctica si quiere salir de allí antes de que el sol vuelva a emerger. Pero antes de que determine la casa de muerte del sujeto, lo sane y lo reviva para que le sea de ayuda, le daré una última lección. Cuando un Nigromante realiza rituales, éstos comienzan en uno mismo y no el objeto de estudio. Su alma, su mente y espíritu deben estar equilibrados, sanos, limpios para poder actuar con precisión y éxito. Purificar antes de proceder, señor Triviani.

Lo espero al pie de la pirámide si lo logra. Ya que si me está leyendo, la luna está próxima a desaparecer"

° RETO 3 °


No todo el mundo conocía historias acerca del Tártaro, de su bestial mascota o del balsero que cruzaba las almas en pena por el Río Estigia. Bienaventurados los que con un poco de lectura albergaban viejas anécdotas sobre el proceder de las personas cuando un ser querido moría; colocar una moneda debajo de su lengua o sobre sus párpados para poder pagar a Caronte y que éste al fin le sirviera de guía. Quizás Matthew no lo sabía, nunca lo había leído o Báleyr estaba equivocado sobre su pensamiento acerca de él, por lo que si era lo suficientemente inteligente descubriría algo brillante dentro de la boca del hombre al que revivió y se lo guardaría por mera curiosidad o conocimiento. De no haberlo hecho tendría que convencer a Caronte -Quien estaba del otro lado de la puerta que abriría con la palabra clave, cuidando el paso de un puente de piedra- para que le dejase cruzar y llegar a la pirámide.

° RETO 4 °

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Sentado en un viejo escritorio, escuchando el rechinar de las maderas por la fuerte lluvia y los relámpagos pariendo las penumbras.

¿Estaba preparado? Había esperado mucho tiempo como para no estarlo. No se perdonaría fallar. ¿Qué había aprendido? Aprendió a hacer portales, pero ¿sería suficiente? Las preguntas se sucedían en su cabeza pero la hacían dudar. Cada pregunta reafirmaba su convicción sobre sí mismo, lo aprendido de Báleyr y, más que cualquier otra cosa, sobre lo que había aprendido de la muerte durante todos los años de su vida... Una lechuza proveniente del maestro había aparecido picoteando su ventana y dándole instrucciones de como llegar al lugar que ya conocía, las pruebas siempre eran llevadas acabo en el mismo lugar, pero la realidad era totalmente diferente.

Una densa bruma de humo recubrió su cuerpo en una circunferencia casi perfecta.

<Primero voy a necesitar que deje todas sus pertenencias en ésta bolsa. Le prometo que las cuidaré y se las entregaré una vez todo ésto acabe.>

El gitano solamente le dedico una mirada ajena al Arcano, no era novedad que todos le pidieran lo mismo, pero el despojarse de sus pertenencias mágicas era demasiado difícil para él, muchas veces dijo que la varita no hace al mago, ni mucho menos los artefactos mágicos que este pudiera cargar, pero si eran una gran ayuda para desempeñar las tareas diarias y potenciar sus conocimientos.

Esta bien. respondió de mala gana y dejo todo tipo de artefacto, incluida su varita, dentro de la aterciopelada bolsa.


El tuerto desapareció.


Chistó.

No era una persona de mucha platica, solo preferia hacer las cosas sin consecuencias y sin demasiados subterfugios. Solamente acento con su cabeza al oír las palabras del tuerto y siguió las instrucciones, y fue allí donde todos los alumnos miraban con anhelo, en dirección a la pirámide que decidiría su futuro. La fresca brisa lo acompañó durante todo el camino hasta el lago, sacudiendo la túnica de lino negra que llevaba, poco más oscura que su cabello que caían a la espalda, desordenados. ¿Que clase de criatura es digna de ser llamada mascota por Báleyr? a pasos agigantados el gitano avanzaba por el frondoso y gélido bosque repleto de criaturas que lo miraban desde las sombras, un gruñido alerto al licantropo sobre lo que estaba por asomarse.

Un perro gigante, de tres cabezas.

¿Como demonios pensaba el tuerto que Matthew sortearía al perro? mientras gruñía de su boca escurría baba, como si fuera un perro rabioso custodiando un preciado tesoro, por el cual realmente no estaba interesado; observo por debajo de él y la balsa estaba allí esperándolo, en las oscuras aguas del lago, opto por hacer uso de su aprendizaje en la metamorfomagia y transformar su cuerpo en la de un lobo, sus prendas se habían desgarrado completamente, sus huesos se quebraban y sus dientes crecían.

La única manera de llegar a salvo hacia la balsa era enfrentándolo, o corriendo por debajo de él.

Cerbero no parecía ser una criatura demasiado inteligente, ya que al vastamente gigante, sus movimientos eran limitados, si bien, podría matarlo con solo apoyar sus garras sobre el pequeño cuerpo del mago, éste corrió hacia su pata derecha y la desgarro con sus afilados dientes, un golpe de su diestra hizo que el gitano saliera volando hasta golpear con un árbol, cuando recupero las fuerzas y Cerbero quiso atacarlo, corrió lo más rápido que pudo hacia la embarcación, donde estaría aparentemente seguro.

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La primer prueba había sido superada con éxito. Báleyr tuvo que hacer uso de la mancia, como solo él sabía, para enviar un lacayo en busca de Cerberus. El perro estaba agotado de "jugar" con Matthew por lo que regresaría al Tártaro que era donde pertenecía. Triviani tendría aproximadamente unos cuarenta segundos antes de que el segundo reto fuera accionado por su mera presencia. En la Nigromancia existían tres sendas fundamentales para dominarla: La Senda del Osario, La Senda de la Ceniza y La Senda del Sepulcro, ésta última resultaba ser la más importante y la que debería emplear entonces para sobrevivir.

 

Al contacto de sus pies sobre la base de la barcaza comenzaría la travesía hasta tocar tierra firme. No serían demasiados metros pero las hondas en el agua oscurecida por la noche despertarían a las ánimas.

 

Las ánimas estaban desesperadas por emerger. La balsa era propiedad de Caronte pero éste la cedió voluntariamente al Arcano, quien prometió regresarla sin un rasguño —O eso esperaba, porque ciertamente no sabía como su pupilo reaccionaría a continuación— para que él continuase su labor con normalidad. Se decía que tamaño personaje tenía un buen sentido del humor, después de todo si te estaba conduciendo —literalmente— hacia el final de tus días no podía tener cara de pocos amigos.

 

Entonces, Matthew debería ser capaz de controlar las almas que buscaban hacerse con su cuerpo y su mente para regresar al mundo de los vivos. Si él caía completamente al agua, si el líquido frío tocaba sus pulmones, estaría perdido para siempre y ni siquiera Báleyr podría ayudarlo. Solo siendo capaz de dominarlas llegaría al laberinto y completaría la mitad del camino hasta la pirámide, el sitio donde el Arcano le aguardaba fumando pipa, con las piernas cómodamente cruzadas, observando sin explicación alguna como una serpiente, de dimensiones considerables, aparecía en escena.

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Las oscuras aguas del lago se agitaron como si algo se sacudiera bajo ellas; a cada paso, más turbulentas. Comenzó a rodear el lago, pero el infame puente nunca apareció. Lo que sí apareció fue un diminuto muelle apenas visible entre los juncos que se movían frenéticamente al compás del viento y atado a él, una barca. Las aguas mecían el bote, o más bien lo agitaban de un lado a otro, subiendo y bajando ante las revoltosas y fuertes olas que azotaban la orilla. Matthew se acercó y mientras más se acercaba, más veía aquella idea como descabellada. La madera estaba vieja, descuidada con restos de pintura que ya había perdido su color al sol.

 

Daba la impresión de que no soportaría la travesía y acabaría naufragando tristemente a mitad de camino.

 

Con otro clima se animaría a nadar, pero así, al borde de una tormenta y con extraños seres del inframundo nadando en el lago, no le apetecía mucho. Torció los labios al ver unos brazos fantasmagóricos salir del agua. No eran los únicos, cada vez más espectros y seres cadavéricos y putrefactos se juntaban cerca de la barca con los ojos vacíos pegados en él. Ahora entendía por qué se sentía tan observado. Y también comprendió que tendría que cruzar no solo a través del agua, sino a través de aquellos seres que parecían muy interesados en su cuerpo.

 

Animales que usualmente poblarían el río y el lago se congregaron a un costado, escapando de todo eso. La mayoría eran cocodrilos. Por no decir todos. Se detuvo en medio del muelle y medito unos segundos. No estaba seguro del todo en adentrarse, la otra orilla que destinaba el laberinto estaba cada vez más cerca así que sin pensarlo demasiado se subió a ella y remó lo más rápido que pudo.

 

No era el plan más brillante, pero al menos avanzaba. El bote iba dando tumbos sobre las olas y los cocodrilos nadaban con rapidez a través de las aguas revueltas, aunque no lo suficientemente rápido como para dejar atrás a los extraños inferis que intentaban volcar la barca. No sabía lo que querían, pero no eran más que seres nauseabundos sin mucho cerebro. La orilla cada vez estaba más acerca y su estómago cada vez más revuelto. Casi lo había conseguido cuando los inferis comenzaron a atacar a los cocodrilos y perdió fuerza. Sin embargo, estaba al lado, a tan solo unos metros de tierra firme. Se puso en pie y de un salto salió del bote ayudada de su habilidad pudo lograr. Alcanzó a caer sobre la orilla enlodada, hundiendo pies y brazos justo cuando comenzó a llover.

 

Un silencio perturbador, y las inmensas rejas que se abrieron emitiendo un rechinado ruido dando paso al laberinto

 

Retomó el aliento y se irguió, sacudiendo las manos y las piernas para librarse del lodo arcilloso que se le había pegado. Dejó a los inferis y a los cocodrilos atrás y se adentró en el laberinto que ocultaba la pirámide. Los sicomoros eran bajos y se encontraban separados, dejaban pasar la poca luz que había, pero mientras mas avanzaba mas frondosos y altos se volvían, y mas a oscuras quedaba. Decidió utilizar su afinado oído y escuchar todo lo que pudiera representar un peligro para el gitano, no confiaba en ese sitio, no confiaba en las argucias de Báleyr, sabia que el viejo arcano no lo sorprendería con una bestia común y portal, pero preferia no dejar nada a suposiciones y expectativas.

 

No logro escuchar ningún ruido, nada, ni un murmullo de animales... Era como si hubiera entrado en una especie de burbuja donde ni un ulular de tormenta se colaba. Avanzó en ese sepulcro silencio y solo escucho un sollozo, un gimoteo distante entre el espeso bosque que parecía el desgarrador lamento de un niño, se dirigió hacia el origen del ruido, sabiendo de antemano que esa seria otra prueba... ¿Que niño se perdería en el bosque de esa isla? Tendría que averiguar que clase de obstáculo seria, con una luz que flotaba sobre ella, se detuvo frente a una puerta y al par de unos segundos, ingresó, una habitación totalmente oscura, alumbrada con otra luz artificial, otra maldita puerta, ésta no tenia indicio de poder ser abierta, intento empujarla con sus manos y no tuvo éxito... Cuando la tocaba, ésta se iluminaba, como si fuera un mensaje frente a ella, un acertijo:

 

 

«La oscura sangre, nuestra maldición, este verso una luz

Tal poder siento en alguien tan joven

Ven a buscarme donde arda el místico sol.»

 

Se refería a un pequeño edificio ubicado bajo las instalaciones de un hospital, al cerrar sus ojos y visualizar aquel momento, donde había llevado a cabo su viejo ejercicio, la puerta genero una especie de rugido, abriéndose... La puerta se movió suavemente cuan pesada era, una luz cegó sus ojos y los entrecerró, hasta que se ambientaron y observo que se encontraba en la morgue. Un cuerpo cubierto en una cuarta parte de él con una nota clavada en su pecho, se acercó hacia la mesa metálica, rodeándolo y observando todo el lugar sin tocar nada... Aun no confiaba en aquella situación y leyó lo que decía el papel:

 

 

«¿Recuerda nuestro viejo ejercicio? Espero que sí pues deberá ponerlo en práctica si quiere salir de allí antes de que el sol vuelva a emerger. Pero antes de que determine la casa de muerte del sujeto, lo sane y lo reviva para que le sea de ayuda, le daré una última lección. Cuando un Nigromante realiza rituales, éstos comienzan en uno mismo y no el objeto de estudio. Su alma, su mente y espíritu deben estar equilibrados, sanos, limpios para poder actuar con precisión y éxito. Purificar antes de proceder, señor Triviani.»

Se llevó una mano al mentón. Si tuviese que aplicar lo que aprendió con Báleyr, podría conversar largamente sobre la muerte, sobre sus intenciones o sobre cómo decidir si llevar almas en desgracia al mundo de los vivos. ¿Alargar a vida, el poder sobre la vida y la muerte? Volvió la vista al cuerpo en un estado avanzado de descomposición, se coloco unos guantes que se encontraban a disposición del gitano sobre una mesa repleta de utensilios, un bisturí, lo tomó y aplico presión sobre el pecho del cuerpo, haciendo una T sobre él.

 

Luego de haber revisado atentamente los órganos del cuerpo, encontró la causa de su muerte, una insuficiencia hepática había llevado al deceso del hombre que yacía sobre el chapon frió de la morgue, su hígado se encontraba deteriorado, y muy difícil de poder volver a un estado dentro de todo funcional. Busco en su grimorio, aquel que llevaba dentro de su monedero de piel de moke, una especie de ritual para devolver a la vida aquel hombre, al menos por un tiempo determinado, para que lo ayudase a cumplir su cometido.

 

Con la punta del escalpelo corto la palma de su mano y con su dedo indice, tomo su sangre, dibujando unos símbolos en el pecho del muerto, repitiendo la lineas de lo anotado en su clase, en una lengua muerta -latín-, logro que el hígado del fallecido pudiera regenerarse hasta su funcionamiento, haciendo que éste abriera los ojos, el cuenco de sus ojos no reflejaban vida, estaban vacíos, no tenia alma, simplemente era un cuerpo revivido con fines poco ortodoxos para Matthew.

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El reptil había recorrido medio trayecto cuando Báleyr se puso en pie. La bolsita gris donde guardaba su tabaco y hierbas cayó al suelo debido al repentino movimiento brusco del Arcano pero éste pronto lo recuperó con agilidad, algo que era cuestionado a causa de la cantidad de años que poseía. La pipa para entonces ya se había apagado y el sol amenazaba con cegar al mundo lentamente pero Matthew todavía no salía del laberinto donde debería advertir la causa de muerte de la única persona que se sabía el código mágico para abrir la puerta que le conduciría hacia Caronte y su puente, más adelante hacia la pirámide.

Como una proyección astral el escenario donde Triviani se encontraba entonces surgió ante ojos del viejo tuerto. Con astucia supo identificar la causa de muerte y traer vida a los órganos muertos del hombre, incluso a él mismo. Sin cuidados, sin volver a cerrarlo tal vez, la imagen que el anillo de la habilidad le otorgaba se tornaba borrosa de a ratos. El fallecido comenzó a gritar desesperado, Báleyr solo lo veía mover los labios y las manos así que tampoco sabría decir con seguridad si en realidad no le estaba dando al mago la forma de abrir la puerta sin pomo ni cerradura para cruzar al puente.

¿Podría hablar? ¿No se tragaría la moneda que tenía bajo la lengua? Y si se la tragaba y moría, nuevamente, ahogado ¿Cómo haría Matthew para sacar el objeto metálico que más tarde debía entregar a Caronte?

El Arcano miró a la serpiente, ésta yacía enroscada sobre sí mismo a dos centímetros de él, parecía negar con la cabeza cosa que lo hizo reír y alzarse de hombros.

—La verdad se sabrá cuando cruce el portal.

Le dijo, pues una vez que Caronte le dejase pasar el puente y llegar hasta la pirámide, Báleyr estaba en la obligación de preguntarle una vez más si estaba listo para entregarse a la Nigromancia y entonces ésta se abriría para él. Dentro de la estructura triangular la oscuridad lo absorbería por completo, más lentamente varias puertas se iluminarían mágicamente dando un tono lúgubre a la habitación en donde solamente había un altar en el centro, justo donde el símbolo del Uróboro se completaba para comenzar de cero —la serpiente que se come a sí misma como un ciclo sin fin— y sobre éste altar una brillante sortija de aprendiz.

Matthew sería atraído por el portal de Nigromancia entre murmullos y susurros. Éste buscaría ponerlo a prueba haciéndolo parte del Tártaro, llevándolo ante un alma amada por él, alma que debería decidir si ayudar a ascender al "más allá" o regresar de nuevo al mundo de los vivos con todas las consecuencias que aquello conllevaría.

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Pasó su mano por la del cadáver que había revivido para cerrar las heridas y no dejar a vista sus entrañas, ahora lo único que debía hacer era salir de aquella habitación y continuar con su viaje hacia lo que iba a ser la Pirámide, donde dentro esperaba encontrarse con Baleyr.

 

Avanzó hacia un costado para alejarse del hombre que estaba sentado sobre la mesa de metal y buscar una salida. Seguramente querría utilizarlo para escapar de la muerte, o peor, para hacer alguna otra cosa en el mundo de los vivos. Pero sabia como iba a acabar: con Baleyr molesto porque usara sus poderes. Tal vez lo que tenia que hacer era devolverlos a la vida como una entidad y presentárselos al anciano o utilizarlo para cumplir con la habilidad. Así que corto la palma de su mano con una de sus garras y toco el cuerpo del hombre para tenerlo bajo su control. Sin embargo, él sonrió sin mostrar sus dientes.

 

No todos estamos atrapados mascullo Algunos estamos de paso, así como tú.

 

Las palabras emanaban del hombre, pero con la boca cerrada, como si tuviera algo que le impidiera hablar con normalidad. Matthew se había puesto un poco nervioso ante la situación y lo tomo bruscamente del cuello, apretando su traquea como si su intención fuera quebrarla con solo un apretón de ella.

 

¡Qué coincidencia! gritó irónicamente el gitano Lo único que me importa es salir de aquí, por lo que solo tienes una opción, decirme donde está.

 

Ladeo su cabeza al observar los balbuceos, y lo tomo por la boca, apretándola haciendo que ésta se abriese, introdujo su mano en tan asquerosa fosa y tomo algo dorado, que brillaba en su interior... La sacó y la observó, la analizó y volvió su mirada al hombre, cual empujo con su mano y le dio la espalda para pensar que hacer con ella. Busco algo con que limpiarla y la guardo en uno de sus escondidos bolsillos que cargaba su ataviada capa negra.

 

Así es. Juntos podríamos escapar de aquí. Porque eso es lo que buscas: poder. Todo nigromante lo busca, aunque disfrace sus intenciones con mentiras y adornos sobre el bien y el mal. El poder de algo incomprensible y superior como la muerte, el destino final de todo ser vivo, de todo el universo.

 

¿Juntos? ¿A qué te refieres con eso?

 

Se giró y lo miró con demasiada intriga.

 

Si, juntos, nuestro conocimiento unido. Tu varita, nuestro poder, uno para atarlos a todos a nuestra merced, someterlos... Baleyr pasará a la historia, el Ministerio, nuestros enemigos...

 

Enséñame la salida y contemplaré el dejarte con vida. sentencio. No quería negociar, ni mucho menos compartir su cuerpo con un alma descarriada hambrienta de poder, la avaricia era la perdición de todos los magos, y cuando solo tenían un poco de poder, descarriaban de su objetivo.

 

Resignado, le señaló la pared, allí donde colocando un circulo de sangre, se abriría para dirigirse al siguiente objetivo... Pero antes de que Matthew saliera, él le advirtió sobre lo siguiente:

 

 

 

«Caronte, el barquero de Hades intentará confundirte, eres lo suficientemente inteligente para no caer en su trampa... Utiliza esa moneda como pago para que te deje avanzar y recuperar eso que tanto anhelas, pero recuerda bien, la Nigromancia tiene un precio.»

 

Frente a Caronte, guardián del puente que conectaba a la Pirámide.

 

 

¿Uno no escapa del inframundo a voluntad propia? pensaba mientras caminaba y visualizaba al ente que paraba en la punta del puente... El prodigioso hijo de Érebo y Nix, un anciano flaco y gruñón de ropajes oscuros con un antifaz, parecía ser que elegiría a quienes viajaban con él, pero según contaban los antiguos libros de la Nigromancia, aquellos que no podían pagar, vagarían las orillas del Aqueronte durante siglos.

 

Tengo una moneda de oro para pagarte y que me dejes pasar por tu puente de piedra. fueron las únicas palabras, extendiendo su brazo para entregarle la moneda.

 

Caronte la tomó y guardo en un bolsillo que parecía no existir, se hizo a un costado y con la hoz que cargaba en su mano izquierda le dejo el paso libre... A medida que el gitano avanzaba, éste lo miraba, sin quitarle los ojos de encima, sin emitir un mínimo sonido de respiración...

 

Su figura se desvaneció al bajar por la mitad del puente, encontrándose con la conocida Pirámide.

 

 

Pirámide y Portal de la Habilidad.

Evitó poner los ojos en blanco y dejó caer los brazos con suavidad. La masa que era una bruma se había consumido en las llamas, pero el arcano apareció y le preguntó nuevamente si estaba listo para hacer la prueba del portal para entregarle un anillo de aprendiz a la Nigromancia; Black aceptó y lo tomó, dirigiéndose hacia la entrada de la Pirámide, donde lo esperaría un cuarto oscuro y un portal.

 

Tomo el anillo que reposaba sobre un altar con el símbolo del Uróboro con respeto y volvió los ojos negros al exterior de la pirámide. La noche era hermosa, muy fresca, alzó la vista a las estrellas que se podían ver entre las nubes. Por unos momentos dudó. Tenía la sensación de que afuera la simpleza de la vida podía ser tan buena como la persecución de la quimera que significaba el poder. Se puso el anillo, convencido de que seria alguien mas, para bien o para mal. Cruzo el portal completamente decidido.

 

Se quedó inmóvil ante una oscuridad que parecía no acabar. Podía escuchar el latido de su corazón y el sonido de su propia respiración retumbar como un eco en el silencio reinante. Los minutos pasaron sin que se atreviera a moverse hasta que al fin decidió dar el primer paso. Caminó en la penumbra sin saber a donde iba, se encontraba dentro del Tártaro, allí donde el alma de su hermana Zoella estaba cautiva luego de haber sido asesinada por uno de sus hermanos, el gitano estaba seguro de que podría obtener su alma y escapar de allí, ¿si no como lo habían logrado los demás Nigromantes?.

 

Murmuros y susurros, el Tártaro quería hacerlo parte de él, engañándolo con figuras se formaban entre las cortinas de vapor, no caería ante una prueba tan insulsa como ésa, había logrado sobrevivir ante situaciones totalmente adversas y esta no seria la oportunidad que tanto querían para verlo caer. Agudizo l visa y continuo durante un buen rato hasta que al fondo un cirio negro se encendió con un chasquido. En el mismo instante en que la llama cobriza cobro vida, las cadenas en su cuello se volvieron pesadas y ardientes, tanto que comenzaron a marcar su piel, se aferraron como si fueran manos de fuego que apretaban con fuerza su garganta. Cayo de rodillas gimiendo de dolor. Intento aparecer su varita e intento hacer magia, pero la magia común no seria con aquellas llamas negras que abrían yagas profundas en su carne. Se llevo las manos al cuello con desesperación, pero el calor que desprendían hacia que la tarea de librarse de ellas fuera difícil, tiro con fuerza varias veces hasat que al fin rompió el colgante.

 

Zoella...

 

Una de las estatuas giro la cabeza hacia él con un crujido. Bajo el baile de la llamas, la figura del centinela cobro vida. El rostro dorado se fue ajando, perfilando el rostro de una anciana cuya piel se fue tiñendo de gris, clavo sus ojos negros y centelleantes en el gitano.

 

Es el nombre del alma que buscas...

 

La entidad se fue acercando hacia el licantropo, vestía una túnica verde y el cabello entrecano caía a su espalda tan largo que lo arrastraba al caminar. Cuando estuvo a su altura, elevo una mano y acaricio su cuello totalmente quemado, que no hizo ademan de escapar. La señora rozó con sus dedos arrugados las mejillas, sus ojos inyectados en sangre exploraban el rostro del mortífago con una siniestra sonrisa en sus labios.

 

Si. respondió

 

Guardas un gran amor por tu hermana, como un tesoro, crees que nadie es digno de conocer... Crees haber visto muchas cosas que te harán sufrir... la anciana soltó el rostro con brusquedad y bajo la vista a las manos heridas de Matthew. Las tomó entre las suya y paso sus dedos sobre las yagas ensangrentadas.

 

Crees haber visto mucho y saber mucho su voz comenzó a volverse firme y metálica. Se llevo un dedo con sangre a la altura de los ojos , pero no has visto nada, no sabes nada, como todos los mortales. Detalles que se escapan ¡No ves el futuro, el pasado y el presente! ¡Debes entregarlo si quieres tener a tu hermana de nuevo!

 

Su voz tronó en el silencio que los rodeaba. Junto a ellos apareció una mesa de piedra volcánica con un libro de hojas amarillas y cubierta de cuero. La anciana lo miró siniestramente y sonrió, mostrando sus podridos dientes, llevándolo de la mano hacia ella.

 

Firma éste libro, y el alma de tu hermana sera devuelta al mundo de los mortales... le entregó una pluma y un recipiente donde estaba cautiva. A cambio, nos darás tu alma... Cuando mueras, seras condenado a un eterno sufrimiento del cual no podrás descansar. el cuenco de sus ojos se llenaron de lagrimas, Matthew estaba renunciando a su vida por salvar la de quien tanto ama, un secreto tan escondido en lo recóndito de su corazón, que nunca nadie sabría. No seras torturad... Serás, el verdugo de las almas descarriadas, seras el nuevo barquero que guíe a las almas al inframundo... Serás el nuevo Caronte, Black.

 

Matthew firmó y atrás de él una puerta de madera rota se apareció entre las rocas volcánicas, cuando giro su cabeza para observarla, la anciana y el libro habían desaparecido... Tomo el frasco con el alma de Zoella y giró la manija de bronce que daba paso a la pirámide nuevamente; ahí donde el tuerto lo estaría esperando nuevamente.

 

Lo he logrado, maestro... observó su mano, sus lagrimas cayeron sobre el pequeño recipiente que había recuperado y respiro profundo, para evitar demostrar ese sentimentalismo que escondía por una humana. El precio y el dolor, fueron muy grandes... Usted tenia razón, la Nigromancia siempre nos quita algo, pero ésto era lo que siempre anhele.

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