Concurso Mes Julio del Bosque Prohibido

Entry posted by Sagitas E. Potter Blue 1 de Julio del 2013

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El sol cegaba en el poblado. La arena había sido llevada hasta las puertas de las casas por la tormenta que se había desatado por la noche. Sólo había sido viento, viento y arena. Tenían tan mala suerte que no había llovido.

Con lo que lo necesitaban...

El pueblo no resistiría el invierno si no llegaban pronto las lluvias. Pero ya se retrasaban y la sed y el hambre se habían llevado a tres miembros más esta noche. Sin salir aún de la choza en la que estaba recostado con su primera esposa, el Jefe del poblado Tatumosa había sido informado de que los Sacerdotes Luminícos habían convocado una reunión en la plaza a la hora del sol lleno. Era una mala hora, la peor, en la que todos estarían más vulnerables, sedientos, soportando la calor del medio día. Era su hora preferida para recordarles que eran los Amos y Señores del Agua y que les correspondía a ellos el racionarla; era la mejor hora para recordarles que eran sus vasallos y que le debían obediencia.

Pagó su frustración con un recipiente de higos casi secos que rodaron por el suelo cubierto de una fina estora, algo roída en algunas esquinas. Las cosechas habían sido paupérrimas con la sequía y sólo los que eran escogidos por los Sacerdotes Luminícos (sí, así querían ser llamados, con acento en la segunda "i") podían salir del arenoso poblado y trabajar en sus tierras verdes, allá en la lejanía del horizonte, donde el agua abundaba. Decían los más antiguos que el lago era tan grande que alimentaba a todo el valle desde los tiempos de los dioses antiguos. Pero éstos hacía tiempo que habían abandonado la zona y los nuevos sacerdotes habían importunado la calma de los Tatumosos, quedándose el agua.

El Jefe salió unos minutos antes de la hora señalada; hacerlo antes hubiera sido un suicidio, con el sol reflejando en las dunas. Cuando llegó ante la tarima de piedra miró con envidia aquel toldo fuerte que libraba a los dos Sacerdotes del sol implacable. Sus tatuajes en la frente brillaban desde la distancia, el rojo del fuego, el azul del agua, el blanco del aire y el marrón de la tierra. El Jefe no pudo disimular su rabia. Desde su llegada, nadie en el pueblo podía lucir los tatuajes tatumosos; los antiguos debían taparlos por ser considerados impuros; todo ser tatuado se considera inútil para la recolección, todo miembro del poblado que luciera tatuajes no podría tocar las herramientas del campo; tenían vedadas las azadas, los picos, las hachas, las hoces... Así, entre los que no podían trabajar en el campo y los que eran demasiado débiles para hacerlo, no había población suficiente para alimentar al poblado.

Y eso lo sabían ellos. Habían llegado, se habían apoderado del agua, de las herramientas de caza, pesca y recolección, de la mano joven para su servicio... El pueblo había sido diezmado, los supervivientes... acataban, sin presentar batalla. ¿Con qué, si hasta las armas más simples y cotidianas les habían sido arrebatadas?

El Jefe camufló su malestar; delante de él estaban los que aún creían, los que aún tenían esperanzas. Pero las palabras prepotentes de los sacerdotes cortaron todo hálito de ilusión. Con un gesto brusco, lanzaron a sus pies una espada aún sostenida por una mano acabada en muñón.

En el día de ayer, un miembro del poblado fue atrapado en el Bosque Protegido. Atravesó las líneas limítrofes con el claro objetivo de robarnos el agua que tan sagradamente custodiamos. Sabéis el castigo por empuñar armas: la amputación de la mano; sabéis el castigo por robar a los Dioses: la muerte.

La muerte

", repitió el Jefe con gran pesar. El hijo de su segunda esposa, ¿o había sido de la tercera?, había sido el voluntario que volvió a intentar, una vez más, conseguir el agua para el poblado. Palideció ante el sol abrasador y pensó la sentencia aún antes que el sacerdote la pronunciara.

Como castigo, su cuerpo fue abandonado en el bosque para que las alimañas lo devoraran, sin derecho a rito funerario, su alma se perdió sin encontrar el camino a casa.

-- Unos llantos le interrumpieron, pero el sacerdote prosiguió, despiadado, sin alterarse por esos gritos. --

Y como castigo a los que quedan, quince días sin agua ni recolección. Esperamos que os sirva para alejaros de la tentación de repetirlo.

El Jefe no movió la cabeza a pesar de que sabía que todas las miradas del poblado se dirigían a él. Quince días... Muchos no aguantarían ni cinco días sin el preciado líquido... Tras el plazo, todos estarían muertos. Suspiró. Esta noche deberían intentarlo de nuevo, a la desesperada, todos los que pudieran reunir fuerzas para conseguir superar la misión. Al fin y al cabo, conseguir el agua era su única esperanza.

¿Llegará el agua al poblado? ¿Fenecerán los habitantes del poblado antes de conseguirla? El Concurso del Bosque del mes de Julio ha comenzado. Todos estáis invitados a buscar agua para los sedientos del poblado Tatumosa.

El Concurso del mes de Junio se tituló: La Huida y el ganador ha sido Xell Vladimir, a quien le damos la enhorabuena por el premio conseguido, como la Rolera del Mes de Junio.