- La caballería ha llegado, señores...
Sonreí ampliamente debajo de mi máscara plateada mientras me giraba y notaba la presencia de Sagitas en aquel lugar, definitivamente no le quería hacer daño a mi hermana pero si decidía defender a nuestra víctima... tendría que dejarla fuera de combate, porque el cariño que le tenía era más grande que las ganas de dejar un tercer recuerdo en ese negocio repleto de ratas (y de las cuales volveríamos a ver en cuanto nos fuéramos).
Mis dos fuego negros estaban bastante tranquilos, creciendo con el paso de los segundos y ansiosos por ser usados, sentía sus palpitaciones de energía cerca de mi, aguardando, acumulando poder. Decidí dejar un momento el cuerpo de Bel, al final de cuentas estaba ya demasiado masacrado como para añadirle algo más como detalle.
Pensé en un mis hermosas necrohands para que aparecieran detrás de la Warlock, de mi querida Sagitas, para evitar que saliera huyendo de aquella escena. Debía de retenerla.
- Es para nosotros un horror contar con su presencia.
Un poco de burla, por supuesto, no debía de dejar notar mi relación con ella sino ambos estaríamos en peligro dentro de las altas esferas del poder político en Inglaterra. Al instante transformé una piedra en una viuda negra con un morphos verbal que corrió a esconderse en el local para salir en el momento oportuno.
- ¿Gusta unirse a las dos señoritas que estaban aquí con nosotros? - Mencioné por última vez mientras le lanzaba un kaidán verbal, mirandola fijamente con ese brillo verdoso tan particular del conjuro, ¿se daría cuenta de lo que estaba ocurriendo a su alrededor o simplemente seguiría con la batuta de heroína? Algo peligroso, actuar sola.