Candil de la calle casa...

[That is not my name]

Algo no andaba bien, eso no era cuestionable, el que tuviéramos dos encuentros desafortunados con los miembros de la Marca Tenebrosa significaba algo que, dada mi experiencia, podría deducir en una sola cosa: habían adquirido más poder algunos de sus miembros. Un patrón común que nuestros espías alguna vez descifraron, tantos años atrás, conforme a los movimientos que podrían seguir los mortífagos, por lo tanto tendríamos que salir a la caza de quienes se atrevían a realizar actos inhumanos en contra de las personas inocentes.

 

No, no era una situación de saber quien era más fuerte o no, a pesar de que siempre terminaban dando un discurso acerca de ello; esto era más personal, el meterse con gente no la debía ni la temía, con inocentes en todo el país haciéndolos sufrir e, inclusive, torturándolos hasta la muerte. Esto era más por cuestiones de valores, del sentido del respeto a la vida y de como su ideología se había transfigurado a una loca idea retorcida de supremacía, un discurso barato y vacío, completamente desechable.

 

Por ello me encontraba en aquella granja, en las campiñas inglesas, en medio de una pradera donde paseaban a las ovejas pero que a esa hora de la noche, a unas horas del amanecer, no había ningún alma que pudiera resultar herida. Estaba justo en medio de una enrome superficie de hierbas que apenas y tendrían los cinco centímetros de altura, con rocas de varios tamaños esparcidas esporádicamente en el lugar pero ninguna mayor a una mesa ratonera. Ahí es donde me habían dicho que se encontraba el enmascarado, donde lo habían visto, sólo faltaba que llegara atraído con la luz que cubría mi rostro protegiendo mi identidad.

 

El viento sopló un poco ondeando mi enorme túnica que llevaba en esa ocasión, tan bombacha que parecía que estaba envuelto en una sábana e, inclusive, creando diferentes formas con el viento mientras me mantenía de los pies hasta el cuello cubierto para protegerme de las adversidades del clima, aunque en esta ocasión estuviese bastante tranquilo. Un par de enormes y gruesas botas que me llegaban hasta las rodillas cubrían mis pies, marcando mi huella conforme me desplazada, justamente por el material del cual estaban hechos.

 

Sólo debía de esperar, tendría que estar pendiente de cualquier movimiento a mi alrededor y, así, atacar agresivamente a aquellos asesinos de sangre fría. Sólo debía de esperar.