Arya vs Jank

[Jank Dayne]

Era el castillo de hielo más hermoso que había visitado. No el primero, pero sí el más grande, misterioso y mágico en el que había estado. Y eso era mucho decir de un Maestro de Espadas, aun mas si se trataba de un Oscuro como Jank.

 

Para los magos de Groenlandia, que de por sí resultaban pocos en comparación al gran número congregados en Europa, cualquier recinto labrado en hielo representaba una estructura exquisita para su vista y por supuesto, más que digna para visitar e incluso alojarse. Sobretodo si se lograba mantener en pie después de cien largos años; no cualquier hielo resistía tanto, ni siquiera en el lugar más frío del mundo.. y el polo norte le llegaba cerca a ese sitio.

 

Jank iba tocando las paredes a medida que el grupo avanzaba. Su reflejo se proyectaba sobre las figuras que habían creado para simular muros resistentes, y el vaho que salía de su boca daba la sensación de que se encontraba encerrado allí, dentro del agua congelada. Y quizá algún día terminaría en esa dimensión, al otro lado de su propia proyección.

 

>> Pero ese día no es hoy, por desgracia <<

 

Se apretujó los brazos, acumulando el calor. Sin que nadie lo viese, y cerciorándose de que el grupo guía se había dispersado, creó chispas que le mantuvieron en calor, pues las hizo recorrer por todo el cuerpo a medida que leía las inscripciones en los letreros y en los escudos de los antiguos guerreros. Dudaba mucho que, como decían varios, los huesos de aquellos caídos en míticas batallas del polo se conservaran tras las estatuas petrificadas de hielo, nieve y piedra, pero con solo tocarlas con la palma de su mano llegaba a sentir el inmenso poder que profesaban. Y prefirió callar sus pensamientos un rato.

 

En menos de lo que esperó, se encontró solo. Una voz a sus espaldas le hizo incorporarse, pero no hizo falta que voltease; el reflejo en la espada de una de las estatuas consiguió que admirara la inolvidable silueta de Arya, su amada, a unos metros. Para cuando se giró, su instinto jugó en su contra y tuvo que retener los impulsos de avasallarla con mantas y abrigos que calentasen aquellas mejillas encendidas por el frío. Pero, en cuanto se percató de que se encontraba armada, el impulso desapareció y, en su reemplazo, una varita curva como el árbol más viejo se materializó entre sus larguiruchos dedos.

 

- No esperaba verte aquí - dijo, añadiendo un toque perceptible de sinceridad. Él se hallaba de encuentro espiritual y ella lo tenía muy en cuenta -. Sé que te había prometido entrenarte, pero.. - volteó hacia sus laterales. Las voces del grupo se alejaban cada vez más, y todas las puertas de nieve a su al rededor yacían bloqueadas. No encontraba el motivo de negarse que no fuesen el impedimento moral de hacerle cualquier tipo de daño -.. seré rápido. Floreus!

 

La varita de Arya recibió el impacto instantáneamente y, como era de esperarse, en su siguiente encanto no recibiría más que simples pero significativos lirios cayendo sobre sus pies.

[Arya Macnair]

—¿Estás seguro?

 

Ajustaba su abrigo de piel a la altura del cuello mientras trataba de descifrar lo que aquel par de ojos grises intentaban ocultar más no lo consiguió. Por el contrario su hermano se limitó a asentir con el gesto severo y retándole importancia al entusiasmo desmedido de Macnair. —Es que suelo perderme en la nieve— mintió notando como sus mejillas se sonrojaban pues a ambos le traía malos recuerdos y zapateó el suelo de madera con sus botas de montaña, estaba acostumbrada a perseguir Mortífagos, ¿pero perseguir miembros de La Orden del Fénix?; sonaría ilógico para cualquiera que la conociera, pero todo tenía una explicación.

 

—¿Crees soportarlo?— Sebastian no estaba convencido aun de dejarla partir, sola y aun sitio donde sus instintos afloraban de manera peligrosa.

 

Repasaba aquella conversación vespertina mientras espiaba al grupo silencioso de contingentes, podía verlo y sentirlo aun cuando Jank se encontraba inmerso en un mar de extraños. El viento silbaba tras su espalda y algunas pequeñas gotas escarchadas se habían pegado en su cabello cual diamantes que desaparecían en cuestión segundos. Enterró la punta de sus botas en el suelo cuando estuvo lo suficientemente segura de que nadie la vería llegar más había perdido la pista del grupo que visitaba aquella impresionante estructura de hielo arquitectónica. "No es momento de distracciones" se regañó y echó a correr.

 

Dobló esquinas, subió escaleras, perdió el aliento y retomó la carrera. A unos siete metros vislumbró una silueta que le volvió el corazón un eterno servidor y le colocó en el rostro una sonrisa nostálgica, —¿Jank?— el tono de pregunta estuvo de más pero no pudo evitar llamarlo de forma altiva y con la frente en alto, esperaba no le sorprendiera el verla allí con la varita en mano. Cuando éste se volteó apresurada se quitó el abrigo dejándolo caer pesadamente en el suelo translúcido y resbaloso, dejando ver un vestido tan azul como el cielo allí afuera.

 

—Ya sabes lo que dice, si la montaña no va a Mahoma... Electroshock

 

Ensanchó su blanca sonrisa y alzó por encima de su hombro la mano izquierda. Una esfera color oro surgió de la materia que rondaba a su alrededor y se fundió con la energía mágica que emergía de su cuerpo; pronto ésta creció hasta tener el tamaño de una pelota de fútbol. Sin mucho preámbulo la dejó ir en dirección al mago, esquivaría cualquier cosa que se le pusiese en medio hasta poder cumplir con su objetivo, impactar en el pecho de Jank e inmovilizarlo por un corto lapso de tiempo.

 

—Morphos

 

En vano perdía el tiempo, sabía lo que pasaría al haber utilizado un hechizo sin varita en su primer movimiento. Dio medio paso atrás dejando caer los lirios al suelo, observándolos como si fuesen el objeto más preciado del mundo, de su mundo.