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Artes Oscuras IX


Kahlan Blackthorn
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Había vuelto de nueva cuenta a Londres, no se imaginaba el mundo de cambios que le esperaban dentro del país que desde que tuvo uso de razón decidió llamar “Hogar”. Aunque consideraba esa palabra inapropiada en muchos aspectos, ya que rara vez solía usarla para denominar al sitio donde radicaba por uno o dos años cuando mucho, no era la clase de personas que se establecía permanentemente en un lugar o residencia.

 

─Volver a la misma rutina…─espetó hastiada la Bishop, detestando la idea de verse sumergida de nueva cuenta en un mar de pendientes que no tenían un principio o final determinado. Curiosa era la forma en que aplicaba una nueva asignatura dentro o fuera de la Universidad, jamás se había destacado por encerrar a piedra y lodo a sus alumnos dentro de un aula, mucho menos hacer que hundieran las narices en tomos de capas oscuras y polvorientas.

 

─¡¡¡ No !!!...─exclamó la Inglesa con un mohín ácido en sus labios, reconocía ese aspecto nauseabundo que emanaba de esa vieja caja de madera. El contenido era un misterio para su poseedora, tal vez tenia escondido un par de Doxys o tal vez alguna criatura extraña que se empeñó en comprar en un bazar de segunda mano. Era imposible descifrar lo que escondía su cabecita siniestra, escondrijos oscuros que eran acompañados por recuerdos del pasado, vivencias que se veían distantes hoy en día.

 

Monumentos de gran tamaño dejaron atrás los dominios de la Universidad, ya no se podía divisar el Ateneo o la zona acondicionada para tomar las clases de habilidades mágicas o conocimientos, posiblemente los guerreros Uzza le echarían la culpa por destruir tan pintoresco paisaje, pero para lo poco que le importaba la pataleta armada por esos seres que se sentían más poderosos que los mismísimos dioses griegos. Ahí era donde deseaba llegar, meterse con lomas preciado que tenían esos fanfarrones que se jactaban de poder dominar todo lo que les rodeaba, desde el arrogante de Zeus hasta el insensato y bromista Loki.

 

Robar artículos no era lo suyo, ya que prefería tomarlos prestados y devolverlos cuando le cayera en gana dejar de molestar al prójimo con un nuevo juguete de moda. Así los consideraba a todas luces, desde el poseer un cerbero que permanecía oculto dentro del departamento de Misterios, contrastado con una manzanita que desataría el caos con solo ordenárselo. Que más daba pintarle una raya más al tigre o que este se comiera a sus dos nuevas alumnas, poco recordaba de ellas y era lo más idóneo al encontrarse entre las manos de la rubia.

 

─Bishop…─se presentó escuetamente apareciendo delante de ella diversos objetos de dudosa procedencia. Esperando alguna reacción de Evarela o Valentina, se puso a jugar con lo que parecía un relicario muy llamativo a la vista, posiblemente ese sería uno de los protagonistas de tan interesante clase.

 

 

@, @@Evarela Black Haughton

Cuando eres tan grandiosa como yo, es difícil ser humilde

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Básicamente ya eres la mitad de una maldición

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Un nuevo día se alzaba en el cielo, y eso significaba que Valentina tendría que acudir a la Universidad. Pero no para ejercer el puesto de profesora que recientemente había recibido, sino para asistir como alumna a un nuevo conocimiento. Lo más curioso de todo es que no había decidido apuntarse con su pareja o algún amigo, sino con su madre sanguínea. Y es que una de las dos tuvo esa original idea para recuperar el tiempo perdido. «¿Qué mejor que una buena clase de Artes Oscuras para conocernos mejor?», recordaba la muchacha en su mente.


Vamos, mamá, o llegaremos tarde —fueron las palabras con las que Valentina irrumpió en la habitación del castillo Haughton donde se encontraba su madre.


Rápidamente, se levantó para ir a la cocina y tomar un zumo de calabaza con el que llenar el estómago y algún que otro pastel. No pretendía llamar la atención en medio del aula con un sonoro rugido de tripas. Además, tampoco estaba muy segura de quién sería su docente en esa ocasión.


¿Lista? —preguntó cuando una figura esbelta se asomó al comedor—, pues será mejor que nos vayamos en seguida.


Y ambas comenzaron a andar hasta quedar en las afueras de la propiedad. Una vez allí, y agarrando a Evarela por su mano derecha, la pelirroja desapareció en un abrir y cerrar de ojos para aparecerse cerca de la Universidad. Sin mostrar mucha atención al recinto y con un paso acelerado, pues no iban precisamente sobradas de tiempo, anduvieron hacia el aula que se les había asignado.


Un suave golpe con los nudillos fue el antecedente a su entrada. La bruja quedó un tanto sorprendida al reconocer en la mesa del profesor el rostro de su jefa en el Ministerio de Magia. No estaba del todo segura si era positivo o negativo, lo que sí sabía es que todo lo que aprendería en esa lección sería gracias a ella.


Tomó asiento en una de las bancas de la primera fila, ofreciéndole justo la silla contigua a Evarela. Giró la cabeza para comprobar que aún no había llegado nadie, por lo que probablemente serían las únicas alumnas del lugar. Eso o que a los jóvenes universitarios no les importaba llegar todo lo tarde posible a las clases de conocimientos.


Buenos días. Yo soy Valentina Ricci, como bien sabrá, y he venido con mi madre —respondió a la presentación de la rubia, a la vez que su mirada se detuvo para observar el movimiento de un relicario dorado que danzaba entre las manos de la docente.

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La voz de su hija la sobresaltó. En cuanto los primeros rayos de luz entraron en su habitación la bashee se despertó. Como todavía era demasiado temprano optó por darse un baño tranquilo. En aquel momento se encontraba ya vestida, sentada delante del espejo, peinando su larga cabellera castaña. Justo en ese momento Valentina irrumpió en la habitación, instandola a que se diera prisa o llegarían tarde. La Black no tuvo demasiado tiempo para responder, pues tan rápido como había entrado la Ricci desapareció.

 

Se puso en pie y agarró su túnica negra. Aquel día había optado por unos vaqueros, una camiseta roja de tirantes y unas botas. Sabía de buena mano que era mejor acudir a la Universidad con ropa cómoda. Cuando se cercioró de que también llevaba la varita, giró sobre sus tobillos para aparecer en el hall del castillo Haughton. Aguzó el oído mientras fruncía el ceño. Era demasiado pronto para que el resto de familiares estuvieran divagando por aquellas zonas, por lo que decidió ir hacia el comedor, pues le había parecido oír que allí había alguien.

 

- Sí, vámonos - respondió mirando a su hija, que parecía ansiosa por comenzar con la clase.

 

A pesar de tener la opción de desaparecer dentro del Castillo, optaron por caminar por los jardines. El sol mañananero y la suave brisa primaveral invitaban a disfrutar del buen tiempo pero no tenían tiempo para ello. Cuando abandonaron los terrenos de la familia, ambas brujas desaparecieron tras darse la mano. Aparecieron en los terrenos de a Universidad y comenzaron a caminar en busca de Juv.

 

Encontraron a la mortífaga en mitad del bosque, alejado de todos los terrenos de la Universidad donde normalmente se daban las clases. Evarela no pudo evitar reír ante la presentación de su hija. Lo cierto era que con la Malfoy sobraban las presentaciones. Había luchado junto a aquella bruja muchísimas veces y había compartido con ella muchos momentos durante el periodo de liderazgo. Le dedicó una sonrisa pequeña y miró a su hija.

 

- Hola Juv - saludó entonces.

 

Acto seguido, varios objetos aparecieron delante de ellas. La banshee los miró de uno en uno. No sabía muy bien qué pretendía hacer con ellos la profesora pero estaba segura de que las sorprendería.

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Un par de féminas aparecieron delante de la rubia, no le desagradaba impartirle una clase a madre e hija. Tal parecía que tenía un factor sorpresa bajo la manga, aquella escena le recordó al viejo Zeus luchando contra su padre Cronos. Justo eso era lo que deseaba hacer con Valentina y Evarela, enfrascarlas en una batalla que les orillará a demostrar de lo que eran capaces, dejando de lado los sentimentalismos baratos y lazos de sangre que las unirían por el resto de sus vidas.

 

─Estar listas, no lo es todo─terciando una media sonrisa en sus labios recorrió estos con su lengua, deleitándose por ese sabor amargo que brotaba de su boca. El trueno de Zeus se materializó en la mano de la rubia, dotándola de un poder que recorrió su torrente sanguíneo, encendiendo la llama de destrucción que había permanecido dormida en su interior por demasiado tiempo─Pueden elegir el arma que gusten, no creo que los dioses griegos se molesten por ello─encogiéndose de hombros materializó delante de sus alumnas un par de cofres repletos de diversos objetos. Ellas tendrían que elegir el que mejor se adecuaba a sus habilidades y usarlo para defenderse de todos los ataques que fueran lanzados en su contra.

 

El tridente de Poseidón era sumamente poderoso, capaz de provocar remolinos en el mar y desatar tempestades de proporciones épicas. La Hoz de Cronos era capaz de controlar el tiempo, otorgándole a su portador la libertad de manipular las situaciones y eventos que habían dejado huella en el mundo, deseaba que alguna de las brujas lo tomará y le diera un poco de sazón, al asunto. La lanza de Atenea remataba tan suculento pack, dejando una rica variedad de posibilidades, ataques o defensas estratégicas estarían bien reforzadas y serian letales contra un enemigo.

 

─Empezamos cuando quieran, yo ya tengo mis armas listas─apareciendo el casco de Hades en su cabeza, podría desaparecer a placer y librarse de las miradas de sus alumnas. No se escondería de ellas, solo les permitiría jugar al gato y al ratón, desatándose una encarnizada contienda que les permitiría alzarse como las nuevas poseedoras del conocimiento de Artes Oscuras o quedarse esperando en la banca una nueva oportunidad.

 

@@Evarela Black Haughton, @

Editado por Juv Malfoy Croft

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