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Bosque de Luz.


Rachel Brice
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El frío era tal que pensaba que me congelaría ahi nomás, tal vez no habría sido tan malo si no fuese por el hecho de estar empapada.

Mathias al principio no parecía notarlo, hasta que me observó con más atención; podía ver a través de sus ojos, que también había comprendido lo que sucedía ahora al rededor nuestro.

 

Mientras tiritaba trataba inútilmente de darme calor a mi misma. Me frotaba los brazos helados, con mis manos heladas, sin dudas, el fracaso era cantado desde el inicio, pero no podía dejar de intentarlo.

 

Tal vez fue por eso que Mathias accionó y se apego a mi. Al principio no entendí lo que se proponía, pero en cuanto abrió sus brazos y los cerró al rededor mío quedé estupefacta y luego aliviada, comenzando a disminuir los espasmos del frío que causaba mi cuerpo.

Bajo sus brazos casi olvidé los dementores. Los acercamientos, choques anteriores eran bajo una circunstancia de total adrenalina que no me había detenido a pensarlos o asimilarlos como lo había hecho ahora. Su estado febril, que antes me había llenado de dudas y de preocupación, ahora mismo eran los que me aliviaba de éste frío cegador. Su cercanía, su calor, se desplegaba como fuego por mis brazos y el resto de mi cuerpo.

 

Me sobresaltó lo cómoda que me sentía ahí, lo escuché decirme que me tranquilizara, pero el corazón por un sentimiento que no supe reconocer, se me había acelerado. Cuando me devolvió la mirada, bajo sus ojos me sentí pequeña, y por segunda vez en ese día me sentí agradecida con él.

 

Los dementores se acercaban cada vez más, y yo volví a la realidad que nos amenazaba. Revolví en mi cabeza algo que nos ayudara y nada. Nada venía a mi lo suficientemente fuerte como para liberarnos de tantos dementores.

Tal vez, podría con mi débil nube de humo plateado liberarnos de uno, pero no de tantos como aquellos que se avecinaban.

Mathias parecía afectado también por ellos, yo casi que entraba en pánico. ¿Era el fin? ¿Vagariamos sin alma hasta que nuestros cuerpos cesen en el bosque de luz?

 

-¿Te parece nomás? - le respondí a Mathias irónicamente, mientras él se separaba de mi. Casi que por inercia me le pegue tanto como pude, para mantener de alguna manera el calor de su cuerpo cerca del mío.

 

Levanté mi varita apuntando a esos seres sin rostro, intentando con todas mis fuerzas traer un recuerdo a mi, pero como al principio todo volvía a ser confuso. Entonces pensé en él, en ese momento tan pequeño de acercamiento, que si bien no era feliz, era lo más reconfortante que había vivido desde que entre allí.

 

-expecto patronum! - dije fuerte. Y nada pasaba. -Expecto patronum! - una débil, muy pero muy débil luz intentaba brotar, pero retrocedía sin darme tregua a nada. -Expecto....

 

Sentí como Mathias también se debilitaba al lado mío, no podía seguir intentándolo, era el final. Estiré mi mano para tomar la suya, y fue casi como una conexión, porque él también había hecho lo mismo.

Al menos, No me iría sola, había vagado tanto tiempo en soledad, que al menos el destino me daba esos segundos de compañía.

Sentí como mis piernas claudicaban cayendo de rodillas junto a él, mi visión se nublaba, cerré los ojos y los volví a abrir débilmente, al más allá, para enfrentar mi último vistazo al bosque y a esos seres encapuchados.

 

Lo que vi, fue increíble. Los dementores huían. Se alejaban, unas luces plateadas los ahuyentaban, todo se volvía más claro de repente. Podía ver una hermosa cobra y un imponente tiburón juntos, alejando a los dementores con un poder que jamás había visto. Estos se alejaron y las luces se desvanecían con ellos en cuanto el peligro fue despejado.

 

No entendía de dónde eran, quien los había conjurado, miré en todas las direcciones pero no podía ver a nadie. ¿No estábamos solos?.

 

- ¿Quien rayos...? -no pude terminar la frase, Mathias se desmayaba a mi lado, y yo, en un acto de reflejo, tomé su cabeza para que no se golpeara de lleno contra el piso.

 

-¡Mathias! - mi voz era baja pero mi preocupación era casi demencial. No podía dejarme ahora, y me sentí una est****a al pensar que el aguantaría tanto. Vi su camisa y la sangre cubría ya gran parte de su pecho, su herida era realmente más grave de lo que había pensado en un principio. -no se te ocurra abandonarme ahora, podemos curarte, solo tenemos que llegar a la fuente, allí, allí te curarías, estoy segura.

 

Sabía que tal vez no me escuchaba, pero necesitaba sacar de mi cabeza lo que pensaba en esos momentos, expresarlo. Debía llevarlo, solo que no sabía cómo, ni mucho menos hacia donde.

 

-¿Que hago?- le toque la frente y volví a sentir su calor que parecía a punto de ebullición, sin duda un ser humano ya habría muerto en esas temperaturas. -maldita sea Mathias- abrí su camisa y vi su herida. Era alarmante la visión desde la cercanía. Era realmente grave, tanto que me preguntaba cómo había aguantado hasta ahora, y sentí pena que en su estado, él era el que más a salvo nos había puesto hasta ahora.

 

Tomé de mi espalda mi mochila, y empecé a rebuscar entre todas las cosas que había allí el díctamo que había empacado por las dudas antes de emprender mi viaje. Tal vez era inútil, pero no podía dejar de intentarlo.

-Accio díctamo!- brame, y esté salió rápido de mi mochila. Cuando lo hizo arrastró por fricción la punta de mi vieja daga, y en mi desesperación por tomarlo y poner en la herida de Mathias, me corté profundamente la palma de la mano.

Insulté varias palabrotas al sentir el ardor que me provocaba, pero sin dudar un momento, me volví hacia Mathias para poder verter sobre su herida, esperando , deseando que de algo ayudase.

 

Con tanto cuidado, mirando su pecho, lo Verti sobre él con mis manos temblorosas por la preocupación. Lo malo fue que no pude evitar que mi sangre también lo hiciese, y trate de no pensar en que eso influyera negativamente en la herida.

 

Luego con la mano que estaba sana apoyada al costado de su cabeza, me incliné sobre él, quedando a la altura de su rostro, y con la otra intenté hacerlo reaccionar, procurando no caerme encima de él, con leves palmadas.

 

-Vamos chico, que aún tenemos oportunidad de salir- le susurré muy cerca de su rostro, esperando algún indicio de mejora.

La lluvia se había convertido en una llovizna muy finita, limpiando vagamente los rastros que iba dejando mi sangre.

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Por un momento no supe de mi, mi cuerpo se había desplomado y yo no podía hacer nada. Aunque no quisiera, era inevitable que me sumergiera en un casi profundo sueño. No sabía que era real y que no, no sabía si seguía despierto o estaba en un total estado de shock, ocasionado por la infección de mi herida y la casi demencial fiebre.

 

Escuché una voz llamarme a lo lejos, era un sonido angelical. No, no podían ser ángeles, indudablemente yo no era un candidato para aquello. Sentí mi cabeza reposar sobre una superficie cómoda, miemtras mis sentidos se opacaron de la misma manera en que se opacó mi visibilidad. Estaba vulnerable, delirante y casi al borde de la muerte pero sólo podía pensar en una cosa... Rachel.

 

¿Que pasaría si me iba en ese momento? La dejaría total y absolutamente sola. Víctima del silencio, de la imaginación, de la agonía; exactamente igual que cómo yo había estado durante ese tiempo. Era una sensación vacía, asfixiante, no quería eso para ella pero, por otro lado, mis fuerzas no daban más, me sentía tan débil y ahora estaba tan cómodo. No recordaba la última vez que me había sentido así.

 

No supe en qué momento mi mente dejó de divagar y dejé de escuchar mis propios pensamientos. Me sentía en calma, sereno ¿eso era estar muerto? No había podido ayudarla, no había podido... no. ¿En qué momento me había descubierto siendo capaz de interesarme por el bienestar de alguien más allá del mío propio? Entonces, lo descubrí... ella no era una desconocida, ella era....

 

****FlashBack****

 

- ¿Pero qué haces? -

 

Una mujer de larga melena y ojos marrones, bailaba para mí. Movía las caderas de un lado a otro, con una perfección innata. Era como si al nacer, le hubiesen recargado con ese poder.

 

- Ven .-

 

Decía, mientras tiraba de mi mano como una niña pequeña. Lo difícil en mí, ella lo habia conseguido en aquella ocasión; me había hecho sonreír. Cogió un sable y entonces, lo puso sobre su cabeza mientras continuaba aquella danza. Yo, cruzado de brazos, no podía dejar de mirarla. Ella sonrió y se acercó a mí, me besó y nos sacó de aquél lugar lleno de velos y objetos de oro.

 

La escena ahora cambiaba, estaba la misma mujer y me miraba. No era mi mejor momento, quería acabar con el martirio de mi vida y ella... me ayudaría... Rachel, era Rachel.

 

Un punzante dolor me atrajo a la realidad.

 

*** End FlashBack ***

 

Mis ojos se abrieron como platos cuando el Díctamo entró en contacto con mi piel, me retorcí en el piso unos segundos, como los gusanos cuando les echas sal. Mi piel palpitaba y apreté fuertemente la mandíbula para no emitir ningún sonido. Cerré los ojos y el olor a sangre fresca, inundó mis fosas nasales, mis sentidos e incluso mi psiquis. Su sangre... su sangre... repetí varias veces en mi interior.

 

Sin saber de dónde salían mis fuerzas, logré reincorporarme y quedar de rodillas frente a ella. Mis ojos, sin perder su heterocromía, ahora tenían dentro una ráfaga de fuego ardiendo, lo que me pasaba, cada vez que vivía alguna situación intensa que no pudiera controlar. La miré fijamente, muy cerca y antes de dejarle hacer nada, cogí su brazo con fuerza por su muñeca, mirando la herida en su mano, la profunda cortada llena de sangre en su totalidad.

 

Tal vez si no hubiese tenido las revelaciones anteriores, tal vez si no la hubiese reconocido, habría mordido su mano en ese instante y succionado su sangre hasta no dejar nada en sus venas. Cerré los ojos e inspiré aire al mismo tiempo en que, con mi lengua, lamía toda la sangre de la palma de su mano.

 

- Te conozco.-

 

Susurré y entonces le solté, no quería asustarla y mucho menos alejarla. Moví mi cabeza como recapitulando y vi su daga, para luego ver mi herida. Sin duda alguna, tenía mucho mejor aspecto; el tejido muerto, estaba ligeramente reconstruido y solo había un pequeño agujero enrojecido del que salían pequeñas gotitas de sangre pero qué, si lo dejaba mucho más, pronto volvería a ser lo de antes.

 

Suspiré un momento, no sabiasi estaba loco, si todo lo que había pensando mientras estaba inconsciente era solo un triste producto de mi imaginación. Una triste manera de querer escapar de mi triste soledad.

 

- Tu y... yo .-

 

Dije una vez más y, aunque tenía la certeza o quería tenerla, de que esos recuerdos eran de vivencias reales, no me atrevía a decírselo por miedo a que ese malévolo lugar, estuviera jugando con mi mente. Cogí su mano de nuevo, esta vez con mayor delicadeza, aunque en ese momento podía esperar cualquier cosa, como que me rechazara o se alejara de mi pero fui optimista. Vi la marca roja en su piel de la vez anterior.

 

- Lo siento.- Quise hacerle saber que estaba arrepentido.- necesito que me saques la bala, por favor .- pronuncié muy despacio mirándola y luego mirando su daga.

 

Yo no sabía si ella aceptaría, no sabía si utilizaría la daga para acabar conmigo o si simplemente me diría que no pero... cada vez la recordaba más, cada vez quería seguir ese trayecto a su vera y cada vez... confiaba más en esa mujer que de ser una completa desconocida horas antes, ahora me encontraba recordando vivencias conjuntas.

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Supe desde el inicio que era lo que podía llegar a suceder desde que tome la decisión de entrar, había 4 caminos posibles.

 

El primero era irme en cuanto llegue a la entrada del Bosque de Luz, esa era la decisión, tal vez, más sensata. Yo solo quería probar desde el principio que el lugar si existía o existió alguna vez, podría haberme ido en ese instante.

La segunda era entrar y lograr salir sin morir.

La tercera, que también iba de mano con la segunda, era salir, si, pero cuerda. Al menos lo mejor posible, nunca había visto aquello como un obstáculo real.

Esas eran las posibilidades; el cuarto camino era fallar, y terminar con la segunda o la tercera. No importaba cuál fuera, era fracasar al fin.

 

Nunca espere una 5ta salida. Y esa era aquella que vivía ahora, con un chico que estaba "más muerto que vivo", que me había salvado más de una vez en el día.

 

Desde el inicio había querido hacer todo sola, sobrevivir y salir de allí, pero ahora me veía totalmente bloqueada antes la perspectiva de salir sin él, quería que se salvase, ayudarlo. ¿Cuantos caminos podían existir? Tal vez muchos más, pero no era capaz de verlos, uno vivía de las decisiones y las apuestas del destino, que siempre nos saca un As bajo la manga para demostrarnos que por más que intentemos con fuerzas controlarlo, siempre nos podía sorprender.

 

Y ahí estaba yo, estupefacta mirando a Mathias, con los ojos muy abiertos por el asombro.

Cuando tomo de mi muñeca, y vi sus ojos clavados en la sangre me quedé atónita. Una parte de mi sentía el alivio de que él hubiese despertado, por unos segundos daba todo por perdido, sentía que podría abandonarme a la suerte en cualquier momento.

Pero él se había puesto sobre sus rodillas, tomando con fuerza mi muñeca, como debatiendo mi vida entre sus dedos. Lo que continuó, que fue que él lamiera todo los rastros de sangre fue algo que jamás hubiese esperado.

Sabía que una reacción normal era irme hacia atrás, correr en dirección contraria. Y aunque sabía que esas opciones tal vez fuesen las coherentes, hice todo lo contrario. Me quedé, allí, cerca de él, observándolo todo el tiempo, aprendiendo de él, de cuál era su real condición, y al menos, llegando a darme una idea de que era él,y porque su apariencia, su energía no fuera del todo común a un mago corriente.

 

De alguna manera me parecía algo normal, descabellado sin dudas, pero para nada alarmante. Tal vez si me había vuelto loca y no quería admitirlo.

 

-Si, claro que me conoces- le respondí con media sonrisa de lado- hace algunas horas estamos ya rondando juntos. ¿O a que te refieres?- no pude evitar soltar mis palabras con cierto alivio.

 

El comenzó a hablar nuevamente, pero sus palabras quedaron a la deriva, tomando nuevamente mi mano herida. -Esta bien, entiendo, no hay de qué preocuparse. O bueno, tal vez si, pero no de esto.

 

Siguiendo su mirada, de mi daga a su herida comprendí, con una mueca de horror a que se refería ahora, entonces, en esa fracción de segundos, si retrocedí un poco, para observarlo con más detenimiento.

 

-¿Yo? Creo que la fiebre te afectó mucho... Yo, ni siquiera sabría cómo hacerlo. ¿Una bala es la que te está hiriendo de esta manera? ¿Pero quién? ¿Como...? - mis palabras atropelladas se chocaban entre sí, tratando de analizar la situación. Claro que quería ayudarlo, solo que ... Bueno, ni si quiera era buena con los hechizos sanadores. - Pero ..¿ y si te lastimo aún más? ¿Sabes lo que sucedería si toco algo que no debo? ¡Dime qué se te ocurre una manera más fácil de hacer esto!.

 

Mientras pronunciaba esto último, tomaba la daga con tanta delicadeza y respeto que temia incluso lastimarlo solo con el pensamiento.

 

-Guiame. -le solté, casi que cerrando los ojos. Tocando su mano, poniendo la daga entre nuestros dedos. Depositando absolutamente toda mi confianza en su juicio, tomando la única salida que si deseaba que se llevará a cabo. Con él.

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Escuchar sus palabras, era volver a las relevaciones anteriores. Aquellas imágenes que habian sido tan reales y de las cuáles, no tenía la certeza para entender si habían sido veridicas. Lo único cierto, era esa mujer frente a mi, esos ojos café que me escudriñaban curiosos, con inocencia, con desconcierto pero... con un profundo alivio.

 

- No Rachel...- Dije de pronto, casi en un susurro cuando me dijo que nos conocíamos desde hacía sólo un par de horas.- tengo la sensación, que te conozco desde antes; tal vez de otra vida.-

 

Una tos suave, salió de mi boca y el dolor comenzaba a intensificarse pero al menos, la fiebre había bajado un poco. Miré su muñeca con recelo y la volví a coger con suavidad mientras susurraba algo muy bajo y veía como las marcas, iban desapareciendo. Algo que tenía muy seguro, era que había sido sanador durante un tiempo en un antiguo hospital mágico cuyo nombre, ahora no podía recordar. Las marcas desaparecieron de su piel.

 

- No, no estoy loco... no del todo al menos.- una de mis manos se posicionó a un lado de su cuello con suavidad y atrayendo su cara a la mía, podía sentir su respiración rozando mi piel. Relamí mis labios un momento y entrelacé los dedos de mi otra mano a los de la suya mientras que, con mi frente pegada a la de la morena, susurré.- confío en ti. -

 

Me separé sólo un poco y subí mi boca hasta su frente, para besarsela en el momento en que soltaba su mano y su cuello. No podía recordar ya como me habían herido, ni si quiera sabía quién. Lo curioso de todo aquello, era que estaba seguro que hacía un par de días atrás, lo tenía bastante claro. Sonreí al ver el horror en su rostro, eso era un claro signo de que yo le importaba.

 

- No te preocupes por nada.- dije entonces mirando sus ojos muy fijamente. - nada puede ir peor de cómo está ¿vale? Solo... no cierres los ojos.- sugerí cuándo vi que la muchacha cogía la daga y miraba a otro lado.- no puedo darte una respuesta referente a lo que me ha pasado o quién ha sido... sólo puedo decirte que si me ayudas, haré mi mejor intento por no olvidarte y por no olvidar lo que has hecho por mi.-

 

Tras decir aquello, cogí su mano y la guié cómo me lo pidió. La punta afilada del cuchillo se enterró en mi carne y el agujero, se hizo pronunciadamente más grande. Era el momento justo para hacerlo, porque si esperábamos que el tejido necrótico saliera de nuevo, iba a ser misión imposible. El dolor era punzante, desgarrador. Las venas de mi cuello se hinchaban por la fuerza que hacía para no gritar.

 

Entonces, su mano, guiada por la mía se lleno totalmente de sangre y la punta de la daga choco con algo en mi interior. Era un sonido metalizado.

 

- Tira de ella.- dije con un claro gesto de dolor y entonces, impulsamos la bala con la punta hacia afuera. Era plateada, sin embargo, estaba llena de sangre negra y espesa. Mi visión se borró un instante y, tras recuperar levemente el aliento, cogí el frasco de Díctamo que la Brice había dejado fuera y lo eché sobre la herida como pude. Me retorcí, era como si de pronto mil cuchillos afilados entraran y salieran de mi piel.

 

Cerré los ojos un instante y, como pude, con la camisa que llevaba puesta, hice un vendaje para presionar la herida y dejar que la poción hiciera su trabajo. Pasaron unos minutos antes de que pudiera volver en sí. Era el dolor, la presión, su rostro. Finalmente logré sentarme recostandome de un árbol.

 

- ¿Estás bien? - quise saber, mientras utilizando el árbol de apoyo, me levantaba del piso.- debemos irnos de aquí. - sugerí y con mi mano del brazo sano, cogí la suya y la llevé a mis labios para besarsela. No entendía por qué había hecho eso pero, había simplemente nacido. - gracias.- susurré finalmente.-

 

La noche comenzaba a caer; estaba seguro de que la Fuente de la Buena Fortuna nos aguardaba a unos varios kilómetros más pero... para eso, debíamos resguardarnos de la noche. Cómo habitante de aquél lugar, sabía perfectamente que la noche no era buena amiga para vagar por los terrenos del Bosque de Luz. Por suerte, había merodeado alguna vez por allí así que... esperé que ella pudiera entrar en sí para avanzar.

 

Nos llevaría a una pequeña cueva cubierta por rocas y arbustos. Sería el escenario perfecto para pasar la noche de ese amargo día y por fin por la mañana, sin peligros nocturnos, sin la desventaja de la oscuridad, poder dar ese último empujón para llegar a la tan afamada y codiciada... Fuente de la Buena Fortuna.

 

- Sígueme, te prometo que vamos a estar a salvo y no está demasiado lejos.-

 

Avancé en silencio, en ese momento, hasta el crujir inocente de una rama, podría augurarnos un terrible final. La cueva no estaba demasiado lejos así que, cuando la localicé, giré para saber si contaba con su presencia y me adentré en nuestra pequeña guarida provisional.

 

- Cuidado con la cabeza.-

 

Fue lo último que dije, aunque muy bajo. Estaba agotado, necesitaba un respiro y una ducha, en cuanto fuera posible.

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Maktub siempre había sido una palabra hermosa para mi. Muy pocas veces me veía con la satisfacción de usarla, pero si había un momento era ese. Estaba escrito. Era tal vez, el destino, quizas en otra vida ya nos habíamos cruzado, tal vez fue en ésta misma y el bosque nos jugaba una mala pasada, como ya sospechaba desde el inicio. Pero de alguna manera fue agradable ese sentimiento de recepción, no solo yo lo percibía, él también.

 

Escucharlo decir que nos conocíamos, tal vez, de otra vida, de alguna manera parecía lógico. Eso explicaba el porqué me parecía conocerlo cuando lo vi, esa sensación de deja-vu que no se explicaba. Recapacite al instante sobre eso.

 

Pero oírlo toser me trajo a la realidad, debíamos ponernos en acción y fue lo que hicimos, pero lo que más me sorprendió fuese que él me sanará a mi primero

-¿Qué? ¿Cuantos secretos más guardas?.-solte en un susurro entre fascinada y aliviada.

 

Su confianza en mí me dejaba demasiado expuesta. De verdad temía el hacer algo mal. ¿Y si fallaba? ¿Cómo iba a tolerar tener su muerte en mis hombros?.

El tenerlo tan cerca mío era una sensación nueva para mi, suspiré con los labios entre abiertos cuando su frente tocó la mía.

Con la daga en mano no pude evitar hacer muecas de horror y miedo mientras entre los dos hurgabamos en su herida en busca de aquello que tanto le hacía daño. Sacarlo, fue de verdad un alivio, porque dudaba de no marearme por la impresión si teníamos que seguir. Solté la respiración sin darme cuenta que había estado sosteniéndola por tanto tiempo, quizás por eso la sensación de mareo.

 

El hecho de que ese objeto ya no intercediera en su sistema, parecía haberlo aliviado en gran medida, ya que en ese instante se puso a trabajar sobre su herida, sanandola mejor de lo que yo lo había hecho antes torpemente. No pude evitar verlo con más asombro que antes. - ¿Eras sanador? Porque de verdad tienes esto mucho más claro de lo que creía.

 

- Y claro que estoy bien, yo no soy la que tenía una bala en el cuerpo.- no pude evitar sonreírle, ¿Como podía preocuparse por mí si él era el que casi se me iba de las manos?- Pero estaré mejor si no vuelves a asustarme de esa manera. -dije mientras la seriedad se surcaba en mi frente, aún preocupada por su estado, pero aclarándose en cuanto sus labios tocaron mi mano. ¿Era lógico sentir aquello como algo normal? , Solo sabía que no quería que fuese de otra manera.

 

El comenzó a moverse y yo lo seguí, me sorprendió que conociese tan bien el lugar, por mi parte no me había más que perdido desde el inicio, pero él se movía casi que con naturalidad, lo que me volvió a tener esa incógnita de saber en realidad hacia cuanto él habitaba en este bosque.

 

 

Bajé la cabeza en cuanto ingresamos a la cueva, ésta era baja, no podíamos estar del todo erguidos o el choque con el techo era inevitable. La oscuridad era prácticamente total y la noche la empeoraba; tomé su mano para guiarnos y no separarnos, ya que aunque esta fuese baja, no dejaba de ser demasiado espaciosa. -Deberias recostarte y descansar un poco. Ha sido un día de verdad duro. ¿Estás bien? ¿Necesitas algo? Puedes quedarte aquí, duerme un poco, yo puedo ir en busca de algo para comer.

 

Ahora que lo pensaba, tanto correr, tanta adrenalina, seguro que también debía de tener sed, hambre. Y no pensaba solo en mi sangre, ya que al parecer también formaba parte de su dieta. Por lo poco que lo había visto en su cabaña con los alimentos, de seguro iba a necesitar también agua. -No se dónde, pero seguro que puedo conseguir algo de agua. Deberías.... Si. Tu descansa. Yo ya vuelvo- le solté decidida.

 

La noche podía ser terrible como el decía, pero estaba segura de que podría ponerse peor si no mejorabamos nuestra situación. Al menos pasar la noche con algo para comer, beber. Debíamos tener más fuerzas para poder salir por la mañana de allí, porque de eso estaba segura. No habría más tregua, el final se acercaba.

Me acerqué a él en la oscuridad, tanteando con mis manos su rostro, susurrándole muy de cerca - Todo estará bien. - Entonces, con un fugaz beso en su mejilla, me aleje.

 

 

No sabía cuánto había transcurrido en cuanto me interne en la noche. La preocupación de haber dejado a un Mathias atrás me tenía con la cabeza a mil por horas, necesitaba actuar rápido, no perderme y volver a seguir nuestros rastros para volver a encontrarlo.

 

Lo bueno, fue que algo de la lluvia que nos había atosigado antes, resultaba positivo en mi búsqueda de agua. No bastaba más que un hechizo para juntar aquella lluvia dentro de la cantimplora que guardaba en mi mochila. No había sido una tarea fácil, pero tampoco era imposible. Lo malo era que había tenido que alejarme más de lo que me hubiese gustado del punto donde estaba la cueva, volver ma había llevado más tiempo. Pero en cuanto una débil luz lunar apareció, avance hasta lo que era la entrada.

 

Con alivio casi corrí en dirección a la cueva. -Mathias! Soy Rachel!- solté, ingresando con Dificultad, agachandome. Pero una luz ya se veía al fondo. Y lo que vi casi hace caer mi varita de la mano... ¿Esa era acaso... Yo?- ¿Qué...?

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- Fui sanador, si... tal vez en otra vida.- me gustaba mucho usar aquella frase.- Pero antes de ti, no había encontrado una razón para despojarme de ese objeto que me estaba matando tan lentamente y ahora... No sé ni si quiera si saldré de aquí pero al menos, que valga la pena ¿No?.

 

 

Cuando llegamos a la cueva, sentí su mano coger la mía y en medio de la oscuridad, sonreí de nuevo. Algo muy extraño me pasaba con ella, sentía conocerla de hacía tiempo. Sólo con tocar sus manos, podría revelarle mi alma. ¿Como podría hacer para que ella me recordara también?.

 

Recordé entonces, el beso que di en su frente y suspiré; la sensación había sido como una bocanada de aire fresco en medio de un terremoto de memorias olvidadas. ¿A caso ella no sentía lo mismo? Podría estar seguro, podía sentir que me recordaba... Yo recordaba su voz, sus ojos y estaba seguro, que el destino, era el que se había encargado de reunirnos en ese lugar.

 

- Yo estoy bien Rach...- ¿Por qué la había llamado Rach? ¿En qué momento había empezado a sentir aquella confianza?.- no creo que sea buena idea que...- hice silencio justo cuando me recosté de la pared porque sus manos, en plena oscuridad, me empezaron a buscar; tocó mi rostro y besó mi mejilla.-

 

Estiré mi mano, para coger la suya pero solo alcancé a dibujar pequeñas virutas con mis dedos en los suyos, al mismo tiempo en que se esfumaba, exactamente igual que como ella estaba haciéndolo. No era partidario de que saliera sola, la noche, el Bosque de Luz... Esa era una fusión mortal.

 

- Rach.. no hace falta, podemos sobrevivir una noche sin agua...- pero era tarde, ella se había ido y yo, en un intento de levantarme, me dejé vencer por la agonía y caí inconsciente en un estado de limbo total.

 

Cuando logré despertar, no sabía exactamente cuando tiempo había pasado, sin embargo, me sorprendió el hecho de ver cierta luminosidad dentro de la cueva. Pensé por un instante que Rachel había vuelto y tal vez, estaba encendiendo una fogata. Agudicé la mirada y empecé a buscarla hasta que entonces, pude verla en una esquina de la cueva, dándome la espalda.

 

- ¿Rach? - inquirí. Su torso estaba desnudo y llevaba una larga falda pero esta, era blanca. Cuando me escuchó, se giró lentamente; estaba demasiado diferente ¿El bosque le habría podido hacer algo?.-

 

Sus pechos, se cubrían debido a dos largos mechones de cabello que caían sobre sus hombros. Llevaba en sus manos su daga. Estaba en total silencio y comenzaba a avanzar hacia mi. Se detuvo a pocos metros, yo la miraba atónito, no entendía que era lo que sucedía, hasta que vi que levantaba sus brazos y empuñaba la daga con sus dos manos.

 

Abrí mis ojos como platos, estupefacto por la impresión. Ya entendía lo que pretendía hacer. En un impulso grité un ¡No! Fugaz y limitante, no pude moverme y vi como la daga se enterraba en su estómago. La desesperación cada vez era mayor, me faltaban las fuerzas y comenzaba a arrastrarme hacia ella. Era muy tarde, una, dos, tres puñaladas... ¿Que podía hacer para evitarlo? Se desplomó en el suelo... ¿Muerta?.

 

¿Estaba muerta? De la nada, su cuerpo grácil, había adquirido una tonalidad blanquecina, ya no era más ella y eso me dolía como no lo hubiese podido imaginar jamás. Inspiré aire para dar un último empujón y acercarme a ella pero entonces, comenzó a moverse y al fondo, escuché una voz. Atónito ante lo que veían mis ojos, lo entendí... El bosque nos estaba jugando sucio otra vez.

 

Mi semblante cambió pues... Entender aquello sólo significaba una cosa, Brice, me importaba más de lo que me había esperado alguna vez. Se trataba de mi Boggart ese que estaba en el piso, comenzando a levantarse de entre los muertos. Mi temor, era que ella muriera.

 

Como pude, me levanté y saqué mi varita del bolsillo de mis pantalones. Apunté a la Rachel lúgubre y siniestra y pronuncié fuertemente el hechizo que me salvaría de aquella sensación tan acongojante, que sentía.

 

- Riddikulus...-

 

Entonces, la Rachel falsa, se transformó en una enorme oruga con patines y deslizándose en las piedras, se estrelló contra una pared y se diluyó en gotas de un líquido verdoso y pegajoso.

 

Luego de mirar aquello, examiné en silencio a la morena que estaba paralizada unos metros más allá. Sin detenerme a pensarlo demasiado, corrí hasta ella y la cogí por los brazos palpando partes de su cuerpo para asegurarme de que estaba completa, destrozando en parte el cabestrillo que me había hecho para sanar mi brazo.

 

- ¿Estás bien? - pregunté y cogí su cara entre mis manos mirándola fijamente y... Antes de que pudiera decirme nada, la besé.-

 

Mi boca se unió a la suya unos segundos, un suave roce nada más, era una mezcla de tranquilidad y necesidad. Mi mente se inundó de nuevos recuerdos. Deslicé mi boca hasta su mejilla y acabé en su frente besándosela otra vez. No me disculpé, tampoco lo lamentaba honestamente.

 

Me quedé en silencio un momento y finalmente la abracé. Creo que yo realmente, necesitaba ese abrazo. Aún tenía la sensación de su muerte en mi cuerpo, en mi mente... No quería recordarlo. Sólo quería salir de allí y ayudarla a llegar a su destino, para que nunca más tuviera que pisar ese bosque endemoniado.

 

Conmigo o sin mí, pero ella, tendría que salir.

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El impacto de verme a mí misma me dejó con los dos pies clavados al piso como adoquines. Era yo, sin duda, pero pálida como la cera. Estaba ahí, yacía en el suelo muerta. Mis ojos desorbitados fueron de mi cuerpo, caído de alguna extraña manera, a la espalda de Mathias que estaba cerca de aquello que sin duda no podía ser yo. Él parecía tan afectado como yo ante esa imagen. ¿Acaso de verdad creía que había muerto?.

 

Él parecía a punto de acercase a Eso, fue en ese segundo que temí por él, porque definitivamente no podía ser nada bueno. Absolutamente nada bueno.

-¿Qué..? - dije en un tono de voz casi ahogado. Quería advertirle, sobretodo porque aquello se había comenzado a mover.

 

Pero él parecía haberme oído, y comprendió, y yo junto a él, de que se trataba aquello. No era más que un Boggart, que quería alzarse contra él nuevamente, torturandolo con un dolor que al principio no comprendí. ¿Acaso el temía verme muerta?, ¿Podría yo acaso tener la esperanza de que el sintiera una pizca de lo que comenzaba a sentir yo? ¿O tal vez era a quedarse solo dentro de ese bosque?. De alguna manera, tal vez, egoísta, quería que la primera opción fuese la razón.

 

Él se levantó, observando ahora a aquella falsa yo, apuntándole con su varita, pronunció el hechizo que acabaría por el momento con aquel Boggart.

Verme transformar en una oruga con patines era una imagen de la que jamás se me iria de la cabeza.

 

Aún pensaba en aquello cuando Mathias vino a mi encuentro, corriendo hacia mi, yo no sabía porque, pero aún no podía moverme. La imagen de mi misma, de Mathias en el suelo, de la oruga, se repetían en mi cabeza una y otra vez.

Él llegó hasta a mí, y comenzó a palparme en busca, tal vez, de alguna herida.

Era absurdo, yo era quien debía preguntar si estaba bien y no él a mí.

Mi intención era reprochar esa pregunta, y por sobretodo, dejarle saber que no se moviera tan rápido, podía ver como en su intento de asegurarse mi bienestar, arruinaba los arreglos que había hecho sobre su herida.

 

Abrí mis labios para hablarle, pero sus manos tomaron mi rostro inesperadamente, acercándose para besarme. No podría definir jamás si todo pasó lento o despacio. Porque extrañamente había sido de las dos manera.

Sentir el roce de sus labios con los míos fue como un shock electrizante en todo mi cuerpo. Sus labios en los míos, luego en mi mejilla, para finalizar en mi frente, había sido un acto rápido, pero en su transcurso, fueron tantas sensaciones a la vez, que lo habían relantelizado en mi mente.

Pude verlo, destellos de él en el pasado, lo conocía. En cuanto sus labios tocaron los míos pude sentirlo. Era todo muy borroso, pero algo podía llegar a ver, y supe que no era una ilusión, o algo parecido. Era real.

 

Supe en ese instante a que se había referido él, antes, cuando dijo que nos conocíamos.

 

El silencio nos inundó, pero lejos de incomodarnos, nos unió en un abrazo de desahogo. Fue un alivio sentirlo así de cerca, quería abrazarlo con fuerza, pero a su vez, temía hacerle daño, aún estaba consciente que la herida en su pecho no estaba del todo sana.

Aún abrazada a él, aleje mi rostro para poder verlo a la cara.

 

-Solo voy a decir 3 cosas. Primero, yo estoy bien, me preocupa más que tú no lo estés. Segundo, ¿en serio? ¿Una oruga? Voy a necesitar semanas para borrar esa imagen de mi en la cabeza -una sonrisa se dibujo en mi rostro, mi intención era despreocuparlo, hacerle saber que todo estaba bien. - Y tercero, vayámonos ya de este lugar.

 

Una de mis manos se separó de sus hombros, para acariciarlo, muy tímidamente, en el rostro. -¿Vamos? - entonces tiré de él para ir de nuevo al exterior, no quería estar ni un segundo más en ese lugar. Ese recuerdo me tormentaría por largas noche, y deseaba de verdad que al menos, fuese fuera de ese bosque.

 

 

 

Anduvimos por un tiempo en el día, él, como antes, conocía el lugar mejor de lo que yo esperase, era fácil no perderme como antes con su ayuda. Mientras andábamos, me aseguraba cada tanto de que el pudiese andar bien, le di el agua para que se refrescara, e insistía cada tanto en revisar su herida, aunque claro que él tenía más noción al respecto que yo de cómo debía verse y si de verdad se estaba curando.

 

-¿Tu por las dudas no viste nunca una.. mmmm colina? - deslice mi mochila por mi hombro, sacando de allí mi ejemplar de el cuento de la buena fortuna. - Según ésto, la entrada al jardín y a su fuente, es en lo alto de la misma, con muros protegiendo su al rededor. Claro, claro, se que no debe ser exacto a cómo se describe en un cuento, pero a estas alturas nada me sorprende. - me desplome sentandome en el suelo, bostezando por el sueño, no recordaba la última vez que había dormido, parecía que fue hacia demasiado tiempo. - Pero teniendo en cuenta que pareces conocer el lugar mejor que yo, tal vez lo sepas.

 

Allí en el suelo tiré de él para que me hiciera compañía en el césped. Apoye mi cabeza en su hombro con total naturalidad y comencé a hojear mientras el libro. Algo me decía que estábamos muy cerca, pero a su vez me carcomía la preocupación. Según la leyenda, el cuento, el jardín solo se abría paso el día más largo del año, y según mis cálculos eso era el 21 de junio. No quería expresar esto en voz alta, ¿Y si llegábamos y no podíamos pasar?.

Sabía que llevaba días allí, y mi fe se depositaba en que esa parte de la historia solo fuese una invención, algo para no atraer gente todo el tiempo y todos los días del año. ¿Que dia era? Tal vez 5 o 6 de diciembre a lo máximo. Yo había entrado, el primer día del mes. De eso estaba segura.

 

Cerré el libro y tomé la mano de Mathias. Era una acción que se me había quedado desde que salimos de la cueva. Una manera de tenerlo cerca, de sentirlo y asegurarme que seguía a mi lado. - Vamos a por la aventura. -solte con una voz actuada de teatro, riéndome de mi misma. Definitivamente, si lográbamos salir, me debía horas y horas de sueño, o seguiría torturando al pobre con frases así de vagas y actuaciones pésimas. Bueno, si es que al salir de allí aún podría seguir viéndolo. No me permití por el momento pensar en eso, así que solo me voltee a sonreírle con la calidez con la que solo me permitía ser con Mathias.

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Sonreí al escucharla ¿De todo lo que había pasado allí, a ella solo le preocupaba haberse visto como una oruga? Debía admitir, que era gracioso ver a la señora oruga patinar por el lugar con su cara y finalmente desintegrarse pero, en ese momento, habían otros asuntos que tratar. Sentí su mano en mi hombro y la miré.

 

- ¿De verdad lo que más te preocupa es el tema oruga? - no pude evitar comentarlo aunque era más bien, a modo de broma.- Yo estoy bien Rach, de verdad. - acomodé un poco mis vendas y asentí ante su comentario de salir de allí. No podía estar más de acuerdo.-

 

No sé si pasaron horas, minutos o si tal vez, solo habían sido segundos pero a mí, me pareció una eternidad todo lo que avanzamos cogidos de la mano dentro de ese bosque. No estaba cansado, solo un poco fatigado. Si ella no se hubiese detenido en ese momento, tal vez hubiese vomitado. Se preocupaba siempre por mi y aquello, me gustaba pero... me preocupa que una vez saliéramos de allí, esa fusión y ese equipo que habíamos logrado formar, desapareciera.

 

Vi el libro que tenía y escuché atento su pregunta. Cerré los ojos un momento. Quería pensar y visualizar aquél escenario que me estaba describiendo. Una colina, grandes muros. Me senté a su lado y cuando puso su cabeza en mi hombro, apoyé mi cabeza en la suya; era grato estar así con ella, sentir su tranquilidad, lo cómoda que estaba conmigo y la cercanía que habíamos logrado materializar aunque... Teniendo en cuenta todo lo que habíamos vivido, no era de esperarse menos.

 

- Ahora que lo mencionas... Recuerdo algo así.- dije de la nada mientras mi mente trabajaba.- unos días atrás, vi una especie de colina pero había una puerta, un arco o algo así... No quise entrar porque asumí que era la salida y... Bueno, estaba tan asentado aquí dentro, que no quería salir... No era mi prioridad.-

 

Me quedé en silencio un instante y pensé en lo que aquello supondría. Si la llevaba hasta la colina dónde se suponía que estaba la Fuente de la Buena Fortuna ¿Qué me esperaba? ¿Se iría sin más? ¿Sería el momento de decirnos adiós... para siempre? Suspiré y, a pesar de aquello, tomé una decisión: su felicidad, estaba por encima de mis miedos y mis dudas. La llevaría, aunque aquello supusiera tener que decirle adiós.

 

- Creo que puedo llevarte, no es muy lejos de aquí.- aguardé cauto unos segundos y me levanté... "vamos a la aventura" fue curioso ese comentario... Me encantaría que mi aventura fuera ella.- ¿Lista para la aventura?.-

 

La ayudé a ponerse en pie y sin detenerme a pensarlo demasiado, entrelacé los dedos de una de mis manos con una de las suyas. Comencé a avanzar, al principio muy lento ya que, en mi absurdo egoísmo, sabía que mientras más tardaramos en llegar, más tiempo nos quedaría juntos, luego, comencé a ir más rápido pues... Si ella de verdad me importaba, no querría otra cosa que hacerla feliz.

 

A medida que avanzamos, la niebla se fue disipando, la grama comenzaba a crecer verde y sana y los árboles, eran frondosos y verdes aunque... Lo que más captaba la atención, era escuchar el cantar de los pájaros. No recordaba hacía cuanto tiempo no escuchaba un sonido tan básico como ese.

 

Finalmente, ante nuestros ojos se abrió un sendero de piedras blancas y un pequeño riachuelo, nos mojó los pies. Inspiré aire y entonces, alcé la mirada para encontrarme de frente con unos enormes muros separados por un arco maravilloso hecho de piedra antigua. Flores de todos los colores, dibujaban un camino perfecto que desembocaba en lo alto de la colina dónde hecha de oro y cristal, una preciosa fuente dejaba caer el agua que alimentaba a cada ser vivo de ese lado del bosque.

 

- Rach, mira...- fue lo único que alcancé a decir y de inmediato le miré, antes de que ella viera la fuente. Quería ser el primero en ver la alegría en su rostro, quería memorizar aquella imagen en mi memoria y guardarla para siempre aunque aquello... Pudiera implicar el fin de nuestro camino juntos.

 

Por segunda vez había recordado lo que era el miedo, algo bastante curioso ya qué... Las dos ocasiones se relacionaban directamente con perderla. Yo no tenía idea de que nos esperaba de ahora en adelante, no quise ni si quiera avanzar, ni moverme, no sabía si podíamos atravesar ese arco. Este era su logro, era el logro de Rachel y yo estaba feliz por haber contribuido en su cometido pero ahora, sería ella quién tendría que guiarnos si es que el "juntos" era una opción.

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Escuché antentamente cuando mencionó que conocía un lugar parecido al que yo le mencionaba. Me emocioné de qué tal lugar si parecía existir, fue inevitable sentir la felicidad del éxito, en ese momento de verdad sentí que si era posible, que al fin lograríamos salir.

 

Pero todo se hizo añicos en un segundo. Mi ilusión, mi felicidad se opaco al instante, al entender, que tal vez, Mathias, no deseaba salir de allí.

Había supuesto que el también deseaba irse, hasta por un momento me había dejado vagar con la esperanza de que al salir, podríamos conocernos en un contexto más "normal". Me sobresalte, al pensar que era aquello lo que me emocionaba más al salir de allí junto a él.

 

Pero Mathias no había tenido la necesidad de partir del Bosque de Luz antes. De hecho, se había mantenido allí a conciencia, sobreviviendo. Había llegado a la salida, pero le había dado la espalda. ¿Significaba aquello que no me acompañaría más que a la salida?. Dolió imaginar esa separación. ¿Podría yo hacerlo sin él?.

 

Esa última pregunta vago en mi cabeza casi inevitablemente, en otra oportunidad, jamás lo habría considerado por un mago. Me iría incluso sin mirar atrás, tal vez, dando un gracias sin emoción alguna. Pero Mathias había quebrado muros que había construido a mi al rededor, sin siquiera proponérselo, sin siquiera que yo misma me dé cuenta, como para intentar defenderlos. O tal vez si, pero lo ignoré.

 

Mi mirada se había posado en el suelo, mientras pensaba en todo aquello que me encrucijaba, ¿Que es lo que quería?, O mejor expresado, sería, ¿Que es lo que necesitaba?. No quise responder esa última.

 

Había notado el silencio que se había prolongado mientras, sentí la necesidad de preguntarle, acabar con mi inseguridad. Saber que iba a suceder ... Pero muy cobardemente no lo hice. Solo levanté la vista, forzando la sonrisa lo más que podía. Lo dejé que me ayudara a ponerme de pie, y una vez hecho, no volví a soltar su mano.

 

Nuestro andar era irregular. Por momentos íbamos lentos, por otros íbamos más rápido. Cabe destacar que disfrutaba más la lentitud de su paso, podía disfrutar más esos momentos para observarlo cuando creía que él no me miraba, era absurdo, pero por las dudas de que él me dejase atrás en la salida, quería guardar en mis recuerdos, cada facción de su rostro en mi mente. Guardar cada movimiento que hacía, cada contacto en mi memoria.

 

Supe que nos acercábamos cuando escuche vida. Porque no había otra explicación al sonido de los pájaros cantar, era casi absurdo, pero aquello hizo acelerar a mi corazón por la expectativa. Apreté un poco más fuerte la mano de Mathias y lo miré. Supe, que el destino nos podía aguardar en cualquier momento, entonces fue que no pude sacar mi ojos de él, incluso cuando nuestros pies se mojaron. No quería perderlo de vista.

 

No fue hasta que el me miró y expresó .-Rache... Mira- Dijo él. Entonces levanté la mirada.

 

Por un segundo, olvidé todo, respiré el aire puro y lo vi.

Era hermoso, mucho más de lo que jamás hubiese imaginado o visto antes en otro lugar. Tal vez, paraíso era la palabra correcta. El arco me recordó vagamente a aquel por el que había ingresado. Note, que era mucho más bello. Sin dudas, el de la entrada había querido imitarlo de alguna manera, pero no sé acercaba ni por centímetro.

Las flores eran las más coloridas y hermosas que jamás había visto. ¿Acaso eran únicas de ese lugar?, Recorrí maravillada el recorrido de estas, hasta que me topé con ella. Con la fuente.

 

Respiré, y mis labios se curvaron en un -Oh-. Entre maravillada y estupefacta ante lo que veía. El agua corría, los pájaros volaban y su canto junto con el ruido del agua era todo lo que estaba bien allí. Era paz.

 

Una parte de mi quería correr hacia el lugar. Otra, la que se extendía a mi mano tomada por Mathias, me clavaba al suelo. Entonces sin pensarlo demasiado, lo rodee con los brazos, lo abracé y lo bese.

Esta vez, fui yo quien tomó esa iniciativa, ya que si él se negaba a lo que pensaba hacer a continuación, al menos, podría quedarme con aquello en mi memoria. Un recuerdo más del que podría rememorar luego.

Mi beso no fue casto. Tampoco rápido como había sido el anterior.

 

Con mis manos tomé su cuello para atraerlo más a mi, y así, poder tener más acceso a él, lo que podía ser gracioso, porque era más baja.

Quise explorar la suavidad de sus labios, con los míos, primero un pequeño roce, luego presionandolo un poco más para besarlo con una emoción que había contenido hasta ahora. No quise pensar en que era lo que él podría hacer. Durante ese momento solo quería sentir la emoción de la victoria por llegar al tan ansiado lugar, y por tenerlo a él a mí lado, me apegue un poco más a su cuerpo, besándolo con un poco más de arrebato del que pretendía.

 

Quería alargarlo. Pero sabía que a su vez, debía actuar. Le di un ultimo beso, antes de alejarme un poco y tomar una de sus manos.

 

-¿Vendrás conmigo verdad?. - expresé aquella pregunta a la que tanto temía. -quiero decir... ¿Saldrás conmigo de este lugar?. Mathias, no quiero irme sola.

 

Esto último lo solté, dejando atrás toda la arrogancia que había tenido siempre en expresar mis sentimientos. Sabía que no era 100% clara. Que solo le pedía que no me dejara en la salida. Pero, ¿Acaso yo podría explicarle a él que es lo que sentía?.

No quería que me dejase. Reflexioné unos segundos mientras desviaba mi mirada al suelo y mordía mi labio inferior, nerviosa.

 

-Sé... Yo.... Mathias, sé que es absolutamente absurdo, pero. -suspiré levantando la mirada a sus ojos, para luego desviarlos a alrededor, no sabía porque era tan difícil mantener el contacto visual. Jamás me había sentido así de extraña con alguien. - Pero quiero que vengas conmigo. No te quedes en el Bosque de Luz. Por favor- dije lo último en un susurro.

 

Me separé de su cuerpo, temiendo la respuesta. Estando lista para el rechazo y andar hasta la fuente y salir. O tomar su mano e ir con él. Sea como fuese, la respuesta y la decisión era solo suya.

Editado por Rachel Brice

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Dolor... dolor era lo único que invadía cada uno de mis pensamientos, con cada paso que dábamos. Sabía que la despedida cada vez estaba más cerca, sabía que los recuerdos que habían invadido mi mente, minutos, horas antes... se quedarían en solo eso, recuerdos pues yo, no le impediría hacer aquello para lo que había venido hasta aquí, aquello para lo que el destino la había cruzado en mi camino: demostrar que se podía salir cuerdo y... vivo, del Bosque de Luz.

 

Ahora estábamos allí, parados sin decir nada. La vida que nos rodeaba, parecía haber salido de una capsula del tiempo que alguien olvidó muchos años atrás; el sonido del agua, el cantar de los pájaros, incluso la respiración de ella y la mía, tenían otro sonido, generaban otra sensación. No quería moverme pues sabía, que en el minuto que lo hiciera, le perdería para siempre.

 

Su rostro y su mirada, me decían todo... estaba ansiosa, emocionada y feliz, sobretodo eso último. Di un paso atrás mientras agaché la mirada viendo como el agua, chocaba con mis zapatos negros llenos de tierra y barro. Yo no era quién para detenerla, ni si quiera estaba seguro de que ella me recordara. Inspiré aire suavemente, el aroma de las flores inundó mis fosas nasales, era épico. Cuando volví la vista a ella, algo me sorprendió.

 

Sus labios, los que había sentido hacía a penas unas horas, abordaban mi boca sin miramientos. Sus manos subían hasta mi cuello, enredando sus dedos en mi pelo y entonces, sentí todo su cuerpo contra el mío, casi como si fuéramos uno. Por un momento, no supe de mi, no reaccioné pero... cuando entendí que realmente estaba pasando, mis manos se amarraron en su cintura y recorrí la extensión de sus caderas, rodeandola finalmente en un profundo abrazo.

 

Sentir el contorno de su cuerpo contra el mío, su calor y sus labios besándome sin sentido ni razón, me recordaron el por qué, de mi decisión de alejarme de todo. Me había encerrado allí porque estaba sólo, porque no tenía un motivo para seguir luchando y porque me consideraba un monstruo pero ahora... esa condición que, según yo, me convertía en monstruo había cambiado pues ya no era del todo vampiro y ahora, estaba ella.

 

Se separó de mi y me confirió un último y fugaz beso pero yo, no me iba a quedar con ese regustillo nada más así que, antes de que ella pudiera decir nada, sostuve su mano y la atraje hacia a mi, para besarla de nuevo. Mi lengua jugueteaba al principio tímida, pero después ansiosa; podría decir que estaba esperando ese beso desde que la vi aparecer en mi cabaña luego de una potente ráfaga de viento.

 

Cuándo por fin pude separarme de ella, con uno de mis nudillos, acaricié su mejilla mirandola tan cerca que casi quería fundirme de nuevo en sus labios, sin embargo, me contuve y llevé un mechón de su largo cabello tras su oreja para escuchar lo que tenía que decirme.

 

Su pregunta, me hizo reconsiderar muchas cosas aunque... ¿me lo preguntaba sólo porque tenía miedo de salir sola de allí? Antes de que yo dijera nada, ella recondujo sus palabras y ahora usó "conmigo", realmente la morena quería que saliéramos juntos pero... para mi, aquello significaba enfrentarme a todo de lo que había huido. Viví muchos años en la sombra, el Bosque de Luz, me mantenía cauto, neutro... si salía de allí, tampoco tendría a donde ir, sin embargo, algo me decía que si no salía, me iba a arrepentir por lo que me quedara de vida qué, según lo que podía suponer gracias a la bala que tenía en el pecho y todo lo que vivimos, era bastante.

 

- Rach... yo... ¿te das cuenta que esto empezó hace solo unos días y que yo llevo aquí, no sé cuánto tiempo?.-

 

Si le decía que no saldría de allí ¿Se quedaría? ¿Mi respuesta sería condicionante para su decisión? No quería condenarla a vivir eternamente en aquel endemoniado lugar; para ella no era justo... ella aún, tenía mucho que dar. Enredé mis dedos en los de su mano y miré en silencio la fuente que nos invitaba a cruzar. Parecía recién sacada de un cuento de hadas. Brillante, perfecta... asentí con la cabeza, había llegado la hora de tomar una decisión.

 

- Si es que tienes toda la razón.- admití sintiendo como se alejaba un poco de mí. - absurdo es... pero...- me acerqué de nuevo y otra vez cogí su mano haciendo una pausa.- más absurdo sería que te dejara ir.- la miré, cogí su cara entre mis manos y besé sus labios una vez más, fue un beso efímero y casi podría decir que dulce. Me separé de su rostro y miré de nuevo hacia la fuente.- si tú estás lista para cruzar, yo estaré listo para cruzar contigo. -

 

Tras decir aquello, sin soltar su mano, comencé a avanzar a su vera. No sabía que nos esperaba del otro lado, la única certeza que tenía, era que ahí, estaría y ella y junto a ella... sin duda, era mi lugar.

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