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Prueba del Libro del Druida Febrero 2021


Gahíji
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El duelo estaba en su recta final, de eso no tenía ninguna duda. Algo le decía que más pronto que tarde todo aquello terminaría, pero confiaba en poder vincularse con el libro. Era para el caballero una especie de sueño poder viajar al pasado gracias a uno de los hechizos que el libro ocultaba. También era parte de un sueño poder recorrer en un par de segundos el mundo de una punta a otra. Seguro que gracias a eso podía hacer grandes viajes con la mujer que tenía en frente.

 

Cinaede —justamente después de que la mujer empezase a respirar mejor, volvió a usar por tercera vez el mismo efecto. Era la última vez que podía utilizarlo, pero no lo había hecho de casualidad. Dentro de su cabeza pensaba que eso podía ser el golpe definitivo, pero tendría que comprobarlo con sus propios ojos para darse cuenta de que era verdad. En su cabeza estaba la idea de que ese podría ser el hechizo que acabase con la Hasani en los suelos, derrotada.

 

Como en las veces anteriores, el efecto fue inmediato. Un gas apareció dentro de la mujer, un gas venenoso que con el paso de los segundos la acabaría matando. Bien era cierto que ese hechizo no solamente envenenaba, también causaba heridas. Precisamente esas heridas eran las que el australiano confiaba en que acabasen con su vida. ¿Sería cierto o se estaría equivocando?

 

En todo caso, el mago australiano se mantuvo con la varita en alto, aún tenía que curarse de las heridas que ese mismo hechizo pero realizado por ella le había provocado. Respiró profundamente pasándose la mano por la frente, el duelo había sido una locura con golpes a diestro y siniestro hasta el punto de que estaba sudando. Le consolaba saber que su ropa era deportiva y que justamente estaba preparado para eso, para que el que la llevase dudase.

 

Pero no tenía tiempo que perder, sin más pensó en un Episkey cerrando momentáneamente los ojos y curándose inmediatamente de parte de sus heridas.

 

 

 

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Una segunda oportunidad, era lo único que necesitaban.

 

Ambos magos habían llevado a cabo un primer duelo emocionante. Los golpes se sucedían uno tras otro, pero debían de dejar de lado esa rivalidad por demostrar quién de los dos era mejor. Tenían que dejar la competitividad apartada y trabajar en equipo para demostrar que habían entendido bien lo que el Libro del Druida tenía que enseñarles.

 

El australiano respiró profundamente recuperándose de todo. El escenario seguía completamente igual, nada había cambiado. Era como si volvieran a empezar, con la única diferencia de que el Mago Oscuro había conseguido ganar a la Hasani. Pero no estaban allí para ganar, no estaban allí para demostrar quién de los dos era mejor duelista en un duelo a vida o muerte, estaban para vincularse con el libro.

 

Para el mago era importante lograr aprobar aquella prueba, muy importante. Necesitaba seguir adquiriendo poder y evolucionando como mortífago. No hacía mucho tiempo que había logrado convertirse en Mago Oscuro y quería seguir mejorando, no se conformaría. No pararía de buscar poder hasta que considerase que fuese suficiente.

 

El problema del poder era que nunca era suficiente.

 

Esperó pacientemente a que la mujer se recuperase, ella había sufrido más heridas. Pero... por fin ambos estaban bien. Le hizo una leve reverencia a modo de saludo y pensó cómo podría atacar. La idea de ganar no se le había quitado de la cabeza, era demasiado competitivo, pero había más formas de ganar que ir a lo loco. Su idea era ganar y demostrar que sabía lo que se hacía.

 

¿Cómo podía empezar? Fácil.

 

Pensó en un Flechas de Fuego. Uno tras otro varios filamentos de fuego volaron directamente en dirección a la Hasani. Si aquel hechizo le impactaba le causaría heridas y quemaduras, no era agradable de recibir. Por fortuna, el Libro del Druida tenía algún que otro hechizo con el que poder defenderse de aquello y sabía que ella los acabaría utilizando.

 

Tenían una oportunidad única que no podían dejar pasar.

 

 

 

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PP: 7-1 -> 6

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Detestaba fallar, no le gustaba en lo más minímo perder el eje de sus objetivos. Ahí estaban de nuevo, dentro del mismo escenario, pero con una variable a considerar sin lugar a dudas. Una segunda oportunidad para poder vincularse con el Libro del Druida, lastimosamente para la mala suerte de ambos se habían dejado llevar por su rivalidad. Pero era mejor dejarla de lado de momento y no jugarle al vivo, no era para nada aconsejable hacer enfadar nuevamente al Uzza que les echaría sin miramiento alguno.


Recuperándose de los ataques anteriores, no pensaba en el pasado, sino que se enfocaba directamente en el presente. Tomando con firmeza su varita, respiraba con relativa tranquilidad, devolviendole la reverencia a su contrincante escuchaba con atención el hechizo que había lanzado contra ella.


—Obsistens— pensó aquella invocación cerrando sus ojos se concentraba, viéndose rodeada por un cerco de materia oscura que le cubría por completo. Destellaba como lo hace la plata, al ser rozada por la llama que busca transformar su forma natural, impactando en este las Flechas de fuego que lanzará James contra ella. Librándose de verse abrazada por esas llamas que le dejarían marcas que para su buena suerte, no llegaron a materializarse debido a su excelente defensa.


—Cinaede—le devolvía la cortesía con ese ataque, rodeando a su contrincante con un gas que se colaba por sus fosas nasales. Impidiéndole respirar con normalidad, si no deseaba morir debía curarse lo antes posible y buscar otra forma de atacar a la rubia. Ella se mantuvo expectante, pero confiada en que en esa ocasión ambos lograrían el objetivo que habían venido a buscar tras adentrarse en el volcán y ahora estando dentro de ese duelo que pintaba para ayudarlos con la vinculación con el Libro del Druida.


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Se alegraba al comprobar la forma en la que se había defendido la Hasani. Esa era justamente la manera en la que el australiano confiaba en que actuase. Bien, lo había hecho muy bien. Por fin en el duelo podía verse un hechizo de los que se aprendían en el Libro del Druida, eso era precisamente lo que se esperaba de ellos. Aún así, como en todo, había una especie de competición y tampoco se lo pondría muy fácil.

 

El mortífago sujetaba fuertemente la varita con su mano derecha mientras la miraba. Era su turno de volver a atacar, era su turno de hacerle algún hechizo. Pero, en vez de atacar, decidió hacer algo un pelín más defensivo. Lo que iba a impedir era que ella lanzase una clase de hechizos muy concretos...

 

Silencius

 

El efecto fue inmediato. El próximo hechizo que tendría que hacer Juv tendría que ser no verbal, de lo contrario no saldría. Y justamente fue lo que pasó. No pudo evitar sonreír al comprobar con sus propios ojos como movía los labios, pero nada salía de su varita y no hacía ningún ruido. La había silenciado perfectamente. Se había anticipado de forma perfecta a las intenciones de la Nigromante y aquello debía de proseguir. En este segundo duelo, ninguno había recibido daño.

 

¿Cuánto tiempo duraría así la situación?

 

Aunque podía optar por un hechizo más ofensivo, de nuevo utilizó una opción más conservadora al pensar en un Arena de Hechicero. El efecto fue inmediato. Desde ese mismo momento la mujer perdería la capacidad para lanzar rayos, viéndose limitada a usar efectos e invocaciones que no requiriesen de puntería. Pero no estaba del todo perdido para ella, sabía que en el Libro había algo con lo que podría librarse de aquello de manera muy simple.

 

En todo caso, el australiano se mantuvo concentrado por lo que pudiera pasar.

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Se estaba tomando las cosas con la seriedad debida, para ella estar dentro de ese duelo requería de toda su concentración. No pasaría por alto el más mínimo detalle, recordando todos los hechizos que venían dentro del libro del Druida, no dudo en emplear uno que le generaba demasiada curiosidad. Pero que sin duda le sería de gran utilidad al verse atacaba de nueva cuenta por su rival.


—Cantar de Eleboro—sentenció escuchando una vibración musical que dejo reducidos los embates de la Arena de hechicero, dándole la posibilidad de poder ver con claridad a su contendiente delante de ella. La Hidra se removía en su espalda, pero en está ocasión la Quimera no respondió al llamado. Hysy tampoco daba señales de vida, pero eso no le importaba, ella podría sacarse de encima cada uno de los embates que su compañero de clase deseará lanzar contra ella.


—Flechas de fuego—pensó con astucia y malicia la rubia. Desprendiéndose de su varita varios filamentos envueltos en llamas, cada uno de ellos buscaba golpear en el cuerpo del Australiano con la intención de quemarle la piel y dejarle heridas que requerirían ser sanadas. Eso sino deseaba morir antes de terminar el duelo, pendiente de todo lo que pudiera acontecer sujetaba con firmeza su oscura varita deslizando la yema de su dedo pulgar sobre una de las calaveras que tenía en la empuñadura.


Era cuestión de tiempo para demostrarle al Uzza que su decisión de darle otra oportunidad era acertada sin lugar a dudas. Le tocaba esperar el siguiente movimiento de su contrincante y no desconcentrarse por nada del mundo.


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Cinaede

 

El efecto fue inmediato y sucedió justo después de comprobar con sus propios ojos como la Hasani conseguía liberarse del hechizo que anteriormente le había lanzado el australiano. Sabía que la Nigromante volvía a ver con total normalidad, lo que era un problema para el mago. A partir de ese momento, estaba capacitada para enviar rayos e invocaciones que requiriesen puntería. Tendría que estar muy atento para poder defenderse bien.

 

Nada más que pronunció el hechizo, el efecto fue inmediato. Un gas venenoso e invisible la rodearía. Ese gas tenía la intención de envenenarla, de afectar a sus sistema nervioso y circulatorio si la mujer no se daba mucho tiempo en defenderse. Si la mujer obviaba los efectos de aquel poderoso encantamiento podría acabar muriendo. Sin embargo, sabía que tenía capacidades para defenderse. Se había defendido perfectamente de él en el anterior duelo.

 

Justo después vio que unos filamentos de fuego comenzaban a viajar a toda velocidad hacía él, uno tras otro. Sabía perfectamente qué hechizo era. Agradecía haber recibido ese encantamiento, sabía que si le impactaba le causaría muchos problemas, pero sabía cómo defenderse. Lo mejor de todo era que por fin iba a poder utilizar uno de esos hechizos que venían con el Libro del Druida, estaba muy contento de poder estrenarlos.

 

Pensó en un Obsistens. Un cerco de materia luminosa de color naranja rodeó al mortífago, protegiéndolo de cualquier clase de ataque. Así fue como los filamentos de fuego que le había enviado la Nigromante no le afectaron lo más mínimo, el cerco se encargó de absorber absolutamente todo. Con orgullo, mantuvo la varita en alto volviendo a apuntar a la chica. Preparada para los siguientes ataques.

 

 

 

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La Nigromante estaba concentrada en el duelo, cerrando su mente a cualquier pensamiento que pudiera sacarle de balance. No le quedaba de otra que curarse del hechizo que le lanzará su compañero de clase, pensando con fuerza aquel conjuro—Anapneo—se libraba exitosamente. Pero aún quedaba un daño pendiente por resarcir y ese era la herida provocada por el gas del Cinaede. Curación pensó sanando aquella molesta herida que dejaba de molestarle. Estaba como nueva o eso podía decirse en apariencia, pero no se confiaría del todo.


Debía continuar con su avance dentro de la prueba, repasando todos y cada uno delos hechizos que conocía y descubrió dentro de la clase del libro de Druida. Se decantaría por uno que pocas veces pudo poner en uso, pero calzaba a la perfección con su plan de ataque—Arena de hechicero—pensaba con toda la calma del mundo. Viendo como el Mago Oscuro quedaba imposibilitado de lanzarle ataques de tipo rayo, dejandole limitado de poderle atacar solo con invocaciones y efectos. No le molestaba en lo más mínimo sufrir embates en contra de su persona, ya que estaba acostumbrada a pelear hasta llegar a su limite permitido.


Cerrando un momento los ojos, recobraba la concentración sujetando con firmeza su varita. El Uzza miraba en silencio aquel duelo, posiblemente sopesando los pros y los contras de los movimientos de sus alumnos. Soltando una bocanada de aire, percibía levemente a su vieja amiga Hidra dar señales de vida. Empero la Quimera e Hysy, permanecían sumidas en un sueño forzado por la mujer que les daba parte de su fuerza para hacerse presentes en ella.


Quedaba poco tiempo para hacerse con la vinculación del libro, pero estaba convencida de que todos sus esfuerzos darían los frutos que ella tanto anhelaba cosechar. Se marcharía con el poder del Haz de la noche en sus manos, no por nada le entusiasmaba la idea de recorrer el mundo a través de portales plagados de aventuras que siempre le daban un plus interesante a los viajes que solía realizar.


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Cantar de Eleboro

 

El efecto fue inmediato. Pronunció esas palabras inmediatamente después de comprobar que la Hasani lograba librarse del gas venenoso que le había enviado. El duelo estaba siendo igualado y emocionante, se lo estaba pasando bien. Seguramente nunca se olvidaría de aquella prueba, nunca había tenido un enfrentamiento tan largo y tan emocionante como el que estaba viviendo en esos momentos.

 

Gracias al efecto del hechizo verbal que había pronunciado, todos sus sentidos se habían visto agudizado. La vibración musical apenas audible que había salido de su varita le había sorprendido gratamente, era la primera vez que usaba ese hechizo y le había gustado. Además de todo eso, lo grandioso del hechizo era que le condecía inmunidad a cualquier ataque contra cualquiera de sus sentidos.

 

Así que, sin importar qué hechizo hubiese lanzado su adversaria, su vista estaba completamente sana y podía lanzar cualquier clase de encantamiento que se le antojase. A pesar de poder usar cualquier clase de ataque que le diese la gana, volvería por lo más sencillo, por lo más efectivo.

 

 

Cinaede

 

Como todas las veces anteriores el efecto fue inmediato y la Nigromante se vio rodeada por un gas invisible que, básicamente, acabaría con su vida antes de que pudiera darse cuenta si no era lo suficientemenete rápida como para pararlo. Las veces anteriores se había protegido bien, ¿Sería esta vez la primera que no lo conseguía?

 

 

 

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—Anapneo—


Pensó aquel hechizo sintiendo como sus vías respiratorias se destapaban en el acto, sintiendo el aire fluir de forma normal por sus fosas nasales. Estaba libre de ese gas, pero no de la nueva herida que se había abierto en su cuerpo. Ese era el menor de los males a decir verdad. Deseaba curarse, pero no podía perder la oportunidad de causarle un poco de daño a su rival.


Cerrando los ojos respiro con calma, dejándose llevar por esa sensación catártica que siempre solía experimentar dentro de un duelo. Abriendo los ojos se dispuso a ponerle un poco de sal y pimienta al asunto, no podía negar que ese encuentro quedaría grabado en su memoria por siempre. Esbozando una media sonrisa en sus labios, solamente se limitó a dejar esa palabra de sus labios.


—Cinaede— aquel gas volvió a rodear al Dumbledore, colándose por sus fosas nasales. La sensación de ahogo sería irremediable, no le quedaba la menor duda de que tendría que sacarse esos efectos de encima. Además de curar la herida que le provocará el osado ataque de la rubia. Les gustaba ponerse al filo de la navaja, aquel luego sin duda alguna estaba sacando las capacidades de ambos a relucir. Defenderse y atacar era una tarea complicada dentro de un duelo, pero si se contaba con la astucia necesaria se salía con algo menos que algunos cuantos rasguños.


Le restaba esperar el siguiente movimiento, ya teniendo en su cabeza el posible accionar que tomaría si se veía de nuevo en alguna clase de complicación que pusiera en riesgo su vida.

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