No puede ser él.

[Maida Black Yaxley]

— Marianna, ¿cierto? —la voz era gruesa, demasiado para el hombre del que provenía. 

Salvador tenía una contextura bastante delgada y el rostro era un tanto huesudo, su voz, sin embargo, era amplia, grave, imponente hasta cierto punto. Le hizo girar el rostro y con ello, la frondosa melena se sacudió dándole el look desenfadado que a veces una busca un sábado por la noche. Le sonrió y él se supo un tanto perdido, ¿quién sonreía de esa manera con un desconocido? Supuso que debía ser una Leo o quizá hasta una Tauro, con la confianza a tope, con la vanidad como bandera. Acortaron la distancia con uno par de pasos cada uno y ella extendió la mano para saludarlo.

— Cierto, Marianna Gonzáles, piscis, recién ingresada a Santa Margarita luego de tres años de intentarlo, 26 años —explicó con una sonrisa y luego negó con el rostro de lado a lado—, pero no creas que por falta de habilidades, pasa que extrañamente, mis papeles de ingreso siempre se perdían entre mi pequeño desorden habitual. Hasta que finalmente me di a la tarea de guardarlos hasta que fuera la fecha de envío. No creo mucho en los estereotipos solares, Salvador, porque tú debes ser Salvador, ¿cierto? Pero realmente soy muy distraída. ¿Tú eres de segundo o tercer año? Me encantaría que fueses de tercero, así que tengo mucho más por preguntarte pero si eres de segundo no pasa nada, seguro que será divertidísimo descubrir algunas cosas juntos, ¿no crees?

Y realmente no, Salvador no creía.

Evidentemente, estaba seguro de la existencia de la magia elemental, él mismo la había experimentado con su habilidad visible, hacía brotar las raíces en cuestión de segundos, y de hecho, su jardín era el más lindo de todo el campus. Sin embargo, siendo tan racional como lo era, sentía que había una parte de toda aquella magia que nadie les estaba contando y él, estaba tratando de escalar puestos dentro de la universidad, para descubrirlos. De hecho, ser compañero guía durante un par de semestres le había llevado a obtener muchos beneficios para sus investigaciones personales, pero Marianna, era una chica demasiado conversadora para él, habían pasado menos de cinco minutos y ya se sentía mareado. No podía permitirse demostrarlo, él era y debía ser ejemplo para los nuevos.

— Si, yo soy Salvador, toma tus maletas, que te acompaño hasta donde se supone es tu habitación, te toca en el mismo edifico que yo, diferente piso —comentó, ignorando muchas de las cosas que ella había mencionado y se dispuso a caminar delante de ella en cuestión de segundos.