Si había un primer lugar que deseaba conocer, era un bar.
Tenia poco de llegar a tierras Británicas, y poco le agradaba a decir verdad la idea de tener que compartir espacios reducidos y mezclarse con magos desconocidos. Una persona con poca paciencia y una atroz molestia por estar rodeado de personas, que no conociera, claro.
Sin más que decir, dio media vuelta y avanzo a zancadas hacia la puerta negra. Cuando llego, era evidente que estaba bastante turbada por la presencia de aquellos vasallos en el lugar. Parecía ser un lugar donde todo lo que quisieras podría hacerse realidad, tus sueños más oscuros podrían relucir en su piel. No obstante, poco le duró la emoción, su concentración recaía en la barra donde estaba Oliver esperándolos, si, suponía que esperaba a alguien más por las cinco bebidas que estaban sobre la gran tabla.
-Hola, Oliver- mantuvo en un tono gélido, descansando la mitad de su brazo sobre la barra, clavando sus orbes azules en él.
Ladeo su cabeza, y miró al otro hombre que posaba a su lado, confundido.