Años atrás….
Estaba rodeada de colores, bueno, la realidad era que no sabía que se llamaban así. No tenía lenguaje, no conocía las palabras, no sabía lo que le rodeaba…las figuras que le rodeaban le eran irreales.
Se movían, le decían cosas, le hacían cosas; y ella sólo las repetía sin saber por qué o para qué. Su cuerpo se movía automatizado, aunque de vez en cuando realizaba movimientos propios por el mero hecho de hacerlos
Ella vivía su propio mundo.
En la actualidad….
No le había costado mucho llegar a aquel lugar, ya que su madre se las había ingeniado para traerla sana y salva. Ver aquella Calle llena de castillos y Mansiones le pareció algo interesante. Aún no sentía del todo aquellas emociones de las personas, pero poco a poco comenzaba a darle nombre a las que iba sintiendo.
Los Jardines eran gigantescos, y la verdad aquel lugar tenía una apariencia algo Medieval con unos toques modernos en algunos lugares. Todos eran suntuosos y misteriosos, pero sólo uno fue el que captó su atención. Era tal cual como su madre se lo había descrito.
No dudó en abrir la reja y entrar. Los sauces boxeadores comenzaron al instante a moverse, para luego quedarse quietos sin que ella hiciese nada. Leonor observó mejor y vio a un par de gatos negros. Cuando la muchacha se alejó de ellos, ambos animales salieron a su encuentro y le acariciaron las piernas.
Leonor no sonreía mucho aún, pero con ellos lo hizo y cogió al Señor Baltazar en sus brazos, el cual se acurrucó mientras ronroneaba feliz. El gato era más tosco, por lo tanto la muchacha podía acariciarlo con torpeza sin que éste se enojase; muy por el contrario de la Gata, la cual era más “delicada”.
Una vez que llegó a la entrada tocó la puerta. Ya estaba en Casa.