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Jock

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Mensajes publicados por Jock

  1. La expedición en el Sahara había terminado y el patriarca de los Black Lestrange había regresado a la mansión, junto con los demás miembros de la familia. Jocker se sentía exhausto después de tantos días, pero antes de lanzarse a descansar, tenía en mente ir hasta el pensadero que había instalado en su oficina y vaciar un evento en particular que le había marcado.

     

    Al entrar a su despacho, cerró la puerta tras de sí. Sacó su varita y al tiempo en que con un accio atraía hasta él un frasco vacío, se sentó en un cómodo sillón. Con una simple floritura, el recuerdo salió materializado de su cabeza como una sustancia acuosa que observó con detalles. No estaba seguro cuándo lo usaría para recordar lo vivido, pero quería saber que estaba ahí disponible para cuando lo quisiese. Con otro movimiento de varita, el frasco fue etiquetado con la siguiente inscripción: <<Reto del Esfuerzo. Desierto del Sahara. Febrero 2019>>

     

    Jocker lanzó el frasco al aire y este se ubicó junto con los demás frascos que estaban ahí en su despacho.

     

    Reto del Esfuerzo. Desierto del Sahara. Febrero 2019:

    El anillo detector de enemigos del patriarca de los Black Lestrange, volvió a vibrar y quemarle el pecho en señal del inminente peligro en el que se encontraba.

    —Entregadme el fruto de vuestro esfuerzo —había escuchado antes de descender y de avanzar en medio de las dunas.

    El desafío estaba siendo bastante explícito hasta el momento pues ¿qué más difícil que sobrevivir en el desierto? Al menos tenía su varita, sus anillos y sus amuletos que le permitían hacer uso de la magia que había en él. Esperaba no tener que enfrentarse a nada sin ellos.

    «Aunque siempre las pruebas con los Arcanos son sin elementos mágicos» pensó recordando su experiencia con Suluk y con Amara, las Arcanos de animagia y metamorfomagia respectivamente.

    Jocker intentó acallar su voz interior, para percibir el por qué el anillo continuaba vibrando y quemando. No tenía sentido que le haya avisado tan pronto antes y ahora estuviese tardando tanto en parecer lo que sea que tenga que aparecerse. Alguien estaba controlando o, más bien, limitando la magia en aquel lugar.

    —Revelio —siseó, apuntando con su varita de álamo a su alrededor.

    Nada sucedió, por lo que decidió seguir caminando. No había dado ni diez pasos cuando vio a lo lejos la silueta de un niño pequeño que caminaba en su dirección. Jocker no pudo reconocerlo a simple vista. ¿Sería el hijo de alguno de los demás miembros de la expedición? El mortífago no recordaba haber visto niños ni en el barco que los había traído hasta allí ni durante los tiempos de descanso en las tiendas o en el oasis.

    Hola —dijo el pequeño con voz cantarina —Mi nombre es William Black Lestrange.

    Jocker quedó paralizado. El pequeño niño tenía los ojos color miel, como su padre, y unos crespos castaños, como su madre. Tenía la piel tostada por causa del sol, por lo que el patriarca de los Black Lestrange no estaba seguro si había heredado su tono de piel o los exóticos colores de su madre. El que decía ser el más pequeño de los hijos de Jocker vestía un suriyah de tonos claros y unas sandalias de color marrón.

    «¿Aquello era el fruto del esfuerzo? ¿O el fruto del dolor?»

    Jocker estaba desconcertado totalmente. El anillo detector de enemigos que llevaba colgado en el pecho, sin embargo, había comenzado a vibrar con mayor velocidad y a quemar con más intensidad. ¿Le perforaría el pecho, acaso?

     

    —¿Cuál es su nombre, señor?

    El muchacho que seguro no pasaba los 11 años miraba con atención al patriarca de los Black Lestrange. Había un dejo de añoranza en su mirada que no dejaba indiferente al mortífago. Después de todo, lo último que él sabía del hijo que había tenido con Thya, era que su desaparecida hija Audrey se lo había llevado consigo a alguna parte del mundo.

    «¿De verdad había crecido tanto o era un espejismo? Si acaso aquel era el verdadero William ¿Dónde estaba Audrey? ¿Sabría el muchacho que estaba frente a su padre? Era evidente que no, pero si le decía su nombre ¿le reconocería? ¿le habrían hablado de él alguna vez? ¿le guardaría rencor por no buscarlo?»

    Preguntas y más preguntas comenzaron a bombardear la cabeza de Jocker.

    Preguntas y más preguntas comenzaron a bombardear la cabeza de Jocker, que seguía atónito por lo que sus ojos estaban viendo. Estaba tan fuera de sí que se llevó la mano izquierda hasta el pecho para tomar el anillo desde el cordón que lo sostenía. Como estaba bajo su túnica, solo pudo apartarlo de su pecho y no quitarlo como tenía la intención. En su diestra, mantenía la varita firme.

    —Señor ¿se encuentra usted bien? —dijo entonces el muchachito.

    —Sí, sí… estoy bien. Solo debo descansar un poco. El sol me está afectando un poco la cabeza —respondió el animago, tomando asiento ahí mismo, en la arena —Mi nombre es Jocker, por cierto.

    Un dolor de cabeza impresionante comenzó a afectar al hombre cuyo semblante de pronto pareció decaer, haciéndolo ver de muchísima más edad. Se sentía pesado. Y su garganta, parecía haberse secado también.

    ¡Wow! ¡Te llamas como mi papá! —gritó con entusiasmo el muchacho, aunque no pasó un instante cuando bajó la cabeza con pesar —Aunque él está muerto ahora. Murió en el desierto. Estaba buscando la fuente de la buena fortuna cuando se perdió y nadie más supo de él. Mis hermanos y yo estuvimos buscando su cuerpo por meses, pero lo único que encontramos fue su varita que ahora me pertenece, mira.

    El espectro que decía ser William Black Lestrange sacó de entre sus ropas la varita de 27 centímetros de álamo puro y la puso frente a Jocker que se miró la mano derecha y notó que, en efecto, su arma estaba en manos del que decía ser su hijo.

    Un escalofrío recorrió su espina dorsal antes de caer inconsciente en medio de la inmensidad del Sahara. La cabeza le dolía, el pecho le ardía y el anillo seguía vibrando, pero de pronto, nada.

     

    En algunas historias, cuando el personaje principal se encuentra en dificultades tan grandes producto del agotamiento físico y mental, al desvanecerse o perder la consciencia de sí mismos, lograban alcanzar epifanías que no solo le devolvía la fuerza sino también les ayudaba a resolver conflictos profundos. Gente se les aparecía en sueños y les daban palabras de aliento o directrices de cómo supervivir. En este caso, sin embargo, la oscuridad total se había apoderado de la mente de Jocker Black Lestrange.

    Cuando finalmente despertó, el mortífago no fue capaz de mover ni un solo músculo del cuerpo. De alguna forma su pecho había anestesiado el ardor que sentía y la sensación se había extendido por todo su cuerpo. Lo único que podía sentir era su boca reseca.

    —Aguamenti —siseó apenas.

    La invocación, sin embargo, no dio resultado pues no tenía su varita en la mano. Fue entonces cuando recordó a su hijo William, o a lo que decía ser el hijo que había tenido con Thya Triviani y la historia que le había contado. ¿En serio aquello había sido real y no una alucinación? ¿Pero cómo podía ser aquello posible? Si él estaba vivo… o al menos, eso creía.

    —¿William? —pronunció, causándose aún más dolor en la garganta —¿Podrías conseguirme un poco de agua? Intenta un aguamenti.

    Por más que esperó, Jocker no recibió respuesta alguna a su solicitud. Más que preocuparle el agua que no había recibido, le aterraba la idea de haberse quedado sin varita. Si William había sido una alucinación, tampoco importaba demasiado a esas alturas.

    Al volver a tener movilidad en su cuerpo, sintió caer sobre sí el dolor, el cansancio y la sed como tres golpes de puño que le dieron en la boca, en el estómago y en las piernas. Estuvo a punto de volver a caer inconsciente, pero estaba seguro que esta vez, la arena terminaría por cubrirlo esta vez.

    Su túnica llena de arena le pesaba. No sabía si era por causa de la arena que había caído dentro de los bolsillos de piel de moke o si era que su cuerpo agotado el que tenía menos resistencia que de costumbre. Tal vez era una mezcla de ambas. Anheló en ese momento la metamorfomagia que aún no podía dominar. La deseaba porque con ella, en un abrir y cerrar de ojos sería capaz de transformar su cuerpo en uno rejuvenecido y con una piel a la que el sol no le hiciera tanto daño, no como a su pálido rostro ya un tanto enrojecido.

    —Mi varita. Debo encontrar mi varita —dijo moviéndose lentamente.

     

    Nunca antes el patriarca de los Black Lestrange se había visto y sentido tan demacrado como en aquel momento. El fruto de su esfuerzo realmente iba a ser intenso para él, aunque seguro aquello se debía a que el fruto de su dolor no le había resultado ser tan complicado como debía. Los muggles le llamarían karma a aquello que estaba viviendo.

    —Mi varita. Debo encontrar mi varita —había dicho cuando comenzó a caminar sin un rumbo determinado.

    Sin su varita, Jocker estaba literalmente perdido, pues sin ella, no solo no podría realizar hechizos, sino que tampoco podría activar el medallón mágico que le mostraba la ubicación de los demás miembros de su familia y cómo llegar hasta ellos.

    Varios minutos pasaron desde que el hechicero había iniciado la búsqueda de su varita en medio de las dunas; de pronto, una voz cantarina se dejó escuchar. Al girar para ver de dónde provenía el sonido, Jocker vio al mismo muchacho que horas antes había estado con él y que se había presentado como William Black Lestrange.

    —¡Eh, William! —exclamó con la reserva de sus fuerzas, temiendo volver a desvanecerse.

    El muchacho giró la cabeza, sonriente y comenzó a saltar en dirección a su padre. Mientras saltaba, jugueteaba con la varita de Jocker entre los dedos, lanzándola al aire y atrapándola después de dar una voltereta o aplaudir una melodía que solo sonaba en su cabeza.

    —La varita —dijo Jocker cuando el pequeño estuvo frente a él —Necesito la varita.

    William le miró con cara de pocos amigos, aunque había un dejo de tristeza en su mirada.

    —No puedo prestártela… es el único recuerdo que tengo de mi padre.

    Jocker no era del todo consciente de en qué momento el anillo que llevaba colgado en el cuello había comenzado a quemar y a vibrar nuevamente. Solo sabía que la paciencia se le había acabado y que era más que necesario volver a reunirse con Mía, Eobard y Aries.

    —¿Podrías invocar entonces un aguamenti al menos para mí? —quiso saber Jocker —Muero de sed.

    La expresión de molestia y tristeza del chico se borraron de su rostro para dar paso a una mirada de compasión. Le explicó a Jocker que él no podía hacer magia pues era un squib y que por mucho que quisiera ayudarlo, no podía.

    El mortífago cerró los ojos con pesadumbre. Había entendido que la única manera que tenía de recuperar su varita era arrebatándosela a aquel ser que decía ser su hijo, pero que no podía serlo por mucho que le recordara a Thya y a él mismo. Era un impostor, lo sabía en lo más profundo de sus entrañas.

     

    Analizaba sus opciones pues no solo sabía que aquel muchacho no era su hijo, sino que también tenía clarísimo que no era humano. Se preguntaba qué criatura o ser mágico podía ser, aunque no descartaba del todo que fuese una ilusión.

    Sin añadir palabras, Jocker adoptó su forma animaga frente a William quien lo vio con fascinación la transformación del hechicero y aplaudió el acto como el niño pequeño que era. El zorro rojo le miró fijamente y se abalanzó contra él, destruyéndole el rostro a mordidas.

    Las dunas ahogaron los gritos y absorbieron la sangre de la criatura que Jocker no tardó en dejar atrás. Había vuelto a su forma humana y lágrimas caían por su rostro. La criatura ya no tenía la apariencia de su hijo.

    Las dunas ahogaron los gritos y absorbieron la sangre de la criatura que Jocker no tardó en dejar atrás. Había vuelto a su forma humana y lágrimas caían por su rostro. No entendía cómo o por qué le había afectado tanto el haber realizado aquella macabra acción. Después de todo, no era la primera vez que le había quitado la vida alguien; lo había hecho cientos de veces, incluso.

    Varita en mano, el patriarca de los Black Lestrange caminó en silencio. Le perturbaba el hecho que el ser aquel ni siquiera había intentado defenderse de su feroz ataque. ¿Lo habría visto venir? Quizás su inocencia era real, pero ¿por qué adoptar precisamente esa apariencia? De haber adoptado otra, seguramente Jocker se habría limitado a usar la fuerza nada más.

    Jocker se preguntaba qué mente enferma estaba jugando con su mente. No había derramado ni una sola lágrima en el fruto de su dolor y ahora, que debía esforzarse por alcanzar un fruto, estaba tomando los caminos más cortos.

    Mientras caminaba, el animago fue quitándose la túnica. Podría haberla limpiado con magia en un abrir y cerrar de ojos, es cierto, pero de su mente no saldría el recuerdo de la sangre sobre él tan fácilmente.

    El sol le quemaba los muslos mientras caminaba. Su pálida piel estaba recibiendo los rayos del sol de forma directa, pero una brisa suave venía a reconfortarle el cuerpo y el espíritu de tanto en tanto.

    «Hola. Mi nombre es William Black Lestrange» escuchó decir en su mente, con voz cantarina.

    El rostro del mortífago se endureció. Podía asesinar personas, era cierto, pero no podía asesinar recuerdos. Olvidarlos, sí; con el encantamiento correcto todo era posible, pero prefería no hacerlo. William merecía ser recordado, incluso, cuando un impostor había intentado robar su identidad.

    —No. Ese no es tu nombre.

     

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  2. Jocker guardó silencio mientras Anne fluía en sus pensamientos y reflexiones. A juicio del patriarca, la mortífaga tenía mucha razón en lo que decía, mas su trabajo de Warlock la cegaban para atender todo el asunto de la desaparición de las organizaciones que contenían a los bandos desde la objetividad.

    —¿Qué opinas tú? —dijo después de cambiar de sitio, apartándose de la plaza pública.

    Los hechiceros no solo se movieron de lugar, sino que con ello también cambiaron de tema de conversación. Aunque, Jocker aprovechó sus propios comentarios añadir no tan sutilmente su opinión respecto del primer tema.

    —¿Sabemos quién estaba a cargo del Ministerio de Magia en ese entonces? Porque, por lo visto, mi padre no toma decisiones muy distintas hoy por hoy.

    Jocker se detuvo un instante. Quería decir todo lo que pensaba, pero tampoco quería ser imprudente y que aquello le trajera consecuencias. Muy familiar podría ser de quien, a su juicio, llevaba el mundo mágico como un titiritero a su marioneta, pero en cuestiones de política y poder, ambas eran las historias que todos coincidían contar los unos a los otros, una y otra vez, hasta que olvidaran que es mentira; pero una vez acabada la mentira, el caos.

    —Me parece que nuestras políticas gubernamentales están demasiado enfocadas en los muggles y en mantener el status quo. Y esto ha hecho que, como sociedad nos hayamos quedado estancados. Mira a todas estas personas. En unos cuantos años más, su tecnología habrá avanzado a tal nivel que parecerá que usan magia. ¿Y nosotros? ¿Seguiremos entrando por sus retretes si queremos entrar al Ministerio de Magia cuando estemos en la ciudad de Londres?

    Jocker miró con asco al ser humano que pasó por su lado y que pasó a traerlo suavemente por ir distraído; entusiasmado por la ejecución que en ese momento se iba a llevar a cabo a unos cuantos metros de donde estaban.

    «Zancadilla» pensó el mortífago, aferrándose a su varita de álamo que permanecía oculta. Pensó nuevamente otro hechizo para que el muggle no notara que una cuerda había aparecido en sus tobillos «Finite Incantatem»

    El muchacho de unos 20 y tantos cayó de inmediato de bruces al suelo. Sin entender qué había pasado con él. Jocker se limitó a sonreír con burla, aunque podía sentir la mirada de reproche de su maestra sobre él.

    —No puedes traer a un zorro a un viñedo sin esperar a que vaya a comerse los frutos —sentenció a modo de excusa.

  3. —Solo sé que están cerca el uno del otro —respondió el mortífago a su hija.

    No respondió nada más pues estaba más que claro que de no ser por los medallones que habían preparado con antelación hubiesen estado total y completamente incomunicados.

    «Debí añadirle los espejos para poder comunicarnos también» pensó lamentándose.

    No pasó mucho rato cuando Mía comenzó a arremeter contra él con preguntas y comentarios directos, sin anestesia. Probablemente debido al agotamiento que seguía sintiendo, estaba tratando de defenderse de cualquier ataque de la manera mortífaga: la ofensiva es siempre la mejor defensiva.

    Cuando la matriarca comenzó a enumerar las cosas que había tenido que soportar, pensó en lo afortunada que había sido. A él no le había ido mucho mejor, pero no compartiría lo que había vivido. No ahora, no mientras siguieran ahí en medio de las dunas del Sahara.

    Nada les aseguraba que no tendrían que sortear un nuevo reto, un nuevo desafío.

    —Entregadme el fruto de vuestro esfuerzo —habían escuchado después de todo.

    Y quién sabía si el esfuerzo que habían hecho hasta ahí era suficiente para quien sea que controlase las pruebas que impedían que cualquier persona se acercara a la Fuente de la Buena Fortuna.

    —Aún tenemos una charla pendiente —dejó caer de golpe Mía.

    Seguía recostada en la camilla, pero era evidente que no iba a permitirse perder el tiempo con nada. Jocker hubiese deseado que, en vez de eso, conversaran sobre las posibles estrategias que se verían obligados a realizar si querían seguir avanzando en la expedición o de cuánto debían preocuparse por Aries y Eobard.

    —No me creo ni un poco lo del imperius y menos lo del juramento. Eso solo me genera dudas y eso no es bueno y lo sabes.

    —Querías la verdad y ahí la tienes —expuso Jocker.

    Jocker se puso de pie y se dirigió hasta la entrada de la tienda improvisada. Miró al cielo esperando encontrar alguna pista que les ayudase a encontrar a los demás miembros de su equipo y poder así continuar rumbo a la montaña.

    «Más vale que valga la pena la Fuente esa» pensó molesto, aun ignorando a su hija, que repitió su cuestionamiento.

    —No lo creo. No lo creo en lo absoluto —sentenció.

    —No voy a inventarte una historia solo para dejarte satisfecha —replicó Jocker, que aunque sabía que mentía, en su tono de voz reflejaba la más absoluta confianza posible.

  4. Aunque el anillo detector de enemigos se mantuvo sin emitir ninguna señal de peligro, la mente del patriarca de los Black Lestrange no podía dejar de pensar en que, tal vez, aquella muchacha era también una impostora.

    «No sería la primera vez que el anillo fallara» dijo en su mente, mientras miraba con detención el rostro de Mía, que parecía no estar descansando precisamente, pues cada tanto, su rostro se compungía.

    Seguramente la muchacha estaba siendo oprimida en sus sueños. ¿Pero quién sino ella tenía control de su inconsciente? Jocker había criado a cada uno de los hijos que estuvieron a su lado con la fortaleza mental suficiente como para vencer a sus propios fantasmas, pues sueños como aquellos abundaban entre los miembros de esa familia, como si se tratase de una antigua maldición que no habían sido capaces de romper jamás.

    —Specialis revelio —siseó al tiempo en que pasaba la varita por alrededor de la muchacha.

    La tensión que Jocker había acumulado por la preocupación de verse enfrentado a otro impostor se desvaneció al instante.

    Se puso de pie y conjuró un par de hechizos que levantaron una pequeña tienda de campaña. Allí puso a su hija y se encargó de aplicar cuanto encantamiento conocía para asegurar que se recuperará pronto. Junto con ello, se puso una túnica semejante a un suriyah de color blanco, aunque tenía unos detalles rugosos cerca del cuello, y que bajaban hasta el pecho.

    No había muchos lujos como de costumbre. La idea de levantar aquella tienda había nacido de la necesidad emergente y urgente, no de la búsqueda de obtener un lugar comodidad en el que quedarse. De hecho, en cuando Mía despertase, tenía la intención de continuar con la expedición.

    No iban a dirigirse en ese momento hasta la montaña en donde sabían se encontraba la Fuente de la Buena Fortuna. Primero, y más importante, era reagruparse. Tal y como rezaba su lema: La sangre, la familia y la fidelidad eran valores intransables para los Black Lestrange.

    Consultó el medallón cuando terminó de aplicar hechizos y encantamientos sobre Mía. Aries y Eobard se mantenían lejos, pero se habían acercado el uno al otro. Las luces que identificaban a ambos patriarcas se mantenían juntas en el centro.

    Jocker respiró un poco más aliviado. Y hasta esbozó una sonrisa cuando vio a su hija despertar del sueño profundo en el que había caído.

  5. Nick: Jock
    ID: 34473
    Libro de Hechizos: Libro de la sangre
    Justificante de compra del Libro (Link al post del Concilio de la bóveda trastero): aquí
    Rango Social: Órden de la Cruz Dorada
    Nivel de Magia: XXV
    Fecha aproximada de aprobación EXTASIS o de salida de la Academia (versión anterior): 2008, primera generación de la primera versión de AMYH.
    Link a la Bóveda: http://www.harrylati...boveda-de-jock/
    Link a la Ficha: http://www.harrylati...lack-lestrange/

  6. Jocker consultó nuevamente el amuleto que lo conectaba con los demás miembros de su equipo. Eobard y Aries apenas se habían movido de su lugar, pero la luz con la letra M que indicaba la posición de su hija no solo era otra, sino que, además, estaba muy, muy cerca.

    El mortífago no era del todo consciente cuántas horas llevaba en pie caminando entre las dunas del Sahara. Aquel lugar había sido esculpido progresivamente por el viento y por las lluvias ocasionales y por los ríos intermitentes y estacionales que aparecían y desaparecían como por arte de magia.

    —Da la impresión que no he avanzado ni una mi**** —maldijo, chasqueando la lengua en su paladar.

    Desde que había dejado atrás a la criatura impostora, nada extraño ni sobrenatural ni peligroso había ocurrido. Y aunque era un alivio para cualquiera, Jocker se sentía un tanto incómodo. Si aquella expedición le había enseñado algo era precisamente que en cualquier momento algo podía ocurrir y cambiar el curso de todas las cosas.

    Chequeó nuevamente el amuleto. Lo había hecho solo unos minutos antes, por lo que nada había cambiado desde la última vez: Mía estaba cerca, pero sus nietos no.

    El patriarca soltó un bufido. Gracias a que había recuperado su varita, ahora podía beber agua y así refrescarse, lo que le ayudaba a recuperar las fuerzas físicas, emocionales y mentales que había invertido hasta el momento. Habría podido invocar ropa también, pero la desnudez le hacía sentir bien. La vitamina D brindad por los rayos del sol era absorbida en plenitud en ese estado. Había usado magia, eso sí, para no quemarse los pies mientras caminaba sobre la arena.

    Muchos minutos pasaron y esta vez, Jocker no tuvo la necesidad de utilizar el medallón con la silueta del escudo familiar para saber que Mía estaba ahí a unos cuantos metros de distancia. Podía verla con sus propios ojos, aunque el calor del desierto distorsionaba un poco la perspectiva y la silueta que poco a poco fue haciéndose más nítida.

    —Padreeeeee.

    El lamento de la rubia llenó sus oídos. Por inercia avanzó raudo a su encuentro y levantó los brazos para recibirla. Apenas había alcanzado a llegar a ella cuando esta se desplomó como una pequeña niña que, jugando, se lanza a los brazos de su padre confiada en que este la recibiría.

    El anillo detector de enemigos esta vez se mantuvo frío e inmóvil.

  7. Con los ojos cerrados, Jocker analizó sus opciones. Había entendido que la única manera que tenía de recuperar su varita era arrebatándosela a aquel impostor ser que decía ser su hijo.

    Analizaba sus opciones pues no solo sabía que aquel muchacho no era su hijo, sino que también tenía clarísimo que no era humano. Se preguntaba qué criatura o ser mágico podía ser, aunque no descartaba del todo que fuese una ilusión.

    Sin añadir palabras, Jocker adoptó su forma animaga frente a William quien lo vio con fascinación la transformación del hechicero y aplaudió el acto como el niño pequeño que era. El zorro rojo le miró fijamente y se abalanzó contra él, destruyéndole el rostro a mordidas.

    Las dunas ahogaron los gritos y absorbieron la sangre de la criatura que Jocker no tardó en dejar atrás. Había vuelto a su forma humana y lágrimas caían por su rostro. La criatura ya no tenía la apariencia de su hijo.

    Las dunas ahogaron los gritos y absorbieron la sangre de la criatura que Jocker no tardó en dejar atrás. Había vuelto a su forma humana y lágrimas caían por su rostro. No entendía cómo o por qué le había afectado tanto el haber realizado aquella macabra acción. Después de todo, no era la primera vez que le había quitado la vida alguien; lo había hecho cientos de veces, incluso.

    Varita en mano, el patriarca de los Black Lestrange caminó en silencio. Le perturbaba el hecho que el ser aquel ni siquiera había intentado defenderse de su feroz ataque. ¿Lo habría visto venir? Quizás su inocencia era real, pero ¿por qué adoptar precisamente esa apariencia? De haber adoptado otra, seguramente Jocker se habría limitado a usar la fuerza nada más.

    Jocker se preguntaba qué mente enferma estaba jugando con su mente. No había derramado ni una sola lágrima en el fruto de su dolor y ahora, que debía esforzarse por alcanzar un fruto, estaba tomando los caminos más cortos.

    Mientras caminaba, el animago fue quitándose la túnica. Podría haberla limpiado con magia en un abrir y cerrar de ojos, es cierto, pero de su mente no saldría el recuerdo de la sangre sobre él tan fácilmente.

    El sol le quemaba los muslos mientras caminaba. Su pálida piel estaba recibiendo los rayos del sol de forma directa, pero una brisa suave venía a reconfortarle el cuerpo y el espíritu de tanto en tanto.

    «Hola. Mi nombre es William Black Lestrange» escuchó decir en su mente, con voz cantarina.

    El rostro del mortífago se endureció. Podía asesinar personas, era cierto, pero no podía asesinar recuerdos. Olvidarlos, sí; con el encantamiento correcto todo era posible, pero prefería no hacerlo. William merecía ser recordado, incluso, cuando un impostor había intentado robar su identidad.

    —No. Ese no es tu nombre.

  8. Nunca antes el patriarca de los Black Lestrange se había visto y sentido tan demacrado como en aquel momento. El fruto de su esfuerzo realmente iba a ser intenso para él, aunque seguro aquello se debía a que el fruto de su dolor no le había resultado ser tan complicado como debía. Los muggles le llamarían karma a aquello que estaba viviendo.

    —Mi varita. Debo encontrar mi varita —había dicho cuando comenzó a caminar sin un rumbo determinado.

    Sin su varita, Jocker estaba literalmente perdido, pues sin ella, no solo no podría realizar hechizos, sino que tampoco podría activar el medallón mágico que le mostraba la ubicación de los demás miembros de su familia y cómo llegar hasta ellos.

    Varios minutos pasaron desde que el hechicero había iniciado la búsqueda de su varita en medio de las dunas; de pronto, una voz cantarina se dejó escuchar. Al girar para ver de dónde provenía el sonido, Jocker vio al mismo muchacho que horas antes había estado con él y que se había presentado como William Black Lestrange.

    —¡Eh, William! —exclamó con la reserva de sus fuerzas, temiendo volver a desvanecerse.

    El muchacho giró la cabeza, sonriente y comenzó a saltar en dirección a su padre. Mientras saltaba, jugueteaba con la varita de Jocker entre los dedos, lanzándola al aire y atrapándola después de dar una voltereta o aplaudir una melodía que solo sonaba en su cabeza.

    —La varita —dijo Jocker cuando el pequeño estuvo frente a él —Necesito la varita.

    William le miró con cara de pocos amigos, aunque había un dejo de tristeza en su mirada.

    —No puedo prestártela… es el único recuerdo que tengo de mi padre.

    Jocker no era del todo consciente de en qué momento el anillo que llevaba colgado en el cuello había comenzado a quemar y a vibrar nuevamente. Solo sabía que la paciencia se le había acabado y que era más que necesario volver a reunirse con Mía, Eobard y Aries.

    —¿Podrías invocar entonces un aguamenti al menos para mí? —quiso saber Jocker —Muero de sed.

    La expresión de molestia y tristeza del chico se borraron de su rostro para dar paso a una mirada de compasión. Le explicó a Jocker que él no podía hacer magia pues era un squib y que por mucho que quisiera ayudarlo, no podía.

    El mortífago cerró los ojos con pesadumbre. Había entendido que la única manera que tenía de recuperar su varita era arrebatándosela a aquel ser que decía ser su hijo, pero que no podía serlo por mucho que le recordara a Thya y a él mismo. Era un impostor, lo sabía en lo más profundo de sus entrañas.

  9. En algunas historias, cuando el personaje principal se encuentra en dificultades tan grandes producto del agotamiento físico y mental, al desvanecerse o perder la consciencia de sí mismos, lograban alcanzar epifanías que no solo le devolvía la fuerza sino también les ayudaba a resolver conflictos profundos. Gente se les aparecía en sueños y les daban palabras de aliento o directrices de cómo supervivir. En este caso, sin embargo, la oscuridad total se había apoderado de la mente de Jocker Black Lestrange.

    Cuando finalmente despertó, el mortífago no fue capaz de mover ni un solo músculo del cuerpo. De alguna forma su pecho había anestesiado el ardor que sentía y la sensación se había extendido por todo su cuerpo. Lo único que podía sentir era su boca reseca.

    —Aguamenti —siseó apenas.

    La invocación, sin embargo, no dio resultado pues no tenía su varita en la mano. Fue entonces cuando recordó a su hijo William, o a lo que decía ser el hijo que había tenido con Thya Triviani y la historia que le había contado. ¿En serio aquello había sido real y no una alucinación? ¿Pero cómo podía ser aquello posible? Si él estaba vivo… o al menos, eso creía.

    —¿William? —pronunció, causándose aún más dolor en la garganta —¿Podrías conseguirme un poco de agua? Intenta un aguamenti.

    Por más que esperó, Jocker no recibió respuesta alguna a su solicitud. Más que preocuparle el agua que no había recibido, le aterraba la idea de haberse quedado sin varita. Si William había sido una alucinación, tampoco importaba demasiado a esas alturas.

    Al volver a tener movilidad en su cuerpo, sintió caer sobre sí el dolor, el cansancio y la sed como tres golpes de puño que le dieron en la boca, en el estómago y en las piernas. Estuvo a punto de volver a caer inconsciente, pero estaba seguro que esta vez, la arena terminaría por cubrirlo esta vez.

    Su túnica llena de arena le pesaba. No sabía si era por causa de la arena que había caído dentro de los bolsillos de piel de moke o si era que su cuerpo agotado el que tenía menos resistencia que de costumbre. Tal vez era una mezcla de ambas. Anheló en ese momento la metamorfomagia que aún no podía dominar. La deseaba porque con ella, en un abrir y cerrar de ojos sería capaz de transformar su cuerpo en uno rejuvenecido y con una piel a la que el sol no le hiciera tanto daño, no como a su pálido rostro ya un tanto enrojecido.

    —Mi varita. Debo encontrar mi varita —dijo moviéndose lentamente.

  10. —¿Cuál es su nombre, señor?

    El muchacho que seguro no pasaba los 11 años miraba con atención al patriarca de los Black Lestrange. Había un dejo de añoranza en su mirada que no dejaba indiferente al mortífago. Después de todo, lo último que él sabía del hijo que había tenido con Thya, era que su desaparecida hija Audrey se lo había llevado consigo a alguna parte del mundo.

    «¿De verdad había crecido tanto o era un espejismo? Si acaso aquel era el verdadero William ¿Dónde estaba Audrey? ¿Sabría el muchacho que estaba frente a su padre? Era evidente que no, pero si le decía su nombre ¿le reconocería? ¿le habrían hablado de él alguna vez? ¿le guardaría rencor por no buscarlo?»

    Preguntas y más preguntas comenzaron a bombardear la cabeza de Jocker.

    Preguntas y más preguntas comenzaron a bombardear la cabeza de Jocker, que seguía atónito por lo que sus ojos estaban viendo. Estaba tan fuera de sí que se llevó la mano izquierda hasta el pecho para tomar el anillo desde el cordón que lo sostenía. Como estaba bajo su túnica, solo pudo apartarlo de su pecho y no quitarlo como tenía la intención. En su diestra, mantenía la varita firme.

    —Señor ¿se encuentra usted bien? —dijo entonces el muchachito.

    —Sí, sí… estoy bien. Solo debo descansar un poco. El sol me está afectando un poco la cabeza —respondió el animago, tomando asiento ahí mismo, en la arena —Mi nombre es Jocker, por cierto.

    Un dolor de cabeza impresionante comenzó a afectar al hombre cuyo semblante de pronto pareció decaer, haciéndolo ver de muchísima más edad. Se sentía pesado. Y su garganta, parecía haberse secado también.

    ¡Wow! ¡Te llamas como mi papá! —gritó con entusiasmo el muchacho, aunque no pasó un instante cuando bajó la cabeza con pesar —Aunque él está muerto ahora. Murió en el desierto. Estaba buscando la fuente de la buena fortuna cuando se perdió y nadie más supo de él. Mis hermanos y yo estuvimos buscando su cuerpo por meses, pero lo único que encontramos fue su varita que ahora me pertenece, mira.

    El espectro que decía ser William Black Lestrange sacó de entre sus ropas la varita de 27 centímetros de álamo puro y la puso frente a Jocker que se miró la mano derecha y notó que, en efecto, su arma estaba en manos del que decía ser su hijo.

    Un escalofrío recorrió su espina dorsal antes de caer inconsciente en medio de la inmensidad del Sahara. La cabeza le dolía, el pecho le ardía y el anillo seguía vibrando, pero de pronto, nada.

  11. El anillo detector de enemigos del patriarca de los Black Lestrange, volvió a vibrar y quemarle el pecho en señal del inminente peligro en el que se encontraba.

    —Entregadme el fruto de vuestro esfuerzo —había escuchado antes de descender y de avanzar en medio de las dunas.

    El desafío estaba siendo bastante explícito hasta el momento pues ¿qué más difícil que sobrevivir en el desierto? Al menos tenía su varita, sus anillos y sus amuletos que le permitían hacer uso de la magia que había en él. Esperaba no tener que enfrentarse a nada sin ellos.

    «Aunque siempre las pruebas con los Arcanos son sin elementos mágicos» pensó recordando su experiencia con Suluk y con Amara, las Arcanos de animagia y metamorfomagia respectivamente.

    Jocker intentó acallar su voz interior, para percibir el por qué el anillo continuaba vibrando y quemando. No tenía sentido que le haya avisado tan pronto antes y ahora estuviese tardando tanto en parecer lo que sea que tenga que aparecerse. Alguien estaba controlando o, más bien, limitando la magia en aquel lugar.

    —Revelio —siseó, apuntando con su varita de álamo a su alrededor.

    Nada sucedió, por lo que decidió seguir caminando. No había dado ni diez pasos cuando vio a lo lejos la silueta de un niño pequeño que caminaba en su dirección. Jocker no pudo reconocerlo a simple vista. ¿Sería el hijo de alguno de los demás miembros de la expedición? El mortífago no recordaba haber visto niños ni en el barco que los había traído hasta allí ni durante los tiempos de descanso en las tiendas o en el oasis.

    Hola —dijo el pequeño con voz cantarina —Mi nombre es William Black Lestrange.

    Jocker quedó paralizado. El pequeño niño tenía los ojos color miel, como su padre, y unos crespos castaños, como su madre. Tenía la piel tostada por causa del sol, por lo que el patriarca de los Black Lestrange no estaba seguro si había heredado su tono de piel o los exóticos colores de su madre. El que decía ser el más pequeño de los hijos de Jocker vestía un suriyah de tonos claros y unas sandalias de color marrón.

    «¿Aquello era el fruto del esfuerzo? ¿O el fruto del dolor?»

    Jocker estaba desconcertado totalmente. El anillo detector de enemigos que llevaba colgado en el pecho, sin embargo, había comenzado a vibrar con mayor velocidad y a quemar con más intensidad. ¿Le perforaría el pecho, acaso?

  12. —Entregadme el fruto de vuestro esfuerzo.

    Nuevamente el viento llevaba las palabras de un lugar a otro llenando los oídos de todos y cada uno de los participantes de aquella expedición con lo que anunciaba el nuevo desafío.

    Cada uno de los Black Lestrange, al igual que los demás magos y brujas, vampiros, demonios y criaturas mágicas fue dispersos de tal manera que debieron ingeniárselas para no morir ahí en medio de las arenas que solo ofrecía desafíos y peligros por montón. Habían sido elevados aleatoriamente entre las dunas del desierto del Sahara.

    Jocker, que maldecía sin parar cuando estaba en los aires, se aferró a su varita mágica. Podía perder cualquier cosa excepto aquella arma que le permitía controlar la magia que estaba en su interior. En otro tiempo, cuando formaba parte de la Marca Tenebrosa y había alcanzado determinado rango al interior del bando, había podido invocar algunos hechizos y maldiciones que no necesitan de aquel pedazo de madera tallada.

    Era curioso como seres tan poderosos como los hechiceros se veían a sí mismos limitados por algo tan frágil como una vara de madera. Era tan contradictorio que la mayor arma de un mago era al mismo tiempo, la mayor debilidad.

    —Sanguis, Gens et Fidelitas —sentenció.

    El medallón que todavía mantenía en su bolsillo seguía funcionando. Las luces que mostraban la ubicación de su hija y de sus nietos se encendieron de inmediato, sin ningún problema. Jocker sonrió complacido, aunque no tenía claro hacia dónde iría primero, pues, estaba todo el mundo disperso.

    Cuando finalmente se decidió a caminar en una dirección específica, se transformó a su forma animaga, es decir, un zorro rojo, de pelaje rojo-anaranjado, aunque negro atrás de las orejas y blanco bajo el cuello hasta el nacimiento de la cola, que por lo demás, era bastante pomposa, conservando el rojo-anaranjado, la parte baja negra y la punta de color blanco; sus patas estilizadas de color negro, típica característica de los animales que pueden alcanzar altas velocidades.

    Corrió por unos minutos, hasta que una serpiente se interpuso en su camino. Jocker volvió a su forma humana, y con una simple floritura de varita, se deshizo del animal.

    —Vipera evanesca —había dicho.

    Tras desvanecerse en medio de la arena, la serpiente desprendió un hedor que hizo que el patriarca de los Black Lestrange mirara a su alrededor en búsqueda de alguna explicación. Hechizos como el que había realizado no tenían efectos como el que había experimentado, por lo que, de seguro, había más magia involucrada.

    Su anillo detector de enemigos, volvió a vibrar y quemarle el pecho.

  13. http://i.imgur.com/zbutm.png Sunev, elfo doméstico.

    —¿Quiere el amo chequear que están todos los elementos que pidió?

    Si bien, la lista que Jocker había entregado al elfo no era una lista difícil de conseguir, el pequeño servidor mágico debió recorrer la bodega de los Black Lestrange y las bóvedas trastero de Jocker y de todos los miembros de la familia. Atravesando, por supuesto, cada una de las distintas pruebas y dificultades que cada una representaba.

    La bóveda de Jocker no fue difícil sortear pues había estado con él allí en varias oportunidades por lo que sabía de memoria cada uno de los pasos que debía realizar para hacer visible la escalera que daba al subterráneo, que era el sitio en donde la mayor parte de los objetos y pociones que el patriarca tenía estaban guardadas.

    Cuando los Black Lestrange revisaron el baúl, se encontraron con varios catalejos, calderos de distintos tamaños y diversas especias para la fabricación de pociones, anteojos alfa y una estatuilla de águila de sabiduría. Todos instrumentos que de seguro les servirían más adelante en las diversas pruebas.

    Un viento recio se levantó de pronto. El elfo doméstico no atinó sino a desaparecer de la tienda al instante y reaparecer en la mansión de los Black Lestrange. No debía preocuparse por su amo, su hija y sus nietos. Y no lo hacía. Sabía a la perfección que todos ellos eran magos y brujas bastante hábiles con sus varitas, por lo que prefirió no ser un estorbo para ellos.


    http://i.imgur.com/zbutm.pngJocker Black Lestrange

    El patriarca no terminaba aún de chequear todos los elementos que Sunev le había traído cuando el anillo detector de enemigos que usaba en un colgante comenzó a emitir calor y vibración. El tiempo entre el aviso y el caos, sin embargo, fue demasiado breve, pues un viento recio azotó con fuerza la tienda en la que estaban reunidos.

    Jocker entendió al instante que aquella tormenta era causada por magia. No podía ser de otra manera pues estaban avanzando en los retos que la montaña ofrecía muy rápido y sea quien sea quién estuviese resguardando la fuente, estaba expresando su frustración.

    Como si fuese un movimiento automático, el animago agarró su varita de álamo con la mano derecha. La había sacado de en medio de su túnica y gracias a unos cuantos hechizos, ningún objeto cayó sobre él mientras salía velozmente de allí, pensando que estaría más seguro en el exterior.

  14. La noche había caído para cuando los equipos habían completado los desafíos. El animal que los ayudaría a cruzar el laberinto había sido descubierto, el dragón que los protegería sobrevolaba las dunas y el mapa perdido había sido encontrado.

    Los Black Lestrange habían regresado a la tienda que los albergaba, sin embargo, ninguno le dirigía la palabra al otro. Las cosas se habían puesto bastante tensas antes de la llegada del mensaje de Mackenzie, que los mantuvo entretenidos por varias horas, pero ahora no tenían mucho más que hacer.

    Todos estaban en silencio hasta que, de pronto y sin previo aviso, Aries se puso de pie y se dirigió hasta el acceso. Antes de salir, se dio media vuelta, dirigiéndose a los demás miembros de la familia.

    —Daremos una fiesta —sentenció —Preparen todo que iré a invitar a más personas.

    Jocker, Mía y Eobard se miraron unos instantes sin decir nada durante unos breves segundos. Se pusieron de pie al unísono y varita en mano, ambientaron el lugar. Trabajar en equipo les había sido de bastante ayuda hasta ahora, por lo que repetir la fórmula seguro ayudaría a limar las asperezas que se habían formado.

    El patriarca se preguntaba cuánto tiempo más pasaría hasta que Mía le confrontase. Estaba preparado para cuando aquello ocurriera, pero le molestaba de sobremanera tener que hacerlo. Desde su punto de vista, sin embargo, no tenía muchas más opciones. Su historia con Alyssa era precisamente su historia con Alyssa. Nadie más tenía derecho de saber de ella. ¿Acaso no quedaba claro que era bastante reservado con sus relaciones? Si incluso, después de Ainé, no se le conocía a nadie más.

    —Puedes enviarle un mensaje a León e invitarlo, si quieres —le dijo a Mía a modo de invitación a hacer las paces.

    Sunev apareció de pronto con un baúl de siete cerrojos. En su interior, estaban todos los elementos que Jocker le había pedido conseguir algunas horas antes. El elfo doméstico sonreía con satisfacción, pues le encantaba sentirse útil con tareas como aquellas que requerían no sólo su esfuerzo y dedicación, sino que ayudaban directamente a Jocker y a los Black Lestrange a conseguir sus objetivos.

    —¿Quiere el amo chequear que están todos los elementos que pidió? —dijo Sunev, dando un par de pasos hacia atrás para dejar que tanto Jocker como Mía y Eobard se acercaran.

    Jocker fue el primero en responder afirmativamente, aunque sabía que no había necesidad de hacerlo. Sunev una vez más demostraba ser además de fiel, confiable para cualquier tarea que se le asignara.

  15. —’ănî Yhwh ’ĕlōheḵā məlammeḏkā ləhōw‘îl maḏrîḵăḵā bəḏereḵ têlêḵ —siseó a modo de respuesta, el Black Lestrange.

    Aunque tenía la intención de entrar en detalles con Felicity respecto de aquellas palabras que después de repetir una y otra vez mentalmente pudo darle una correcta pronunciación, la conversación se vio interrumpida por la Arcano que hizo aparecer espejos frente a cada uno de los aspirantes que habían llegado hasta su cabaña en el Ateneo.

    Cuando la Arcano ingresó nuevamente a su cabaña junto a Dennis, el mortífago tomó la nota que había aparecido frente a él, en el espejo. Leyó con calma los retos de transformación que la mujer con aspecto de treintañera había dejado.

    Tras concentrarse nuevamente en las palabras que había recitado mentalmente, Jocker pudo tachar el segundo de los retos con facilidad: cambiar de estatura.

    Creció al menos 5 centímetros y luego se achicó unos 10. Luego volvió a crecer unos 8 y disminuyó una de sus piernas varios centímetros, quedando cojo. Volvió a hacer equilibrar la medida de sus piernas y disminuyó su estatura hasta la de un hombre de 50 centímetros.

    A esa altura, decidió cambiar de aspecto físico a la de un duende. Su cabellera que se había mantenido de color plateado creció y se volvió pajoso. Su nariz creció al igual que sus orejas al tiempo en el que sus dedos se alargaban junto con sus uñas. Nadie en su sano juicio podría darse cuenta alguna vez que aquel que estaba frente al espejo era Jocker Black Lestrange.

    Después de tachar el tercer reto, decidió ir por el primero. Aunque al principio había tenido sus dudas respecto de habilidades metamorfomágicas, estaba dominando bastante bien los cambios, aunque cambiar su nariz a la de un animal le pareció un tanto más difícil que exagerar los rasgos que ya poseía.

    Negó con la cabeza al verse con la nariz de un cerdo y el aspecto de un duende. Tras terminar de menear su cabeza, su aspecto físico volvía a la normalidad por completo, cumpliendo así la última de las asignaciones hechas por la Arcano: volver a su estado natural.

    Solo una cosa le perturbó. Ya no tenía los cabellos ni blancos ni negros. Eran rubios, como los de la mayoría de los Malfoy que pisaba la faz de la tierra. Se quedó mirando su reflejo por unos instantes y levantó una ceja a modo de reproche. Sus tonos oscuros volvieron al instante.

    Al terminar, un nuevo párrafo apareció en el pergamino que la Arcano les había dejado. A pesar del conocimiento en Idiomas, Jocker fue incapaz de descifrar lo que el mensaje decía. Parecía ser una mezcla entre varios idiomas orientales y runas antiguas. No lo sabía a ciencia cierta, por lo que decidió ingresar a la cabaña e interrumpir lo que sea que estuviesen haciendo Amara y Dennis.

  16. Para Jocker era difícil acatar las instrucciones que la docente le había dado respecto de no intervenir en los hechos que estaban presenciando. En primer lugar, porque ya de por sí el Black Lestrange sentía un profundo rechazo y hasta desprecio por los muggles simplemente por el hecho de ser criaturas sin la habilidad de generar magia; y, en segundo, porque estaban a punto de presenciar un intento de crimen que el Ministerio de Magia había decidido ignorar.

    «Con unos cuantos movimientos de varita todos estos asquerosos muggles estarían rindiéndonos honores o suplicando por sus asquerosas vidas» pensaba sin tapujos.

    —¿Qué has oído sobre la disolución de los bandos, Jock? ¿Qué quieres saber y qué crees que puedo contarte yo?

    Aquellas preguntas le ayudaron a no concentrarse en lo que estaba viendo. Por lo que agradeció a Anne el cambio de conversación, aunque de reojo veía a la turba de gente extasiada por lo que estaban a punto de hacer.

    —He oído lo que ha oído todo el mundo. Que tanto la Marca Tenebrosa como la Orden del Fénix han desaparecido. Los líderes están inubicables y los altos rangos perdieron sus poderes de un día para otro, sin previo aviso.

    Jocker se detuvo, midiendo las palabras que a continuación iba a lanzar.

    —Creo que el Ministro y la Viceministra tienen algo que ver al respecto —sentenció —Aunque tú y yo sabemos que ambos pertenecían a la Marca… o al menos, pertenecieron en algún momento y debido a su influencia, los fenixianos nunca pudieron hacer mucho contra ellos…

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  17. Jocker cayó de bruces al suelo sin poder evitarlo. Afortunadamente, la caída no le produjo ni heridas ni dolor alguno. A juicio del mortífago, Matthew podría haber hecho mucho más.

    Se puso de pie rápidamente y cuando estuvo a punto de atacar, recordó que su tarea principal no era ganar el duelo sino realizar la vinculación con el libro de la fortaleza. Anuló entonces su estrategia mental y decidió esperar el siguiente hechizo de su rival que no tardó en atacar.

    Un grupo no menor de flechas venían directo hasta él, pero bastó con que pensara en un «salvaguarda mágica» para que estas atravesaran su cuerpo sin causarle daño alguno.

    Una sonrisa se reflejó en el rostro del Black Lestrange, puesto que al mismo tiempo en el que las flechas venían hacia él, la maestra había decidido hacer una intervención que pretendía causar aún más problemas. Tanto las piedras como las flechas terminaron en el suelo.

    Sectusempra —sentenció y un rayo color violeta salió de su varita en dirección a Matthew con la intención de causar gran dolor.

    Había terminado de pronunciar el hechizo cuando un nuevo basilisco se apareció. Esta vez, Jocker debía sortear la dificultad que Matthew había logrado zafar con satisfacción, por lo que imitó a su compañero e hizo que su varita se volviese un lanzallamas gracias a la invocación de un incendio, que pronunció en voz alta y con satisfacción.

    El basilisco huyó del fuego y por tanto, de Jocker. Pero se dirigía directo hacia Matthew, que tendría que enfrentarlo tal y como Jocker debió enfrentar al suyo, aunque él estaba en desventaja puesto que no había un animal que pudiese controlar para despistar a la bestia de máxima peligrosidad.

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  18. —Un laberinto. Una criatura que nos ayude. Un dragón. Un mapa secreto.

    Jocker no paraba de repetir los elementos que debían encontrar como equipo para asegurar no solo su avance en la montaña sino también que él y su familia podían ingresar a lo que creían sería la fuente de la buena fortuna.

    Se repetía los elementos a pesar de saber que la criatura que los ayudaría a atravesar el laberinto ya había sido descubierta, el dragón también había sido encontrado por alguien, pues estaba sobrevolando el lugar en donde los equipos habían levantado su asentamiento para descansar. Ya solo faltaba encontrar el mapa.

    —Sé que están acá —sentenció el patriarca de los Black Lestrange al ingresar a la tienda que pertenecía al equipo en donde estaba su exesposa y su hija —Sol. Sam.

    Solo silencio lo recibió. Parecía que ni ellas ni los demás miembros de aquel equipo estaban en la tienda. ¿Se habrían rendido ya y habían regresado a casa? ¿Pero cómo había llegado hasta ahí su campamento? Los Black Lestrange habían levantado su campamento por sí solos ¿Acaso habían gastado tiempo solo por diversión? Tampoco es que levantar una carpa sea un trabajo difícil, pero a Jocker se le hacía muy raro que aquella estaba vacía.

    El mortífago alzó una de las cejas a modo de reproche. ¿Cómo se suponía podía avanzar en la prueba si esperaba contar con ayuda adicional y su ayuda adicional no estaba disponible?

    Sin pensarlo dos veces, se metió hasta el fondo y recorrió centímetro a centímetro cualquier cosa que le pudiese ser de ayuda. La verdad de las cosas es que era bastante difícil que el mapa estuviese en la carpa de alguno de los equipos. Sería desastroso para el Ministerio de Magia, o más bien, para Mackenzie el que eso sucediera pues no faltarían voces que se levantarían alegando confabulación.

    La sola idea de ver a Mackenzie acosada por el Profeta le causó gracia. El Ministerio de Magia tenía el control absoluto de todos los medios de comunicación, como en todos los países. El mundo mágico no era muy distinto del muggle en ese ámbito. Ni ella ni el Ministro se verían afectados con un escándalo como ese.

    Tras revisar por varios minutos la carpa, Jocker salió de aquel lugar en búsqueda de otros sitios que recorrer. No se daría por vencido tan rápido. Tanto él como los demás miembros de su equipo anhelaban la posibilidad de llegar hasta el final de la expedición y de tener la posibilidad de ganar todos los reconocimientos que el Ministerio de Magia fuese capaz de ofrecer.

    —Lástima que no están —siseó el ojimiel al salir —Hubiese compartido con ustedes el secreto de la criatura que nos ayudará a atravesar el laberinto que hay que pasar para avanzar.

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