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Danyellus Triviani Malfoy

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Mensajes publicados por Danyellus Triviani Malfoy

  1. Danyellus se acercó a la zona trastieda del Mall, bastante impresionado por la enorme extensión de terreno que podía divisarse, pero negándose a quedarse, como una gran cantidad de magos y brujas que allí estaban, con la boca abierta y con cara de i******. Sólo se detuvo un instante, miró a ambos lados con el gesto más neutro posible, y avanzó. Dos magos lo recibieron antes de entrar en el recinto que franqueaban grandes árboles exóticos.

     

    -Muy buenos días, señor. Verificaremos su rango social antes de que ingrese y las barreras se activaran de acuerdo a éste- dijo la mujer, con una sonrisa amable que a él le resultó hipócrita. Lo dejó estar y permitió que revisaran sus datos y que le entregaran los formatos adecuados para que realizara sus pedidos.

     

    Una vez adentro, notó que ciertas partes del zoológico le resultaban imposibles de accesar, a menos que fuera como visitante. Así, un poco frustrado, llenó dos formularios que entregó a los empleados de túnica azul que se movían por el lugar. Mientras revisaban y confirmaban su información, se daría una vuelta por el resto del lugar, sólo para ver las grandes criaturas que esperaba poder adquirir cuando pasara el tiempo prudente.

     

    ID: 71284
    Nick: Danyellus Triviani Malfoy
    Nivel Mágico: V
    Link a la Bóveda Trastero: -
    Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: 78256
    Fecha: 2016-01-05

    Nombre del producto: Cruce de Kneazle
    Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Criatura
    Catalogación: XX
    Puntos por unidad: 20
    Precio: 1000G

     

    Nombre del producto: Jobberknoll
    Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Criatura
    Catalogación: XX
    Puntos por unidad: 20
    Precio: 1000G

     

    Precio Total: 2000G

    Total de puntos: 40

  2. Se lo pensó muy bien antes de poner el primer pie en la alfombra púrpura que daba al recibidor del Magic Mall. Los centros comerciales le generaban repelús: cientos o miles de personas, unas sobre otras, en edificios lujosísimos e inútiles, comprando cosas que podían hacer por sí mismas. Como en los viejos tiempos. Si embargo, aquel día, decidió rendirse al asunto. El inútil Ministerio de Magia se lo exigía. Así pues, era la primera vez que entraba en el lugar. Sin embargo, tras atravesar la gran verja, entendió por qué había gente que no salía de allí: el lugar era hermoso.

     

    Alistó su monedero y se enfiló directamente hacia uno de los escalones mágicos que lo llevaría, antes que nada, al Primer Nivel. De una larga lista de cosas que necesitaba compraría primero algunos objetos y después pasaría, quizá, por la sección de mascotas. El Castillo Triviani se había cnvertido en una ruina tan solitaria que necesitaría entretención y alguna compañía así que, lo llenaría de objetos entretenidos, y también de gatos y algunos otros animales llamativos. Sería el loco de los gatos, quizá.

     

    Una vez en el Primer Nivel, volvió a molestarse por la cantidad de gente así que, pensando en acortar su visita en el lugar, se dirigió al Catálogo,.. La chillona voz que lo saludó desde el gigantesco libro lo desanimó por completo. Decidió rebuscar por su propia cuenta y hablar con la fea mujercita de túnica azul que llevaba el nombre "Wanda" en la pechera.

     

    -Vengo por algunas cosas- la saludó con cierto fastidio en la voz. Ella lo captó y con un gesto de fastidio equiparable le señaló el libro de registro.

     

    -Buenos días, caballero- le respondió, con el tono aleccionador de quien busca al menos un saludo de cortesía -Lléne el formulario con los objetos que desee y con gusto los buscaré para usted-

     

    Él se limitó a mirarla de arriba a abajo, molesto ahora también por el descaro de la mujer al hblarle de ese modo y se dispuso a llenar el formulario.

     

    ID: 71284
    Nick: Danyellus Triviani Malfoy
    Nivel Mágico: V
    Link a la Bóveda Trastero: -
    Link a la Bóveda de la cual se hará el descuento: 78256
    Fecha: 2016-01-05

    Nombre del producto: Pensadero
    Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Objeto
    Catalogación: AAA
    Puntos por unidad: 40
    Precio: 2000G

    Nombre del producto: Águila de la Sabiduría
    Objeto, Criatura, Poción, Consumible o Libro de Hechizo: Objeto
    Catalogación: AAAA
    Puntos por unidad: 80
    Precio: 4000G


    Precio total: 6000G
    Total de Puntos: 120

     

    -Gra-cias- le dijo entonces a Wanda con un dejo de desprecio, entregándole el formulario y viéndola alejarse a buscar sus compras.

  3. Hola

    De nuevo estoy tanteando por aquí así que, leyendo tooodas las reformas y tratando de entender el asunto, creo que debo elegir dos de los cuatro conocimientos que tenía antes, más el que adquirí ¿verdad?

    En tal caso:

     

    Enlace a ficha: http://www.harrylatino.org/topic/78146-ficha-de-danyellus-triviani/

    Conocimientos: Artes Oscuras, Idiomas + Leyes Mágicas (Adquirido)

     

    Ahora, no sé si vaya aquí o si la pregunta debería hacerla en otro lado pero, de acuerdo a la tabla de conocimeintos por niveles, ¿el conocimiento que ya había adquirido y que estoy protegiendo (Leyes Mágicas) entra en el conteo de sólo uno cada tres niveles, equivalente al que hubiese adquirido en nivel I? ¿O con mi actual nivel V podría cursar dos más (uno por el nivel I y otro por el de nivel IV)?

     

    Gracias :3

  4. - ¿Qué me has preparado?

     

    Danyellus quedó petrificado entre una vaharada de vapor perfumado al escuchar la voz ahogada de su madre. Su mano quedó agarrotada en el pomo de la puerta mientras su mirada, por completo desorbitada, atravesaba irremisiblemente la espesa y caliente neblina para toparse con los turgentes y redondos senos de la Black, pálidos y cubiertos por larguísimos mechones de pelo de color sangre. El de Alyssa era un cuerpo joven, torneado y firme...

     

    El tiempo se detuvo durante el breve instante en el que los ojos de ambos se encontraron y entonces, de repente, se reanudó a toda velocidad.

     

    -¡DANYELLUS!-

     

    -¡MADRE!-

     

    El chico pasó saliva a toda prisa, horrorizado; volteó la cabeza en el mismo instante en que ella se cubría apresuradamente con un albornoz o quizá con alguna toalla. Al mismo tiempo un breve estampido antecedió la aparición de un Chuck que, de forma angustiante, había llegado con treinta segundos de retraso para evitar el encuentro. El elfo, sin embargo, sólo hizo todo más incómodo: cayó patosamente en el interior de la tina debido al piso húmedo, salpicó todo de agua jabonosa y terminó haciendo que el demonio, en su afán por salir, trastabillara en el interior del baño.

     

    Cuando reaccionó ya era muy tarde. Aún así, cerró los ojos, apretándolos con mucha fuerza. Se sentía patético con la piel humedecida por el vapor caliente, la ropa mojada allí donde el piso lo había recibido, y completamente incapaz d emoverse. Trató de hablar, tartamudeando como un idi***.

     

    -Yo... yo... yo...- atropellaba todas las palabras -Lo siento. En verdad... lo siento.

     

    Jamás olvidaría aquella imagen.

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  5. El camino que había llevado desde Ottery hasta el Castillo dejaba ver el paso del tiempo: ya no existía, como tampoco existía ya el letrero en el pueblo que había indicado la dirección de la residencia. El camino, era ahora apenas una sombra de tierra apisonada, cubierta por hojas, hierba y sobre la que hierbajos, matojos y árboles empezaban a tomar posesión. La atmósfera de abandono que había percibido en su última visita se mantenía en todo el lugar.



    Los terrenos del Castillo, aunque cuidados, tenían el césped más alto de lo que jamás se habría permitido antes; las hermosas fuentes de mármol, que ya no cantaban, estaban secas y llenas de verdín y polvo y; pequeños brotes de nuevos árboles nacían aquí y allá, donde la naturaleza trataba de reclamar lo que alguna vez le había pertenecido, tanto si la magia protegía el lugar como si no. En las ventanas, aunque limpias, podía verse desde muy lejos una pátina producida tal vez por la soledad. El candado de la verja de entrada, empero, no estaba. Ni eso ni las maldiciones que impedían la entrada a personas ajenas a la familia. Le pareció extraño. ¿Habría llegado alguien?



    La hermosa cáscara vacía del castillo se veían tan solitaria como era usual pero Danyellus percibía algo diferente esta vez. Un muy ligero ardor en el cuello, como el recuerdo de una presencia que, él sabía, no estaba allí. Se encaminó al edificio principal pensando en cabelleras borgoña y en ojos ora azules, ora grises. No las veía hacía mucho tiempo pero sabía que seguían afuera, en algún lugar.



    Un solo Chuck le recibió esta vez con una exageradísima reverencia, apropiada pra su dueño y señor. ¿Cuántos de ellos quedarían ahora?. Le tiró encima la empolvada y raída capa de viaje, sabiendo que el elfo la tiraría y le daría una nueva cuando se la pidiera. Aunque todo estaba limpio, se adivinaba un aire pesado y herrumboso.



    -¿Hay alguien en casa?- preguntó, sospechando más a cada paso. El ardor se hacía más y más intenso...



    -La ama...- empezó a responder el elfo, mientras Danyellus sacaba la varita. No era necesario que dijera más; sus sospechas estaban confirmadas. Se rascó un poco el cuello. No había tenido esa sensación, tan fuerte, en mucho tiempo.



    -Dale de comer a Sinh y ordena que preparen algo para mi. Madre está en su habitación, ¿verdad?-



    -Así es, mi señor. La ama llegó hace poco y pidió que le alistaran una tina y comida. Ha de estar...-



    El demonio no había escuchado ni la mitad de las explicaciones del elfo. Sólo se dirigió hacia las escaleras, buscando las puertas dobles que daban entrada a la habitación de Alyssa...



    -¡Amo! Debería usted esperar a que la ama...- el elfo se interrumpió y se llevó las manos a la boca, consciente de acababa de decirle "debería". El ojiazul no le hizo caso. Estaba absorto siguiendo aquella indicación extrasensorial que le indicaba en dónde se encontraba la mujer... no pensaba, o no lo hizo sino hasta que aporreó la puerta del baño y se dio cuenta de a dónde había entrado y del error que acababa de cometer. El elfo había dicho algo como "tina"...


  6. Hola todos! B)

    Vengo a hacer un poco de gestión, ya que estamos intentando revivir :3

     

    Alejandra, ¿te importaría si lo pasamos al italiano? Sería "Signorina Polvere da Sparo" o sólo "Polvere da Sparo", que es "Pólvora" según el traductor de Google, obvio, porque yo no sé italiano xD

     

    Y Eto... Todos esos son nombres que pones son de mujeres que estuvieron relacionadas con las mafias reales de Italia, no son apodos xD

    La idea acá es que tengamos "alias", como nombres en clave, que tengan alguna relación con nuestros personajes. El de Aland, por ejemplo traduce "La Loca Roja" por que está loca y por el color de su pelo. Y Aly es la "Reina de Corazones" porque es la jefa de la familia.

     

    Si acaso, yo te recomendaría que te quedes con "Pupetta", que traduce "Muñequita" (y que podría ser la forma cariñosa en que tu buen padre te llama (?) xD ), pero sin el apellido de la tipa esa o.o

     

    *huye* :ninja:

  7. Chuck

     

    Abrió la puerta extrañado. El Castillo no había recibido una sola visita en años; y a pesar de que los elfos intentaban mantenerlo en pie, el abandono general del lugar se notaba. Las verjas oxidadas estaban cerradas a cal y canto hacía tiempo, el césped crecía en desorden por todas partes y los árboles empezaban a crecer sin orden ni concierto. Las fuentes de los jardines estaban apagadas y cubiertas de verdín y hiedra, y todas las ventanas del lugar, aunque limpias, dejaban notar el paso del tiempo. Incluso, recordó, una de las cabañas del bosquecillo que circundaba la propiedad y que los patriarcas habían usado en tiempos como refugios para sus amantes, se había derrumbado hacia algunos meses.

     

    Pero claro, no era sino que amo Danyellus apareciese por primera vez en años en Ottery, para atormentarlos un poco a él y a los demás Chuck y para que el Castillo entrara en alguna actividad. ¿Se habría enviado alguna señal automática al Ministerio de que había alguien en el lugar? Pero antes de poder seguir en aquella línea de pensamiento, Chuck se notó que, para su sorpresa, las visitas no eran para el patriarca peliblanco, que estaba ocupado haciéndle cariños a una Malfoy en el Salón, sino que eran dos muchachitas extrañas que buscaban a Etoile... aquella joven rara que había sido adoptada poco antes de que los Triviani se largaran del país.

     

    -Yo... no sé dónde esté la señorita Etoile- saludó el elfo haciendo una reverencia mínima -No os conozco señoritas pero debéis ser nuevas en el pueblo si no sabeís que el camino al Castillo Triviani lleva cerrado mucho tiempo y que nadie vive en este lugar incluso antes de eso...-

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  8. Hacía tanto tiempo que no tenía contacto físico con ningún ser, que el más mínimo roce ahora se le antojaba extraño. Aún recordaba cómo era aquel jugueteo, claro; no era tan malo en ello. Pero desde hacía mucho, su lujuria así como cualquiera de sus impulsos eran tragados por un remolino de violencia que sólo se satisfacía, y no por mucho, con las esporádicas orgías de sangre, acero y magia en las que se dedicaba a segar vidas. Así pues, el toque de la Malfoy le arrancó sensaciones contradictorias. Por un momento pensó en lavantarla de la silla de un tirón, estrellarla contra el mármol, y arrancarle la cabeza pero se contuvo. ¿Qué se suponía que debía hacer? ¿Matarla? No, no a ella, no tenía sentido. ¿Llevársela a la cama? No parecía muy sensato pero ninguno de los dos pondría muchas pegas...

     

    Sin embargo, cuando el tono y las palabras de la mujer cambiaron, el asunto dejó de tener importancia en su cabeza y él se obligó a prestarle alguna atención a lo que le decía. Al menos el gesto de la banshee parecía tener ahora un aire de seriedad.

     

    -¿Y qué podría concernirnos a ti y a mi a la vez?- le preguntó sin creérsela del todo.

     

    A menos que se tratara de Gyvraine, no podía pensar en otra cosa que tuvieran en común ellos dos y a esa mujer sí que quería decapitarla. Aparte de ella, los dos habían dejado la Marca hacía mucho tiempo y los asuntos de los mortífagos apenas si les tocaban, muy de vez en cuando. Por lo demás eran amigos, claro, pero no parecía tratarse de eso... amantes ocasionales también, o por lo menos lo habían sido pero tampoco era el asunto. ¿Había algo que olvidaba?

     

    -¿Qué es eso tan serio que te impide divertirte un poco?- terminó por decirle a la banshee con una media sonrisa torcida y burlona.

  9. Danyellus se devolvió sobre sus pasos, en dirección al Salón, caminando tras de la rubia que tan groseramente rechazaba las sobras que se le ofrecían. Era más de lo que recibirían la mayoría de los Malfoy en aquel lugar. ¡Qué descaro! Los finos labios se le curvaron en una sonrisa al verla contonearse hacia el sillón y dejarse caer en él. Entre tanto, las puertas del Castillo volvieron a cerrarse. Si la Malfoy tenía los redaños para buscar lo que no se le había perdido, él también sabía jugar aquel juego.

     

    -Tal vez me des miedo, Malfoy, el día que te conviertas en un maldito nundu- le susurró él, acercandose al sillón por detrás y recorriéndole la mandíbula con uno de sus largos y blancos dedos. -Pero por ahora creo que sólo quiero saber qué haces aquí y cómo demonios me encontraste. He tomado mis precauciones para no ser fácilmente localizable, ¿sabes?-

     

    Por su parte, Sinh bufó y le enseñó los dientes a Rocío al escucharla referirse a ella como una alimaña. La gata era sumamente orgullosa y definitivamente no era un bicho al que conviniera tratar mal así que, tras mirar al animal con un gesto de lo más conciliador, el Triviani se pasó la lengua por uno de los largos colmillos y acto seguido rozó con ellos la piel de Rocío, cerca de su cuello.

     

    -No te conviene molestar a la gata, ni mucho menos a mi familia. Recuerda bien en qué Salón estás sentada. Ni siquiera estando vacío, el Castillo va a permitir que nuestro apellido sea dilapidado... y mucho menos por uno de tu calaña- su voz era suave, o tan suave como puede serlo un terciopelo tenso que envolviera un cuchillo. Rocío sabía que no era una amenaza velada. Simplemente los Triviani no se llevaban con los Malfoy y aunque el mago tuviera sangre Malfoy, siempre había reivindicado como superior el linaje italiano de su madre. Lo gracioso era que la madre de la rubia era también una Triviani, pero ni ella ni su hija utilizaban el apellido

     

    - En cualquier caso no creo que haya mucho en la despensa, en realidad. Por si no lo habías notado, los Triviani dejamos Ottery a los buitres en cuanto empezó a caerse a pedazos. Pero siempre puedo ofrecerte muchas otras cosas mi querida Malfoy...-

  10. Nunca llegaría a saber si el agradable sopor en que se había sumido fue finalmente deshecho por la rasposa lengua de Sinh que le pringaba los dedos con la sangre humana de su reciente festín, si había sido el rasgar estrepitoso de unas uñas contra uno de los remaches de metal de la puerta principal del Castillo, o la aparición del Chuck que, inclinado, le informaba que "la señorita Rocío Malfoy" se encontraba afuera del edificio. En cualquier caso, como si de una confirmación se tratara, el demonio escuchó la voz de la mujer a la perfección, exhortándolo a abrirle.

     

    -Esa chica es muchas cosas pero, definitivamente, "señorita" no es una de ellas- barbotó él entre dientes. ¿Debería levantarse para recibirla personalmente o con mandar a un Chuck bastaría? Seguramente la Malfoy se tomaría como una ofensa la segunda opción pero, dadas las circunstancias, el Triviani se sentía tentado de enviarle al elfo, con las sobras de Sinh embaladas en papel, simplemente para molestarla. ¿Hacía cuánto no la veía? El tiempo era una variable extraña para él pero tenía buenos recuerdos con aquella endiablada mujer.

     

    Al final decidió apersonarse en la puerta y una vez que los elfos la hubieron abierto, miro de arriba a abajo a la banshee. Aunque más pálida y delgada que lo usual, seguía siendo tal como él la recordaba; era sin dudas una mujer hermosa aun cuando el hambre se dejaba notar en su naturaleza sobrenatural así que, como los despojos de la cena de su gata siguieran en mitad del vestíbulo, el demonio saludó a la mujer señalándole la masa de carne ensangrentada.

     

    -Tienes una pinta horrorosa, Malfoy, pero puedes servirte- le dijo, mirándola con una sonrisita torcida y enseñándole los viejos colmillos de vampiro que, aunque ya no servían para su inicial propósito, aun resultaban útiles en algunas ocasiones. Eran amenazantes sin duda, y afilados como un cuchillo. Un arma de último recurso. Sin embargo, las preguntas se amontonaban en su cabeza ¿Qué hacía allí Rocío Malfoy? ¿Cómo había sabido encontrarlo si, horas antes, ni él mismo sabía que iría al Castillo Triviani? Tenía que mantener la calma. Ella no tenía nada que ver con la oscura Artemisa ¿o si? La maldita diosa los seguía a todas partes. Los músculos de todo su cuerpo estaban tensos, listo para un ataque imprevisto. Primero debía asegurarse de qué intensiones traía consigo la muchacha. Ya después podría averiguar más detalles...

  11. Mucho, mucho tiempo después

     

    Un ligero 'crack' fue lo único que antecedió a su aparición. Se sentía una atmósfera de abandono en el lugar; los terrenos del Castillo, aunque cuidados, tenían el césped más alto de lo que jamás se habría permitido antes, las hermosas fuentes de mármol cantaban con un eco apagado y pequeños brotes nacían aquí y allá, donde la naturaleza buscaba reclamar lo que era suyo, tanto si la magia protegía el lugar como si no. En las ventanas, aunque limpias, podía verse desde muy lejos una pátina producida tal vez por la soledad. La verja de entrada, por su parte, estaba cerrada con un inmenso candado y la sombra de varias maldiciones. Sólo quienes conocieran y fueran bienvenidos por el Castillo podrían encontrarlo. El camino que había llevado desde Ottery hasta el Castillo, en cambio, si que dejaba ver el paso del tiempo: ya no existía. Apenas era una sombra de tierra apisonada, cubierta por hojas, hierba y sobre la que hierbajos, matojos y árboles empezaban a tomar posesión.

     

    Danyellus sonrió con un dejo de tristeza. Aquel lugar que había rezumado vida ahora era poco más que una hermosa cáscara vacía. Incluso el letrero que conducía hacia el Castillo había sido retirado de su lugar en el camino principal que llevaba hacia Ottery St. Catchpole. ¿Aún quedaría alguien que se acordara de los gritos que solían inundar las proximidades del lugar? ¿alguien a quien el apellido Triviani aún le hiciese recorrer un escalofrío por el cuerpo? Lo dudaba. Los magos no solían tener vidas largas a menos que como él estuviesen malditos y la mayoría de los que podían recordar casi siempre preferían no hacerlo.

     

    El demonio se dirigió al edificio principal pensando en cabelleras borgoña y en ojos ora azules, ora grises. No las veía hacía mucho tiempo pero sabía que seguían allí afuera, en algún lugar. Dos Chuck le recibieron con exageradas reverencias, sin un solo dejo de sorpresa y sin mediar palabra alguna; algo que agradecía. Odiaba a esos bichos pero, ya que aquel día se encontraba de una singular nostalgia, no les hizo nada. Quién sabía cuántos de ellos quedaran. La capa de viaje se evaporó de sus hombros apenas pisó el vestíbulo. Estaba limpio, magnífico; como si no hubiera pasado un solo día en desuso, pero se adivinaba un aire pesado y herrumboso.

     

    -Sinh- susurró.

     

    La gata apareció entre sus tobillos con un sonido similar al de la seda deslizándose.

     

    -Tengo algo para ti, hermosa-

     

    Los trozos destripados de lo que parecía haber sido una pierna humana cayeron en medio del vestíbulo con un desagradable crujido, dejando una fresca y desagradable mancha carmesí sobre el enlucido mármol. Los Chuck limpiarían después. Así pues, mientras la gata se relamía y se deleitaba con el pequeño festín, el Triviani siguió caminando hacia el interior del Salón principal. Sus pasos eran sordos pero producían una ligerísima reverberación en el espacio completamente vacío. Todo el mobiliario estaba cubierto por sábanas blancas aunque no hubiese ni una sola mota de polvo en el ambiente. Retiró una con gesto teatral: la de su sillón favorito, frente al hogar que se encendió sin leña, con un fuego azul, cálido y acogedor.

     

    Así, en un silencio roto sólo por el lejano juguetear de la gata con su comida, el mago cerró los párpados. No dormía, jamás lo hacía, pero podía sumirse en la ligera quietud cargada de recuerdos que aquel lugar le producía...

  12. -¡AMO! ¡Mi Señor Danyellus! ¡La Ama está de vuelta en Ottery!-

     

    -¡Crucio!- bisbiseó el demonio dirigiendo la varita hacia el feo Chuck que acababa de aparecer ante él, en la oscura sala de estar de sus dependencias, en el antiquísimo Castello di Triviani -Y como seguramente ya ha enterrado sus tacones en la cabeza de algún Chuck, vienes a buscarme ¿no? Te ordené encontrarla hace meses, criatura buena para nada-

     

    Viéndolo agitarse entre espasmos, sin embargo, el demonio notó que el elfo intentaba decir algo más mientras babeaba y bizqueaba así que espero paciente, disfrutando del espectáculo con una sonrisa sardónica y trenzándose el largo y platinado cabello.

     

    -Cas...tillo... Black-

     

    El gesto de Danyellus se trocó en una mueca de fastidio. Odiaba ir a ese lugar así que, antes de desaparecer, pisoteó los dedos de ambas manos del Chuck. Con algo de suerte, partiría seis o siete de ellos.

     

    -Te espero allá en diez minutos, alimaña. O dejaré que Singh se divierta contigo-

     

    Tras oír su nombre, la gata birmana se estiró sobre el sillón azul en el que se encontraba hecha un ovillo y ronroneó, maliciosa, en dirección al Chuck que la miró aterrado, haciendo caso omiso de la masa amorfa en la que se habían visto transformadas las falanges que ahora debía recomponer en menos de cinco minutos (si se tardaba más que eso, seguramente sería castigado de nuevo, a menos que su amo se encontrara de muy buen humor lo cual, tomando en cuenta el motivo de su visita, era muy poco probable). Mientras el Triviani enarbolaba la varita, la gata, por su parte, saltó y trepó hasta su hombro y bufó al sentir el tirón de la desaparición conjunta.

     

    Continúa en el castillo Black (Error de posteo): http://www.harrylatino.org/index.php/topic/101404-castillo-black-mm-b-97834/?p=4782207

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  13. La sangre era dulce; un olor ferroso que se prendía a sus labios, a la piel de sus manos, a sus anticuado ropajes, como miel. Danyellus se encontraba en éxtasis, regodeándose en las almas que consumía para Artemisa, cuando sintió un tirón de algún lugar en la lejanía, sangre que llamaba a la sangre; un cántico mal hecho pero cuya urgencia era lo suficientemente fuerte para funcionar. Odiaba ser invocado como si se tratara de un diablillo más, así que no hizo el menor esfuerzo por ponerse presentable, sino que simplemente desapareció, embadurnado de escarlata de pies a cabeza y con un gesto agrio en el rostro.

     

    *****

    Los espejos de la habitación se opacaron con zarcillos de una niebla oscura que envolvió el lugar de repente, en torno al complejo círculo de invocación que se había trazado en el suelo y de donde, con toda la teatralidad del caso, surgió el demonio Triviani para encontrarse con los ojos de aquella muchacha cuya madre él apenas si recordaba. De hecho, Danyellus a veces albergaba dudas de que la chiquilla fuera hija suya realmente aunque ella tenía pruebas sobradas de serlo.

     

    La pálida rubia se acercó al ojiazul con todo descaro antes siquiera de que la invocación terminara y le rodeó el cuello con los brazos en un arranque de coquetería incestuosa que, de alguna forma, no resultaba incoherente entre los Triviani. Acto seguido, la chica lo besó y él, sin reparo, le devolvió el beso. En otro tiempo se habría cortado de hacer una cosa como aquella, pero había pasado tanto tiempo entre demonios, que todo le daba igual.

     

    -¿Qué es lo que quieres traidora?- La saludó. Y antes de que la chica pudiera hacer otra cosa que abrir los ojos ante la acusación, él siguió con la perorata -Si, aunque me haya marchado tengo información sobre lo que ocurre en este pueblo abandonado por la mano de dios y no me gusta nada lo que ha llegado a mis oídos sobre vos, Etoile-

    Mientras lo decía, empero, la puerta del salón se abrió, interrumpiendo la conversación, y dando paso a una muchacha que no le era en absoluto desconocida a Danyellus; una niña llamada Leah que era precedida por uno de los Chucks del castillo. Los ojos de ambos se desorbitaron de terror al ver al patriarca pero mientras el Chuck palidecía, el rostro de la chica se tornó color granate.

     

    -Etoile... Señor Triviani...-

     

    ¿Señor Triviani? ¿Quién era ese? Debía suponer que semejante apelativo se refería a él mismo, dado que no había nadie más en la habitación salvo las mujeres y el elfo pero rayaba en lo ridículo. Estuvo a punto de echarse a reír como el desquiciado que era, y lo habría hecho sin la menor compasión, de no ser porque las palabras se agolpaban en la boca de la joven Leah y salían a borbotones de sus labios, ajena a la comprometedora posición en que se encontraban Etoile y Danyellus, envueltos en un abrazo que tenía bastante poco de filial... o mucho, según cómo se tradujese el término.

     

    ― Quería pedirle su aprobación para casarme con su hija y, si es así, me gustaría saber si te gustaría casarte conmigo, Etoile.-

     

    En aquel punto, el demonio no pudo contenerse más y sus carcajadas reverberaron por la habitación. No pretendía ser cruel en realidad, pero tanto la propuesta de la chica como la petición de mano eran tan inocentes, tan sencillas y tan pudorosas, que eran risibles.

     

    -¿Y por eso tanto escándalo? ¿Por esto me has convocado de tan grosera manera, Etoile?- preguntó, soltándose del agarre de su hija -Sabes que no necesitas mi aprobación para casarte con quien te de la gana; y esta chica tan pudorosa no merecía que la hicieras pasar por semejante cosa. Pero me gustan estas formalidades anticuadas así que responderé a ello como se debe. Chuck, trae de inmediato algo de té y ofrécelo a las señoritas.

     

    El elfo desapareció y apareció casi de forma instantánea, con una bandeja de té y galletas muy inglesas, mientras el demonio trocaba su ropa y aspecto por algo pulcro y limpio; algo que habría venido mejor en una corte del siglo XVIII que en la actualidad, como era su costumbre.

     

    -Miss Leah- se dirigió a la chica siguiendo las respetuosas formas con que ella había iniciado la conversación, -Por supuesto que cuenta con mi aprobación para casarse con la chica pero, le advierto si no lo sabe, que no sólo está loca como corresponde a su estirpe, sino que muy probablemente no ha de ser la esposa más ejemplar que haya-

     

    Tales palabras le valieron un buen pisotón, muy mal disimulado, de parte de Etoile pero ¿qué importaba? Al menos esta vez había sido convocado para algo divertido.

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  14. -Oh, ¡Qué bonito! ¡Una reunión familiar!- saludó Danyellus con sorna, apoyado contra el arco de ornamentada madera que daba paso desde el vestíbulo del castillo hacia el Gran salón. Había estado en las cocinas, buscando algún veneno abortivo que proporcionarle a su madre y olvidado por completo del Ministro ruso que se desangraba en las mazmorras, cuando un Chuck había ido a informarle que Lord Cubias se encontraba en los terrenos del castillo. Aquello era algo digno de verse. ¿Aquel hombre seguía vivo? Había desaparecido mucho tiempo atrás dejando a la familia Malfoy y al antiguo casino de la Trifuerza ahogados en deudas. -Y apesta a Malfoy- murmuró, tras ver a Cubias y a Alexander.

     

     

    El demonio sostenía una copa con vino en una mano mientras que el otro brazo lo ocupaba Sinh, su dorada gata, que había bufado en cuanto había olido que Apocalipsis se encontraba en el Castillo. La salamandra en el cuello del Triviani palpitaba con fuerza ante la presencia de su tía y su prima. Sólo hacía falta que apareciera Alyssa para completar el bonito cuadro familiar. Aparte de los presentes, eran pocos los Triviani que quedaban.

     

    -Debo decir que esa otra forma te luce más, Candela- le sonrió a su prima, empleando el tono de voz que usaría para dar un cumplido -Ya sabes, la de las espinas y las garras y la baba. Va más contigo... aunque eso no explica porque te dedicas a traer vagos ahora. El i****** que se pudre en las mazmorras, aquel ególatra... el Gorrión de la Muerte o como se haga llamar que está en la otra habitación y ahora este... ¿Haces puntos para las hermanitas de la Caridad?-

     

    La gata entre sus brazos se agitó y se bajó de un salto para acercarse a Apocalipsis, bufarle, y lanzarle un zarpazo. La bestia rosa, a su vez, le lanzó una dentellada con aquellos colmillos monstruosos que tenía. Los dos animales se odiaban a muerte pero parecían comunicarse de algún modo porque de inmediato empezaron a olfatear a Cubias con enfermiza avidez. Danyellus ensanchó su desquiciada sonrisa mientras se bebía el contenido de su copa de un trago.

     

    De no ser porque su gata ya estaba molestando al conejo, Danyellus habría aprovechado la oportunidad para meterse con Aland; cuya piel había adoptado un tono escarlata que no pegaba nada bien con el rojo de su cabello. En realidad, sólo le faltaba echar humo por las orejas para que pareciera haber tomado una poción pimentónica. Y aunque fastidiarse era una obligación casi filial entre ambos, el demonio se hacía una buena idea del motivo por el que su tía se encontraba tan colorada: ver aparecer a su ex no era en absoluto la mejor experiencia que desearle a nadie. Así pues, volvió dirigirse a Candela.

     

    -Si lo vas a despedazar para alimentar a Sinh o a ese maldito bicho que la loca de tu madre llama conejo, ponlo en la cocina, donde sólo estorbe a los Chuck. Si los animales quieren hacer un desmadre de sangre con él creo que no queremos ese reguero en el vestíbulo.... Y si lo traes para que sea uno de tus amantes, deberías ponerlo en tu torre donde no fastidie a nadie-

     

    Lo que ninguno se esperaba era que en aquel momento entrara una riada de visitantes Malfoys al Castillo, encabezada por aquella mujercita que se hacía llamar Goshi.

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  15. Danyellus entró al Gran Comedor con pasos lentos e insonoros, y las manos entre los bolsillos del largo abrigo negro que rozaba el suelo. Debía admitir que sentía cierta admiración por la decoración del Castillo de Hogwarts pero no iba a ir como un vulgar zoquete de pueblo a comérselo todo con los ojos así que apenas si se permitía deslizar los ojos sobre el lugar con el semblante en blanco. Él había estado pocas veces en Hogwarts; su educación había corrido por cuenta de sus padres en la remota Ceann Dùnaid.

     

    Una vez, varios siglos atrás, el entonces vampiro había obtenido permiso para ingresar en la gran Escuela de Magia y Hechicería a pesar de contar con centurias de vida, incluso había asistido; había tenido su propia ceremonia de Selección y tomado algunas clases pero había terminado por abandonar al cabo de unas semanas; no soportaba que le enseñaran cosas que ya sabía ni a las hordas de pubertos y sangre sucia del lugar.

     

    Recordaba bien cuando el Sombrero Seleccionador, tras susurrarle que era un singular caso y que seguramente no iba a durar mucho en Hogwarts, había gritado "¡Ravenclaw!". El demonio se dirigió a la mesa que recordaba pertenecía a su Casa, toda engalanada de azul y bronce y plata, directo hacia la borgoña cabellera de mujer que tan bien conocía.

     

    -Buenas noches- saludó a los presentes antes de sentarse junto a su madre con elegante parsimonia.

  16. Fantasma de Danyellus

     

    Recordando que hacía poco había visto a Gatiux después de mucho tiempo, me dirigí como fantasma hacia una de sus habitaciones en la Mansión Malfoy. La pelivioleta dormía desnuda... o semidesnuda en invierno cuando se ponía unas bragas, como era el caso; pero eso sólo parecía incrementar su sex-appeal. Me sorprendí de mí mismo; en realidad jamás hacía ese tipo de cosas; era todo un caballero. ¿Pero qué más daba? Había que sacarle algún provecho a ser un puñetero fantasma. Sin embargo, cuando menos me lo esperaba, sentí un tirón en el lugar que, suponía, era mi estómago de ectoplasma...

     

    Danyellus

    — Os doy una montaña de galeones si me cambiáis de celda. No, mejor aún, os permito que me queméis las cejas si me separáis de este indeseable gusano — esa era la estridente voz de Aland, proveniente de algún lugar no muy lejano. A Danyellus lo incomodó de inmediato, aún antes de abrir los ojos — Despierta ya, excremento de paloma — y entonces, un golpe en pleno vientre lo hizo soltar aire y despertar de una buena vez — necesito que alguien me dé conversación.

     

    -¿Pero qué demonios?- se sobresaltó el Triviani en cuanto hubo regresado enteramente a su cuerpo, con la cabeza intacta aunque no era así como la sentía, en una habitación que olía a cloacas de gallinero -¡*****! ¡Qué dolor de cabeza! ¡Y qué hedor! ¿Alguien puede darme una aspirina?... O mejor, vuelvan a arrancarme la cabeza. ¿Dónde, por todos los infiernos, estoy? Estaba muy entretenido hace un segundo- bufó. De seguro aquellos pajarracos se lo habían llevado a sus mazmorras en Abbadon, a donde llevaban a cualquiera que ellos creyeran que podía ser un mortífago.

     

    Y entonces, la vio por el rabillo del ojo. La que le había dado la patada no era ni más ni menos que la propia Aland, a quien habían encerrado junto con él, en la misma maldita celda. El demonio se levantó con presteza de la cama en la que se encontraba sin mirarla, sino dirigiéndose directamente a su carcelera. Como estaba amarrado, cual un lechón en nochevieja, no tuvo más remedio que dar saltitos en su dirección.

     

    -¿Qué diantres hace ella aquí? ¡Exijo que me cambien de celda! Y si no... yo también quiero un whisky... doble si te place. Necesito calmar mi jaqueca y hacer de cuenta que ella no está aquí...- empezó a farfullar el Triviani, señalando a su tía con antipatía. Ellos dos no podían respirar el mismo aire. Precisamente por eso vivían en las dos torres del castillo que más lejanas estaban entre sí. Juntarlos en un espacio tan reducido no era una buena idea - Ya no sé si es este lugar el que apesta o ella que no deja de abrir la boca- en aquel momento, por primera vez, Danyellus desvió la azul mirada hacia la Triviani, con una sonrisa -Oh, que agradable sorpresa Aland, iría a abrazarte pero creo que vomitaría... ah no, tú ya me sacaste todo lo que tenía en el estómago-

     

    La mujer le sonrió con malicia. -No tienes nada que agradecer "querido" sobrino. Yo también te abrazaría y vomitaría luego pero no quiero acercarme a ti y ya vomité, gracias a ese nido de ratas y sangre en el que se convirtió tu pelo-

     

    Con asco, el demonio se llevo las manos -atadas por la muñecas- a la cabeza para descubrir que efectivamente, su cabello era ahora una melaza desagradable. Si debía juzgar por el de Aland, que parecía como si aún tuviera la cabeza abierta gracias a su color, prefería no tener que mirarse en un espejo. Danyellus empezó a cuestionarse de inmediato porqué había accedido a la locura de suicidarse juntos para dar su merecida bienvenida a los iluminados pollitos. Todo el mundo sabía que los Triviani no estaban bien de la cabeza y en aquel momento aquello había sonado divertido pero ahora, encerrado en aquella asfixiante celda con Aland, no tardarían en hacer explotar la prisión entera... claro que eso no sería tan malo...

     

    -Y el tuyo querida, y el tuyo- le respondió él con sorna -Como sea, ¿viste a nuestras queridas mascotas? Tu monstruo no hizo nada más útil que recibir una patada de aquel idi***. Y mi pobre Sinh... espero que no se indigeste por comerse eso que llamas tu cerebro. Aunque con tan poca cantidad que tenías entre la cabeza si acaso le saldrá un pedo-

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  17. Chuck con Anne y Darla

     

    Chuck se retorcía los dedos ante sus visitantes, sabiendo que si se iba de la lengua, el elfo que iba a terminar en el horno iba a ser él mismo. Sin embargo, tampoco podía escaquearse de su función como servidor ahora que había atendido a la puerta ni tampoco podía sacar a las mujeres de allí con cajas destempladas. Si se atrevían a acercarse al castillo para ver si había problemas, de seguro se trataba de mortífagas encubiertas. Así pues, maldiciendo su suerte, Chuck supo que hiciera lo que hiciera, en cualquier caso, iba a tener que pillarse las orejas con la plancha como mínimo.

     

    Ya que no podía tratar mal a las visitantes, el elfo hizo una profundísima reverencia y las invitó a entrar en el vestíbulo, entornando la puerta lo suficiente para que las mujeres pudieran entrar.

     

    -Chuck no promete nada pero verá si algún miembro de la familia puede recibirlas. Los patriarcas se encuentran algo... ocupados en este mismo instante- murmuró el elfo, retorciéndose ahora el dobladillo del enorme paño de color azul que llevaban por uniforme todos los Chucks, y que tenía el blasón de los Triviani bordado e la pechera. Como para corroborar sus palabras, un nuevo grito estremeció el castillo. Lo que fuera que estuvieran haciéndole los amos a aquel ruso, no era nada envidiable. Tras un estremecimiento, Chuck hizo caso omiso del grito y siguió hablando con las mujeres -Pero creo que la señorita Candela subió a atender otro asunto. Tal vez la ama puede venir...-

    Y así, temiendo las represalias de la ama Candela, Chuck fue a aparecer ante ella para decirle que dos damas se encontraban en el vestíbulo del castillo. Realmente prefería enfrentarse a uno solo de los cabezas de la familia, aunque esa fuera Candela, que a tres de ellos a la vez. Máxime cuando los otros tres se encontraban torturando a un hombre en las mazmorras.

    Danyellus en las mazmorras

     

    Patrick Colt había cometido un grave error al acercarse al castillo Triviani y ordenar la presencia de Candela. La chica se lo haría pagar caro. Pero mientras ella lo solucionaba, la más joven de las matriarcas les había dejado al Ministro ruso allí en el suelo y sin mucha información. Así pues, aburrido y sin querer enfrentar el silencio de su madre o la locura de su querida tía, el demonio se acurrucó junto a la mano de Petrov, hizo aparecer un cascanueces con forma de soldadito, e insertó uno de los dedos del hombre en la boca de la figura antes de activar el instrumento. El grito que el hombre dio fue espeluznante. Su dedo índice estaba destrozado más allá de cualquier curación. ¿O aún podría una experta sanadora como Aland hacer algo? Danyellus le sonrió con un gesto infantil antes de accionar la herramienta una segunda vez, en el mismo dedo..

     

    -¿Va a decirnos la razón real por la que mi querida prima lo ha traído Señor Ministro? Candela nos lo contará igual, pero no será tan amable como lo ha sido hasta ahora si le colma la paciencia- El hombre lo miró con desmayo, con un gesto de incredulidad. Ahora sabía por cierto que aquella era una familia de locos y de seguro ahora podía deducir que no saldría vivo de allí jamás.

  18. Una sonrisa de autosuficiencia se plasmó en el rostro de Danyellus cuando entendió lo que su madre planeaba hacer. Si los mortales se atrevían a mofarse y a cuestionar su sensatez, les enseñarían que el infierno estaba lleno de insensatos. La pequeña llama tornasolada e iridiscente que bailaba sobre la palma de la mano de Alyssa, nacida de la sangre de Danyellus que la mujer había tenido entre los dedos, de repente empezó a chispear e incrementar su tamaño en cuanto el Triviani exhaló un soplido sobre ella. Extendía lenguas de fuego alrededor de los demonios como envolviéndolos con un abrazo protector sobre los tres Triviani y Afrodita, mientras madre e hijo bisbiseaban ahora un cántico antiguo. Entonces, las llamas empezaron a bailar para ellos, creciendo cada vez un poco más y cobrando ora la forma de una mujer desnuda, ora la de una salamandra. Era hipnótico.

     

    Así pues, cuando el fuego alcanzó el tamaño de una persona adulta, haciendo que las luces del pasillo lucieran opacas en comparación, las llamas se recogieron en un punto minúsculo justo antes de explotar en todas direcciones, extendiéndose como venas sobre las paredes, el techo y el suelo de baldosas. Dada la naturaleza de aquel fuego, las llamas se consumieron con rapidez, absorbidas por una red de grietas que se habían generado sobre todas las superficies; grietas que parecían hechas de oscuridad pura, grietas que se extendían por varios pasillos y habitaciones contiguos, grietas que de repente expulsaron bocanadas de ardiente fuego infernal por todas partes y al unísono.

     

    Y la canción, de repente se transformó en los gritos de los condenados. Aquel fuego quemaba por supuesto, pilas de papel, escritorios y botes de basura entraron en combustión de repente, reduciéndose a cenizas en pocos segundos; pero con las personas ocurriría algo diferente: aquellas llamas estaban hechas para entrar no sólo en los cuerpos sino principalmente en las almas de sus víctimas, y torturarlas hasta lo indecible con cada recuerdo doloroso, con cada duda, y con cada temor que cada cual tuviera. Era un fuego que generaba las peores pesadillas, mientras consumía lentamente el cuerpo del mortal al que tocara.

     

    OFF: Mal rol. Mañana con la cabeza despejada reviso bien qué fue lo que escribí xD

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  19. Las rugientes palabras que le dirigió Aland, tomándolo por el cuello, le entraron por un oído y le salieron por el otro, tal como la mujer había previsto que ocurriría. Tal vez luego harían mella en Danyellus pero en aquel momento, el Triviani no era un ser capaz de razonar demasiado; había perdido el control de sí mismo y sólo respondía a los instintos más básicos a los que lo impulsaba su naturaleza demoniaca: la venganza, la ira y la sed de sangre. Una voz en su cabeza le pedía a gritos que escuchara a su tía, que ella tenía razón. Y él lo sabía. De hecho no se le había cruzado por la cabeza hacerle daño a Alyssa; la varita sólo había sido el medio para poner distancia entre ellos así que, como era de esperarse, hizo caso omiso de la Triviani y de la voz en su cabeza y emitió un bufido en contra de Aland.

     

    -No digas a un siervo de Artemisa lo que ha de hacer- sentenció, con la voz cavernosa, dejando en claro que aquel no era Danyellus Triviani; sólo la esencia infraterrena que en él habitaba.

     

    Por supuesto, no había esperado que lo siguiente que supiera de sí mismo era que tenía la cabeza encajada en medio de una pared, en un cráter con la forma de su cabeza que no estaba allí hacía un minuto. Alyssa, o lo que hace un momento era Alyssa, lo tenía aprisionado por el cuello, con las garras clavadas hondamente entre la carne y dejándole un bonito collar de sangre recorriéndole la garganta. Lo primero que hizo el Triviani fue enfrentar sus propios e insondables vacíos que tenía por ojos contra las cuencas de ella, desafiante, para luego abrir la boca en un gesto amenazante, enseñándole los largos incisivos y bufando como un gato enojado. De hecho, el largo cabello grisáceo se le había erizado.

     

    - Escucha Triviani- contesto él, iracundo, a los igualmente enervados siseos de la mujer en cuanto ésta le soltó el agarre -Debemos a ti la vida y la maldición que compartimos, es cierto. Pero no me vengas con sandeces, mujer. Alyssa Black conoce bien a su hijo, y sabe que el chico no osaría hacerte un sólo rasguño; y por esta misma maldición que recorre nuestras venas sabes que jamás amenazaría tu vida o la de ninguno de nuestra estirpe...- escupió el demonio antes de lanzar su propia estocada -Pero fuiste tu la que dejó que aquel bastardo se entrometiera y te hiciera un hijo. Además, no olvides que la mujer que parió a Danyell lleva muerta un milenio- el demonio sonrió con sevicia tras soltar aquello. Era un golpe bajo. Danyellus idolatraba a Alyssa Black y pensaba en ella como en su madre antes que en la antigua ninfa que lo había engendrado originalmente.

     

    Aquello quizá sólo enfurecería más a la demonio pero él no tenía visión de futuro. Desde cualquier punto de vista él saldría perdiendo, ella era la cabeza de la maldición que azotaba a la familia Triviani y además su madre, pero a él sólo le importaba el aquí y el ahora. Estaba esperando el contraataque de la mujer cuando el momento de repente se vio trastocado por la llegada de un hombrecito pelilila que se daba aires... Spectum, el hijo de Danyellus. Tal como le gustaba hacer, el chico desvió toda la atención del lugar hacia él, inconsciente de en qué se estaba metiendo. Luchar contra dos demonios transformados e iracundos era, en el mejor de los casos, suicidio.

     

    Danyellus ajustó su postura corporal, ya no enfrentándose a Alyssa, sino codo a codo con ella, haciendo causa conjunta contra Spectum. Sus rostros, enteramente transformados eran amenazantes y infundían más temor en los mortales que cualquier otra criatura que se moviera por el mundo. Ellos, con las marcas que recorrían sus rostros, las cuencas vacías convertidas en cavernas, los cuerpos tensos y dispuestos a matar y el contraste que se formaba entre sus cabelleras, blanco como una tempestad de invierno y rojo como un incendio debían ser un espectáculo digno de ver. Seres malditos.

     

    De alguna forma eran más conscientes el uno del otro ahora que nunca antes, quizá a causa de la maldición. Así, él sabía que la mujer estaba dolida e iracunda en su contra y ella sabía que él se sentía traicionado por ella y que deseaba ver correr la sangre de Pik Malfoy pero ambos sabían que podrían continuar con su pelea después. No era necesario meter a Aland en todo aquello, ella no se había transformado, así que era libre de cualquier cargo que los est****os del Ministerio tuvieran a bien imputarles y, en el peor de los casos, luego podrían decir que ella estaba tratando de controlarlos porque era la única que sabía cómo hacerlo.

     

    -No te metas en cosas que no comprendes pequeño Spectum, te lo advertimos-

     

    -Un simple humano como tu no podría jamás detenernos. Somos la ira de una diosa contenida hace milenios-

     

    La amenaza era explícita. Si alguien se metía con ellos, el Hospital entero se convertiría en el escenario de una masacre perpetrada por dos criaturas irrefrenables.

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  20. "Las lágrimas no son la única arma de una mujer. La mejor la tienen entre las piernas" recordó Danyellus de algún inconexo lugar de su pasado. Como cualquier mujer que se preciara de serlo, y dado que no podía recurrir a su mejor arma con él, Alyssa recurrió al llanto. Su rostro descompuesto, de repente pálido tras verlo a él, había adoptado una careta tranquilizadora que no ocultaba el pavor tras sus ojos. La mujer, que él siempre había visto orgullosa, centrada y altiva, ahora farfullaba sandeces entre dientes. ¿Que se calmara? ¿Que no cometiera algo de lo que luego se arrepentiría?

     

    La única cosa de la que Danyellus se había arrepentido alguna vez en cientos de años, era de haberse permitido sentir un ligero remordimiento por haber exterminado los linajes enteros de los magos que habían borrado del mapa la aldea en la que él había nacido hacia casi un milenio. Aquel ligero remordimiento había causado una partición en su personalidad una vez; una faceta de sí mismo que era todo conciencia y bondad, una faceta de la que el demonio que en él habitaba se había encargado hacía mucho tiempo. Morpheus y todo lo que había representado esa personalidad, había dejado de existir hacía bastante. De vuelta al hospital y a aquel momento, lo único que el demonio quería era suprimir a su pupilo, a Pik Malfoy, de la faz e la tierra. A él y al bastardo que ahora llevaba Alyssa en el vientre.

     

    Así las cosas, el Triviani dio un paso a un lado, alejando la mano que Alyssa había tendido hacia su rostro y mirándola directamente desde el vacío, totalmente ajeno de sus lágrimas. En aquel momento le valían poco y nada. La ira lo invadía por la que él consideraba una enorme traición de parte del único mortífago al que él le había tendido la mano alguna vez, y por el hecho de que Alyssa se hubiese dejado preñar de aquel sujeto. Extrañamente, ni siquiera estaba pensando en ella como su madre, en ese instante ella era sólo Alyssa Black Triviani; la mujer gracias a la cual él vivía y era uno con la maldición de Artemisa. El patrón de líneas negras que serpenteaba y se estiraba sobre la mitad de su rostro, de repente mutó. Las líneas eran ahora como tallos espinosos que se metían bajo sus clavículas y que envenenaban todo su torrente sanguíneo.

     

    -No te atrevas a pedirme que me calme, mujer- bisbiseó Danyellus con la voz ahogada mientras hacía aparecer su negra varita mágica entre sus largos dedos blancos y dirigiéndola hacia el cuello de la mujer -Ese bastardo tiene las horas contadas- dijo, sin dejar muy en claro si se refería al no nato crío de Pik o al mismo Pik.

     

    Acto seguido, dio tres pasos hacia atrás, fuera del consultorio médico, tratando de encontrar una salida de aquel lugar. Al verlo, alguien en el pasillo emitió un grito y dejó caer una bandeja. No importaba. Una maldición cruciatus salió de su varita en la dirección del grito y lo siguiente que había era sólo un cuerpo silencioso de mujer agitándose sobre el suelo. Después de eso volvió a dirigir la varita hacia donde estaba Alyssa, en el dintel de la puerta rota y con lágrimas en el rostro. Como fuera, y aún en su estado, el demonio tenía muy claro que a quien quería herir no era a Alyssa. Y aunque quisiera, no estaba muy seguro de que pudiera hacerlo teniendo en cuenta que era de ella de quien provenía su sangre infernal.

    -Ese bastardo tiene las horas contadas- repitió como para sí mismo, enfrentando las vacías cuencas de sus ojos contra los azules iris de la Triviani.

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  21. Danyellus se despertó, enredado entre sábanas ajenas, como venía haciéndolo desde hacía varios días; concretamente entre las de Afrodita, pese a que su propia habitación en la mansión Malfoy quedaba a apenas unas cuantas puertas de distancia. La chica no estaba allí y Dany tenía ganas de más así que, tras llamar a Chávez e informarse de que la mujer se había ido a San Mungo, a acompañar a una "odiosa mujer" según el elfo, que no quiso darle más explicaciones, el Triviani se vistió y alió con rapidez en camino al hospital.

     

    Aquel edificio le producía repelús. Danyellus era el tipo de persona a quien le repugnaban los hospitales y en especial los sanadores; de hecho los llamaba constantemente matasanos. Claro que lo hacía más que nada para molestar a su tía pero, ya que él jamás había tenido que servirse de los servicios de aquellas personas, todo aquel teatro de cuidar de personas moribundas y curar enfermedades se le antojaba patético. La idea de esterilidad, de mantener pacientes en camastros, de enterrarles agujas y de darles pociones y asistencia lo hacía pensar en el ejercicio de la tortura pero dado que allí no buscaban hacer daño sino repararlo, hacía que odiara más todo aquello.

     

    Como fuera, en cuanto el ojiazul puso un pie en el vestíbulo del lugar, olvidó por completo la razón original por la que había ido. Una alarma se encendió de inmediato en el tatuaje de su cuello con forma de salamandra; una alarma que ardía y palpitaba indicándole que en aquel lugar no había una Triviani como solía estarlo Aland que allí trabajaba, sino que había dos. La razón por la que Alyssa o Candela se encontraban allí le resultaba un misterio alarmante. A un hospital no se iba si no era porque había ocurrido algo grave; y aunque en aquel momento Danyellus no estaba en buenas relaciones con ninguna de las dos, la familia era para un triviani, lo primero. Así pues, como un huracán, se dirigió hacia el lugar que le indicaba su demoníaca percepción extrasensorial: la anodina e insonorizada puerta de madera de un consultorio.

     

    En realidad, una vez pasada la primera alarma, el demonio esperaba encontrarse con Candela, malherida debido a una de las correrías en que a la chica le gustaba meterse incursionando en homicidios y persecuciones, mientras Aland la curaba sin exigirle explicaciones y con cara de pocos amigos. El Triviani se acercó a la puerta y tras inhalar con profundidad, tomó la manija, la giró, y se quedó como una estatua en cuanto abrió una diminuta rendija por la que escapó la voz de su tía:

     

    -Voy a divertirme mucho cuando tengas que darle la noticia a ese repelente monstruo que tienes por hijo-

     

    Los términos que su querida tía empleaba para referirse a él le habrían robado una sonrisa en otras circunstancias, de no ser por lo que le decían: la que estaba allí era su madre, no Candela, y había una noticia que tenía que darle a él. Algo lo suficientemente importante como para que se molestara en contárselo a su gemela antes que a nadie tal vez pero... ¿qué? El demonio sólo esperaba que no se tratara de que iba a casarse con su nuevo amante, Lacrimosa Malfoy. Aquel chico le caía bien, especialmente desde que le había quitado de encima a Pik Malfoy como amante de su madre; además, se habían educado juntos en la Academia y se suponía que eran hermanastros pero cualquiera con dos dedos de frente sabía que no era el tipo más conveniente para ninguna mujer. Menos para Alyssa.

    Y si antes se había quedado de piedra, con lo siguiente que escuchó, el Triviani quedó convertido en una pieza de hielo:

     

    - Lo sé, en realidad los estudios eran solo una forma de afirmar algo que ya sabía…, pero es que necesitaba escucharlo de alguien más – la voz de Alyssa sonaba como si la mujer estuviese imposiblemente aterrada, justo antes de que se ahogara al continuar, como si hubiera enterrado el rostro entre las manos – Pero deja a Dany en paz, se pondrá como loco si llega a enterarse de este embarazo, sobre todo sabiendo que es hijo de Pik-

     

    En cuanto aporreó la puerta con la suficiente violencia para soltarla de uno de sus goznes y contempló a las tres mujeres que había en el interior del consultorio, el primer pensamiento incoherente que tuvo fue "Oh, allí está Afrodita" pero entonces recuperó los cabales... y los perdió de nuevo

     

    -¿Que tu qué?- exigió el demonio, entornando los ojos en dirección a Alyssa; unos ojos ya no de color azul hielo, sino variando entre el rojo y el negro, como carbones en un brasero. Ambas pupilas habían desaparecido por completo, tornando sus órbitas oculares en vacíos furiosos mientras que su cabello, usualmente platinado, se había tornado grisáceo y la salamandra de su cuello empezaba a expandir una compleja red de los que parecían tallos negros sobre su piel, sobre cada una de sus venas. La ira bullía en su interior como veneno. Iba a matar a Pik Malfoy a su bastardo.

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  22. Pues... yo me aso a aceptar como hija a la chica hero:

    Que si no me va a fastidiar y dar de latigazos hasta que le diga que si (?) ;_;
    xDDDDD

     

    Y bue, bienvenida a la familia pequeña Toilet. Ahora debes convertirte en una buena mafiosa, molestar a la tia Alanda y hacer rabiar a la prima Candelosa *0*

    Si eres hija mia sería muy extraño que también fueras padawana e____e

     

    Whatevah... Benvenuta nella famiglia *mueve la mano juntando las yemas de los dedos mientras un Chuck le pone un sello a Toilet ne la frente*

    Te pondremos en el árbol en cuanto Alyssa se pase por acá xD *va a acosar a Agus*

     

    Y... ya llené las líneas así que *huye* :ninja:

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  23. Nuestras matriarcas y yo estamos algo desaparecidos, lo sé, pero vamos a ver si con el mínimo de tiempo libre que tenemos los cuatro podemos restaurar la familia :3

     

    Nuestro pobre árbol genealógico está siendo podado y re-podado xD

     

    La culpa la tienen los estudios muggles ;_; Creces y te arruinan el juego (?) xDDD

    Como sea, me paso por aquí a subir nuestro topic de registro que está acumulando polvo ññ

     

    Trivianis que estén vivos, anden a reclutar, adoptar y parir hijos como los conejos que deberían ser o.ó

  24. Con más éxito del que ella misma de seguro había esperado, la tensión en la habitación sufrió un giro inesperado: Si antes habían sido tres leones decidiendo como enfrentarse a un igual, ahora eran cuatro fieras mirando a una solitaria e indefensa liebre ártica en mitad del desierto. Los ojos de los cuatro Triviani se clavaron, todos a la vez, en el hombre que colgaba del siniestro candelabro de calaveras que decoraba la mazmorra. Por supuesto, Candela ya había hecho un poco de las suyas pero era apenas nada: el hombre estaba aterrado y envuelto en harapos y sangre; le faltaban tres dedos y tenía cortes y magulladuras aquí y allá. Poco más.

     

    -Señor Petrov...- empezó Alyssa dirigiéndose al prisionero. El ojiazul ya había supuesto quién era el degradado mago pero aquello se lo confirmó. Los nudillos se le blanquearon un poco más al asir la negra varita mágica entre los dedos de la mano derecha.

     

    -¿Es ésta una ofrenda de paz querida prima?- bisbiseó Danyellus devolviendo los ojos a la figura de Candela -Ya sabes... ¿en lugar de tu cabeza?- bromeó, haciendo uso de las palabras que ella misma había intercambiado con el hombre en distintas lenguas del este de Europa. Si la chica no le había dejado en claro que podía olvidarse de cualquier esperanza, la sonrisa vulpina del patriarca y las emponzoñadas uñas de Alyssa lograron que el prisionero emitiera un gemido.

     

    -En verrrdad su familia estarr loca ¿verrrrdad?... En verrrdad son ellos los que pusierron prrecio a su cabeza, señorrita... cómo puede....- enseguida, un chillido inhumano escapó de la garganta del hombre. Seguro el sonido llegaría hasta las calles de Ottery pero nadie en sus cabales se acercaría al Castillo donde aquellos sonidos eran más que usuales.

     

    -Felicitaciones señor Ministro, ¡ha acertado usted!- aplaudió Candela entonces, como una chiquilla sonriente a la que le hubieran regalado un caramelo, totalmente ajena al terror que inundaba al hombre en aquel instante -Ya le dije que si temiera por la unión entre mi cabeza y mi cuello no sería debido a los suyos-

     

    -No le des tanto crédito al hombre, madre-empezó Dany, haciendo como si Petrov no estuviese allí -Es poco lo que sé a ciencia cierta pero tengo entendido que iba a por la mafia inglesa, no la italiana. Sólo que el pobre i.diota no hizo bien su tarea antes de ir tras un pez que ya había sido tragado por uno más grande-

     

    En mayor o menor medida, todos sabían qué hacía allí Petrov, excepto tal vez por Aland que poco y nada se interesaba en las finanzas familiares. Los rusos habían hecho un buen trabajo rebanando las cabezas de las mafias del norte y el este de Europa y aquello no les había importado mucho a los Triviani. Una Familia menos era un nuevo mercado para ellos pero, desde algún tiempo atrás, los rusos habían empezado a alargar sus tentáculos y a obstruir a la más antigua de las Familias. Al parecer, Candela había decidido tomar cartas en el asunto personalmente y Danyellus se empezaba a asombrar de lo mucho que la chica empezaba a parecerse a una mercenaria o una asesina a sueldo en lugar de la gitana que pregonaba ser.

     

    -Muy bien "primita"- la felicitó el peliblanco -Pero dinos... ahora que has atraído a toda la comunidad mágica rusa tras nosotros, ¿qué pensabas hacer con este pobre des.graciado?- El ojiazul antes se cortaría una mano que concederle a Candela el crédito que se merecía y ella lo sabía bien. Una sonrisa tensa cruzó los rostros de ambos, insinuándose mutuamente cuánto deseaban clavar un cuchillo en las entrañas del otro. Mientras tanto, el Ministro de Magia ruso profería un nuevo chillido. A ese paso, Alyssa lo mataría o lo volvería loco antes de que les fuera útil.

  25. Hola? o.o

    Pues gracias por la actualización... I guess xDDDD

    No me imagino la enorme cantidad de trabajo ._. Y se siente taaan raro pero será cuestión de costumbre, como siempre :3

     

    Aparte de las quejas sobre lo blanquísimo (xD), quería inaugurar la zona de preguntas :3

    Para qué es la conexión con Facebook o con Twitter? Como funicona? Si la hago, afectará mi perfil de fb? Es necesario hacerla? Puede deshacerse en caso de hacerla efectiva yq ue no me gusten sus efectos? xDDDD

     

    Por ahora eso :ninja:

     

    Gracias

     

    *huye*

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