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Prueba Libro del Equilibrio ― Enero 2021


Khufu
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El santuario de Siwa es un lugar semi enterrado, escondido y camuflado entre la vegetación que la rodea, que la esconde y protege. Su acceso es a través de arenas movedizas que se avivan luego de presentar una gran prueba de valor, para acceder al interior del santuario debes ser tragado por las arenas y sumergirte unos tres a cuatro metros hacia las profundidades de una gran fosa, y se debe mantener suma calma si no se desea quedar atrapado en medio de la caja de arena y terminar ahogado.


Una vez ahí abajo se puede apreciar una gran cámara de forma circular que funge como hall de recibimiento a los que han conseguido llegar hasta ahí. Es algo mucho más majestuoso que su apariencia externa, tiene brillantes y gruesos muros pulidos en oro y relieves con joyas y piedras preciosas. Sus gráficos trazados en las paredes y columnas también pintados con magia y colores brillantes cuentan historias o explicaciones sobre los tesoros que ahí se guardan. El piso, las columnas y los muros son de materiales sólidos, pero la cubierta sigue siendo arenosa, como si se estuviera apreciando el estanque de arena movediza desde una posición invertida.


Evidentemente el salón está articulado, rodeado de arcos de algún material pesado protegidos con maleficios o simples acertijos según el contenido que guarda detrás de aquellas puertas abarrotadas que los sellan. Los muros además, tienen una apariencia ahuecada, como si simulara el interior del nido de algún insecto ponzoñoso, sin mencionar el modo en como las columnas que aparentan sostener la cubierta se tuercen hacia adentro desde el centro. De pronto deja la sensación de estar atrapado en un reloj de arena.


Khufu apareció ahí tras un portal, su entrada es tan impecable y silenciosa que no perturba la calma del santuario, aun cuando nuevamente equipa la vara de cristal apuntando a uno de los murales tallados a mano quizá hace cientos de años atrás, e invoca nuevamente.


El relato de ese mural habla de Itemu, un antiguo guerrero y guardián de la magia guerrera uzza. La imagen era la de un hombre grande, de piel tostada por el sol de Egipto, cubierta apenas con un shenti de lino blanco y múltiples joyas le colgaban por todas partes del cuerpo. Y a pesar de su apariencia casi delgada incluso en el mural de colores brillantes pinta las escenas de sus hazañas como violentas y poco piadosas. Itemú sin duda había sido despiadado con aquellos que se atrevían a creerse poseedores de los tesoros de Siwa.


Era por eso que había permanecido todo este tiempo con este cargo tan importante como guardián. Khufu trazó sobre el mural, los blancos ojos del guerrero en el mural sin vida comenzaron a parpadear lentamente hasta que la figura salió de la pintura en la pared. El antiguo guardián de Siwa estaba presente en el atrio, listo para darle la bienvenida al que se atreviera a cruzar las arenas de su desierto.


Maestro Itemú, ha pasado mucho tiempo-, el mismo Khufu presentó sus respetos mostrando su diestra libre de armas, Khufu no estaba aquí para pelear, ni para robar tesoros. —Espero tenga algo de tiempo, quisiera cobrarle un viejo favor.


Khufu, maldito-, la voz del guardián hizo vibrar la arena. —¿Qué es lo que me trajiste ahora?


Aprendices, maestro Itemú, aprendices aparentemente capaces. Perfectos para mantenerlo en forma, señor-, el guerrero pudo apreciar como las arenas en el claro comenzaban a sacudir nuevamente esta vez sin la intervención del guardián. —Están cerca, será mejor que se preparé.


La gran figura de Itemú se movió por el salón hasta quedar en un extremo de la circunferencia, con los blancuzcos ojos observando al techo, esperando la llegada de los aprendices.


Yo soy Itemú, guardián del santuario uzza en Siwa-, se presenta una vez que finalmente aparecen y las arenas sobre ellos se calman solo un poco más. —Muéstrame tu vínculo hacia con la magia guerrera de los uzza y a cambio yo te dejaré tomar una senda-, ofreció el guardián mientras hacía aparecer su varita desde la tierra.


Por otro lado, Khufu agitó su varita nuevamente, apuntando un rayo que impactó en la superficie de la cubierta y comenzó a gotear un pesado hilo de arena que cayó y se apilo rápidamente al centro del atrio. Ahora la sala no solo parecía, ahora se había convertido en un gran reloj de arena y conforme el tiempo avanzaba el hall se inundaba de arena. Con la arena llegándole rápidamente a la suela de los zapatos, el duelo había finalmente comenzado.




REGLAS


  • Duración del duelo: Del 21 al 29 de Enero.
  • Nos guiaremos por las reglas de duelos existentes.
  • Hechizos: Neutrales, Graduados, y los Libros de Hechizos. (Con especial énfasis en el Libro del Equilibrio).
  • En tu segundo post, Khufu activa una trampa que soltara Pétalos de Pensamientos desde los huecos en los muros, que al calentarse con la arena que cae desde la cubierta han comenzado a propagar su perfume y provocan alucinaciones. Debes defenderte. Puedes hacerlo con hechizos y éstos no consumirá acción del duelo, sino que se considerarán meramente rolísticos.
  • Están prohibidos los Off y las ediciones. Consultas, dudas o sugerencias, al topic de consultas.


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Hasta pronto... —con esas palabras se había despedido del guerrero Uzza. ¿Volverían a verse? Solamente el destino lo sabría.

 

Se adentró por la maleza en una senda que se había abierto exclusivamente para el mago. Tenía que avanzar con decisión, sin mirar atrás y convencido de cada paso que daba con toda la firmeza del mundo. Le daba la sensación de que el camino sería capaz de descubrir si la persona que lo recorría era digno o no de llegar al famoso santuario, por lo que no podía dar ninguna muestra de debilidad. Pronto sería capaz de vincularse completamente con el Libro del Equilibrio, un paso más en su carrera en busca de un poder mágico ilimitado. El camino resultaba ser más oscuro de lo que pudiera imaginarse, pero el ritmo de sus pasos se mantuvo. Rápido y seguro.

 

Le pareció una eternidad, pero antes de se diera cuenta el sendero pareció llegar a su fin.

 

Avanzó un par de pasos hasta darse cuenta de que se había metido en unas arenas movedizas. ¿Se había equivocado de camino? No podía ser. Durante unos segundos se resistió, pero rápidamente se dio cuenta de que eso no servía para nada. Por alguna razón había llegado a esas arenas, algo tenían que significar. No estaba completamente seguro de lo que iba a hacer, era una locura pero era lo más cuerdo que se le pasaba por la cabeza en esos momentos. Lo que hizo fue dejarse llevar, dejarse engullir por las arenas movedizas. Llegado hasta ese punto era la única solución que tenía, nada de lo que podría hacer le ayudaría. Nada salvo dejarse ir.

 

La estrategia de comportarse con las arenas movedizas como se debía comportar uno cuando quedaba atrapado en un Lazo del Diablo, funcionó.

 

Lo siguiente que vio ante sus ojos fue el famoso santuario, el lugar que estaba buscando. Sonrió, sabía que lo lograría. Lo que había hecho era lo único que tenía sentido, un camino tan exclusivo no podía llevarte a un destino equivocado... Miró el lugar con admiración, contemplando su belleza. Observó la cámara de forma circular donde se encontraba. Por mucho que hubiese estado convencido de sus acciones, los segundos que pasó en las arenas hicieron que su respiración aumentase considerablemente. Por momentos se había puesto nervioso, incluso había tenía miedo. Pero... solamente se podía ser valiente cuando se tenía miedo, pánico o terror.

 

Lo siguiente fue encontrarse con el guardián del santuario, al mismo tiempo que volvía a ver al guerrero mucho antes de lo que imaginaba.

 

El australiano se colocó en el otro extremo de la circunferencia después de hacer una breve reverencia en modo de saludo y respeto por el guardián. Estaba allí para demostrar su vínculo con la magia guerrera uzza y debía hacerlo, tal y como le habían pedido. Sabía que no hacían falta muchas presentaciones, seguro que el guerrero le había avisado de que llegaría un aprendiz. Visualizó lo que hicieron con cierta admiración, que hubiese convertido la sala en una especie de reloj de arena le daba un toque espectacular. ¿El único problema? Que había que darse prisa, de lo contrario quedaría enterrado en arena más pronto de lo que desearía.

 

Apuntó con su varita al guardián. ¿Cuánto tardaría la arena en cubrir por completo sus pies? No había tiempo para pensar en eso.

 

Pensó en un Flechas de Fuego. Por fin tenía oportunidad de probar los nuevos hechizos. De un momento una andanada de filamentos de fuego salieron disparados uno tras otro en dirección al pecho del guardián. En caso de que le impactasen le incendiarían la piel y le harían heridas sangrantes graves, por lo que tendría que tomarse su tiempo en curarse sino quería morir.

 

 

 

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Itemú

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La arena comienza a subir rápidamente llenando la sala de aspereza y calor del desierto, seguramente allá afuera ya a amanecido y algo del calor del exterior se cuela a la gran sala comenzando a sofocarla, y el polvillo arenoso que se levanta a su alrededor solo hace que sea un poco más complicada la visión entre los oponentes en el campo, incluso el mismo Khufu se las tenía que ingeniar para poder ver mejor de los movimientos de cada uno de los duelistas.


Como era de esperarse, el mago aprendiz no perdió el tiempo en presentaciones, evidentemente el muchacho sabe reconocer los peligros que lo acorralan y tomar la delantera antes de que la situación se convierta en algo mucho más crítico, esa era una muy buena característica, sin embargo, era el duelo aún demasiado prematuro como para asegurar el ingenio del joven aprendiz. El maestro Itemú, sin embargo, es rígido y solemne mientras lo recibe y se prepara para su encuentro.


Y para cuando la arena alcanza los tobillos del guardián el mago más joven parece finalmente preparado para atacar.


Con tiempo suficiente Itemú puede pensar en un salvaguardas mágica que lo ayuda a deshacerse del primer movimiento del muchacho, algo muy osado, pero que terminó con la tira de flechas atravesando la delgada figura del guardián como si Itemú se tratara de simplemente un espejismo, una tras otra las flechas rápidamente quedaron enterradas y apagadas en la arena detrás de él, sin embargo, estuvo tan cerca que Khufu puede decir que ha sido por mero instinto la reacción del guardián al recurrir a la intangibilidad.


Cinaede (nivel 20 a 29)-, casi siseó el hechizo apuntando la varita en contra del mago, inmediatamente el embrujo tendría efecto sobre él, el veneno gaseoso terminaría por cortar sus vías respiratorios e intoxicaría su sangre lo que provocaría paralización de su torrente y eventualmente su cuerpo, finalmente, si el muchacho no procuraba las curaciones adecuadas el mago encontraría la muerte bajo toneladas de arena y ese santuario sería su tumba.


Más que por comodidad que otra cosa, el guardián desenterró una a una sus piernas para posarse sobre el nuevo nivel del terreno, no obstante, la arena es tan flácida y escurridiza que cede al peso del viejo guardián de Siwa, escapar de ahí, incluso con el duelo finalizado, no iba a ser una cosa fácil. Khufu en cambio se preguntaba si las arenas que caen desde el exterior podrían haber atraído a alguna criaturilla entre sus remolinos movedizos.


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Como era de esperar, su primer ataque fue defendido con suma facilidad por parte del guardián. Con un simple movimiento se había defendido completamente de todos los filamentos y no se había ni despeinado. El australiano había lanzado ese ataque por varias razones, una de ellas era ver cómo se defendía para poder imitarlo en el futuro cuando se viese expuesto a ser dañado por ese mismo hechizo. No pasaría por alto ninguno de los detalles de aquel combate pues le servirían como aprendizaje.

 

Pensó en un Maldición.

 

Inmediatamente después de su defensa, el mago volvía a atacar apuntando al maestro. Cuando su contrincante se dispusiese a hacer su próximo hechizo, en vez del encantamiento que quisiese decir, diría una versión ridícula del mismo sin efecto real sobre nada, ni nadie. La arena cada vez iba ganando más terreno y comenzaba a ser agobiante, le llegaba a la altura de sus tobillos. A esas alturas se le había metido arena por todos los rincones de sus pies.

 

El escenario podía ser hermoso a la vista, pero cada vez le estaba gustando menos.

 

No pudo evitar sonreír cuando escuchó cómo pronunciaba mal el efecto que quería realizar bajo los efectos de la Maldición. Se había anticipado con habilidad a su ataque. Todo había salido según sus planes. Ahora, de nuevo, era su turno para atacar y tenía que pensar en algo efectivo que les demostrase que sabía lo que se hacía. Quería mostrar ante los dos hombres allí presentes que estaba más que preparado para vincularse con el Libro del Equilibrio. La mejor forma para demostrarlo era utilizar otro de los hechizos que aparecían descritos en el.

 

Cinaede

 

El efecto fue inmediato y nada pudo hacer para defenderse. Un gas invisible surgiría alrededor del guardián penetrando en el acto en sus vías respiratorias. Todo eso derivaría la paralización del sistema nervioso y del circulatorio, lo que en otras palabras venía a significar que si optaba por no cursarse acabaría muriendo. Tendría que curarse del veneno, pero también de la herida grave que le había provocado por el poder mágico del australiano. Esperó pacientemente viendo cómo reaccionaría mientras comenzaba a odiar el lugar, comenzaba a sudar...

 

********

 

Pero aquello no era todo. De reojo había visto que Khufu no se había quedado parado, había hecho algo. En un primer momento el ex-jugador de Quidditch no tenía muy claro qué podría haber realizado pero antes de lo que esperaba comprobó con sus propios ojos como por los huecos de los muros empezaron a salir Pétalos de Pensamientos. Los reconoció al instante, hacía unos cuantos minutos había estado hablando de ellos con el mismo guerrero que ahora activaba la trampa. Tenía que reaccionar rápido sino quería estar en desventaja.

 

Antes de lo esperado empezó a notar un perfume desconocido...

 

Anapeneo —dijo rápidamente para destapar las varias respiratorias ante cualquier resto del perfume que se hubiese podido colar por sus fosas nasales. Al instante, pensó en un Casco-Burburja. Esa estrategia la había aprendido en la Torre del Dragón ayudando al MACUSA en la búsqueda de las páginas perdidas del libro de Albus Dumbledore. De hecho, había tenido que utilizar esa misma estrategia para poder agarrar una de las páginas. Si no recordaba mal había sido en el tercer piso de la torre, pero no podía asegurarlo.

 

El efecto de su segundo hechizo fue inmediato y una burbuja mágica apareció alrededor de su cabeza impidiendo que pudiera respirar el perfume que los pétalos habían provocado.

 

Eso no le ayudaría en su enfrentamiento contra el guardián, pero sí para lo que el guerrero Uzza pretendía. ¿Lo hacía para probar su valía o para boicotear su éxito en el duelo?

 

 

 

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Itemú

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El mago aprendiz del equilibrio respondió contra los movimientos de Itemú con racionalidad, Khufu está casi conforme con lo que ve, ¿hace cuanto no ha tenido en presencia a un aprendiz tan lucido?, el viejo guerrero comienza a arrepentirse de haberle planteado a Siwa como un reto, sin embargo, aun si él interfiriera ahora con la prueba (para mejorar o empeorar las cosas según sea el caso) sabe que Itemú no los dejará salir de ahí, a ninguno de ellos dos, a estas alturas del combate a no ser que el muchachito pueda arrancarle la conciencia en la batalla al antiquísimo guardián del santuario de Siwa.


El guardián Itemú en cambio respiraba ya con suficiente dificultad cuando consigue finalmente pensar un anapneo, el efecto inmediatamente destapa sus vías respiratorias por el daño causado por el hechizo venenoso del aprendiz, pero respirar todo ese calor acumulado en la sala no es tan reconfortante como habría imaginado que sería, pues aún necesita una curación más, por lo que cada inhalación que busca oxígeno arde ásperamente en su laringe cómo si estuviera directamente respirando la hirviente arena del exterior que se cuela desde el hoyo en la cubierta.


Cinaede es sin duda uno de los hechizos preferidos de Khufu dentro de la magia guerrera en general, en eso cree que al menos había coincidido con el muchacho aprendiz en su explicación de horas atrás.


Curación.


Itemú piensa el hechizo casi de inmediato y al instante, la primera o la segunda bocanada de aire después de eso, circula nuevamente dentro de él dejando de lastimarle tanto.


La respiración del guardián aún está algo forzada cuando consigue conjurar nuevamente en contra del aprendiz de magia guerrera. Arena del hechicero-, piensa con lo que Khufu casi considera que es un movimiento desesperado, si es que busca derribar a su oponente antes o tan solo recuperar terreno, eso es incierto bajo los prejuiciosos ojos del longevo guerrero.


O bien, simplemente podría haber sido una acción mal influenciada simplemente por el efecto de los pétalos del pensamiento que ahora llenaba el atrio con su fragancia.


El efecto de las arenas del hechicero que Itemú finalmente conjura contra el aprendiz funciona igualmente sin ser pronunciado y actúa inmediatamente, con algo más de suerte (cree Khufu) el hechizo terminará por finalmente cegar a su oponente por dos tiempos. No era una gran ventaja limitar al oponente a hechizos que no requerían puntería, pero a estas alturas, con la arena del desierto subiendo por las piernas y la fragancia de los pétalos del pensamiento penetrando su mente y cuerpo, cualquier ventaja en el campo era buena.


Khufu por otro lado está considerando ampliamente la posibilidad de que quizá Siwa merece a otro guardián que cuida de sus tan preciados tesoros. ¿Estaría el aprendiz interesado en el puesto?


Itemú

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El australiano invocó la Daga del Sacrificio. No hacía falta que dijera ninguna palabra para hacerlo, solamente con pensar en ella era más que suficiente. En su mano izquierda apareció la daga. No la iba a utilizar de inmediato, simplemente quería tenerla consigo por lo que pudiera suceder. Con la daga apartó algo de arena, pero evidentemente y dado a la velocidad a la que caía no resultó ser muy efectivo. Esperaba terminar con todo antes de acabar enterrado allí.

 

Después de ver que su adversario había logrado empezar a respirar con normalidad supo el hechizo que había utilizado. El mortífago no quería repetirse, pero tenía que hacerlo.

 

Cinaede

 

Quería demostrar que sabía utilizar los hechizos del Libro del Equilibrio, por eso no tenía más remedio que repetirse para enseñarles sus conocimientos. Ningún otro hechizo del libro tenía sentido en la situación actual. Le resultaría demasiado sencillo defenderse de las flechas, no había ninguna criatura a la que poder lanzar el semillas de hielo. Y, sinceramente.... ¿por qué utilizaría el otro efecto? Estaba deseando que pudiera lanzar rayos, así podría anticiparse.

 

La mejor forma de dejar ver que sabía algo era utilizarlo en el momento adecuado.

 

Por tanto, de nuevo, el efecto fue inmediato sin que tuviera opción para defenderse. Un gas venenoso e invisible surgió alrededor del guardián, penetrando en el acto en sus vías respiratorias. Eso provocaría la paralización de su sistema nervioso y circulatorio, lo que significaría que acabaría muriendo a no ser que utilizase los hechizos adecuados para curarse como había realizado justo antes. Sus vías respiratorias habían pasado poco tiempo libres.

 

Después de su movimiento sintió cómo se cegaba y su visión empeoraba considerablemente. No era capaz de distinguir muy bien dónde estaba su adversario en ese duelo. ¿Qué podía hacer? Fácil, utilizar la daga que anteriormente habían invocado. La arena sobrepasaba con creces sus rodillas a pesar de ser un hombre alto.

 

Immolo oppugnare

 

Tanto él, como su objetivo que no podía ser otro que el guardián al ser los dos únicos que estaban llevando a cabo un duelo, sintieron como una herida grave aparecía en su cuerpo, en el antebrazo derecho. El mago había utilizado la daga para dañarse a sí mismo, pero también a su adversario. Pero sería momentáneo. Rápidamente pensó en un Curación y vio como la herida que acababa de hacerse se cerraba y se curaba completamente.

 

 

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Itemú
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La sala que ahora casi está inundada por la mitad se llenó además de arena de los bufidos de dolor de un guardián malherido hábilmente por su oponente. Itemú apenas puede respirar siendo víctima nuevamente de un hechizo venenoso lanzado por el aprendiz de magia guerrera, estaba claro que el muchacho ha dominado y entendido bien los alcances de un Cinaede en medio de una batalla. Khufu se cuestiona sobre la pasión de este brujo en el campo de los brebajes.

 

El guardián Itemú piensa en un anapneo para curar sus vías respiratorias obstruidas ahora por el veneno, el efecto consigue despejar al instante para poder conseguir filtrar algo de aire (no necesariamente fresco y agradable) a su torrente y a su cerebro, lo cual según Khufu, al guardián le hará falta si quiere salir librado de esta batalla o al menos si quiere seguir siendo una piedra en el zapato (de cualquier tamaño) del brujo aprendiz.

 

No obstante, el segundo ataque del muchachito es contundente y efectivo, naturalmente impacta causando un severo daño en el guardián de Siwa atinando un movimiento con la daga del sacrificio. Por un instante los pálidos ojos de Khufu recobran vida tras percatarse de la invocación del aprendiz al principio de su ultimo turno, es una decisión demasiado premonitoria hacia las posibilidades, cree el guerrero, pero que le ha resultado efectivo, ¿cuáles habrían sido las consecuencias de no funcionar? Él no tendría que preocuparse por ellas ahora.

 

Itemú macula entonces algo en algún lenguaje diferente y antiguo, algo que es como un gruñido, y debe ser por toda esa bruma que carga encima, sofocado por la arena caliente cubriéndole ya casi hasta las caderas y los efectos de un par de heridas aun causándole daño tras cada bocanada de aire caliente que se esfuerza por obtener.

 

Vaciló un instante, Khufu se aventura a pensar que en esa fracción de segundo, donde el guardián manotea un puñado de arena como si buscara algo mientras el aprendiz es aún incapaz de ver mejor su entorno, Itemú está deliberando entre si usar un último movimiento osado para emparejar el marcador o permanecer de pie firme ante su oponente. Cómo sea, el uzza considera que, de perder el combate, el guardián de Siwa ya ha conseguido su cometido hasta ahora.

 

Aun así, el guardián ha pensado un episkey para terminar de sanar la herida que la daga del sacrificio le ha causado. La sanación es inmediata, pero pronostica, incluso antes de que fuera la sanación una opción, que el brujo aprendiz tiene preparado la siguiente ofensiva. Igualmente el guardián esta preparado para terminar con esto hasta las últimas circunstancias.

 

Itemú
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